domingo, 31 de enero de 2021

88.- ESPAÑA SIGLO XVII (24) - FELIPE IV

Si en Europa la situación era mala, en España era preocupante. Desde finales de la década de 1620 y la década siguiente significó el ocaso del sistema económico monetario de los Austrias españoles. Corría el dinero falso, hubo malas cosechas, capturas de navíos españoles procedentes de América por francesas, holandeses e ingleses, crisis alimentarias, hambrunas, en fin un desastre. Para hacer frente a tal cantidad de circunstancias el valido de Felipe IV, el duque de Olivares, trató de poner en práctica su idea de solidaridad entre los reinos de España, la “Unión de Armas”, en 1626, que pretendía unir un ejército de 140.000 hombres al que cada región aportaría una cuota correspondiente a sus recursos y demografía. Se trataba de repartir equitativamente las cargas que hasta entonces solo la soportaba Castilla ya que era la responsable del manejo de las entradas y salidas de oro y plata de América.  En la corte de Madrid la Unión de Armas fue recibida con grandes elogios. Mientras que en las otras regiones no castellanas fue lo contrario. Tendrían que aportar regularmente con tropas y dinero, y supondría una violación de sus fueros, ya que en todos ellos, en Aragón y Valencia, los vasallos no podían ser obligados a marchar más allá de sus fronteras con fines militares. En Cataluña en el caso de guerra ofensiva y no defensiva, parecía difícil hacer que los catalanes sirvieran más allá de sus propias fronteras a expensas del rey, e imposible a sus propias expensas. El asunto se mostró imposible. Las Cortes de Cataluña y Aragón distaban mucho de permitir la práctica del absolutismo de Felipe IV con sus recursos. El proyecto fue abandonado. No obstante esto fue el germen de las sublevaciones catalanas y portuguesas.

CONDE-DUQUE DE OLIVARES

Mientras en la Guerra de los 30 años se aliaron con Holanda con Suecia y hasta el papa Urbano VIII fue partidario de la causa francesa. Primero, París se limitó a enviar dinero a los enemigos de españoles e imperiales y animar alianzas. Cuando los tercios volvieron a demostrar que constituían el mejor ejército del mundo al destrozar a los suecos en Nordlingen (1634), Francia participó en la guerra a partir de 1635 causando un el aumento de la virulencia militar, el costo de la contienda y el gran peligro directo para España. Francia, aunque era un país católico, rivalizaba con la casa de Habsburgo, y ahora entró en la guerra en el bando protestante. El cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII, pensó que los Habsburgo todavía eran demasiado poderosos, ya que mantenían en su poder varios territorios en la frontera este de Francia y tenían influencia sobre las Provincias Unidas.  España con sus tropas arrasaron las provincias francesas de Champaña y Borgoña, e incluso amenazaron París durante la campaña de Francia de 1636. Llevaron a cabo campañas exitosas, sin embargo esto alargaba mucho sus líneas de comunicación, por lo que finalmente se retiraron mientras los franceses tomaron Arras, aun así los españoles vencieron a los franceses en los sitios de Saint Omer de 1638 y 1647.  El frente de batalla se trasladó a los Pirineos y Francia intentó la invasión por Navarra, algo inaudito.  El 1 de julio de 1638, hallándose Hondarribia completamente desprevenida, un ejército francés de 18.000 hombres le puso cerco, no sin antes de apoderarse de Irún, Oiartzun, Lezo, Rentería y Pasajes. La población en ese momento, entre soldados del castillo y paisanos, ascendía a 700 hombres armados, que frente a los 18.000 se antojaban número insuficiente para su defensa. Vecinos de las villas consiguieron entrar uno 400. En total, unos 1.100 defensores debían hacer frente a un ejército muy superior y con abundante artillería. Al primer mes de asedio, se recibió una carta del almirante de Castilla, informando de que estaba reuniendo un ejército numeroso que acudiría en su defensa. Los franceses realizaron una oferta de rendición. Por fin, el 7 de septiembre, día 69 del asedio, llegó el ejército de socorro. Los franceses abandonaron sus posiciones y en la huida muchos de ellos murieron tiroteados. De los 1.100 hombres de armas, sólo quedaron 400.

CAMINO ESPAÑOL A FLANDES

Los catalanes no quisieron acudir a ese asedio francés. Después de su derrota, los franceses casi habían cortado el camino a Flandes, que usaban los Tercios para abastecerse. De ahí viene lo difícil que es poner una pica en Flandes. Se pensó abrir un segundo frente en los Pirineos, que permitiría un rápido abastecimiento a las tropas. Este frente se abriría en Cataluña, lo que posibilitaría una aportación del Principado. La presencia del ejército no era agradable para las poblaciones fronterizas. El pueblo despreciaba al ejército, ya que los mandos no dominaban los desmanes de la tropa. Los nobles no querían aportar y la situación económica que era grave, influía negativamente para que Cataluña, al igual que el resto de España, entrara en guerra. Los ecos de la protesta llegaron a Barcelona y en mayo de 1640, campesinos gerundenses atacaron a los tercios que acogían. A finales de ese mismo mes, los campesinos llegaban a Barcelona, y a ellos se unieron los segadores en junio que se dirigían a su manifestación.

REBELIÓN DE LOS SEGADORES 

En Cataluña, “El Corpus de Sangre” fue una rebelión en Barcelona, del 7 de junio de 1640 por un numeroso grupo de segadores, con la connivencia de una buena parte de la población local. Un pequeño incidente entre un grupo de segadores y algunos soldados castellanos, en el cual un segador quedó malherido, precipitó la revuelta. En la resistencia de los vecinos el alguacil del Tercio encontró la muerte. La represalia llevada a cabo por los tercios en Riudarenas (3 de mayo) y en Santa Coloma de Farnés (14 de mayo) desencadenaría un rápido alzamiento armado de vecinos y campesinos que, de las comarcas gerundenses, se extendió rápidamente. La Revolución del Corpus de Sangre fue aprovechada por agitadores, secesionistas y población que no estaba dispuesta a alojar o aportar dinero para el mantenimiento de los Tercios en Cataluña. Turbas encrespadas por agitadores radicales dieron muerte a diversas autoridades castellanas y al mismo virrey el marqués de Santa Coloma. Aunque las autoridades catalanas se opusieron a los hechos, desde Madrid se pensó que el “problema catalán” había llegado demasiado lejos, por lo que se debía recortar la autonomía del principado.  Encabezados por Pau Claris, jefe del estamento eclesiástico, se impusieron en Barcelona los radicales secesionistas. El valido de Felipe IV, el duque de Olivares comienza a preparar un ejército para recuperar Cataluña con grandes dificultades ese mismo año de 1640 y en septiembre, la Diputación catalana pide a Francia apoyo armamentístico.   En octubre de 1640 navíos franceses usaban los puertos catalanes y Cataluña pagaba a un ejército francés de tres mil hombres, para empezar, que Francia enviaría al condado. El 16 de enero de 1641, la Junta de Brazos (Las Cortes sin el rey) aceptaron la propuesta de Clarís de poner a Cataluña bajo protección del rey de Francia en un gobierno republicano, y el Consejo de Ciento lo hizo al día siguiente. Pero la República Catalana fue tan solo una solución transitoria, solo duró unos días.

ESTATUA DE PAU CLARIS EN BARCELONA

El enviado del rey francés a Cataluña ofreció la intervención militar solo en el caso de ser reconocido como soberano el rey francés. Lo aceptaron de forma que Luis XIII de Francia pasó a ser el nuevo conde de Barcelona. Poco después, en enero, un ejército franco-catalán lucharon y vencieron en Barcelona al ejército de Felipe IV que se retiró y no volvería hasta diez años más tarde. Poco tiempo después de esta defensa victoriosa moriría Pau Clarís, un personaje que siendo Presidente de la diputación catalana, había proclamado la República y se la ofreció al rey Francés que fue nombrado Conde de Barcelona y los catalanes se consideraron súbditos de la corona francesa.

sábado, 30 de enero de 2021

87.- ESPAÑA SIGLO XVII (23) - FELIPE IV

 Felipe III había firmado con los rebeldes holandeses la Tregua de los Doce Años, que vencía en 1621. Y así se firmó también el Tratado de Londres en 1604, que convirtió a Londres en aliado de Madrid: se abrieron los puertos ingleses a los súbditos del monarca español y cesó la ayuda a los rebeldes holandeses. La rebelión en Bohemia fue el primero de una serie de conflictos que se encadenaron uno tras otro, hasta que la guerra se convirtió en general. Comenzaría la Guerra de los 30 años.  A las divisiones religiosas y la ambición de los protestantes por las tierras eclesiásticas se unieron los intereses comerciales. Los reyes de Dinamarca y Suecia, aparte de ser luteranos, pretendían convertirse en potencias en el Báltico. Fernando III, recordemos que era sobrino de Carlos V, fue coronado emperador en 1619, y el rey Segismundo de Polonia, ambos católicos, llamaron en su ayuda a los Austrias de España, ya que ellos eran demasiado débiles. La guerra habría acabado antes de no haberse inmiscuido la envidiosa Francia. El cardenal Richelieu, ministro de Luis XIII desde 1624, vio la ocasión para amputar el poder de la Casa de Austria y su rey le apoyó.

FELIPE IV 

En 1618 al conseguir los protestantes el nombramiento de un “anti-emperador”, lo que empezó siendo un conflicto religioso, pasó a político en Alemania y se extendió por toda Europa.  Al expirar la tregua con Holanda se reanudaron los enfrentamientos unidos esta vez a los avatares de la guerra de los Treinta Años.  Fernando de Habsburgo fue emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Fernando III, era hijo de Fernando II, el hermano de nuestro Carlos  V. Fue también rey de Hungría y de Bohemia, (actual Eslovaquia) . 

FERNANDO III (EMPERADOR)

Católico convencido era impopular en Bohemia, la cual era predominantemente calvinista. Fernando era un Habsburgo y se había asegurado el apoyo de la corona española ya con Felipe III. La nobleza de Bohemia, de mayoría protestante, estaba una situación prácticamente de rebelión. Ese fue el detonante de la guerra de los Treinta Años.  

El Emperador ordenó la destrucción de templos protestantes, estableció censura para algunos escritos, destituyó a funcionarios protestantes, prohibió la utilización de fondos católicos para pagar a ministros protestantes, etc. Esto hizo que los protestantes rompieran con los Habsburgo y en poco tiempo se extendió a las principales ciudades de Bohemia. Puesta en marcha la guerra parecía favorable a los Habsburgo, pero intervino Dinamarca y podría caer entonces Flandes.  Francia, que era un país extenso y muy poblado con abundantes recursos, con Luis XIII y su ministro el cardenal Richelieu, comenzó a ayudar a los protestantes, a pesar de ser un país católico, pero le interesaba la derrota de Flandes y por lo tanto de España. Se convertiría en la gran potencia.

                    CARDENAL RICHELIEU

En España, el joven rey, Felipe IV y su valido, el conde-duque de Olivares, rompieron con la política pacifista del duque de Lerma. Acudieron en auxilio de la rama menor de los Habsburgo y con el objetivo último de arremeter contra los holandeses.  Los primeros hechos de armas fueron favorables a los católicos. En la batalla de la Montaña Blanca (1620), los bohemios protestantes fueron aplastados.  La guerra habría acabado antes de no haberse inmiscuido la envidiosa Francia. El cardenal Richelieu, ministro de Luis XIII desde 1624, vio la ocasión para amputar el poder de la Casa de Austria y su rey le apoyó.

Y en 1625 España obtuvo tres grandes victorias: rendición de Breda, reconquista de Bahía y derrota inglesa en Cádiz.  Pero vamos con el asedio de la ciudad de Breda. Aquí entra en escena un valiente, un héroe recordado para siempre, El General Spínola. Miembro de una importante familia genovesa, que por entonces era una República que había tomado Carlos I el emperador. Fue un general al servicio de la Monarquía Hispánica, capitán general de Flandes y comandante del ejército español durante la Guerra de los Ochenta Años. Spínola enroló mil hombres con su hermano Federico que se ocupó de formar una escuadra de galeras para operaciones en la costa. Todo esto arriesgando la totalidad de la fortuna de la familia. El propio Federico resultó muerto en acción con los holandeses en 1603. Spínola llegó con su ejército a Flandes en 1602 y la plaza de Ostende cayeron en sus manos en septiembre de 1604. A su vuelta a España en 1606 fue recibido con honores y aquí es donde le obligaron a entregar en garantía la totalidad de su fortuna para avalar los gastos de la guerra antes de conseguir los fondos  por otros medios.

LA RENDICIÓN DE BREDA 

Spínola consiguió la pasta. Y allá que fue. Fundamentalmente se trataba de sitiar la ciudad de Breda que estaba defendida por Justino de Nassau. El cerco y sitio a la ciudad fue una lección de estrategia militar. Algunos generales de otras naciones acudieron allí en calidad de “observadores” para conocer la táctica del gran Spínola. “Esto es para alquilar balcones” decían. La resistencia fue heroica pero Justino de Nassau capituló el 5 de junio de 1625. Fue una capitulación honrosa. Cosas de entonces, donde se premiaba el honor y la valentía. La entrevista fue un acto de cortesía. Este es el momento histórico que eligió Velázquez para pintar su cuadro. Justino de Nassau aparece con las llaves de Breda en la mano y hace ademán de arrodillarse, lo cual es impedido por su contrincante, que pone una mano sobre su hombro y le impide humillarse.

Sin embargo, la parálisis del gobierno de España, la necesidad acuciante de dinero y el nuevo favorito, el conde-Duque de Olivares, celoso del general, permitieron a los holandeses recuperarse. Spínola no pudo evitar que Federico Enrique de Nassau ocupase Groll, una buena avanzadilla hacia Breda. En Madrid tuvo que sufrir las insolencias de Olivares, que se esforzaba al máximo en hacerle responsable de la pérdida de Groll. Como compensación no se le ocurrió otra cosa a esa panda de cabrones que nunca se le restituyera el dinero, por lo que  quedó completamente arruinado. El gobierno español comenzó entonces a recurrir a excusas para mantenerlo lejos de España.

La influencia de España en los Países Bajos disminuyó a partir de entonces por la falta de fondos robados de los ejércitos españoles, de luchas internas que entorpecieron la libertad de movimiento de Spínola. No obstante, el asedio de 1625 captó la atención de los príncipes de Europa y, durante un tiempo más largo, los ejércitos españoles intentaron recuperar la formidable reputación que habían conseguido bajo Carlos V.

Breda continuó baja dominio español hasta 1637, cuando Federico de Orange-Nassau la recuperaría para las Provincias Unidas tras asedio en 1637.

86.- ESPAÑA SIGLO XVII (22) - FELIPE IV

 Felipe IV nació en Valladolid en 1605 y ciñó la corona en 1621 a la muerte de su padre. Hombre de gran cultura y notable inteligencia era en cambio débil de carácter. Simboliza el esplendor de la España ya decadente. Su reinado concentró asuntos muy importantes, como los grandes destellos del siglo de Oro y la pérdida de Portugal  y los Países Bajos, las rebeliones catalanas, la andaluza y las derrotas militares en Europa. La inesperada muerte de Felipe III le convirtió en rey con solo 16 años. Fue el reinado más importante del siglo pues significó el punto sin retorno de la decadencia española que ya lentamente se había manifestado. Fue de joven un buen estudiante, culto, amante de la historia, la teología, el derecho, la música y los idiomas. Le atrajeron el arte, el teatro y la poesía, pero no solo como espectador. Sabía pintar y escribir con soltura. Fue rey desde 1621.

TERCIOS DE FLANDES

El ejército de Flandes que España mantenía desde 1567, se inició con la rebelión de los Países Bajos, quedando divididos en la mitad norte, no sometida a Madrid, (con matices, la actual Holanda), y la mitad sur, parte integrante de la monarquía hispánica (también con matices, la actual Bélgica). Este ejército de fama bien conseguida eran los Tercios, unidades de élite, españolas, italianas, alemanas, valona, inglesa y borgoñona, además de la caballería ligera y pesada. No obstante al magnífico ejército le faltaba el buen complemento del apoyo naval, que se vio como un elemento imprescindible. Los Habsburgo españoles siempre han tenido una visión del mundo en la que España tenía junto con sus derechos unas responsabilidades fundamentales, la primera garantizar la fe católica, amenazada por el protestantismo.  Esto les hacía ver la grandeza de su linaje, del Imperio a gobernar y de ser un pueblo en el que Dios confiaba para consolidar y extender la religión de Roma. Esto es importante tenerlo en cuenta para entender el punto de vista de aquellos personajes cuyas ideas y decisiones son tan alejadas del concepto actual de la gobernación y la Justicia actuales. Felipe estaba prometido con la hija de Enrique IV de Francia, Isabel de Borbón, dos años mayor que él. Y también se prometió a su hermana Ana de Austria para casarla con el rey francés Luis XIII. Con lo cual las dotes al ser de la misma cantidad quedaban compensadas, y se conseguía una alianza de matrimonios que convenía a ambos países.

MARIANA DE AUSTRIA EN EL CUADRO DE VELÁZQUEZ

Felipe IV y la reina Isabel tuvieron cuatro hijas hasta 1627, de los cuales no sobrevivió ninguna más allá de los dos años. Luego nació un varón al que buscaron pareja, pero él moriría joven soltero aún. La reina enfermó y también murió. De modo que el rey se encontraba viudo y sin descendencia. Decidió casarse con la prometida de su hijo fallecido, su sobrina Mariana de Austria que en aquél momento ella tenía trece años y él cuarenta y dos. Tuvieron a su primera hija que llegó a ser emperatriz consorte y murió a los veintidós años. Tuvieron otros cuatro hijos de los cuales sobrevivió solamente el último, Carlos, destinado a suceder a su padre. Felipe IV tuvo seguramente una treintena de hijos extramatrimoniales, de los cuales hay que destacar, por su futuro, a Juan José de Austria, que llegó a virrey de Sicilia, Cataluña, Flandes y Aragón, y mandó la Armada.  Andando el tiempo, fue importante en la vida del rey, sor María de Ágreda, religiosa de fama y cultura, consejera del rey, contraria al valido Conde-Duque de Olivares, favorable a la paz con Francia y circunspecta con la Inquisición. Parece ser que los consejos de sor María fueron siempre discretos y atinados.

Felipe IV en los primeros días de su reinado despidió del gobierno al duque de Uceda, hijo del duque de Lerma, el que fuera válido de su padre Felipe III, y nombra a su ayo y severo tutor Baltasar de Zúñiga para que se haga cargo de los papeles y negociaciones de Estado. Dos figuras emergieron, Baltasar de Zúñiga y su sobrino Gaspar de Guzmán y Pimentel. Ambos se necesitaban mutuamente ya que el primero tenía larga experiencia y el segundo disfrutaba del importante favor del rey. Felipe enseguida confió en el primero para los asuntos de Estado y para que fuera instruyendo a su sobrino Gaspar en el arte de gobernar. Éste a su vez completaba la educación del joven rey, algo muy importante. Además se quería romper con la imagen de decadente e inerte de su padre Felipe III, optando como modelo a su abuelo, tratando de hacer un nuevo rey, trabajador implicado en los asuntos de Estado y que representara lo que se le llamó “El rey planeta”.  Su corta edad no permitió que asumiera personalmente la ingente tarea de gobierno. Se apoya el rey en Baltasar de Zúñiga, que había trabajado para su padre y también para su abuelo, hombre severo y justo, cumplidor de las leyes y muy trabajador. Se hará cargo del papeleo y negociaciones de Estado. Baltasar fue ayudado por su sobrino Gaspar y su intención era “Limpiar la casa” de corrupción, abusos, preferencias pagadas y demás asuntos sucios que había dejado la anterior administración. Esto pasaba sin duda por la eliminación de la corrupción que se había adueñado del sistema durante el periodo de Lerma, cuando todo era comprable, lo único discutible era el precio.  El Duque de Lerma apenas se salvó de la prisión al conseguir ser nombrado cardenal. Su hijo, el duque de Uceda, que le sucedió en el cargo de valido, murió en prisión. El marqués de Sieteiglesias, ayudante del duque de Lerma fue decapitado públicamente por sus fechorías. Dado que le dijo al verdugo “Cumple con tu trabajo” y le dio un beso, quedó en el refranero popular, “Tener más orgullo que el marqués en la horca”. Pedro Téllez Girón, III duque de Osuna, arrestado en abril de 1621. Y las propiedades del duque de Lerma, fueron confiscadas.

DUQUE DE LERMA- CARDENAL

Felipe IV y Baltasar de Zúñiga se preocupan por los problemas de Portugal, tales como quejas sobre el mal gobierno de los virreyes. Las recomendaciones de la junta fueron firmadas por el rey dos semanas después del fallecimiento de Baltasar de Zúñiga en octubre de 1622.

Aquí es donde entra en juego un personaje muy importante en el reinado de Felipe IV, Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera, más adelante conde y duque de Olivares. Hombre inteligente y de gran influencia, supo hacerse con el favor del futuro Felipe IV de España, de forma que cuando había accedió al trono el año anterior, lo nombró favorito. El 10 de abril de ese año, el rey concedió a Olivares el título de grande de España, utilizando la fórmula convencional «conde de Olivares, cubríos». Finalmente fue el  valido a la muerte de su tío en 1622.

jueves, 28 de enero de 2021

85.- ESPAÑA SIGLO XVII (21) - FELIPE III

Felipe III no había tenido ni la oportunidad ni la voluntad de alcanzar una experiencia mínima en el manejo de la cosa pública. Tenía veinte años cuando heredó la corona en 1598. Entregó el poder al duque de Lerma, uno de los peores gobernantes que ha tenido este país, corrupto, astuto y falso. Cedió cargos y privilegios a sus familiares, favoritos y a todo aquel que pudiera beneficiarle de alguna manera. La corte de Felipe III se trasladó dos veces, de Madrid a Valladolid y de vuelta a Madrid, según los sobornos que Lerma recibió de los comerciantes locales, que pretendían dar lustre a sus respectivas ciudades.

FELIPE III 

A pesar de la decadencia del Imperio, del que ya hablaban cronistas de la época, debemos tener en cuenta que estamos en el Siglo de Oro, en el terreno cultural, que continuaría incluso con el futuro rey Felipe IV. Una paradoja histórica que en momentos de crisis es cuando florece el arte español en todo su esplendor. Ya en el siglo anterior se había manifestado la introducción del renacimiento en la literatura. Citando sólo a los más importantes nombraremos a Garcilaso de la Vega y Juan Boscán, Gutierre de Cetina, Diego Hurtado de Mendoza, Luis de Góngora. La otra mirada hacia un espiritualismo cristiano, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. En cuanto a la poesía narrativa Alonso de Ercilla autor de La Araucana. En el terreno del humanismo destacan Luis Vives, Juan Ginés de Sepúlveda, Hernán Núñez de Toledo entre otros, y los cronistas de Indias, Hernán Cortés y sus “Cartas de relación”, Bernal Díaz del Castillo con su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1575); Álvaro Núñez Cabeza de Vaca; los cronistas de la conquista del Perú, Francisco de Jerez y Gonzalo Fernández de Oviedo, Pedro Cieza de León, el Inca Garcilaso de la Vega etc. El Lazarillo de Tormes, que inicia el género de la novela picaresca consolidado en una obra de transición, el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes ha sido considerada la primera novela moderna. El teatro español empieza en el renacimiento con una obra maestra, La Celestina, de Fernando de Rojas, “La lozana andaluza” o libros de caballerías Amadís de Gaula, las figuras señeras del también músico Juan del Encina, Lope de Rueda, y la revolucionaria fórmula escénica del “Fénix de los ingenios” Lope de Vega (1562-1635), autor este el más prolífico del teatro mundial, y sus primeros discípulos Guillén de Castro (1569–1631) o Juan de la Cueva (1543-1612).

LOPE DE VEGA 

En la pintura destacaron muchos, siendo los más importantes Juan de Flandes, Vicente Macip, Pedro Machuca, Julio de Aquiles, Alonso Berruguete, Juan de Juanes, Vicente Requena el Viejo, Alonso Sánchez Coello, Roland de Mois, Diego de Urbina, Vicente Requena el Joven, Juan Pantoja de la Cruz, El Greco (1541-1614), Luis de Carvajal, Francisco Pacheco y Juan Gómez.

En asuntos políticos, en el terreno internacional, con la muerte en 1603 de Isabel de Inglaterra se firmó un tratado de paz con Jacobo I de Estuardo. El rey francés Enrique IV, el acérrimo enemigo de España llegó a un acuerdo de amistad con Felipe III, ratificado por un doble matrimonio entre sus hijos. Quedaban dos importantes núcleos bélicos, Flandes y el norte de Italia.

Esta política exterior pacifista, se conoció como “La Pax hispánica”, caracterizado por la política exterior contemporizadora y pacifista, que se limitó al periodo entre 1598 y 1621, correspondiente al reinado de Felipe III y el validazgo del duque de Lerma. Europa gozó de una relativa calma. Desde el inicio de esta paz hasta la guerra de los Treinta Años, (que fue librada en la Europa Central principalmente el Sacro Imperio Romano Germánico entre los años 1618 y 1648, en la que intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de la época), España  siguió manteniendo su primacía político-militar mundial, no por la fuerza de las armas, sino por la labor diplomática que desarrollaron por el ejemplo el conde de Gondomar en Londres, el marqués de Bédmar en París y Venecia, Baltazar de Zúñiga y el conde de Oñate en Praga y Viena, que supieron mantener en lo más alto el prestigio y la influencia de España, llegándose a poner de moda la cultura, la lengua y hasta el modo de vestir de los españoles.


MODA ESPAÑOLA SIGLO XVII

Esta política acomodaticia aún en contra a veces de los intereses españoles no se explican sin la profunda crisis económica y monetaria que padecía en ese momento la monarquía. Como la administración de Lerma no quería subir los impuestos se decidió acuñar moneda fraccionaria de bajley, rebajando el porcentaje de plata que contenía el vellón hasta dejar la moneda en cobre puro. La consecuencia fue la inflación y el refugio en monedas de oro. El Consejo de Castilla, elaboró un informe en 1619 llegando a la conclusión de que las causas de la ruina económica eran, los enormes tributos que pesaban sobre el país, la prodigalidad en repartir dones y mercedes, el exceso de lujo y el gran número de empleados innecesarios y venales; pero el rey, sin haber hecho nada para remediar esos males, murió el 31 de marzo de 1621 en Madrid.

Felipe III pudo ver el cenit de España ya que alcanzó su máxima extensión territorial y consiguió un papel fundamental en los conflictos militares de gran envergadura.  A la muerte del rey, la monarquía española conservaba íntegro su prestigio exterior, aunque en el orden interior se había afianzado la crisis económica, que se manifestaría plenamente en tiempos de su sucesor.  La temprana muerte del Felipe III convirtió en rey a su hijo de apenas 16 años, el futuro Felipe IV. Fue un reinado largo, pródigo en acontecimientos y el reinado más importante para España del siglo XVII.


martes, 26 de enero de 2021

84.- ESPAÑA SIGLO XVII (20) - FELIPE III

 En el siglo anterior, hacia 1560 el bandidaje y la piratería aumentó sobre todo en Aragón apoyados por los hugonotes huidos de su país, cuya enemistad contra España era manifiesta ya que se trataba de protestantes franceses de doctrina calvinista. Se prohibió la pesca a los moriscos para evitar que entraran en contacto con los piratas. Llegaron estos a desembarcar en Las Alpujarras. El problema ya era gravísimo.  Las autoridades entendieron que no cabían soluciones intermedias, o aceptaban la integración inmediata y total o se les expulsaba. La respuesta fue el levantamiento en diciembre de 1568. Pero eso solo fue el inicio.  Pero también ante los planes del sultán Al-Mansur de Marruecos, aliado de Isabel de Inglaterra, para invadir la península el problema se hacía urgente. Había que acabar con la cuestión morisca.

REBELIÓN DE LAS ALPUJARRAS

Para Felipe III los hechos más importantes se produjeron en 1609 con la firma de la tregua con los Países Bajos y la expulsión de los moriscos. El Duque de Lerma no era partidario de la expulsión y prefería dejar las cosas como estaban, pero la oposición que mantenía sustanciosos negocios con comerciantes moriscos terminó cuando el Rey prometió compensaciones económicas para los nobles que pudieran verse afectados por una eventual deportación masiva. Así que el pillo del duque pasó de defensor a impulsor del plan. Como la asimilación de éstos a la confesión cristiana no había resultado, no se encontraba otra solución. Y al fin, por su connivencia con los piratas berberiscos, Felipe III decretó la expulsión.

En 1609, con una orden inscrita, se ordenó su expulsión de Valencia seguidos desde 1610 a 1614 de Castilla, Aragón, Andalucía y Murcia. En total unos 300.000 moriscos. Pero estas expulsiones planteaban un serio problema, dejar sin cultivar y despobladas las zonas más ricas del reino. Por lo que el rey tuvo en consideración esto y toda propiedad personal que los moriscos no pudieran llevarse pasaría a propiedad de sus señores. Se los embarcó rumbo a África.

Con la pérdida de esa importante fuerza productiva, el desastre económico fue demoledor, sobre todo en Aragón y Levante. El daño duró siglos, y en algunos casos no se reparó jamás. En el momento de la expulsión un 33% de los habitantes de Valencia eran moriscos.

EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

Desde la perspectiva económica se trató de un duro golpe para muchas regiones españolas, pues no constituían nobles, hidalgos, ni soldados, supuso una merma en la recaudación de impuestos, y para las zonas más afectadas (se estima que en el momento de la expulsión un 33% de los habitantes del Reino de Valencia eran moriscos) tuvo unos efectos despobladores que duraron décadas y causaron un vacío importante en el artesanado, producción de telas, comercio y trabajadores del campo. Si bien los perjuicios económicos en Castilla no fueron evidentes a corto plazo, la despoblación agravó la crisis demográfica de este reino que se mostraba incapaz de generar la población requerida para explotar el Nuevo Mundo y para integrar los ejércitos de los Habsburgo, donde los castellanos conformaban su élite militar.

Los moriscos, por otra parte, no se disolvieron en el mar y aquellos que sobrevivieron a los episodios de violencia que acompañaron su expulsión terminaron dispersados por el norte de África, en Turquía, y otros países musulmanes. Muchos campesinos moriscos se vieron obligados, entonces, a convertirse en piratas berberiscos que usaron sus conocimientos de las costas mediterráneas para perpetrar durante más de un siglo ataques contra España.

Pero la cosa no quedó ahí, la corrupción era enorme y hubo una investigación que dejó a todos con el culo al aire. Empezaron a caer culpables e implicados, entre otros el valido del duque, don Rodrigo Calderón de Aranda, que fue ejecutado en la plaza Mayor de Madrid en 1621.

 Se desencadena una indignación con la consiguiente presión en contra del régimen, pero, hete aquí, que el duque consigue mediante una estratagema propia de un arlequín, salvar su vida, solicita de Roma y consigue ser cardenal en 1618.

Fue sustituido por el duque de Uceda, al que se le limitó las funciones.

Durante el reinado España incorporó algunos territorios en el norte de África y en Italia y alcanzó niveles de esplendor cultural. La “Pax hispánica” se debió a la enorme expansión del Imperio y a los años de paz que se dieron en Europa de comienzos del siglo XVII, que permitieron que España ejerciera su hegemonía sin guerras. Y de momento, la inmensa máquina militar y diplomática española seguía teniendo al mundo agarrado por las pelotas, había pocas guerras y el dinero fácil de América seguía entrando y malgastándose. Llegaba el oro y se iba como el agua, sin cuajar en cosa tangible real ni futura.

La monarquía, fiando en las flotas de América, se entrampaba con banqueros genoveses que nos sacaban el tuétano. Ingleses, franceses y holandeses, enemigos como eran, nos vendían todo aquello que éramos incapaces de fabricar aquí, llevándose lo que los indios en América sacaban de las minas y nuestros galeones traían esquivando temporales y piratas cabrones.

Crear industrias, investigar, avances tecnológicos realmente como que no. El comercio americano era monopolizado por Castilla a través de Sevilla, y el resto de España a verlas venir.

Como dijimos Felipe III se casó con Margarita de Austria, cuyo padre era nieto de Juana la loca y Felipe el hermoso. La madre también pertenecía a la casa de Austria. En otras palabras, que ambos contrayentes estaban emparentados por ambas ramas. Se casaron en noviembre de 1598. Tuvieron una hija, Ana en 1601, que se casó con Luis XIII de Francia y sería la madre de Luis XIV de Francia. Tuvo Margarita otra hija que murió al poco de nacer y finalmente en abril de 1605 nació el heredero de la corona, el futuro Felipe IV.

Felipe III fue un pésimo rey. Dejó el poder en manos de validos ambiciosos, era inteligente pero sin apetencia de poder y si de vivir en fastos cortesanos gastando fortunas, causando la ruina de la hacienda pública. Envejecido y arrepentido de su despreocupación de gobierno, murió en Madrid en 1621.En 1603 había muerto Isabel de Inglaterra y gracias a la buena labor diplomática se firmó un tratado de paz con Jacobo I de Estuardo. En 1610 fue asesinado el rey francés Enrique IV, el acérrimo enemigo de España, y su viuda llegó a un acuerdo de amistad con Felipe III, ratificado por un doble matrimonio entre sus hijos. Quedaban dos importantes núcleos bélicos, Flandes y el norte de Italia. La tregua de doce años en la güera de los Países Bajos tajo un periodo de relativa paz para Europa conocido por la ”Pax Hispánica”.

lunes, 25 de enero de 2021

83.- ESPAÑA SIGLO XVII (19) - FELIPE III

 Estudiando el siglo XVII en Europa vemos coincidencias históricas con el cambio de siglo. Aparición de importantes momentos de crisis, verdaderos traumas sociales  que se suceden cada en menos tres siglos en el  tenemos la caída del imperio Romano. En el VIII la invasión islámica. En el XI, epidemias. En el XIV la peste negra. Y en el XVII lo que los historiadores llaman siglo de hierro. Claro que entremedias ha habido conquistas y expansiones, avances de todo tipo y reformas. Pero estábamos con las crisis. Para España, la muerte de Felipe II en 1598, la expulsión de los moriscos y la firma de la Tregua de los Doce Años en 1609 sirven para marcar los límites del cambio de época y de siglo. Aquí es lo que algunos llaman el cambio de los Austrias mayores a los Austrias menores. O lo que es lo mismo, del esplendor a la decadencia. Pero esta decadencia no significa el final del Imperio, propiamente dicho, sino su lenta transformación de influencia y poder.  Durante el siglo XVI España se convirtió en la nación más poderosa de Europa occidental. Un desarrollo inusitado en su territorio, con un periodo de prosperidad económica y social, pese a las diferencia de clases, con sus injusticias a los ojos de hoy, propias por otra parte en todo el mundo.

FELIPE III

A la muerte de Felipe II le sucede su hijo Felipe III, cuyo reinado se identifica con un periodo de paz, a diferencia de los anteriores reinados. Felipe III, llamado “El Piadoso” era gato, es decir que madrileño, nació el 14 de abril de 1578, y murió un 31 de marzo de 1621, fue rey de España y de Portugal desde el 13 de septiembre de 1598 hasta su muerte. Hijo de Felipe II y de Ana de Austria, se casó con Margarita de Austria-Estiria.  La tregua de los Doce Años, en que se reconoce la independencia de las Provincias Unidas, (Los actuales Países Bajos), era en realidad un síntoma de agotamiento económico que un deseo de acuerdo. Era aficionado al teatro, a la pintura y, sobre todo, a la caza. Incluso antes de subir al trono dio muestras claras de su incapacidad para el gobierno. 

Su reinado se identifica con un periodo de paz, a diferencia de los anteriores reinados. Delegó los asuntos de gobierno en manos de su valido, el duque de Lerma, que terminó siendo el primer corrupto absoluto de España. El poder del duque de Lerma fue inmenso, consiguió controlar el reino y tomar él solo todas las decisiones políticas entre 1599 y 1618. Las Cortes, representantes de las ciudades y está claro, de la burguesía, apenas se reunieron, (algo más en la Corona de Aragón).

La corte de Felipe III se trasladó dos veces, de Madrid a Valladolid y de vuelta a Madrid, (1600 y 1606), según los sobornos que Lerma recibió de los comerciantes locales, que pretendían dar lustre a sus respectivas ciudades. Un país lleno de nobles, hidalgos, monjas y frailes improductivos, donde al que de verdad trabajaba lo molían a impuestos, Hacienda ingresaba la ridícula cantidad de diez millones de ducados anuales; pero la mitad era para mantener el ejército, y la deuda del Estado con banqueros y proveedores extranjeros alcanzaba la cifra de setenta millones de castañas.

DUQUE DE LERMA

Para Felipe III los hechos más importantes se produjeron en 1609 con la firma de la tregua con los Países Bajos y la expulsión de los moriscos. El Duque era partidario de dejar las cosas como estaban pero la oposición, que mantenía sustanciosos negocios con comerciantes moriscos, terminó cuando el Rey prometió compensaciones económicas para los nobles que pudieran verse afectados por una eventual deportación masiva de los moriscos. Así que el pillo del duque pasó de defensor a impulsor del plan.

La diplomacia española funcionaba sobornando desde ministros extranjeros hasta el papa de Roma, donde los más rápidos para los recados no tuvieron más remedio que forrarse, el primero en mismo duque de Lerma.

Pero la cosa no quedó ahí, la corrupción era enorme y  hubo una investigación que dejó a todos con el culo al aire. Empezaron a caer culpables e implicados, entre otros el valido del duque, don Rodrigo Calderón de Aranda, que fue ejecutado en la plaza Mayor de Madrid en 1621. Se desencadena una indignación con la consiguiente presión en contra del régimen, pero, hete aquí, que el duque, consigue mediante una estratagema propia de un arlequín, salvar su vida, solicita de Roma y consigue ser cardenal en 1618, claro, para evitar que lo juzgaran y ahorcaran por sinvergüenza. Al mismo tiempo que el rey le da permiso para retirarse a sus propiedades de la ciudad de Lerma. Murió en Valladolid en 1625, retirado de la vida pública. Corrió por Madrid una copla que decía: “Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado”.

Fue sustituido por el duque de Uceda, al que el rey limitó las funciones. Durante su reinado España incorporó algunos territorios en el norte de África y en Italia y alcanzó niveles de esplendor cultural. La “Pax Hispánica” se debió a la enorme expansión del Imperio y a los años de paz que se dieron en Europa de comienzos del siglo XVII, que permitieron que España ejerciera su hegemonía sin guerras. Y de momento, la inmensa máquina militar y diplomática española conseguía que hubiera pocas guerras y el dinero de América seguía entrando y malgastándose. Llegaba y se iba como el agua, sin cuajar en cosa tangible real ni futura.

BANQUEROS ALEMANES La monarquía, fiando en las flotas de América, se entrampaba con banqueros genoveses y alemanes que nos sacaban el tuétano. Ingleses, franceses y holandeses, enemigos como eran, nos vendían todo aquello que éramos incapaces de fabricar aquí, llevándose lo que los indios en América sacaban de las minas y nuestros galeones traían esquivando temporales y piratas ingleses.

Crear industrias, investigar, avances tecnológicos realmente como que no. La Iglesia española y la Inquisición nunca entendieron otra cosa que estos avances iban en contra de la fe cristiana, ya que ponían en cuestión dogmas establecidos. El comercio americano era monopolizado por Castilla a través de Sevilla, y el resto de España a verlas venir. Pero a cambio tampoco participaban en los gastos.

Ya en otro capítulo hemos hablado de los moriscos, que comenzaron los problemas después de la caída de Granada, los moros vencidos se habían ido a las Alpujarras, donde se les prometió respetar su religión y costumbres. Pero ya se lo pueden ustedes imaginar, poco a poco les apretaron las tuercas, y como buena parte conservaba en secreto su antigua fe mahometana, la Inquisición acabó entrando a saco. Desesperados, los moriscos se habían sublevado en 1568 con Felipe II, en una nueva y cruel guerra civil hispánica donde corrió sangre a chorros, y pese al apoyo de los turcos, e incluso de Francia los rebeldes y los que pasaban por allí, como suele ocurrir, se las llevaron todas juntas. Sin embargo, como eran magníficos agricultores, hábiles artesanos, gente laboriosa, imaginativa y frugal, crearon riqueza donde fueron. Eso, claro, los hizo envidiados y odiados por el pueblo bajo.

sábado, 23 de enero de 2021

78- SIGLO XVII (14)

La batalla de Lepanto n 1571 fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio Otomano. Entre 25.000 y 30.000 otomanos murieron en la batalla. A pesar de la gran derrota, el Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez a los españoles. A su vez, en 1574, Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y traicionando a España y al Papa. De esta forma, y aunque el pacto le ofrecía ventajas comerciales, también obligaba a esta república a pagar un tributo a Estambul y renunciar a Chipre. 


La paz era humillante para Venecia, pero, al fin y al cabo, era una república de mercaderes y prefería garantizar la seguridad de sus intercambios comerciales con Oriente antes que seguir aventurándose en inciertas campañas militares. Así pues, España volvía a estar sola en su lucha contra el expansionismo otomano.  España se rearmaba con rapidez. Lo demuestra el hecho de que en solo diez años entre 1560 y 1570  multiplicó por cinco el número de sus galeras.  Los turcos también se preparaban para la guerra, era una carrera de armamentos desconocida en Europa.

La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su expansión hacia Occidente, su freno en Europa, donde llegó hasta Viena, de donde saldrá derrotado un siglo más tarde. Cambió de teatro al Indico, donde hizo sufrir de los lindo a los portugueses, lo que contribuirá a la unión de los reinos peninsulares.

No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que no sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo, sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en los libros de historia. El propio Felipe II señaló que había arriesgado demasiado. De haber perdido, Europa no sería después lo que ha sido.

El emperador Carlos V había cedido a Felipe el ducado de Borgoña y por tanto, los diecisiete territorios de los Países Bajos. Era una zona económicamente fuerte, de modo que los impuestos nuevos, la defensa de sus privilegios y la difusión del calvinismo crearon un foco de resistencia que condujo a la rebelión general en la zona contra la política española. En 1568, comenzó la rebelión en los Países Bajos, que daría lugar a la Guerra de los Ochenta Años. Los católicos formaron la “Unión de Arras” y los protestantes constituyeron la “Unión de Utrecht” es decir, Holanda, Zelanda, Utrecht, Brabante y Flandes. Años después, en 1581 los protestantes anularon en los Estados Generales su vinculación con el Rey de España Felipe II mediante el Acta de abjuración, y eligieron soberano a Francisco de Anjou. Felipe II no renunció a esos territorios, y Alejandro Farnesio, gobernador de los Países Bajos por España inició la contraofensiva y recuperó gran parte del territorio, pero parte de ellos se volvieron a perder tras la campaña de Mauricio de Nassau.

La pérdida de Flandes se vio compensada por la unidad de la península Ibérica. En agosto de 1578 se produce la muerte en Marruecos del Rey Sebastián I de Portugal.

Por los derechos heredados de su madre, Felipe II era el más legitimado para sucederle. Pero debió plantar batalla para ello con don Antonio, nieto ilegítimo del rey Manuel el Afortunado. Mientras un cardenal de la casa Avis había sido nombrado rey, don Enrique. Éste proclamó sucesor a Felipe si bien los representantes del pueblo querían a un rey portugués. A la muerte de Enrique nuestro Felipe comenzó a usar el título de rey de Portugal desoyendo a todos que le pedían paciencia. No obstante, aquel don Antonio también se hizo proclamar rey y marchó a Lisboa, de donde tuvo que huir cuando el ejército español enviado por Felipe, al mando del duque de Alba tomó la capital. En diciembre de 1580 Felipe entró en Portugal  y en 1581 las Cortes portuguesas le reconocieron como rey. Se garantizaba la independencia del reino, y sus colonias y la continuidad de sus instituciones, el sistema judicial y monetario. Se inició así la unión peninsular que duró hasta 1640, pero que siempre fue frágil.

En las clases altas de Portugal y España había vínculos familiares abundantes y personajes de la cultura que ejercían en uno u otro país. Pero las clases populares y el bajo clero portugués mantuvieron siempre una actitud contraria a los españoles. Y Castilla y aún más el resto de España en general ignoraron a su vez a Portugal.

En los dominios europeos que había heredado fueron un dardo envenenado. Los Países Bajos, el Franco Condado (Borgoña) y Luxemburgo fueron causas de continuas guerras y culpables de buena parte de la decadencia posterior. Felipe representaba el absolutismo político y la defensa a ultranza de la religión cristiano-romana, y siendo esas zonas muy prósperas, que contaban con una buena organización civil de buen nivel cultural, con las reformas iniciadas por su padre, el emperador Carlos V, veían en Felipe una amenaza ya que se había erigido en defensor de la Contrarreforma, mientras que allí eran proclives a la Reforma Protestante. El interés político europeo se centraba en esa zona por su poder comercial y económico, con lo cual la oposición a Felipe estaba servida.

DUQUE DE ALBA

Ya hemos hablado en el capítulo anterior de la llegada del Duque de Alba a Flandes con resultado negativo. Represión del duque y resistencia de los flamencos. Entra en escena Guillermo de Orange.

La Guerra de los Ochenta Años, enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra Felipe II. Realmente comenzó en 1568 cuando la gobernación estaba en manos de Margarita de Parma su hija ilegítima. Se ganó la enemistad de Guillermo de Orange.  Los tercios se vieron obligados a largas jornadas de asedio. Un ejército preparado para el encuentro frente a frente, suponía un enorme gasto de hombres y dinero para la Corona Española, y que no daba los frutos deseados.

El 12 de septiembre de 1580 y en Lisboa, Felipe II es proclamado Rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Por lo tanto toda la península ibérica era española. Se desplazará a Lisboa entre 1581 y 1583, después de lo cual nombra regente del país a su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de Habsburgo. Igual que ocurre con Nápoles, Felipe será rey de Portugal hasta el mismo día de su muerte.  Felipe II, tras ser coronado rey de Portugal, en plena guerra de los 80 años, tenía bajo su poder uno de los imperios más grandes de la historia

Pero por muchos kilómetros de distancia que estuvieran algunas posesiones, ninguna le dio los quebraderos de cabeza que este pequeño rincón de Europa, Flandes.  Felipe representaba el absolutismo político y la defensa a ultranza de la religión cristiano-romana, y siendo esas zonas muy prósperas, que contaban con una buena organización civil de buen nivel cultural, con las reformas iniciadas por su padre, el emperador Carlos V, veían en Felipe una amenaza ya que se había erigido en defensor de la Contrarreforma, mientras que allí eran proclives a la Reforma Protestante.

viernes, 22 de enero de 2021

81.- ESPAÑA SIGLO XVII (17)

 En la pretendida invasión a Inglaterra con la Gran Armada, el resultado del único enfrentamiento directo fue el de un solo barco español hundido. Los pequeños arañazos alcanzados por los ingleses fueron transformando los barcos en ruinas flotantes por las tempestades y la defectuosa cartografía portada por los españoles. Esto es la gran victoria por la que brindan: que los españoles tuvieran que dar media vuelta debido al temporal y a la imposibilidad de combate. Y es que más que una victoria Inglesa fue un cúmulo de desastrosos contratiempos que bien resumió Felipe II en su célebre frase: “Yo envié a mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos”. Pero en la pérfida Albión, no hubo festejos, sino las epidemias y la hambruna que habían poblado la costa, exhaustas por el estéril sobresfuerzo. En 1589 Inglaterra llevó a cabo una expedición militar para destruir los barcos españoles que estaban siendo reparados en La Coruña, Santander y San Sebastián, así como para iniciar una insurrección antiespañola en Lisboa. Es en esta batalla donde se distinguió la que hoy en día sigue siendo considerada heroína popular en la ciudad de La Coruña: María Mayor Fernández de la Cámara y Pita, más conocida como María Pita. La leyenda cuenta que muerto su marido en los combates, cuando un alférez inglés arengaba a sus tropas al pie de las murallas, doña María se fue sobre él con una pica y lo atravesó, arrebatándole además el estandarte, lo que provocó el derrumbe definitivo de la moral de los atacantes. Otra mujer que aparece en las crónicas de la época por su distinción en los combates fue Inés de Ben. María Pita fue nombrada por Felipe II Alférez Perpetuo, y el capitán Juan Varela fue premiado por su actuación al mando de las tropas y milicias coruñesas.

ESTATUA DE MARÍA PITA EN LA CORUÑA

Esta expedición fue conocida como Contra armada y fracasó en sus objetivos. La Contra armada inglesa, desplegó unas 160 naves de varios tipos y perdió 40 navíos entre hundimientos y capturas causando fuertes pérdidas en las arcas inglesas. A la vez permitió la reconstrucción de la flota española. Ayudados por corsarios, los ingleses continuaron con sus robos en alta mar. Pero un sistema de escolta frustró los ataques. Expediciones de piratas como Martin Frobisher y John Hawkins fueron derrotadas. El navío “Revenge” uno de los más importantes de su marina fue apresado cerca de las Azores en la Batalla de Flores (1591), cuando una flota inglesa pretendía capturar la Flota de Indias. En 1592 Pedro de Zubiaur vencía a un convoy inglés de 40 buques incendiando la nave capitana y capturando otros tres barcos. En 1593 en la batalla de Blaye derrotaba a una pequeña flota de seis buques ingleses hundiendo sus dos unidades principales. Entre 1595 y 1596, Drake y Hawkins murieron en las derrotas sufridas por los enfrentamientos de una expedición inglesa contra los asentamientos españoles en el Caribe, primero en Las Palmas de Gran Canaria y luego en diferentes localizaciones caribeñas. Entre 1595 y 1596, realizaron Drake y Hawkins, una expedición en el caribe contra las posesiones españolas. Fueron detenidos y vencidos en Las Palmas de Gran Canaria y luego en otros enfrentamientos frente a fuerzas españolas muy inferiores en número, sufriendo los ingleses grandes pérdidas, incluyendo la muerte de ambos marinos.  En 1595, cuatro barcos españoles comandados por Carlos de Amésquita desembarcaron en Cornualles, al oeste de Inglaterra. También huyeron sin problemas de una flota enviada para destruirlos. En julio de 1596, una expedición anglo-holandesa dirigida por el Robert Devereux, II conde de Essex saqueó Cádiz, destruyendo la flota española fondeada en la bahía. Esta armada fue reorganizada y los ingleses no pudieron atacarla por otra tormenta en las costas gallegas.

ROBERT DEVEREUX CONDE DE ESSEX

Entre junio y agosto de 1597, la flota inglesa organizó la expedición Essex-Raleigh a Ferrol y las Azores, donde no consiguió imponerse a la flota española de regreso de las Indias.  Una nueva expedición española contra Inglaterra en octubre del mismo año fue desbaratada por un temporal en el canal de la Mancha.

Muere Felipe II en 1598 y su hijo Felipe III de España proseguiría la guerra contra Inglaterra. En mayo de 1600 se iniciaron conversaciones de paz en Boulogne-sur-Mer, que no dieron resultado  Aprendida  la lección de la forma de combatir de los ingleses, la mejora en la escolta de las flotas procedentes de América y la rápida recuperación ente las pérdidas militares, muertos la reina inglesa y los corsarios Drake y Hawkins, se debilitó la decisión inglesa y el sucesor Jacobo I firmó un tratado de paz en Londres, posiblemente favorable a Felipe III, en 1604.

El llamado desastre de la Gran Armada ni fue tan grave, ni fue mayor que el que sufrió la Armada Inglesa en aguas peninsulares. Es más, el desastre padecido por ellos fue muy superior al nuestro.

Ocurre que los acontecimientos en torno a la “Gran y Felicísima Armada”, que ese es su verdadero nombre, sólo se entienden en el marco de la Guerra Anglo -Española. Al sacarlos de contexto se deforma mucho la realidad. Además, fue una guerra con un desenlace y tratado favorable a España.

TRATADOS CON PORTUGAL A RAÍZ DEL DESCUBRIMIENTO

Para entender los acuerdos entre el reino de Portugal y el de Castilla-León, hemos de remontarnos a la Guerra de Sucesión Castellana entre a...