viernes, 17 de noviembre de 2023

INVASIÓN INGLESA AL VIRREYNATO DEL RIO DE LA PLATA -(2) -

En su primera invasión al Virreinato del Río de la Plata, los ingleses fueron derrotados el 12 de agosto de 1806, en Buenos Aires, pero pese a la capitulación con las fuerzas españolas, la flota británica continuó fondeada en el río a la espera de refuerzos solicitados a Inglaterra para persistir en su objetivo. En su rendición se les dio un plazo para organizar su retirada.
Pero arribaron al río de la Plata numerosos efectivos ingleses nuevamente, esta vez al mando del comandante Juan Whitelocke. Reunieron 12.000 hombres y 20 naves de guerra, con los que el 16 de enero de 1807 desembarcaron en el puerto del Buceo, que se utilizaba como fondeadero seguro y de inmediato se apoderaron de la ciudad de Montevideo.­

Juan Whitelocke

Desde Buenos Aires el virrey Sobremonte intentó, al igual que en la primera invasión, partir hacia Córdoba con la intención de preservar los caudales. El 4 de febrero el capitán  Santiago de Liniers ingresó en el Cabildo porteño instando a recuperar las tropas españolas situadas en Colonia, y lo designaron a cargo de las fuerzas militares. Una junta general integrada por autoridades y destacados vecinos resolvió destituir y arrestar a Sobremonte. La Real Audiencia invistió al Capitán de Navío Santiago de Liniers y Bremond como virrey interino por ser el oficial de mayor rango. Ante la certeza de una nueva invasión inglesa, Liniers comenzó a formar un cuerpo de voluntarios, la que encontró eco entusiasta y decidido en la población. El ejército español quedó constituido por 8.600 hombres de infantería, caballería, artillería y un batallón de marina.

DEFENSA DE LINIERS 

En Montevideo Withelocke dejó 2.000 soldados como guarnición de la ciudad y con 9.000 hombres y 18 cañones cruzó el río de la Plata desembarcando entre el 28 y el 29 de junio en la ensenada de Barragán. Liniers salió al frente de 7.000 hombres con el propósito de cubrir la línea del Riachuelo, pero la vanguardia inglesa cruzó el río y se interpuso entre sus tropas y la ciudad.
En un combate en los Corrales de Miserere, Whitelocke derrotó a Liniers, pero el virrey reorganizó sus tropas reuniendo un total de 9.000 milicianos. La Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) se convirtió en el núcleo de la resistencia y se emplazaron cañones en sus ocho entradas, se abrieron trincheras artilladas y se colocaron tropas de Infantería en las azoteas de las casas circunvecinas. El Retiro y la Plaza de Toros fueron defendidos por infantes y marinos.
En la mañana del 5 de julio, Whitelocke ordenó ingresar a Buenos Aires en 13 columnas que desde la actual calle Entre Ríos se dirigirían separadamente hacia el Fuerte y el Retiro. Al penetrar en la ciudad, las que marchaban hacia el Fuerte fueron atacadas desde las azoteas de sus casas por los vecinos no alistados y por mujeres y niños que les arrojaban agua, aceite hirviendo y piedras sacadas del empedrado. El avance inglés se vio severamente entorpecido por esas acciones, por el fuego permanente desde el interior de las viviendas y por el desorden entre sus comandantes.

Tras una encarnizada lucha los invasores se apoderaron del Retiro y de la Plaza de Toros. En el sur los ingleses tomaron la manzana comprendida entre las actuales calles Defensa, Balcarce, Humberto I y San Juan. Quedaron dueños de esos puntos, pero fracasaron en el intento de tomar el Fuerte y la Plaza Mayor, donde la defensa permanecía intacta.
De las columnas inglesas que inicialmente integraron el grupo central una se rindió en los fondos de la iglesia de la Merced y otra atacó sin éxito la iglesia de San Miguel. Las fuerzas comandadas por el coronel Denis Pack no pudieron avanzar más allá de la actual calle Alsina. Una parte se encerró en la llamada "casa de la Virreina" (en las actuales calles Perú y Belgrano) y se rindió poco después. El resto retrocedió y penetró en el convento de Santo Domingo donde se encontraban Crawfurd y sus tropas. Rodeada la manzana y sometidos a un intenso fuego de fusilería y artillería durante dos horas, ambos jefes se rindieron junto con 47 oficiales y 600 soldados.
El 6 de julio trascurrió en negociaciones entre ambos bandos. Whitelocke reflexionó sobre la situación crítica de sus tropas frente a la tenacidad y al heroísmo del adversario y al día siguiente, luego que Liniers desestimara un pedido de 24 horas para recoger heridos, aceptó capitular aceptando abandonar Buenos Aires, Montevideo y el estuario del río de la Plata en sesenta días.

Durante los enfrentamientos las bajas inglesas ascendieron a alrededor de 2.500 hombres entre muertos, heridos y prisioneros, en tanto que los defensores de Buenos Aires tuvieron 302 muertos y 514 heridos. De regreso en Londres, Whitelocke fue enjuiciado militarmente y condenado a la privación de todo mando, declarándoselo totalmente inepto e indigno de servir a su majestad británica en ninguna clase militar.
En Latinoamérica muchas ciudades celebraron la victoria porteña con oficios religiosos. Potosí y Oruro obsequiaron al Cabildo de Buenos Aires trofeos de plata y oro. En esta ciudad el regocijo se tradujo en ceremonias oficiales, en la manumisión de setenta esclavos, en la acuñación de medallas conmemorativas y en el cambio de denominación de las principales calles con los nombres de Victoria, Reconquista y los de los héroes de la defensa. Juan Martín de Pueyrredón fue enviado a España para dar cuenta personalmente al rey de la Reconquista.

7 DE JULIO 1807 RENDICIÓN INGLESA

Entre las consecuencias que produjo la victoria sobre los ingleses, cabe destacar que por primera vez prevaleció la voluntad del pueblo por encima de la autoridad real cuando mediante el cabildo abierto del 10 de febrero de 1807 depusieron al virrey Sobremonte, hecho excepcional en la historia hispanoamericana.
Por otra parte, la necesidad de la defensa adiestró y disciplinó a los criollos con la creación de nuevas milicias y así les proporcionó armamento, uniformes, equipo y un cuadro de jefes y oficiales que serían en poco tiempo el brazo armado de la Revolución.
Los nativos adquirieron conciencia de su propio valer y se eliminó prácticamente la discriminación que existía entre españoles y criollos. La convivencia con los oficiales británicos prisioneros en Buenos Aires les hizo comprender los que representaba para la comunidad un intercambio comercial libre y exento de los perjuicios que causaba a la economía el régimen monopolista.
Los ingleses también fueron con la intención comercial por bandera de forma de convencer al pueblo rioplatense de las bondades del comercio con Inglaterra. Instalaron en Montevideo una inmensa feria con artículos de toda clase que vendían a precios que se consideraban muy baratos, lo que al principio, provocó gran euforia entre la población oriental, súbitamente tentada con toda clase de artículos importados, mientras  los mercaderes ingleses, no dejaban de ponderar los beneficios del “libre comercio”, tanto en sus conversaciones como a través de las columnas de “La Estrella del Sur”, el periódico que editaban para difundir sus “ideas”, en cuyas páginas subrayaban que la baratura y la calidad de sus productos, significaban  un gran beneficio para el mercado rioplatense.
Se comenzó a pensar en ello y pronto la realdad se puso de manifiesto. Se decían quienes veían más allá de esta inesperada avanzada comercial. Desde el momento en que las tejedoras de lana de Alto Perú, de bayetas santiagueñas, de muebleros de Tucumán,  no pueden competir con los productos fabricados en serie que vienen de Inglaterra, habrá centenares de hogares que no podrán vender lo que les permite vivir con decoro, y esos trabajadores, compradores potenciales a su vez, desaparecerán del mercado, al ser lanzados a la miseria. Esa tentativa también fracasó.
Ante el fracaso de sus dos invasiones, Inglaterra modificó su estrategia y en lugar de intentar apoderarse por la fuerza de las colonias sudamericanas se dedicó a apoyar sus aspiraciones emancipadoras como medio eficaz para lograr sus objetivos económicos.

jueves, 16 de noviembre de 2023

PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA -(1)-

Las causas que indujeron a los ingleses a atacar Buenos Aires fueron en primer término, la codicia del viejo mundo, Inglaterra, con su ancestral historia de piratería a cuestas, que aprovechando lo endeble, casi insignificante, de las defensas desplegadas por los españoles en Buenos Aires y Montevideo, para defender sus posesiones.
En segundo lugar castigar  a España por el apoyo a Francia en la batalla de Trafalgar en 1805.
Y la tercera era la necesidad de apoderarse de la gran abundancia de lana, trigo, harina, cuero, crines, sebo, etc. que se producía en Buenos Aires, elementos esenciales para la subsistencia del pueblo inglés, agobiado por el bloque que les había impuesto Napoleón. Las perspectivas que ofrecía para su comercio exterior. 


VIRREY RAFAEL DE SOBREMONTE 
No obstante en los años siguientes, aprovechando el caos español, ingleses y norteamericanos removieron la América hispana, mandando soldados mercenarios, alentando insurrecciones y sacando tajada comercial.
Hay que tener en cuenta que Inglaterra estaba interesada en el comercio directo con los criollos, hijos de españoles nacidos en América, desplazando a la corona española, y encontró muchos criollos interesados en el asunto, normalmente masones de preparación inglesa como San Martín y otros. Éstos a su vez veían la oportunidad de la emancipación de España.
El 22 de junio de 1806 el virrey Rafael de Sobremonte recibió un informe sobre la aparición de barcos ingleses. Investigado el asunto pensaron que eran despreciables corsarios, sin el valor y resolución de atacar. A pesar de esto, Sobremonte se retiró al Fuerte de Buenos Aires, donde redactó varias órdenes para organizar la defensa.
El día 25 al amanecer aparecieron frente a la ciudad, 9 buques enemigos. Lo hicieron fuera del alcance de la artillería de la costa. Se dirigieron a la Punta de Quilmes donde comenzaron a desembarcar.
Sobremonte envió rápidamente al brigadier Arze al punto del desembarco. Al frente de 400 milicianos de la campaña mal armados, sin experiencia que se enfrentarían a tropas disciplinadas de 1000 ingleses en la playa. Al día siguiente los invasores atacaron y los hombres de Arce huyeron, con lo que el 26 de junio los ingleses iniciaron su marcha sobre la ciudad.1560 invasores comandados por William Carr Beresford. Tomaron el fuerte y la ciudad. Vencida la débil resistencia ante las escasas e ineptas fuerzas el 28 de junio de 1806 la bandera inglesa ondeaba en el fuerte de Buenos Aires.


GENERAL WILLAM CARR BERESFORD 
El ataque se había producido sobre la misma capital, porque había sido informado por espías sobre un tesoro conformado por una gran suma de dinero proveniente del interior del país, guardado en Buenos Aires a la espera de poder ser trasladado a España.
Sobremonte había convocado a la población apta para el uso de armas a incorporarse a la milicia. Todo se hizo en el mayor de los desórdenes: no se entregaron todas las armas, y muchos voluntarios quedaron sin ninguna. Hubo fusiles que se entregaron sin piedras, sin balas o con balas del calibre equivocado; las espadas y sables estaban sin afilar.
El virrey ordenó quemar el puente llamado de Gálvez e intentó una defensa detrás del mismo. Contando con que los ingleses se verían obligados a cruzarlo aguas arriba. Pero los invasores se apoderaron de las embarcaciones de cabotaje del Río de la Plata con los que cruzaron a la otra orilla. Allí la defensa fracasó en su único intento. El virrey dio algunas órdenes que fueron mal interpretadas, y los defensores huyeron.
El virrey Sobremonte decidió retirarse, trasladándose a Córdoba pasando por Luján. Existía una disposición oficial que ordenaba que si Buenos Aires era atacada por extranjeros y no se podía conservar la capital, debía hacerse un repliegue hacia el interior y organizar la defensa en Córdoba. De esa manera se podía conservar el resto del virreinato y reconquistar la capital. Ni el virrey ni su familia debían caer en manos de los invasores, para no ser obligado a firmar la rendición.
Al frente de 2.000 hombres, el virrey se trasladó hacia la ciudad de Luján. Después de autorizar la entrega del tesoro detenido por el mal estado de los caminos en invierno, siguió camino a Córdoba. Las milicias porteñas lo abandonaron en su mayor parte, negándose a abandonar sus hogares.
Consolidó Sobremonte la posición militar en Córdoba, antes de que pudiesen llegar refuerzos desde Inglaterra. 


SANTIAGO DE LINIERS Y BREMOND 
Una vez tomada oficialmente la ciudad de Buenos Aires por el jefe inglés, los comerciantes locales le ofrecieron los caudales públicos a cambio de la devolución de los barcos y lanchas que había tomado y de los capitales privados que se había llevado Sobremonte. Escribieron al virrey, pidiéndole la entrega del tesoro que se había llevado, y guiaron a los ingleses hasta el cabildo de Luján. Allí los invasores se apoderaron del tesoro, enviándolo inmediatamente a Londres.
 En septiembre de 1806 llegó a Inglaterra una nave con la plata robada de las arcas reales de Luján por los ingleses que invadieron Buenos Aires. El General Guillermo Carr Beresford es paseado por las calles de Londres el tesoro robado y el producto del saqueo al que fue sometida la ciudad de Buenos Aires.
El 20 de setiembre los tesoros llegaron a Londres y la población se volcó en las calles para vitorear a los carros colmados de plata, que venían acompañados por tropas de caballería e infantería empleadas en la que fue la primera  invasión al Río de la Plata.  Precedían y seguían al convoy, dos destacamentos de los marinos que habían ocupado a Buenos Aires y dos cañones de los tomados en Quilmes, mientras que una nutrida Banda de música acompañaba el paso del cortejo que se dirigió desde Portsmouth hasta Londres.
Luego el rey de Gran Bretaña presidiendo en persona el Consejo de Ministros, declaró conquistada la ciudad de Buenos Aire y sus dependencias, decretando el libre comercio con la nueva posesión de conformidad con los reglamentos vigentes de sus otras colonias
Los invasores se habían apoderado realmente de aproximadamente un millón y medio de pesos fuertes, pero lo que llevaron al Banco sólo alcanzaba a un millón ochenta y seis mil doscientos ocho pesos fuertes. No cabría la pregunta de ¿quién quedó con la diferencia?, si no se supiera hoy, que Beresford y Popham, se quedaron con gran parte de este “botín”.
Lo que no sabían los ingleses de Londres, que par esos días Buenos Aires ya había sido reconquistado. 
También hay que saber que los oficiales ingleses durante su ocupación alternaban con las familias más distinguidas de Buenos Aires. Fueron alojados en sus casas, donde también se sucedieron las fiestas en homenaje a los militares invasores, quienes allí pudieron admirar la destreza de las elegantes damas porteñas para recitar y tocar el piano o la guitarra. Por las tardes era frecuente ver a las Sarratea, las Marcó Del Pont, las Escalada, las hijas de los hogares más aristocráticos de la ciudad, paseando por la Alameda (actual calle Leandro N. Alem), del brazo con los “herejes”, como llamaba el pueblo a los ingleses por su confesión protestante. Esto demuestra que los criollos, familias pudientes, estaban al tanto de la invasión, incluso colaboracionistas.


MARTÍN DE ÁLZAGA
Sin embargo, esta cara amable de la convivencia con las fuerzas dominadoras tenía su reverso: pasado el estupor de los primeros días, los patriotas comenzaron a montar una sorda y vasta conspiración para echar al invasor
Cuarenta y seis días después,  las milicias populares criollas, sumadas a las fuerzas que Santiago De Liniers trajo desde Montevideo, lograron reconquistar la ciudad, luego de librar furiosos combates en las calles y desde las azoteas de las casas, una acción que la historia ha recogido como “La Reconquista” y que tuvo como héroe y triunfador indiscutido al mencionado Liniers y Martín De Álzaga, un comerciante español que encabezó la rebelión popular.

miércoles, 15 de noviembre de 2023

CORONA DE CASTILLA-LEÓN -7-

En el capítulo anterior hemos hablado de la Farsa de Ávila celebrada en junio de 1465,  donde se destronaba al rey Enrique IV y se proclamaba a Alfonso de Trastámara como Alfonso XII.
En esos días Isabel supo de la noticia de que a su hermano lo habían coronado como rey de Castilla una serie de nobles encabezados por Pacheco. (La Farsa de Ávila). Por lo tanto en Castilla había dos reyes, enemigos y hermanos de padre, Alfonso XII y Enrique IV.
El nuevo heredero fue entregado a la custodia del marqués de Villena.

ISABEL DE CASTILLA DE JOVEN 

Isabel ya entonces pensó que la propia vida de ser hermano corría peligro. Amenazaba el presagio de una guerra civil. El rey Enrique tenía sus partidarios. El más leal los nobles de la casa Mendoza. De esta forma es que estalla una guerra que terminará tres años después, en 1468. Alfonso reinó incluso con el nombre de Alfonso XII durante tres años. Fue un títere en manos del marqués Pacheco y no fue seguido por muchos castellanos que seguían fieles a Enrique IV. Pero tuvo una corte con actividad cultural a la que acudían caballeros de renombre.
Pasado el invierno de 1465 a 1466 era evidente que ambos bandos no estaban en condiciones de obtener la victoria.  Mientras tanto, continuaba la guerra, y Pacheco sabedor que no podría asaltar la fortaleza de Segovia, ofreció al rey una propuesta de paz. Eliminaría a su rival (Alfonso) de la escena política. El rey debía alejar de la corte a los Mendoza y fundamentalmente a Beltrán de la Cueva y devolvería a él los cargos que había ostentado y a la vez ofrecería a Isabel para casarla con su hermano, Pedro Girón. 


JUAN PACHECO Y PEDRO GIRÓN     
Girón era un hombre bruto, ya maduro para Isabel, freire incapaz de cumplir sus votos de castidad por ser maestre de Calatrava, padre de bastardos, ambicioso y hombre violento. Enrique dio su consentimiento. Y también Alfonso. Isabel se encomendó a la protección de Dios, según la espiritualidad que le habían enseñado. En el viaje de vuelta Girón se sintió enfermo y sorpresivamente murió en abril de 1466. Sucesos como este fortalecieron a Isabel en la fe, ya que en su biografía encontramos más de uno. Isabel adoptó una actitud pasiva, tampoco podía hacer mucho.
La muerte de Pedro Girón detuvo toda negociación y prosiguió la guerra. En el mes de agosto de 1467 ambos bandos se enfrentaron en Olmedo, conocida como la Segunda Batalla de Olmedo. Realmente ninguno fue vencedor claro, pero Enrique no se atrevió a proclamar su victoria ante sus tropas, cosa que si hizo Alfonso aconsejado por su valedor, experto en asuntos militares. Se dice que en realidad en que combatió con la armadura de Alfonso fue Gonzalo de Córdoba, (el que sería El Gran Capitán), su protector, e indujo a Alfonso a declararse vencedor.

GONZALO FERNANDEZ DE CÓDOBA (EN TVE)
Las cosas se complican y entra en el asunto el papa Paulo II como pacificador. Encarga las negociaciones a Antonio de Veneris, nuncio papal ante la corte de Enrique IV y embajador de este en Roma, con plenos poderes. Pronto sentenció que la legitimidad de la corona pertenecía a Enrique IV y las cosas debían volver a como estaban en 1464. Es decir que Alfonso volvería a ser infante, pero recordemos que había sido proclamado Príncipe de Asturias, es decir heredero a la corona, lo que desplazaba a la hija del rey, Juana.
Mientras siguen las negociaciones, Pacheco pierde la batalla en Toledo. Con lo cual decide hacerse con Segovia, plaza muy difícil de tomar, tanto la ciudad como la fortaleza. Pero hábil y astuto consigue, como dijo, que las puertas se abran desde dentro, es decir que había sobornado a algunos hombres. Con lo cual entra en Segovia tomando la ciudad, no sin resistencia, pero con éxito. No lo consigue con el Alcázar defendido por Cabrera.
Recordemos que Isabel no vivía en palacio, sino en la ciudad y por lo tanto se convierte en rehén de Pacheco y del arzobispo Alfonso Carrillo, que era otro personaje de cuidado, muy poderoso y que también había participado en la Farsa de Ávila, contrario al rey. Lo único bueno para nuestra Isabel es que se reuniría con su hermano y ambos fueron ver a su madre. El pérfido marques Pacheco despidió a Beatriz y otras mujeres cercanas a Isabel, con lo cual ésta fue en busca de Carrillo, recién promovido a Duque de Alba, y le puso delante un papel para su firma, jurando por su honor que empeñaba su palabra de no consentir que se impusiese a ella un matrimonio mientras ella libremente no diera su voluntad. Poca garantía era un papel en tiempos tan revueltos, pero la palabra de un primado de España era algo muy serio.
Aquí es donde los hermanos se reúnen con su madre y celebran el cumpleaños de Alfonso con, entre otras, una representación de “momos”, una pieza de baile y recitado, en la que participó la propia Isabel, con otras jóvenes, bailando y vestidas como hadas. El propio Jorge Manrique dio fe de la brillantez de la corte. Recordemos que en esos días al hermano de Isabel, Alfonso, lo habían proclamado rey de Castilla.

Baile de Momos de la serie Isabel

Alfonso le ofreció a su hermana en agradecimiento el señorío de Medina del Campo, uno de los mandos de la voluntad de su padre. Así es como Medina entró a formar parte en marzo de 1468 de la vida de Isabel, para no desprenderse jamás de la villa, hasta el momento de su muerte. El alojamiento que buscó en la villa no fue el castillo de la Mota, como se cree, sino un palacio, edificio que no merece siquiera ese nombre, situado junto a la Iglesia de San Antolín.
En el mes de julio de 1468 muere repentinamente Alfonso, por causas desconocidas. 
La guerra por la corona había terminado.

martes, 14 de noviembre de 2023

CORONA DE CASTILLA-LEÓN -6-

La política inicial del rey Enrique IV poco después de su coronación en 1454,  señalaba hacia objetivos que debían dar clara ventaja al Reino de Castilla: renovó la tradicional alianza con Francia, abriéndose, sin embargo, a nuevas relaciones mercantiles con Inglaterra, Flandes y Bretaña; hizo la paz con Aragón, poniendo término a las reclamaciones de Juan II y manteniendo su apoyo al príncipe de Viana, Carlos y también firmó la paz con su cuñado de Portugal.


ENRIQUE IV DE CASTILLA (serie Isabel)
Reemprendió la guerra de Granada, pero el plan estratégico planteado en este punto, operación de desgaste paulatino, rehuyendo los enfrentamientos campales despertó grandes críticas entre los nobles. También pudieron manejarse como propaganda adversa las medidas adoptadas en las Cortes de Córdoba, tendentes a lograr estabilización y saneamiento de la moneda. Enrique IV siempre se destacó en buscar alianzas y acuerdos antes que enfrentamientos armados.

MARQUÉS DE VILLENA
(Juan Pacheco)
Suspendida la guerra e instalada la Corte en Madrid, el marqués de Villena (Juan Pacheco), pudo recuperar su influencia. Es difícil explicar las relaciones entre el Rey y su ministro. Entre 1456 y 1461 puede hablarse de un gobierno del marqués; cuando los otros grandes se unieron para formar una Liga Nobiliaria en 1460 en su contra, pero él maniobró con habilidad, haciendo recaer sobre el arzobispo Fonseca todas las culpas e incorporándose él mismo a la Liga, cuyos dirigentes entraron también en el Consejo.
Crecían en la Corte los rumores acerca de la impotencia del Rey, que trató de acallar manteniendo escandalosas relaciones con otras mujeres, Catalina de Sandoval y Guiomar de Castro, que llegaría a convertirse en condesa de Treviño. Esta última testificaría después contra Enrique afirmando de éste que era incapaz de completar la relación sexual. De estas relaciones no hubo descendencia.

BELTRÁN DE LA CUEVA 
La rápida promoción de Beltrán de la Cueva, convertido en mayordomo mayor, oficio que pisaba los talones a Pacheco, contaba ahora con la poderosa ayuda de la familia Mendoza, nobles muy poderosos en Castilla y el respaldo de la reina Juana, que mantenía muy estrechas relaciones con Portugal.
El marqués de Villena, el obispo Carrillo y Girón, hermano del marqués, contando con el apoyo de la mayoría de los grandes, reclamaron que el hijo de Juan II, Alfonso, que iba a cumplir siete años, fuese reconocido como sucesor de acuerdo con el testamento del difunto rey. Enrique IV estableció una alianza con Carlos príncipe de Viana, que tenía derecho a titularse Rey de Navarra y era sucesor en Aragón, al cual ofreció casar con su hermana. Las tropas castellanas, apoyadas por los beamonteses navarros, partidarios de Carlos, entraron en Navarra forzando una reconciliación entre el príncipe y su padre, (Juan II de Aragón),  la cual no duró. Noticias enviadas desde Castilla hicieron que Carlos fuera reducido a prisión. Las presiones catalanas obligaron a liberarle.
Cuando el príncipe de Viana murió en 1461, la Diputación de Cataluña ofreció a Enrique IV como legítimo Rey de Aragón, invocando la herencia goda. Blanca, la esposa viuda heredera de Navarra, transmitió a Enrique sus derechos; poco después murió asesinada. En este momento, verano de 1461, la reina, esposa de Enrique IV, Juana, anunció que esperaba descendencia. Nació, el 28 de febrero siguiente, una niña a la que llamaron Juana.

ALFONSO DE CASTILLA 
Por esos años de 1461/62 Alfonso y su hermana Isabel pasaron de estar bajo la vigilancia de la reina Juana de Avis en la Corte, a estar en la protección del marqués de Villena, Juan Pacheco, personaje intrigante y manipulador como pocos. Pero los hermanos estaban separados, Alfonso con el marqués y protegido por Gonzalo de Córdoba, (el que fuera el Gran Capitán), que estaba hacía algún tiempo en el mismo puesto pero custodiando a Isabel. Y por otro lado, Isabel que abriría casa propia en Segovia, custodiada por Gonzalo Chacón, hombre honesto de la confianza de Isabel, y que también administraba sus ingresos y su seguridad, y acompañada por Beatriz de Bobadilla, hija del alcalde de Arévalo y la mejor amiga de Isabel, mujer once años mayor que ella, que se convirtió en su protectora durante los años de infancia que vivió en Arévalo, adonde la infanta llegó con su madre y su hermano Alfonso en 1454, tras la muerte de su padre. Esta mujer se casaría con Andrés de Cabrera, un converso de origen judío recaudador de impuestos, hombre de confianza de Isabel y de Gonzalo Chacón. Era tesorero de Segovia.

ANTONIO VENERIS 
En mayo de 1462 el rey convocó a Cortes para el preceptivo juramento de la recién nacida. Enrique, en la alegría de las fiestas del nacimiento premió a Beltrán de la Cueva con el condado de Ledesma intentó reaccionar entregando a Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza, y a su cuñado Beltrán el poder. Tratando de salvaguardar los derechos de esta infanta, el rey buscó una reconciliación con los nobles. Previamente, Pacheco había repartido copias de un acta notarial protestando de que se le hiciese jurar a Juana que no tenía derecho; en este documento, que se ha conservado, no se explicaban las razones de la ilegitimidad de esta niña. Podía entenderse que se daba preferencia al hermano varón sobre la hija hembra, que no se creía que Enrique IV fuese su padre o que había nacido de un matrimonio no legítimo.
El poderoso marqués Juan Pacheco estaba descontento con el trato de favor de Enrique a sus rivales la familia de los Mendoza y el valido Beltrán de la Cueva. El marqués se valió de una alianza contra el rey junto con los arzobispos de Toledo, Sevilla y Santiago, el conde de Paredes, la familia Enríquez, los condes de Plasencia y de Alba, y otros nobles y eclesiásticos.  Los enemigos del Rey plantearon las negociaciones por etapas. Enrique IV comenzó aceptando que Alfonso fuese reconocido como legítimo heredero, con la condición de que tuviera que casarse con la hija de la Reina. Luego exoneró a su valido obligándole a renunciar al Maestrazgo de Santiago del que se apoderó Pacheco si bien compensó a Beltrán elevándole al ducado de Alburquerque. El nuevo heredero fue entregado a la custodia del marqués de Villena.
La nobleza en septiembre de 1464, tras una reunión en Burgos, presentó a la firma del Rey un documento, “Sentencia de Medina del Campo”, que prácticamente reducía el poder del Monarca a la mera ejecución de las decisiones que se tomasen en un Consejo por ella dominado. Enrique IV se negó a firmarlo y volvió a recurrir a los servicios de Beltrán de la Cueva y de los Mendoza, que se hicieron cargo de la custodia de Juana.
El Monarca daba constantes signos de debilidad, mostrándose dispuesto a negociar. Por su parte, el papa Paulo II, preocupado ante las noticias que llegaban de España, envió a el “mosén” Antonio de Veneris con plenos poderes para resolver las dificultades que los matrimonios ofrecían.

DIEGO DE MENDOZA 
El arzobispo Fonseca y el marqués de Villena negociaron con Enrique. No hubo acuerdo y el rey fue depuesto, primero en Plasencia en abril de 1465 y a continuación en Ávila en junio, donde se celebró la llamada “Farsa de Ávila”, consistente en una ceremonia donde en un tablado se colocó un muñeco que representaba al rey con su corona. Estaban presentes Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, el marqués de Villena, el conde de Paredes, el conde de Plasencia, el conde de Benavente y otros caballeros  además de un público del pueblo. Habían llevado al infante Alfonso que tenía once años de edad.

LA FARSA DE ÁVILA
Se celebró una misa y los rebeldes subieron al tablado y leyeron una declaración en la que se decía que el rey mostraba simpatía por los musulmanes, era homosexual, no tenía carácter y sobre todo que no era el padre de la princesa Juana, por ser impotente. Por lo que Juana no tendría derecho a heredar el trono y si lo tenía Alfonso.
Después le retiraron al muñeco los símbolos importantes, la corona, la espada y el bastón. Después subieron a Alfonso al tablado y lo proclamaron rey, con el grito de “Castilla, por el rey don Alfonso” y procedieron al besamanos.

CRISTOBAL COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (1)

Para un europeo del siglo XV era muy difícil imaginar un mapamundi de aquellos tiempos. No habían viajado por toda la tierra conocida. Tenía...