viernes, 29 de agosto de 2025

BAEZA - JAEN

Una ciudad Patrimonio de la Humanidad que, a pesar de no ser capital, lo tiene todo, y todo bien regado donde lo tradicional y lo vanguardista ponen la guinda a una localidad bañada de olivos y de la luz única del sur.
En la  caída del Califato de Córdoba en 1031,  llega la época de los reinos de Taifas durante la cual “Bayyasa” será sometida por unos y otros. En 1147 es reconquistada por Alfonso VII el Emperador. La ciudad acuñará moneda para el rey leonés.
Poco después los almohades la conquistan. Pero a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa las tropas cristianas comandadas por Alfonso VIII destruirán el Imperio Almohade. En unas terceras taifas, Bayyasa se erige en capital de una efímera Taifa de Baeza. Su "emir" se declaró vasallo de Fernando III, apoyándole en campañas contra otros emires musulmanes pero murió asesinado a traición en Almodóvar del Río y Fernando III, toma posesión definitiva de Baeza e integra la ciudad en el Reino de Castilla. 
Con la llegada del 1700, el nuevo siglo trae también una nueva dinastía, los Borbones, que dieron otro aire al reino de España. Para la Baeza agotada, quizá fue ya demasiado tarde. Muy grave resultó el terremoto de Lisboa, de 1755, que quebrantó la mayoría de edificios y viviendas. 
Baez se encuentra en el mismo centro geográfico de la provincia de Jaén, enclavada en la comarca de la Loma de la que se considera su capital occidental. Ubicada cerca del río Guadalquivir, en un paisaje de tierras fértiles de huertas, olivares y cereal. La ausencia de tierras no agrícolas reduce los espacios de interés natural al río Guadalquivir y a los humedales de la laguna Grande, de gran riqueza ecológica y la mayor de la provincia.

Plaza de Santa María 

La Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza se alza desde el siglo VII escribiendo su historia como sede episcopal visigoda, más tarde como musulmana y nuevamente cristiana tras la Reconquista. Tras su hundimiento, fue reconstruida por Andrés de Vandelvira con su característico toque renacentista, a los que se añaden otros góticos y mudéjares. Igualmente maravilloso es su Museo Catedralicio y su exterior, donde preciosos callejones transportan a los paseantes a la época musulmana entre piedra y silencio.   A pocos metros, la pequeñísima Plaza Santa Cruz aloja la iglesia homónima, del siglo XIII, curiosa por su cantería típica del norte de España y con frescos que datan del siglo XV, que representan escenas como la de la Santa Cena. Casi desde su puerta es posible ver la sorprendente fachada del Palacio de los Marqueses de Jabalquinto, obra de Juan Alfonso de Benavides Manrique y Monumento Histórico Artístico por ser un bello ejemplo de gótico isabelino, con ventanales en punta de diamante, arquerías de medio punto y columnas renacentistas.



La presencia de Antonio Machado en la localidad no pasa desapercibida. El legado que dejó el poeta, que se trasladó a Baeza meses después de enviudar para dar clases, sigue presente como un velo cultural que ya es una más de sus señas de identidad. A pesar de la pena que arrastraba el profesor y las primeras impresiones negativas de un lugar en el que no quería estar –había solicitado plaza en Madrid–, muchas son las pruebas de amor a esta tierra que dejó en su obra.
Baeza se asienta sobre un terreno que ha estado continuamente habitado, al menos desde la Edad del Bronce. Por esta razón, y a pesar de las sucesivas destrucciones sufridas por las construcciones de todos los períodos, la ciudad aún retiene un destacado patrimonio histórico y cultural de carácter monumental, en el que están representadas diversas culturas, períodos y estilos artísticos. En Baeza pueden contemplarse restos de la Edad del Bronce, de la Época Romana, y de la Hispania visigoda, islámica y cristiana. No obstante, el más rico patrimonio monumental conservado corresponde a los diversos estilos artísticos presentes en la Baeza cristiana: desde el tardo-románico y el gótico, al renacentista, manierista, barroco y neoclásico. No en vano en 2003 el casco histórico de la población, con su antigua ciudad intramuros, fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.


Uno de los lugares que guarda más de su recuerdo es la Antigua Universidad de Baeza. Fundada en el siglo XVI, fue una de las cuatro universidades más antiguas de Andalucía hasta que la desamortización la convirtió en centro de enseñanza secundaria. Además de su hermoso patio de doble arcada, se conserva aún el Aula Antonio Machado con el mobiliario de la época y retazos de su paso por el lugar. Contigua al edificio se encuentra la Capilla Universitaria de San Juan Evangelista, otra de las bellas estampas que deja la calle Conde Romanones.
Hace más de seis mil años las gentes que se asentaban en esta atalaya frente al valle del Guadalquivir trabajaban el silex, creaban piezas de cerámica lisa y tallaban piedra pulimentada. Desde entonces la vida se fue abriendo paso y fue creando una geografía urbana que ha llegado al siglo XXI con no pocos y hermosos testigos pétreos de su historia.


Rey Fernando III, el santo 

En la zona que fue intramuros, antes de que desaparecieran las poderosas murallas de Baeza, al principio de la soberbia Cuesta de San Felipe Neri que culmina en la Catedral, nos encontramos con la singular fachada de un palacio de piedra dorada. En su piel escribieron los autores un relato cuyos ecos se escuchan entre el veraniego revoloteo de las golondrinas, y el silencio de niebla de los inviernos, desde hace más de quinientos años.





Seminario San Felipe Neri
Es el palacio de Jabalquinto levantado a finales del siglo XV, cuando el gótico se resistía a abandonar la piel de los edificios y el renacimiento invadía su espacio entablando una conversación que en España se dio en llamar Estilo Isabel, o Gótico Flamígero.
La sede del Señorío de Jabalquinto
Baeza, ciudad de realengo desde su reconquista en 1227, era el hogar de múltiples familias nobles llegadas del norte, que lograron sus títulos por sus actividades en campañas militares a favor de la Corona. En recompensa, ésta les cedía señoríos en los territorios conquistados. Una de aquellas familias, oriunda de León, fue la del linaje de los Benavides que por sus servicios a los reyes sucesivos, obtuvieron el señorío de Jabalquinto, que le da nombre a este edificio.


Catedral de Baeza
Según la interpretación de los escudos que aparecen en la fachada, fue Juan Alfonso de Benavides Manrique, segundo señor de Jabalquinto y notable guerrero, quien comenzó la fábrica de este emblemático palacio sobre las fincas adquiridas por su padre, Manuel Benavides, hacia 1484. 
De aquellos comienzos sólo se conserva la fachada principal. 

Sus dos primeros cuerpos están enmarcados por dos machones circulares, en cuyo remate la ornamentación evoca ecos mudéjares, por los mocárabes que envuelven la especie de capitel que sujeta el suelo de los sencillos balcones que los coronan. Por cierto el gracejo popular ha convertido la ornamentación de estos "capiteles" en símbolos sexuales que representan ambos géneros, a uno y otro lado de la fachada.
El resto del muro es un derroche ornamental cuya exuberancia crece entre pináculos, cardinas y vanos conopiales geminados del más puro sabor tardo gótico, y la siembra simétrica de puntas de diamante, flores de piña, escudos nobiliarios, amorcillos, gotas, seres humanos y fantásticos animales, del nuevo lenguaje renaciente que llegaba a la Península.


García Lorca visitó Baeza en 1916 y en 1917, cuando Antonio Machado era allí profesor de francés. Os dejamos la visión de esta fachada de aquel joven poeta:
…En estas cabalgatas hombres musculosos van desnudos, apretando guirnaldas de rosas que cubren sus sexos, y las mujeres llevan las bocas abiertas lujuriosamente y sus brazos son serpientes que se retuercen para convertirse en hojas de acanto y lluvias de bolitas. Las marchas las cortan monstruos marinos con cuernos de árboles y manos de flores, que abriendo sus bocas hacen huir a las demás figuras. Algunas vuelan absurdamente y otras descansan muy serias con las manos sobre los senos. 


Cobija este bosque decorativo de flores y figuras un gran alero primorosamente labrado, sostenido por grandes zapatas en las que hay hombrones destartalados, perrazos enormes, caras de noble expresión, entre ramajes de rostrillos, de margaritas, de puntas de diamante, y de cabecitas de chivo… Coronando el palacio hay una veleta que tiene forma de corazón, a su lado se eleva un ciprés. Impresiones y Paisajes. (1918)

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