Si en Europa la situación era mala, en España era preocupante. Desde finales de la década de 1620 y la década siguiente significó el ocaso del sistema económico monetario de los Austrias españoles. Corría el dinero falso, hubo malas cosechas, capturas de navíos españoles procedentes de América por francesas, holandeses e ingleses, crisis alimentarias, hambrunas, en fin un desastre. Para hacer frente a tal cantidad de circunstancias el valido de Felipe IV, el duque de Olivares, trató de poner en práctica su idea de solidaridad entre los reinos de España, la “Unión de Armas”, en 1626, que pretendía unir un ejército de 140.000 hombres al que cada región aportaría una cuota correspondiente a sus recursos y demografía. Se trataba de repartir equitativamente las cargas que hasta entonces solo la soportaba Castilla ya que era la responsable del manejo de las entradas y salidas de oro y plata de América. En la corte de Madrid la Unión de Armas fue recibida con grandes elogios. Mientras que en las otras regiones no castellanas fue lo contrario. Tendrían que aportar regularmente con tropas y dinero, y supondría una violación de sus fueros, ya que en todos ellos, en Aragón y Valencia, los vasallos no podían ser obligados a marchar más allá de sus fronteras con fines militares. En Cataluña en el caso de guerra ofensiva y no defensiva, parecía difícil hacer que los catalanes sirvieran más allá de sus propias fronteras a expensas del rey, e imposible a sus propias expensas. El asunto se mostró imposible. Las Cortes de Cataluña y Aragón distaban mucho de permitir la práctica del absolutismo de Felipe IV con sus recursos. El proyecto fue abandonado. No obstante esto fue el germen de las sublevaciones catalanas y portuguesas.
CONDE-DUQUE DE OLIVARES
Mientras en la Guerra de los 30 años se aliaron con Holanda con Suecia y hasta el papa Urbano VIII fue partidario de la causa francesa. Primero, París se limitó a enviar dinero a los enemigos de españoles e imperiales y animar alianzas. Cuando los tercios volvieron a demostrar que constituían el mejor ejército del mundo al destrozar a los suecos en Nordlingen (1634), Francia participó en la guerra a partir de 1635 causando un el aumento de la virulencia militar, el costo de la contienda y el gran peligro directo para España. Francia, aunque era un país católico, rivalizaba con la casa de Habsburgo, y ahora entró en la guerra en el bando protestante. El cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII, pensó que los Habsburgo todavía eran demasiado poderosos, ya que mantenían en su poder varios territorios en la frontera este de Francia y tenían influencia sobre las Provincias Unidas. España con sus tropas arrasaron las provincias francesas de Champaña y Borgoña, e incluso amenazaron París durante la campaña de Francia de 1636. Llevaron a cabo campañas exitosas, sin embargo esto alargaba mucho sus líneas de comunicación, por lo que finalmente se retiraron mientras los franceses tomaron Arras, aun así los españoles vencieron a los franceses en los sitios de Saint Omer de 1638 y 1647. El frente de batalla se trasladó a los Pirineos y Francia intentó la invasión por Navarra, algo inaudito. El 1 de julio de 1638, hallándose Hondarribia completamente desprevenida, un ejército francés de 18.000 hombres le puso cerco, no sin antes de apoderarse de Irún, Oiartzun, Lezo, Rentería y Pasajes. La población en ese momento, entre soldados del castillo y paisanos, ascendía a 700 hombres armados, que frente a los 18.000 se antojaban número insuficiente para su defensa. Vecinos de las villas consiguieron entrar uno 400. En total, unos 1.100 defensores debían hacer frente a un ejército muy superior y con abundante artillería. Al primer mes de asedio, se recibió una carta del almirante de Castilla, informando de que estaba reuniendo un ejército numeroso que acudiría en su defensa. Los franceses realizaron una oferta de rendición. Por fin, el 7 de septiembre, día 69 del asedio, llegó el ejército de socorro. Los franceses abandonaron sus posiciones y en la huida muchos de ellos murieron tiroteados. De los 1.100 hombres de armas, sólo quedaron 400.
CAMINO ESPAÑOL A FLANDES
Los catalanes no quisieron acudir a ese asedio
francés. Después de su derrota, los franceses casi habían cortado el camino a
Flandes, que usaban los Tercios para abastecerse. De ahí viene lo difícil que
es poner una pica en Flandes. Se pensó abrir un segundo frente en los Pirineos,
que permitiría un rápido abastecimiento a las tropas. Este frente se abriría en
Cataluña, lo que posibilitaría una aportación del Principado. La presencia del
ejército no era agradable para las poblaciones fronterizas. El pueblo
despreciaba al ejército, ya que los mandos no dominaban los desmanes de la
tropa. Los nobles no querían aportar y la situación económica que era grave,
influía negativamente para que Cataluña, al igual que el resto de España,
entrara en guerra. Los ecos de la protesta llegaron a Barcelona y en mayo de
1640, campesinos gerundenses atacaron a los tercios que acogían. A finales de
ese mismo mes, los campesinos llegaban a Barcelona, y a ellos se unieron los
segadores en junio que se dirigían a su manifestación.
REBELIÓN DE LOS SEGADORES
En Cataluña, “El Corpus de Sangre” fue una rebelión en Barcelona, del 7 de junio de 1640 por un numeroso grupo de segadores, con la connivencia de una buena parte de la población local. Un pequeño incidente entre un grupo de segadores y algunos soldados castellanos, en el cual un segador quedó malherido, precipitó la revuelta. En la resistencia de los vecinos el alguacil del Tercio encontró la muerte. La represalia llevada a cabo por los tercios en Riudarenas (3 de mayo) y en Santa Coloma de Farnés (14 de mayo) desencadenaría un rápido alzamiento armado de vecinos y campesinos que, de las comarcas gerundenses, se extendió rápidamente. La Revolución del Corpus de Sangre fue aprovechada por agitadores, secesionistas y población que no estaba dispuesta a alojar o aportar dinero para el mantenimiento de los Tercios en Cataluña. Turbas encrespadas por agitadores radicales dieron muerte a diversas autoridades castellanas y al mismo virrey el marqués de Santa Coloma. Aunque las autoridades catalanas se opusieron a los hechos, desde Madrid se pensó que el “problema catalán” había llegado demasiado lejos, por lo que se debía recortar la autonomía del principado. Encabezados por Pau Claris, jefe del estamento eclesiástico, se impusieron en Barcelona los radicales secesionistas. El valido de Felipe IV, el duque de Olivares comienza a preparar un ejército para recuperar Cataluña con grandes dificultades ese mismo año de 1640 y en septiembre, la Diputación catalana pide a Francia apoyo armamentístico. En octubre de 1640 navíos franceses usaban los puertos catalanes y Cataluña pagaba a un ejército francés de tres mil hombres, para empezar, que Francia enviaría al condado. El 16 de enero de 1641, la Junta de Brazos (Las Cortes sin el rey) aceptaron la propuesta de Clarís de poner a Cataluña bajo protección del rey de Francia en un gobierno republicano, y el Consejo de Ciento lo hizo al día siguiente. Pero la República Catalana fue tan solo una solución transitoria, solo duró unos días.
ESTATUA DE PAU CLARIS EN BARCELONA
El enviado del rey francés a Cataluña ofreció
la intervención militar solo en el caso de ser reconocido como soberano el rey
francés. Lo aceptaron de forma que Luis XIII de Francia pasó a ser el nuevo
conde de Barcelona. Poco después, en enero, un ejército franco-catalán lucharon
y vencieron en Barcelona al ejército de Felipe IV que se retiró y no volvería
hasta diez años más tarde. Poco tiempo después de esta defensa victoriosa
moriría Pau Clarís, un personaje que siendo Presidente de la diputación
catalana, había proclamado la República y se la ofreció al rey Francés que fue
nombrado Conde de Barcelona y los catalanes se consideraron súbditos de la
corona francesa.