La puñetera leyenda negra ha esparcido, entre otros bulos,
que el Imperio español persiguió y condenó al olvido a la lenguas indígenas
americanas hasta su práctica desaparición. Es falso, fue todo lo contrario. Hay
que destacar que sí hubo diversos esfuerzos por parte de las autoridades
españolas durante algunos períodos en promover y fomentar el uso oficial de
algunas de estas lenguas. Prueba de ello son las publicaciones de las
gramáticas en lenguas indígenas como el náhuatl o el quechua, entre otras
muchas.
El colegio de Santa Cruz fundado por franciscos en agosto de
1533 en Tlatelolco (actual México), tuvo como principal objetivo la preparación
de jóvenes indígenas para el sacerdocio. En este colegio, los sacerdotes
utilizaban tres idiomas: español, náhuatl y latín. Durante los 70 años de su
funcionamiento, esta institución produjo numerosos pensadores indígenas que
ocuparon las esferas de la intelectualidad del Virreinato de Nueva España.
Entre ellos encontramos al ilustre Andrés de Olmos, quien fuera el autor de la
primera gramática publicada de náhuatl en 1547 titulada el Arte de la lengua
Mexicana. De esta manera, el náhuatl se convirtió en la primera lengua indígena
en poseer una gramática, antes incluso que el francés.
A pesar del trabajo desarrollado por estos religiosos, el
monarca Carlos I prohibió la enseñanza del náhuatl en los territorios de Nueva
Galicia (actuales estados de Aguascalientes, Guanajuato, Colima, Jalisco,
Nayarit y Zacatecas) en 1550 al considerarla una práctica peligrosa. Sin
embargo, su sucesor en el trono Felipe II fue convencido por los franciscanos
de la importancia de esta lengua para enseñar a la población indígena. Como
consecuencia de este hecho, este rey emitió una cédula real o decreto en 1570
con el objetivo de convertir el náhuatl en el idioma oficial de Nueva España y
así facilitar la comunicación entre la comunidad indígena.
A través de esta medida, la enseñanza en náhuatl se extendió
hasta las actuales tierras de El Salvador. Es por esta razón por la que muchas
zonas conservan sus nombres en esta lengua a pesar de que no se utilizaba por
la comunidad indígena antes de la conquista. Durante los siglos XVI y XVII, el
náhuatl se convirtió en el lenguaje literario escrito. Es de destacar la labor
del sacerdote franciscano Bernardino de Sahagún quién compiló una obra
etnográfica masiva sobre los nahuas, conocida actualmente como el Códice
florentino. Fernando Alvarado Tezozómoc escribió su historia seminal de
Tenochtitlan, llamada la Crónica Mexicayotl. Otros autores se encargaron de
recopilar canciones en náhuatl y publicaron diccionarios y gramáticas. Se llegó
incluso a traducir la Biblia, pero quizás la obra más importante sea el texto
náhuatl del Huēyi Tlamāhuizōltica, que narra la aparición de la Virgen de
Guadalupe en la colina de Tepeyac. La importancia que se le dio al estudio de
las lenguas indígenas fue fundamental, tal y como afirma Santiago Muñoz
Machado: “Tan solo en México a fines del siglo XVI se publicaron 109 obras
dedicadas a las lenguas indígenas.” Santiago Muñoz Machado, es el director de
la Real Academia Española.
Durante 150 años, el uso del náhuatl escrito fue muy intenso
utilizándose en testamentos, obras de teatro, poemas, himnos religiosos y otros
documentos. Hasta la misma Sor Juana Inés de la Cruz compuso un par de poemas
en esta lengua. No obstante, no todos compartieron esta visión. En 1696, el rey
Carlos II de España, el último de las dinastía de los Habsburgo, prohibió en
sus dominios el uso de cualquier idioma que no fuera el español. Más tarde,
Carlos III trató de borrar la impronta del náhuatl en la literatura y en la
vida pública. Hoy en día, ciertas personas ven al náhuatl como un contrapeso a
la lengua española impuesta por los conquistadores. Sin embargo, de alguna
manera este idioma también se extendió a otras zonas como resultado de la
política imperial del Virreinato.
En la región de los Andes, se hablaba multitud de lenguas
antes de la conquista española. A mediados del siglo XVI convivían diferentes
idiomas como el quechua, el aimara, el mochica, el puquina, entre otros. Este
plurilingüismo suponía un obstáculo para la evangelización de los pueblos
indígenas. Por esta razón, los misioneros españoles concedieron prioridad al
idioma quechua para la enseñanza y la promoción de la evangelización. Prueba de
ello, es la publicación en 1560 en Valladolid de la “Grammatica o arte de la
lengua general de los indios de los reynos del Perú” y Lexicón o vocabulario de
la lengua general del Perú por el misionero español Domingo de Santo Tomás.
Esta obra fue escrita mientras este religioso cuando se encontraba en la
parroquia de Santo Domingo de Real Aucallama en el valle de Chancay (actual provincia
de Huaral).
El objetivo de la gramática de Domingo de Santo Tomás era
doble, por una parte mejorar la comunicación entre los sacerdotes y los
feligreses y por otro lado demostrar que el quechua no era una lengua ‘bárbara’
como algunos escépticos afirmaban sino que poseía una complejidad similar a la
del latín o el español. El estudio de esta lengua provocó que se extendiera a
otras zonas donde no se hablaba con anterioridad. En 1580, el rey Felipe II
emitió una cédula real por la cual se creaban cátedras de lenguas indígenas en
las Universidades de Lima y México. El conocer dichas lenguas se convirtió en
un requisito indispensable para ejercer de predicador. Los sacerdotes no sólo
compusieron doctrinas cristianas o sermones, sino que también procedieron a
estudiar todo lo relacionado con la estructura del quechua.
UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS-LIMA- (1551)
Primera Universidad del Continente americano
Más delante en 1586, salió a la luz el Arte y vocabulario en
la lengua general del Perú llamada Quichua, y en la lengua Española, una de las
primeras obras impresas en Lima por Antonio Ricardo. Posteriormente, el jesuita
Diego González Holguín publicó en 1607 Gramática y arte nueva de la lengua
general de todo el Perú, llamada lengua Qquichua, o lengua del Inca. Los
misioneros tomaron como referencia las descripciones que existían en latín,
aunque ello no significó que siguieran estrictamente el marco teórico
grecolatino pues se trataba de describir lenguas no indoeuropeas. A partir de
la redacción de las primeras gramáticas, se fueron sucediendo otras muchas
inspiradas en sus predecesoras. Todo ello ocasionó que el quechua no cayera en
el olvido durante la época virreinal. Posteriormente, la expulsión de los
jesuitas en 1767 bajo el reinado de Carlos III tendría grandes consecuencias
para las comunidades indígenas. La política de la dinastía borbónica primó el
uso del español sobre otras lenguas, algo que imitarían las nuevas repúblicas
nacidas tras la emancipación de Hispanoamérica hasta tiempos más recientes.
Además del náhuatl y el quechua, durante la época virreinal
se publicaron otras gramáticas de lenguas indígenas tales como el aimara, el
chaima, el guaraní, el totonaca, el otomí, el purépecha, el zapoteca, el
mixteca, las lenguas maya, el mapuche y otras muchas.
Cuando España llega a América también funda escuelas y
universidades pero no para difundir el castellano, sino las lenguas indígenas.
No todas las lenguas indígenas, sino sólo aquellas que tenían mayor número de
hablantes según las zonas, náhuatl, quechua, etc. De esta manera se conseguía
simplificar la labor de los misioneros que sólo necesitaban aprender una lengua
antes de trasladarse a América.
Esta actitud de la Corona española se debía a que el
objetivo principal era su cristianización y consideraron que sería más fácil
enseñarles la religión católica en su propia lengua que en español. Por ese
motivo, cuando en 1800 se independizan de los virreinatos españoles, pocos son
los hispanohablantes, solo los hijos de españoles, los criollos. Sólo cuando
los nuevos gobiernos independientes establecen que el español es la lengua de
las nuevas repúblicas empezará a aumentar el número de hispanohablantes en
América.
Naturalmente, esta labor educativa estuvo acompañada de las
publicaciones necesarias que hiciesen posible esa tarea.
La enorme cantidad de obras publicadas durante el Siglo de
Oro destinadas a estudiar, sistematizar y difundir el español es equivalente a
la cantidad de obras publicadas para estudiar, sistematizar y difundir las
lenguas con las que entró en contacto el español en América.
Los primeros estudios sobre las lenguas indígenas
americanas, seguían aproximadamente la estructura que Nebrija había dado a sus
obras (que a su vez seguían la estructura de las gramáticas del latín y el
griego): prosodia, morfología, sintaxis y ortografía. Sin embargo, se
encontraron con grandes dificultades al intentar describir con estas normas
grecolatinas unas lenguas que poseían estructuras absolutamente diferentes.
Algunas de estas lenguas eran aglutinantes, por lo que se hacía difícil la
descripción de la morfosintaxis; otras poseían fonemas nasales, guturales o
tonales desconocidos en las lenguas indoeuropeas, lo cual dificultaba su
transcripción gráfica por carecer de signos que representasen esos sonidos.
Problemas similares tuvieron los redactores de vocabularios
y diccionarios al intentar describir con conceptos del español (español, árabe,
latín, griego y hebreo) la realidad americana.
Hay que reconocer la habilidad de estos autores al conseguir
acomodar las características de las lenguas nativas americanas dentro del molde
grecolatino heredado de Nebrija. No obstante, podemos imaginar las limitaciones
que tienen estas gramáticas y vocabularios a la hora de reflejar la gramática y
el vocabulario de estas lenguas indígenas.