viernes, 11 de diciembre de 2020

56.- REINOS DE CASTILLA Y ARAGÓN (19)

LA EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS ----------- En tiempos de los reyes cristianos se identificaba la política con la religión. Solo los bautizados estaban en condiciones de ser súbditos del rey y por tanto de estar bajo el amparo de las leyes, usos y costumbres del reino. Al comienzo del reinado de Fernando e Isabel, judíos y musulmanes formaban comunidades propias, pero habitaban en tierra ajena. El hispanista francés Joseph Pérez ha destacado las semejanzas que existen entre esta expulsión y la persecución de los judíos en la Hispania visigoda casi mil años antes de la realizada por los Reyes Católicos firmada en Granada y que ésta no fue una excepción en Europa, salvo por tardía, a pesar de la fama de antisemitas que arrastran los monarcas. Ese mismo año, incluso la Universidad de la Sorbona de París trasmitió a los Reyes Católicos sus felicitaciones. De hecho, la mayoría de los afectados por el edicto eran descendientes de los expulsados siglos antes en Francia e Inglaterra. Los que abandonaron finalmente el país pertenecían a las clases más modestas. La razón que se escondía tras la decisión, además del recelo histórico de los cristianos contra los hebreos, era la necesidad de acabar con un grupo de poder que algunos historiadores, como William Thomas Walsh, han calificado como ”Un Estado dentro del Estado”. Su predominio en la economía y en la banca convertía a los hebreos en los principales prestamistas de los reinos hispánicos. Con el intento de construir un estado moderno por los Reyes Católicos, se hacía necesario acabar con un importante poder económico que ocupaba puestos claves en las cortes de Castilla y de Aragón. Así y todo, los que abandonaron finalmente el país pertenecían a las clases más modestas; los ricos no dudaron en convertirse.
Como ha señalado Joseph Pérez, "La tolerancia implica no discriminar a las minorías y respetar la diferencia. Y entre los siglos VIII y XV, no hallamos en la península nada parecido a la tolerancia". Henry Kamen, por su parte, afirma que "las comunidades de cristianos, judíos y musulmanes nunca habían vivido en pie de igualdad; la llamada convivencia fue siempre una relación entre desiguales". En los reinos cristianos, destaca Kamen, tanto judíos como musulmanes eran tratados "con desprecio" y las tres comunidades "vivían existencias separadas". Los judíos ocupaban puestos administrativos y financieros importantes, como Abraham Seneor, desde 1488 tesorero mayor de la Santa Hermandad, un organismo clave en la financiación de la guerra de Granada. En tiempos de los Reyes Católicos, siempre según datos aproximados, los judíos representaban el 5% de la población de sus reinos con cerca de 200.000 personas. De todos estos afectados por el edicto, 50.000 nunca llegaron a salir de la península pues se convirtieron al Cristianismo y una tercera parte regresó a los pocos meses alegando haber sido bautizados en el extranjero o se bautizaron al entrar. Algunos historiadores han llegado a afirmar que solo se marcharon definitivamente 20.000 habitantes. El edicto les prohibía sacar oro, plata, monedas, armas y caballos del reino.
Aunque la expulsión de 1492 fue sobredimensionada respecto a otras en Europa, causando a España una inmerecida fama de país hostil a los judíos, nada quita que la decisión provocara un drama social que obligó a miles de personas a abandonar el único hogar que habían conocido sus antepasados. Según establecía el edicto, los judíos tenían un plazo de cuatro meses para abandonar el país. El texto sólo permitía llevarse bienes muebles. En Francia, Luis XII también los expulsó hacia 1496. Comenzaba en esos días una odisea para los llamados judíos sefarditas que duraría siglos, y que generó una nostalgia histórica hacia la tierra de sus abuelos todavía presente. Las causas que movieron a nuestros reyes a decretar la expulsión siempre ha sido muy debatida. El odio o desprecio del pueblo cristiano por la usura y acumulación de riquezas. También muchas desavenencias entre los grupos privilegiados de la nobleza y el clero contra la burguesía de los judíos. Sin embargo en aquella época poco importaban la opinión de las masas populares y tampoco era tan grave el asunto de la nobleza. Seguramente la presión de la Inquisición que pretendía resolver de una vez el problema de los falsos conversos. También ha habido un fondo político; el fortalecimiento de la monarquía autoritaria de los RR CC para lograr una mayor integración social que repetidamente daba manifestaciones y tumultos antijudíos en la década de 1480. La unidad por la fe católica se interpretaba como la maduración del poder de la monarquía en la construcción del Estado que pretendían componer. En el tema económico resultaron muchos problemas de difícil solución. Debían vender los inmuebles y lo que no pudieran llevarse. Cayeron los precios a causa de la oferta. En algunos sitios se prohibió la compra a los cristianos.
También se les permitía dar poderes a otras personas para que liquidaran las propiedades con menos prisas. Debían dejar los caballos, el oro, la plata y la moneda acuñada. También hubo contrabando y sobornos a algunas autoridades. Podían entregar a los banqueros dinero y metales preciosos obteniendo una letra de cambio que podía hacerse efectiva fuera de España. Génova se aprovechó bastante de esto, cobrando grandes intereses. Los cristianos que debían dinero se negaron a saldar sus deudas inmediatamente. Los que fueron a Portugal luego fueron expulsados o esclavizados. Otros fueron a Orán, otros a Marruecos donde fueron robados y las mujeres fueron violadas. Pero muchos grupos, sobre todo de Aragón fueron a Génova, Nápoles, Turquía, los Balcanes y otras tierras de Oriente Próximo y Medio Oriente. También a Francia y los Países Bajos. Abatidos por tanto sufrimiento muchos volvieron a España y en noviembre de 1492 los reyes les permitieron entrar con la condición de que se bautizaran, o tuvieran certificado de bautismo legal. En este caso se les permitió recuperar los bienes vendidos por el mismo precio que habían recibido. Los reyes tenían la conciencia de que no trataban con individuos en concreto, sino con la comunidad judía como tal. Las propiedades de las aljamas, que eran bienes comunitarios de ellos, estaban expropiados por la corona. En 1499 la cuestión judía quedó resulta. Se emitió un decreto que determinaba que cualquier judío que fuese capturado en los reinos peninsulares, sería condenado a muerte. Estos judíos que se llamaban sefardíes o sefarditas, (Sefard era el nombre que daban a España), muchos descendientes han llegado hasta hoy, conservando aquel habla castellana tan pintoresca y algunos hasta la llaves de la casa que habitaron sus antepasados. El Imperio Turco reconoció su nacionalidad española. Los que se quedaron o regresaron se fundieron paulatinamente con la población española y llegaron a ocupar altos cargos en la administración e incluso en el clero. Los apellidos típicos, conservados hasta hoy nada dicen de su origen y es posible que quien lo lleve ni siquiera sepa de su linaje judío.

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