martes, 1 de octubre de 2024

PRIMERA DIVISA DE USO MUNDIAL.

El real de a 8 Español. El nombre "real" proviene del antiguo término español que significa "real" o "de la realeza". El "ocho" en el nombre se refiere al valor de la moneda en relación con otros valores monetarios. Un real de a ocho se dividía en ocho reales de a uno, que a su vez se dividían en cuatro maravedís. La moneda fue utilizada en todo el mundo, y era ampliamente aceptada en Europa, Asia, América y África.

 O peso de ocho, peso fuerte, peso duro o "dólar español", fue una moneda de plata con valor de ocho reales acuñada por la Monarquía católica después de la reforma monetaria de 1497 que estableció el Real Español. Gracias al amplio uso que tuvo a finales del siglo XVIII en Europa, toda América y el extremo oriente, se convirtió en la primera divisa de uso mundial.

Se convirtió en moneda de reserva global y se estima que en el siglo XVIII, el 50% de todo el dinero en circulación en el mundo era en Real de a Ocho. n la década de 1530, se comenzó a producir también en oro. A partir de 1535 se empezaron a instalar en América casas de moneda: México y Santo Domingo, y posteriormente Lima y Potosí, Santa Fe de Bogotá. La plata americana llegaba a España donde se acuñaba, en forma sobre todo, de reales de a ocho, moneda también conocida como peso y luego como duro.

Los tipos de las monedas fueron variados, destacando el escudo de la monarquía, el de Castilla y León y la composición simbólica integrada por las columnas de Hércules y el lema del emperador Carlos: PLVS VLTRA.

Así nació el famoso columnario, con la imagen de los dos hemisferios, todo sobre unas ondas que representan el mar, y un nuevo lema circular: VTRAQUE VNUM. En las colonias norteamericanas se les llamaba dólares. Los Estados Unidos independientes tomaron como modelo a los reales de a ocho mejicanos para la emisión de sus propios dólares, iniciada oficialmente en 1792.

Fue la primera moneda de curso legal en los EE.UU. hasta que una ley de 1857 desautorizó su uso. Muchas de las monedas actuales, tales como el dólar canadiense el dólar estaunidense o el yuan chino, así como monedas de Hispanoamérica y de Filipinas están basadas en el real de a 8.

Actualmente el término "peso” se usa todavía en ocasiones para referirse al histórico real de a 8. Esto se debe a que los pesos tenían un peso y diámetro similar al real de a 8. No obstante, el término “peso” no aparece en el sistema monetario español hasta 1864 y es más exacto referirse al real de a 8 en el anterior sistema monetario.

El Real de a 8 fue una moneda tan codiciada que su hegemonía en el comercio mundial se extendió durante más de 300 años. Precedió a la libra esterlina de oro británica. También al dólar de Estados Unidos. De hecho, los estadounidenses se basaron en su modelo para desarrollar su propio dólar.

Era fabricada en gran parte con plata americana y fue la primera moneda en internacionalizarse en la historia moderna. La acuñó el Imperio Español a mediados del siglo XVI, impulsada por las abundantes riquezas que le trajo la colonización de América.

Incluso, cuando el imperio ya estaba en decadencia, siguió siendo unas de las divisas más competitivas en el mundo extendiendo su predominio hasta finales del siglo XIX.

 

viernes, 20 de septiembre de 2024

TOQUE DE ORACIÓN MILITAR ESPAÑOL

El actual Toque resuena en las Fuerzas Armadas, una bella letanía a los muertos. Las Reales Ordenanzas del Ejército de Tierra publicadas en 1983, dicen “Un acto con el que se recuerda y rinde homenaje a los que dieron su vida por la Patria”.
Su origen está en la victoria de la batalla de Ceriñola, en 1503 en tierras de Italia. Se libró la batalla de Ceriñola el 28 de abril de 1503. En ella Gonzalo Fernández de Córdoba, alias “El gran capitán”  logró detener a la caballería pesada francesa tras fortificar de forma revolucionaria el campo de batalla y ubicar a sus arcabuceros y espingarderos en primera línea.


Durante la segunda guerra de Nápoles, en lo que hoy es la ciudad de Ceriñola (Cerignola). Luis de Armagnac, conde de Guisa, duque de Nemours y virrey de Nápoles (desde 1501 comandaba las fuerzas francesas caballería pesada y piqueros suizos fundamentalmente.
Al frente a los españole estaba Gonzalo Fernández de Córdoba, que había conseguido muchas ventajas estratégicas gracias a su cuidadosa preparación de la batalla, pues había ocupado las alturas de Ceriñola, y  atrincherado sus soldados con empalizadas, fosos y estacas. Además, también su artillería estaba mejor situada que la francesa.
Desde la primera carga francesa hasta la rendición, apenas transcurrió una hora. La batalla que acabó con la importante victoria de los tercios del Gran Capitán contra los franceses, consolidó los derechos de Fernando el Católico al Reino de Nápoles y otorgándole la soberanía. En esta batalla, según diversos autores, había muchos catalanes, uno de ellos es Cristòfor Despuig, que después de la batalla pone en boca del gran Capitán: "Essos dos caballeros ... si no fuese por ellos no tuvieramos hoy ... qué comer..."
La victoria significó el comienzo de la supremacía de la infantería sobre los jinetes. Fue una hora de combate para obtener una victoria total, un ejemplo imborrable de arte táctico. Los números lo demuestran. Seguramente unas 4.000 bajas entre hallados y enterrados. Al contemplar el campo cubierto de cadáveres, el Gran Capitán ordenó dar tres toques de atención prolongados para que todos rezaran por los muertos. Es evidente que la cosa cuajó porque en el mundo entero suena el Toque español a los caídos por la patria.
Existía mucho antes el territorio y el pueblo, pero España se apuntala de la mano de Fernando el Católico, donde la figura de Gonzalo nos resulta imprescindible en la historia de Fernando y de España. Nacido en 1453, nuestro oficial fue el presente y el futuro de los ejércitos de la época. No en vano es considerado por múltiples historiadores como el genio que logró superar con sus infantes a los carros de combate de aquellos años: los temibles caballeros acorazados franceses.
Tras la larga Reconquista en la Península como espadón de los Reyes Católicos, en 1495 se embarcó en dirección a Italia con el objetivo de defender la región de los invasores franceses. Su mando fue un éxito, pues logró acabar con los enemigos ubicados en Calabria y entrar en Nápoles como vencedor en 1496. Fue entonces cuando empezó a ser conocido como el Gran Capitán. Sus victorias llevaron a la firma de la paz entre los contendientes por un tiempo. En 1502, los vientos de guerra soplaron de nuevo y el enfrentamiento volvió a reanudarse.
El Gran Capitán se sintió tan abrumado por la ingente cantidad de cadáveres que descansaban sobre el campo de batalla, que ordenó dar tres toques prolongados de corneta. El objetivo: que los presentes rezaran, entre uno y otro, una oración en recuerdo de todas las almas que allí se habían perdido. Esta teoría la suscriben otros tantos expertos como Fernando de Salas López, uno de los oficiales que más luchó porque se creara la Cátedra de Cultura Militar “General Palafox”.
“El origen del toque de Oración es del 28 de abril de 1503; al terminar la victoriosa Batalla de Ceriñola (Italia), el Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba ordenó que en lo sucesivo, al caer el sol, se interpretara un toque de corneta en honor de todos los soldados muertos en el campo de batalla». Y esta, todavía hoy, es la teoría más extendida entre expertos, analistas y divulgadores históricos.
No obstante existe la anécdota que cuenta que cuando Fernández de Córdoba preguntó por el paradero del hombre al frente del ejército galo, el Duque de Nemours y Virrey de Nápoles. Nadie lo sabía salvo un paje que le condujo hasta el lugar dónde había hallado sus prendas. Allí encontraron el cadáver de Nemours, desnudo y gélido tras morir. El Gran Capitán ordenó que el cuerpo fuese trasladado al campamento con sumo respeto. Una vez allí, los restos fueron envueltos en un fino lienzo blanco y, luego, introducidos en una caja de madera forrada de terciopelo que marchó hacia Barleta escoltada por una guardia de cien hombres.
Luis XII alabó de esta forma a Gonzalo Fernández de Córdoba cuando conoció la noticia: “No tengo por afrenta ser vencido por el Gran Capitán de España, ya que merece que le de Dios aun lo que no fuese suyo, porque nunca se ha visto ni oído nadie a quién la victoria haga más humilde y piadoso”.
 
 

jueves, 19 de septiembre de 2024

JOSE ORTEGA Y GASSET

(Madrid, 1883 - 1955) Filósofo y ensayista español. Su pensamiento, plasmado en numerosos ensayos, ejerció una gran influencia en varias generaciones de intelectuales.
Cursó sus estudios universitarios en Deusto y Madrid, en cuya universidad se doctoró en Filosofía y Letras. Entre 1905 y 1908 completó sus estudios en Leipzig, Berlín y Marburgo.
Fue catedrático de metafísica (su titular anterior había sido Nicolás Salmerón) de la Universidad de Madrid entre 1910 y 1936. En 1916 fue designado académico de la de Ciencias Morales y Políticas. Fundó la Revista de Occidente (1923-1936), la publicación intelectual más abierta al pensamiento europeo del siglo XX español.
 

En sus artículos y ensayos trató temas muy variados y siempre incardinados en la actualidad de su época, tanto de filosofía y política como de arte y literatura. Su obra no constituye una doctrina sistematizada sino un programa abierto del que son buena muestra los ocho volúmenes de El espectador (1916-1935), donde vertió agudos comentarios sobre los asuntos más heterogéneos.
Fue elegido diputado durante la República con una Agrupación. Gran defensor del sistema democrático y a la vez opositor a la monarquía en un debate en 1931.
Intervino diciendo y advirtiendo “nuestro grupo siente una alta estimación por el proyecto que hay en este proyecto auténtico pensamiento democrático, y  sentido de responsabilidad democrática”, pero advirtiendo a continuación que “esa tan certera Constitución ha sido mechada con unos cuantos cartuchos detonantes, introducidos arbitrariamente por el espíritu de propaganda o por la incontinencia del utopismo”. Destacó dos problemas de importancia que veía venir; la organización de España en regiones,que traería como consecuencia que serán las regiones entre sí quienes se enfrenten. Eso dará lugar a “dos o tres regiones semi-Estados frente a España, a nuestra España" y en cuanto al resto de las regiones, “esto las animará a una campaña de nacionalismo allí donde hasta ahora no ha existido" “Habiendo sobrevenido la República, sin apenas herida, ni apenas dolores, hayan bastado siete meses para que empiece a cundir por el país desazón, descontento, desánimo, en suma, tristeza".
A los tres días tras el comienzo de la contienda, se presentaron en su domicilio varios comunistas armados de pistolas que exigieron su firma al pie de un manifiesto contra el Golpe de Estado y en favor del Gobierno republicano. Ortega se negó a recibirlos y fue su hija la que en una conversación con ellos. Se redactó otro texto muy corto y menos politizado que, fue firmado por Ortega, junto con Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y otros intelectuales.
A pesar de su grave enfermedad, ese mismo mes huyó de España y se exilió primero en París, luego en los Países Bajos y Argentina, hasta que en 1942 fijó su residencia en Lisboa. A partir de 1945 volvió a España en varias ocasiones, no pudo recuperar su cátedra y fundó el “Instituto de Humanidades” donde impartía sus lecciones.
"Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que al contrario, son los medios los que justifican el fin. 
El liberalismo es, pues, una conducta y, por lo tanto, es mucho más que una política".
Gregorio Marañón
(Prólogo de su libro Ensayos liberales, 1946)

 

miércoles, 18 de septiembre de 2024

FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE

Nació en El Ferrol, La Coruña el 4 de diciembre de1892. Murió en Madrid el 20 de noviembre de 1975.
Nació en una familia de marinos de clase media: su padre, Nicolás Franco, era capitán de la Armada. Fue formado en la Academia Militar de Toledo (1907-1910), Franco permaneció en Marruecos de 1912 a 1926, salvo por alguna interrupción, y ascendió vertiginosamente por méritos de guerra. En 1923, llegó a la jefatura de la Legión. En 1926, con 33 años, era ya general. Dos años después, se le nombró director de la Academia General Militar de Zaragoza. Bajo la Segunda República (1931-1936) ascendió a general de división en 1934, fue comandante en jefe del Ejército de Marruecos y jefe del Estado Mayor Central. En julio de 1936 era comandante militar de Canarias.
Franco fue básicamente un militar, un “africanista”; un militar convencido de que el Ejército era la “columna vertebral” de la patria, que pensaba que el liberalismo y los partidos habían sido responsables de la decadencia de la España contemporánea, que en 1923 recibió con satisfacción la dictadura de Primo de Rivera y que, aunque sirvió bajo ella, identificaba la Segunda República con anarquía, división nacional, humillaciones al Ejército e infiltración comunista.
Cuando en 1936 asumió el mando militar de las fuerzas sublevadas, Franco tenía 43 años y era sin duda uno de los militares más prestigiosos del Ejército. Era frío, distante, reservado, desconfiado, cauteloso. Escasamente carismático. Poseía, en cambio, una gran capacidad de autodominio.


No fue, como Hitler o Mussolini, el líder de un partido o movimiento de masas. Con la muerte de los dos generales que encabezaban el golpe de 1936 en julio, Mola y Sanjurjo, dado que Goded y Fanjul habían sido fusilados, Franco fue elevado en octubre de 1936, a la doble jefatura del Estado y del gobierno de la España “nacional” por el acuerdo de sólo nueve generales y dos coroneles. En la guerra civil, Franco fue un estratega prudente y conservador, muy poco proclive al tipo de guerra mecanizada y rápida diseñada por el pensamiento militar más moderno. Su mayor acierto: llevar en marzo de 1937 la guerra al Norte. Sus errores: frentes mal dispuestos (las contraofensivas republicanas en Brunete y Belchite en 1937 rompieron las líneas nacionales aunque Franco pudiera finalmente restablecer la situación), penetración en 1938 hacia Valencia por el Maestrazgo, obstinación en guerra frontal en la batalla del Ebro, ya en julio-noviembre de 1938 (que a cambio, desgastó definitivamente al Ejército Popular). Ganó por la fuerte unidad militar y política de la España nacional, por la alta moral de sus tropas, por la calidad y oportunidad del apoyo alemán e italiano y por los propios errores de la República.
Anticomunista y conservador, progresivamente religioso y obsesionado por la masonería, Franco pensaba en 1936 en una dictadura militar más o menos larga basada en su jefatura personal, en un régimen autoritario y unitario, sin autonomías regionales ni partidos políticos ni sindicatos de clase, en un régimen militar, "español y católico". Con su victoria en la guerra civil (1 de abril de 1939) logró liquidar la República e implantar un orden político nuevo. Basado en las ideas fascistas de Falange Española, en el pensamiento de la Iglesia y en los principios de orden, autoridad y unidad de los militares, el estado franquista fue una dictadura, un régimen de mando personal como en 1959 dijo Franco, que siempre consideró su jefatura como permanente y su magistratura como vitalicia: un régimen totalitario y filo-fascista y alineado con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini entre 1939 y 1945; católico y anticomunista desde 1945-1950 al hilo de la Guerra Fría; tecnocrático y desarrollista desde 1957-1960.
 
Casado en 1923 con Carmen Polo Martínez Valdés, una mujer de familia acomodada de Oviedo, desde octubre de 1939 Franco fijó su residencia en el palacio de El Pardo. Su vida privada se caracterizó por una conducta metódica (no fumaba ni bebía ni era exigente en sus comidas), carencia de preocupaciones intelectuales –su conversación favorita eran los recuerdos de África y de la guerra civil–, gustos privados propios de la clase media militar de la que procedía, afición por la caza y la pesca que practicaba en sus vacaciones y fines de semana, círculo de amistades muy reducido. De sus tres hermanos –Nicolás, oficial de marina y diplomático; Pilar, y Ramón, aviador, uno de los protagonistas en 1926 del vuelo del Plus Ultra, la travesía del Atlántico sur y una de las grandes hazañas de la aviación española, murió en accidente aéreo en octubre de 1938. Con su padre Franco no tuvo relación desde que aquel abandonara el hogar familiar.
Su actividad oficial la ocupaban las audiencias civiles y militares, y los despachos con sus ministros. Franco rechazó pronto la idea de restauración de la Monarquía; habló de instaurar un nuevo tipo de régimen, y aceptó, como fundamento de éste, la integración en un movimiento político unificado de las fuerzas que se habían sumado al 18 de julio. Franco creyó siempre en su régimen y en el golpe del 18 de julio. Detestó los partidos políticos. Pensó hasta el final de sus días que España necesitaba unidad, orden y estabilidad. Atribuía pluralismo y conflictividad a la subversión, y el rechazo internacional de su régimen, a la acción del comunismo y de la masonería. Alineada con la Europa de Hitler –España no entró en la II Guerra Mundial pero mandó la División Azul a Rusia en 1941–, España vio desde 1939 la creación de un Estado nacional-sindicalista, la oficialización de los rituales fascistas de la Falange, la recatolización de España (derogación del divorcio, retorno de los jesuitas, penalización del aborto, censura eclesiástica), la afirmación del Movimiento como partido único y la adopción de políticas económicas basadas en la autarquía y el control estatal. Franco, que usó numerosos gobiernos a lo largo de la dictadura, retuvo siempre todo el poder: las jefaturas del Estado y del gobierno (que sólo separó en 1973), la jefatura del Movimiento, la capacidad legislativa, el mando de las Fuerzas Armadas. Las Cortes, creadas en 1942, fueron concebidas como un órgano de colaboración, no de control del gobierno. Eran designadas, no elegidas: carecían de funciones legislativas. Unas 40.000 personas fueron ejecutadas entre 1939 y 1945. La dictadura prohibió partidos políticos, movimientos nacionalistas, sindicatos, huelgas y manifestaciones y controló, a través de la censura y las consignas, la prensa y la radio. Los pequeños focos guerrilleros que habían quedado de la guerra –en los montes de León, en Teruel, en Galicia, en Cantabria, en Asturias, sólo pudieron provocar alguna acción menor y esporádica, y fueron pronto diezmados por la represión. Franco cortó con firmeza los brotes de descontento monárquico que se produjeron a partir de 1943 en el interior del propio régimen protagonizados por políticos y militares que creyeron llegado el momento de la restauración de la monarquía en don Juan de Borbón que, exiliado, se posicionó desde aquel año contra Franco, y reclamó en varios manifiestos el restablecimiento de la monarquía como vía hacia la reconciliación de los españoles. La invasión guerrillera por el valle de Arán preparada por los comunistas en el otoño de 1944 no consiguió sus objetivos y fue abandonada en 1948: la guerrilla sufrió en torno a 4.500 bajas; la Guardia Civil, unas 500.
Régimen autárquico y nacionalista, el régimen franquista creó un fuerte sector público. Estatalizó ferrocarriles, minas, teléfonos, distribución de gasolina y transporte aéreo. Para impulsar la industrialización, en 1941 creó el Instituto Nacional de Industria, que entre 1941 y 1957 construyó fábricas y empresas de aluminio y nitratos, industrias químicas, astilleros, grandes siderurgias, refinerías y fábricas de camiones y automóviles. El régimen impulsó las obras públicas (pantanos, centrales térmicas). Controló precios y salarios, y el comercio exterior. Integró desde 1940 a trabajadores y empresarios en la Organización Sindical, los sindicatos “verticales” del Estado; y creó un modesto sistema de seguros sociales de tipo asistencial y paternalista. El coste que todo ello supuso para España fue, sin embargo, muy elevado. La autarquía tuvo costes desmesurados y se hizo a costa de un proceso inflacionario alto. La política agraria del primer franquismo fue un fracaso. Los años 1939-1942 fueron años de hambre. La reconstrucción de lo destruido durante la guerra fue sólo aceptable. La producción no alcanzó el nivel de 1936 hasta 1951. Pese a que desde 1951 la liberalización del comercio exterior y de los precios mejoró sensiblemente los resultados económicos, en 1960 España era uno de los países más pobres de Europa. La derrota del Eje nazi-fascista en la guerra mundial dejó además al país en una situación dificilísima. La ONU rechazó (junio de 1945) la admisión de España. Francia cerró la frontera. El 12 de diciembre de 1946, la Asamblea de la ONU votó una declaración de condena del régimen español y recomendó la ruptura de relaciones con el mismo, resolución que la comunidad internacional, con pocas dos excepciones, Argentina y Portugal. El régimen de Franco, que ante la resolución de la ONU movilizó al país en su apoyo, sobrevivió, con todo, a las dificultades que sus políticas habían provocado. Desde 1945, Franco hizo cambios que dieron a su régimen una fachada más aceptable. Promulgó el Fuero de los Españoles y la Ley de Referéndum, aprobó una amnistía parcial, suprimió el saludo fascista y evacuó Tánger, que había ocupado en 1940. La ley de Sucesión (26 de julio de 1947), aprobada en referéndum, definió a España como Reino y como un Estado “católico, social y representativo”, e inició un lento proceso, nunca completo, de apartarse del movimiento falangista. Continuó con la ley del Movimiento (1958) –que hacía de éste una comunión de “familias” del régimen–, la ley Orgánica del Estado (1967) y el nombramiento en 1969 del príncipe Juan Carlos de Borbón, hijo de don Juan y nieto de Alfonso XIII, como su futuro sucesor. La Guerra Fría, que revalorizó al régimen de Franco ante los Estados Unidos y propició la aproximación hispano-norteamericana, fue, con todo, el hecho esencial: por los acuerdos de septiembre de 1953, España cedió a Estados Unidos bases militares en Torrejón, Zaragoza, Morón y Rota; Estados Unidos concedió a España una sustanciosa ayuda económica (en torno a 1.000 millones de dólares). El 15 de diciembre de 1955, la ONU aprobó el ingreso de España. Era evidente que al fin y al cabo la característica del anticomunismo español, tuvo mucho que ver en las decisiones de EEUU, Francia e Inglaterra. La España de Franco fue, pues, desde 1955 una nación reconocida por la comunidad internacional. Pero nunca tuvo legitimidad democrática.
 
En 1956-1958, en cambio, el régimen se vio abiertamente desafiado por los graves incidentes provocados en Madrid en febrero de 1956 por los estudiantes de la Universidad –manifestaciones de protesta contra el régimen, choques violentos entre falangistas y estudiantes antifranquistas–, y por los paros y protestas contra la carestía de la vida que se produjeron en los años señalados en distintos puntos del país (Asturias, País Vasco, Cataluña, Madrid…). En abril de 1956, España daba precipitadamente la independencia al Marruecos español, forzada por la decisión de Francia de retirarse del Marruecos francés. En octubre, inflación, déficit exterior y pérdida masiva de reservas de divisas extranjeras crearon la situación de crisis económica más grave desde el fin de la guerra. Franco y su régimen superaron pese a todo la crisis. La huelga general que el Partido Comunista convocó desde la clandestinidad para el 8 de junio de 1959 fue un total fracaso. España cambió en la década de 1960. La clave del cambio –operación que Franco aceptó pero que en modo alguno concibió, fue el Plan de Estabilización de julio de 1959 elaborado por un equipo de jóvenes economistas al servicio de la Presidencia del Gobierno, un modelo ortodoxo de estabilización, devaluación de la peseta, reducción de la circulación fiduciaria, elevación de los tipos de interés, liberalización de importaciones, congelación del gasto público, créditos extranjeros–, y una apuesta por la liberalización de la economía que rectificaba todo lo que el régimen había hecho desde 1939. Estabilización y liberalización provocaron, en efecto, el despegue económico. Los años del desarrollo (1960-1973), pilotados por gobiernos con fuerte presencia de ministros del Opus Dei, hicieron de España un país industrial y urbano. Grandes migraciones transformaron su estructura demográfica: cuatro millones de personas dejaron las zonas rurales entre 1960 y 1970, de las que casi la mitad emigraron a Europa. El turismo (seis millones de turistas en 1960; 30 millones en 1975) cambió la economía de muchas zonas costeras. La producción y uso de automóviles y electrodomésticos crecieron de forma espectacular. Aun con periodos de avances y retrocesos, y repuntes inflacionarios, entre 1961 y 1964 la economía española creció a una media anual del 8,7%.  En 1970, el 75% de la población laboral trabajaba ya en la industria y los servicios, y sólo el 25% lo hacía en la agricultura. En 1975, en torno al 75% de la población (33,7 millones en 1970) vivía en ciudades de más de 10.000 habitantes.
El “milagro español” tuvo graves contrapartidas: estancamiento de la agricultura, fuertes desequilibrios regionales (pese a la creación de “polos” de desarrollo regional), elevado éxodo rural, sector público ineficiente y deficitario, graves insuficiencias de tipo asistencial (a pesar de la creación de la Seguridad Social en 1964), excesos urbanísticos en las zonas turísticas y en las grandes ciudades, hacinamiento de la población industrial (en Madrid, Barcelona, Bilbao…). Pero España había superado la barrera del subdesarrollo. La renta per cápita que en 1960 era de 300 dólares, llegaba en 1975 a 2.486 dólares.
España pasaría, sin embargo, del conformismo al conflicto en la década de 1960. En junio de 1962 se reunieron en Múnich representantes de la oposición del interior y del exterior para denunciar ante la recién creada Comunidad Europea el carácter antidemocrático del franquismo.
En 1963, fue ejecutado, entre grandes protestas internacionales, el dirigente comunista Julián Grimau, detenido en una redada policial. La agitación –en demanda de derechos democráticos— en las universidades españolas rebrotó a partir de 1964 y se hizo endémica prácticamente hasta el final del régimen. La nueva ley de Convenios Colectivos que el régimen aprobó en 1958, en razón de la liberalización económica desde entonces en marcha, movilizó a los trabajadores en demanda de libertades sindicales y del derecho de negociación, movilización que propició la aparición de nuevos sindicatos clandestinos de oposición (como Comisiones Obreras, organización cercana al Partido Comunista). Aunque la huelga estuvo siempre prohibida, hubo ya 777 huelgas en 1963 y 1.595 en 1970. Reapareció el descontento regional. Pequeños incidentes y gestos en Cataluña, donde lengua y cultura habían preservado los sentimientos de identidad catalana. En el País Vasco la aparición en 1959 de ETA, organización independentista y marxista que desde 1968 recurrió al terrorismo como forma de lucha armada por la liberación nacional vasca, rompió la paz de Franco. El terrorismo asesino a muchas personas entre 1968 y 1975, entre ellas el entonces Presidente del gobierno almirante Carrero Blanco. 27 etarras murieron en enfrentamientos con la policía; 16 miembros de la organización, entre ellos dos sacerdotes, fueron procesados en 1970 en Burgos, y algunos condenados a muerte, aunque indultados. La Iglesia, en cuyo interior habían ido germinando disidencias y protestas, fue por último divorciándose del régimen sobre todo desde el Concilio Vaticano II (1964) y al hilo de la renovación de la jerarquía episcopal española que culminó con el nombramiento como arzobispo de Madrid (1969) y presidente de la Asamblea Episcopal de monseñor Vicente Enrique y Tarancón, un hombre muy próximo al papa Pablo VI y decidido partidario de la ruptura de la Iglesia con el franquismo. Los obispos vascos pidieron clemencia para los procesados en el juicio de Burgos de 1970. En 1971, la Asamblea Episcopal perdió perdón por la parcialidad con que la Iglesia había actuado durante la guerra civil.
España, una sociedad en vías de modernización; el franquismo, un régimen político autoritario y de poder personal. Una contradicción, sin embargo el crecimiento económico siguió a un muy fuerte ritmo en los años 1970-1975. España firmó un Acuerdo Preferencial con la Comunidad Europea en 1970 y estableció, después, relaciones diplomáticas incluso con países comunistas (Alemania del este, China). Pero desde 1970 las huelgas se extendieron por toda España: cerca de 2.000 en 1974; más de ochocientas en 1975. La apertura prometida en febrero de 1974 por el último gobierno del franquismo, encabezado por Arias Navarro (1974-1975), promesa que galvanizó la política del país, fue un fracaso: no hubo democratización del régimen, no hubo legalización de “asociaciones” políticas como paso hacia un régimen de partidos. En marzo de 1974, fue ejecutado un joven anarquista acusado de terrorismo, Salvador Puig Antich. Una bomba de ETA Madrid mató, en Madrid, en septiembre de 1974, a once personas. El 27 de septiembre de 1975 fueron ejecutados, en medio de la indignación internacional, dos militantes de ETA y tres del FRAP, un grupo de extrema izquierda aparecido en 1973 que había atentado contra varios policías. Con un Caudillo ya anciano y debilitado por el Parkinson y sobre cuyas decisiones influían ahora las personas de su entorno familiar. En 1975, España abandonó precipitadamente el Sahara occidental (cediéndolo, contraviniendo sus compromisos, a Marruecos y Mauritania). Franco murió el 20 de noviembre de 1975, tras una larga y dolorosa agonía. El franquismo murió con él: contra sus previsiones, su sucesor, el rey Juan Carlos I, puso en marcha el proceso de cambio.
La democracia llegó con toda legalidad a España, de la mano de la monarquía, esta vez ya Parlamentaria.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

LOS MOZÁRABES

A los cristianos que viven bajo el poder musulmán que invade España desde el 711 se les llama “mozárabes”. Desde el siglo IX están en minorí...