Estudiando el siglo XVII en Europa vemos coincidencias históricas con el cambio de siglo. Aparición de importantes momentos de crisis, verdaderos traumas sociales que se suceden cada en menos tres siglos en el tenemos la caída del imperio Romano. En el VIII la invasión islámica. En el XI, epidemias. En el XIV la peste negra. Y en el XVII lo que los historiadores llaman siglo de hierro. Claro que entremedias ha habido conquistas y expansiones, avances de todo tipo y reformas. Pero estábamos con las crisis. Para España, la muerte de Felipe II en 1598, la expulsión de los moriscos y la firma de la Tregua de los Doce Años en 1609 sirven para marcar los límites del cambio de época y de siglo. Aquí es lo que algunos llaman el cambio de los Austrias mayores a los Austrias menores. O lo que es lo mismo, del esplendor a la decadencia. Pero esta decadencia no significa el final del Imperio, propiamente dicho, sino su lenta transformación de influencia y poder. Durante el siglo XVI España se convirtió en la nación más poderosa de Europa occidental. Un desarrollo inusitado en su territorio, con un periodo de prosperidad económica y social, pese a las diferencia de clases, con sus injusticias a los ojos de hoy, propias por otra parte en todo el mundo.
FELIPE III
A la muerte de Felipe II le sucede su hijo Felipe III, cuyo reinado se identifica con un periodo de paz, a diferencia de los anteriores reinados. Felipe III, llamado “El Piadoso” era gato, es decir que madrileño, nació el 14 de abril de 1578, y murió un 31 de marzo de 1621, fue rey de España y de Portugal desde el 13 de septiembre de 1598 hasta su muerte. Hijo de Felipe II y de Ana de Austria, se casó con Margarita de Austria-Estiria. La tregua de los Doce Años, en que se reconoce la independencia de las Provincias Unidas, (Los actuales Países Bajos), era en realidad un síntoma de agotamiento económico que un deseo de acuerdo. Era aficionado al teatro, a la pintura y, sobre todo, a la caza. Incluso antes de subir al trono dio muestras claras de su incapacidad para el gobierno.
Su reinado se identifica con
un periodo de paz, a diferencia de los anteriores reinados. Delegó los asuntos
de gobierno en manos de su valido, el duque de Lerma, que terminó siendo el
primer corrupto absoluto de España. El poder del duque de Lerma fue inmenso,
consiguió controlar el reino y tomar él solo todas las decisiones políticas
entre 1599 y 1618. Las Cortes, representantes de las ciudades y está claro, de
la burguesía, apenas se reunieron, (algo más en la Corona de Aragón).
La corte de Felipe III se
trasladó dos veces, de Madrid a Valladolid y de vuelta a Madrid, (1600 y 1606),
según los sobornos que Lerma recibió de los comerciantes locales, que
pretendían dar lustre a sus respectivas ciudades. Un país lleno de nobles, hidalgos,
monjas y frailes improductivos, donde al que de verdad trabajaba lo molían a
impuestos, Hacienda ingresaba la ridícula cantidad de diez millones de ducados
anuales; pero la mitad era para mantener el ejército, y la deuda del Estado con
banqueros y proveedores extranjeros alcanzaba la cifra de setenta millones de
castañas.
DUQUE DE LERMA
Para Felipe III los hechos
más importantes se produjeron en 1609 con la firma de la tregua con los Países
Bajos y la expulsión de los moriscos. El Duque era partidario de dejar las cosas
como estaban pero la oposición, que mantenía sustanciosos negocios con
comerciantes moriscos, terminó cuando el Rey prometió compensaciones económicas
para los nobles que pudieran verse afectados por una eventual deportación
masiva de los moriscos. Así que el pillo del duque pasó de defensor a impulsor
del plan.
La diplomacia española
funcionaba sobornando desde ministros extranjeros hasta el papa de Roma, donde
los más rápidos para los recados no tuvieron más remedio que forrarse, el
primero en mismo duque de Lerma.
Pero la cosa no quedó ahí, la
corrupción era enorme y hubo una
investigación que dejó a todos con el culo al aire. Empezaron a caer culpables
e implicados, entre otros el valido del duque, don Rodrigo Calderón de Aranda,
que fue ejecutado en la plaza Mayor de Madrid en 1621. Se desencadena una
indignación con la consiguiente presión en contra del régimen, pero, hete aquí,
que el duque, consigue mediante una estratagema propia de un arlequín, salvar
su vida, solicita de Roma y consigue ser cardenal en 1618, claro, para evitar
que lo juzgaran y ahorcaran por sinvergüenza. Al mismo tiempo que el rey le da
permiso para retirarse a sus propiedades de la ciudad de Lerma. Murió en
Valladolid en 1625, retirado de la vida pública. Corrió por Madrid una copla
que decía: “Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de
colorado”.
Fue sustituido por el duque
de Uceda, al que el rey limitó las funciones. Durante su reinado España
incorporó algunos territorios en el norte de África y en Italia y alcanzó
niveles de esplendor cultural. La “Pax Hispánica” se debió a la enorme
expansión del Imperio y a los años de paz que se dieron en Europa de comienzos
del siglo XVII, que permitieron que España ejerciera su hegemonía sin guerras.
Y de momento, la inmensa máquina militar y diplomática española conseguía que
hubiera pocas guerras y el dinero de América seguía entrando y malgastándose.
Llegaba y se iba como el agua, sin cuajar en cosa tangible real ni futura.
BANQUEROS ALEMANES La monarquía, fiando en las flotas de América, se entrampaba con banqueros genoveses y alemanes que nos sacaban el tuétano. Ingleses, franceses y holandeses, enemigos como eran, nos vendían todo aquello que éramos incapaces de fabricar aquí, llevándose lo que los indios en América sacaban de las minas y nuestros galeones traían esquivando temporales y piratas ingleses.
Crear industrias, investigar, avances tecnológicos realmente como que no. La Iglesia española y la Inquisición nunca entendieron otra cosa que estos avances iban en contra de la fe cristiana, ya que ponían en cuestión dogmas establecidos. El comercio americano era monopolizado por Castilla a través de Sevilla, y el resto de España a verlas venir. Pero a cambio tampoco participaban en los gastos.
Ya en otro capítulo hemos
hablado de los moriscos, que comenzaron los problemas después de la caída de
Granada, los moros vencidos se habían ido a las Alpujarras, donde se les
prometió respetar su religión y costumbres. Pero ya se lo pueden ustedes
imaginar, poco a poco les apretaron las tuercas, y como buena parte conservaba
en secreto su antigua fe mahometana, la Inquisición acabó entrando a saco.
Desesperados, los moriscos se habían sublevado en 1568 con Felipe II, en una
nueva y cruel guerra civil hispánica donde corrió sangre a chorros, y pese al
apoyo de los turcos, e incluso de Francia los rebeldes y los que pasaban por
allí, como suele ocurrir, se las llevaron todas juntas. Sin embargo, como eran
magníficos agricultores, hábiles artesanos, gente laboriosa, imaginativa y
frugal, crearon riqueza donde fueron. Eso, claro, los hizo envidiados y odiados
por el pueblo bajo.