El
Imperio Romano de Occidente desapareció en 476, y los visigodos alcanzaron su
independencia.
Los habitantes de la
Hispania visigoda quedaron divididos en dos poblaciones, la hispanorromana, con
sus propias leyes, su cultura latina y su cristianismo católico, y los
invasores visigodos, que eran cristianos arrianos, y que, aunque estaban en
minoría, detentaban el poder militar. Su número sería de unos 250.000 frente a
los 7 millones de nativos peninsulares.
Dado que los visigodos que ocuparon la Península Ibérica estaban más romanizados que el resto de los pueblos germánicos no hubo un gran choque cultural entre los invasores y los invadidos. Sin embargo, dadas sus leyes y costumbres distintas, y su profesión de fe arriana, la asimilación de los visigodos por la población hispanorromana fue lenta y complicada. El control de la Península por los visigodos era incompleto, ya que persistía el reino independiente de los suevos en Galicia. Los vascos rechazaron su sumisión a autoridades extranjeras. En cambio, los hispanorromanos del sudeste acogieron con entusiasmo la restauración del régimen imperial.
Los visigodos vivieron en relativa armonía con el pueblo hispánico, regidos por un soberano que en teoría tenía autoridad solamente sobre los visigodos y no sobre los hispanos. Había un código de leyes para los pueblos nativos y otro sistema legislativo para los invasores. Se prohibió el matrimonio entre visigodos e hispanorromanos, prohibición que fue levantada en tiempos de Leovigildo.
Los suevos vivían en Galicia y perduraron hasta el año 585, resistiendo los ataques de unos y de otros, abrazaron el catolicismo. Fueron vencidos en la batalla de Astorga en el 546, pero no eliminados. Después el visigodo Leovigildo acabó con toda resistencia sueva en 586 y en lo sucesivo Gallaecia sería gobernada por un dux visigodo. Leovigildo se proclamó rey de “Galia, Spania y Gallaecia”. Sin embargo, los suevos estaban ya casi totalmente fusionados por la población hispanorromana de Gallaecia. Nunca más sintieron el deseo de luchar por su independencia o por sus costumbres. La lengua sueva desapareció antes de la invasión musulmana.
En 572 Leovigildo elevó Toledo al rango de capital del reino hispano godo. Leovigildo (568-586), se erigió en único monarca y gobernar la totalidad del reino.
Para entonces tenían nuevos vecinos, el Imperio Bizantino.
Llamamos Imperio Bizantino a la parte oriental del Imperio Romano que existió durante toda la Edad Media llegando hasta el Renacimiento. Bizancio era el nombre antiguo de su capital, Constantinopla, actual Estambul. Spania era un territorio incluía una zona de la península ibérica arrebatada al reino visigodo, que había formado parte del desaparecido reino vándalo.
Tras el fin de la conquista de Italia, el emperador bizantino Justiniano, abordó una posible conquista de toda la península ibérica. Pero en el año 549 d.C. los hispano-romanos béticos, se sublevaron contra los visigodos.
Los motivos porque la población hispano-romanos de Spania rechazaban a los visigodos, y es que los godos eran herejes arrianos (una forma distinta del cristianismo romano), mientras que los romanos eran católicos como los romanos orientales o bizantinos. Ya Leovigildo había dado varios pasos a favor de un acercamiento entre los arrianos y los católicos.
Pero los visigodos tuvieron un rey que supo ser más inteligente y ver el futuro, con lo cual se dio cuenta de las ventajas que le reportaría la conversión al catolicismo de toda la élite visigoda:
Recaredo I
Hijo de Leovigildo, fue
mucho más allá que su padre: convocó un Concilio en Toledo, logrando que en él
los arrianos visigodos de la casta dirigente se convirtieran al catolicismo, lo
que llevó a la unificación religiosa entre visigodos e hispanorromanos. Año
589. Recaredo fue aconsejado para tomar esta decisión por San Isidoro de Sevilla y su hermano Leandro, obispos de Sevilla, (uno al morir el otro). Hijos de padre hispano-romano y madre goda. Isidoro fue el que escribió las "Etimologías", primera vez que se habla de la "Estoria de Spania"
El cristianismo levantó de las cenizas a las ciudades creando una nueva forma de vida, donde el circo, el baño público, etc. ya no tendrían cabida. Los templos paganos que podían albergar mucha gente se habían convertido en iglesias.
No obstante se considera al Rey Ataúlfo, primer Rey visigodo, en 415 en la provincia romana Tarraconense, según se señala hoy en la casa del rey actual.
El cristianismo levantó de las cenizas a las ciudades creando una nueva forma de vida, donde el circo, el baño público, etc. ya no tendrían cabida. Los templos paganos que podían albergar mucha gente se habían convertido en iglesias.
No obstante se considera al Rey Ataúlfo, primer Rey visigodo, en 415 en la provincia romana Tarraconense, según se señala hoy en la casa del rey actual.
ATAULFO
Pero el Concilio de Toledo del 589 no propugna una unión de las iglesias. Se trata de la conversión del alto mando y elite militar y gobernante visigoda que se bautizan como cristianos católicos abandonando el arrianismo (por supuesto seguidos de todo el resto del pueblo godo, como marca la buena costumbre y usanza medieval), en lo que es a la vez un acto profundo de humildad y un acto político que le dará el apoyo de gran parte de la población romana, que vio así una nueva oportunidad de integrarse a la administración visigoda en buenos términos. De este hecho surge que la presencia bizantina ya no tenía la gran importancia del principio, estaban perdiendo algunos territorios y ahora perdían un excelente motivo de su permanencia en Spania, el religioso.
Pocos fueron los años de permanencia de Bizancio en España. Fueron años de intercambio cultural, y también los últimos años del imperio romano en España, donde por un siglo más perduraría el reino visigodo hasta su caída en muy poco tiempo ante los árabes (los visigodos probaban así el mismo dolor que los bizantinos experimentarían en 639-645.
Sin embargo la civilización de las ciudades, la cultura romana, la forma de vivir de los ciudadanos tiene una larga persistencia, hay una continuidad evidente que no se quiebra ni con la caída de Roma, ni con la llegada de los vándalos, ni con el primer tímido gobierno visigodo, que se fomenta y engrandece con la llegada de los bizantinos.
Desde el 565, los visigodos Atanagildo y luego sus sucesores, Liuva I y Leovigildo, fueron acosando con sucesivas campañas al poder bizantino, que se vio finalmente relegado a las ciudades del litoral. Pero tenía que llegar el hombre que pusiera las cosas en su sitio. Y llegó. El unificador de Iberia fue el rey visigodo Suintila. Era hijo de Recaredo I.
Reinó entre el 621 y 631. Pocos años pero muy bien aprovechados. Fue elegido rey ese mismo año, tras el fallecimiento de Recaredo II.
La verdad es que hoy es casi desconocido cuando fue el primer rey visigodo que consiguió unificar la Península Ibérica. Los bizantinos seguían en Spania, con lo cual Suintila se ocupó de ellos. Estaban en las costas mediterráneas desde Valencia hasta Cádiz. Aquí los derrotó y expulsó. Y así completó la unidad del territorio de la península ibérica, que había sido el sueño de todos los reyes visigodos anteriores y sigue siéndolo en muchas gentes. Isidoro de Sevilla habla de él como el primer monarca que llegó a reinar sobre toda la península, una sola autoridad y religión.
Pero el Concilio de Toledo del 589 no propugna una unión de las iglesias. Se trata de la conversión del alto mando y elite militar y gobernante visigoda que se bautizan como cristianos católicos abandonando el arrianismo (por supuesto seguidos de todo el resto del pueblo godo, como marca la buena costumbre y usanza medieval), en lo que es a la vez un acto profundo de humildad y un acto político que le dará el apoyo de gran parte de la población romana, que vio así una nueva oportunidad de integrarse a la administración visigoda en buenos términos. De este hecho surge que la presencia bizantina ya no tenía la gran importancia del principio, estaban perdiendo algunos territorios y ahora perdían un excelente motivo de su permanencia en Spania, el religioso.
Pocos fueron los años de permanencia de Bizancio en España. Fueron años de intercambio cultural, y también los últimos años del imperio romano en España, donde por un siglo más perduraría el reino visigodo hasta su caída en muy poco tiempo ante los árabes (los visigodos probaban así el mismo dolor que los bizantinos experimentarían en 639-645.
Sin embargo la civilización de las ciudades, la cultura romana, la forma de vivir de los ciudadanos tiene una larga persistencia, hay una continuidad evidente que no se quiebra ni con la caída de Roma, ni con la llegada de los vándalos, ni con el primer tímido gobierno visigodo, que se fomenta y engrandece con la llegada de los bizantinos.
Desde el 565, los visigodos Atanagildo y luego sus sucesores, Liuva I y Leovigildo, fueron acosando con sucesivas campañas al poder bizantino, que se vio finalmente relegado a las ciudades del litoral. Pero tenía que llegar el hombre que pusiera las cosas en su sitio. Y llegó. El unificador de Iberia fue el rey visigodo Suintila. Era hijo de Recaredo I.
Reinó entre el 621 y 631. Pocos años pero muy bien aprovechados. Fue elegido rey ese mismo año, tras el fallecimiento de Recaredo II.
La verdad es que hoy es casi desconocido cuando fue el primer rey visigodo que consiguió unificar la Península Ibérica. Los bizantinos seguían en Spania, con lo cual Suintila se ocupó de ellos. Estaban en las costas mediterráneas desde Valencia hasta Cádiz. Aquí los derrotó y expulsó. Y así completó la unidad del territorio de la península ibérica, que había sido el sueño de todos los reyes visigodos anteriores y sigue siéndolo en muchas gentes. Isidoro de Sevilla habla de él como el primer monarca que llegó a reinar sobre toda la península, una sola autoridad y religión.
Combatió a los bizantinos en el sur de Hispania y a los suevos en el norte,
forjándose un gran prestigio como guerrero. También consolidó las instituciones
eclesiásticas, apoyándose para ello en los hispanorromanos católicos. Dio pasos decisivos para la unificación de la
península conquistando el reino suevo y sometiendo (temporalmente) a los
vascos. A los prisioneros vascones les dio pala y pico y les obligó a construir
Ologite para que, junto con Vitoria, serían una defensa contra las incursiones.
Pero también se ocupó de bajarles los humos tanto a los nobles como a la Iglesia, que habían conseguido acumular riquezas y poder. Falló en una cosa; declaró el carácter hereditario de la corona, designando heredero a su hijo.
Estos hechos provocaron el principio del fin de Suintila y en el año 631, el gobernador de la Narbonense, (Septimania, en la actual Francia), Sisenando, organizó una rebelión con apoyos extranjeros y del propio hermano del rey.
Finalmente Suintila fue depuesto y en el Concilio de Toledo del 633 fue excomulgado y confiscados todos sus bienes. Sisenando fue legitimado como rey y se estableció el carácter electivo de la monarquía. Suintila murió al año siguiente. Desde ese momento los monarcas visigodos gobernaron en toda Hispania.
El efímero reino visigodo se caracterizó por su crónica inestabilidad, cuyos mandatos eran por lo general de muy breve duración. Los regicidios y golpes de estado eran constantes. A lo largo del siglo VI hubo quince reyes godos, de los cuales nueve fueron asesinados, dos murieron en combate y cuatro fallecieron de muerte natural. Por fin, el último rey godo, Don Rodrigo, murió en la batalla de Guadalete, librada contra los invasores árabes y bereberes. Con lo que tenemos fechas que marcan su existencia en la península, acordaron con los romanos su entrada en el año 415 y fueron derrotados por los musulmanes en el 711. Trescientos años en la península, con lo cual sabemos que son muchas generaciones nacidas en la península, ya no podemos decir que eran extranjeros, pues tenían el mismo idioma, religión y organización social y militar.
La Hispania visigoda fue el crisol donde se fusionó el germanismo con el legado de la antigüedad. Hacia el siglo VII los visigodos ya habían abandonado su idioma germánico natal, sustituido por las lenguas romances, aunque algunas palabras españolas son de origen godo.
San Isidoro, arzobispo de Sevilla de 599 a 636 y principal consejero de los reyes visigodos, (hijo de hispano-romano y madre visigoda), recogió en sus voluminosos escritos todo el saber de la época y reforzó el papel de la iglesia como depositaria de la cultura, influyendo decisivamente en el posterior pensamiento de la Edad Media europea.
Pero también se ocupó de bajarles los humos tanto a los nobles como a la Iglesia, que habían conseguido acumular riquezas y poder. Falló en una cosa; declaró el carácter hereditario de la corona, designando heredero a su hijo.
Estos hechos provocaron el principio del fin de Suintila y en el año 631, el gobernador de la Narbonense, (Septimania, en la actual Francia), Sisenando, organizó una rebelión con apoyos extranjeros y del propio hermano del rey.
Finalmente Suintila fue depuesto y en el Concilio de Toledo del 633 fue excomulgado y confiscados todos sus bienes. Sisenando fue legitimado como rey y se estableció el carácter electivo de la monarquía. Suintila murió al año siguiente. Desde ese momento los monarcas visigodos gobernaron en toda Hispania.
El efímero reino visigodo se caracterizó por su crónica inestabilidad, cuyos mandatos eran por lo general de muy breve duración. Los regicidios y golpes de estado eran constantes. A lo largo del siglo VI hubo quince reyes godos, de los cuales nueve fueron asesinados, dos murieron en combate y cuatro fallecieron de muerte natural. Por fin, el último rey godo, Don Rodrigo, murió en la batalla de Guadalete, librada contra los invasores árabes y bereberes. Con lo que tenemos fechas que marcan su existencia en la península, acordaron con los romanos su entrada en el año 415 y fueron derrotados por los musulmanes en el 711. Trescientos años en la península, con lo cual sabemos que son muchas generaciones nacidas en la península, ya no podemos decir que eran extranjeros, pues tenían el mismo idioma, religión y organización social y militar.
La Hispania visigoda fue el crisol donde se fusionó el germanismo con el legado de la antigüedad. Hacia el siglo VII los visigodos ya habían abandonado su idioma germánico natal, sustituido por las lenguas romances, aunque algunas palabras españolas son de origen godo.
San Isidoro, arzobispo de Sevilla de 599 a 636 y principal consejero de los reyes visigodos, (hijo de hispano-romano y madre visigoda), recogió en sus voluminosos escritos todo el saber de la época y reforzó el papel de la iglesia como depositaria de la cultura, influyendo decisivamente en el posterior pensamiento de la Edad Media europea.