La Inquisición se
puede decir que en tiempos de Felipe II, no mandó al cadalso más que los
luteranos, o Calvino, o el Gran Turco, o los gabachos la noche de San Bartolomé,
o en Inglaterra María Tudor (Bloody Mary, de ahí viene), que se cargó a cuantos
protestantes pudo, o la inglesa hija de Enrique VIII, Isabel I, que aparte de
inventar la piratería autorizada, hoy héroes nacionales allí, mató a todos los católicos
que pudo. Toda esta mierda de la Leyenda, y los gastos para defender la
religión, surgida en el XVI se la debemos a Inglaterra y a Flandes (hoy
Bélgica, Holanda y Luxemburgo), donde nuestro muy piadoso rey Felipe metió la
pata hasta la ingle: “No quiero ser rey de herejes aunque pierda todos mis
estados”.
FELIPE II (poco antes de su muerte)
Pero
vamos con lo de los moriscos. Eran islámicos, descendientes por parte de padre,
siempre que éste no hubiera abrazado el cristianismo antes de la toma de
Granada en 1492. Vivían separados de la sociedad cristiana. Eran buenos
trabajadores, comerciantes, albañiles, regentaban talleres de diferentes
gremios. Rondaban la cantidad de unas 300.000 personas. Cuando Carlos I llegó a
Granada en 1526 conoció el problema morisco de primera mano y puso coto a los
abusos que se les cometía. Pero dejó ordenes de no cejar en cristianizarlos.
Pero cincuenta años después las diferencias se habían acentuado. Para colmo los
contactos de moriscos granadinos y valencianos con los turcos fueron continuos
y representaban un serio problema. Hacia 1560 el bandidaje y la piratería
aumentó sobre todo en Aragón apoyados por los hugonotes huidos de su país, cuya
enemistad contra España era manifiesta ya que se trataba de protestantes
franceses de doctrina calvinista. Se prohibió la pesca a los moriscos para
evitar que entraran en contacto con los piratas. Llegaron estos a desembarcar
en Las Alpujarras, y el sistema defensivo era inútil ya que contaban con la
ayuda de los moriscos. Se les confiscaron a éstos armas de fuego y blancas en
los registros. Y se revisaron los límites de las fincas y las escrituras.
Muchos no las poseían lo que era sancionado, si no pagaba se les expropiaba y
funcionarios y el clero compraban en condiciones ventajosas. Esto acentuó el
rencor de los moriscos. Además por los altos impuestos la industria de la que
eran los amos, la cría de gusanos de seda, su fabricación, venta y exportación,
cayó inexorablemente. Su calidad era excelente, pero su precio se había hecho
prohibitiva. El problema se agudizó y los obispos exigieron y consiguieron
medidas muy duras contra los moriscos, que aunque negociaron varias veces las
condiciones no fueron atendidos por las autoridades de Granada y Madrid. El
problema ya era gravísimo. Las medidas de inserción como a los protestantes o
judíos conversos no valían con los musulmanes. Aquellos optaban por vivir y
dejar vivir. Éstos realmente perseguían la destrucción de las estructuras del
Estado. Circulaban libros que profetizaban la recuperación para el Islam de lo
que otrora fue Al-Andalus y que serían los berberiscos quienes lo lograrían.
EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS
Las autoridades entendieron que no cabían soluciones intermedias, o aceptaban la integración inmediata y total o se les expulsaba. La respuesta fue el levantamiento en diciembre de 1568. Penetraron de noche en el barrio de Albaicín para sublevar a toda la población mora. No lo lograron pero se les sumaron centenares de hombres en su regreso a la Alpujarra. Pero eso solo fue el inicio. Las acciones bélicas duraron hasta noviembre de 1970, cuando ya había fallecido el monarca.
Felipe
II había logrado un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la
anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en
1581 en las Cortes de Tomar. Se apartó la nobleza de los asuntos de Estado,
siendo sustituida por secretarios reales procedentes de clases medias al mismo
tiempo que se dio forma definitiva al sistema de Consejos. Se impuso prerrogativas
a la Iglesia, se codificaron leyes y se realizaron censos de población y
riqueza económica. Fue un gran rey, culto y un mecenas, quizá demasiado
influido por su religiosidad que le llevó a empobrecer al país, defendiendo el
cristianismo en la Europa central.
TRONO DE FELIPE II (notar la austeridad)
La salud de Felipe II fue delicada durante la mayor parte de su vida, pero se fue deteriorando cada vez más. En mayo de 1595 le sobrevino un ataque de fiebre que le duró treinta días seguidos. Los médicos le dieron poco tiempo de vida. El 30 de junio de 1598 partió de Madrid con su séquito con destino al monasterio de El Escorial, construido entre 1563 y 1584 para conmemorar su victoria contra el ejército francés en la batalla de San Quintín. El monarca viajó postrado en una silla de manos especial, ya que la enfermedad de la gota, que le había atormentado durante varios años, no le permitía caminar. Sufrió unos dolores tan intensos que no se le podía mover, lavar o cambiar de ropa.
MONASTERIO DE SAN LORENZO DEL ESCORIAL
La
madrugada del 13 de septiembre de 1598, falleció a los 71 años, en una alcoba
de El Escorial, el rey prudente, que sus defensores lo presentan como arquetipo
de virtudes y por los enemigos como fanático y despótico. En sus últimos días
ordenó que no se publicaran biografías suyas y que se destruyera toda su
correspondencia, como si quisiera mantener la prudencia y el misterio de su
personalidad para siempre.
ESTATUAS EN EL CENOFATIO DE LA BASÍLICA
FELIPE II ORANTE