miércoles, 20 de marzo de 2019

29- CARLOS III - LOS ADELANTOS

Este largo reinado del primer hijo de Felipe V posibilitó la incorporación de España al ritmo del crecimiento de las naciones más avanzadas de Europa mediante la superación del déficit acumulado en el siglo XVII. Vino de ser el rey de Nápoles, lo que le aportaba gran experiencia de gobierno. Posiblemente no fuera un hombre inteligente, pero supo rodearse de saber elegir a sus colaboradores. Carlos III deparó a los españoles el reinado más fructífero y positivo de todo el siglo. Para los madrileños en concreto con las grandes obras y embellecimiento de la ciudad, haciendo de ella una digna capital de un reino, ha quedado para siempre en el recuerdo como “El mejor alcalde de Madrid” Obras como la Puerta de Alcalá, de Sabatini, Museo del Prado del arquitecto Juan de Villanueva. Las fuentes de Neptuno y Cibeles y la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones, tres grandes grupos escultóricos diseñados por Ventura Rodríguez para el Salón del Prado. El Museo del Prado del año 1785. En principio no había de funcionar como pinacoteca, sino que se trataría del Gabinete de historia natural. De Juan de Villanueva. Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico, que aún hoy podemos visitar. Todo ello inmerso en los jardines del Buen Retiro. Carlos III hizo que desaparecieran las grandes fiestas palaciegas, que habían sido tan numerosas. Fue el símbolo del Despotismo Ilustrado, impulsor de los grandes proyectos ministeriales, reforma fiscal, creación del primer banco Nacional, fomento de la industrialización, las comunicaciones y la colonización, patrocinio de las academias y de las asociaciones de amigos del país. A poco de llegar contó con Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, hombre imbuido del pensamiento ilustrado que trabajó por el saneamiento de la hacienda pública y el recorte de las clases privilegiadas.
Después del famoso “Motín de Esquilache”, emboscada en la que el rey no pudo apoyarle, marchó al exilio. Le sucedió Pedro de Abarca, conde de Aranda, militar efectivo y adecuada para pacificar los disturbios ocasionados por las clases altas soliviantadas por la pérdida de sus privilegios, y unas clases populares que los combatían. Grandes ministros reformistas fueron Pedro Rodríguez de Campomanes y José Moriño, marqués de Floridablanca. Desde sus puestos contribuyeron a la modernización de la administración y del pensamiento político español. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” era el lema de los que pertenecían al Despotismo Ilustrado europeo. Es decir que la clase gobernante participaban que el monarca y el Estado eran garantes de la seguridad y bien del pueblo. Pero sin la participación de éste. De este modo el país estaba dirigido por un reducido número de personas y el rey gobernaba prácticamente sin intermediarios y sin tener que responder de sus actuaciones. Las medidas gubernamentales alcanzaban desde las esferas políticas y económicas a las religiosas, sociales y educativas. Esquilache y el arquitecto italiano Sabatini fueron los encargados de hacer de Madrid una ciudad limpia, y a la altura de las grandes capitales europeas. Se instalaron farolas de aceite, se empedraron las calles, se implantó la evacuación de basuras, se potenció el alcantarillado. También se diseñaron paseos y se levantaron numerosos edificios y monumentos públicos. Aunque a menor escala esta política se extendió también a otras ciudades. Para conseguir el dinero necesario Esquilache potenció el rescate de rentas y propiedades enajenadas anteriormente y lo más importante inició una persecución de los fraudes que solían hacer al fisco las clases altas aprovechando sus privilegios. La jerarquía eclesiástica y la alta nobleza, muy poderosa, iniciaron una campaña de desprestigio contra Esquilache, que, al coincidir con una época de malas cosechas, se sumó a ella la clase popular. Se había liberado el precio de los cereales, lo que favoreció la especulación, el alza de precio y por tanto el descontento popular. Finalmente, con la excusa de un bando poco importante que prohibía el sombrero de ala ancha y la larga capa castellana, porque favorecían la delincuencia, fue el detonante, manipulado, para el Motín que dio como resultado el exilio del ministro, y otras medidas de carácter económico. Luego se inició una investigación para averiguar los verdaderos promotores de la revuelta y desde el principio la animadversión que tenían contra la Compañía de Jesús hizo que los investigadores les señalaran como los instigadores de los motines. Ya Portugal y Francia habían decretado la expulsión de la Orden y eran una idea de los ilustrados europeos. Incluso dentro de la propia Iglesia. Los Jesuitas eran un grupo de presión contra Carlos III, por lo que fueran o no los culpables firmó la ley de expulsión y la confiscación de todos sus bienes. Unos dos mil de España y otro tanto de América fueron embarcados hacia Roma. Años después estos gobiernos consiguieron del papa la disolución de la Orden en 1773. La Iglesia era un estamento de mucho poder y la política de Carlos III no pretendía combatir a la Iglesia, pero no mantener un estado dentro de otro estado. El enfrentamiento en nuevos conflictos bélicos hacía necesaria la recaudación. Se creó la Lotería Nacional, se emitió deuda pública. Las dificultades con las comunicaciones con América a causa de la guerra con Inglaterra, impedía la recaudación y la llegada de productos. En el interior una mala red de comunicaciones dificultaba la distribución. Se construyeron caminos y canales (de riego y navegables como los de Aragón y Tauste y el Canal de Castilla). La política internacional española se centraba fundamentalmente en la defensa de los territorios americanos. Los intereses de la Europa central hace tiempo que habían desaparecido. Entre 1754 y 1763 se libró la llamada “Guerra de los Siete años”, que estaban implicados la mayoría de las potencias de Europa, aunque España se incorporó en 1761. Afectó también a Norteamérica, Centroamérica, parte de África, y Filipinas. Pero los principales contendientes fueron Inglaterra y Francia. Carlos III se ofreció como mediador, pero no fue atendido por Inglaterra que, al contrario, aumento sus ataques a buques y posesiones españolas en América. Esto hacía peligrar la seguridad del Virreinato de Nueva España en México. En tal estado de cosas se llegó a una alianza Hispanofrancesa, el Tercer Pacto de Familia (1761), lo que supuso aliarse con el bando perdedor. Al finalizar la guerra Francia lo había perdido todo en América, mientras que España mantenía intacto su Imperio. A raíz de la sublevación de las trece colonias inglesas en el norte de América desde 1763 existía con Inglaterra una paz tensa. Invadieron las islas Malvinas, que con el tiempo abandonaron. La ayuda española al principio era la excusa para lograr Menorca y Gibraltar, en manos inglesas, a cambio de neutralidad. Segura de su superioridad naval, Londres rechazó la oferta y a través del Pacto de Familia se entró en la guerra con la invasión de Florida y Honduras. Pero el asedio a Inglaterra dificultó las maniobras navales inglesas y favoreció el abastecimiento de los independentistas americanos y ayudó a su victoria. España recuperó Manila y La Habana y devolvió Sacramento a Portugal. Derrotada militarmente Inglaterra en Norteamérica, e imposibilitada de cualquier movimiento en Europa, un vertiginoso ascenso de la revolución industrial a causa del bloqueo del Canal se vio obligada en 1783 a concertar, la Paz de Versalles. Inglaterra reconoció la independencia de los Estados Unidos y devolvió a España algunos territorios salvo Gibraltar. España consiguió logros y enjugaron las pérdidas, sin embargo, produjo profundas perturbaciones en el comercio con América y la independencia estadounidense influyó poco a poco en los ilustrados americanos, lo que tres décadas después comenzó el proceso de emancipación de los virreinatos americanos. Cincuenta años de reinado, entre Nápoles y España, son muchos años de trabajo arduo y Carlos III, aunque estaba al tanto de los asuntos importantes fue lentamente retirándose. Estaba viudo, sus hermanos habían muerto salvo Luis, cuyas relaciones eran pocas. Con su hijo Carlos, el futuro heredero, su trato no era muy interesante de los que debía ser. El invierno de 1788 iba a ser el último para Carlos y para la Ilustración en España. El 14 de diciembre de 1788, falleció sin estar senil. Al morir Carlos III se terminaron las reformas de la Ilustración en España, y al año siguiente estallaría la Revolución Francesa, lo que marcaría sin duda el reinado de su hijo, Carlos IV, marcando una etapa diferente.

lunes, 18 de marzo de 2019

28- FERNANDO VI - LA ILUSTRACIÓN

En la década de 1740 España no participó en las batallas del centro de Europa que tenían Inglaterra y Austria contra Sajonia y Baviera, que tenían la ayuda de Francia y España, dado por el Pacto de Familia. La condición española era no firmar la paz con Inglaterra si no se conseguía Menorca y Gibraltar. Francia finalmente incumplió el pacto firmando la paz en 1748, sin mencionar siquiera esos territorios arrebatados a España. Pero Felipe V había fallecido antes, en 1746 y le sucedió su hijo Fernando VI. Sabemos que Felipe V se había casado en segundas nupcias con Isabel de Farnesio, una arpía. La cosa se afianzó más con Fernando VI, hijo de Felipe de su primera mujer. 
FERNANDO VI 
“Paz con todos, guerra con ninguno”, ese fue su lema. A pesar de lo negativo de las condiciones apostó por la terminación de la guerra en que España estaba metida y en la neutralidad. Nombró ministros competentes, gente capaz, ilustrada, con ganas de trabajar y visión de futuro, que pese a las contradicciones y vaivenes del poder y la política hizo de nuestro siglo XVIII, posiblemente, el más esperanzador de la dolorosa historia de España. Destacó José de Carvajal, el marqués de la Ensenada (Zenón de Somodevilla). En aquella primera media centuria se favoreció las ciencias y las artes, se creó una marina moderna y competente, y bajo protección real y estatal se fundaron las academias de la Lengua, de Medicina y la Biblioteca Nacional. El marqués de la Ensenada resultó un fuera de serie: culto, competente, activo, prototipo del ministro ilustrado, que mantuvo contacto con los más destacados científicos y filósofos europeos, fomentó la agricultura nacional, abrió canales de riego, perfeccionó los transportes y comunicaciones, restauró la Real Armada y protegió cuanto tenía que ver con las artes y las ciencias. Negociador del Concordato con la Santa Sede en 1753 que limitó el dinero que se enviaba anualmente a Roma y permitió la designación por parte del rey de la más importante clerecía. Fue uno de esos grandes hombres, con los que los españoles tenemos una deuda inmensa y del que, por supuesto, para no faltar a la costumbre, ningún escolar español conoce hoy el nombre. Pero todos esos triunfos y avances tuvieron su resistencia, el interior fue el sector más reaccionario de la Iglesia que veía la Ilustración como quién ve a Satanás. El exterior, como no, Inglaterra, el peor y más vil enemigo que tuvimos durante todo el siglo XVIII. Ya hablaremos de los hijos de la Gran Bretaña.

Estatua de Fernando VI Madrid. 
Fernando VI fue un hombre que buscó la paz y el progreso para España, siempre con las amenazas conspiratorias de su malvada madrastra la de Farnesio a la cual desterró a La Granja de San Ildefonso. Europa estaba en la época de la ilustración y modernidad, mientras España sacaba poco a poco la cabeza del agujero, se creaban sociedades económicas de amigos del país y la ciencia, la cultura y el progreso se ponían de moda. Pero había adversarios, los de siempre, que no querían perder sus prebendas, así como así, los sectores ultraconservadores de la iglesia católica, que llevaban siglos montados en la burra. Por lo que, desde púlpitos y confesonarios, los sectores radicales de la institución procuraban desacreditar la impía modernidad reservándola todas las penas del infierno. Pero también había entre la clase eclesiástica gente con ideas avanzadas. El problema era que la ciencia, les desmontaba dogmas y consignas para ellos irrefutables. Reacios a perder su influencia, seguían defendiéndose como gatos panza arriba. En otros países como Inglaterra y Francia los hombres de ciencia gozaban de atención y respeto, pero España en eso era diferente, la Inquisición podía caerles encima si pretendían basarse en la experiencia científica antes que en los dogmas de fe. Por ejemplo, sucedió la barbaridad de Jorge Juan y Ulloa, los dos marinos científicos más brillantes de su tiempo, a la vuelta de medir el grado del meridiano en América tuvieron que autocensurarse en algunas conclusiones para no contradecir a los teólogos. Y así llegó a darse la circunstancia siniestra de que en algunos libros de ciencia figurase la pintoresca advertencia: “Pese a que esto parece demostrado, no debe creerse por oponerse a la doctrina católica”. Ésa, entre otras, fue la razón por la que mientras otros tuvieron a Newton, Voltaire, Rousseau o D´Alembert, y en Francia tuvieron la Encyclopédie, aquí lo más que tuvimos fue el Diccionario crítico universal del padre Feijoo, por si nos señalaban teólogos y moralistas que dominaban las universidades y los púlpitos No obstante, también hubo hombres doctos y valientes, y dignos eclesiásticos que dieron en la correcta dirección pese a las trabas y peligros; como cuando el Gobierno decidió implantar la física newtoniana en las universidades y la mayor parte de los rectores y catedráticos se opusieron a esa iniciativa, o cuando el Consejo de Castilla encargó al capuchino Villalpando que incorporase las novedades científicas a la Universidad, y los nuevos textos fueron rechazados por los docentes. Es increíble que pudo iniciarse una red de correspondencia y libros que circulaban en la cultura europea, para traer a España a obreros especializados, inventores, ingenieros, profesores y sabios de prestigio. La otra era irse a estudiar o de viaje al extranjero, recorrer las principales capitales de Europa donde cuajaban las ciencias y el progreso, y regresar con ideas nuevas y a ver si se podían aplicar. Pero eso era para unos pocos. El pueblo llano, seguía siendo una sociedad inculta, ajena al cambio de los tiempos y por un lado seguía la España apegada a la tradición y al trono. Al altar y a las esencias patrias desechando que lo cortés no quita lo valiente, o sea que se puede ser muy español y a la vez pertenecer a la vanguardia de las ideas y la cultura. De todo hubo. El rey Fernando VI en sus 13 años de reinado, intentó siempre por todos los medios mantener la neutralidad de España en los conflictos entre Francia e Inglaterra que intentaron su implicación, primero Francia conquistó Menorca a los ingleses y la ofreció a España a cambio de su alianza, más tarde Inglaterra ofreció Gibraltar a cambio de su alianza contra Francia, Fernando VI había visto tantas guerras innecesarias, provocadas por las ambiciones de su madrastra, que evito su implicación en cualquiera por muy bien que le sirviesen las propuestas. Fernando sufría, como su padre, crisis de melancolía, carácter indolente y una esposa a la que idolatraba, Barbara de Braganza. Cuando ella murió, en 1758, Fernando se volvió tremendamente melancólico, (con lo cual le quedó el mote) permaneciendo encerrado en Villaviciosa de Odón (Madrid), donde paso a sumirse en profunda locura. Un año entero en que Isabel de Farnesio volvió de su destierro y despachaba cartas a su hijo, Carlos, rey de Nápoles, informándole de su pronta coronación en España. La administración quedo paralizada en una España sin rey, pese a lo cual la monarquía siguió funcionando gracias al impulso acumulado en años anteriores hasta que llegó de Nápoles su hermanastro Carlos, el futuro Carlos III, para hacerse cargo del trono español tras el fallecimiento de Fernando VI, el 10 de agosto de 1759.

viernes, 15 de marzo de 2019

27- LUIS I - (1721)

Felipe V se había casado con María Luisa Gabriela de Saboya la cual le dio cuatro hijos, Luis, Felipe, que murió siendo un niño, el infante Felipe Pedro y  Fernando. Pero desde su alumbramiento, la Reina no recuperó la salud y murió el 14 de febrero del año siguiente. Felipe V se sumió en un estado de postración serio de melancolía, a causa de la defunción de su esposa por una tuberculosis.



LUIS I DE ESPAÑA 
Luis era el primogénito y por lo tanto el heredero al trono de España. Nació en Madrid, el 25 de agosto de 1707 y fue rey de España desde el 15 de enero de 1724 hasta su muerte siete meses después. 
Por entonces la Guerra de Sucesión (1702-1713) entraba en una fase especialmente dura y adversa para la causa borbónica, que empezaría a recuperar el terreno perdido a finales de 1710. Por su parte, Luis, ya príncipe de Asturias, iba creciendo. El mismo día que cumplió siete años tenía lugar la firma de las capitulaciones matrimoniales de su padre con la que sería su segunda esposa, Isabel de Farnesio, cuya llegada a Madrid supuso un cambio en el círculo personal y palatino del Rey, con la aparición de un nuevo elemento en las inmediaciones del poder, el cardenal Julio Alberoni, que pondría especial énfasis en la recomendación a la nueva Soberana de que tratara con toda deferencia y consideración a los hijos del primer matrimonio de su marido, especialmente a Luis, de cuya educación se lamentaba. Luis acompañó a su padre en los desplazamientos de la Corte a los Sitios Reales, participando activamente en las cacerías de su padre, circunstancia severamente criticada entre las gentes, pese a no tener más de nueve años.


ISABEL DE FARNESIO 
Isabel de Farnesio y Alberoni, eran celosos de cualquier personalidad que pudiera tener una importancia que a ellos les hiciera sombra. El futuro Rey era extremadamente tímido, con poca salud, maltratado por la nueva Reina y abandonado. En 1717, la salud de Felipe V se quebrantó tanto que dio pie a intrigas y maquinaciones. Pero las intrigas no pasaron a mayores, pese a que la enfermedad real perduró todo el año y los primeros meses del siguiente, paralelamente a las maquinaciones de Alberoni en el plano internacional, a las que Luis era completamente ajeno, limitándose a acompañar a su padre a la campaña de 1719, otra decepción más para Felipe V, que tuvo de buscar la paz sacrificando a Alberoni y adhiriéndose a la Cuádruple Alianza el 17 de febrero de 1720. Por aquellas fechas, según algunos testimonios, Felipe V ya había decidido “abandonar la corona y retirarse del mundo para pensar únicamente en su salvación y en servir a Dios”, cediendo la Corona voluntariamente a su hijo Luis.
El príncipe Luis había adquirido resistencia y agilidad como consecuencia de la vida de ejercicio al aire libre que hacía acompañando a su padre, unas condiciones físicas que evidenciaba en las demás actividades que practicaba (equitación, caza, baile y juegos del mallo y de la pelota, por los que sentían gran atracción) y que le habían dado un aspecto sano y saludable y una figura alta, delgada y delicada. 



JULIO ALBERONI 
En septiembre de 1721 se hizo público en la capital francesa el compromiso matrimonial de Luisa Isabel de Orleans, con el heredero español. Ya en la capital, se descubrieron signos inquietantes sobre la salud de la princesa recién llegada, pues padecía una erisipela. Luis y su esposa recibieron con agrado el traslado de la Familia Real al palacio del Buen Retiro, pues les permitía salir a pasear por sus grandes jardines. Luis se debilitaba, adelgazando y palideciendo, sin fuerzas para soportar las fatigas de la caza, sin mayores preocupaciones por formarse y prepararse para las altas tareas que le esperaban. Felipe V, sorprendió a todos el 10 de enero de 1724 al abdicar a favor de su hijo primogénito, decisión que comunicó al Consejo de Castilla y que sólo había anticipado a Isabel de Farnesio, a su confesor y a su primogénito. Una decisión que se ha explicado de diversas formas, siendo la más difundida la de situarse en condiciones de ocupar el trono de Francia llegado el caso. Luis se convirtió así en Rey, siendo conocido como el Bien Amado y accediendo al trono sin que las Cortes fueran convocadas, si bien su popularidad entre el pueblo era indiscutible e incuestionable. Se creó por Felipe V una especie de junta o gabinete para asesorarle. Creada con hombres de su confianza, antes de retirarse con Isabel de Farnesio y el marqués de Grimaldo al palacio de San Ildefonso en La Granja. De esta forma, Felipe V pudo seguir controlando el gobierno, sin ninguna opción para su hijo, que consultaba todos los asuntos y decisiones con sus progenitores, pues su ignorancia política era completa, ya que carecía totalmente de experiencia en este sentido. Por lo que, en realidad, no hubo ninguna modificación ni cambio en la política española. Luis I y su esposa se trasladaron desde El Escorial a Madrid, donde realizaron la entrada en medio de una gran acogida popular. Al día siguiente, 8 de febrero, acudieron a la basílica de Atocha. Un día después, el 9, fue proclamado como Luis I. Llegó a Madrid, enviado por el duque de Borbón, el primer ministro de Luis XV, en una misión que tenía como objetivo lograr que Felipe V se declarara heredero de la Corona francesa, con ello se quería evitar que el Rey moría sin sucesión, la Corona francesa fuera a parar a un miembro de la familia de Orleans, de la que era enemigo declarado. La misión resultó infructuosa. Por lo demás, Luis I tenía un carácter triste por la prematura muerte de su madre y que ahora se acentuaba a consecuencia de los disgustos que le proporcionaba la conducta desordenada y extravagante de su esposa. Los caprichos de la joven Reina llegaron al extremo de que su marido la apartó durante seis días del Buen Retiro, encerrándola en una estancia del Alcázar. En agosto, el Rey enfermó de viruelas, dolencia de la que no pudo recuperarse, durante la cual su esposa le prodigó todo tipo de cuidados, contagiándose también ella. El día 31 de agosto de 1724, moría Luis I, siete meses y medio después de empezar a reinar y a los diecisiete años. En un acto de una cuestionada legitimidad, tras consulta al Consejo de Castilla y a una junta de teólogos, Felipe V volvió a recuperar el trono de España. Asumió entonces por segunda vez el gobierno de la corona española pero volvió a reinar de modo más bien nominal, pues la que se hizo cargo del cotarro fue su esposa, la reina Isabel de Farnesio, apoyada en dos favoritos que fueron, sucesivamente, el cardenal Alberoni y el barón de Riperdá.
Por otro lado Isabel de Farnesio encerró casi 22 años al príncipe Fernando y su esposa, Bárbara de Braganza que vivieron aislados de la corte y con las visitas restringidas, por orden de su madrastra, Isabel de Farnesio, ya que temía a los posibles contactos del heredero con la nobleza que propugnaban por una segunda abdicación de Felipe dado el estado del rey. No pudo Fernando salir de su encierro hasta la muerte de su padre. A todo esto, la resistencia de los sectores más cerriles de la Iglesia y la aristocracia española no podían retener la entrada de ideas. Había nuevas aires por Europa, se movía despacio hacia la razón y el futuro.
Felipe V murió la noche del 9 de julio de 1746. 

miércoles, 13 de marzo de 2019

26- FELIPE V -(4) FIN DE LA GUERRA - CATALUÑA

En Inglaterra desde el otoño de 1710 tenían un nuevo gobierno que era proclive a acabar la guerra que estaba durando demasiado sin resultados efectivos. Además en el mes de abril de 1711 murió el emperador José I de Habsburgo, siendo su sucesor precisamente su hermano, el archiduque Carlos. Éste no renunció al trono español. Carlos se marchó el 27 de septiembre de 1711 abandonando Barcelona para ser coronado emperador con el nombre de Carlos VI pero había dejado a su mujer para determinar su influencia todavía. Recién el 19 de marzo de 1713 abandonaba Barcelona con toda solemnidad la emperatriz Isabel Cristina de Brunswick habiendo nombrado antes capitán general de Cataluña a Starhemberg.

Estatua de Felipe V que nunca se colocó 
Pero la posibilidad de que apareciera un nuevo Carlos V, en la figura de Felipe V, Emperador y rey de España, incluso con el territorio americano y aliado de Francia, no gustaba a la "Gran Alianza".Comenzaron a ver que sería más interesante dejar que reinara Felipe en España y así no unir todo ese poder en una persona.
Inglaterra inició las negociaciones para establecer la paz cuanto antes. Francia atravesaba momentos económicos difíciles y era una oportunidad. Luis XIV negoció en secreto con Inglaterra que si reconocían a Felipe como rey de España sería a cambio de Gibraltar y Menorca incluso algunas ventajas en Hispanoamérica. Las negociaciones se iniciaron formalmente en enero de 1712, a la que España no asistía. En noviembre de 1712 Felipe, ante las Cortes, renuncia a sus derechos al trono francés, mientras los otros príncipes franceses hacían lo mismo respecto al español ante el Parlamento de París, lo cual eliminaba el último punto que obstaculizaba la paz. El 11 de abril de 1713 se firma la Paz de Utrech. Inglaterra fue la más beneficiada, pues consiguió Gibraltar, Menorca, el comercio de esclavos y el permiso de navío en América. Portugal consiguió la Colonia Sacramento, (la actual Uruguay), Holanda se hizo con lo que habían sido los Países bajos y la isla de Sicilia, y Francia no hizo ninguna concesión. Es decir, que se repartieron entre todos las posesiones españolas, rompiendo Francia así el acuerdo que había llegado con Carlos II al otorgar a Felipe la defensa del Imperio, que quedó de esta forma totalmente maltrecho. 
Felipe V obtiene el reconocimiento como rey de España y de las Indias por parte de la Gran Alianza. Las tropas austriacas se marchan del principado de Cataluña en junio de 1713. A partir de ahí las Cortes catalanas debían decidir si se entregaban a Felipe V, tal como habían pactado una semana antes los representantes imperiales y borbónicos en el Convenio de Hospitalet. La Diputación de Cataluña proclamó la resistencia. La nobleza se opuso prestando obediencia a Felipe V. También el clero y las ciudades de Vich y Valls. Se editó un folleto en el que se justificó seguir la lucha, no por defender la secesión sino un estado federal y por la lucha de la libertad de España.
Las tropas borbónicas sitiaron Barcelona a finales de julio de 1713. en las luchas por ambos bandos se cometieron atrocidades, quemados, torturados, etc.

Sitio de Barcelona - 1714
En abril de 1714 comenzó el bombardeo de Barcelona por la artillería borbónica que no pararía hasta su rendición, que se produciría el 14 de septiembre de 1714.
Durante el sitio de Barcelona por las tropas de Felipe V, todos, sitiadores y sitiados, ven claramente que la ciudad tiene los días contados porque el asedio es poderoso y los límites de la resistencia de los defensores están a punto de alcanzarse. Por ello, sus propias autoridades lanzan un último llamamiento a los defensores y demás habitantes de Barcelona para que acudan a las murallas rotas para el esfuerzo final. Pero al poner un plazo para ello y la condición de que aparezcan fuerzas suficientes para continuar la lucha, están revelando que lo que desean es agotar la última posibilidad y llegar a negociaciones sobre los términos de la rendición.
Proclaman sus deseos con un escrito que finaliza así. “Derramar su sangre por su rey y por la libertad de toda España. Dado en la Casa de la Excelentísima Ciudad residente en el portal de San Antonio, estando presentes los citados Excelentísimos señores y personas asociadas, a 11 de septiembre, a las 3 de la tarde, de 1714.”
Cataluña no era un estado soberano en 1714, sino un territorio con algunas instituciones propias, como en cualquier otro lugar de la Europa del Antiguo Régimen, y parte constituyente de la Corona de Aragón, es decir, de España. No se trataba de una guerra entre castellanos y catalanes, sino entre partidarios de dos candidatos al trono de España. Felipe V no incorpora a Cataluña a Castilla, sino que uniformizó legislaciones y centralizó el gobierno, fenómeno general en toda la Europa de aquel tiempo.
No todos los catalanes eran austracistas ni todos los castellanos borbónicos. Muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas y en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. Cataluña no fue partidaria de Carlos siempre, pues las Cortes catalanas juraron por rey a Felipe V en 1702, tres años antes de hacer lo propio con el Archiduque Carlos tras el desembarco anglo-holandés en Barcelona.
No es cierto que en el famoso 11 de septiembre de 1714 combatieran catalanes contra castellanos, pues hubo castellanos defendiendo Barcelona del mismo modo que el ejército de Felipe V contó con miles de voluntarios catalanes. Los catalanes austracistas no eran separatistas, al contrario, presumieron de ser los más españoles de todos.
Por entonces no existía el derecho individual de cada uno para elegir en cada ocasión en qué bando luchar. Por lo tanto, hubo súbditos de Felipe V que, por decisión propia, se convirtieron ante él en reos de Lesa Majestad al haberse puesto de parte de los que querían arrebatarle la corona. Y fueron castigados conforme a los estándares europeos de aquel siglo XVIII. 
Las autoridades de Barcelona finalmente se rinden a las tropas de Felipe el 11 de septiembre de 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron el 11 de julio de 1715. 
Las instrucciones precisas de Felipe V sobre el trato que debía dar a los resistentes cuando la ciudad cayera, en las que se decía que "se merecen ser sometidos al máximo rigor según las leyes de la guerra para que sirva de ejemplo para todos mis otros súbditos que, a semejanza suya, persisten en la rebelión". Así como el rey castigó la deslealtad, premió la lealtad de diversos modos. Por ejemplo, Cervera (Lérida) fue agraciada con la única universidad autorizada en Cataluña, y el escudo de Murcia recibió un león coronado que sujeta una flor de lis y un lema laudatorio, en reconocimiento del apoyo que había prestado al rey. Honores similares fueron concedidos a otras localidades españolas. 
El rey estaba casado con su prima María Luisa de Saboya, pero ésta murió en febrero de 1714, dejando cuatro hijos, el mayor Luis sería el futuro rey Luis I. Felipe V se casó en diciembre del mismo año con Isabel de Farnesio, una aristócrata italiana. 
Felipe V en el tema cultural fue un buen rey. Bajo su gobierno la arquitectura brilló con luz propia. Ordenó la construcción del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, realmente un pequeño Versalles. Tapices, escultura, pinturas, etc. adornaron el palacio. Tras el incendio del Acazar de Madrid, ordenó la construcción de maravilloso Palacio Real. También reformó y amplió el palacio de Aranjuez. Se preocupó en la fundación de la Real Academia española, (futura de la Lengua), la Real Academia de la Historia, la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Reformó la industria naval creando astilleros y la fabricación de nuevas embarcaciones. Se mejoró el sistema fiscal. También se aumentaron los impuestos y se crearon aduanas, encargadas de recaudar los impuestos del comercio interior y exterior. 

Familia de Felipe V- Louis-Michel van Loo 
La educación también fue reformada. La enseñanza primaria siguió en manos de la iglesia. Pero la educación universitaria fue reformada a fondo. Se crearon colegios mayores, que eran administrados por el Estado, como el Colegio de Minería; en ellos se implantó el sistema de provisión de becas. Las academias científicas completaron las reformas en este campo. 
Felipe V también tenía lo suyo. En octubre de 1717 sufrió un ataque de histeria cuando salió a cabalgar: creía que el sol le atacaba. El carácter del Rey siempre había oscilado con rapidez de la euforia a la depresión. A partir de entonces, el Rey no era un ser normal. No se dejaba cortar por nadie el cabello ni las uñas. Así, las uñas de los pies le crecieron tanto que llegó un momento que ya no podía ni andar. Creía que no tenía brazos ni piernas. Y que era una rana. 
Abdicó en su hijo Luis I, el 25 de enero de 1724. Nos salió golfo y putero pero por suerte murió pronto, a los 18 años reinando menos de un año. Felipe V volvió a reinar de modo más bien nominal, pues la que se hizo cargo del cotarro fue su esposa, la reina Isabel de Farnesio, que hacía lo que le salía del mismísimo, apoyada en dos favoritos que fueron, sucesivamente, el cardenal Alberoni y el barón de Riperdá.
 
ISABEL DE FARNESIO 
Todo podía haberse ido otra vez con mucha facilidad al carajo, pero esta vez hubo suerte porque los tiempos habían cambiado. Europa se movía despacio hacia la razón y el futuro. La resistencia de los sectores más cerriles de la Iglesia y la aristocracia española no podían retener la entrada de ideas. Había nuevas aires por Europa. Con Felipe V España estuvo en varios conflictos de los que no sacó malamente, pero en el interior las cosas acabaron mejorando mucho, en aquella primera mitad del siglo XVIII donde por primera vez en España se separaron religión y justicia. Y aquel país reducido a seis millones de habitantes, con una quinta parte de mendigos y otra de frailes, monjas, hidalgos, rentistas y holgazanes, la hacienda en bancarrota y el prestigio internacional por los suelos, empezó despacio a levantar la cabeza. Felipe V murió la noche del 9 de julio de 1746. 

LA MASONERÍA Y LA INDEPENDENCIA DE PAÍSES AMÉRICANOS

La masonería se expandió en Sudamérica a partir del siglo XIX, coincidiendo con los movimientos independentistas. Ofreció a los líderes crio...