La CEDA, (derecha), ganadora de las elecciones de 1933, en
realidad no aceptaba los postulados de la República. Pensaba en rectificar todo
el periodo de Azaña para caminar primero hacia un Estado conservador para legar
después aun Estado autoritario.
Resumiendo un poco diremos que se intentó paralizar los procesos autonómicos vasco y catalán. Se incorporaron a los más altos mandos del ejército a los generales más contrarios a la República, Goded, Fanjul, Franco y Mola.
Resumiendo un poco diremos que se intentó paralizar los procesos autonómicos vasco y catalán. Se incorporaron a los más altos mandos del ejército a los generales más contrarios a la República, Goded, Fanjul, Franco y Mola.
La Falange Española, partido de carácter fascista dirigido
por José Antonio, hijo del dictador Primo de Rivera, que en febrero de 1934 se
fusionó con las JONS, también de inspiración fascista, dando lugar al partido
FE y de las JONS.
La izquierda más extremista, los anarquistas de la CNT, inician el 8 de diciembre de 1933 un levantamiento golpista disfrazado de huelga general, de terribles consecuencias sangrientas. La CEDA reunía tal cantidad de intereses que no fue posible unificarlos.
Se actuó con dureza en las huelgas campesinas de Andalucía y Extremadura.
Los anarquistas de la CNT, inician el 8 de diciembre de 1933 un levantamiento golpista disfrazado de huelga general, que se salda con 89 muertos y 163 heridos, atentados con explosivos, destrucción de archivos, quema de iglesias y atentados contra vías férreas, puentes, líneas telegráficas y telefónicas. El acto más grave es el descarrilamiento del tren Barcelona-Sevilla, un atentado terrorista que mata a 23 pasajeros y deja 38 heridos.
La izquierda más extremista, los anarquistas de la CNT, inician el 8 de diciembre de 1933 un levantamiento golpista disfrazado de huelga general, de terribles consecuencias sangrientas. La CEDA reunía tal cantidad de intereses que no fue posible unificarlos.
Se actuó con dureza en las huelgas campesinas de Andalucía y Extremadura.
Los anarquistas de la CNT, inician el 8 de diciembre de 1933 un levantamiento golpista disfrazado de huelga general, que se salda con 89 muertos y 163 heridos, atentados con explosivos, destrucción de archivos, quema de iglesias y atentados contra vías férreas, puentes, líneas telegráficas y telefónicas. El acto más grave es el descarrilamiento del tren Barcelona-Sevilla, un atentado terrorista que mata a 23 pasajeros y deja 38 heridos.
El hecho más grave es la Revolución de Octubre de 1934, una
intentona golpista de carácter bolchevique que si hubiera triunfado llevaría a
España a una dictadura comunista y de
socialistas radicales. Otros opinan que fue una ilegalidad pero que defendía el
orden republicano que consideraban amenazado por la CEDA. Tuvi especial
incidencia en Asturias y en Cataluña. La huelga general revolucionaria cuajó
fundamentalmente en la cuenca minera asturiana del carbón, incluyendo algunas
zonas mineras de las provincias limítrofes de León y Palencia debido al acuerdo
entre socialistas y anarquistas. También tuvo un cierto alcance en localidades
como El Ferrol y en las zonas de extracción de mineral de hierro en Vizcaya. En
el resto del país, donde no existió dicha confluencia fracasando
estrepitosamente en Madrid y en otras localidades.
Los generales Goded y Franco son llamados para que dirijan la represión de la rebelión de Asturias desde el Estado Mayor en Madrid. La represión, con la intervención de fuerzas legionarias y marroquíes fue especialmente dura en Asturias donde la resistencia había llegado más lejos (más de 1.500 muertos y decenas de miles de presos). En Cataluña, al inhibirse la CNT, el movimiento tuvo un escaso alcance, aunque la autonomía fue disuelta y el presidente Companys encarcelado. Los más importantes líderes socialistas del PSOE y la UGT fueron a prisión o se tuvieron que exiliar. En realidad, el estallido de la contienda fratricida no era inevitable. El propio Franco, en 1934, no tenía interés en apoyar un golpe de Estado, sino en servir a una república conservadora, capaz de mantener a raya a los “rojos”.
Los generales Goded y Franco son llamados para que dirijan la represión de la rebelión de Asturias desde el Estado Mayor en Madrid. La represión, con la intervención de fuerzas legionarias y marroquíes fue especialmente dura en Asturias donde la resistencia había llegado más lejos (más de 1.500 muertos y decenas de miles de presos). En Cataluña, al inhibirse la CNT, el movimiento tuvo un escaso alcance, aunque la autonomía fue disuelta y el presidente Companys encarcelado. Los más importantes líderes socialistas del PSOE y la UGT fueron a prisión o se tuvieron que exiliar. En realidad, el estallido de la contienda fratricida no era inevitable. El propio Franco, en 1934, no tenía interés en apoyar un golpe de Estado, sino en servir a una república conservadora, capaz de mantener a raya a los “rojos”.
SALVADOR DE MADARIAGA
El propio Indalecio Prieto, líder socialista, reconoció y lamentó años después, ya en el exilio, su participación en aquel primer golpe contra la república: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro culpa, como pecado, no como gloria”.
Salvador de Madariaga, embajador y dos veces ministro de la República, escribió: “El alzamiento de 1934 es imperdonable. La decisión presidencial de llamar al poder a la CEDA era inatacable, inevitable y hasta debida desde hacía ya tiempo. El argumento de que José María Gil-Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falsa. Hipócrita, porque todo el mundo sabía que los socialistas de Largo Caballero estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra la Constitución de 1931 sin consideración alguna para lo que se proponía o no Gil-Robles; y, por otra parte, a la vista está que el presidente Companys y la Generalitat entera violaron también la Constitución.
¿Con qué fe vamos a aceptar como heroicos defensores de la República de 1931, contra sus enemigos más o menos ilusorios de la derecha, a aquellos que para defenderla la destruían? Pero el argumento era, además, falso, porque si Gil-Robles hubiera tenido la menor intención de destruir la Constitución del 31 por la violencia, ¿qué mejor ocasión que la que le proporcionaron sus adversarios políticos alzándose contra la misma Constitución en octubre de 1934, precisamente cuando él, desde el poder, pudo, como reacción, haberse declarado en dictadura? Lejos de haber demostrado en los hechos apego al fascismo y desapego al parlamentarismo, Gil-Robles salió de esta crisis convicto y confeso parlamentario, a punto que dejó de ser, si jamás lo había sido, persona grata para los fascistas. Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”.
El propio Indalecio Prieto, líder socialista, reconoció y lamentó años después, ya en el exilio, su participación en aquel primer golpe contra la república: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro culpa, como pecado, no como gloria”.
Salvador de Madariaga, embajador y dos veces ministro de la República, escribió: “El alzamiento de 1934 es imperdonable. La decisión presidencial de llamar al poder a la CEDA era inatacable, inevitable y hasta debida desde hacía ya tiempo. El argumento de que José María Gil-Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falsa. Hipócrita, porque todo el mundo sabía que los socialistas de Largo Caballero estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra la Constitución de 1931 sin consideración alguna para lo que se proponía o no Gil-Robles; y, por otra parte, a la vista está que el presidente Companys y la Generalitat entera violaron también la Constitución.
¿Con qué fe vamos a aceptar como heroicos defensores de la República de 1931, contra sus enemigos más o menos ilusorios de la derecha, a aquellos que para defenderla la destruían? Pero el argumento era, además, falso, porque si Gil-Robles hubiera tenido la menor intención de destruir la Constitución del 31 por la violencia, ¿qué mejor ocasión que la que le proporcionaron sus adversarios políticos alzándose contra la misma Constitución en octubre de 1934, precisamente cuando él, desde el poder, pudo, como reacción, haberse declarado en dictadura? Lejos de haber demostrado en los hechos apego al fascismo y desapego al parlamentarismo, Gil-Robles salió de esta crisis convicto y confeso parlamentario, a punto que dejó de ser, si jamás lo había sido, persona grata para los fascistas. Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”.
Tras la insurrección de 1934, el gobierno dirigido por Lerroux a partir de mayo de 1935 se iniciaría la contrarreforma agraria, anulando los pocos pasos que habían sido dados. Sin embargo, varios escándalos de corrupción, como el del estraperlo de las ruletas trucadas instaladas en casinos, que en algún caso implicaban al mismo Lerroux, precipitaron la crisis del gobierno radical-cedista. Gil Robles aprovechó la coyuntura para postularse como jefe de gobierno, pero Alcalá Zamora encargó la formación del gobierno a Manuel Portela Valladares (diciembre 1935). Intentó formar un gobierno de centro pero fracasó y Alcalá Zamora decidió disolver las Cortes y convocar elecciones.
Con la CEDA no hubo gobiernos coherentes ni duraderos. Hubo siete ejecutivos, cuatro de Lerroux. Eso más los disturbios en las calles, las huelgas y manifestaciones, pusieron en bandeja al Frente Popular (izquierda), la convocación de elecciones.
Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, el 1 de diciembre de 1935 es puesto en libertad y el 10 de febrero, en el Cine Europa de Madrid, declara sin rodeos: “estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”. “Tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo integral, y ese período es la dictadura del proletariado, hacia la cual vamos”. Había abandonado el camino democrático y elegido el revolucionario.