Napoleón lo calculó mal, ya que no contó con que los españoles eran un pueblo orgulloso y patriótico, con una larga y rica historia y tradiciones, y poseían cierto desprecio por las costumbres extranjeras. Además, los españoles también eran católicos profundamente devotos: las políticas de descristianización aplicadas durante la Revolución francesa convencieron a los españoles de que los franceses eran unos herejes impíos. La población española ya estaba enfurecida por la ocupación francesa, pero la gota que colmó el vaso fue la noticia de que su rey había sido arrestado.
Jean-Baptiste Grivel, militar francés nos cuenta que en su ruta a Madrid, a finales de abril de 1808 se encontró una primera visión del pueblo español que para el francés fue lo que le hizo sospechar que las cosas podrían torcerse y complicarse. Ningún acto de violencia se había producido por el pueblo y ejército en todo el país aún, pero sabían que el lugarteniente de Napoleón en Madrid, el general Murat, no había reconocido a Fernando como rey, no consideraba la abdicación de Carlos IV nada más que como una rebelión y una actitud forzada. Al llegar a Madrid vio que la ciudad estaba realmente tomada por las tropas francesas. La verdad es que era una ciudad triste, vacía. Y las noticia iban llegando.
Jean-Baptiste Grivel, militar francés nos cuenta que en su ruta a Madrid, a finales de abril de 1808 se encontró una primera visión del pueblo español que para el francés fue lo que le hizo sospechar que las cosas podrían torcerse y complicarse. Ningún acto de violencia se había producido por el pueblo y ejército en todo el país aún, pero sabían que el lugarteniente de Napoleón en Madrid, el general Murat, no había reconocido a Fernando como rey, no consideraba la abdicación de Carlos IV nada más que como una rebelión y una actitud forzada. Al llegar a Madrid vio que la ciudad estaba realmente tomada por las tropas francesas. La verdad es que era una ciudad triste, vacía. Y las noticia iban llegando.
Secuestro del infante Francisco de Paula
El 29 de abril de 1808, el lugarteniente de Napoleón en
Madrid, Murat, recibe la orden de enviar a los restantes miembros de la familia
Borbón a Bayona, Carlos IV, Fernando VII y el valido Godoy ya estaban allí.
Napoleón se había hecho con los mandos completamente. Pero en Madrid, el infante don Francisco de Paula se negaba a salir de España, tenía 12 años, y más cabeza que toda su familia.
Tres días después, en la noche del 1 al 2 de mayo de 1808, probos ciudadanos españoles reunidos en el concejo de la villa de Móstoles en la Ermita de Nuestra Señora de los Santos para renovar los cargos municipales, Simón Hernández Orgaz, de sesenta y cuatro años, fue elegido alcalde de la villa por el Estado General. Por su parte, Andrés Torrejón, de setenta y dos años —en calidad de depósito, esto es, con carácter interino— alcalde ordinario de Móstoles por el Estado Noble.
Al día siguiente Juan Villamil se encontraba en su casa de
Móstoles y recibió la comunicación de que el pueblo en Madrid se había revelado
cuando las tropas francesas sacaban del Palacio Real al infante Francisco de
Paula para llevarlo a Francia. El infante se negaba a salir de España, tenía 12
años, y más cabeza que toda su familia.
La Carga de los Mamelucos - Francisco de Goya
El pueblo madrileño se alzó en armas, es un decir, ya que
apenas si tenían. El ejército español tenía orden de su rey de amistad con los
franceses, por lo que además de estar en clara diferencia numérica era una
desobediencia militar al rey. Pero el pueblo recibió la ayuda de algunos
destacamentos del ejército y los capitanes del parque de artillería Daoíz y
Velarde, que proveyeron de armas y ante los hechos, fueron atacados por los
franceses muriendo en la refriega.El mismo 2 de mayo por la tarde, en la villa de Móstoles,
ante las noticias horribles traídas por los fugitivos de la represión en la
capital, Juan Villamil, jurista, redactó un oficio que fue firmado por el
alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón y Simón Hernández, y que sería distribuido
por todo el país. Se trataba de una declaración de guerra a Napoleón. Un
pueblo, que no un gobierno, el alcalde de un pueblo que prácticamente sin
armas, le declaran la guerra al Emperador europeo, al mejor ejército del mundo
en aquellos años. Encendida estaba la llama de la lucha por la libertad del
sometimiento. La reacción del pueblo español representó lo mismo que había
representado la Revolución Francesa unos años antes.
Los alcaldes de Móstoles fueron los primeros en declarar abiertamente la guerra contra los franceses y
su disconformidad ante la invasión extranjera. Firmaron un bando en el que
proclamaban la alerta de la situación que se estaba viviendo en Madrid y de la
consecuente toma de la ciudad por parte de las tropas napoleónicas. El objetivo
principal era hacer un llamamiento de auxilio de la capital al resto de
pueblos, principalmente aquellos que unían Madrid con Badajoz, así como dar a
conocer la situación que allí se estaba viviendo.
A esta iniciativa se unió el alcalde mayor de Navalcarnero que remitió un oficio complementario al bando. Invitaba a la movilización de las autoridades civiles y militares de las poblaciones situadas igualmente en torno al camino real que conducía a Extremadura. El rápido envío de la información sobre la situación que se estaba viviendo en la capital, permitió que las noticias llegasen en poco tiempo tanto a Extremadura como a Andalucía que rápidamente se unieron a los levantamientos.
A esta iniciativa se unió el alcalde mayor de Navalcarnero que remitió un oficio complementario al bando. Invitaba a la movilización de las autoridades civiles y militares de las poblaciones situadas igualmente en torno al camino real que conducía a Extremadura. El rápido envío de la información sobre la situación que se estaba viviendo en la capital, permitió que las noticias llegasen en poco tiempo tanto a Extremadura como a Andalucía que rápidamente se unieron a los levantamientos.
Los hechos sucedieron de esta forma: A la madrugada del día
2 de mayo el pueblo veía como se llevaban a la reina María Luisa con los dos
infantes. Alguien dio el aviso voz en grito y “mueras” a los franceses y se fue
creando una multitud, que llevaron a las armas para evitar que se llevaran a
los infantes. Apareció entonces el infante don Francisco de Paula, emocionado
por el acto del pueblo, solo tenía doce años. Su aparición provocó un estallido
de entusiasmo en la gente. El alboroto hizo llegar a los franceses que
dispararon contra la muchedumbre. Lo que causó que se extendiera la rebelión.
Se trató de un acto espontáneo, carente de preparación y medios. Murat, el
francés, disponía de 50 mil hombres armados. Los militares españoles no eran
más de 5 mil y estaban a las afueras, no obstante fueron avisados. Se
acuartelaron pero el pueblo no se retiró, hasta soltaron a los presos que
pidieron sumarse a la lucha. Armados con palos, agujas, barras de hierro,
cuchillos y poco más. Cargaron contra un destacamento francés y le robaron el
cañón. En fin, que los españoles hicieron lo que pudieron frente a un ejército
profesional. Al final fueron conducidos a una emboscada donde los “mamelucos”,
soldados musulmanes del ejército francés, se despacharon a gusto con sus
cimitarras. Se dice que el Goya pudo ver desde una ventana la matanza. Al día
siguiente comenzó una represión cruel.
Los franceses, no conformes con haber
aplacado el levantamiento, se plantearon tres objetivos: controlar la
administración y el ejército español, aplicar un riguroso castigo a los
rebeldes para escarmiento de todos los españoles y afirmar que ellos
gobernarían España. Reprimida la protesta por las fuerzas napoleónicas
presentes en la ciudad, se extendió por todo el país una ola de proclamas de
indignación y llamamientos públicos a la insurrección armada que desembocaría
en la Guerra de la Independencia Española (1808-1814) que sí fue un
enfrentamiento militar entre España y el Primer Imperio Francés, provocado por
la pretensión de Napoleón de instalar en el trono español a su hermano José.
Todas las exigencias y abusos producidos por el ejército extranjero en contra de la población española, y concretamente de Madrid, llegaría a oídos de los militares que se encontraban establecidos en la Academia de Ingenieros y el Regimiento de Zapadores y Minadores del cuartel de Alcalá de Henares.
En un principio, los militares allí ubicados se habían resignado, y aunque no estaban conformes con la situación, principalmente con el nombramiento de José I rey, no les quedaba más remedio que subordinarse al gobierno establecido.
Todas las exigencias y abusos producidos por el ejército extranjero en contra de la población española, y concretamente de Madrid, llegaría a oídos de los militares que se encontraban establecidos en la Academia de Ingenieros y el Regimiento de Zapadores y Minadores del cuartel de Alcalá de Henares.
En un principio, los militares allí ubicados se habían resignado, y aunque no estaban conformes con la situación, principalmente con el nombramiento de José I rey, no les quedaba más remedio que subordinarse al gobierno establecido.
Manuela Malasaña y su padre
Pero el día 23 de mayo, los hechos se agravaron, por lo que los oficiales, temiendo que les obligasen a jurar lealtad al nuevo monarca, decidieron pasar a la acción. Fueron las compañías del Regimiento Real de Zapadores Minadores de la localidad de Alcalá de Henares los que dieron el primer paso convirtiéndose en ejemplo para el resto de compañías.
La fuga comenzó a formarse de la mano de algunos profesores de Ingenieros, en la medianoche del 24 de mayo, la columna compuesta finalmente por unos 700 hombres aproximadamente, en correcta formación, con la bandera desplegada y a tambor batiente, salía de Alcalá de Henares en dirección Cuenca-Valencia-Cataluña.
El plan inicial era llegar hasta Cuenca, donde había tenido éxito el levantamiento producido a principios de mes. De manera que optaron por marchar a la ciudad, invitarles a que se unieran y continuar camino hacia otras ciudades. En la ciudad de Cuenca, las autoridades no estaban lo suficientemente convencidas de la acción que estaba llevando a cabo el Regimiento llegado desde Alcalá, por lo que los militares decidieron continuar su camino hacia Valencia sin esperar a nadie. Entraron en la ciudad de Valencia el 7 de junio de 1808, donde fueron recibidos con vítores, tras lo cual el Regimiento decidió seguir respaldando las numerosas contiendas que se estaban desarrollando en esos momentos en otros puntos de España.
Pero el día 23 de mayo, los hechos se agravaron, por lo que los oficiales, temiendo que les obligasen a jurar lealtad al nuevo monarca, decidieron pasar a la acción. Fueron las compañías del Regimiento Real de Zapadores Minadores de la localidad de Alcalá de Henares los que dieron el primer paso convirtiéndose en ejemplo para el resto de compañías.
La fuga comenzó a formarse de la mano de algunos profesores de Ingenieros, en la medianoche del 24 de mayo, la columna compuesta finalmente por unos 700 hombres aproximadamente, en correcta formación, con la bandera desplegada y a tambor batiente, salía de Alcalá de Henares en dirección Cuenca-Valencia-Cataluña.
El plan inicial era llegar hasta Cuenca, donde había tenido éxito el levantamiento producido a principios de mes. De manera que optaron por marchar a la ciudad, invitarles a que se unieran y continuar camino hacia otras ciudades. En la ciudad de Cuenca, las autoridades no estaban lo suficientemente convencidas de la acción que estaba llevando a cabo el Regimiento llegado desde Alcalá, por lo que los militares decidieron continuar su camino hacia Valencia sin esperar a nadie. Entraron en la ciudad de Valencia el 7 de junio de 1808, donde fueron recibidos con vítores, tras lo cual el Regimiento decidió seguir respaldando las numerosas contiendas que se estaban desarrollando en esos momentos en otros puntos de España.
Monumento en Madrid a Daoiz y Velarde
Mientras tanto, entre el 20 y el 27 de mayo, los
gobernadores profranceses de Badajoz, Cartagena y Cádiz fueron asesinados y
surgieron tres juntas provinciales que empezaron a formar ejércitos de
patriotas españoles. La junta de Sevilla le pidió ayuda a Gran Bretaña, lo que
llevó a los británicos a enviar un ejército expedicionario a la península al
mando de sir Arthur Wellesley, el futuro duque de Wellington. A pesar de las
fuerzas que se estaban reuniendo contra él, Napoleón no estaba preocupado. "Si
pensara que me iba a costar 80.000 hombres, no la llevaría a cabo, esta
guerra" dijo Napoleón con arrogancia, "pero no me costará más de
12.000".Se sucedieron levantamientos en muchas ciudades, siguiendo el ejemplo de Madrid, que culminarían con la formación de varias juntas. Pero fueron movimientos populares sin apenas planteamiento previo, igual que había pasado en Madrid, y fueron revueltas rápidamente sofocadas.
Francisco de Goya retrató magistralmente con sus pinceles dos escenas de la gloriosa jornada: la carga de los mercenarios egipcios que servían a sueldo en el ejército francés, los llamados mamelucos, en la Puerta del Sol, así como los fusilamientos de la Moncloa aquella misma noche, a la luz de los faroles.
Así se comenzó la Guerra de la Independencia.
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