viernes, 21 de junio de 2024

Virreinato del Río de la Plata.

Creado en 1776 con capital en Buenos Aires e integrado por las gobernaciones del Río de la Plata, Córdoba del Tucumán, Paraguay y el Alto Perú. Este último fue incorporado con la intención de cubrir los gastos de su administración y funcionamiento con los ingresos fiscales provenientes de la producción de plata potosina.

La fundación de esta nueva unidad político-administrativa respondió en primer lugar, a la rivalidad comercial entre Buenos Aires y Lima que generó un clima de enfrentamiento y separación que amenazó los intereses económicos de la corona. En el ámbito externo influyeron tanto la presencia de contingentes portugueses en la estratégica colonia de Sacramento frente a Buenos Aires, como las incursiones de ingleses y franceses en la Patagonia e islas Malvinas del extremo sur.

El 1º de agosto de 1776 Carlos III, rey de España, creó el Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires en el marco de una serie de medidas destinadas a reorganizar el poder imperial. El antiguo gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, fue nombrado virrey. Comprendía los territorios que hoy ocupan la República Oriental del Uruguay, la República del Paraguay, la República de Bolivia, la República Argentina y el Estado de Río Grande, que pertenece actualmente a la República de Brasil. La creación de este virreinato implicó un aumento de la población de Buenos Aires, la consolidación de la estructura urbana y una transformación de esta ciudad en un importante centro comercial entre las colonias y la metrópolis.  Las provincias españolas en esta parte del continente lindaron desde el primer día con las colonias que Portugal fomentaba en el Brasil. Los portugueses invadían las tierras de las provincias argentinas, en la región de los ríos, en el interior del Paraguay y de la Audiencia de Charcas. Llegaron en uno de sus avances hasta edificar una fortaleza en la Colonia del Sacramento, en la Banda Oriental, frente a Buenos Aires, desde donde mantenían un activo comercio clandestino con los habitantes de las provincias argentinas. Desalojados, volvieron siempre, sin que los gobernadores de Buenos Aires, dependientes del virreinato de Lima, pudieran obrar con la rapidez y los recursos necesarios.

La corona de España resolvió, en 1776, encomendar una expedición militar para contener a los portugueses y expulsarlos de los territorios que, fuera de toda discusión, pertenecían a las provincias del Río de la Plata. Para darle mayor autoridad, el rey erigió el virreinato, con carácter de provisional, formándolo con las provincias del Río de la Plata, Paraguay, Tucumán, Mendoza, San Juan del Pico y el distrito de la Audiencia de Charcas.

El virrey Ceballos, con un ejército aguerrido que trajo de España, arrojó a los portugueses de los puntos invadidos, destruyó el fuerte que habían construido en la Colonia del Sacramento, y desde Santa Catalina presentó al rey la conveniencia de erigir definitivamente el virreinato. El rey accedió y en octubre de 1777, erigió definitivamente el virreinato del Río de la Plata, nombrando sucesor de Ceballos a don Juan José Vértiz.

El propósito fundamental de la corona de España era el de defender y amparar su territorio, en la desembocadura de los ríos, al Este, en el interior y al Norte, impidiendo que los portugueses continuaran sus avances.

Al virrey Ceballos le debieron las provincias del Virreinato muchos progresos en el orden administrativo, porque fue él quien propuso la creación de una Audiencia en Buenos Aires, y amplió el permiso de tránsito para las mercaderías en las provincias interiores, favoreciéndose al comercio general.

Complementando el propósito de descentralización que demostraba Ceballos, la corona de España dictó en 1782, la real orden de erección de Intendencias, por la que se dividía el territorio del Virreinato, en ocho intendencias. Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Mendoza, Santa Cruz De La Sierra, (Capital en Cochabamba) La Paz, La Plata y Potosí.

Así abarcaba el Virreinato una extensión mayor a la cuarta parte de todo el continente, con las regiones más ricas y el sistema fluvial más poderoso.

La guerra con Portugal terminó por el tratado preliminar de límites, firmado en 1777. El virrey Ceballos, cuando acusó recibo de la cédula real que transcribía el tratado, habló de las dificultades con que se tropezaría en la demarcación, y dio su opinión en una forma que precisaba el estado de estos pueblos. Por esa ignorancia en que permanecieron todos los gobiernos y que aprovecharon los portugueses en sus invasiones, el Virreinato del Río de la Plata perdió gran parte de su primitivo territorio. La población no estaba tampoco en armonía con la enorme extensión del país, pues en esos años, (1778) la Intendencia de Buenos Aires tenía solamente, según el censo que se levantó, 37.679 habitantes, y no era de las menos pobladas.

Se dio comienzo a la demarcación. Durante la administración del criollo virrey Vértiz, se sublevó, en el Alto Perú, Túpac Amaru y arrastró a casi todos los indios peruanos. Vencido, sufrió un horrible castigo: los jueces le condenaron a presenciar el suplicio de todos los miembros de su familia, y después de cortarle la lengua, fue atado a cuatro potros y descuartizado.

El virrey Vértiz fue el primer funcionario de la colonia que tuvo iniciativas en el sentido del progreso moral y material de las provincias argentinas.

Extendió las fronteras y combatió contra los indígenas que habían empezado a invadir las estancias en la provincia de Buenos Aires para robar ganados.

Esas invasiones se llamaban “malones” y coincidieron con el comercio de los productos de la ganadería que se hacía por el puerto de Buenos Aires, y con los contratos con los gobiernos de Chile, para comprar ganados a los indios.

Desde 1777 a 1810, el virreinato tuvo once Virreyes. El último fue don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

 

martes, 18 de junio de 2024

DESPOBLAMIENTO EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

La conquista española desencadenó una catástrofe demográfica sin precedentes en la historia de la humanidad: la población indígena disminuyó drásticamente en los años inmediatos al contacto y siguió haciéndolo durante mucho tiempo. Aceptado este hecho como indudable, debemos saber cuántos habitantes tenía América en 1492. Cifra complicada de establecer por la inexistencia de fuentes fidedignas y perturbada por el empeño en juicios morales, a favor o en contra, que restan objetividad a los cálculos. Por eso, eminentes especialistas, trabajando con modernos sistemas, para todo el continente, y sin considerar cálculos ya en el olvido, las cifras que se siguen manejando oscilan entre 13,3 millones (Rosenblat) y 15,5 millones (Steward) como estimaciones más bajas.  

Entre estos extremos hay toda una gama de propuestas intermedias. La guerra de cifras tiende a diluirse en una creciente aceptación de los cálculos medios, basada más en razonamientos lógicos que en demostraciones científicas que probablemente nunca lleguen. Por ejemplo, hasta el año 1930 América Latina en conjunto no superó los cien millones de habitantes (de ellos 33 millones correspondían a Brasil, donde hacia 1.500 no habría más de dos millones y medio de personas), tras décadas de intensa inmigración europea y en una situación sanitaria y productiva muy superior a la de fines del siglo XV.

Que México tuviera doble número de habitantes en 1519 (32 millones) que en 1930 (16.600.000), es difícil de creer, aunque lo verdaderamente difícil es demostrarlo. Sin embargo, aunque los especialistas no se ponen de acuerdo para establecer la población total del continente antes de la llegada de los europeos, todos aceptan como válido el cálculo hecho hacia 1570, sin sofisticados medios estadísticos, pero sí con buenas fuentes, por Juan López de Velasco, cosmógrafo del Consejo de Indias, según el cual en la América española había en ese momento algo menos de diez millones de indios (9.827.150). Por consiguiente, según sea la cifra inicial que aceptemos, resultará que la población había disminuido entre un 30 y un 90 por 100, o dicho de forma más absoluta y siniestra: habían desaparecido unos 3 o 4 millones de personas, o más de 90 millones, en siete décadas. La magnitud de la catástrofe es enorme, en cualquier caso. Además, el despoblamiento continuará después de 1570 y a lo largo del siglo XVII, si bien a un ritmo menor. A continuación, comienza una recuperación demográfica, que se generaliza a partir de mediados del siglo XVIII, de manera que, al concluir el período colonial, hacia 1825, en la América española hay unos ocho millones de indios (el 42 por 100 de la población total), concentrados en México, Guatemala, Quito (Ecuador), Perú y Charcas (Bolivia), los grandes núcleos de población india que existían al comienzo del período, y en la actualidad.

No sabemos con exactitud cuánto, pero sí sabemos por qué disminuyó la población indígena, aunque tampoco sea posible valorar con precisión lo que cada una de las causas conocidas representa en el fenómeno global. De la amplia gama de causas que usualmente se mencionan, citaremos sólo tres de las más significativas: Una, la violencia española. Dos, el "desgano vital" indígena. Tres: las epidemias. La violencia o brutalidad de los españoles, tanto en la conquista como en la colonización, ha sido desde Las Casas uno de los argumentos más repetidos como explicación del fenómeno, siendo la base de las conocidas teorías homicídicas y del genocidio. Sin duda la conquista fue extremadamente violenta y ocasionó una gran mortandad indígena, aunque no hasta el punto de provocar una contracción tan profunda y duradera en unos pueblos ya de antiguo acostumbrados a guerrear entre sí.

Lo mismo cabe decir sobre la explotación laboral (incluyendo malos tratos, trabajos excesivos, desplazamientos de población), que, siendo evidente y cierta, no proporciona una explicación suficiente del hundimiento poblacional, sobre todo para los pueblos mesoamericanos y andinos, acostumbrados también a enormes esfuerzos y trabajos. La colonización obligó a los indígenas a un reacondicionamiento económico y social (Nicolás Sánchez Albornoz) que agravó el derrumbe demográfico iniciado por las guerras de conquista. El impacto psicológico causado en los indios por su derrota y dominación (con la consiguiente anulación de todo su sistema de vida y creencias) es un factor muy importante, aunque muy difícil de evaluar. Se refleja en el llamado desgano vital, pronto traducido en suicidios -incluso colectivos- y en la reducción de la capacidad reproductiva indígena.

A la mortalidad causada por la violencia, desnutrición, agotamiento, se suma la caída de la fertilidad, impidiéndose así una pronta recuperación demográfica. La contraconcepción, el aborto y el infanticidio no son más que prácticas defensivas derivadas de la condición de sometimiento y explotación: "las mujeres han huido el concebir y el parir, porque siendo preñadas o paridas no tuviesen trabajo sobre trabajo; muchas, estando preñadas, han tomado cosas para mover y han movido las criaturas, y otras después de paridos, con sus manos han muerto sus propios hijos, para no dejar bajo de una tan dura servidumbre" (Fray Pedro de Córdoba).

Sobre esta población anímicamente deprimida y físicamente agotada se cebaron además las enfermedades epidémicas, que resultaron así una de las principales causas de la catástrofe, o la principal causa según muchos autores. El aislamiento americano había completamente indefensos ante la repentina invasión de gérmenes europeos, que se reprodujeron entre ellos a gran velocidad. Incluso enfermedades benignas para los adultos blancos, como sarampión, tos ferina o gripe, resultaban letales para los indígenas, y más aún lo eran otras como la viruela, el tifus o la peste bubónica que también causaban estragos en Europa; o enfermedades africanas como la fiebre amarilla y la malaria, que se harán endémicas en el Nuevo Mundo. Y si las epidemias fueron un poderoso aliado en la conquista ("costó esta guerra de México muchas vidas de indios, que murieron, no a hierro, sino de enfermedad", dice López de Gómara), incluso precediendo a la presencia física de los españoles (el inca Huayna Capac murió de viruela años antes de la llegada de Pizarro), los sucesivos y reiterados brotes a lo largo de los siglos XVI y XVII, frecuentemente asociados a hambrunas, explican la perduración del derrumbe demográfico indígena.

El virrey de Perú, marqués de Castelfuerte, en 1736: "Las causas de la decadencia de la población de las Indias son varias, y aunque todos los que han tratado y hablan de ellas ponen el principal origen de la ruina en... el trabajo de las minas, y aunque no dudo que este trabajo, el de los obrajes y otros concurren poderosamente al decaimiento, sin embargo, la universal que aun sin estas causas ha ido a extinguir esta nación es la inevitable de su preciso estado, que es la de ser regida por otra dominante, como ha sucedido en todos los imperios".

sábado, 15 de junio de 2024

ISABEL I DE CASTILLA – (Tercera parte)

Relato basado en la serie de TVE.
En el anterior capítulo supimos que el 25 de octubre de 1464 es designado el infante don Alfonso, hermano de Isabel, como heredero del Reino de Castilla una serie de nobles encabezados por Juan Pacheco, marqués de Villena.
Realmente era una burla en la que con un muñeco se reconocía al rey Enrique IV y se le destronaba acusándole de cobarde, homosexual y cornudo. Y se proclamó rey a Alfonso XII como rey de Castilla. Fue lo que se conoce como “La Farsa de Ávila”. 
El rey Enrique tenía sus partidarios los primeros los nobles de la casa Mendoza Así estalla una guerra que terminará tres años después, en 1468. 
El rey Enrique IV se ve abrumado y hace llamar a Beltrán de la Cueva, al que había echado como parte de los acuerdos para no entrar en guerra. Pero la guerra se inicia y el reino se debilita, se empobrece, cosechas descuidadas,, muertes de hombres y familias desprotegidas, etc. Enrique acude al papa para que intervenga en parar la guerra pero no es atendido. 
El ejército enemigo de Enrique está al mando de Pedro Girón, el hermano de Pacheco, que van triunfando aceleradamente. Alfonso, joven aún e inexperto, quiere que le consideran y entrar en batalla en Simancas. 
Pasado el invierno de 1465 a 1466 Enrique y Diego de Mendoza idean ofrecer a Pacheco la mano de Isabel para que se case con su hermano Girón, para lo cual deben obtener la autorización de Alfonso, con lo cual le entregará la Orden de Santiago. Por lo cual será el maestre de la Orden. 
Pacheco sabedor que no podría asaltar la fortaleza de Segovia, ofreció al rey una propuesta de paz. Eliminaría a su rival (Alfonso) de la escena política. El rey debía alejar de la corte a los Mendoza y a Beltrán de la Cueva y devolvería a él los cargos que había ostentado.  Pedro Girón era un hombre bruto, ya maduro para Isabel, freire incapaz de cumplir sus votos de castidad por ser maestre de Calatrava, padre de bastardos, ambicioso y hombre violento. Enrique dio su consentimiento. Isabel se encomendó a la protección de Dios. 

Beatriz de Bobadilla y Andrés Cabrera

Entremedias el converso tesorero del rey, Andrés Cabrera, habla con la ama de Isabel, Beatriz de Bobadilla, y le pide matrimonio. Esta no se decide aún. Isabel y Beatriz ante la gravedad de la situación deciden ir a ver a Alfonso para que no acepte la boda de Isabel con Girón, pero en el camino son atacadas por unos bandoleros. Por suerte Cabrera y unos cuantos hombres les seguían en secreto y pudieron defenderlas. 
En un viaje de Girón había encontrado a un viejo que iba con su hija por el bosque llevando un carro. Girón se deshace del viejo y se lleva a la chica y la viola. Ésta se suicida con la daga de Girón cortándose la yugular. 
Unos meses después un joven se ofrece al lugarteniente de Girón como soldado y puesto a prueba es aceptado como guardaespaldas de Girón. 
Debido a la desesperación de Isabel, su protector Chacón, se entrevista con Mendoza para pedirle que intervenga ante el rey para que no apruebe la boda de Isabel con Girón. Pero en noble no acepta interceder.  
Mientras el hermano de Isabel, Alfonso autoriza la boda de su hermana seducido por ser maestre de la Orden de Santiago. Isabel se ve vestida de novia y entra en depresión cuando le entregan el documento firmado por su hermano aceptando la boda.                  
Aquel soldado que se ofreció en las filas del ejército enemigo del rey, acude a un médico judío que le prepara un veneno que debe ser utilizado de a poco. Este lo va mezclando con el vino que le ofrece a Girón durante varios días, y en el viaje de vuelta Girón se sintió enfermo hasta que se encuentra realmente mal y un médico cristiano diagnostica que tiene la fiebre negra. 
Sorpresivamente murió en abril de 1466. El joven soldado realmente era el hermano de la chica violada y cumplió la venganza tramada junto a su padre. Pacheco, en el palacio del rey, acusa a Chacón de ser el instigador de la muerte de su hermano. De pronto vio a Beltrán junto a Cabrera y supo que el rey no había cumplido la promesa.
La muerte de Pedro Girón detuvo toda negociación y prosiguió la guerra. 

Enrique IV y Juan Pacheco 

Pacheco pierde la batalla en Toledo. Con lo cual decide hacerse con Segovia, plaza muy difícil de tomar, tanto la ciudad como la fortaleza. Pero hábil y astuto consigue entrar en Segovia tomando la ciudad. No lo consigue con el Alcázar defendido por Cabrera. 
Recordemos que Isabel no vivía en palacio, sino en la ciudad y por lo tanto se convierte en rehén de Pacheco y del arzobispo Alfonso Carrillo, que también había participado en la Farsa de Ávila, contrario al rey. Lo único bueno para nuestra Isabel es que se reuniría con su hermano y ambos fueron ver a su madre. El pérfido marques Pacheco despidió a Beatriz y otras mujeres cercanas a Isabel. En el mes de agosto de 1467 ambos bandos se enfrentaron en Olmedo, conocida como la Segunda Batalla de Olmedo. En el bando del rey se encontraban nobles y fundamentalmente Beltrán de la Cueva y sus hombres. Sin embargo Pacheco no asistió a la batalla. En el bando de Alfonso iban las tropas de Pacheco, el arzobispo Carrillo y el arzobispo de Sevilla y los hombres de la Orden de Calatrava. El resultado fue incierto pero en la lucha se dice que intervino cuerpo a cuerpo el rey Alfonso, no obstante es más posible que haya sido Gonzalo Fernández de Córdoba, su doncel, el que vestido con la armadura de Alfonso, luchara en su nombre. Dada la situación Alfonso fue aconsejado por su valedor, que le  indujo a declararse vencedor de la batalla, dándose esta por terminada. 

Baile de Momos en honor a Alfonso.
Los hermanos se reúnen con su madre y celebran el cumpleaños de Alfonso. El propio Jorge Manrique dio fe de la brillantez de la corte.
Alfonso en diciembre de 1467 dio, en agradecimiento, a su hermana el señorío de Medina del Campo, uno de los mandos de la voluntad de su padre. Así es como Medina entró a formar parte de la vida de Isabel, para no desprenderse jamás de la villa, hasta el momento de su muerte.


domingo, 9 de junio de 2024

ISABEL I DE CASTILLA – (Segunda parte)

Relato basado en la serie de TVE.

Habíamos dejado al rey Enrique IV de Castilla metiendo la pata como siempre, ganándose enemigos más que amigos.

Beltrán de la Cueva pasó de Mayordomo del rey a formar parte de la Orden de Santiago en 1459 y al año siguiente le concede la fortaleza de Carmona y el castillo de Ágreda. Y para colme en 1461 entra a formar parte del Consejo Real, desplazando a Juan Pacheco. 

Lo cierto que es el patriarca de la poderosa familia de los Mendoza, Diego Hurtado de Mendoza había informado al rey de que Juan Pacheco, marqués de Villena, intrigaba contra él, ofendido por estos nombramientos a Beltrán y encabezaba a muchos nobles pertenecientes a los caballeros de los Linajes. Pero en realidad estos caballeros se alinean en dos bandos enfrentados, uno junto a Pacheco y otros junto a Andrés Cabrera marqués de Moya o los Arias-Dávila.

Andrés Cabrera era un judeo-converso, tesorero del rey y de Segovia, y posteriormente fua partidario de Isabel, como ya veremos.

Enrique IV siempre fue proclive a negociar y no a luchar por lo que desea tratar de hablar con Pacheco y los suyos. Mendoza le aconseja al rey que Pacheco no es trigo limpio y que además de estar sembrando discordia en los pueblos que tiene influencia, para desgracia son años de malas cosechas y la gente tiene hambre mientras ve que los judíos son cada vez más ricos y que el rey tiene guardia mora y no ven que se actúe para solucionar problemas, aparte de la sospecha difundida de que la hija del rey, no lo es en realidad, por lo que ya la llaman “la Beltraneja”.

En otro orden de cosas aparece en escena un joven militar llamado Gonzalo Fernández de Córdoba y Beltrán lo nombra doncel de infante Alfonso, ordenando que no se separe de él. 

Reunidos para negociar Pacheco y su hermano Pedro Girón, hombre bruto pero muy rico y militar victorioso y el arzobispo Carrillo. De parte del rey estaban Diego de Mendoza, el arzobispo Fonseca, Beltrán de la Cueva. Pese a los consejos de sus fieles el rey Enrique acepta todas las propuestas ofrecidas por Pacheco y su gente menos una, desheredar a su hija.

Sin embargo, pronto verá que todo eso le lleva a ser un rey sin mando, en manos de las ambiciones de los nobles. Y, sobre todo de Pacheco, que pide la expulsión de Beltrán de la Cueva de la Corte y que Alfonso pase a su custodia, lejos del rey Enrique.

Dado que lo más importante no es aceptado los nobles se retiran y más tarde confabulan secuestrar al rey. Con lo cual con dos hombres a cuyas hijas ha secuestrado se dispone a partir a Segovia y hacerse con el rey, la princesa Juana y los infantes Alfonso e Isabel.

En el castillo dirige la operación Pedro Girón y matan a los guardias que protegen a los infantes y se hacen con la princesa. Por suerte Andrés Cabrera se huele algo y recurre a Fernández de Córdoba quien escoge un par de hombres y matan al guardia de custodiaba la habitación de los secuestrados. Mientras Pacheco y su hermano obligan al rey a echar a Beltrán y se llevan al rey entregando a Beltrán una peonza como señal de que pueden liberar a los infantes y a la princesa. Pero Fernández de Córdoba y Cabrera con unos hombres liberan a la reina y a los niños. Posteriormente consiguen en los pasillos del palacio, liberar también al rey y encerrar a los hermanos Pacheco y Girón. Al siguiente día Enrique visita a Pacheco en la cárcel y decide liberar a los hermanos. También permite que Isabel y Alfonso viajen para ver a su madre.

Mientras la reina Juana expone a su marido un plan muy elaborado. Sacar de la corte a Beltrán y que entregue la Orden de Santiago, esto para conformar a Pacheco y los suyos. También casar a su hija Juana con el infante Alfonso, con lo cual la corona no correría peligro y dado que saben que Pacheco está formando un ejército, buscar la alianza del rey de Portugal, hermano de la reina de Castilla, Alfonso V y para ello ofrecer a Isabel en matrimonio, cosa que el rey anhelaba.

La oferta es ofrecida a Pacheco y Carrillo. Isabel abrirá casa propia en Segovia con la protección de Chacón y con su ama de la infancia, Beatriz de Bobadilla, lejos de la reina, Alfonso quedará custodiado por Pacheco Fernández de Córdoba y los judíos conversos no serán molestados. Beltrán ha dejado de ser maestre de la Orden de Santiago y ha abandonado la Corte. Y se acuerda que Isabel se casará con quien aprueben Pacheco y Carrillo. Por supuesto que no se les dijo que ya estaba hablado del matrimonio con el rey portugués.

Pero esto finalmente llega a oídos de los conjurados y ven la jugada que se les prepara, ya que si el rey de Portugal envía sus tropas, unidas a las de Enrique, ellos no podrían hacerles frentes. Solo les queda la posibilidad de que Isabel rechace al portugués ya que ella tiene trece años y él le saca veinte años más.

(Alcazar de Sgovia en tiempos de Isabel)

Evidentemente Isabel en ceremonia y fiesta para sellar el compromiso, rechaza al rey portugués delante de toda la Corte. Esto complica la situación para todos.

Pacheco, Carrillo y  los nobles contrarios a Enrique preparan el derrocamiento del rey, una simulación que pasaría a la historia como “La Farsa de Ávila”.  Isabel supo de la noticia de que el 25 de octubre de 1464 es designado el Príncipe don Alfonso, su hermano, como heredero del Reino de Castilla una serie de nobles encabezados por Pacheco.

Realmente era una burla en la que con un muñeco se reconocía al rey Enrique IV y se le destronaba acusándole de cobarde, homosexual y cornudo. Y se proclamó rey a Alfonso XII como rey de Castilla. Por lo tanto en Castilla había dos reyes, enemigos y hermanos de padre.

Isabel ya entonces pensó que la propia vida de ser hermano corría peligro. Amenazaba el presagio de una guerra civil. El rey Enrique tenía sus partidarios. El más leal los nobles de la casa Mendoza. De esta forma es como estalla una guerra que terminar tres años después, en 1468. Pero Alfonso reinó durante esos tres años. Fue un títere en manos del marqués Pacheco y no fue seguido por muchos castellanos que seguían fieles a Enrique IV. Pero tuvo una corte con actividad cultural a la que acudían caballeros de renombre.


El rey Enrique se ve abrumado ya que por mucho que negoció, e que la guerra es inevitable y el resultado incierto. Hace llamar a Beltrán de la Cueva, quien se pone a su disposición

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...