miércoles, 15 de marzo de 2023

GUERRA DEL ASIENTO CONTRA INGLATERRA (1739-1748

La guerra del Asiento fue un conflicto bélico en el que se enfrentaron las flotas y tropas del Reino de Gran Bretaña y del Imperio español en el área del Caribe. La flota desplegada por Inglaterra por la cantidad de hombres y la enorme artillería, se ha considerado la Armada más importante de la historia, tras el desembarco de Normandía. 

En el Tratado de Utrecht, (1713), para el fin de la Guerra de Sucesión española, negociado a espaldas de España por ingleses y franceses, se había perdido para España Menorca y Gibraltar a cambio del asentamiento de los Borbones y de evitar una alianza entre dos potencias tales como eran España y Francia en perjuicio de Inglaterra.
Gran Bretaña había obtenido el denominado “Asiento de negros” y la concesión del “Navío de permiso” que permitía el comercio directo de Gran Bretaña con la América española por el volumen de mercancías que pudiese transportar un barco de quinientas toneladas de capacidad. Ambos acuerdos comerciales estaban en manos de la Compañía de los Mares del Sur. Se crea así un precedente para que el Caribe se llene de contrabandistas de todo pelaje. El “Asiento” era un permiso de monopolio del “Asiento de negros”, es decir, la trata de esclavos, que fue concedido en alquiler a la empresa inglesa South Sea Company, gracias al cual podía enviar a América un total de 144.000 esclavos. Inglaterra había solicitado que sea durante diez años, pero el rey francés Luis XIV, que tenía junto con Felipe V de España el negocio funcionando, convirtió esos diez años en treinta. Tenía los poderes de su nieto Felipe V.



Una ruta comercial específica y Jamaica se convierte en una gran base de contrabandistas.
El caso es que entre piratas, corsarios, filibusteros y contrabandistas, Inglaterra se iba introduciendo en el comercio con la América española. José Patiño, ministro español que trabajaría intensamente para levantar una nueva fuerza naval digna. Mientras, Inglaterra iniciaría una política de acoso a las rutas comerciales coloniales que obligaría a extremar al máximo sus defensas, responsabilidad que caería en manos de la Armada española. Los políticos y comerciantes ingleses empezaron a considerar la opción de una guerra total contra España. Por lo que se comenzó a malear a la opinión pública. El uso sin disimulo de la piratería a mansalva, hizo que España se viera obligada a reforzar sus flotas en El Caribe con naves de guerra extraídas de su escasa fuerza naval. El contrabando inglés empezó a declinar.
En el año 1737 Inglaterra reclamaba el intercambio de unas presas que habían hecho los guardacostas españoles. Pero la contabilidad del Navío de Permiso y del Asiento de Negros seguían sin ser satisfechas por parte de los anglos. La tensión iba subiendo enteros. Mientras Inglaterra concedía centenares de licencias de corso para combatir a los guardacostas españoles en la Cámara de los Comunes se exigía una respuesta armada.



El detonante de aquella explosiva situación la buscaron al recordar el hecho sucedido siete años atrás. Al suceso en su momento no dieron mayor importancia. El navegante español Julio León Fandiño le echaría el guante a un tal Robert Jenkins, corso, es decir ladrón con permiso real. Fandiño, capitán del bergantín la Isabela que había pillado in fraganti a Jenkins, quiso escarmentar al inglés cortándole una oreja, a lo cual dicen que añadió las palabras: “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. A continuación, como guardacostas que era, Fandiño requisó la mercancía y se hizo con la propiedad de la nave. De vuelta a Inglaterra, Jenkins presentó una queja formal ante el rey Jorge II, que hizo caso omiso a las quejas del truhan. Pero siete años después, el lobby de la guerra lo convencería para que se personara ante los parlamentarios para explicar el episodio aquel. Ante los miembros del parlamento, el tal Jenkins abrió una caja en la que primorosamente envuelta había una oreja que no se entendía cómo podía haber durado tanto tiempo incólume. Buscada la solución diplomática por apariencia se firmó el Convenio de El Pardo, cuyos términos según criterio de los comerciantes y opinión pública inglesa eran muy indulgentes. La Cámara rechazó el Convenio. La prensa británica se encargaría de deformar el incidente de la oreja de Jenkins exagerando la crueldad española mientras las calles londinenses aparecían empapeladas con panfletos, incitando a la guerra contra España. Los comerciantes ingleses utilizaron la rivalidad política interna, para crear una reacción patriótica inducida a presión con la intención de precipitar la guerra. El conflicto armado de 1739 es un claro resultado de esta precuela de manipulación de la opinión pública. Gran Bretaña pretendía dominar los mares y para ello debía desalojar a España de América. La presencia de Gran Bretaña en aguas americanas era un hecho consumado desde hacía tiempo: Belice, Trinidad y Tobago, Jamaica, las Caimán, etc.


EDWARD VERNON 
Hubo un ataque a La Guaira en octubre de 1739. Tras arribar El Comandante Edward Vernon con la flota inglesa a la isla de Antigua a principios de octubre de 1739, envió tres navíos a interceptar las naves mercantes españolas que hacían la ruta entre La Guaira y Portobelo.  Tras divisar varios buques de pequeño porte en el puerto de La Guaira, decidió atacar cambiando la bandera británica por la española y entrar tranquilamente en el puerto y una vez en él tomar las naves y asaltar el fuerte. Así, el 22 de octubre, el capitán Waterhouse entró en el puerto de La Guaira. Los artilleros del puerto esperaron a que la flota británica estuviese a tiro, y llegado el momento abrieron fuego simultáneamente sobre los británicos. Tras tres horas de intenso cañoneo, Waterhouse ordenó la retirada de sus maltrechos barcos, que hubieron de recalar en Jamaica para acometer reparaciones de urgencia.
La segunda acción fue protagonizada por el almirante Edward Vernon en noviembre de 1739, que al mando de seis naves capturó y destruyó Puerto Bello (actual Portobelo, en Panamá. En esta ocasión, el descuidado gobernador de la plaza no tenía la defensa preparada. Vernon ordenó respetar las haciendas de los civiles, en previsión de una buena relación con la población. Un vestigio de estas celebraciones puede aún encontrarse en Londres: la conocida calle de Portobello Road en conmemoración de esta batalla.
Tras el éxito de Portobelo, Vernon decidió probar suerte con Cartagena de Indias, considerada un objetivo prioritario. Con la excusa de hacer entregar una carta a don Blas de Lezo, aprovecharía para hacer un estudio de las defensas españolas, pero esto no fue posible porque se prohibió la entrada del Fraternity en el puerto. 


FORTALEZA SAN FELIPE 
Así pues, de nuevo en marzo de 1740 Vernon partió al mando de dos brulotes, tres bombardas y un paquebote, llegando a aguas de Cartagena el 13 de marzo. Inmediatamente desembarcaron varios hombres con el objetivo de estudiar desde tierra la disposición de los fuertes, y el grueso de la flota fondeó en Playa Grande, al oeste de Cartagena. El día 18 Vernon ordenó a sus tres bombardas abrir fuego sobre la ciudad, con la intención de provocar una respuesta que le permitiese hacerse una idea de la capacidad defensiva de los españoles. Pero Lezo conocía las motivaciones de Vernon, y dicha respuesta no llegó a producirse. El veterano marino español simplemente ordenó desmontar algunas baterías de sus barcos para formar baterías en tierra con las que cubrirlos. Los británicos llevaron a cabo un intento de desembarco de unos cuatrocientos soldados que fue rechazado sin problemas por la guarnición española. Tras tres días de bombardeo británico Vernon ordenó la retirada el día 21.  El 24 de marzo de 1740 Vernon se dispuso a atacar la fortaleza de San Lorenzo el Real del Chagres, situada a orillas del río Chagres y en las proximidades de Portobelo. Una escuadra británica bajo mando del propio Vernon, comenzaba a cañonear la fortaleza española. Ante la abrumadora superioridad de las fuerzas británicas, el capitán Cevallos rindió el castillo el 24 de marzo, tras resistir dos días. Los británicos destruyeron entonces el castillo, y se apoderaron de su artillería y de dos balandras guardacostas españolas.
Mientras tanto en España partían del puerto gallego de Ferrol los navíos Galicia y San Carlos transportando al teniente general de los Reales Ejércitos don Sebastián de Eslava y Lazaga que sustituiría a don Pedro Hidalgo como gobernador de Cartagena de Indias. Tras tener Vernon noticia de esto, envió inmediatamente a cuatro navíos de su flota a interceptar los buques españoles, pero estos consiguieron finalmente burlar la vigilancia británica y entrar en el puerto de Cartagena el 21 de abril de 1740.


BLAS DE LEZO
Felipe V por Real Cédula de 20 de agosto de 1739, restauró el Virreinato de Nueva Granada y lo puso a cargo del teniente general don Sebastián de Eslava, caballero de la Orden de Santiago. Eslava partió de Cádiz hacia América en los primeras fechas de 1740 y llegó a Cartagena de Indias el 21 de abril. Este virreinato que abarcaba Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, después de que años antes hubiera sido suspendido debido a las estrecheces económicas.
Los ingleses ya tenían el plan para invadir el importante bastión de Cartagena de Indias y la flota británica se encaminó hacia allí puesto que estaba en Jamaica, esperando la oportunidad.
El ejército inglés, comandado por el almirante Edward Vernon, trataría de invadir Cartagena de Indias con 186 buques de guerra 27.000 soldados y cerca de 3.000 piezas de artillería. Se trataba de la flota más grande y poderosa de la historia. Cartagena estaba defendida por 2.600 soldados y 6 navíos españoles, 80 artilleros y 600 indios traídos del interior con arcos y flechas.
Tres años antes del nombramiento del Virrey Eslava, Blas de Lezo ya había sido destinado a defender las costas de Cartagena de Indias.
Lezo ya había repelido los ataques británicos anteriormente y comenzó a mejorar las fortalezas, lo cual no evitó que, en enero de 1740 al llegar Eslava encontrara Cartagena de Indias sin ningún estado de defensa y sin tropa “ni para cubrir los puestos de centinela”. Eslava llevaba  de España a 1.308 hombres pertenecientes a los segundos batallones de los regimientos de España, Granada y Aragón. El navarro y el vasco honraron pronto las viejas riñas entre la Armada y el Ejército español a la hora de establecer una nueva defensa contra el almirante Edward Vernon , que planeó atacar con todas sus fuerzas Cartagena de Indias. Así lo cuenta Allan J. Kuethe y Juan Marchena. Eslava y Lezo tenían ambos el grado de teniente general, siendo Lezo el de mayor antigüedad y el comandante directo de los buques de la Armada, lo que no quitaba que el virrey fuera la máxima autoridad en la plaza.


VIRREY SEBASTIÁN ESLAVA 
Sin gobernador militar en la ciudad, Eslava decidió tomar en persona el mando de la defensa al saber que los británicos se dirigían al puerto caribeño, por lo que Blas de Lezo quedó como su subordinado. La mala relación entre ambos privó al Imperio español de una asociación que hubiera sido todavía más desastrosa para los británicos.
Lezo era un navarro con una larga tradición castrense, un hombre que inició su carrera con catorce años en la Guerra de Sucesión y que en pocos años acumuló un gran cantidad de títulos y reconocimientos por su capacidad y buen criterio.
Sebastián Eslava era un voraz lector de obras clásicas y conocedor de las grandes campañas de la Antigüedad, que trató de aplicar a su tiempo. Las operaciones de desembarco y de asedio se convirtieron en su especialidad a lo largo de los años.  Sebastián de Eslava recibió el cargo a propuesta del ministro de Marina e Indias, por su experimentada capacidad y conducta. Hoy en día, Eslava está considerado uno de los virreyes que iniciaron las reformas borbónicas en América, un ilustrado con conocimiento de ciencias naturales y con la inteligencia de saber que los asedios se ganan por los ingenios militares y no la fuerza bruta. Jesús Dolado y Eduardo Robles en su libro “Sebastián Eslava: Un héroe robado a España” (Galland Editorial Books).
Eslava era de carácter áspero, mientras que Blas de Lezo, un brillante estratega que ya había tenido problemas con otros mandos, llevaba muy mal ponerse a las órdenes de «caballeros terrestres». Su diario muestra la mala opinión que tenía de todos los actores implicados en la defensa de Cartagena de Indias, a pesar de que entre ellos había militares de acreditado prestigio como el propio Eslava o el coronel de Ingenieros Carlos Souvillard Desnaux, responsable del entramado defensivo..
Cuando en marzo de 1741 se materializó el tercer intento británico de tomar Cartagena de Indias, la relación entre Eslava y Blas de Lezo, ambos igual de temerarios, vivía en una tensión puntiaguda y las discrepancias sobre la estrategia a seguir eran constantes. No ayudaba a tranquilizarlos la enorme superioridad numérica de los ingleses.
Lo que no supieron los ingleses, y ocultó durante mucho tiempo fue que ante la enorme superioridad numérica y de medios que utilizó Gran Bretaña contra España, resultó decisiva la extraordinaria eficacia de los servicios de inteligencia españoles, que consiguieron infiltrar agentes en la Corte londinense y en el cuartel general del almirante Edward Vernon. El plan general británico, así como el proyecto táctico de la toma de Cartagena de Indias, fueron conocidos de antemano por la Corte española y por los mandos coloniales con tiempo suficiente para reaccionar y adelantarse a los británicos.
El 13 de marzo de 1741 los primeros barcos ingleses aparecieron frente a la ciudad. Para tomarla era necesario acceder a la bahía y ésta tenía dos canales. El primero había sido anegado por los españoles hundiendo algunos barcos y el otro estaba protegido por el sistema defensivo. El inglés Vernon comenzó a atacar bombardeando sin cesar desde sus barcos  los tres fuertes que había. Dieciséis días resistieron los españoles los bombardeos y ataques de la infantería inglesa. Hasta que tuvieron que retirarse momentáneamente perdiendo los seis buques que disponían. Los ingleses acusaron 700 muertos, pero conquistaban el fuerte San Luis y entraban en la bahía.

ESTATUA EN MADRID DE BLAS DE LEZO
En los otros fuertes se atrincheraron Blas de Lezo con sus hombres. Los ingleses tomaron otra fortaleza y desembarcaron 9.000 infantes para atacar el fuerte San Felipe. Tal fue así que Vernon seguro ya, despachó un barco hacia Londres asegurando que la victoria sería cuestión de poco tiempo. Inglaterra estaba tan segura de su poderío naval que no dudaba de la victoria y el rey inglés mandó acuñar monedas celebrando su triunfo, en las que se leía "la arrogancia española  ellas aparecía Blas de Lezo representado de rodillas entregando su espada al almirante Vernon.
Mientras Lezo en las dos fortalezas restantes había mandado reforzar con trincheras en diagonal, cavado fosos que convertían en inútiles a las escaleras que traían los británicos y además había colocado estratégicamente la artillería.
El 20 de abril se produjo el gran asalto  sobre el fuerte San Felipe que fue completamente rechazado, e incluso los españoles salieron y a bayoneta calada cargaron causando unas 400 bajas inglesas.
Esa victoria fue decisiva ya que a partir de entonces los ingleses fueron fracasando en los nuevos asaltos. También se impidieron los desembarcos en otros puntos. La heroica plaza soportó unos 28.000 cañonazos  y 8.000 bombas.  
Para colmo las enfermedades tropicales empezaron a hacer mella en las tropas inglesas. Para finales de mes de los 11.000 hombres quedaron en unos 4.500. Las discusiones entre los mandos de la oficialidad inglesa se desató y se apuntó que era imposible conquistar Cartagena de Indias.
El 1 de mayo los barcos ingleses comenzaron a retirarse de la bahía. En el proceso de retirada también siguieron perdiendo hombres. Había muchos americanos de Virginia utilizados por Vernon como carne de cañón. Los defensores españoles fueron unos 600 muertos. España perdió 6 barcos y Gran Bretaña 50 buques, algunos hundidos por carecer de tripulación.
Se trataba de la mayor derrota inglesa de su historia y Vernon según se dice pronunció “Dios te maldiga, Lezo”.  A la vez que Blas de Lezo aseguró que “Para venir a Cartagena habéis de construir otra escuadra, porque esta no sirve ni para llevar carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera ido mejor”.
La victoria de las fuerzas españolas, al mando del teniente general de la Armada Blas de Lezo, prolongó la supremacía militar española en el Atlántico occidental hasta el siglo XIX.
La humillación fue tal que el rey Jorge II ordenó a los historiadores ingleses no se escribiera nada de la derrota; y los historiadores ingleses son hegemónicos, lo que ellos no publican no existe. Y como los historiadores no escribieron nada sobre Cartagena de Indias, esta batalla fue injustamente ocultada para la historia.
La mayoría de españoles de hoy en día no se sienten orgullosos de serlo, mientras a los ingleses les sale el orgullo por las orejas.
A pesar de su profundo descrédito, a Vernon a su muerte en 1757 se le decidió enterrar su cuerpo en la Abadía de Westminster, como si fuera un héroe más de los que allí reposan.
Blas de Lezo corrió una suerte diferente. Blas quedó muy mal herido por los combates de Cartagena de Indias, murió cinco meses más tarde víctima de las heridas del combate. Y lo lamentable, nadie sabe dónde está enterrado. Sus restos quedaron en una fosa común, por lo que su cuerpo no pudo ser enterrado en las condiciones que merecía, Blas de Lezo murió en Cartagena en septiembre de 1741.
Para los ingleses aquella costosa campaña quedaría como una retirada táctica. Al terminar la guerra del Asiento, en 1748 se retornó al statu quo anterior. La integridad territorial española permaneció como antaño. En 1750 Gran Bretaña renunciaría al Navío de Permiso y al Derecho de Asiento a cambio de 100.000 libras.
A pesar del potencial desplegado en todas sus campañas navales, los resultados fueron magros, por no decir nulos.


FRAGATA "BLAS DE LEZO"
Existe un monumento al Almirante Blas de Lezo inaugurado por el entonces rey de España Juan Carlos I, acompañado por el embajador de Colombia del 2014.
También hay una fragata de la Armada Española con el nombre “Blas de Lezo”

sábado, 11 de marzo de 2023

CARLOMAGNO - LOS CONDADOS PIRENAICOS

 
Constantino el Grande cambió la capitalidad del Imperio Romano a Constantinopla. Los germanos no habían invadido el imperio violando, sino alistándose en su ejército; en realidad, no era posible una resistencia romana al poder godo. En el fondo hubiera sido como luchar contra sí mismo. La elección de Constantino no era mala, escogió un territorio fértil, encrucijada del comercio y el transporte, puerta del Oriente, y con unos enemigos que no eran tan fuertes entonces. Justiniano fue el que señaló el error. Se dio cuenta de que la dominación soñada de eso que hoy llamamos Oriente Medio nunca se produciría. Por esta razón, Justiniano resucitó el viejo sueño imperial y decidió entrar en Italia, a plantarle cara al ostrogodo, y de paso al Papa. A partir de ahí, Roma, acabará entrando a saco en Constantinopla, en el verdadero final del imperio oriental. Sin Carlomagno, no habría existido la idea imperial occidental, y tampoco podría existir si Hispania no fuese elemento fundamental de la misma. Idea en potencia, porque la península está tomada por los musulmanes. Además, ningún Papa llamará a la Cruzada para recuperar España, como la llamaría siglos más tarde para tomar Jerusalén. España es para Carlomagno una de las joyas de la corona imperial. A él no le vale sólo con defender la cruz; defiende, además, determinada cruz, esto es, la unidad eclesial total, pues Roma teme, y hace bien, las tendencias centrífugas entre los cristianos; que son tan fuertes que en Constantinopla generarán incluso crueles masacres en los siguientes 500 años. No olvidemos lo mucho que costó obtener la conversión del godo Recaredo en España. Carlomagno, además, juega la baza de su condición de único contrapoder de los musulmanes. Su abuelo, Carlos Martel, en Poitiers frenó definitivamente el avance musulmán, por lo que Carlomagno se convierte en la fuerza militar única capaz de hacer sombra a Córdoba. Es un grupo de éstos musulmaneas el que se desplaza a la actual Alemania, a entrevistarse con un Carlomagno que está organizando en ese momento la marca sajona. Le ofrecen su apoyo si entra en la península y le prometen la entrega de Zaragoza. Carlomagno sabe que necesita dejar fuera del alcance de los moros la Septimania y además, sería posible vencer a los navarros y quizás a la incipiente monarquía asturiana. Sin embargo, la expedición fue un fracaso porque, a la llegada a la capital maña, el walí de la ciudad se negará a entregarla, con lo que las tropas carolingias deberán retirarse. Serán malamente emboscados en Roncesvalles por vascos, o tal vez gascones. Tras esta derrota militar, Carlomagno, que de todas formas controla los Pirineos, pone sus ojos en la iglesia hispana. En los tiempos visigodos, los obispos, reunidos en concilios toledanos, han sido casi un Estado. En el 784, durante el concilio de Sevilla, se debate que Jesucristo no era hijo de Dios, sino hijo adoptivo. La ortodoxia romana sostiene que Jesús es hijo único de Dios. En el 792, Carlomagno obliga a retractarse al gran apoyo de Elipando, el obispo Félix de Urgel. Siete años después lo condenará a permanecer en Lyon hasta su muerte. Este movimiento permite el control total por parte de los clérigos carolingios de la sede de Urgel, elemento fundamental para la consolidación del poder franco en la Marca Hispánica. Y, lo que es más importante, sella la alianza entre los monarcas asturianos y el imperio carolingio, una alianza que marcará el destino de España. El destino, en primer lugar, de la sede compostelana, pues el entendimiento entre Oviedo y Aquisgrán supondrá el apoyo incondicional del imperio carolingio hacia el mito jacobeo; Carlomagno enviará mucho dinero a la sede compostelana, y Santiago se convertirá en la gran luz de la cristiandad medieval, construyendo un cordón umbilical entre la España y la Europa cristianas. Más a largo plazo, esta alianza, unida a la empresa de la Reconquista, convertirá a España en el principal baluarte del proyecto imperial romano y del catolicismo en el mundo. Sin embargo en los Pirineos termina el imperialismo carolingio en España. Carlomagno sólo conseguirá el control del sur formando los condados pirenaicos  y el impulso de la ruta jacobea. Su gran fracaso será controlar a la Iglesia local.

Cuando el Imperio Carolingio gana terreno a los musulmanes establece una zona denominada Marca Hispánica, dependiente de los reyes francos. 
Se establecieron regiones administrativas, condados, y los más importantes fueron Pamplona, que se convertiría en reino en el siglo IX, Aragón que se haría condado independiente en el 809 con el conde Aznar, Urgel condado con dinastía propia desde el 815 y el condado de Barcelona dinástico desde el 878, que se convirtió en hegemónico sobre otros como Gerona.
Pero la Marca Superior o Extrema la ocupaba el actual Aragón, estaba en la zona fronteriza.  Todos estos elementos son de extraordinaria importancia para la Historia de España, y es por ello que la etapa carolingia es tan importante. La peregrinación jacobea será fundamental para España y para Europa. El control de la Marca Hispánica como único territorio hispano de influencia carolingia tenderá a hacerlo distinto: Carlomagno será, sin duda, más adelante, el primer plantador del hecho diferencial cuando se separen los condados que serán por una lado Aragón, y por otro los que serán dependientes del condado de Barcelona. Máxime si se tiene en cuenta que no sólo aparta estos condados  del resto de las dominaciones en la península, sino que lo hace sin crear una estructura de real dependencia respecto de Aquisgrán. La Marca Hispánica, de hecho, se conformó como una débil unión de condados independientes, coordinados por una asamblea anual, en los cuales todos los nobles al frente soñaban con consolidar un poder vitalicio a su favor. Esta situación se radicalizó. La guerra civil por derechos dinásticos hicieron que los condes en las sucesivas políticas de alianzas van teniendo cada vez más poder. Bera, el primer conde barcelonés, intentó apartase de poder franco en el 820, sin conseguirlo. Aquisgrán. la residencia de Carlomagno, dejará de confiar en los nobles locales y nombrará gobernadores francos, como Bernardo de Septimania. El tratado de Verdún, creaba el territorio occidental para Carlos el Calvo, y supuso su cese inmediato y su sustitución por los hermanos Sunifredo y Suñer. Ambos conseguirán que sus hijos les sucedan en el cargo condal, creando con ello el germen de un poder hereditario por sí mismo. Con la muerte de Carlos el Calvo en 877, los condes locales, gobiernan prácticamente sin oposición. Se rompe la línea dinástica carolingia en París lo que generará toda una serie de rebeliones de nobles que, a lo largo de todo el territorio franco, entenderán que dicha ruptura les otorga fuerza moral a ellos para independizarse. Flandes, Borgoña o Aquitania inician estos procesos, como lo inicia Cataluña de la mano de Wilfredo el velloso, considerado el primer gobernante autónomo de la región, es decir condados de Barcelona, Gerona, Cerdaña y Besalú, y que a su muerte dejará sus tierras a sus hijos: a Sunifredo Urgel; a su hijo voyeur, Mirón II, Cerdaña y Besalú; y a sus hijos Borrell y Suñer, Barcelona y Gerona. Una vez conseguido el poder civil los catalanes se aplican a construir una Iglesia propia. En el año 888, crean un arzobispado en Urgel; su arzobispado propio, lo que explica que sea tan importante la Seo para el catalanismo. No se puede decir, por lo tanto, que la huella carolingia en España sea ni débil ni despreciable. España es, en gran parte, la oposición al francés. 

lunes, 27 de febrero de 2023

EL MOTIN DE ESQUILACHE Y CONSECUENCIAS

El rey Carlos III le encargó a Esquilache, un ministro italiano, un ilustrado, la reforma de Madrid. Esquilache, para obtener dinero reformó la hacienda y persiguió el fraude de las clases altas. Éstos y la jerarquía eclesiástica, postergados del gobierno con Carlos III, iniciaron una campaña de desprestigio contra el marqués. Para colmo al liberar los precios de los cereales provocó una especulación y alza de precios en los alimentos.

MOTIN DE ESQUILACHE 

Carlos III y su ministro decidieron en mala hora prohibir las capas largas y los sombreros de ala ancha o chambergos porque favorecían la delincuencia. Fue el detonante, la excusa. Una manipulación que no desaprovecharon las clases perjudicadas y con personal preparado para las revueltas consiguieron que se suscitara un Motín, el 23 de marzo de 1766 se produjo el Motín de Esquilache en Madrid que dio como resultado el exilio del ministro, y otras medidas de carácter económico.
Fue un motín de subsistencia típico del Antiguo Régimen. Estas revueltas, solían producirse cuando el alza de los precios alcanzaba cotas intolerables, fruto de los malos años o de la especulación. Coincidían con el momento en que aún no habían sido recogidas las cosechas y las reservas empezaban a agotarse.

CARLOS III 

No eran revueltas antisistema, es decir no se ponía en duda la monarquía, solo a sus ministros, quienes encarnaban el mal gobierno, en forma de venalidad, estupidez o estulticia, (lo que queda meridianamente declarado en el grito de los amotinados ¡Viva el rey, muera Esquilache!)
Este motín en concreto estuvo además orquestado en la sombra por poderosos enemigos políticos del ministro extranjero, es decir el clero español y la burguesía.
El domingo de Ramos de 1766, a eso de las cuatro de la tarde, dos embozados se paseaban ostentosamente con capa larga y chambergo en la plazuela de Antón Martín. Varios soldados que montaban guardia no tardaron en preguntarles por qué iban así vestidos. Quedó claro que iban así porque "les daba la gana". Se oyeron insultos y los guardias trataron de detenerles, momento en que uno de los embozados desenvainó una espada, silbando al mismo tiempo. Al instante, apareció una banda armada y los militares se vieron obligados a huir. Había estallado el motín. Los amotinados, decididos a todo, no tuvieron inconvenientes al apoderarse del cuartelillo de Inválidos de la Plaza, apoderándose de sables y fusiles. A continuación, unas dos mil personas remontaron la calle Atocha hacia la Plaza Mayor, insultando al odiado Esquilache. El duque de Medinaceli tuvo la mala suerte de toparse con la multitud, que lo rodeó en el acto, exigiéndole que hiciese llegar al rey una serie de peticiones.
MARQUÉS DE ESQUILACHE 

Finalmente, el duque llegó hasta Carlos III, que justamente se encontraba en compañía de Esquilache. El rey estaba tranquilo. Ignoraba, sin duda, que los amotinados estaban destruyendo sin piedad los 5.000 faroles que el ministro de Hacienda había colocado por toda la ciudad.
Los amotinados se dirigieron primero a la mansión de Esquilache (la famosa Casa de las Siete Chimeneas), acuchillaron a un servidor del marqués que intentó impedirles el paso. Echaron algunos muebles por la ventana y saquearon la considerable despensa. Luego con una xenofobia manifiesta se dirigieron a la casa de Grimaldi. Se limitaron a apedrearla, para seguir viaje hacia la mansión de Sabatini. Esa noche, a manera de colofón, un retrato del marqués de Esquilache fue quemado en la plaza Mayor. Curiosamente, en Palacio se pensaba que al día siguiente los furores se habrían aplacado como por arte de magia.
Pero el Lunes Santo, día 24, la situación se agravó. La tropa se vio desbordada por la multitud que, enardecida por la noticia de que Esquilache se encontraba en Palacio, junto al rey, y emprendió una decidida marcha para presentar a Carlos III sus reclamaciones. Los amotinados llegaron pronto al Arco de la Armería de Palacio, que estaba defendido por tropas españolas y valonas. Los valones  hicieron fuego y una mujer resultó muerta. Un impresionante gentío se concentró, coreando insultos contra los valones y contra Esquilache.
Finalmente, un sacerdote se destacó en calidad de representante popular y consiguió llegar hasta Carlos III con las peticiones del pueblo. El tono era imperativo. Si el rey no los escuchaba, "treinta mil hombres harán astillas en dos horas el nuevo palacio". Es difícil imaginar el estado de perplejidad que todo esto produjo en Carlos III.
Humillados por la victoria popular, los hombres de armas del rey se inclinaron por la negativa. Otros en cambio se pronunciaron de que era mejor aceptar las exigencias: de lo contrario, se produciría un baño de sangre de incalculables consecuencias.
Oída la opinión de los miembros del Consejo de Guerra, Carlos III dio una buena prueba de sensatez. Salió al balcón. Por intermedio de un representante, el pueblo expuso nuevamente sus exigencias, en primer lugar, la de que bajase el precio del pan, la de que Esquilache fuera expulsado de España lo mismo que la guardia valona.
PALACIO DE ARANJUEZ

Carlos III prometió y hecho lo cual se retiró. Pero fue nuevamente llamado al poco tiempo, para que ratificase su promesa.
Carlos III cometió un error. Atemorizado y desconfiando de la multitud consideró que no estaba seguro en Madrid. Partió hacia Aranjuez con toda su familia
Al día siguiente una Junta Militar tomaba diversas medidas para mantener el orden. Pero el pueblo se enteró de que el monarca había partido secretamente a Aranjuez. Inmediatamente, pensaron que  Carlos III sólo había cedido momentáneamente y ahora se disponía a armar un poderoso ejército para regresar a Madrid. Bien pronto, unas 30.000 personas hombres, mujeres y niños rodearon la casa del obispo de Cartagena. El obispo recibió el encargo de transmitir al rey el estado de ánimo del pueblo madrileño. Pero el obispo no llegó a salir de Madrid. El obispo se vio obligado a redactar un memorial de agravios, para el rey; un emisario partió hacia Aranjuez con el documento y el obispo quedó retenido. Ante la impotencia de los soldados, el pueblo saqueaba almacenes de comestibles y cuarteles, abriendo de paso las puertas de las cárceles. En Aranjuez, el rey recibía el memorial. No lo dudó demasiado: despachó al mismo emisario con una carta para el pueblo de Madrid. Prometía y juraba que “cumplirá cuanto ofreció ayer por su piedad y amor al pueblo de Madrid, y lo mismo hubiera acordado desde este Sitio y cualquiera otra parte donde le hubieran llegado sus clamores y súplicas; pero en correspondencia de la fidelidad y gratitud que a su soberana dignación debe el mismo pueblo, por los beneficios y gracias con que se le ha distinguido y el grande que acabe de dispensarle, espera su majestad la debida tranquilidad, quietud y sosiego, sin que por título o pretexto alguno de quejas, gracias, ni aclamaciones, se junten en turbas ni fomenten uniones. Y mientras tanto no den pruebas de dicha tranquilidad, no cabe el recurso que hacen ahora, de que Su Majestad se les presente".
Al llegar el emisario a Madrid, se dio lectura a la carta del rey. Y bastó esta carta para devolver la calma a la ciudad. Ordenadamente, las armas fueron devueltas a los cuarteles, entre vivas al rey. Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache tuvo que partir irremediablemente. Consta que al rey le costó desprenderse de su ministro. "Se ha sacrificado por mí", Esquilache escribiría sobre Madrid,  "Soy el único ministro que ha pensado en su bien: he limpiado la ciudad, la he pavimentado, he hecho paseos, he mantenido la abundancia durante años de carestía. Merecía una estatua y me han tratado indignamente." El desilusionado marqués fue recompensado con la embajada de Venecia.

EL CONDE DE ARANDA 

El sucesor de Esquilache, el conde de Aranda, apoyado por el conde de Campomanes, abrieron una pesquisa secreta a fin de probar la intervención de los jesuitas en el motín. Ya Portugal y Francia habían decretado la expulsión de la Orden y eran una idea de los ilustrados europeos. Incluso dentro de la propia Iglesia. Fueran o no los culpables, firmó el rey la ley de expulsión y la confiscación de todos sus bienes. Echados de España y de América fueron embarcados hacia Roma, y años después estos gobiernos consiguieron del papa la disolución de la Orden.
Esta fue una traición del rey hacia la orden, ya que los jesuitas eran, siempre lo han sido, unos misioneros fundamentales allí donde fueron. En la película "La Misión" se describe como trabajaban los monjes, enseñando a los indígenas a construir,  a trabajar en la agricultura y ganadería, a organizarse repartiendo las tierras y las ganancias, les enseñaban a leer y escribir, además de evangelizarlos. Los jesuitas tenían y tienen el voto de obediencia, pobreza y castidad. Formaron prácticamente cooperativas.
Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se propusieron acabar con la Compañía de Jesús por su defensa incondicional del papado, su actividad intelectual, su poder financiero y su influjo político. Los poderosos eran sus enemigos, partidarios del absolutismo, los filósofos franceses (Voltaire, Montesquieu, Diderot). El prestigio político del papado y la voluntad política de los Borbones y de la corona Portuguesa era la de robustecerse en detrimento de la Iglesia.
MISIONES JESUITAS - PARANÁ 

Los jesuitas tenían misiones en Perú, México, Canadá, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia, etc.  Todo eso se perdió.
Que la prohibición de una vestimenta haya provocado tal estado de cosas, incluso muertes y abandono de todas las misiones, eso es una barbaridad, en la que Carlos III ha tenido mucha culpa y no supo actuar por miedo. Era un buen rey que se rodeó de ilustrados y gente de valía, pero él no era realmente un hombre de buenas decisiones. Por eso se perdieron las Malvinas también ante Inglaterra cuando habían sido recuperadas.

viernes, 24 de febrero de 2023

INSTITUCIONES DE GOBIERNO EN AMÉRICA ESPAÑOLA

Pocos años después del Descubrimiento, desde 1503 se fue organizando Instituciones que algunas gobernaban desde la península. Luego se crearon otras en la misma América. La primera Institución fue el Gobernador en 1501, Nicolás Ovando, que destituyó a Cristóbal Colón por denuncias de maltrato a los indígenas. El primer adelantado fue Bartolomé Colón en 1537.  Francisco Pizarro fue adelantado y primer gobernador de Nueva Castilla,​ que fue la base territorial sobre la cual se asentó y expandió el virreinato del Perú. El primer Virreinato fue el de Perú (1542), con capital en Lima.

VIRREINATO DE NUEVA ESPAÑA 

Hernán Cortés en 1521 propuso el nombre de “Nueva España” tras la conquista. Fue su primer Gobernador y en 1528 la corona instaló una Real Audiencia en Nueva España con el objetivo de instaurar un mayor control judicial y de gobierno. Después se creó el Virreinato de Nueva España (1535), con capital en México y jurisdicción en todo el territorio actual de América Central y del Norte.
LAS INSTITUCIONES EN LA PENÍNSULA FUERON:
EL REY,
EL CONSEJO DE INDIAS  
LA CASA DE CONTRATACIÓN
    EN AMÉRICA FUERON: 
LOS VIRREYES
LAS AUDIENCIAS
LOS CABILDOS
LOS ADELANTADOS
LOS CAPITANES GENERALES
LOS GOBERNADORES
LAS CONSULADOS.
Sólo en los primeros años posteriores a la conquista, el rey tuvo a su cargo directo los asuntos de América, luego la mayoría de las tareas pasaron a ser desempeñadas por la Casa de Contratación de Sevilla creada en 1503, que también fue delegando atribuciones al Consejo de Indias, creado en 1511, que finalmente, hacia el siglo XVII era la institución española con más poderes en América.

VIRREINATO DEL PERÚ 

El Consejo de Indias proponía los candidatos a ocupar los cargos de virreyes, gobernadores u otros cargos importantes. Presentaba las propuestas de ley que luego eran evaluadas por el monarca quien decidía sobe la conveniencia de su aprobación.
Tenía además, funciones judiciales, interviniendo en grado de apelación, sobre las sentencias de montos elevados dictadas por las Audiencias. Tenía a su cargo el juicio de residencia que se aplicaba a virreyes, gobernadores, capitanes generales y otros funcionarios importantes, acusados ante el juez de residencia, comisionado que se trasladaba a las distintas ciudades de América con este fin, por abusos de poder o corrupción entre otras cuestiones, y también cuando finalizaban su mandato. El funcionario acusado debía permanecer en su puesto mientras duraba el proceso. Las penas a aplicar podían consistir en multas, confiscación de bienes o prisión.
HERNÁN CORTÉS 

Enviaba igualmente Visitadores Generales con funciones de Supervisión y Control. También le incumbía el ejercicio del Real Patronato, por concesión otorgada a los Reyes Católicos por el papa Julio II para ejercer en América funciones eclesiásticas.
La Casa de Contratación, tenía fines comerciales, regulando la actividad mercantil. Regulaba el sistema de flotas y galeones, cobraba impuestos y actuaba como tribunal de comercio. A partir de 1583, el Tribunal de Comercio se independizó de la Casa de Contratación, y ésta compartió sus actividades con un nuevo organismo, el Consulado, ente gremial que conformaban poderosos comerciantes que regulaban el comercio con las Indias, de manera monopólica.
En América, la máxima autoridad eran los Virreyes, representantes del rey, con poderes políticos, religiosos, militares y judiciales. En general, duraban tres años en sus funciones.
Los Capitanes Generales, ejercían todos los poderes pero en territorios de menores dimensiones, en los que se dividía el virreinato, llamados capitanías generales.
Los Gobernadores, ejercían sus funciones en territorios aún más pequeños, las gobernaciones. Intervenían en grado de apelación en las decisiones de los Cabildos, que luego podían apelarse nuevamente ante la Audiencia. Reemplazaron a los Adelantados, durante el reinado de Felipe II.
Los Adelantados eran aquellos que habían conquistado las tierras para España, y que habían firmado con el rey una capitulación, acuerdo por el cual los gastos de la expedición quedaba a cargo de los conquistadores, recibiendo a cambio poderes políticos, militares y judiciales sobre los territorios conquistados.

FRANCISCO PIZARRO 

Los gobernadores designaban como sus asistentes a los tenientes generales y a los tenientes de gobernador que se desempeñaban en ciudades que no eran cabeza de provincia.
Las Audiencias tenían funciones Judiciales y estaban integradas por los oidores, prestigiosos hombres del Derecho, cuyas decisiones sólo podían ser apeladas ante el Consejo de Indias cuando se tratara de asuntos de importancia económica considerable. Entre otras funciones asesoraban y vigilaban a los virreyes en el cumplimiento de sus funciones. Las Audiencias se instalaban en las provincias mayores, que contaban con un gobernador-presidente, que presidía la Audiencia. Las provincias menores contaban sólo con un gobernador.
Existían las Audiencias Virreinales, ubicadas en las capitales de los virreinatos, que eran presididas por el virrey. Las pretoriales, presididas por el gobernador y situadas en la ciudad cabecera de provincia y las subordinadas en otras ciudades.
Los Cabildos, gobernaban las más pequeñas unidades administrativas, las ciudades, y el ámbito rural que las rodeaba. Las ciudades sin Cabildo no tenían existencia política. Eran instituciones integradas por vecinos, considerándose como tales, los que tenían casa poblada en la ciudad. La formaban los alcaldes, uno o dos, con funciones judiciales, los regidores con atribuciones militares, el alférez real, que representaba a la ciudad en las ceremonias públicas y el alguacil mayor con poder de policía.
Entre las autoridades residentes en América no había una jerarquía, sino un equilibrio de funciones que eran autónomas pero a su vez interdependientes entre sí

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...