viernes, 4 de diciembre de 2020

51.- REINO DE CASTILLA -14-

El 1 de enero de 1474 se conocieron Fernando de Aragón y Enrique IV de Castilla en el Alcázar de Segovia. A partir de aquí los príncipes actuaban como sucesores de la corona sin problema alguno y con la consideración de todos. Se controlaba a la niña Juana (la Beltraneja) que se encontraba con su madre en Madrid, vigiladas por personas de confianza de Pacheco, que no había renunciado a sus proyectos. Isabel y Enrique llegaron a pasear a caballo juntos por Segovia, a la vista del pueblo, dando muestra de la buena relación existente entre ambos. Pero la salud del rey se iba minando. Enrique enfermo se marchó a Madrid, Fernando se marchó con sus tropas a Aragón, porque los problemas en la guerra seguían aumentando, e Isabel se quedó en Segovia, cabeza de Castilla en aquellos momentos. Pacheco con sus intrigas en Madrid, presentó al rey una carta para su firma donde el rey entregaba la señoría de la villa de Carrión en agradecimiento por los servicios prestados en defensas de Juana. En la villa hubo movimientos militares de amenaza entre los soldados de Benavente que la guardaban y los de Mendoza. A punto de la lucha apareció Fernando con sus tropas alineándose junto a las fuerzas de Mendoza y se suspendió la batalla sometiéndose ambas partes a un laudo arbitral por parte del rey. Éste falló en contra de la toma por parte de las fuerzas de Pacheco y desde entonces, la Casa del Infantado, (de los Mendoza en Madrid), quedó al servicio de Isabel.
Cosas del destino, con el rey enfermo, Carrillo y Pacheco se encontraban en la corte, los que habían traicionado al rey. Los Mendoza, grandes defensores de la hija del rey, Juana ahora estaban del lado de Isabel. La consolidación de Fernando en un trono acabaría abarcando un total de siete reinos. Esto era un cambio importante en Europa. Francia se dio cuenta de esto y Luis XI mandó invadir nuevamente el Rosellón. Fernando tuvo que regresar a Cataluña con tropas y convenció a su padre que no era allí donde se estaba jugando la partida principal, sino en Castilla, dado la futura unión de ambos reinos. Poco después en octubre de 1474 muere Juan Pacheco, el marqués de Villena. Su hijo Diego no era de la misma pasta que su padre. Más irresoluto no valía para ofrecer la defensa de la Beltraneja, cosa que aún había dejado de pensar el padre hasta el último momento. También en diciembre de ese año, estando en Madrid Enrique se sintió muy mal. En el Alcázar se tumbó vestido así murió, sin quitarse las botas. Marcaría el tránsito del futuro de Castilla y de España entera. Era el 12 de diciembre de 1474. Isabel se encontraba en Segovia y Fernando en Cataluña en l
a guerra del Rosellón. No había testamento, ni tampoco el rey había respondido a las cartas de Isabel. El contador real cabalgó hacia Segovia para noticiar a Isabel. Anulada por el papa los actos de Val de Lozoya y confirmados los de Guisando, a los ojos del pueblo de Segovia la situación era la del rey en buena armonía con su hermana, sin disputas por lo que se confirmaba a Isabel y Fernando como herederos legítimos. A muchos les pareció que Isabel no debía demorar su proclamación como reina de Castilla y recordamos que no se necesitaba ser coronada o consagrada, como en Francia, sencillamente se le proclamada. Así, el 13 de diciembre de 1474, Isabel de Trastámara asiste a los solemnes funerales por el recientemente difunto rey Enrique IV, su hermano, en la Iglesia de San Martín Vera en Segovia. Isabel vestía la ropa de ceremonia cubierta de paños de luto. Pero a la salida se despojó de los paños apareciendo con todo el lujo que requería la siguiente ceremonia, la proclamación como reina de Castilla. Isabel ni siquiera esperó a su esposo, ya de camino, para proclamarse la reina de Castilla. Gutierre de Cárdenas, hombre de confianza de Chacón, y de Isabel, por una de las cosas por las que pasará a la historia es por sostener la espada abriendo la comitiva de Isabel, cuando fue proclamada reina, era un papel simbólico que en los acuerdos del matrimonio entre Fernando e Isabel estaba dispuesto para el aragonés. Pero ante su ausencia, Isabel no esperó y le otorgó ese encargo a Gutierre de Cárdenas. Procesionalmente volvieron al Alcázar tomando Isabel posesión de su poder real. Parece ser que al llegar Fernando con sus tropas, hubo de esperar a las puertas de la ciudad, dos días para poder entrar por orden de la reina. Ante el enfado y la reclamación de Fernando, supo hacerle entender que había sido necesario porque de esa forma fue recibido por la reina ya proclamada y con los honores que correspondían el rey de Aragón y consorte de Castilla, de forma de que el pueblo se diera cuenta que Castilla tenía unos monarcas con autoridad.
Se comunicó la noticia inmediatamente a las ciudades y en los días siguientes unos y otras obedecieron haciendo reconocimiento de la proclamación. Solo sabemos de dos rotundos silencios, Madrid, a la sazón residencia de Juana y su madre y de Plasencia, en posesión de los Estúñiga, que sabían que podían serles reclamadas la devolución de Arévalo, ya que la nueva reino no consentiría el despojo cometido a su madre. Pero ambos casos, solo fueron abstenciones, lo que se interpretaba como un tiempo de espera y negociación.
El juramento de las Cortes y la Junta de la Hermandad podían esperar.

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