Y como sabemos, el pueblo español no se quedó quieto. En la guerra organizaron colectas, suprimieron impuestos, enviaron comisionados a Inglaterra solicitando ayuda económica y militar que aceptaron los ingleses, porque ganas, lo que se dice ganas, si le tenían, y muchas al Emperador.
Las
autoridades habían recibido precisamente del rey antes de su marcha la orden de
obediencia y fidelidad a los franceses, lo que provocaba una disyuntiva
complicada. Estar del lado del rey era a la vez estar a favor de los franceses
y en contra de tus propios compatriotas, que lo que querían era que volviera su
rey. Y para ello había que desobedecerle. Una guerra contra el aliado del rey.
GENERAL CASTAÑOS
Dado que las
autoridades provinciales no respondían se formaron Juntas Supremas, que lo
primero que hicieron fue crear un ejército al mando del General Castaños. El
Consejo de Regencia, que se constituyó para oponerse al rey francés, reunió a
las Cortes en Cádiz el año 1810, declarando “Único y legítimo Rey de la Nación
Española a Don Fernando VII de Borbón”. Ello explica que en sus años de
ausencia de nuestro territorio fuera llamado por el pueblo con el sobrenombre
de "El Deseado".
Tanto
Fernando, como su hermano Carlos y su tío Antonio partieron al cautiverio del castillo
de Valençay, pasando allí casi 6 años, dando continuas muestras de adhesión a
Napoleón.
Fernando
VII, su hermano y su tío dedicaban sus ociosas existencias en Valençay a
bordar, jugar al billar y a la lotería, fiestas y lujos. Mientras nuestros compatriotas
se batían con los franceses. Pero numerosos ilustrados que eran admiradores de
la cultura gala, los llamados "afrancesados", aceptaron al hermano de
Napoleón como rey, permaneciendo en el trono hasta 1814, siendo designado por
nuestros compatriotas como "Pepe Botella".
Sirva como
prueba de la felonía de Fernando el contenido de esta carta dirigida a
Napoleón, elogiando la decisión de aquél de haber colocado a su hermano en el
trono de España:
“Señor: Doy muy sinceramente, en mi nombre y de mi hermano y tío, a V.M.I. y R., la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el trono de España. Habiendo sido objeto de todos nuestros deseos la felicidad de la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de ella a un monarca más digno ni más propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia” Pero aún cabe más ignominia, pues cuando el pueblo español estaba en plena lucha con el enemigo galo, Fernando le dirigía a Napoleón esta otra misiva: “Señor: El placer que he tenido viendo en los papeles públicos las victorias que la Providencia corona sucesivamente la augusta frente de V.M.I. y R., y el grande interés que tomamos mi hermano, mi tío y yo en la satisfacción de V.M.I y R. nos estimulan a felicitarle con el respeto, el amor, la sinceridad y reconocimiento en que vivimos bajo la protección de V.M.I. y R.” Es decir que le felicitaba por los éxitos militares de Napoleón contra el pueblo español.
FERNANDO VII EN FRANCIA
Además era
tal el grado de adulación de Bonaparte por parte de Fernando, que llegó a
pedirle a aquél la mano de su sobrina Lolotte, hija de Luciano Bonaparte y de
Catalina Boyer, y también en caso contrario de Zenaida Bonaparte, hija del rey
intruso José I y de Julia Clary.
Técnicamente
la guerra suele dividirse en varias fases. La primera se frena la ocupación
gracias al levantamiento popular y termina con la victoria de Bailén. La
segunda fase es la división de la península con los franceses confinados en el
norte del Ebro. Y la tercera es la gran ofensiva francesa de los años 1810 y
1811 que terminaron en fracaso. La cuarta corresponde a la guerra de guerrillas
y la quinta con la respuesta aliada de ingleses y españoles en 1813
aprovechando la situación europea adversa a Napoleón.
La Guerra, a
priori era claramente un fracaso para las fuerzas españolas. Combatirían contra
el mejor ejército del mundo en aquel momento, con unas tropas mal preparadas
militarmente, con una masa muy patriótica pero no disciplinadas militarmente.
Algunos batallones estaban formados por seminaristas y estudiantes. Pero
Napoleón había subestimado la capacidad de la reacción de los españoles. Había
enviado unos 100.000 hombres, cifra más que suficiente, pero integradas en su
mayor parte por adolescentes, lo que dice claramente la importancia que le dio al asunto. España contaba con unos 85.000
hombres de muy variada procedencia, mercenarios, extranjeros de campañas
anteriores y estaban también mal equipados. La incorporación inglesa fue por el
oeste, aprovechando su alianza con Portugal. El sur era cosa de la resistencia
española y la meseta central la dominaba el francés.
Los
franceses fueron venciendo en diferentes plazas pero al llegar a Zaragoza no la
consiguieron tomar. Las prácticas militares no servían contra una población
arriesgada, hombres mujeres y niños que no actuaban como ejército profesional.
Levantaron el cerco y se marcharon. Tampoco consiguieron tomar Tarragona ni en
Gerona. Recordar a Agustina de Aragón, una catalana defensora del sitio de
Zaragoza.
Pero lo que
fue determinante para la victoria española fue la batalla de Bailén.
La derrota
francesa de Bailen tuvo numerosas consecuencias, primero originó un enorme
entusiasmo en la sociedad española sobre todo por el heroísmo de la población
en Zaragoza y Gerona. Este entusiasmo se propagó por Europa. Fue la primera
derrota en campo abierto de un ejército napoleónico. Y la pérdida de 20.000
soldados imperiales.
Napoleón
estaba decidido a vengar la afrenta y se puso al frente de su Grand Armeé.
NAPOLEÓN AL FRENTE DE LA GRAND ARMEÉ
A todo esto,
el rey José I, huyó de Madrid tras la derrota de las tropas francesas en Bailén
en el mes de julio de 1808.