lunes, 20 de mayo de 2024

EXPEDICIÓN LOAYSA - ELCANO 1525

Continuamos con la narración de las proezas del Imperio Español que en realidad es poco conocido por muchos. No hay nada mejor que sentirse capaz de hacer grandes cosas, de tener fe y capacidad para enfrentarse a lo desconocido.
Nada detenía a aquellos hombres. Todavía nos preguntamos de que pasta estarían hechos para decidirse por inciertas exploraciones.

JUAN SEBASTIÁN EL CANO 
Entusiasmado por el viaje de Magallanes-El Cano, y mientras se negociaba con los portugueses, Carlos V ordenó la preparación de otra armada, para realizar una expedición a las preciadas Islas Molucas. Puso bajo el mando de García Jofré de Loaysa , a quien concedió el título de capitán general y gobernador y justicia mayor de las islas del Molucas. La flota partió de La Coruña el 24 de julio de 1525 y llevaba como segundo a Juan Sebastián Elcano.
Los portugueses habían descubierto las islas en 1512 al mando de Francisco Serrão. España aspiraba a su control desde Occidente, y los portugueses desde Oriente.
Como sabemos el objetivo del famoso viaje de Magallanes era llegar a las Molucas. En 1519 Fernando de Magallanes empieza la aventura de llegar a las Molucas navegando por occidente, situadas más allá del límite del Tratado de Tordesillas de 1494, tratando de demostrar que estas islas pertenecían a Castilla y no a Portugal. En 1521 cruzó el paso interoceánico que lleva su nombre, en el extremo sur de América y tomó camino hacia el noroeste. La expedición española fue tocando tierra en varias de las islas de las hoy conocidas como Filipinas, enfrentándose en muchas de ellas con los indígenas. En uno de esos enfrentamientos murió Magallanes y su segundo, Juan Sebastián Elcano consiguió completar el viaje, llegando a las Molucas a finales de 1521. Volvió a España desde las islas, en 1522, luego de dar la vuelta al mundo navegando siempre hacia el oeste. La primera vuelta al globo terráqueo.
Las islas Molucas eran famosas por ser las islas de las Especias. Actualmente son un archipiélago de Indonesia.
Como dijimos, el emperador Carlos V, entusiasmado con la proeza de Magallanes-El Cano ordenó la expedición. La flota estaba compuesta por siete naves: la Santa María de la Victoria, la Sacti Spiritus, la Anunciada, la San Gabriel, la Santa María del Parral, la San Lesmes y el patache Santiago y 450 hombres entre ellos aparte de García Jofre de Loaysa estaban Juan Sebastián Elcano, un joven llamado Andrés de Urdaneta y el famoso Rodrigo de Triana.
Siguiendo la ruta de Magallanes, pusieron proa al estrecho que lleva su nombre, donde empezaron los problemas. La nao de Elcano, la Sancti Spiritus, encalló y se fue a pique. Otras dos naves, desalentadas por las dificultades del viaje, desertaron. Una de ellas, la Anunciada, intentó llegar al Pacífico por el cabo de Buena Esperanza. Las aguas la engulleron y no se supo más de ella. La San Gabriel logró regresar a España después de numerosos tormentos. Con solo cuatro naves muy maltratadas, la expedición logró atravesar el estrecho y llegar al Pacífico el 26 de mayo de 1526 después de 48 días de infierno. Allí, sin dar tregua a la marinería, una violenta tempestad separó a la castigada flota que nunca más volvió a reencontrarse.

García Jofré de Loaysa
En la nave capitana, la nao Santa María de la Victoria dirigida por Loaísa, se apiñaron los supervivientes de la Sancti Spiritus con Elcano a la cabeza. El escorbuto no tardó en aparecer. Tiempo después Urdaneta recordó con horror: "Toda esta gente que falleció, murió de crecerse las encías en tanta cantidad que no podían comer ninguna cosa, vi sacar a un hombre tanto grosor de carne de las encías como un dedo, y al otro tenerlas crecidas como si no le hubieran hecho nada".
No menos de cuarenta hombres fallecieron en medio del océano, incluidos el capitán general Loaísa, fallecido el 31 de julio de 1526, tomando el relevo Elcano en el mando, que tan solo duraría 4 días Tres de las naves no llegaron a cruzar el estrecho de Magallanes y sólo una, la Santa María de la Victoria, alcanzó las Molucas, donde la tripulación tuvo que enfrentarse con los portugueses durante casi un año. Tras sufrir innumerables vicisitudes a lo largo de un durísimo y amargo viaje, sólo 24 hombres de esta nao regresaron a España.
En su travesía, llegaron al Pacífico el 26 de mayo de 1526. La expedición estaba siendo desastrosa por el hundimiento de una de las naves, la Santa María del Parral, la pérdida de la Sancti Spiritus y las deserciones de la Anunciada y la San Gabriel. Además, las naves comenzaron a averiarse por los embates del mar y los tripulantes fallecían como consecuencia del escorbuto. Durante el viaje se perdieron el patache Santiago, que llegó a la Nueva España y la San Lesmes de la que no se supo, pero que se cree que arribó en Tahití, aunque también hay quien cree que encalló en la isla de Amanu; desde allí la tripulación habría costeado la isla siendo después apresados, probablemente, por la segunda expedición del portugués Gomes de Sequeira.
La única nave superviviente de la expedición, la Santa María de la Victoria, continuó el viaje y llegó a las islas Marianas donde descubrieron el 21 de agosto la isla de San Bartolomé, pero no pudieron tocar tierra y continuaron hasta llegar el 5 de septiembre la isla de Guam. Se dirigieron a Mindanao en las Filipinas y de allí a las islas Molucas donde llegarían el 2 de octubre de 1526. Quince meses después de partir, solo una de las siete naves y apenas 105 hombres de los 450, llegaron a su destino.
En Tidore, los españoles obedecieron las órdenes del emperador y, ayudados por los nativos, construyeron tres baluartes de piedra, tierra y madera. Los lusos enviaron numerosos requerimientos buscando que los españoles se acercasen a su fortaleza de Ternate a negociar, lo que a todas luces era una trampa.
La paciencia portuguesa alcanzó su límite y, en la noche del 17 de enero de 1527, una flotilla lusa intentó tomar, de forma sigilosa, el control de la Santa María. Un disparo rasgó la noche, habían sido descubiertos. Se produjo entonces un feroz e intermitente cañoneo que duró tres días. La guerra había llegado a las antípodas. Esperando a las otras seis naves que los acompañaron, los supervivientes de la expedición resistieron en sus posiciones durante tres largos años. Entre las junglas y manglares de las Molucas, se sucedieron los abordajes, emboscadas y cruentas escaramuzas entre peninsulares apoyados por sus respectivos aliados indígenas. Los españoles apretaron los dientes, esperando la llegada de unos compañeros que nunca aparecieron, mientras que los portugueses recibieron más refuerzos. Los combates fueron cruentísimos y con diverso resultado. Los lusos lo intentaron todo: comprar a los nativos, envenenar pozos de agua e invitar a los españoles a la deserción. Dos pequeñas naves con escasos recursos llegaron desde México en marzo de 1528: Álvaro de Saavedra a las órdenes de Hernán Cortés, intentó auxiliar a los supervivientes en Tidore. Su maltrecho estado tampoco fue de mucha ayuda ya que requirió algo de pólvora. Enviado de vuelta a Nueva España en busca de más refuerzos, no logró encontrar el difícil camino de vuelta y fue capturado por los portugueses.


ANDRES DE URDANETA
En diciembre de 1529 poco más de 50 españoles se mantenían en pie. Faltos de munición y armamento, abandonados, vestidos con harapos y sin apenas comida se entregaron tras la caída del reino de Tidore, su principal aliado, tres años después de iniciar las hostilidades. Comenzaba para ellos un largo cautiverio en oscuras prisiones portuguesas.
Lo que se desconocía en las Molucas era que ambas coronas ya se habían puesto de acuerdo en el Tratado de Zaragoza, firmado en abril de 1529. Carlos I renunció a las Molucas a cambio de dinero. La noticia no llegó al archipiélago hasta 1532.
Los escasos supervivientes fueron entonces repatriados vía Lisboa, ciudad a la que llegaron en 1536 con lo puesto, después de requisarse todas sus pertenencias. Entre ellos figuraba un desconocido Andrés de Urdaneta. Había partido de La Coruña con 17 años en 1525 y regresó once años después con una hija mestiza. Más adelante sería conocido como uno de los mejores cosmógrafos de su época, pero en 1536 pudo regresar junto a ocho hombres más, derrotado y sin gloria tras completar la segunda vuelta al mundo.
Pero volvería en 1565.

domingo, 19 de mayo de 2024

PEDRO MÉNDEZ DE AVILÉS

La historia de España está llena de personajes que son dignos de novelas, películas y series, por lo de marivilloso de sus hehcos, por sus aventuras y por sus logros.
Traigo al recuerdo hoy un personaje muy olvidado, aunque tenga en su haber la fundación de la que es la más antigua ciudad de nada menos que de los todopoderosos EE.UU. de América. San Agustín. 


La ciudad es San Agustín, en Florida, el año, el 1565, y su fundador, Pedro Menéndez de Avilés. Vamos, que no la fundó un inglés. Bueno, ni ésta en el Este ni tampoco en el Oeste, como por ejemplo Santa Fe, en 1573, bastantes años antes de que tuviera lugar el primer asentamiento inglés en Virginia, ya en el siglo siguiente, en 1606. La primera lengua europea que por allí se habló y escuchó, de océano a océano, desde el Atlántico al Pacífico, fue el español, aunque esté casi prohibido decirlo y que la raíz hispana fue la primera que el Viejo Continente plantó y arraigó en el Nuevo Mundo. Ejemplos son también San Francisco o Los Ángeles, y que por llegar, hasta Alaska llegó, donde detuvimos el avance de Imperio Zarista hacia el sur.
Florida, la Tierra Florida le puso el primer descubridor español, Ponce de León (1513), había sido intentada poblar antes y en más de una ocasión. El primero, el ya citado Ponce, fundador además de la capital actual de Puerto Rico, San José y, tras él, Pánfilo de Narváez (1527) y Hernando de Soto (1539), descubridor del Misisipi. Los tres perecieron en el intento. De la expedición de Narváez se salvó el increíble Cabeza de Vaca, el primer caminante de América, que a pie y siempre hacia el Oeste, logró llegar al Pacífico y conectar de nuevo con españoles. Hubo de ser a la postre el asturiano Menéndez de Avilés quien consiguiera establecerse allí. Y también le costó lo suyo, aunque en esta ocasión no fueran los flecheros indios quienes se lo pusieran difícil sino los franceses que pretendían establecer allí sus colonias. Para colmo no eran católicos, sino hugonotes, (protestantes Calvinistas), con lo que la religión se añadió como causa de enfrentamiento pues la corona española no quería ni protestantes, ni musulmanes ni judíos en sus dominios.
Hijo de una familia hidalga, de padre de Avilés y madre de Pravia, se quedó huérfano del primero antes de cumplir los diez años y vuelta su madre a casar acabó por ser uno entre 20 hermanos de los dos diferentes matrimonios. Así que poca herencia podía esperar y se buscó en cuanto pudo la vía donde podía buscarla. En el mar.

MONUMENTO A MÉNDE DE AVILÉS EN SAN AGUSTÍN
A los 16 ya estaba embarcado como grumete en un navío de guerra, al igual que lo habían hecho antes que él dos de sus hermanos mayores, Alvar y Bartolomé, con quienes, sobre todo el segundo, mantuvo una gran relación a lo largo de su vida. Pero Pedro tenía mucha más iniciativa que ninguno de ellos y antes de cumplir los 20 años ya se había logrado hacer con un patache, una nave ligera, y comandaba cincuenta hombres que hicieron del asalto a las naves francesas que surcaban el Cantábrico su medio de vida.
Su más mentada hazaña de aquel entonces fue cuando en 1539, y contando con tan solo 19 años se topó con una escuadra francesa que había apresado en el puerto de Vigo a tres pequeñas embarcaciones españolas que transportaban un cortejo nupcial de 60 personas raptando a la novia y a la comitiva entera. El asturiano con su pequeño patache los alcanzó y a la mayor velocidad que podía, haciendo sonar el pífano, el tambor y desplegando gallardetes, llegó a su altura y les reclamó la rendición y la entrega de la joven. Los franceses le respondieron claro, y a risotadas, que subiera a buscarla. Entonces el patache emprendió la huida y tres barcos galos se lanzaron tras él. Era una engaño. Separados los perseguidores de su escuadra, viró en redondo y fue contra los dos que venían adelantados, abordándolos y haciéndose con su control. El tercero huyó. Entonces Menéndez de Avilés pactó con la flota francesa el canje de la novia y sus acompañantes por sus compatriotas presos. Pero se quedó con los dos barcos galos capturados como botín.
Aquello le dio un gran prestigio. Tanto fue así que en el año 1544 tras la captura por una escuadra francesa mandada por Jean Alphonse de Saintonge de 19 naves vizcaínas en Finisterre lo persiguió hasta el puerto de la Rochelle donde se había refugiado con sus presas. Logró infiltrarse, liberar cinco de los barcos retenidos, asaltar la capitana, combatir y lograr salir indemne del lugar. Aquello llegó a oídos del emperador Carlos V quien para que ya no tuviera que operar como pirata, pues así podían considerarse sus acciones, le dio la condición de corsario autorizado por la corona española para combatir las correrías francesas por aguas y puertos asturianos y gallegos. Una nueva hazaña y de nuevo con La Rochelle como escenario aumentó su fama ante el rey, pues al serle ordenado que capturara al corsario francés Juan Alfonso Portugués, no dudo en volver a meterse en aquel puerto y prenderlo en él.
Después de aquello es cuando ya comenzó sus viajes, como capitán, hacia América y en una de esas singladuras fue capturado por los piratas. Con prontitud se pagó su rescate y fue liberado. Tan solo dos años más tarde y prueba de la estima en que se le tenía se le encomendó el mando de la flota, de 70 barcos y 4000 personas entre las que había multitud de nobles castellanos, que llevaron a Felipe II a su boda con la reina inglesa María Tudor desde el puerto de La Coruña hasta el de Southampton y luego estuvo presente en la boda en la catedral de Winchester.
Otra de sus encomiendas por aquellos años consistió en llevar a la princesa de Eboli hasta Calais (Francia). Un fuerte temporal le obligo a intentar refugiarse en el puerto inglés de Dartmouth hasta que amainase la tormenta. Pero se le negó la entrada y hasta extendió una cadena para evitar el atraque. Entonces, con unos cuantos hombres cogió una lancha y desembarcó aprovechando la oscuridad. En un golpe de mano consiguió hacer caer las cadenas y que su barco pudiera resguardarse de la tempestad y poner a salvo a la princesa.
El rey Felipe II lo distinguió a lo largo de su vida con cargos y honores. Nombrado Caballero de Santiago se le otorgó el puesto de Comendador de Santa Cruz de la Zarza (Toledo) y con tan solo 35 años fue nombrado Capitán General de la Flota de Indias, cargo que ocuparía hasta en nueve ocasiones, hasta el año 1574.
Una de sus mayores hazañas fue el viaje rumbo a América al mando de la flota del virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, en el año 1555, con setenta y ocho mercantes y tan solo cinco de escolta, dos galeones y tres carabelas grandes, donde no perdió ni uno solo. Pero fue aún más trascendental su vuelta. El rey Felipe, sin contar con la Casa de Contratación de Sevilla, le encomendó la misión de retornar con los grandes tesoros que venían en más de setenta mercantes y con tan solo la protección de seis naves de guerra. No solo los burló a los piratas sino que llego con todos sus barcos a la península. Pero aquello le supuso y para siempre la enemiga de los oficiales de la casa de Contratación. Ya nombrado (1556) capitán general de la Armada de Indias, lo encontramos al año siguiente, lejos del mar, lo encontramos participando en la crucial batalla de San Quintín.
Su peor trance lo fue a pasar unos años más tarde, cuando después de trasladar, otra vez con éxito, en 1561 una flota de galeones que trajeron un gran cargamento de oro y plata desde México, pidió permiso para retornar en busca de un buque perdido en el que viajaba su hijo y algunos familiares más. No solo le fue denegado sino que una extraña acusación por parte de los oficiales de la casa de Contratación lo llevó a ser conducido preso y hubo de pasar casi dos años en la cárcel, en compañía de su hermano Bartolomé, hasta que la intervención de Felipe II, hizo que lo juzgasen de una vez y salir libre con tan solo el pago de una ridícula multa.
Fue entonces cuando se le permitió regresar en busca de su hijo, al que creía náufrago en La Florida, pero de nuevo con un mandato real del Rey Felipe, que le nombró Adelantado, de poblar aquellos lugares y despejarlos de protestantes franceses. Tras su éxito, empleó los años siguiente en limpiar de piratas el Caribe y al serle negada ayuda por parte del Gobernador de Cuba para los colonos establecidos en La Florida, y recurrir al rey, este no solo se la otorgó sino que destituyó al gobernador y le nombró a él mismo para el cargo en 1568.
El castillo de San Marcos es una fortaleza española de la ciudad de San Agustín, en Florida. Así que la primera misión en la Florida de Menéndez de Avilés, por cierto recién liberado de la cárcel, fue desalojarlos de allí. La orden real de Felipe II, cuando estaba a punto de zarpar hacia allí fue la de “eliminar a todos los protestantes que se encontraran en cualquier resguardo de las Indias”. No iba a serle fácil. Los franceses encabezados por el jefe hugonote, René Goulaine de Laudonniere, que llegó con tres barcos, avezados marineros, no pocos piratas y 300 colonos, había construido un fuerte que llamó Caroline y se había visto reforzado por otro cabecilla protestante, Jean Ribaul con siete navíos y 800 hombres más. Ribault ya había andado por aquella zona años atrás, aunque su intento de asentamiento acabó en catástrofe y apenas lograron sobrevivir un puñado. Pero ahora se sentían fuertes y lanzaron ataques contra asentamientos españoles cercanos, en particular en las costas de Cuba.
Fue nada más llegar a la bahía de San Juan, donde desemboca el río del mismo nombre, cuando Menéndez se tropezó con parte de aquella escuadra, a la que atacó de inmediato con su cuatro barcos. Pillados por sorpresa los franceses perdieron una de sus naves, dándose a la fuga los demás. El asturiano desembarcó, se fortificó, y fundó el lugar como San Agustín. Y rápidamente volvió a embarcarse para atacar desde el mar a Fuerte Caroline. Fracasó y antes de perder hombres y naves perseverando en un intento sin posibilidades, se retiró a su campamento. Fue entonces cuando Rilbaut con cinco barcos y 500 hombres, decidió contraatacar y se dirigió hacia San Agustín pero no llegó a alcanzar su objetivo pues un huracán lo mando a pique hundiendo todas las naves y ahogando a casi todos sus tripulantes entre ellos él mismo.
Destruida casi a la totalidad la flota enemiga, Menéndez de Avilés trazó un plan alternativo, pues no estaba dispuesto a perder sus naves con tales tormentas, y decidió un ataque por tierra, atravesando las terribles ciénagas, pantanos y cenagales que le separaban de Fuerte Caroline, algo que emularía siglos después Bernardo de Gálvez para atacar y sorprender también a los ingleses durante la Guerra de la Independencia norteamericana en Baton Rouge. Avilés marchó con cerca de medio millar de hombres, entre ellos indios de la etnia Timucua  y aunque en el camino perdió más de 100, se presentó ante la colonia francesa y en un fulgurante ataque acabó con todos cuantos no consiguieron escapar en los barcos que les quedaban. Pero no les dio tregua. Con sus aliados indios inicio una verdadera cacería de todos cuantos habían escapado, tanto del naufragio anterior como de estos últimos barcos. La masacre fue total y el lugar se llama desde entonces Bahía de Matanzas.

BARCO PIRATA INGLÉS, EL QUEEN ANNE´S REVENGE
San Agustín se consolidó y fue desde entonces el referente español en la zona, aunque no se libró de asaltos y ataques. Fue objetivo del pirata inglés Drake, que la incendió y saqueó (1586), pero se volvió a reconstruir de inmediato. Luego rechazó nuevos asaltos británicos ya en el siglo XVI de otro pirata, Robert Srarle, y dos nuevos intentos de asalto, también anglosajones, en los años 1702 y 1740.
Murió al poco de su regreso a España en 1574, de tifus, en Santander, en septiembre de 1574 cuando estaba organizando una armada para apoyar a Luis de Requesens en Flandes.
Nunca volvió Menéndez a ver La Florida. Dejó a su yerno natural Velasco en su lugar y se posesionó en Santander en 1574, de la flota pero ese mismo día enfermó gravemente y falleció.
Menéndez revolucionó la construcción naval diseñando navíos que acortaron la navegación. Ideó unas embarcaciones en las que se alargaba la quilla. Formó poderosos grupos de escolta para la navegación procedente de las Antillas, la creación de una base fuerte avanzada en las islas para atacar a los piratas ingleses en su propio cubil y el genial proyecto de creación de una verdadera Home Fleet. La colonia que Pedro Menéndez de Avilés fundó sobrevivió más de 250 años, y fue vendida a los Estados Unidos en 1821.
La Armada lo considera el padre del famoso sistema de flotas que permitió el comercio con América y donde, a pesar de la propaganda y las películas de Hollywood, la realidad es que los barcos perdidos y los galeones capturados por los piratas fueron muy pocos. Y galeones apresados, ninguno.
Murió de tifus, en Santander, en septiembre de 1574. La Armada lo considera el padre del famoso sistema de flotas que permitió el comercio con América y donde, a pesar de la propaganda y las películas de Hollywood, la realidad es que los barcos perdidos y los galeones capturados por los piratas fueron muy pocos. Y galeones apresados, ninguno. Su tumba se encuentra en la iglesia de San Antonio en su natal Avilés. La ciudad de san Agustín honra su memoria y en el año 2015 conmemoró el 450 aniversario de su fundación.
San Agustín, la primera ciudad fundada en América del Norte, amén de sobrevivir y florecer, se fue luego a convertir en refugio de esclavos negros de las colonias americanas de la vecina Carolina del Sur, cuyas condiciones eran mucho más duras que las de los españoles. El goteo de esclavos que buscaban acogerse a la real cédula de 1693 firmada por Carlos III en 1693, dejaba clara la intención española de que “dando libertad a todos, tanto a los hombres como a las mujeres, sea ello ejemplo de mi liberalidad y dé lugar a que otros hagan lo mismo”.  Y tanto fue así que aquello supuso el construir una población fortificada situada no muy lejos de San Agustín, el Fuerte Mosé, al que se acogieron por cientos y convirtiéndose así en el primer lugar también donde los negros esclavos norteamericanos pudieron vivir en libertad, siendo en ello San Agustín, pues, la primera ciudad norteamericana en hacerlo.

viernes, 17 de mayo de 2024

HERMANOS DE CRISTOBAL COLÓN

Bartolomé Colón en 1479 se inició como cartógrafo en Portugal con su hermano Cristóbal, de lo que vivía en Lisboa en 1480. También era conocedor de la cosmografía. Parece más que probable que Bartolomé fuera coautor junto a su hermano Cristóbal del proyecto colombino de viajar a la especiería atravesando la Mar Océana, como se conocía el Océano Atlántico, es decir, llegar a Oriente por Occidente.

BUSTO DE BARTOLOMÉ COLÓN EN SANTO DOMINGO 
Cristóbal encomendó a su hermano que se dirigiera a Inglaterra a proponer lo mismo que haría con los RR CC. Allí pasó varios años y consiguió presentarse ante el rey Enrique VII, entregándole un mapamundi que elaboró representando las tierras adonde quería ir junto a su hermano, pero sus gestiones no tuvieron buenos resultados.
Diego Colón era el hermano menor. En 1493, cuando conoció el éxito descubridor de su hermano, vino rápidamente a España y vivió ya siempre a su lado y bajo las órdenes del gran navegante.
Por ello, en el segundo viaje colombino lo lleva de acompañante a las Indias; salieron del puerto de Cádiz el 25 de septiembre de 1493. Diego Colón, siempre a las órdenes de su hermano el almirante. A finales de noviembre de 1493, después de una rápida travesía, la segunda flota colombina llegaba al fuerte de la Navidad, en la isla Española, comprobando inmediatamente que los treinta y nueve tripulantes que el almirante había dejado un año antes estaban todos muertos y el fuerte destruido. Unos días después, abandonaron el sitio de la Navidad y se dirigieron a las inmediaciones del río Yaque, donde fundaron la Isabela.
Se ha pensado que participó en el viaje del portugués Bartolomé Díaz en 1487-1488, y, por tanto, en el descubrimiento del cabo de Buena Esperanza.

PINTURA DE DIEGO COLÓN 
Bartolomé Colón ofreció su plan a la regente Ana de Baujeu y a Carlos VIII en otoño de 1491, pero en Francia sus ideas tampoco fueron consideradas.
No pudo encontrarse con su hermano en España, pues la armada del segundo viaje había partido el 25 de septiembre, pero Cristóbal le dejó en Sevilla una instrucción sobre cómo actuar a su llegada. Siguiendo las indicaciones del descubridor, Bartolomé Colón acudió a Valladolid, lugar en que se encontraba la Corte, para acompañar a sus sobrinos Diego y Hernando, que iban a ser pajes del príncipe Juan.
Los Reyes Católicos, al tener noticia de las dotes de marino de Bartolomé, decidieron enviarles a las nuevas tierras con una flota de aprovisionamiento, y el 14 de abril de 1494, los monarcas nombraron a Bartolomé Colón capitán de las tres carabelas que realizaron el primer viaje de abastecimiento a las tierras recientemente descubiertas y donde se encontraban algunos de sus hermanos.
La armada partió a comienzos de mayo de 1494. El 24 de junio la pequeña flota llegó al puerto de la villa Isabela, al norte de la isla de La Española, encontrando al grupo de españoles enfermos y hambrientos, y a los indígenas lejos de mostrarse sumisos. Su hermano Cristóbal estaba ausente en su viaje de descubrimiento y reconocimiento a las islas de Cuba y Jamaica. Ante esta situación, Bartolomé intentó hacerse con el mando de la isla, mando que Cristóbal había confiado a un Consejo en la villa de la Isabela, entre los que se encontraba su apocado hermano Diego.
Bartolomé Colón estaba perfectamente informado de lo sucedido en La Española desde la llegada de las diecisiete naves en noviembre de 1493.
Por lo tanto, conocía los poderes atribuidos al Consejo de la Isabela y a Margarit. Esta “usurpación” de autoridad no fue admitida por personajes relevantes a los que se unieron varios hombres que vieron en las naves capitaneadas por Bartolomé Colón la ocasión perfecta para regresar a la Península, lo que hicieron de manera pacífica en septiembre de 1494.
Cuando en septiembre regresó Cristóbal, encontró esta nueva situación de poder, y decidió investir a su hermano Bartolomé con el título y funciones de adelantado lo que le originaría serias tensiones con los monarcas, pues tan sólo a ellos les correspondía esta prerrogativa.
La inestabilidad de los españoles afectó de manera directa a los indígenas de La Española. Dejaron de cultivar las tierras para intentar que los españoles se fueran a causa del hambre, al enfrentamiento armado. El mayor enemigo de los castellanos era el cacique Canoabo. Los españoles construyeron la fortaleza de Santa María de la Concepción, desde la que organizaron el enfrentamiento. Mientras Cristóbal Colón permanecía en esta fortaleza, su hermano Bartolomé se dispuso a acabar con la insubordinación de los indígenas, que habían reunido un ejército de cien mil hombres. El adelantado dividió el pequeño grupo de españoles para atacar desde dos frentes. Caballos y perros hicieron tal estrago que los españoles resultaron fácilmente victoriosos.
Una vez que los principales caciques de la isla se rindieron, los demás siguieron su ejemplo y se vieron sometidos a excesivos tributos para la débil situación en que se encontraban.
Mientras todo esto ocurría en la isla La Española, los hombres que iban regresando a la Península ofrecían a los Reyes Católicos una versión de los hechos muy distinta a la que les presentaba Cristóbal Colón en sus cartas y relaciones. Por ese motivo, los monarcas deciden enviar a Juan de Aguado al mando de cuatro carabelas para informarse de la situación real. La armada llegó a la Isabela en el mes de octubre de 1495, mientras el almirante estaba ausente ocupado en el restablecimiento de la paz en el interior. Aguado se desentendió de la autoridad de Bartolomé Colón, que hacía las funciones de gobernador e intervino en los asuntos públicos. La aparente autoridad de Aguado verdadero representante del poder en la isla, hizo que circularan rumores de que había llegado un auditor y estaba próxima la caída de la familia Colón. 

CRISTOBAL COLÓN 
El almirante regresó a la Isabela y vio que era el momento de volver ante los soberanos junto a Aguado. El 10 de marzo de 1496 embarcó para España. En la flotilla iban, además de Aguado, 220 repatriados que no querían saber nada más de las Indias. En tres años, los transcurridos de 1493 a 1496, las nuevas tierras habían pasado de ser paradisíacas a malditas. Colón arribó a Cádiz el 11 de junio. Pidió una entrevista con los Reyes, que se le concedió en Burgos el otoño siguiente. Allí se presentó con el poco oro que pudo reunir, sus animales exóticos y muchas promesas. Era muy poco frente a todo el gasto que había originado, por lo que hizo hincapié en los enormes servicios prestados a la Iglesia con la evangelización de los indios. Los Reyes siguieron confiando en Colón, al menos eso dijeron.
Los descubrimientos de Colón plantearon a los reyes algunos problemas como el de la incorporación de las Indias a la Corona de Castilla y su derecho a ocupar nuevas tierras. Del primer viaje realmente se trajo la gran noticia del éxito de la llegada a unas tierras desconocidas, pero había que realizar nuevas expediciones. Con el segundo viaje se vio que Colón no era todo lo buen gobernante que se esperaba de él.
A pesar del descubrimiento de las nuevas tierras, a estas alturas ya se había comprendido que no eran las Indias buscadas, no se habían encontrado las riquezas esperadas y la Corona persistía en buscar por occidente la “Ruta de las especias”. Las informaciones de la falta de esas riquezas originaron grandes dificultados para la organización. Influyó las informaciones de las duras condiciones que había que soportar por los marineros en el viaje y por los colonizadores ya en tierra. Desapareció el entusiasmo para enrolarse en las tripulaciones. Solo se aparejaron 8 naves y se consiguió reclutar solamente a 228 hombres para la tripulación. Los Reyes tuvieron que recurrir a indultar la pena de quienes tuvieran delitos pendientes a cambio de servir en Indias; durante dos años, si el delito era de muerte o herida, o durante un año, si había sido menor.
Las dos primeras carabelas zarparon el 30 de mayo de 1498 para llevar refuerzos. Las otras seis, bajo el mando del Almirante, se hicieron a la mar el 30 de mayo del mismo año. Colón envió otras tres naves para que fueran también a la Española y se quedó con una nao y dos carabelas. Iba decidido a hallar otra Tierra Firme. Bajó así con su flotilla y el 31 de julio descubrió la isla Trinidad, frente a Venezuela y descendió hasta las bocas del Orinoco. Recorrió la Península de Paria, que consideró isla, y bautizó con el nombre de Gracia, hasta que al ver su longitud, sus habitantes y los animales, confirmó que estaba en Tierra Firme. Desde la costa de Paria enrumbó hacia la Española y desembarcó en Santo Domingo el 31 de agosto de 1498. Aquí acabaron los descubrimientos de Colón en su primer gran ciclo (faltaría naturalmente el cuarto y último viaje), pues los problemas de la colonización de la Española impidieron que realizara otros durante varios años. Colón se encontró Santo Domingo en una situación deplorable
Su hermano Bartolomé se había quedado en la isla Isabela. En las inmediaciones de las minas, Bartolomé Colón se encargó personalmente, durante tres meses, de erigir una fortaleza a la que denominó San Cristóbal, aunque los trabajadores la llamaron Torre del Oro al encontrar granos de oro entre la tierra y piedras empleadas para su construcción. A su finalización, y por la escasez de alimentos de la zona, el adelantado marchó con cerca de cuatrocientos hombres a la fortaleza. En julio llegaron a la Isabela tres carabelas a cargo de Pedro Alonso Niño. En ellas llegaban refuerzos de hombres, alimentos y algunas cartas del almirante a su hermano Bartolomé pidiéndole que fundara un nuevo asentamiento y puerto cerca de las minas, en la desembocadura del Ozama. De este modo, el 5 de agosto de 1496 fue fundada la ciudad de Santo Domingo, lugar al que se trasladaron progresivamente los pobladores de la Isabela, abandonando la villa. Durante los casi dos años en que Bartolomé actuó como gobernador (1496-1498), el adelantado fundó este nuevo establecimiento, logró amistad y buenas relaciones (tributo en algodón y cazabe) con el cacique de Jaragua, e hizo frente a numerosos problemas, como la rebelión del alcalde mayor Francisco Roldán.

Bartolomé se trasladó a la Isabela, encontrando a los pobladores en una pésima situación de hambre. Repartió a los más débiles por la red de fortalezas y dejar en la villa a los más fuertes con la orden de construir dos carabelas para el servicio de la isla, y su defensa. Desde allí volvió a Santo Domingo. Este reparto de españoles por la isla no hizo que desapareciera el hambre, que afectó también a los indios. Los nativos decidieron atacar el día que se reunían para pagar la parte correspondiente de tributo, pero su plan llegó a oídos del adelantado. Desde Santo Domingo, se dirigió al fuerte de la Concepción dividiéndose en varios grupos para acabar con la rebeldía.
Diego se encargaba del gobierno de la Isabela pero no pudo evitar que un grupo de descontentos se reunieran encabezados por Roldán, sublevándose a la severa autoridad de gobernador hasta el punto de planear asesinarle. Diego Colón mandó llevar a tierra los tributos y varar la nave para evitar que se dañara. Roldán utilizó este hecho como pretexto para acusar a los hermanos de tener miedo de que llegaran a la Península noticias de su mal gobierno, y de que su intención era actuar como únicos señores de la isla. Roldán consiguió el apoyo de algunos caciques con falsas promesas para enfrentarse a los Colón (Diego en la Isabela, y Bartolomé que entonces estaba en Jaragua). Acompañado de setenta hombres, el alcalde mayor fracasó en su intento de apoderarse de la fortaleza de la Concepción.
Bartolomé Colón supo que en febrero de 1498 habían llegado dos carabelas con provisiones a Santo Domingo bajo el mando de Pedro Hernández Coronel, alguacil mayor de la isla. Una vez se trasladó a la ciudad el gobernador en funciones, Hernández Coronel entregó a Bartolomé el nombramiento real como adelantado (Medina del Campo, 22 de julio de 1497), lo que le dio nuevas fuerzas y respaldos legales para actuar ante Roldán y los que con él se habían levantado.
El ya oficialmente adelantado envió a Hernández Coronel a negociar con los rebeldes prometiéndoles el perdón por sus actos de desobediencia. Éstos desoyeron la propuesta del alguacil. Los españoles recién llegados, sirvieron de refuerzo a Bartolomé Colón, que finalmente abrió un proceso contra los rebeldes por traidores.
Cuando Colón llegó en su tercer viaje (agosto de 1498), pensaba enviar a su hermano a la costa de Paria, pero la rebelión de Roldán truncó los planes del descubridor. El 18 de octubre regresaron las naves en que fue Colón con cartas para los monarcas dándoles aviso de lo ocurrido. Cristóbal Colón acabó por restituir al alcalde mayor, dejando a Diego como gobernador en Santo Domingo, y acompañándose de Bartolomé para restablecer el orden en la isla. Una nueva insurrección estalló encabezada por Adrián de Mújica y Hernando de Guevara, siendo Bartolomé el encargado de reprimirla duramente, prendiendo y ahorcando a varios de los rebeldes, aflorando nuevamente en la isla el descontento contra los Colón.
Al llegar a la corte noticia de la rebelión de Roldán, los Reyes Católicos decidieron que el caótico gobierno de los hermanos Colón debía terminar y, el 21 de mayo de 1499, nombraron juez pesquisidor a Francisco de Bobadilla, que debía sustituir al descubridor como gobernador. Bobadilla llegó a Santo Domingo en agosto de 1500 haciendo valer su nombramiento de gobernador ante Diego Colón, único hermano que se encontraba en la ciudad. Cristóbal acudió desde la fortaleza de la Concepción, siendo preso apenas llegó a Santo Domingo. Lo mismo sucedería con Bartolomé al trasladarse desde Jaragua según le recomendaba en una carta su hermano el almirante, a petición de Bobadilla. Éste dio libertad para coger oro, pagó los sueldos atrasados, vendió tierras e hizo repartimientos. Llegaba un nuevo orden, y de manos de un funcionario real. Las acusaciones contra el Almirante llovieron a raudales y el Juez tomó puntual nota de todas, sin permitir que Colón hiciera sus descargos. Finalmente metió en una carabela a los tres hermanos Colón (Cristóbal, Bartolomé y Diego) los encarceló en un barco el 15 de septiembre y los envió encadenados a la península a mediados de octubre, llegando a Cádiz el 25 de noviembre de 1500.
Por indicación real,
Todo el trabajo de Colón y sus anhelos terminaron. En la travesía Cristóbal había escrito una extensa carta a los reyes. Por indicación real los hermanos se trasladaron a Granada para aclarar ante los soberanos lo ocurrido. Mandaron poner en libertad al Almirante. Allí le expresaron su desagrado por todo lo ocurrido. Colón volvió a gozar del favor real, pero no le restituyeron sus enormes privilegios. En 1501, Colón tuvo la gran amargura de ver que los Reyes Católicos nombraban un Gobernador para la isla Española, fray Nicolás de Ovando. A Colón se le seguía reconociendo su patrimonio y, lo que es más importante, su gran calidad de marino, de Almirante, pero no su capacidad de organizar y gobernar una colonia de españoles e indios, ni el monopolio de ser el único descubridor. No se le restituyó a Colón sus cargos, pero se le encomendó un nuevo viaje. Recuperó su libertad pero ya había perdido todo su prestigio. Los monarcas ya no confiaban en Colón nada más que como navegante. A partir de ahora su objetivo sería el de descubrir tierras desconocidas pero no colonizarlas. Y ofrece el negocio a otros navegantes y empresarios para nuevas expediciones. Además se enteró que los portugueses habían ganado la carrera a las Indias ya que Vasco da Gama había regresado en septiembre de 1499 de un viaje a la India, tras haber navegado hacia el este alrededor de África, es decir, navegación de cabotaje.
Tras la desastrosa experiencia vivida por el adelantado en las tierras recientemente descubiertas, se muestra sin interés en participar en nuevas expediciones. El genovés se propone mostrar a los soberanos que podía cumplir su promesa de una ruta a la especiería adelantándose a los portugueses. Los monarcas decidieron apoyarle en su cuarto viaje, en el que el descubridor se hizo acompañar, entre otros, por su hermano Bartolomé.
Los expedicionarios de este viaje desembarcaron en tierra firme en agosto de 1502, tomando posesión del cabo Caxinas (Honduras), en otros lugares de la costa centroamericana. Hasta enero de 1503 no llegarán los españoles a las inmediaciones del río Belén, donde unos meses después establecerán el primer asentamiento castellano en tierra firme, la población de Santa María de Belén. Bartolomé Colón capitaneará otras expediciones de reconocimiento, como la realizada al poblado indígena de Veragua, donde captura al Quiribo o reyezuelo.
Ante lo inhóspito del lugar, Cristóbal decide regresar a España, dejando en Santa María de Belén a un grupo de hombres a cargo de Bartolomé y Méndez. En abril, el asentamiento es atacado por los indios hiriendo al adelantado con una lanza en el pecho.
Tan larga estancia hizo que los indígenas se negaran a seguir ofreciendo ayuda y alimento. El descubridor consiguió nuevamente el apoyo indígena gracias a su predicción de un eclipse de luna que les atemorizó. La situación era tan tensa, que un grupo de descontentos capitaneado por los hermanos Porras decidió desentenderse, el grupo de españoles náufragos en Jamaica fue socorrido gracias a la habilidad y las negociaciones que Diego Méndez mantuvo con Nicolás de Ovando, gobernador de la Española y así los expedicionarios fueron acogidos en Santo Domingo. De allí partieron con dirección a la Península, llegando a Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviembre de 1504.
Bartolomé y Cristóbal tienen noticia en Sevilla de la muerte de la reina Isabel. Bartolomé consiguió entrevistarse con Fernando el Católico. El monarca le recibió fríamente, y decidió continuar potenciando la búsqueda del paso al margen de los Colón. Bartolomé permanece en Toro junto a la corte intentando cobrar los servicios prestados en la Española, y es testigo de la Junta convocada por el monarca en la que participaron Vicente Yáñez Pinzón y Américo Vespucio. Estos afamados pilotos recibieron el encargo del monarca de preparar un viaje. Bartolomé debió desplazarse a tierras italianas al tiempo que el rey Fernando se encontraba en Roma en abril de 1507. Parece que la situación con la corona mejoró. En la primavera de 1508 Bartolomé debió participar en la Junta de Burgos, y desde 15 de diciembre de 1508 Bartolomé cobra sueldo de contino, acompañando además a su sobrino Diego que iba como gobernador de la isla Española, manteniendo el título de adelantado.
Bartolomé se implicó directamente en la colonización de Cuba, pero el rey Fernando le pide en noviembre de 1509 que regrese a Castilla. En el otoño de 1510 está en Andalucía atendiendo las demandas del soberano. Sin embargo, en julio de 1511 prepara en Sevilla un nuevo viaje a la Española.
Tras cumplir su encargo, se ocupó de sus posesiones y envió un mapa de las tierras descubiertas al monarca, hecho conocido por una carta que el soberano en la que también le pide que regrese a la península con el pretexto de que sería útil en cuestiones marítimas en la guerra con Francia. Carta que el adelantado no pudo leer hasta el verano de 1514 en que regresó a Santo Domingo. Sin embargo, no tuvo ocasión de obedecer las órdenes de regreso del monarca porque a mediados de agosto fallecía en el palacio de su sobrino Diego, en la ciudad de Santo Domingo.
Muerto el adelantado Bartolomé Colón, el 14 de agosto de 1514, su hermano Diego, tío del segundo almirante, que había sido llamado por el rey para que en los primeros navíos regresase a España, partió al instante. Llevaba también el encargo de ocuparse de la herencia de Bartolomé Colón representando a su sobrino y heredero el segundo almirante. Éste le apoderó para que tomara posesión de los bienes que Bartolomé guardaba en la Cartuja de las Cuevas de Sevilla, junto con los documentos del almirante, todo ello bien custodiado por un amigo de la familia.
En el Repartimiento general de 1514 se le asignaron en la ciudad de Santo Domingo 174 indios de servicio, 26 naborías de casa, además de 34 viejos y 41 niños, en el cacique Leal de Aramaña. Se les equiparó a los oficiales reales.
El 21 de febrero de 1515, falleció Diego Colón, hermano del Descubridor, en Sevilla.

viernes, 10 de mayo de 2024

LOS GODOS FUERON CREADORES DE ESPAÑA

Roma en sus luchas contra los visigodos, en el año 414, el general romano Constancio atacó al rey visigodo Ataúlfo, que fue forzado a refugiarse en Hispania, y Atalo, (usurpador del Imperio Romano), perdiendo otra vez la ayuda de los visigodos, fue capturado y depuesto.


Al año siguiente, en el 415, en virtud de un pacto (foedus) celebrado entre el emperador romano Honorio y el rey visigodo Walia, los visigodos se asentaron en la provincia romana de Aquitania Secunda (Aquitania II), en el sur de las Galias, (Actual Francia). Para frenar el avance, el Imperio romano de Occidente autorizó a los visigodos a asentarse en el sur de la Galia y controlar territorios de Hispania y recibieron tierras donde establecerse, a cambio de la obligación de defender el Imperio frente a los enemigos, las “bagaudae” (rebeliones),  y otros pueblos germánicos.
Los visigodos entre 416 y 476 luchan contra los alanos y los vándalos y confinaron a los suevos en Galicia. Después de derrotar a los visigodos, los alanos le ofrecen la corona a Gunderic (428-477 d.C.), quien comienza a llamarse rey de los vándalos y los alanos.
En la provincia romana de Hispania están los Suevos, Alanos y Vándalos, y éstos en su territorio (Vandalucía), vencieron a un ejército romano en el 428, se apoderaron de Sevilla, Cartagena y pasaron a las Baleares. Y vencieron a los Suevos en Mérida. Fracasados los romanos ante los suevos aceptaron abandonar la península en manos de los barbaros. Más tarde, atraídos por las riquezas romanas en África y bajo la presión de las luchas permanentes con los visigodos, en el año 429 d.C. los vándalos dejan España por el estrecho de Gibraltar.
Así es como Hispania queda con sus habitantes naturales del país, los hispano-romanos, y con los visigodos. Roma se sumió en la anarquía y los germanos acabaron por hacerse con el control del gobierno imperial de Occidente. Los últimos emperadores fueron hombres de paja al servicio de los germanos hasta que la situación terminó con el último emperador, Rómulo Augústulo en el 476.
El Imperio Romano de Occidente había desaparecido en el 476, y los visigodos alcanzaron su independencia. En ningún momento los visigodos se consideraron a sí mismos invasores ya que su asentamiento en Hispania había sido legalizado por el ya muerto Imperio Romano de Occidente. La población autóctona, los hispanorromanos, tampoco los vio como invasores. 
Y así fue como Roma desapareció de Hispania después de seiscientos años.
Los visigodos constituyeron un reinado en suelo imperial, con capital en Tolosa, (Toulouse) que perduró hasta el 507 en la batalla de Vouillé entre francos y visigodos, con derrota de estos, que tuvo como consecuencia el traslado del reino visigodo de Toulouse actual en Francia, a Toletum, (Toledo) en Hispania.  Aquí es donde nace lentamente la monarquía en Hispania, con Ataúlfo. Y aquí permanecería hasta la invasión musulmana en el 711, pero la raza de las mezclas de aquellos habitantes hispanos, provincianos de Roma, (hispano-romanos), durante esos 200 años se mezclaron con los visigodos, creado la población que llamamos hispano-visigoda, y estos son los abuelos y padres de los que crearon los reinos cristianos, que no existían antes de la llegada de los invasores musulmanes, pero esas gentes, pueblos y nobles, se sintieron herederos del reino visigodo, por razones de territorio y de religión, ambas razones fundamentales para luchar contra el usurpador.
Y mientras en el Pirineo en el Carlomagno crea en el 802 la Marca Hispánica y los condados pirenaicos, que quedan en manos de nobles visigodos vasallos de los reinos francos, desplazando así a los musulmanes, y en Asturias se crea un reino cristiano, primero con el noble don Pelayo y ya se fundamenta en el 739 el reino de Asturias con Alfonso I (739-757).
Poco a poco se van consolidado los reinos y los condados y más adelante con pactos y alianzas habrá unos siglos de luchas y tiempos de acuerdos, pero el imperio de al-Andalus va desapareciendo gracias al ímpetu y la determinación de los reyes cristianos y sus pueblos, que hicieron valer aquellos sentimientos heredados de Roma y de los visigodos, tanto es así, que cuando Isabel y Fernando vencen al reino nazarí de Granada, poniendo fin a las luchas contra los musulmanes, quedando todo el país bajo la religión cristiana, Rodríguez de Almela, intelectual, cronista e historiador, en esos días, al entregarles a los reyes un ejemplar de su “Compilación de las crónicas e estorias de España”, terminada en 1491, les recordaba que el origen de la legitimidad de los reinos, estaba en la ESTIRPE GODA que a su vez la recibiera de Roma por el primer pacto (Foedus) del 418, en Tolosa. Y así se entendió. Herederos de Roma y del reino visigodo.


REY ATAULFO - MUSEO DEL PRADO 
La noticia recorrió Europa. Los reyes de Europa, incluido el de Francia, celebraron la conquista y ordenaron misas en gratitud por la victoria.
El Papa hizo repicar al unísono todas las campanas de Roma.
Es por esto que los historiadores consideran que la Monarquía apareció en la península ibérica hace 1.600 años, cuando se instaló el Rey Ataúlfo, primer Rey visigodo, en 415 en la provincia romana Tarraconense según señala la casa del rey de España.
En la Plaza de Oriente de Madrid, frente al Palacio Real, tenemos veintiocho estatuas de reyes visigodos, y dentro del Palacio otras veintinueve, y repartidas por otros puntos las estatuas restantes, incluso la de Atahualpa y Moctezuma.
 La idea proviene de la época de Fernando VI y el erudito Fray Martín Sarmiento, quien sugirió empezar por el Rey Ataúlfo, considerando de esta forma el primer rey del país.
 

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...