martes, 3 de enero de 2017
CARLOS I (y tercera parte)
Magallanes y Elcano, al dar la vuelta al mundo, hizo que los españoles teníamos la posibilidad de usar nuestra mala leche habitual en volcarla conquistando tierras, y dando por saco chulamente, que se nos daba de miedo. Y claro, la peña, es decir toda Europa, nos odiaba como es de imaginar; porque guapos no sé, pero oro y plata de las Indias, chulería y ejércitos imbatidos y temibles, aquellos tercios viejos, teníamos para dar a todos y a un par de amigos más. Y si alguno tenía algo que perder buscaba llevarse bien con esos morenos, bajitos, crueles y arrogantes que tenían a medio mundo digamos, asidos por los atributos masculinos. En toda Europa chupaban rueda.
Porque vamos a ver, teníamos la península ibérica, porque Portugal estaba a punto de nieve, ya que Carlos se casó con una princesa portuguesa que estaba como un queso de buena, Isabel. Por otro lado estaban Cerdeña, Nápoles y Sicilia, por abajo; y por arriba, ojo al dato, el Milanesado, el Francocondado, que era un trozo de la actual Francia, media Suiza, las actuales Bélgica, Holanda, Alemania y Austria, Polonia casi hasta Cracovia, los Balcanes hasta Croacia y un cacho de Checoslovaquia y Hungría. Y esto solo en Europa. Así que la peña tenían unas ganas de que nos agacháramos a coger el jabón en la ducha, que no veas. El peor de todos, turcos aparte era el muy ladino y nunca bien ponderado rey de Francia que fue capaz, el muy cabrón de ¡pactar con los musulmanes! ¡Un rey cristiano!... Increiibol!... Nos salió un chulito guaperas de quiero y no puedo llamado Francisco I, cursi que te mueres, con mucho quesquesevú y mucho quesquesesá. Francoise, que es como se llamaba el tío le tenía una envidia del carajo a la vela a nuestro Carlos, de tal forma que estuvo dando la brasa con territorios por aquí e Italia por allá, hasta que el ejército español le dio pal pelo en la batalla de Pavía, con el pequeño detalle de que el rey franchute cayó en manos de una compañía de arcabuceros vascos a los que tuvo que rendirse. El soldado vascorro va y dice: -o te rindes o te corto los huevos”. traducción al español. El menda, que era de Baracaldo, le sugirió esto pausadamente con la espada en el pescuezo y el monarca franchute ni se lo pensó. Porque ¿éste quién sería? Al fin se rindió y acabó prisionero en Madrid.
Mientras tanto el gordito Clemente VII que era una cabrito, podríamos deducir que se trataba de un conspirador, traidor, tacaño y mujeriego, y sobre todo un falso con España. Había dado apoyo a Francia para liberar al Papado de lo que muchos consideraban la «dominación imperial» del Sacro Imperio Romano Germánico. ¡Ja! Pero en 1527 un ejército de españoles, alemanes, flamencos e italianos tomaron Roma, matando a unos 40.000 tíos y saquearon la ciudad durante meses.
El Vicario de Cristo, que lógicamente usaba las sandalias del pescador, creo que se puso unas Nike para correr a refugiarse en el castillo de Sant'Angelo. Cosas de la Iglesia de entonces.
Para Carlos el fallecimiento de su esposa el 1 de mayo de 1539 provocó su hundimiento, retirándose al monasterio de la Sisla durante dos meses. Es cuando le llega la noticia del motín que se produce en su ciudad natal, Gante, provocado por la negativa de los ciudadanos a pagar impuestos para sufragar las guerras contra Francia, incitando a la revuelta a las ciudades vecinas. En la batalla de Muhlberg el 24 de abril de 1547, se impone ante los protestantes alemanes, (motivo del cuadro de Tiziano). Los alemanes se aliaron con Enrique II de Francia, quien tomó varias plazas imperiales al tiempo que los turcos tomaban Trípoli y Mauricio de Sajonia traicionaba la confianza de Carlos y le atacaba en Innsbruck, pudiendo escapar por los nevados pasos de los Alpes para refugiarse en Italia. Se le empezaba a dar la vuelta la tortilla.
Todo marchaba mal, y el emperador estaba cansado y abatido. Tantos frentes abiertos, amenazas continuas y dificultades financieras. Carlos, decidió abdicar. El 25 de octubre de 1555, ante los Estados Generales reunidos en Bruselas, el emperador dejaba la soberanía de los Países Bajos en manos de su hijo Felipe, el tío más valeroso e interesante que ocupó un trono español. Tres meses más tarde, el 16 de enero de 1556, renunciaba a las coronas de Castilla, León, Aragón-Cataluña, Cerdeña y Sicilia a favor de Felipe. En septiembre del mismo año abdicaba el gobierno del Imperio en su hermano Fernando y se embarcaba rumbo a España.
Al final de su vida Don Carlos había realizado nueve viajes a Alemania, seis a España, siete a Italia, diez a los Países Bajos, cuatro a Francia, once a Inglaterra y África, ocho cruceros por el Mediterráneo y tres por el Atlántico.
Falleció Carlos el 21 de septiembre de 1558.
A principios del siglo XVI, teníamos una fuerte influencia comercial y militar en Italia, el Mediterráneo y los asuntos de Europa, y éramos la potencia mundial más chuleta de Occidente, y entonces, que para eso no hay quien nos gane, empezamos a cagarla. Había nobles que no pagaban impuestos, y otros burgueses aprovechando en sus fueros y privilegios territoriales, sobre todo en Cataluña, nos metimos de lleno en guerras familiares y de religión, cuando no, en tierras en que no se nos había perdido nada, y en cosa de 200 años, todo se iría lentamente al garete.
Carlos nos dejó en un estado de cosas cuyas consecuencias resultarían gravísimas para España; hasta el punto de que todavía hoy, en el siglo XXI, pagamos las consecuencias. Nos distrajo de los problemas nacionales cuando los reinos hispánicos no habían logrado aún el encaje perfecto del Estado moderno que se veía venir. Por ser Emperador sus obligaciones nos metieron donde nada se nos había perdido, quemando a lo loco las riquezas americanas y pidiendo préstamos a banqueros de aquí y de allí. Muchos hombres, jóvenes con talento y pelotas, que hubieran venido bien en otros menesteres se desangraron en batallas ajenas.
La Contrarreforma desde el Concilio de Trento aplastó al movimiento reformista de España. Intelectuales como Luis Vives, que podríamos llamar progresistas, sufrieron a la puñetera Inquisición, y eso que era amigo de Tomás Moro y la reina Catalina, hija de Fernando el Católico. Elegimos una Iglesia fanática, antigua y corrupta, que impuso sus preceptos a base de lo que sea desde púlpitos y confesionarios y nos hundió en el atraso y el rechazo a corrientes nuevas.
Los siglos siguientes no corrigieron del todo este asunto y aún hoy estamos pagando la factura, por un lado con la creencia, aún hoy, de la Leyenda Negra en Europa, y el rechazo de la religión arrojando a algunos a unas ideologías ultras que solo han traído manifestaciones exaltadas, huelgas injustas y luego muerte y traiciones.
El genio español, que pudo ser y no fue, lo que sí ha sido es machacado, solo dejando pocas expresiones en relación a lo que merece por su genio y talento.
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