La batalla de Lepanto n 1571 fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio Otomano. Entre 25.000 y 30.000 otomanos murieron en la batalla. A pesar de la gran derrota, el Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez a los españoles. A su vez, en 1574, Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y traicionando a España y al Papa. De esta forma, y aunque el pacto le ofrecía ventajas comerciales, también obligaba a esta república a pagar un tributo a Estambul y renunciar a Chipre.
La paz era humillante para Venecia, pero, al fin y al cabo, era una república de mercaderes y prefería garantizar la seguridad de sus intercambios comerciales con Oriente antes que seguir aventurándose en inciertas campañas militares. Así pues, España volvía a estar sola en su lucha contra el expansionismo otomano. España se rearmaba con rapidez. Lo demuestra el hecho de que en solo diez años entre 1560 y 1570 multiplicó por cinco el número de sus galeras. Los turcos también se preparaban para la guerra, era una carrera de armamentos desconocida en Europa.
La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su expansión
hacia Occidente, su freno en Europa, donde llegó hasta Viena, de donde saldrá
derrotado un siglo más tarde. Cambió de teatro al Indico, donde hizo sufrir de
los lindo a los portugueses, lo que contribuirá a la unión de los reinos
peninsulares.
No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que no
sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo,
sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en
los libros de historia. El propio Felipe II señaló que había arriesgado
demasiado. De haber perdido, Europa no sería después lo que ha sido.
El emperador Carlos V había cedido a Felipe el ducado de Borgoña y
por tanto, los diecisiete territorios de los Países Bajos. Era una zona
económicamente fuerte, de modo que los impuestos nuevos, la defensa de sus
privilegios y la difusión del calvinismo crearon un foco de
resistencia que condujo a la rebelión general en la zona contra la política
española. En 1568, comenzó la rebelión en los Países Bajos, que daría
lugar a la Guerra de los Ochenta Años. Los católicos formaron la “Unión de
Arras” y los protestantes constituyeron la “Unión de Utrecht” es decir,
Holanda, Zelanda, Utrecht, Brabante y Flandes. Años después, en 1581 los
protestantes anularon en los Estados Generales su vinculación con el Rey de
España Felipe II mediante el Acta de abjuración, y eligieron soberano
a Francisco de Anjou. Felipe II no renunció a esos territorios, y
Alejandro Farnesio, gobernador de los Países Bajos por España inició la
contraofensiva y recuperó gran parte del territorio, pero parte de ellos se
volvieron a perder tras la campaña de Mauricio de Nassau.
La pérdida de Flandes se vio compensada por la unidad de la península Ibérica. En agosto de 1578 se produce la muerte en Marruecos del Rey Sebastián I de Portugal.
Por los derechos heredados de su madre, Felipe II era el más
legitimado para sucederle. Pero debió plantar batalla para ello con don
Antonio, nieto ilegítimo del rey Manuel el Afortunado. Mientras un cardenal de
la casa Avis había sido nombrado rey, don Enrique. Éste proclamó sucesor a
Felipe si bien los representantes del pueblo querían a un rey portugués. A la
muerte de Enrique nuestro Felipe comenzó a usar el título de rey de Portugal
desoyendo a todos que le pedían paciencia. No obstante, aquel don Antonio
también se hizo proclamar rey y marchó a Lisboa, de donde tuvo que huir cuando
el ejército español enviado por Felipe, al mando del duque de Alba tomó la
capital. En diciembre de 1580 Felipe entró en Portugal y en 1581 las Cortes portuguesas le
reconocieron como rey. Se garantizaba la independencia del reino, y sus
colonias y la continuidad de sus instituciones, el sistema judicial y
monetario. Se inició así la unión peninsular que duró hasta 1640, pero que
siempre fue frágil.
En las clases altas de Portugal y España había vínculos familiares
abundantes y personajes de la cultura que ejercían en uno u otro país. Pero las
clases populares y el bajo clero portugués mantuvieron siempre una actitud
contraria a los españoles. Y Castilla y aún más el resto de España en general
ignoraron a su vez a Portugal.
En los dominios europeos que había heredado fueron un dardo
envenenado. Los Países Bajos, el Franco Condado (Borgoña) y Luxemburgo fueron
causas de continuas guerras y culpables de buena parte de la decadencia
posterior. Felipe representaba el absolutismo político y la defensa a ultranza
de la religión cristiano-romana, y siendo esas zonas muy prósperas, que
contaban con una buena organización civil de buen nivel cultural, con las
reformas iniciadas por su padre, el emperador Carlos V, veían en Felipe una
amenaza ya que se había erigido en defensor de la Contrarreforma, mientras que
allí eran proclives a la Reforma Protestante. El interés político europeo se
centraba en esa zona por su poder comercial y económico, con lo cual la
oposición a Felipe estaba servida.
DUQUE DE ALBA
Ya hemos hablado en el capítulo anterior de la llegada del Duque
de Alba a Flandes con resultado negativo. Represión del duque y resistencia de
los flamencos. Entra en escena Guillermo de Orange.
La Guerra de los Ochenta Años, enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra Felipe II. Realmente comenzó en 1568 cuando la gobernación estaba en manos de Margarita de Parma su hija ilegítima. Se ganó la enemistad de Guillermo de Orange. Los tercios se vieron obligados a largas jornadas de asedio. Un ejército preparado para el encuentro frente a frente, suponía un enorme gasto de hombres y dinero para la Corona Española, y que no daba los frutos deseados.
El 12 de septiembre de 1580 y en Lisboa, Felipe II es proclamado
Rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Por lo tanto toda la península
ibérica era española. Se desplazará a Lisboa entre 1581 y 1583, después de lo
cual nombra regente del país a su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de
Habsburgo. Igual que ocurre con Nápoles, Felipe será rey de Portugal hasta el
mismo día de su muerte. Felipe II, tras
ser coronado rey de Portugal, en plena guerra de los 80 años, tenía bajo su
poder uno de los imperios más grandes de la historia
Pero por muchos kilómetros de distancia que estuvieran algunas posesiones, ninguna le dio los quebraderos de cabeza que este pequeño rincón de Europa, Flandes. Felipe representaba el absolutismo político y la defensa a ultranza de la religión cristiano-romana, y siendo esas zonas muy prósperas, que contaban con una buena organización civil de buen nivel cultural, con las reformas iniciadas por su padre, el emperador Carlos V, veían en Felipe una amenaza ya que se había erigido en defensor de la Contrarreforma, mientras que allí eran proclives a la Reforma Protestante.