miércoles, 15 de marzo de 2023
sábado, 11 de marzo de 2023
CARLOMAGNO - LOS CONDADOS PIRENAICOS
Constantino el Grande cambió la capitalidad del Imperio Romano a Constantinopla. Los germanos no habían invadido el imperio violando, sino alistándose en su ejército; en realidad, no era posible una resistencia romana al poder godo. En el fondo hubiera sido como luchar contra sí mismo. La elección de Constantino no era mala, escogió un territorio fértil, encrucijada del comercio y el transporte, puerta del Oriente, y con unos enemigos que no eran tan fuertes entonces. Justiniano fue el que señaló el error. Se dio cuenta de que la dominación soñada de eso que hoy llamamos Oriente Medio nunca se produciría. Por esta razón, Justiniano resucitó el viejo sueño imperial y decidió entrar en Italia, a plantarle cara al ostrogodo, y de paso al Papa. A partir de ahí, Roma, acabará entrando a saco en Constantinopla, en el verdadero final del imperio oriental. Sin Carlomagno, no habría existido la idea imperial occidental, y tampoco podría existir si Hispania no fuese elemento fundamental de la misma. Idea en potencia, porque la península está tomada por los musulmanes. Además, ningún Papa llamará a la Cruzada para recuperar España, como la llamaría siglos más tarde para tomar Jerusalén. España es para Carlomagno una de las joyas de la corona imperial. A él no le vale sólo con defender la cruz; defiende, además, determinada cruz, esto es, la unidad eclesial total, pues Roma teme, y hace bien, las tendencias centrífugas entre los cristianos; que son tan fuertes que en Constantinopla generarán incluso crueles masacres en los siguientes 500 años. No olvidemos lo mucho que costó obtener la conversión del godo Recaredo en España. Carlomagno, además, juega la baza de su condición de único contrapoder de los musulmanes. Su abuelo, Carlos Martel, en Poitiers frenó definitivamente el avance musulmán, por lo que Carlomagno se convierte en la fuerza militar única capaz de hacer sombra a Córdoba. Es un grupo de éstos musulmaneas el que se desplaza a la actual Alemania, a entrevistarse con un Carlomagno que está organizando en ese momento la marca sajona. Le ofrecen su apoyo si entra en la península y le prometen la entrega de Zaragoza. Carlomagno sabe que necesita dejar fuera del alcance de los moros la Septimania y además, sería posible vencer a los navarros y quizás a la incipiente monarquía asturiana. Sin embargo, la expedición fue un fracaso porque, a la llegada a la capital maña, el walí de la ciudad se negará a entregarla, con lo que las tropas carolingias deberán retirarse. Serán malamente emboscados en Roncesvalles por vascos, o tal vez gascones. Tras esta derrota militar, Carlomagno, que de todas formas controla los Pirineos, pone sus ojos en la iglesia hispana. En los tiempos visigodos, los obispos, reunidos en concilios toledanos, han sido casi un Estado. En el 784, durante el concilio de Sevilla, se debate que Jesucristo no era hijo de Dios, sino hijo adoptivo. La ortodoxia romana sostiene que Jesús es hijo único de Dios. En el 792, Carlomagno obliga a retractarse al gran apoyo de Elipando, el obispo Félix de Urgel. Siete años después lo condenará a permanecer en Lyon hasta su muerte. Este movimiento permite el control total por parte de los clérigos carolingios de la sede de Urgel, elemento fundamental para la consolidación del poder franco en la Marca Hispánica. Y, lo que es más importante, sella la alianza entre los monarcas asturianos y el imperio carolingio, una alianza que marcará el destino de España. El destino, en primer lugar, de la sede compostelana, pues el entendimiento entre Oviedo y Aquisgrán supondrá el apoyo incondicional del imperio carolingio hacia el mito jacobeo; Carlomagno enviará mucho dinero a la sede compostelana, y Santiago se convertirá en la gran luz de la cristiandad medieval, construyendo un cordón umbilical entre la España y la Europa cristianas. Más a largo plazo, esta alianza, unida a la empresa de la Reconquista, convertirá a España en el principal baluarte del proyecto imperial romano y del catolicismo en el mundo. Sin embargo en los Pirineos termina el imperialismo carolingio en España. Carlomagno sólo conseguirá el control del sur formando los condados pirenaicos y el impulso de la ruta jacobea. Su gran fracaso será controlar a la Iglesia local.

Cuando el Imperio Carolingio gana terreno a los musulmanes establece una zona denominada Marca Hispánica, dependiente de los reyes francos.
Se establecieron regiones
administrativas, condados, y los más importantes fueron Pamplona, que se
convertiría en reino en el siglo IX, Aragón que se haría condado independiente
en el 809 con el conde Aznar, Urgel condado con dinastía propia desde el 815 y
el condado de Barcelona dinástico desde el 878, que se convirtió en hegemónico
sobre otros como Gerona.
Pero la Marca Superior o Extrema la ocupaba el actual Aragón, estaba en la zona fronteriza. Todos estos elementos son de extraordinaria importancia para la Historia de España, y es por ello que la etapa carolingia es tan importante. La peregrinación jacobea será fundamental para España y para Europa. El control de la Marca Hispánica como único territorio hispano de influencia carolingia tenderá a hacerlo distinto: Carlomagno será, sin duda, más adelante, el primer plantador del hecho diferencial cuando se separen los condados que serán por una lado Aragón, y por otro los que serán dependientes del condado de Barcelona. Máxime si se tiene en cuenta que no sólo aparta estos condados del resto de las dominaciones en la península, sino que lo hace sin crear una estructura de real dependencia respecto de Aquisgrán. La Marca Hispánica, de hecho, se conformó como una débil unión de condados independientes, coordinados por una asamblea anual, en los cuales todos los nobles al frente soñaban con consolidar un poder vitalicio a su favor. Esta situación se radicalizó. La guerra civil por derechos dinásticos hicieron que los condes en las sucesivas políticas de alianzas van teniendo cada vez más poder. Bera, el primer conde barcelonés, intentó apartase de poder franco en el 820, sin conseguirlo. Aquisgrán. la residencia de Carlomagno, dejará de confiar en los nobles locales y nombrará gobernadores francos, como Bernardo de Septimania. El tratado de Verdún, creaba el territorio occidental para Carlos el Calvo, y supuso su cese inmediato y su sustitución por los hermanos Sunifredo y Suñer. Ambos conseguirán que sus hijos les sucedan en el cargo condal, creando con ello el germen de un poder hereditario por sí mismo. Con la muerte de Carlos el Calvo en 877, los condes locales, gobiernan prácticamente sin oposición. Se rompe la línea dinástica carolingia en París lo que generará toda una serie de rebeliones de nobles que, a lo largo de todo el territorio franco, entenderán que dicha ruptura les otorga fuerza moral a ellos para independizarse. Flandes, Borgoña o Aquitania inician estos procesos, como lo inicia Cataluña de la mano de Wilfredo el velloso, considerado el primer gobernante autónomo de la región, es decir condados de Barcelona, Gerona, Cerdaña y Besalú, y que a su muerte dejará sus tierras a sus hijos: a Sunifredo Urgel; a su hijo voyeur, Mirón II, Cerdaña y Besalú; y a sus hijos Borrell y Suñer, Barcelona y Gerona. Una vez conseguido el poder civil los catalanes se aplican a construir una Iglesia propia. En el año 888, crean un arzobispado en Urgel; su arzobispado propio, lo que explica que sea tan importante la Seo para el catalanismo. No se puede decir, por lo tanto, que la huella carolingia en España sea ni débil ni despreciable. España es, en gran parte, la oposición al francés.
Pero la Marca Superior o Extrema la ocupaba el actual Aragón, estaba en la zona fronteriza. Todos estos elementos son de extraordinaria importancia para la Historia de España, y es por ello que la etapa carolingia es tan importante. La peregrinación jacobea será fundamental para España y para Europa. El control de la Marca Hispánica como único territorio hispano de influencia carolingia tenderá a hacerlo distinto: Carlomagno será, sin duda, más adelante, el primer plantador del hecho diferencial cuando se separen los condados que serán por una lado Aragón, y por otro los que serán dependientes del condado de Barcelona. Máxime si se tiene en cuenta que no sólo aparta estos condados del resto de las dominaciones en la península, sino que lo hace sin crear una estructura de real dependencia respecto de Aquisgrán. La Marca Hispánica, de hecho, se conformó como una débil unión de condados independientes, coordinados por una asamblea anual, en los cuales todos los nobles al frente soñaban con consolidar un poder vitalicio a su favor. Esta situación se radicalizó. La guerra civil por derechos dinásticos hicieron que los condes en las sucesivas políticas de alianzas van teniendo cada vez más poder. Bera, el primer conde barcelonés, intentó apartase de poder franco en el 820, sin conseguirlo. Aquisgrán. la residencia de Carlomagno, dejará de confiar en los nobles locales y nombrará gobernadores francos, como Bernardo de Septimania. El tratado de Verdún, creaba el territorio occidental para Carlos el Calvo, y supuso su cese inmediato y su sustitución por los hermanos Sunifredo y Suñer. Ambos conseguirán que sus hijos les sucedan en el cargo condal, creando con ello el germen de un poder hereditario por sí mismo. Con la muerte de Carlos el Calvo en 877, los condes locales, gobiernan prácticamente sin oposición. Se rompe la línea dinástica carolingia en París lo que generará toda una serie de rebeliones de nobles que, a lo largo de todo el territorio franco, entenderán que dicha ruptura les otorga fuerza moral a ellos para independizarse. Flandes, Borgoña o Aquitania inician estos procesos, como lo inicia Cataluña de la mano de Wilfredo el velloso, considerado el primer gobernante autónomo de la región, es decir condados de Barcelona, Gerona, Cerdaña y Besalú, y que a su muerte dejará sus tierras a sus hijos: a Sunifredo Urgel; a su hijo voyeur, Mirón II, Cerdaña y Besalú; y a sus hijos Borrell y Suñer, Barcelona y Gerona. Una vez conseguido el poder civil los catalanes se aplican a construir una Iglesia propia. En el año 888, crean un arzobispado en Urgel; su arzobispado propio, lo que explica que sea tan importante la Seo para el catalanismo. No se puede decir, por lo tanto, que la huella carolingia en España sea ni débil ni despreciable. España es, en gran parte, la oposición al francés.
lunes, 27 de febrero de 2023
EL MOTIN DE ESQUILACHE Y CONSECUENCIAS
El rey Carlos III le encargó a Esquilache, un ministro
italiano, un ilustrado, la reforma de Madrid. Esquilache, para obtener dinero
reformó la hacienda y persiguió el fraude de las clases altas. Éstos y la
jerarquía eclesiástica, postergados del gobierno con Carlos III, iniciaron una
campaña de desprestigio contra el marqués. Para colmo al liberar los precios de
los cereales provocó una especulación y alza de precios en los alimentos.
Carlos III y su ministro decidieron en mala hora prohibir las capas largas y
los sombreros de ala ancha o chambergos porque favorecían la delincuencia. Fue
el detonante, la excusa. Una manipulación que no desaprovecharon las clases
perjudicadas y con personal preparado para las revueltas consiguieron que se
suscitara un Motín, el 23 de marzo de 1766 se produjo el Motín de Esquilache en
Madrid que dio como resultado el exilio del ministro, y otras medidas de
carácter económico.
Fue un motín de subsistencia típico del Antiguo Régimen. Estas revueltas, solían producirse cuando el alza de los precios alcanzaba cotas intolerables, fruto de los malos años o de la especulación. Coincidían con el momento en que aún no habían sido recogidas las cosechas y las reservas empezaban a agotarse.
Fue un motín de subsistencia típico del Antiguo Régimen. Estas revueltas, solían producirse cuando el alza de los precios alcanzaba cotas intolerables, fruto de los malos años o de la especulación. Coincidían con el momento en que aún no habían sido recogidas las cosechas y las reservas empezaban a agotarse.
No eran revueltas antisistema, es decir no se ponía en duda
la monarquía, solo a sus ministros, quienes encarnaban el mal gobierno, en
forma de venalidad, estupidez o estulticia, (lo que queda meridianamente
declarado en el grito de los amotinados ¡Viva el rey, muera Esquilache!)
Este motín en concreto estuvo además orquestado en la sombra por poderosos enemigos políticos del ministro extranjero, es decir el clero español y la burguesía.
El domingo de Ramos de 1766, a eso de las cuatro de la tarde, dos embozados se paseaban ostentosamente con capa larga y chambergo en la plazuela de Antón Martín. Varios soldados que montaban guardia no tardaron en preguntarles por qué iban así vestidos. Quedó claro que iban así porque "les daba la gana". Se oyeron insultos y los guardias trataron de detenerles, momento en que uno de los embozados desenvainó una espada, silbando al mismo tiempo. Al instante, apareció una banda armada y los militares se vieron obligados a huir. Había estallado el motín. Los amotinados, decididos a todo, no tuvieron inconvenientes al apoderarse del cuartelillo de Inválidos de la Plaza, apoderándose de sables y fusiles. A continuación, unas dos mil personas remontaron la calle Atocha hacia la Plaza Mayor, insultando al odiado Esquilache. El duque de Medinaceli tuvo la mala suerte de toparse con la multitud, que lo rodeó en el acto, exigiéndole que hiciese llegar al rey una serie de peticiones.
Este motín en concreto estuvo además orquestado en la sombra por poderosos enemigos políticos del ministro extranjero, es decir el clero español y la burguesía.
El domingo de Ramos de 1766, a eso de las cuatro de la tarde, dos embozados se paseaban ostentosamente con capa larga y chambergo en la plazuela de Antón Martín. Varios soldados que montaban guardia no tardaron en preguntarles por qué iban así vestidos. Quedó claro que iban así porque "les daba la gana". Se oyeron insultos y los guardias trataron de detenerles, momento en que uno de los embozados desenvainó una espada, silbando al mismo tiempo. Al instante, apareció una banda armada y los militares se vieron obligados a huir. Había estallado el motín. Los amotinados, decididos a todo, no tuvieron inconvenientes al apoderarse del cuartelillo de Inválidos de la Plaza, apoderándose de sables y fusiles. A continuación, unas dos mil personas remontaron la calle Atocha hacia la Plaza Mayor, insultando al odiado Esquilache. El duque de Medinaceli tuvo la mala suerte de toparse con la multitud, que lo rodeó en el acto, exigiéndole que hiciese llegar al rey una serie de peticiones.
Finalmente, el duque llegó hasta Carlos III, que justamente
se encontraba en compañía de Esquilache. El rey estaba tranquilo. Ignoraba, sin
duda, que los amotinados estaban destruyendo sin piedad los 5.000 faroles que
el ministro de Hacienda había colocado por toda la ciudad.
Los amotinados se dirigieron primero a la mansión de Esquilache (la famosa Casa de las Siete Chimeneas), acuchillaron a un servidor del marqués que intentó impedirles el paso. Echaron algunos muebles por la ventana y saquearon la considerable despensa. Luego con una xenofobia manifiesta se dirigieron a la casa de Grimaldi. Se limitaron a apedrearla, para seguir viaje hacia la mansión de Sabatini. Esa noche, a manera de colofón, un retrato del marqués de Esquilache fue quemado en la plaza Mayor. Curiosamente, en Palacio se pensaba que al día siguiente los furores se habrían aplacado como por arte de magia.
Pero el Lunes Santo, día 24, la situación se agravó. La tropa se vio desbordada por la multitud que, enardecida por la noticia de que Esquilache se encontraba en Palacio, junto al rey, y emprendió una decidida marcha para presentar a Carlos III sus reclamaciones. Los amotinados llegaron pronto al Arco de la Armería de Palacio, que estaba defendido por tropas españolas y valonas. Los valones hicieron fuego y una mujer resultó muerta. Un impresionante gentío se concentró, coreando insultos contra los valones y contra Esquilache.
Finalmente, un sacerdote se destacó en calidad de representante popular y consiguió llegar hasta Carlos III con las peticiones del pueblo. El tono era imperativo. Si el rey no los escuchaba, "treinta mil hombres harán astillas en dos horas el nuevo palacio". Es difícil imaginar el estado de perplejidad que todo esto produjo en Carlos III.
Humillados por la victoria popular, los hombres de armas del rey se inclinaron por la negativa. Otros en cambio se pronunciaron de que era mejor aceptar las exigencias: de lo contrario, se produciría un baño de sangre de incalculables consecuencias.
Oída la opinión de los miembros del Consejo de Guerra, Carlos III dio una buena prueba de sensatez. Salió al balcón. Por intermedio de un representante, el pueblo expuso nuevamente sus exigencias, en primer lugar, la de que bajase el precio del pan, la de que Esquilache fuera expulsado de España lo mismo que la guardia valona.
Los amotinados se dirigieron primero a la mansión de Esquilache (la famosa Casa de las Siete Chimeneas), acuchillaron a un servidor del marqués que intentó impedirles el paso. Echaron algunos muebles por la ventana y saquearon la considerable despensa. Luego con una xenofobia manifiesta se dirigieron a la casa de Grimaldi. Se limitaron a apedrearla, para seguir viaje hacia la mansión de Sabatini. Esa noche, a manera de colofón, un retrato del marqués de Esquilache fue quemado en la plaza Mayor. Curiosamente, en Palacio se pensaba que al día siguiente los furores se habrían aplacado como por arte de magia.
Pero el Lunes Santo, día 24, la situación se agravó. La tropa se vio desbordada por la multitud que, enardecida por la noticia de que Esquilache se encontraba en Palacio, junto al rey, y emprendió una decidida marcha para presentar a Carlos III sus reclamaciones. Los amotinados llegaron pronto al Arco de la Armería de Palacio, que estaba defendido por tropas españolas y valonas. Los valones hicieron fuego y una mujer resultó muerta. Un impresionante gentío se concentró, coreando insultos contra los valones y contra Esquilache.
Finalmente, un sacerdote se destacó en calidad de representante popular y consiguió llegar hasta Carlos III con las peticiones del pueblo. El tono era imperativo. Si el rey no los escuchaba, "treinta mil hombres harán astillas en dos horas el nuevo palacio". Es difícil imaginar el estado de perplejidad que todo esto produjo en Carlos III.
Humillados por la victoria popular, los hombres de armas del rey se inclinaron por la negativa. Otros en cambio se pronunciaron de que era mejor aceptar las exigencias: de lo contrario, se produciría un baño de sangre de incalculables consecuencias.
Oída la opinión de los miembros del Consejo de Guerra, Carlos III dio una buena prueba de sensatez. Salió al balcón. Por intermedio de un representante, el pueblo expuso nuevamente sus exigencias, en primer lugar, la de que bajase el precio del pan, la de que Esquilache fuera expulsado de España lo mismo que la guardia valona.
Carlos III prometió y hecho lo cual se retiró. Pero fue
nuevamente llamado al poco tiempo, para que ratificase su promesa.
Carlos III cometió un error. Atemorizado y desconfiando de la multitud consideró que no estaba seguro en Madrid. Partió hacia Aranjuez con toda su familia
Al día siguiente una Junta Militar tomaba diversas medidas para mantener el orden. Pero el pueblo se enteró de que el monarca había partido secretamente a Aranjuez. Inmediatamente, pensaron que Carlos III sólo había cedido momentáneamente y ahora se disponía a armar un poderoso ejército para regresar a Madrid. Bien pronto, unas 30.000 personas hombres, mujeres y niños rodearon la casa del obispo de Cartagena. El obispo recibió el encargo de transmitir al rey el estado de ánimo del pueblo madrileño. Pero el obispo no llegó a salir de Madrid. El obispo se vio obligado a redactar un memorial de agravios, para el rey; un emisario partió hacia Aranjuez con el documento y el obispo quedó retenido. Ante la impotencia de los soldados, el pueblo saqueaba almacenes de comestibles y cuarteles, abriendo de paso las puertas de las cárceles. En Aranjuez, el rey recibía el memorial. No lo dudó demasiado: despachó al mismo emisario con una carta para el pueblo de Madrid. Prometía y juraba que “cumplirá cuanto ofreció ayer por su piedad y amor al pueblo de Madrid, y lo mismo hubiera acordado desde este Sitio y cualquiera otra parte donde le hubieran llegado sus clamores y súplicas; pero en correspondencia de la fidelidad y gratitud que a su soberana dignación debe el mismo pueblo, por los beneficios y gracias con que se le ha distinguido y el grande que acabe de dispensarle, espera su majestad la debida tranquilidad, quietud y sosiego, sin que por título o pretexto alguno de quejas, gracias, ni aclamaciones, se junten en turbas ni fomenten uniones. Y mientras tanto no den pruebas de dicha tranquilidad, no cabe el recurso que hacen ahora, de que Su Majestad se les presente".
Al llegar el emisario a Madrid, se dio lectura a la carta del rey. Y bastó esta carta para devolver la calma a la ciudad. Ordenadamente, las armas fueron devueltas a los cuarteles, entre vivas al rey. Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache tuvo que partir irremediablemente. Consta que al rey le costó desprenderse de su ministro. "Se ha sacrificado por mí", Esquilache escribiría sobre Madrid, "Soy el único ministro que ha pensado en su bien: he limpiado la ciudad, la he pavimentado, he hecho paseos, he mantenido la abundancia durante años de carestía. Merecía una estatua y me han tratado indignamente." El desilusionado marqués fue recompensado con la embajada de Venecia.
Carlos III cometió un error. Atemorizado y desconfiando de la multitud consideró que no estaba seguro en Madrid. Partió hacia Aranjuez con toda su familia
Al día siguiente una Junta Militar tomaba diversas medidas para mantener el orden. Pero el pueblo se enteró de que el monarca había partido secretamente a Aranjuez. Inmediatamente, pensaron que Carlos III sólo había cedido momentáneamente y ahora se disponía a armar un poderoso ejército para regresar a Madrid. Bien pronto, unas 30.000 personas hombres, mujeres y niños rodearon la casa del obispo de Cartagena. El obispo recibió el encargo de transmitir al rey el estado de ánimo del pueblo madrileño. Pero el obispo no llegó a salir de Madrid. El obispo se vio obligado a redactar un memorial de agravios, para el rey; un emisario partió hacia Aranjuez con el documento y el obispo quedó retenido. Ante la impotencia de los soldados, el pueblo saqueaba almacenes de comestibles y cuarteles, abriendo de paso las puertas de las cárceles. En Aranjuez, el rey recibía el memorial. No lo dudó demasiado: despachó al mismo emisario con una carta para el pueblo de Madrid. Prometía y juraba que “cumplirá cuanto ofreció ayer por su piedad y amor al pueblo de Madrid, y lo mismo hubiera acordado desde este Sitio y cualquiera otra parte donde le hubieran llegado sus clamores y súplicas; pero en correspondencia de la fidelidad y gratitud que a su soberana dignación debe el mismo pueblo, por los beneficios y gracias con que se le ha distinguido y el grande que acabe de dispensarle, espera su majestad la debida tranquilidad, quietud y sosiego, sin que por título o pretexto alguno de quejas, gracias, ni aclamaciones, se junten en turbas ni fomenten uniones. Y mientras tanto no den pruebas de dicha tranquilidad, no cabe el recurso que hacen ahora, de que Su Majestad se les presente".
Al llegar el emisario a Madrid, se dio lectura a la carta del rey. Y bastó esta carta para devolver la calma a la ciudad. Ordenadamente, las armas fueron devueltas a los cuarteles, entre vivas al rey. Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache tuvo que partir irremediablemente. Consta que al rey le costó desprenderse de su ministro. "Se ha sacrificado por mí", Esquilache escribiría sobre Madrid, "Soy el único ministro que ha pensado en su bien: he limpiado la ciudad, la he pavimentado, he hecho paseos, he mantenido la abundancia durante años de carestía. Merecía una estatua y me han tratado indignamente." El desilusionado marqués fue recompensado con la embajada de Venecia.
El sucesor de
Esquilache, el conde de Aranda, apoyado por el conde de Campomanes, abrieron
una pesquisa secreta a fin de probar la intervención de los jesuitas en el
motín. Ya Portugal y Francia habían decretado la expulsión de la Orden y eran
una idea de los ilustrados europeos. Incluso dentro de la propia Iglesia.
Fueran o no los culpables, firmó el rey la ley de expulsión y la confiscación
de todos sus bienes. Echados de España y de América fueron embarcados hacia
Roma, y años después estos gobiernos consiguieron del papa la disolución de la
Orden.
Esta fue una traición del rey hacia la orden, ya que los jesuitas eran, siempre lo han sido, unos misioneros fundamentales allí donde fueron. En la película "La Misión" se describe como trabajaban los monjes, enseñando a los indígenas a construir, a trabajar en la agricultura y ganadería, a organizarse repartiendo las tierras y las ganancias, les enseñaban a leer y escribir, además de evangelizarlos. Los jesuitas tenían y tienen el voto de obediencia, pobreza y castidad. Formaron prácticamente cooperativas.
Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se propusieron acabar con la Compañía de Jesús por su defensa incondicional del papado, su actividad intelectual, su poder financiero y su influjo político. Los poderosos eran sus enemigos, partidarios del absolutismo, los filósofos franceses (Voltaire, Montesquieu, Diderot). El prestigio político del papado y la voluntad política de los Borbones y de la corona Portuguesa era la de robustecerse en detrimento de la Iglesia.
Esta fue una traición del rey hacia la orden, ya que los jesuitas eran, siempre lo han sido, unos misioneros fundamentales allí donde fueron. En la película "La Misión" se describe como trabajaban los monjes, enseñando a los indígenas a construir, a trabajar en la agricultura y ganadería, a organizarse repartiendo las tierras y las ganancias, les enseñaban a leer y escribir, además de evangelizarlos. Los jesuitas tenían y tienen el voto de obediencia, pobreza y castidad. Formaron prácticamente cooperativas.
Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se propusieron acabar con la Compañía de Jesús por su defensa incondicional del papado, su actividad intelectual, su poder financiero y su influjo político. Los poderosos eran sus enemigos, partidarios del absolutismo, los filósofos franceses (Voltaire, Montesquieu, Diderot). El prestigio político del papado y la voluntad política de los Borbones y de la corona Portuguesa era la de robustecerse en detrimento de la Iglesia.
Los jesuitas tenían misiones en Perú, México, Canadá,
Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia, etc. Todo eso se perdió.
Que la prohibición de una vestimenta haya provocado tal estado de cosas, incluso muertes y abandono de todas las misiones, eso es una barbaridad, en la que Carlos III ha tenido mucha culpa y no supo actuar por miedo. Era un buen rey que se rodeó de ilustrados y gente de valía, pero él no era realmente un hombre de buenas decisiones. Por eso se perdieron las Malvinas también ante Inglaterra cuando habían sido recuperadas.
Que la prohibición de una vestimenta haya provocado tal estado de cosas, incluso muertes y abandono de todas las misiones, eso es una barbaridad, en la que Carlos III ha tenido mucha culpa y no supo actuar por miedo. Era un buen rey que se rodeó de ilustrados y gente de valía, pero él no era realmente un hombre de buenas decisiones. Por eso se perdieron las Malvinas también ante Inglaterra cuando habían sido recuperadas.
viernes, 24 de febrero de 2023
INSTITUCIONES DE GOBIERNO EN AMÉRICA ESPAÑOLA
Pocos años después del Descubrimiento, desde 1503 se fue organizando
Instituciones que algunas gobernaban desde la península. Luego se crearon otras
en la misma América. La primera Institución fue el Gobernador en 1501, Nicolás
Ovando, que destituyó a Cristóbal Colón por denuncias de maltrato a los
indígenas. El primer adelantado fue Bartolomé Colón en 1537. Francisco Pizarro fue adelantado y primer
gobernador de Nueva Castilla, que fue la base territorial sobre la cual se
asentó y expandió el virreinato del Perú. El primer Virreinato fue el de Perú
(1542), con capital en Lima.
Hernán Cortés en 1521 propuso el nombre de “Nueva España” tras la conquista. Fue su primer Gobernador y en 1528 la corona instaló una Real Audiencia en Nueva España con el objetivo de instaurar un mayor control judicial y de gobierno. Después se creó el Virreinato de Nueva España (1535), con capital en México y jurisdicción en todo el territorio actual de América Central y del Norte.
LAS INSTITUCIONES EN LA PENÍNSULA FUERON:
EL REY,
EL CONSEJO DE INDIAS
LA CASA DE CONTRATACIÓN
EN AMÉRICA FUERON:
LOS VIRREYES
LAS AUDIENCIAS
LOS CABILDOS
LOS ADELANTADOS
LOS CAPITANES GENERALES
LOS GOBERNADORES
LAS CONSULADOS.
Sólo en los primeros años posteriores a la conquista, el rey tuvo a su cargo directo los asuntos de América, luego la mayoría de las tareas pasaron a ser desempeñadas por la Casa de Contratación de Sevilla creada en 1503, que también fue delegando atribuciones al Consejo de Indias, creado en 1511, que finalmente, hacia el siglo XVII era la institución española con más poderes en América.
EL REY,
EL CONSEJO DE INDIAS
LA CASA DE CONTRATACIÓN
EN AMÉRICA FUERON:
LOS VIRREYES
LAS AUDIENCIAS
LOS CABILDOS
LOS ADELANTADOS
LOS CAPITANES GENERALES
LOS GOBERNADORES
LAS CONSULADOS.
Sólo en los primeros años posteriores a la conquista, el rey tuvo a su cargo directo los asuntos de América, luego la mayoría de las tareas pasaron a ser desempeñadas por la Casa de Contratación de Sevilla creada en 1503, que también fue delegando atribuciones al Consejo de Indias, creado en 1511, que finalmente, hacia el siglo XVII era la institución española con más poderes en América.
El Consejo de Indias proponía los candidatos a ocupar los cargos de virreyes, gobernadores u otros cargos importantes. Presentaba las propuestas de ley que luego eran evaluadas por el monarca quien decidía sobe la conveniencia de su aprobación.
Tenía además, funciones judiciales, interviniendo en grado de apelación, sobre las sentencias de montos elevados dictadas por las Audiencias. Tenía a su cargo el juicio de residencia que se aplicaba a virreyes, gobernadores, capitanes generales y otros funcionarios importantes, acusados ante el juez de residencia, comisionado que se trasladaba a las distintas ciudades de América con este fin, por abusos de poder o corrupción entre otras cuestiones, y también cuando finalizaban su mandato. El funcionario acusado debía permanecer en su puesto mientras duraba el proceso. Las penas a aplicar podían consistir en multas, confiscación de bienes o prisión.
HERNÁN CORTÉS
Enviaba igualmente Visitadores Generales con funciones de Supervisión y Control. También le incumbía el ejercicio del Real Patronato, por concesión otorgada a los Reyes Católicos por el papa Julio II para ejercer en América funciones eclesiásticas.
La Casa de Contratación, tenía fines comerciales, regulando la actividad mercantil. Regulaba el sistema de flotas y galeones, cobraba impuestos y actuaba como tribunal de comercio. A partir de 1583, el Tribunal de Comercio se independizó de la Casa de Contratación, y ésta compartió sus actividades con un nuevo organismo, el Consulado, ente gremial que conformaban poderosos comerciantes que regulaban el comercio con las Indias, de manera monopólica.
En América, la máxima autoridad eran los Virreyes, representantes del rey, con poderes políticos, religiosos, militares y judiciales. En general, duraban tres años en sus funciones.
Los Capitanes Generales, ejercían todos los poderes pero en territorios de menores dimensiones, en los que se dividía el virreinato, llamados capitanías generales.
Los Gobernadores, ejercían sus funciones en territorios aún más pequeños, las gobernaciones. Intervenían en grado de apelación en las decisiones de los Cabildos, que luego podían apelarse nuevamente ante la Audiencia. Reemplazaron a los Adelantados, durante el reinado de Felipe II.
Los Adelantados eran aquellos que habían conquistado las tierras para España, y que habían firmado con el rey una capitulación, acuerdo por el cual los gastos de la expedición quedaba a cargo de los conquistadores, recibiendo a cambio poderes políticos, militares y judiciales sobre los territorios conquistados.
Enviaba igualmente Visitadores Generales con funciones de Supervisión y Control. También le incumbía el ejercicio del Real Patronato, por concesión otorgada a los Reyes Católicos por el papa Julio II para ejercer en América funciones eclesiásticas.
La Casa de Contratación, tenía fines comerciales, regulando la actividad mercantil. Regulaba el sistema de flotas y galeones, cobraba impuestos y actuaba como tribunal de comercio. A partir de 1583, el Tribunal de Comercio se independizó de la Casa de Contratación, y ésta compartió sus actividades con un nuevo organismo, el Consulado, ente gremial que conformaban poderosos comerciantes que regulaban el comercio con las Indias, de manera monopólica.
En América, la máxima autoridad eran los Virreyes, representantes del rey, con poderes políticos, religiosos, militares y judiciales. En general, duraban tres años en sus funciones.
Los Capitanes Generales, ejercían todos los poderes pero en territorios de menores dimensiones, en los que se dividía el virreinato, llamados capitanías generales.
Los Gobernadores, ejercían sus funciones en territorios aún más pequeños, las gobernaciones. Intervenían en grado de apelación en las decisiones de los Cabildos, que luego podían apelarse nuevamente ante la Audiencia. Reemplazaron a los Adelantados, durante el reinado de Felipe II.
Los Adelantados eran aquellos que habían conquistado las tierras para España, y que habían firmado con el rey una capitulación, acuerdo por el cual los gastos de la expedición quedaba a cargo de los conquistadores, recibiendo a cambio poderes políticos, militares y judiciales sobre los territorios conquistados.
Los gobernadores designaban como sus asistentes a los tenientes generales y a los tenientes de gobernador que se desempeñaban en ciudades que no eran cabeza de provincia.
Las Audiencias tenían funciones Judiciales y estaban integradas por los oidores, prestigiosos hombres del Derecho, cuyas decisiones sólo podían ser apeladas ante el Consejo de Indias cuando se tratara de asuntos de importancia económica considerable. Entre otras funciones asesoraban y vigilaban a los virreyes en el cumplimiento de sus funciones. Las Audiencias se instalaban en las provincias mayores, que contaban con un gobernador-presidente, que presidía la Audiencia. Las provincias menores contaban sólo con un gobernador.
Existían las Audiencias Virreinales, ubicadas en las capitales de los virreinatos, que eran presididas por el virrey. Las pretoriales, presididas por el gobernador y situadas en la ciudad cabecera de provincia y las subordinadas en otras ciudades.
Los Cabildos, gobernaban las más pequeñas unidades administrativas, las ciudades, y el ámbito rural que las rodeaba. Las ciudades sin Cabildo no tenían existencia política. Eran instituciones integradas por vecinos, considerándose como tales, los que tenían casa poblada en la ciudad. La formaban los alcaldes, uno o dos, con funciones judiciales, los regidores con atribuciones militares, el alférez real, que representaba a la ciudad en las ceremonias públicas y el alguacil mayor con poder de policía.
Entre las autoridades residentes en América no había una jerarquía, sino un equilibrio de funciones que eran autónomas pero a su vez interdependientes entre sí
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