sábado, 1 de noviembre de 2025

CAIDA DEL IMPERIO ROMANO - HISPANIA

El pueblo astrogodo de los Tervingios apelaron al emperador romano Valente para que le permitiera establecerse con su pueblo en la orilla meridional del Danubio, donde esperaban refugiarse de los hunos que eran enemigos.

Valente se lo permitió, sin embargo, estalló el hambre, y Roma no estaba dispuesta a proporcionarles la comida que les prometieron, ni tampoco la tierra; se produjo una revuelta que llevó a seis años de saqueo y destrucción en los Balcanes, la muerte de un emperador romano y la aniquilación de todo un ejército romano. La batalla decisiva fue la de Adrianópolis, en 378, en la que los tervingios derrotaron al ejército del Imperio romano de Oriente mandado por el emperador Flavio Julio Valente, que murió en la batalla. Fue este el último combate en el que se emplearon las clásicas legiones.
Los alanos fueron destrozados, más adelante, por los visigodos que, muerto su rey y destruido el reino, los pocos que quedaron se acogieron al patrocinio del rey de los vándalos, que se había retirado a la Gallaecia. En 418 derrotaron a los vándalos silingos en la Bética. Alanos y silingos, como pueblos independientes, desaparecieron para siempre.
Los visigodos en Hispania con su caudillo Valia (o Walia) al frente, cumpliendo lo que habían prometido a Constantino: liberar Hispania de los vándalos asdingos y silingos y de suevos y alanos. Sin embargo, esta segunda invasión acabó de hecho con las esperanzas de la población hispanorromana, que siempre había confiado en una milagrosa recuperación del Imperio.

Quedó así Hispania despejada para que los suevos fueran el poder predominante, más asentados que vándalos y alanos, no desaprovecharon la oportunidad de expandir su reino ocupando primero las comarcas abandonadas por los asdingos, en 422, y la mitad de Gallaecia para luego bajar por el valle del Tajo y del Guadiana y llegar a establecer guarniciones en Lisboa y en Mérida, en 439. Para esta expansión partían desde su afianzado asentamiento en la Gallaecia, que les proporcionaba una retaguardia segura. Además sus reyes, de religión católica, eran vistos por muchos hispanorromanos como un alivio frente a los desmanes de alanos y vándalos, de religión arriana oficialmente, pero que la mayoría de las veces resultaban ser simplemente paganos.
Las tropas visigodas cruzaron los Pirineos y en 456 capturaron al rey Requiario, relegando a los suevos al territorio comprendido entre las actuales Galicia, parte de Asturias y León y la mitad norte de Portugal. El reino suevo se mantuvo independiente hasta finales del siglo VI. El resto del territorio peninsular era de control visigodo. El reino suevo perduró con altibajos hasta el año 585. Los visigodos ya llevaban asentados más de un siglo.

VISIGODOS

En el  414, el general romano Constancio atacó al rey visigodo Ataúlfo, que proclamó de nuevo emperador a Atalo. Ataúlfo fue forzado por Constancio a refugiarse en Hispania.
Atalo, perdiendo otra vez la ayuda de los visigodos, fue capturado y depuesto. Aquí es donde nace la monarquía en Hispania, con el rey visigodo Ataúlfo.
En 415, en virtud de un pacto (foedus) celebrado entre el emperador romano Honorio y el rey  visigodo Walia, los visigodos se asentaron en la provincia romana de Aquitania Secunda, en el sur de las Galias. Para frenar el avance, el Imperio romano de Occidente autorizó a los visigodos a asentarse y controlar territorios de Hispania. Los visigodos recibieron tierras donde establecerse, a cambio de la obligación de defender el Imperio frente a los enemigos, las “bagaudae” (rebeliones),  y otros pueblos germánicos.

Los visigodos constituyeron un reinado en suelo imperial, con capital en Tolosa, (Toulouse) que perduró hasta el 507 en la batalla de Vouillé entre francos y visigodos, con derrota de estos, que tuvo como consecuencia el traslado del reino visigodo de Toulouse actual en       Francia, a Toletum,(Toledo) en Hispania.  Y aquí permanecería hasta la invasión musulmana en el 711.
El Imperio Romano de Occidente había desaparecido en el 476, y los visigodos alcanzaron su independencia. En ningún momento los visigodos se consideraron invasores ya que su asentamiento en Hispania había sido legalizado por el ya muerto Imperio Romano de Occidente. La población autóctona, hispano-romanos tampoco los vio como invasores.
Odoacro, rey de los hérulos, tribu germana que procedía de Escandinavia, derroca al último emperador de Roma, Rómulo Augústulo, en septiembre del 476. Este hecho marca el fin del Imperio Romano: desaparece el imperio occidental mientras que el imperio oriental bizantino sobrevive hasta la caída de Constantinopla, en 1453.
La caída del Imperio Romano en el año 476 d.C. marcó un hito en la historia europea. Fue un evento que cambió el rumbo de un continente y dio lugar a una era de transformaciones profundas conocida como la Edad Media.

PINTURA EXALTANDO LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO 
Con la caída de Roma, Europa Occidental se sumió en un profundo vacío de poder. Las estructuras políticas y administrativas romanas desaparecieron, dejando a las provincias occidentales en manos de una variedad de grupos bárbaros, entre ellos los visigodos, ostrogodos, vándalos y francos. Estos grupos establecieron sus propios reinos y sistemas de gobierno en las tierras que alguna vez fueron parte del Imperio.
El colapso de la autoridad romana llevó al surgimiento del feudalismo, un sistema en el que los señores feudales gobernaban sus territorios a cambio de servicios militares y lealtad de sus vasallos. Esto condujo a una sociedad altamente estratificada, con una nobleza guerrera en la cima y campesinos en la base. La descentralización del poder político se convirtió en la norma, y la lealtad personal reemplazó en gran medida a las estructuras de gobierno centralizado.

A medida que las estructuras políticas se desmoronaban, la Iglesia Católica emergió como una institución de poder y estabilidad en Europa. Los monasterios se convirtieron en refugios de conocimiento y aprendizaje, y los monjes preservaron textos antiguos, incluidos los escritos de los filósofos griegos y romanos. La Iglesia también desempeñó un papel crucial en la conversión de los bárbaros al cristianismo, lo que contribuyó a unificar espiritualmente a Europa, que vivió un período de invasiones y migraciones continuas. Los vikingos se aventuraron desde el norte, saqueando y comerciando, mientras que los musulmanes avanzaron hacia el oeste desde el sur. Estos eventos contribuyeron a la inestabilidad y al cambio constante en las fronteras políticas y culturales.
A pesar de la inestabilidad, surgieron destellos de renovación cultural en este período. Uno de los más destacados fue el Renacimiento Carolingio, promovido por Carlomagno y su imperio franco.
Se fomentó la educación y la cultura clásica, lo que allanó el camino para el renacimiento cultural posterior.

ESTADOS CRISTIANOS-495 D.C.
La caída del Imperio Romano marcó el inicio de la Edad Media en Europa. Un período caracterizado por la fragmentación política, el feudalismo, el crecimiento de la Iglesia Católica y la migración de pueblos. A pesar de los desafíos, Europa emergió de esta época tumultuosa con una identidad cultural única y un legado de aprendizaje y desarrollo que sentó las bases para el Renacimiento y la Edad Moderna.
La caída de Roma no fue el fin, sino el comienzo de una nueva y compleja etapa en la historia europea.

viernes, 31 de octubre de 2025

CONSTITUCIÓN DE 1812

Popularmente llamada La Pepa, fue promulgada el día de San José, el 19 de marzo de 1912, por las Cortes Generales Españolas en Cádiz. Se trata de la primera Constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su tiempo. Oficialmente estuvo en vigor solo dos años, desde su promulgación hasta su derogación en Valencia el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España del borbón Fernando VII. Posteriormente se volvió a aplicar durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837.

"Promulgación de la Constitución de 1812', por Salvador Viniegra (1912).
La Constitución se aprobó durante la Guerra de la Independencia (1808 a 1814), y fue la respuesta del pueblo español a las intenciones invasoras de Napoleón Bonaparte que, aprovechando los problemas dinásticos entre Carlos IV y su hijo Fernando VII, aspiraba a constituir en España una monarquía del Imperio,  con “Los Acuerdos de Bayona”, carta otorgada por Napoleón Bonaparte a la familia Borbón, que establecía el primer texto constitucional español. Aunque era una carta otorgada con fuerte poder para el rey José Bonaparte, incluyó algunas libertades y elementos de la tradición española.  
Una monarquía satélite, como ya había hecho con Holanda, Alemania e Italia, destronando en España a los Borbones y coronando a su hermano José Bonaparte.
Pero la respuesta de los ciudadanos, jalonada por sucesos como el Motín de Aranjuez, las Renuncias de Bayona y el levantamiento de los madrileños el 2 de mayo, encerró un segundo significado para una pequeña parte del pueblo español. Sin embargo, apenas si entró en vigor, puesto que buena parte de España se encontraba en manos del gobierno de José I Bonaparte, y otra en poder Juntas opuestas a José I. El resto de los territorios de la Corona Española, los virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra contra el invasor. La Constitución establecía la soberanía en la Nación, que residía en el pueblo, ya no en el rey, se establecía una monarquía constitucional, la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey, el sufragio universal masculino indirecto, la libertad de imprenta, la libertad de industria, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones. Además, incorporaba la ciudadanía española para todos los nacidos en territorios americanos, prácticamente fundando un solo país junto a las colonias americanas. Por el contrario, el texto consagraba a España como Estado confesional católico, prohibiendo expresamente en su artículo duodécimo cualquier otra confesión, y el rey lo seguía siendo «por la gracia de Dios y la Constitución». No contempló derechos para la mujer, ni siquiera la ciudadanía, aunque hoy sería impensable este hecho, por entonces esto sucedía en los usos y costumbres de toda Europa. No obstante fue la Constitución más liberal de las existentes. Pensemos que solo eran anteriores a esta la de Estados Unidos de 1787 y la de la Revolución Francesa de 1789.

JOSÉ BONAPARTE
La España patriota, disgregada en un movimiento acéfalo de Juntas, entre levantamientos, sitios y guerrillas se unió finalmente en una Junta Central Suprema, y después en una Regencia de cinco miembros, cuyos cometidos principales fueron la dirección de la guerra y la reconstrucción del Estado. La designación de los Diputados a las mismas se realizó de manera anómala, explicable por la situación del país, y su aportación fundamental fue la Constitución de 1812. La obra de las Cortes de Cádiz combinó las tendencias constitucionales netamente españolas y la afrancesada. En efecto, la constitución enlazaba con las Leyes tradicionales de la Monarquía española pero, al mismo tiempo, incorporaba principios del liberalismo democráticos. La separación de poderes, la más rígida de nuestra historia, siguió el modelo de la constitución francesa de 1791 y la de los Estados Unidos, inspirada en el pensamiento de Montesquieu. Las Cortes se organizaban en una Cámara única, pues se temía que el clero y la nobleza consiguieran apoderarse de una Asamblea de Próceres, obstaculizando la renovación política, social y económica que se pretendía operar. Los diputados a Cortes eran elegidos mediante sufragio indirecto, siendo necesario para ser candidato poseer una renta anual procedente de bienes propios, con lo cual, el Parlamento quedaba en manos de las clases acomodadas. En lo que a los poderes del Rey se refiere, se introdujeron modificaciones sustanciales. Si en el Antiguo Régimen el Rey había ostentado su condición en virtud de un título divino, ahora lo hacía por la gracia de Dios y la Constitución. Su poder se vio limitado, conservando una participación en el Poder legislativo, con una tímida iniciativa y un veto suspensivo así como la titularidad del Poder ejecutivo, aunque sus actos debían ser refrendados por los Secretarios de despacho. Fernando VII fue de los pocos monarcas que disfrutaron de tanta confianza y popularidad iniciales por parte del pueblo español, que había luchado contra las tropas francesas por el restablecimiento de su rey al que llamaban “el deseado”.
Obligado a abdicar en Bayona por Napoleón, pasó toda la Guerra de Independencia preso en Valençay, siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas Juntas Españolas, por el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz. Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y la expulsión de José Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España.
Sin embargo, el “Deseado” pronto se reveló como un soberano absolutista. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia. Derogó la Constitución a su vuelta a España en 1814, implantando el más férreo absolutismo durante seis años.

Tras el pronunciamiento de Riego en 1820, precisamente con las tropas que debían viajar a América para detener la emancipación, el Rey juró la Constitución de 1812, iniciándose así el Trienio liberal. “Me habéis hecho entender vuestro anhelo de que restableciese aquella Constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue promulgada en Cádiz el año de 1812. He jurado esa Constitución por la que suspirabais y seré siempre su más firme apoyo. Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional” Manifiesto del Rey el 10 de marzo de 1820. El pronunciamiento de Riego, dio inicio al llamado trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz, produciéndose una nueva desamortización. A medida que los liberales moderados eran desplazados por los exaltados, el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional, conspiraba para restablecer el absolutismo, lo que se logró tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, que fueron un contingente francés con voluntarios españoles que combatió en 1823 en defensa de Fernando VII de España, poniendo fin a la Guerra Realista y al Trienio Liberal. Con ello terminó la vigencia de la Constitución de Cádiz, pero no su influjo, que gravitó sobre la política nacional, directamente hasta 1868, e indirectamente, durante el resto del ciclo liberal. Tuvo además una gran influencia fuera de España, tanto en América, en las constituciones de las viejas colonias españolas al independizarse, como en Europa, en la que durante años operó como un auténtico mito, influyendo en las ideas constitucionales portuguesas, en el surgimiento del Estado italiano e incluso en la Rusia zarista.

martes, 28 de octubre de 2025

URRACA I DE LEÓN – PRIMERA REINA EN EUROPA

Hija y sucesora de Alfonso VI y de la reina Constanza de Borgoña, a su muerte la sucedió su hijo Alfonso VII. Urraca, vino al mundo seguramente en 1081.
La primogénita legítima conoció las dificultades que le acarreaba ser mujer: su infancia estuvo dominada por la contradicción entre el hecho de ser la heredera del Trono de su padre y el deseo de éste de suplantarla, en esa condición, por un vástago varón. Carente de legítima descendencia masculina, no dudó Alfonso VI en convertir en heredero del Trono al fruto de sus relaciones con la princesa musulmana Zaida. Y, tal vez para asegurar una legitimidad que se presentía insegura, el Rey procuró la presencia del pequeño Sancho, un niño de pocos años, en los actos propios del gobierno real.


Entre los nobles francos estuvo el duque Eudes de Borgoña, sobrino de la reina Constanza; le acompañaban su hermano Enrique y Raimundo, miembro de la familia condal de Borgoña. Los integrantes de la expedición visitaron a la Reina. Se concertó entonces el matrimonio de Raimundo y la princesa Urraca.
La infanta era una niña de seis años que se convertía en prometida de un hombre mucho mayor que ella. El noble borgoñón llegó a León tras la batalla de Sagrajas respondiendo al llamamiento que Alfonso VI realizó a la cristiandad europea con la intención de organizar una cruzada contra los almorávides que asolaban sus reinos. Urraca concibe dos hijos legítimos, Sancha y Alfonso, llamado a ser su sucesor.
El año de su primera boda fue también el año de la muerte de su madre y el año del nacimiento de su medio hermano Sancho. Las expectativas políticas cambiaban radicalmente. De heredera del Trono de León, Urraca pasaba a ser condesa consorte de Galicia.
De su matrimonio con Raimundo de Borgoña nacieron dos hijos, Sancha y Alfonso. El niño Alfonso recibe en el bautismo el nombre del abuelo, el Monarca reinante, a quien, después de Urraca, está destinado a suceder.
Su esposo, Raimundo de Borgoña falleció en Grajal, en septiembre de 1107. Urraca lo enterró en Galicia y mantuvo el señorío de Galicia, a condición de permanecer soltera; en caso de casarse nuevamente, el gobierno de la región pasaría a su hijo Alfonso. Urraca sucedió a su difunto esposo en el señorío del oeste del reino leonés. Sus tierras abarcaban Galicia, la comarca de Zamora y el suroeste de León, Coria, Salamanca y Ávila.
A partir de aquí gobernó como reina en sus posesiones.
La muerte de Sancho, el hijo varón del Rey, ocurrida en Uclés, en mayo de 1108, volvía a desordenar la política leonesa. La vida de Urraca cambió de manera sustancial: de nuevo se convirtió en la legítima heredera del Trono. Roto definitivamente el sueño del heredero varón, Alfonso VI reconocía antes de morir los derechos de su hija. Alfonso VI, antes de fallecer, le impone a su hija una "bodas malditas" con Alfonso I de Aragón "El batallador" temiendo que las rivalidades que existían entre los nobles castellanos y leoneses se incrementaran por este motivo, decidió casar a Urraca con el rey aragonés Alfonso I de Aragón.


Uno y otro acordaron que, si tenían un hijo en el matrimonio, el cónyuge superviviente y luego el hijo de ambos heredaría el conjunto de lo que pertenecía a los dos. Si no hubiera hijos, Alfonso Raimúndez sería el heredero. El cumplimiento del acuerdo quedaba condicionado a que el comportamiento de Urraca se ajustase al que la buena esposa debía tener para con su buen señor, es decir, para con su marido. El modelo feudal de la relación entre el señor y el vasallo se insertaba en el núcleo de la familia y era aceptado por la Reina, que admitía convenir con el rey Alfonso, “señor y esposo mío”. Por más que Urraca fuera la sucesora legítima en el Trono de León y por más que se empeñara en ejercer plenamente la función de Reina, había de hacerlo desde su condición de mujer.
En Toledo los nobles del reino se mostraron disconformes con que se materializase este matrimonio, a este acuerdo se opusieron tanto la propia Urraca como parte de la nobleza. Pero la muerte de Alfonso, en julio de 1109 en Toledo, precipitó que Urraca heredara la corona y se convirtiera así en la primera mujer en Europa en ejercer de pleno derecho un reinado.
El alto clero estuvo, en general, en contra del segundo matrimonio de Urraca desde el principio, mal avenido con el rey aragonés. Una segunda facción tenía su centro en Galicia y su rechazo a la unión entre Urraca y Alfonso venía motivado por la pérdida de los derechos al trono leonés del hijo de Urraca, Alfonso Raimundez. Recordemos que mantendría el señorío de Galicia a condición de quedarse soltera, pero el sucesor era el primer hijo que ya había muerto como dijimos. 
Desde junio de 1110 las relaciones entre Alfonso de Aragón y Urraca de León, unidos en matrimonio, habían empeorado. Urraca concedía en agosto importantes privilegios a Diego López de Haro, a la sazón señor de Álava, Vizcaya y Nájera (donde la reina comenzó a reunir tropas) para atraerse partidarios a su causa, apoyada por ciertos sectores de la nobleza de León, Castilla y Galicia, que se acogieron a los derechos al trono de su hijo, el nieto de Alfonso VI, el infante Alfonso Raimundez (futuro Alfonso VII), que habían quedado relegados en el contrato matrimonial de Urraca y el Batallador. Toda esta facción se levantó en rebeldía contra el rey de Aragón, a quien veían como un intruso, por lo que propagaban una imagen del Batallador muy negativa que posteriormente reflejaron las crónicas leonesas, como la Crónica compostelana. Por otro lado, Bernardo de Toledo, el arzobispo primado de España, recibía en Sahagún ante la presencia de los obispos de León y Oviedo misivas del Papa en que declaraba la nulidad matrimonial de Alfonso y Urraca con el pretexto de una lejana consanguinidad, y amenazaba con excomulgar a ambos esposos de no llevar a cabo su mandato.

BATALLA DE CANDESPINA 
Así pues, se generó un ambiente hostil contra el rey Alfonso I que escondía una auténtica guerra civil entre partidos enfrentados en el fondo por ambiciones de poder feudal y que obtuvieron apoyo de la población descontenta a causa de un periodo de escasez. Dada esta situación, la reina Urraca encabezó un partido rebelde contra su esposo y congregó en Burgos las fuerzas de importantes prelados y magnates leoneses, castellanos, portugueses y gallegos, entre cuyos caudillos cabe citar al conde Pedro Ansúrez, Fruela Díaz o Rodrigo Muñoz, todos ellos comandados por Gómez González (supuesto amante de Urraca) y Pedro González de Lara, cuya actuación sería decisiva en el resultado de la batalla. Alfonso I, por su parte, consiguió contar con el apoyo del conde Enrique de Portugal.
La rebelión gallega contra el poder real fue solo el comienzo de una serie de conflictos políticos y bélicos que los caracteres opuestos de Urraca y Alfonso y su antipatía mutua alentaron en años sucesivos y que sumieron a los reinos hispánicos en una continua guerra civil.
La ruptura llegó muy pronto. El día 13 de junio de 1110 la Reina encabezó un documento de donación al Monasterio de Silos como Urraca, reina de toda España e hija del emperador Alfonso. Era la expresión en términos políticos del rechazo de la tutoría del Rey de Aragón y la afirmación de la propia independencia sobre la tradición de la idea imperial leonesa.
En la segunda mitad de 1110, la reina fue recabando apoyos en todo el reino; los obtuvo en Castilla,] León, La Rioja, la Extremadura castellana y parte de Galicia. A final de año su posición se había fortalecido tanto que Alfonso acudió a negociar con ella durante las fiestas navideñas celebradas en Sahagún.
Pronto se diferenciaron dos tendencias en la facción opuesta al matrimonio radicada en la propia corte. Una apoyaba a Alfonso como soberano y estaba integrada por parte de la nobleza y la burguesía de las ciudades que bordeaban el Camino de Santiago, La otra facción apoyaba a Urraca y estuvo formada por otra parte de la nobleza y el clero, que trabajaron activamente para lograr la anulación eclesiástica del matrimonio argumentando ante el papa Pascual II que el mismo era incestuoso, debido a la consanguinidad de los esposos. La reina afirmaba, según escribe Jerónimo Zurita, que aunque el matrimonio se efectuó muerto el rey, su padre, con voluntad y orden los grandes de su reino, fue contra la suya y que recibió muchos denuestos y se le hicieron malos tratamientos por el rey de Aragón y que usaba gran tiranía y echó a los obispos de Burgos y León
Urraca decidió alejarse de Alfonso y se refugió en el monasterio de Sahagún. Alfonso I recibió noticias de que el arzobispo de Toledo estaba maniobrando para obtener la nulidad matrimonial. Este hecho, unido a los rumores de que la reina mantenía una relación amorosa con el conde Gómez González, hizo que decidiera encarcelar a Urraca en la fortaleza de El Castellar. Alfonso I tomó Palencia, Burgos, Osma, Orense y Toledo.
El conde Gómez González, junto con el conde Pedro González de Lara, logró liberar a la reina, que buscó refugio en la fortaleza de Candespina, ubicada en Fresno de Cantespino, en Segovia.


Urraca pactó con los partidarios gallegos de su hijo. Como consecuencia de este acuerdo, el joven Alfonso se asoció formalmente a su madre en el trono y fue coronado en Santiago de Compostela el 11 de septiembre de 1111. A cambio, Urraca obtuvo tropas gallegas con las que combatir a su esposo. El reforzamiento de la posición de la reina inquietó al conde Enrique de Borgoña, recién vuelto de Francia, que se unió con el rey aragonés.
Los dos bandos chocaron cerca de Sepúlveda en la batalla del Campo de la Espina o Candespina el 26 de octubre de 1110.
La Batalla De Candespina enfrentó a los ejércitos de Alfonso I el Batallador contra tropas leonesas, castellanas y gallegas que defendían el partido de su mujer, la reina Urraca I.
La batalla tuvo un desarrollo discutido, y se sabe que Alfonso I de Aragón obtuvo una clara victoria. Generalmente, se admite que en esta victoria influyeron las disensiones internas del contingente opuesto al Batallador. Pedro González de Lara comandaba la vanguardia del ejército y huyó al poco de comenzada la lid, dejando en desventaja al ejército castellano-leonés y en evidencia al otro comandante, el conde de Candespina que perecería en combate.
La victoria de Alfonso I el Batallador, aunque fue aplastante, no tuvo mayores consecuencias. Tras una continua oposición y numerosas dificultades, el rey aragonés acabaría renunciando al trono de León, al título de emperador (que había heredado de Alfonso VI) y, en definitiva, a la posibilidad de una unión dinástica entre los reinos de León y Aragón que podría haber constituido una gran unidad de reinos.
Tras la desaparición del conde Gómez en la batalla librada en Candespina contra Alfonso el Batallador, se inició la relación entre Urraca y el conde Pedro González de Lara. Las cincuenta y nueve apariciones del aristócrata castellano en los documentos reales demuestran su presencia continuada junto a Urraca. Fruto de esa relación estable fueron, por lo menos, dos hijos: Fernando y Elvira. La unión entre la Reina y el conde Pedro de Lara fue de las que duró hasta que fue disuelta por la muerte.
Murió la reina Urraca, de parto, el día 8 de marzo de 1126, en Saldaña. El lugar parece escogido voluntariamente para hacer frente a las dificultades de un embarazo problemático y de un parto que se presumía difícil. No era la primera vez que la Reina buscó refugio en estas tierras del borde norte de la Tierra de Campos. No hubo, por tanto, accidente o enfermedad repentina. Sabedora del peligro que corría, Urraca quiso acogerse a los paisajes familiares, a los lugares de la infancia.
El recuerdo del reinado de Urraca llega a las historias oficiales compuestas por los clérigos del siglo XIII.
Urraca tenía título de reina sólo porque era hija, esposa y madre de rey. Los cronistas del siglo XII, compusieron una imagen más amable de Urraca, aseguran que reinó y lo hizo durante más de cuatro años. Un poder que la reina Urraca, con el apoyo de los clérigos y aristócratas que estuvieron a su lado, ejerció plenamente en la última parte de su vida. El mantenimiento de la unidad del Reino frente a la presión aragonesa.
En los documentos y crónicas hay evidencias más que suficientes de energía, independencia, constancia, capacidad de amar, es decir, de rasgos del carácter de la reina Urraca que poco o nada tienen que ver con el papel que le asignaron, pensando en la mujer en general, los forjadores principales de la mentalidad colectiva en el tiempo de la plenitud feudal.
 

lunes, 27 de octubre de 2025

BAJA EDAD MEDIA EN ESPAÑA.

La Baja Edad Media en Europa es a partir de la aparición de lapeste negra en 1348 y que redujo la población europea a menos de la mitad.
Pero en España, en plena lucha de la Reconquista, los distintos reinos hispanos tenían economías independientes basadas en la explotación agrícola y ganadera. De todas formas se produjeron grandes despoblamientos por razones de la epidemia, económicas o producidas por las batallas.  Se prolongada así la dinámica del desarrollo económico y social  y se produjeron profundos cambios en las formas de vida de las sociedades rurales y urbanas.

En la península Ibérica estabamos en plena Reconquista del territorio. Por eso es tan importante para nosotros, que unos 100 años antes, en el año 1212 los Almohades son vencidos en la Batalla de Las Navas de Tolosa, por tres reinos cristianos, lo que marca el principio del fin de los musulmanes en la península. Para entonces el poder musulmán quedó reducido al reino de Granada que fue fundado en el 1238.
Debemos recordar que los 200 años que median entre la toma de Tarifa (1292), y la caída de Granada,(1492), durante ese tiempo el reino Nazarí de Granada era tributario y vasallo de Castilla, por lo que enviaba representantes a las Cortes y pagaba anualmente una elevada suma en oro a Castilla.
Los siglos XIV y XV es la Baja Edad Media en toda Europa, pero en España realmente los cambios ya se producen en el siglo anterior, el XIII.
Los efectos de las repoblaciones de las tierras conquistadas por los cristianos afectaron tanto a las zonas ya ocupadas como a las despobladas. Los nobles castellano-leoneses se resistían a dejar marchar a las fértiles tierras andaluzas a sus campesinos ya que veían peligrar sus ingresos. Además se trataba de que los musulmanes no controlasen las plazas fortificadas. En Andalucía los nobles se hicieron con el poder efectivo ya que los extranjeros no podían, por ley, aspirar a cargos de gobierno. En Valencia se repartieron las propiedades y se privilegió el comercio y la artesanía. En Aragón la nobleza consiguió que  se dictaran leyes que convirtieron a los colonos en siervos. Y esto mismo ocurrió en los condados catalanes donde se decretó la “remenca” (redención), que consistía en pagar un rescate si se quería abandonar la tierra. Existió allí un fuerte burguesía mercantil y un proceso de feudalización. El poder económico de la Iglesia allí era muy importante ya que un tercio del territorio catalán le estaba sometido.

Los negocios marítimos fueron la base del enriquecimiento de algunos burgueses que acapararon puestos en el gobierno. Mercaderes y profesionales formaban una clase media. Y por debajo estaban los pobres y enfermos, los esclavos que trabajaban en tareas domésticas y luego estaban los artesanos, en su mayoría musulmanes. Los judíos convivían en guetos y debían vestir de una manera determinada, y se dedicaban a labores artesanas, comerciales y financieras.
En muchas zonas de la península se desarrolló la ganadería, que necesitaba poca mano de obra y algo de agricultura. Las malas comunicaciones eran todo un problema. Se exportaba lana a Europa, pero a falta de una industria textil, el transporte estaba en manos de los nobles, ya que solamente ellos poseían caballos. Es por eso por lo que los grandes ganaderos eran los propietarios de las mejores tierras y más extensas, quedando las más pequeñas y pobres para los agricultores .
La minería experimentó un gran auge, en Ávila, Talavera y Valmaseda, sobre todo. También fue importante la extracción de sal.
La expulsión de los artesanos musulmanes de las ciudades supuso un problema y acentuado por el odio popular hacia ellos. Hubo revueltas que los monarcas pusieron fin echando a los musulmanes de las zonas rurales también. Los adinerados y las órdenes militares se adueñaron de las tierras abandonadas y por falta de mano de obra se transformaron de agrícolas a ganaderas.

Los judíos en su mayoría se habían dispersado por la franja mediterránea desde los romanos. Fueron mejor tratados por los musulmanes. Los reyes cristianos los respetaban encargándoles de la administración local y recaudación de impuestos. Alfonso X los incluyó en sus tareas culturales y ellos tradujeron del árabe al castellano obras científicas. Muchos judíos hablaban árabe y castellano lo cual les hacía muy útiles. La actividad más controvertida de los judíos fue el de las finanzas.
Se desarrollo en esa Edad Media Baja la cultura hispano-hebrea. Filosofía, matemáticas, astronomía y medicina, y se cultivó la poesía.
Ramon Llull (1232-1315) filósofo, poeta, místico, teólogo y misionero mallorquín, es considerado uno de los primeros escritores en usar una lengua neolatina, el occitano-provenzal, para expresar conocimientos filosóficos, científicos y técnicos, además de textos novelísticos. Se le atribuye la invención de la rosa de los vientos. (Nunca escribió en catalán como se suele decir en Cataluña)
Durante el siglo XIV comenzaron a aparecer núcleos industriales, textiles aprovechando la buena calidad de la materia prima castellana.
Proliferaron las ferias que Enel siglo XV llegaron a convertirse en en el centro principal del intercambio tanto de bienes como de capitales.
La peste negra fue la culpable del descenso de la población en prácticamente todas les regiones. Esto causó la pobreza, el bandidaje y otros factores que impulsaron el desplazamiento hacia las ciudades. La mayor parte de la población vivían en villas, fincas rústicas o zonas aisladas, casas de adobe y techos de ramaje o barro.
La sociedad estaba dividida en tres grandes grupos: Nobleza, Iglesia, y pueblo llano. Aunque todos estaban subdivididos según  su linaje, riqueza o poder.
Luchando contra la centralización del rey, la independencia de las villas la alta nobleza fue la beneficiada especialmente con los Trastámara.
Con un enorme poder estaban las Órdenes de caballería, y los señoríos eclesiásticos.

ACTUAL ALCAZAR DE SEGOVIA 
Las altas cifras de muertos por la peste, una cuarta parte de la población, tuvo consecuencias desde la inseguridad a la falta de mano de obra. Con el consiguiente aumento de los salarios y subida de los precios de los productos.
En un siglo de guerras civiles con crisis económicas el pueblo encontraba en los judíos el banco de sus iras. Las matanzas de judíos fueron frecuentes en los diferentes reinos. Afinales del siglo XI siguió una época de tolerancia real, el antisemitismo  había arraigado en la plebe y entre los progromos de 1391 y ataques posteriores el iedo lleó a muchos judíos a convertirse al cristianismo a pesar de que no estaban obligados a ello.
Pero la cultura avanzaba no obstante. Aparecieron las primeras obras literarias ya en el siglo XIII, las “Cantigas de Santa María”,  y la obra poética de Gonzalo de Berceo. Se llevaron a cabo traducciones, apareció un catecismo en lengua romance en 1325.
Se reunieron bibliotecas como la del Marqués de Santillana, la del infante don Juan Manuel, y surgieron autores como Jorge Manrique o Juan de Mena y el Arcipreste de Hita.
Se levantaron catedrales importantes ya góticas, otras civiles como el Alcázar de Segovia y las Lonjas de comercio de Cataluña y Valencia
La baja Edad Media termina al nacer la Edad Moderna  que va desde la caída de Constantinopla hasta la Revolución Francesa, para los historiadores. Si bien el hecho más importante para España se desarrolla en 1492, con la toma de Granada, que pone fin a la ocupación musulmana y el Descubrimiento de América ese mismo año.
Realmente a la muerte de los reyes católicos hereda su hija Juana I, pero estando recluida y sin facultades mentales par gobernar, llega su hijo, el que fue emperador, Carlos I de Castilla (Carlos de Habsburgo) en 1517.
A partir de ese momento todo cambian en España y en el mundo.

PACTOS DE LA MONCLOA- 1977

Adolfo Suárez, presidente del gobierno, había sostenido conversaciones con Felipe González y Santiago Carrillo, después de constituirse las ...