miércoles, 28 de febrero de 2024

GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA - EL GRAN CAPITÁN

 

 Nació en Montilla (Córdoba) en septiembre de 1453 y murió en Granada en diciembre de 1515. Perteneciente a la Casa de Aguilar, una casa nobiliarias importante de Andalucía, fue paje en la corte de Castilla. Tuvo como trabajo ser el protector de Isabel de Castilla y enseñó a su hermano Alfonso, las primeras nociones de la lucha. - En 1465, Isabel tenía solo catorce años, pero ya se percataba de los peligros que la rodeaban a ella y a su hermano Alfonso de dieciséis años. Pero los hermanos estaban separados, Alfonso protegido por Gonzalo de Córdoba.

En la guerra de Alfonso contra el rey de Castilla, Enrique IV, su hermano de padre, en agosto de 1467 ambos se enfrentaron en la Segunda Batalla de Olmedo. Realmente ninguno fue vencedor claro, pero el rey Enrique no se atrevió a proclamar su victoria ante sus tropas, cosa que si hizo Alfonso aconsejado por su valedor, experto en asuntos militares. Se dice que en realidad en que combatió con la armadura de Alfonso fue Gonzalo de Córdoba.

Poco después abandonó la corte, y fue luego llamado por Isabel al proclamarse reina de Castilla. Sirvió desde entonces a los reyes Isabel y Fernando. En la guerra de Sucesión Castellana que se produjo de 1475 a 1479 por la Corona de Castilla entre los partidarios de Juana de Trastámara, (La Beltraneja) del reino de Portugal, por el reino de Castilla, luchó a las órdenes de Fernando.

ESTATUA DEL GRAN CAPITÁN EN TENDILLAS -  CÓRDOBA 

Entre 1482 y 1492 tiene lugar la guerra de Granada y participa en ella con treinta años. Ocupan ciudades, plazas fuertes y castillos, junto a una astuta intervención de Fernando en los conflictos internos de la familia real granadina, se da un importante y decisivo empuje al conflicto. En 1486 a febrero de 1489, la guerra se acerca a su clímax. Tuvo lugar la escaramuza en Almorava, a las afueras de Granada, la primera hazaña importante de Gonzalo y el campo donde, ya convento jerónimo, muchos años más tarde reposaran sus restos mortales.

Gonzalo, en Íllora sigue su lucha pero también frecuenta la amistad con Boabdil. Y defendiendo el diálogo entre cristianos y musulmanes, entre 1487 y 1489 será el héroe de las calles de Granada porque cree que la mejor solución para Granada es el pacto con beneficiosas consecuencias económicas, y no la guerra, justo lo contrario de lo que opina la línea de la casa real. En la primavera de 1489 la corte anunció la nueva campaña militar, iniciándose en abril el asedio. A fines de este año se rinde Baza, y poco después Almería y Guadix. En 1490 comienzan las difíciles negociaciones de uno y otro lado para la paz, con Gonzalo como uno de los interlocutores, y en el verano de 1491 empieza el asedio a Granada desde el construido campamento de Santa Fe. Las negociaciones terminan con la toma de Granada el uno de enero de 1492. Los servicios que prestó durante aquella campaña fueron premiados con la encomienda de la Orden de Santiago, además de otras rentas y señoríos.

CUADRO DEL GRAN CAPITAN 

Tenía el título de cinco ducados como condecoraciones. Luego fue capitán en Nápoles en 1494, Lugarteniente General de Apulia y Calabria en 1501. Participó en la batalla de Atella y en la de Ostia en la 3ª Guerra Turco-Veneciana, en la batalla de Cefalonia, 2ª Guerra de Italia, y en Ceriñola y Garellanc en Francia en 1503.

Su disciplina militar destacó de forma brillante, tanto por la excelente relación que tuvo con compañeros y con los hombres que comandaba los cuales le admiraban, como por la mente estratégica tan brillante e innovadora que tuvo en el campo de batalla lo que le llevó a obtener grandes victorias tanto en Granada como en otras campañas que se llevaron a cabo en Italia y que lo convirtieron en virrey de Nápoles.

En Italia sostendría una larga guerra por la hegemonía en la región contra Francia. La invasión francesa de Nápoles reclamando la herencia de la Casa de Anjou fue respondida con una campaña de dos años (1494-96) dirigida por Fernández de Córdoba, que derrotó a los franceses y repuso al monarca napolitano, perteneciente a la familia real aragonesa. Los éxitos de aquella guerra (como la toma de Reggio, Atella y Nápoles) le valieron el sobrenombre de Gran Capitán y el título de duque de Santángelo. Las innovaciones militares que puso en práctica don Gonzalo Fernández de Córdoba durante los primeros compases de las campañas de Italia representaron la última evolución del arte de la guerra durante el siglo XV. A partir de ese momento, tanto sus actores como sus formas y medios cambiaron por completo y para siempre. Gracias al Gran Capitán, el mundo contemplaría el nacimiento de la estrategia y la táctica modernas, en las que los infantes españoles hicieron un uso cada vez más extendido de las armas de fuego.

ACTOR DE LA SERIE "ISABEL"

La muerte de la reina Isabel la Católica en 1504 marcó el inicio de la caída en desgracia del Gran Capitán. Su enfrentamiento con Fernando el Católico alcanzó un punto culminante a raíz del Tratado de Blois (1505), por el que el rey devolvió a la Corona francesa las tierras napolitanas que Fernández de Córdoba había expropiado a los príncipes de la Casa de Anjou y había repartido entre sus oficiales. En 1507 Fernando viajó a Nápoles para tomar posesión de su nuevo reino, momento en que cuenta la leyenda que exigió al Gran Capitán que rindiera cuentas de su gestión financiera; en todo caso, fue depuesto como gobernador de Nápoles, donde nunca regresó a pesar de sus protestas.

En 1507, Fernando lo sustituye por el Conde de Ribagorza. No en vano, en ese momento las relaciones entre Francia y la Corona hispánica se encontraban en el campo de la cordialidad. En junio de 1507, el Rey francés organizó un banquete al que invitó a Fernando El Católico, a Germana de Foix y a Fernández de Córdoba, donde se sinceró como un admirador del hombre que había vencido a sus ejércitos. “Mande Vuestra Señoría al Gran Capitán que se siente aquí; que quien a reyes vence con reyes merece sentarse y él es tan honrado como cualquier Rey”, afirmó Luis XII según la leyenda. Aquella actitud despertó el recelo del desconfiado Rey aragonés, que vio su papel de protagonista desplazado por uno de sus vasallos.

Fernando buscaba con su visita y con el Tratado de Blois consolidar el control a largo plazo sobre sus posesiones italianas. Y para ello favoreció a la nobleza local con las prebendas, tierras y cargos que hasta entonces habían correspondido al Gran Capitán y a sus hombres de confianza.

Al fallecimiento de Isabel la Católica, el Rey Fernando investigó los rumores que acusaban a Fernández de Córdoba de apropiación de fondos de guerra durante el conflicto italiano, lo que unido a los temores de que se pudiera cambiar de bando por el nuevo Rey de Francia que lo había agasajado. Bien es cierto que no existen pruebas de que el Rey exigiera directamente cuentas al militar cordobés, y mucho menos de que éste contestara en palabras tan gruesas , lo que por descontado le habría costado ser apresado, pero sí se conserva en el Archivo General de Simancas una detallada lista de gastos redactada por el Gran Capitán sobre su actividad en Italia. El documento demuestra, presumiblemente, que el cordobés no cometió corrupción y dio origen a que la expresión “Las cuentas del Gran capitán” se vincule todavía hoy a la meticulosidad en el lenguaje popular.

Maquiavelo en su famoso tratado de “El príncipe”, encaja a Fernando a la perfección en el papel de rey cruel y desconfiado. No obstante, el aragonés no fue un Rey especialmente ingrato, como Felipe V con Blas de Lezo, ni desconfiado, como Felipe II con el Gran Duque de Alba. O Felipe IV con el General Spínola. Si acaso fue un gobernante muy pragmático.

El aragonés creía que el Gran Capitán ya había sido convenientemente recompensado y lo retiró. Su retiro distó de ser un castigo como relata la leyenda e incluso, en varias ocasiones, el Monarca meditó enviarle de nuevo a Italia.

GONZALO SUJETA AL CABALLO DE LA REINA ISABEL 

Quizá sus hazañas no fueron pagadas como correspondían, pero ni se murió de pena ni perdió por completo el favor real. Lo único que extravió definitivamente fue la vida a los 62 años en Loja (Granada) a causa de un brote de fiebres cuartanas, enfermedad que sufría cada cierto tiempo. La tragedia quedaba dispuesta para ser moldeada a placer por los escribanos de la emergente Monarquía hispánica en los reinados de Carlos I y Felipe II, donde se reclamaron de forma urgente héroes acordes a los nuevos tiempos.

Semanas después de su muerte llegaron decenas de cartas de condolencia a su familia, entre ellas la del Rey Fernando, que invocaba su vieja amistad, y la del joven Carlos de Habsburgo, quién había oído desde niño la historia de su odisea italiana. Curiosamente, Fernando moriría solo un mes después.

jueves, 22 de febrero de 2024

JUANA DE AUSTRIA- REGENTE DE ESPAÑA


Hija menor del emperador Carlos V y de la emperatriz Isabel de Portugal. Nació en Madrid la noche del 23 al 24 de junio de 1535. Era por lo tanto hermana del que sería el rey Felipe II. Su madre murió cuando ella tenía 4 años. Así, Juana se quedó sola junto a su hermano mayor, el que más tarde sería Felipe II y su hermana María, ya que sus otros tres hermanos murieron al poco de nacer. Fue digna hija de su madre, y tuvo la religiosidad y organización para la política como su bisabuela, Isabel la católica.


El 30 de junio de 1552 el príncipe Felipe convocó las Cortes aragonesas en Monzón y comenzó a preparar la boda de su hermana con el príncipe Juan, hijo mayor del monarca portugués Juan III y de Catalina, hermana de Carlos V, que contaba catorce años, casi dos menos que ella. Los esponsales por poderes tuvieron lugar en enero de 1552 en Toro. Juana salió para Lisboa el 24 de octubre. Su vida durante la breve estancia en la Corte del reino se constata que las primeras impresiones en la Corte portuguesa fueron favorables, pero pronto opinaron que era  “muy altiva” y de tener escasa relación con los cortesanos, por lo que se fue aislando paulatinamente. El 20 de enero de 1554, una semana después de haber muerto su marido, dio a luz un hijo, Sebastián, que llenó de gozo a los portugueses, pues veían alejarse el fantasma de una posible sucesión castellana al trono. A partir de esta fecha, la estancia de doña Juana en el reino vecino se hizo muy tensa.
Se consideró que Felipe por las necesidades políticas inmediatas aconsejaban casarse con María Tudor en Inglaterra. Este nuevo matrimonio exigía que Felipe II abandonase Castilla por largo tiempo y que se necesitara una persona de confianza para gobernar el reino. El rey Carlos V se hallaba en el extranjero por lo que, Luis Sarmiento, buen conocedor de la situación y fiel servidor de doña Juana, escribía al Emperador, tan solamente quince días después de que su hija hubiera quedado viuda, aconsejándole que la princesa regresara a Castilla y se encargara de la regencia del reino. Esta opinión fue la que prevaleció. 
El marido de Juana, Juan de Portugal, había fallecido dejándola embarazada, y en enero de 1554 nace el que sería el futuro rey portugués, Sebastián. Juana  salió en mayo de 1554 hacia Castilla, se despidió de su hermano Felipe y se dirigió a Valladolid, ciudad en la que iba residir, dejando el cuidado de su hijo a su suegra (que también era su tía), la reina portuguesa Catalina de Austria.


Ya como regente de España los dos problemas más importantes a los que tuvo que enfrentarse  fueron el económico y el religioso. El problema económico fue consecuencia de las continuas y cada vez más vastas guerras que el Emperador y, posteriormente, su hijo entablaron en defensa de la religión. Las angustias hacendísticas ya venían desde los años en que Carlos V, acosado por los luteranos en Insbruck, exigiera grandes sumas, y hubo de aceptar la imposición de ingratas decisiones financieras, como la bancarrota de 1557. Una vez que el Emperador renunció a sus dominios, Felipe II ratificó a doña Juana al frente de la regencia. Desde entonces, abiertas las hostilidades de los franceses contra Felipe II, Carlos V procuró aconsejar, desde Yuste, a la princesa sobre los pagos ineludibles que se acercaban.
Al llegar al poder, se preocupó de las cárceles del reino, les adjudicó a los presos un abogado para su defensa y propuso que en los presidios de mujeres hubiera religiosas que sacaran a los niños a pasear al aire libre al menos dos días a la semana.
“Apenas recuerdo ya las múltiples cuestiones de las que me ocupaba. Por una parte, todo lo referente a mejorar las defensas de España, con la producción de barcos, municiones, reparar las fortificaciones en Levante y Galicia. También la continua reforma de las obras públicas como puertos, puentes y camino”, escribía Juana. Además de eso, la princesa de Portugal facilitó la navegación de ríos y la creación de regadíos, fomentó la ganadería y la exportación de lanas.
En sus primeros meses de gobernadora pidió al padre Ignacio de Loyola que estaba en Roma que le admitiera en la Compañía de Jesús. Sabía que algunas mujeres ya lo habían solicitado y que él se había negado. De Loyola pensaba que el régimen de vida de los jesuitas era muy activo, inapropiado para las mujeres y que la atención sacerdotal que exigiría una rama femenina quitaría fuerzas a los varones sacerdotes para dedicarse a las tareas de la Orden, que requerían gran movilidad y disposición para viajar en duras condiciones. Pero, aun así, ella insistió y consiguió que la aceptaran como miembro de la Orden. Eso sí, de forma secreta y con el pseudónimo de Mateo Sánchez en sus escritos para que no la identificaran. Haciendo los tres votos de pobreza, castidad y obediencia.


MONASTERIO DE LAS DESCALZAS
 Los dos últimos años de regencia de doña Juana (1558- 1559) se caracterizaron por la búsqueda desenfrenada de numerario con el que sufragar los gastos de las guerras emprendidas por Felipe II contra el rey de Francia y contra el Pontífice.
En el tema religioso fundó el convento de las Descalzas Reales. Después de consultarlo con Francisco de Borja, que lo aprobó, compró el palacio en Madrid y comenzaron las obras de dicho convento.
El 8 de septiembre de 1559, Felipe II hacía su entrada en Valladolid después de más de cinco años de ausencia. De aquí, el Rey salió rápidamente hacia Toledo, donde había convocado Cortes, mientras que su hermana se dirigió a Guadalajara, esperando a Isabel de Valois, con quien debía desposarse el Monarca. Felipe II estableció la Corte definitivamente en Madrid. Doña Juana y la joven Reina entablaron una estrechísima amistad. Se juró al hijo de Felipe, Carlos, príncipe heredero. Juana se retiró de la vida política para dedicarse aún más a la vida religiosa.
Durante las comidas le gustaba hablar de arte, de jardines, de objetos pintorescos, de lugares cercanos o lejanos, de música o lecturas profanas. No estaba de acuerdo con la excesiva presencia de la carne en los platos
“Nunca recibí una preparación especial para gobernar” Relataba la princesa en sus escritos de 1554 que muestra el libro “Las hijas de Carlos V”. (La Esfera). El libro relata la historia de María y Juana de Austria, hijas de Carlos V y de su esposa Isabel, dos mujeres que llegaron a tener responsabilidades políticas. “Otro tema que me preocupaba era la lentitud de los procedimientos y se dio orden de aumentar el número de abogados y escribientes al servicio del rey. Yo empecé a señalar días y horas para escuchar quejas y peticiones, y se lo mandé también a los miembros de los consejos en sus materias propias. También quise que se pagara bien y a tiempo a los criados y servidores y a los proveedores, que eran muchos. Además, me ocupé de la reformación de las órdenes religiosas femeninas”, relataba la princesa.
El tiempo que compartió con la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, fue muy alegre. “Los años que estuve al lado de la reina Isabel me hice joven otra vez. En las habitaciones de la reina había de modo frecuente risas y canciones”, contaba Juana. Con frecuencia organizaban fiestas, mascaradas, representaciones y, lo que más le gustaba a la princesa Juana, conciertos. Montaban a caballo por Casa de Campo, cazaban algunas liebres y perdices, y luego comían algunos fiambres y pasteles en algún claro del bosque.
Llevando a medias la vida religiosa y su vida en la Corte, Juana de Austria falleció en el monasterio de El Escorial, en 1573. Fue enterrada en el convento de las Descalzas Reales de Madrid que había fundado.

martes, 20 de febrero de 2024

FELIPE V - GUERRA DE SUCESIÓN

Carlos II, el anterior rey había muerto el 1 de noviembre de 1700, sin descendencia.  Hemos de recordar aquel “Motín de los gatos” de 1699, en la que el rey prometió solucionar el asunto, y una de las cosas que decidió fue la destitución del conde de Oropesa, un declarado partidario de Carlos de Habsburgo, hijo de Emperador del Sacro Imperio. Esto fue aprovechado políticamente dado el testamento del rey y la falta de heredero.

FELIPE V DE ESPAÑA 

Una partida de nobles apoyados por la reina Mariana de Neoburgo, consiguieron apartar del poder a los partidarios de la sucesión austríaca. Este fue el motivo del cambio en el testamento por la sucesión francesa en la persona de Felipe de Anjou, de la casa de Borbón, nieto de Luis XIV de Francia, haciendo constar que las coronas francesas y españolas no podían ser unidas.  Felipe de Borbón o de Anjou, llamado el Animoso nació en Versalles, Francia en 1683. Era el  segundo hijo del gran delfín Luis de Francia y de María Ana Cristina de Baviera.

Y señoras y señores aquí termina la dinastía de los Austria. Y comienzan los Borbones.

Un siglo nuevo, y con él una nueva era de progreso y cultura se inauguraba, en fin, para la nación con el cambio de dinastía, completamente distinta en origen e inclinaciones de la que acababa de regirla. Durante el último período de ésta había pasado el país por el angustioso de una larga minoría, por el desdichado gobierno de un monarca enfermizo y pusilánime, último vástago masculino directo de la gran estirpe de Carlos V; una larga y complicada guerra civil y europea, durante catorce años, había después yermado nuestras ciudades, asolado nuestros campos, y apartado de las artes, de las ciencias y las letras a una generación que sólo parecía llamada a pelear.

LUIS XIV DE FRANCIA 

Felipe V de España, no llegó y besó el santo. Al principio fue tutelado por su abuelo, Luis XIV de Francia, a través de una camarilla de funcionarios franceses. Esta circunstancia indignó a la alta nobleza y la oligarquía españolas y creó un clima de malestar que se complicó cuando el archiduque Carlos de Austria (el futuro emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico) comenzó a hacer efectivas sus pretensiones a la Corona española, con el apoyo de los antiguos reinos de la Corona de Aragón, pues los catalanes mantenían su resentimiento hacia los franceses por la pérdida del Rosellón y la Cerdaña transpirenaicos.  Leopoldo I, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico no reconoció a Felipe porque apoyaba a su hijo Carlos de Austria.

Felipe de Anjou entró en España llegando en febrero de 1701. El pueblo madrileño lo recibió con una alegría y con esperanzas de renovación, hizo su entrada pública en la capital de la Monarquía el día 14 de Abril de 1701, y en este mismo año celebró su casamiento con la princesa doña María Luisa Gabriela de Saboya; pero declarada la famosa guerra de Sucesión, a causa de pretender la corona de España el Emperador de Austria para su hijo el archiduque Carlos, fue reconocido éste por otras potencias y por los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña, de que se apoderó el ejército inglés y portugués, mandado por el mismo Archiduque.

Fue ungido como rey en Toledo por el cardenal Portocarrero y proclamado como tal por las Cortes de Castilla reunidas el 8 de mayo de 1701. En septiembre juró los Fueros del Reino de Aragón y luego se dirigió a Barcelona y allí en octubre de 1701 juró las Constituciones catalanas.


Formó un “Consejo de Despacho”, al que pronto se unió el embajador francés, por imposición de Luis XIV, ya que en seguida quedó claro que Luis XIV tenía la pretensión clara de gobernar España y también negoció sin consultarle el casamiento de Felipe con la princesa saboyana María Luisa Gabriela de Saboya la boda real se celebró en Barcelona. La reina de 14 años fue asistida por la princesa de los Ursinos de sesenta años nombrada por indicación de Luis XIV. En 1701  el rey se casó con María Luisa Gabriela de Saboya, nacida en Turín. Fue madre de Luis I (1807) y de Fernando VI (1711)

En abril de 1702 Felipe V embarca en Barcelona hacia Nápoles para jurar sus fueros y los de Sicilia y restablecer la calma, ya que los austríacos que luchaban contra los franceses en el norte de Italia desde el año anterior habían fomentado un tumulto en Nápoles, que fue controlado sin dificultades mayores.

La reina María Luisa fue nombrada gobernadora y lugarteniente general en ausencia del rey (1702). Mediatizada en su gobierno por el cardenal Portocarrero, actuó con responsabilidad durante la guerra de Sucesión. El interés de Luis XIV por la monarquía en España radicaba fundamentalmente en su Imperio de las Indias Occidentales. De hecho la medida de mayor trascendencia fue la concesión del monopolio de la trata de esclavos con América a la Compagnie de Guinée, en agosto de 1701, compañía de la que Luis XIV y Felipe V poseían el 50 % del capital. Algunos historiadores consideran esta decisión como el detonante de la guerra de sucesión española y así lo vieron algunos contemporáneos, especialmente ingleses y holandeses.

En enero de 1701 se firmó una alianza para realizar operaciones conjuntas contra Francia y dar su apoyo a las aspiraciones del segundo hijo del emperador Leopoldo I al trono español.

 Así en septiembre de 1701 se firmó el Tratado de La Haya que dio nacimiento a la Gran Alianza, formada por Austria, Inglaterra, las Provincias Unidas de los Países Bajos, Prusia y la mayoría de los estados alemanes, que declaró la guerra a Luis XIV y a Felipe V en mayo de 1702. El Reino de Portugal y el Ducado de Saboya se unirían a la Gran Alianza en mayo de 1703. La entrada en la Gran Alianza de Saboya y, sobre todo, de Portugal dio un vuelco a las aspiraciones de la Casa de Austria. Así el 12 de septiembre de 1703 el emperador Leopoldo I proclamó formalmente a su segundo hijo, el archiduque Carlos de Austria, como rey Carlos III de España, lo que hizo posible que Inglaterra y Holanda reconocieran a Carlos III como rey de España. A partir de aquel momento había formalmente dos reyes de España. El largo conflicto internacional adquirió en España un carácter de guerra civil en la que se enfrentaron las antiguas Coronas de Castilla y Aragón.

La Guerra de Sucesión Española duró desde 1701 hasta la firma del tratado de Utrecht en 1713. El motivo aparente era la disputa entre la Casa de Habsburgo, y la casa de Borbón francesa. Como siempre en el fondo la realidad es que fundamentalmente Inglaterra, temía la unión entre España y Francia convirtiéndose en un reino de un poder inmenso en Europa.

CARLOS DE HABSBURGO 

En España, la Guerra fue Civil. La antigua corona de Aragón, es decir, Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares se pusieron de parte de Carlos de Habsburgo, ya que los catalanes sabían cómo se las gastaban los franceses. Por contra, los borbónicos su principal apoyo lo encontraron en la Corona de Castilla, y la fiesta duró hasta 1714 con la capitulación de Barcelona y 1715 con la capitulación de Mallorca ante las fuerzas del rey Felipe V de España.

Ya veremos que por consecuencia de las alternativas de esta sangrienta guerra, en que las armas de Felipe, victoriosas, unas veces, eran vencidas otras, fue invadido Madrid por primera vez por tropas extranjeras, entrando en 1706 las inglesas y portuguesas, y habiéndose la Reina y la corte retirado a Burgos los ingleses y portugueses proclamaron en Madrid al Archiduque. Pero muy luego, atacados por los mismos madrileños, se vieron obligados a retirarse y entregar el Alcázar: a pocos días volvió a entrar Felipe, que fue recibido con el mayor entusiasmo; y dejando por regente a la Reina, marchó a tomar el mando del ejército.

Un siglo nuevo, y con él una nueva era de progreso y cultura se inauguraba, en fin, para la nación con el cambio de dinastía, completamente distinta en origen e inclinaciones de la que acababa de regirla. Durante el último período de ésta había pasado el país por el angustioso de una larga minoría, por el desdichado gobierno de un monarca enfermizo y pusilánime, último vástago masculino directo de la gran estirpe de Carlos V; una larga y complicada guerra civil y europea, durante catorce años, había después yermado nuestras ciudades, asolado nuestros campos, y apartado de las artes, de las ciencias y las letras a una generación que sólo parecía llamada a pelear.

Recordando un poco, la llegada al trono de España de Felipe V, dado que era un Borbón, crea los fuertes recelos de los demás Estados europeos. El motivo aparente era la disputa entre la Casa de Habsburgo, y la casa de Borbón francesa. Como siempre en el fondo la realidad es que fundamentalmente Inglaterra, temía la unión entre España y Francia convirtiéndose en un reino de un poder inmenso en Europa.

 Y la Guerra de Sucesión Española duró desde 1701 hasta la firma del tratado de Utrecht en 1713, por intereses ajenos y desangrado y empobreciendo a España. En España, la Guerra fue Civil. La antigua corona de Aragón, es decir, Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares se pusieron de parte de Carlos de Habsburgo. Por contra, los borbónicos su principal apoyo lo encontraron en la Corona de Castilla.

Como el rey de España poseía el Ducado de Milán y junto con Francia estaba aliado, las tropas francesas ocuparon casi todo el norte de Italia. A comienzos de 1702 el primer ataque lo lanzaron las tropas austriacas contra la ciudad de Cremona, en Lombardía

En 1702 Felipe V desembarcó cerca de Nápoles pacificando el Reino de las Dos Sicilias en un mes. De ahí fue a Milán, siendo recibido con entusiasmo. Su comportamiento en estas batallas fue brillante, rayando lo temerario. Sumido en un nuevo acceso de su enfermiza melancolía, se reembarcó y regresó a España, pasando por Cataluña y Aragón y haciendo entrada triunfal en Madrid el 13 de enero de 1703.

Los aliados querían tomar Cádiz en 1702, pero fracasaron. Necesitaban una base naval. La resistencia se obtuvo gracias a la aportación personal de la esposa de Felipe V y del cardenal Portocarrero,  ya que el rey estaba en Italia.

Para interferir las rutas que comunicaban España con América, especialmente atacaron la flota de Indias que transportaba oro y plata fundamentales para mantener la guerra. Pero su ataque fracasó también en la ría de Vigo. En el verano de 1703 El duque de Saboya, a pesar de ser el padre de la esposa de Felipe V, firmó el Tratado de Turín y Pedro II de Portugal, que en 1701 había firmado un tratado de alianza con los borbones, cambió de bando a cambio de concesiones en América.

Carlos de Habsburgo en mayo de 1704 desembarcó en Lisboa con la autorización del rey Pedro II de Portugal. Traía una flota anglo-holandesa de seis mil  hombres a los que se sumaron otros dieciocho mil portugueses. En Extremadura intentó entrar en España y fue rechazado por las tropas al mando de Felipe que ya contaba con cuarenta mil hombres dado los refuerzos franceses.

Los ingleses desembarcaron en Barcelona en 1704 sin resistencia. Asediaron Gibraltar, defendida por solo 500 hombres, que debió rendirse, en realidad a otro rey español. Aunque una flota francesa intentó la recuperación de Gibraltar en una dura batalla, debió retirarse. A partir de entonces, Gibraltar jamás volvería a ser español.

PEÑON DE GIBRALTAR 

Paralelamente los aliados consiguieron una importante victoria en Baviera. Setenta mil  soldados imperiales, ingleses y holandeses al mando del duque de Marlborough (el que se fue a la guerra) se enfrentaron un ejército franco-bávaro. La derrota fue total.

La reina Ana de Inglaterra envió a un comisionado para realizar un alianza entre Inglaterra y el Principado de Cataluña. No pudo entrevistarse con nadie por la mediación del virrey catalán, así que se puso en contacto con el grupo de los vigatans, (nombre que se les daba  a los partidarios de Carlos). Así nació el pacto de Génova, que establecía una alianza política y militar entre el Reino de Inglaterra y el grupo de vigatans en representación del Principado de Cataluña. Inglaterra desembarcaría en Cataluña, y unidas a las fuerzas catalanas lucharían en favor del pretendiente al trono español Carlos de Austria contra los ejércitos de Felipe V, comprometiéndose asimismo Inglaterra a mantener las instituciones catalanas

Se fue extendiendo en Cataluña la rebelión a favor de Carlos y para 1705 estaban a favor todo el Principado, salvo Barcelona, por el trabajo del Virrey, que siguió fiel a Felipe. Carlos de Habsburgo se dirigió hacia Cataluña  y en Denia fue proclamado rey. En agosto llegó a Barcelona desembarcando y fue sitiada la ciudad, al que se sumaron los vigatans. Capturado el castillo de Montjuic, los aliados bombardean Barcelona desde allí y en octubre Barcelona capitulaba y Carlos entraba en la ciudad. En noviembre juraba las Constituciones catalanas, y a continuación convocaba las Cortes.

Los catalanes tenían un mal recuerdo de los franceses, ya que en el siglo anterior habían sido súbditos del rey francés, que además le habían nombrado Conde de Barcelona. Y fueron tratados con ciudadanos de segunda, además de que los franceses se hicieron con los puestos de poder y los puntos clave del comercio. Luego con la Paz de los Pirineos (1659) se perdió el Rosellón, con Perpiñán incluida. Y que nunca se reunificaría el Rosellón con Cataluña con un rey Borbón en España. Valencia se declaró por Carlos III en diciembre. Poco le quedaba a Felipe en esos territorios.

Felipe intentó la recuperación de Barcelona y en el mes de abril sitió a la ciudad. Tomaron el castillo de Montjuic, pero los sitiados recibieron refuerzos de una flota anglo-holandesa importante. Lo que le obligó a retirarse. Cruzó la frontera francesa y volvió por Pamplona. Para colmo un ejército anglo-portugués tomaba Badajoz y Plasencia y avanzaba sobre Madrid, tomaron Ciudad Rodrigo y Salamanca, lo que forzó al rey y a la reina a abandonar Madrid y trasladarse a Burgos con la corte. La situación empeoraba. El almirante borbónico se pasó al bando contrario. Zaragoza proclamó rey a Carlos III. Envalentonado Carlos se dirigió a Madrid, en junio de 1706. La frialdad de los madrileños fue clarísima, lo que sorprendió hasta al propio rey. Fue proclamado en julio rey de España pero pocos días después abandonó la ciudad hacia Valencia por la falta de los apoyos, tan solo unos pocos nobles le habían reconocido. Felipe V volvió a Madrid en octubre ante el entusiasmo del pueblo madrileño. Mientras Carlos juraba en Mallorca y juraba en Valencia.

En el centro de Europa las cosas no iban mejor. España perdía ente el duque de Marlborough los Países Bajos españoles. También se perdían por otra parte el reino de Nápoles y Milán.

En España un ejército aliado anglo-luso-holandés en abril de 1707 se midió con las tropas borbónicas en Almansa, batalla muy importante. Los aliados fueron vencidos y se retiraron, las fuerzas borbónicas avanzaron recuperando Valencia, Alcoy, Denia y más tarde Zaragoza. Después cayó Játiva, Lérida, y los pueblos colindantes.

Los Fueros de Nueva Planta fueron implantados y se abolieron los Fueros de Valencia y los Fueros de Aragón. Más adelante cayó  Tortosa y Alicante en abril de 1709.  Los triunfos terrestres de la Casa de Borbón eran contrarrestados por los triunfos marítimos debidos a la superioridad naval anglo-holandesa. En ese mismo año 1708 se perdió la plaza de Orán y las islas de Cerdeña y Menorca. Además, la guerra en Europa le iba mal a Luis XIV y sus enemigos le habían puesto al borde del colapso militar.  A principios de 1709 comenzó en Francia una grave crisis económica y Luis XIV envió a un ministro para que negociara el final de la guerra. Aunque hubo un principio de acuerdo el rey francés lo rechazó.

Felipe V dejó claro que no iba a renunciar al trono español voluntariamente, “Tiempo hace que estoy resuelto y nada hay en el mundo que pueda hacerme variar. Ya que Dios ciñó mis sienes con la Corona de España, la conservaré y la defenderé mientras me quede en las venas una gota de sangre; es un deber que me imponen mi conciencia, mi honor y el amor que a mis súbditos profeso” fueron las palabras de Felipe. No obstante el francés retiró sus tropas de España dejando unos pocos batallones. Felipe V entonces expulsó al embajador francés y rompió con el Vaticano ya que había reconocido al archiduque Carlos de Austria.

En 1710 hubo una posibilidad de acuerdo pero entre el rey francés y los aliados, que fracasaron. 

Carlos III, (para sus partidarios), comenzó una campaña en Cataluña. Salieron victoriosos en la batalla de Almenar y en la de Zaragoza. Restableció los Fueros de Aragón que en los Decretos de Nueva Planta de 1707 habían sido abolidos. Por fin el archiduque hizo su segunda entrada en Madrid, ya que Felipe se había retirado a Valladolid. Al llegar a Madrid fue recibido con la misma frialdad que la vez anterior. Una expedición marítima desde Barcelona se organizó, en las que se enrolaron mil catalanes y mil valencianos austracistas que se habían refugiado allí tras la conquista borbónica pero fracasaron ya que nos se sumaron los valencianos. Los aliados abandonaron Madrid en el mes de octubre de 1710.

Se organizaban partidas de voluntarios por Castilla dispuestos a luchar por Felipe V. Éste volvió a Madrid que fue recibido con gran alegría popular. El comandante francés que le acompañaba, Vendome, exclamó “Jamás vi tal lealtad del pueblo con su rey”.  Las tropas aliadas habían saqueado iglesias a su paso, ganándose el odio popular.  Los aliados cometieron el error de dividir sus fuerzas en  Guadalajara. Dado que Felipe salió  en busca de las tropas austracistas el ejército británico se refugió en la población de Brihuega. Este pueblo está en un “bacho” y no aseguró la colocación en las alturas que lo rodean. Felipe no tuvo más que colocar la artillería en lo alto y bombardear la ciudad y luego asaltarla saliendo victorioso. Los refuerzos aliados llegaron hasta otro pueblo, Villaviciosa de Tajuña. Siendo avistado por los ojeadores borbónicos, éstos salieron a su encuentro estableciéndose la batalla que duró todo el día con victoria borbónica. Estos triunfos fueron claves ya que dejó claro que en Castilla el pueblo adoraba a su rey Felipe y los aliados vieron muy difícil el posible reinado de Carlos con un pueblo mayoritariamente opuesto. Felipe prosiguió su avance hacia Zaragoza que se entregó sin lucha en enero de 1711. Mientras un ejército francés cruzaba los Pirineos para atacar Cataluña.

En Inglaterra desde el otoño de 1710 tenían un nuevo gobierno que era proclive a acabar la guerra que estaba durando demasiado sin resultados efectivos.  Además en el mes de abril de 1711 murió el emperador José I de Habsburgo, siendo su sucesor precisamente su hermano, el archiduque Carlos. Éste no renunció al trono español. Carlos se marchó el 27 de septiembre de 1711 abandonando Barcelona para ser coronado emperador con el nombre de Carlos VI pero había dejado a su mujer para determinar su influencia todavía. Recién el 19 de marzo de 1713 abandonaba Barcelona con toda solemnidad la emperatriz Isabel Cristina de Brunswick habiendo nombrado cuatro días antes capitán general de Cataluña a Starhemberg.

Pero la posibilidad de que apareciera un nuevo Carlos V, Emperador y rey de España, con el territorio americano no gustaba a los aliados. Comenzaron a ver que sería más interesante dejar que reinara Felipe en España y así no unir todo ese poder en una persona.  Inglaterra inició las negociaciones para establecer la paz cuanto antes. Francia atravesaba momentos económicos difíciles y era una oportunidad. Luis XIV negoció en secreto con Inglaterra que si reconocían a Felipe como rey de España sería a cambio de Gibraltar y Menorca incluso algunas ventajas en Hispanoamérica. Las negociaciones se iniciaron formalmente en enero de 1712, a la que España no asistía por maniobras diplomáticas contrarias. En noviembre de 1712 Felipe, ante las Cortes, renuncia a sus derechos al trono francés, mientras los otros príncipes franceses hacían lo mismo respecto al español ante el Parlamento de París, lo cual eliminaba el último punto que obstaculizaba la paz. El 11 de abril de 1713 se firma la Paz de Utrech. Inglaterra fue la más beneficiada, pues consiguió Gibraltar, Menorca, el comercio de esclavos y el permiso de navío en América. Portugal consiguió la Colonia Sacramento, (la actual Uruguay), Holanda se hizo con lo que habían sido los Países bajos y la isla de Sicilia, y Francia no hizo ninguna concesión. Es decir, que se repartieron entre todos las posesiones españolas, rompiendo Francia así el acuerdo que había llegado con Carlos II al otorgar a Felipe la defensa del Imperio, que quedó de esta forma totalmente maltrecho.

viernes, 16 de febrero de 2024

FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

Nació en Sevilla en 1484 y murió en Madrid en 1565. Fue fraile Dominico,  obispo, teólogo, defensor de los indios.

En Granada firmaban los Reyes el nombramiento de Nicolás de Ovando como gobernador de las Antillas. El 13 de febrero de 1502, junto con su padre zarpaban de Sanlúcar y arribaron a Santo Domingo el 15 de abril de 1502.

Los dominicos llegaron a La Española en 1510. Procedían de una vida religiosa renacida y llevaban un alto sentido humanitario y la rica doctrina de santo Tomás de Aquino. Las Casas tomó contacto con ellos, oyó el sermón-denuncia de Montesinos: ¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de caridad y de la justicia? ¿Estos no tenían sus tierras propias y sus señores y señoríos? ¿Estos hannos ofendido en algo? ¿La ley de Cristo, no somos obligados a predicársela y trabajar con toda diligencia de convertirlos?... Todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.

Sermón de Fray Antonio. Santo Domingo, diciembre de 1511.

De las Casas se ordenó sacerdote. A principios de 1513 pasó a Cuba y obtuvo una excelente encomienda. Le visitaron unos padres dominicos, conversaron y despertaron sus dudas. No era lógico predicar contra la encomienda siendo encomendero. El resultado: su primera conversión. Devolvió la encomienda, dispuesto a defender a los indios para siempre. Salió para La Española, se entrevistó con fray Córdoba que le habló de un viaje a España, con Montesino y otro fraile. Embarcaron, en efecto, en septiembre de 1515 y llegaron a Sevilla el 6 de octubre. Visitó al arzobispo Deza, quien le dio cartas para el Rey: quería “notificarle la perdición de estas tierras”; pero la audiencia, que sería en Sevilla, nunca se celebró. El Rey murió el 23 de enero de 1516, (Felipe I). Dirigió un Memorial de remedios (1516) a Adriano de Utrech, el que fue valido del rey Felipe el hermoso. Propone la construcción de fortalezas defensivas, que la penetración y la evangelización fuesen pacíficas, la liberación de esclavos, la creación de diócesis, la restitución de todo lo robado. Explica después la organización de comunidades mixtas y la radical supresión de la encomienda. El cardenal Cisneros y Adriano le oyeron complacidos, y le encargaron elaborar un plan de reforma de las Indias, estableciendo comunidades indígenas libres, otras intervenidas por funcionarios reales, y el cumplimiento de la Leyes de Burgos de 1512 de Fernando el católico.

FRAY ANTONIO DE MONTESINOS

En su Informe (1 de abril de 1517), los indios no quedaban bien parados y se desecha la idea de comunidades indígenas. Las Casas, aconsejado por los dominicos, regresó a España el 3 de junio de 1517. Fue a ver a Cisneros, pero estaba muy grave, y se fue a Valladolid a esperar al nuevo rey, Carlos I, Emperador, que llegó el 18 de noviembre. Bartolomé se ganó a sus consejeros flamencos y logró presentar su proyecto al Rey. Consciente de que no lograría suprimir la encomienda, si antes no demostraba que la supresión no suponía la ruina económica trazó un plan socioeconómico de colonización pacífica con una consecuencia clara: el aumento de población y de riquezas, aunque no era fácil ponerlo en práctica, pues significaba un cambio radical del sistema, con dificultades insalvables. No llegó a discutirse. El Rey partió para Coruña el 25 de enero de 1520, y el día antes de embarcar firmó la capitulación para poblar la costa de Paría (19 mayo 1520). Eran veintisiete puntos que precisaban su finalidad: colonización y evangelización pacífica, tributos para el rey y modo y manera de tratar a los indios. Las Casas embarcó con los labradores en Sanlúcar el 15 de diciembre de 1520 y llegaron a Puerto Rico en febrero de 1521. La expedición fue un fracaso, y casi una tragedia.

Las Casas ingresó en el noviciado de los dominicos en 1522 y profesó a finales del año siguiente. Abandonado su plan de colonización, siguió una etapa de silencio y estudio y desarrolló su vocación de escritor. En 1526: “De único vocationis modo”. El planteamiento es muy claro: “la única norma para llevar a los pueblos la religión cristiana, es la evangelización pacífica”. Quiso decir dos cosas: no hay más que un camino de evangelizar: la persuasión del entendimiento y la invitación de la voluntad. Y este camino es común para todos los hombres. El Papa trató de los derechos naturales de los indios, y aunque no tuviesen fe no carecían de libertad y dominio, y no se les podía esclavizar. Su oponente, Ginés de Sepúlveda en cuanto a métodos de evangelización, militó en campo contrario. No trató de que se obligase, directa y absolutamente, a los indios a hacerse cristianos. Tal sería la conquista previa, para que los indios pudiesen ser más cómodamente catequizados. Las Casas concluyó categóricamente: la guerra que se hace a los indios es temeraria, porque es contraria al derecho natural, divino y humano; injusta, porque los indios no han injuriado a los españoles y tiránica, porque es cruel y violenta. Y, en consecuencia, todos los que de algún modo, han cooperado a esta guerra, han pecado gravemente; están obligados a restituir, y los clérigos que castigan a los indios son culpables. El libro es sorprendente por su alcance universal.

Volvió a España en 1540. Su propósito era plantear a Carlos V en 1542 la reforma general del gobierno de las Indias, para lo cual había preparado documentación. Los razonamientos teológicos, jurídicos, históricos son abrumadores. El autor no duda de la soberanía del Rey sobre las Indias, en virtud de la Bula de donación, compatible con la libertad de los nativos, que la pierden cuando son sometidos a la jurisdicción y servidumbre de los encomenderos. El otro documento fue la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, también de 1542 y editado en 1552. El más endeble y el más difundido. Pero se excedió e hizo daño a España, con relatos que la crítica histórica y el sentido común necesariamente han de calificar de inverosímiles.

La Leyes Nuevas de 1542. La esclavitud de indios fue un hecho. Carlos V la prohibió en 1530; pero ante la reacción de los españoles, la restableció cuatro años más tarde. Las Leyes Nuevas vienen a recoger una parte importante de esta corriente crítica. El 20 de noviembre de 1542 fueron promulgadas en Barcelona. Cinco son los puntos que aquí se pueden subrayar: 1) la dignidad del indio, considerándolo como un súbdito más de la Corona; 2) la eliminación de la esclavitud; 3) la anulación de la encomienda, como principio de servidumbre; 4) la supresión de la guerra de conquista; 5) las cláusulas de seguridad de estas determinaciones, mediante vigilancia, procesos judiciales, castigos.

 

Las Casas influyó en estas leyes, pero no las aprobó, pues, a pesar de los avances indudables, mantenían la encomienda, aunque no serían ya hereditarias. En 1543 escribió al Emperador. Sus quejas fueron examinadas y se tuvieron en cuenta, incluyendo en la Leyes algunas disposiciones complementarias. Fueron imprevistas pero su contenido se fue imponiendo poco a poco e influyeron con su humanitarismo.

El dominico volvió a presentar nuevos Memoriales al Rey en 1543, protestó porque no se hubiesen abolido inmediatamente las encomiendas. Expuso y fundamentó la predicación pacífica y la abolición de la esclavitud, y esbozó su teoría de soberanía imperial. Fue un gran momento para fray Bartolomé. El cenit de su prestigio. Y fue nombrado obispo de Chiapas (1543). Consagrado en Sevilla (1544), se trasladó a Indias y entró en su sede al año siguiente. Por la oposición el fraile renunció a su obispado, pero no a su cargo de defensor de los indios.

En 1547, regresa definitivamente a España. Es la época de sus grandes obras. Interesan los Tratados, en los que sintetizó sus ideas con más precisión y orden.

Ilustra su negativa con el testamento de Isabel la Católica, “que debía tener entendida la intención del Papa” algo mejor que Sepúlveda, y con la instrucción que los Reyes dieron a Colón. Afirma que, antes de bautizarse, los infieles no eran súbditos de la Iglesia, y “no se les puede poner o quitar señor”. Pero, después de convertidos, “la Iglesia puede ejercer su jurisdicción temporal en ellos, como en súbditos”, si fuera necesario para la conversión de la fe.

He aquí algunos principios: 1) Todos los hombres son libres; la libertad es inherente a la persona humana. La esclavitud es un fenómeno accidental, no obedece a causas naturales. Su convicción de que los reyes de España eran soberanos de las Indias, basada en un principio teocrático, era tan sólida como siempre. Y lo que pretendía era concluir que la enajenación perpetua de la encomienda era radicalmente injusta.

De Las Casas defendió durante bastante tiempo que se llevaran esclavos negros a América para sustituir a los indios en los trabajos más duros. Sin embargo, al final de su vida se arrepintió y condenó la esclavitud de los negros. Su visita a Lisboa en 1547, el principal puerto negrero en Europa, fue cuando los dominicos portugueses le informaron sobre el brutal apresamiento de esclavos negros en las costas africanas, realizada las por Portugueses, ingleses, holandeses y franceses, con la ayuda pagada de otros negros africanos que se internaban y “conseguían” hombres y algunas mujeres en las tribus.

SAN PEDRO CLAVER 

Pero a pesar de estar en contra de la esclavitud de los negros, nunca incluyó en sus escritos a los negros en su lucha. Posiblemente fuera porque España no participaba en ese comercio.

Los últimos años de Las Casas fueron fecundos. Desde 1551 hasta su muerte, Las Casas fue nombrado procurador de indios, con la misión de transmitir a las autoridades las quejas de la población indígena de toda la América española. Insatisfecho con lo logrado y dispuesto a seguir luchando (a pesar de recibir una pensión vitalicia de la Corona.

En Madrid, escribió dos tratados polémicos. Lo cierto es que Las Casas con su publicación en 1552, de una serie de escritos críticos, entre los que se incluía la Brevísima relación de la destrucción de las Indias; en ella denunciaba los abusos de la colonización española con una amplitud de miras incomprensible para su época, pero con tal acritud que sería empleada con fines propagandísticos por los enemigos de los Habsburgo, contribuyendo a engrosar la llamada “Leyenda negra”.

El fraile falleció el 18 de julio de 1565 en el convento de Nuestra Señora de Atocha, en Madrid.

jueves, 15 de febrero de 2024

SAN FRAY JUNÍPERO SERRA

Nació en Petra (Islas Baleares), 24.XI.1713 – Monterrey, California (Estados Unidos), 28.VIII.1784. Misionero franciscano iniciador de la evangelización de la Alta California y santo.
Recibió el nombre de Miguel José en el bautismo, pero él mismo lo sustituyó al profesar en la Orden Franciscana (1731) por el de Junípero, por su simpatía hacia el discípulo de san Francisco.
Con el fin de seguir avanzando en sus estudios, en 1729, se trasladó a Palma de Mallorca, tomó el hábito franciscano y en 1731 emitió la profesión religiosa.

Conocido como el misionero de California 
Siguiendo la costumbre general de la Orden, inició su el estudio de tres años de Filosofía (1731-1733) y cuatro de Teología (1734-1737), con lo que quedó capacitado para recibir la ordenación sacerdotal.
En 1737 ganó por oposición una cátedra de Filosofía en el convento de San Francisco de Palma de Mallorca, que ocupó tras obtener el grado de Teología, inició la enseñanza de Teología Escotista en la Universidad luliana de Palma.
Entre sus alumnos, figuraron varios franciscanos mallorquines que muy poco después lo imitaron en su viaje a América y colaboraron con él. En 1748 decidió viajar a Hispanoamérica en calidad de misionero.
Desde este momento se conoce la biografía reflejada por él mismo a través de los escritos que han llegado hasta hoy, lo cual independiza del relato y de las interpretaciones suministradas por su biógrafo, paisano, colaborador y hasta confesor, el padre Francisco Palou.
En una expedición de misioneros con destino a la América española compartió con los aproximadamente quince mil seiscientos que también lo hicieron desde 1493 hasta 1822, y en posesión de una preparación intelectual más elevada.
Tras embarcarse en Cádiz en agosto de 1749 desembarcó en Veracruz (México) a comienzos de diciembre. Desde Veracruz prosiguió viaje a pie hasta Ciudad de México, a la que llegó el 1 de enero de 1750 cojeando visiblemente a causa de una llaga en el pie izquierdo, de la que ya nunca llegaría a curarse, a pesar de lo cual nunca se sirvió de ninguna caballería para cubrir los casi diez mil kilómetros que llegó a recorrer por tierras americanas.
Como comisario de la Inquisición, en 1772 remitió al tribunal de México un informe en el que manifestaba que tenía varios indicios de enormes delitos de hechicerías, brujerías, adoración de los demonios, etc.
Desempeñó en 1761 el cargo de maestro de novicios en el colegio de San Fernando y sobre todo recorrió unos cuatro mil quinientos kilómetros, a pesar de su dificultad para andar, en el ejercicio de la continua predicación de misiones populares.


A este ministerio se estaba dedicando plenamente cuando en 1767, a sus cincuenta y cuatro años, fue destinado a las misiones de la Baja California (México), que acababan de abandonar los jesuitas debido a la supresión de la Compañía de Jesús, a las que se encaminó en calidad también de superior de los catorce franciscanos que lo acompañaron. Razones de índole política internacional obligaron a fray Junípero a cambiar la herencia de los jesuitas por la roturación del nuevo campo misional que ofrecía la Alta California, hoy California norteamericana, cediendo el primero a los dominicos en 1772.
Fray Junípero salió en marzo de 1769 hacia Monterrey en compañía de Gaspar de Portolá, gobernador de la región, para en julio llegar al puerto de San Diego, en el que se reunieron todos los expedicionarios, en un momento que iba a representar el comienzo de la evangelización de California, pues fue el día 16 de ese mes la fecha en la que fray Junípero estableció allí la primera de sus misiones mediante la colocación de una cruz en una colina próxima. Continuando este mismo viaje en busca del puerto, al que llegó con sus acompañantes en mayo de 1770, fray Junípero fundó en él en el siguiente mes de junio la misión de San Carlos Borromeo, a la que en julio de 1771 añadió la de San Antonio de Padua, en septiembre de ese mismo año, la de San Gabriel y, justo al año siguiente, la de San Luis Obispo, formando lo que él mismo denominaba un rosario extendido estratégicamente a lo largo de la costa del Pacífico utilizando el denominado camino real.
Al regresar a San Diego en septiembre de 1772, se encontró con una carta del virrey de Nueva España, Antonio María Bucareli, en la que le recordaba la obligación que tenían los misioneros de obedecer las órdenes del nuevo comandante militar, lo cual lo movió a dirigirse inmediatamente a Ciudad de México para entrevistarse con el virrey.
En la entrevista le entregó, en marzo de 1773, un amplio y detallado informe y le exponía las necesidades de cada misión sino también la situación militar del territorio, las modificaciones que era necesario introducir en este aspecto, el inadecuado comportamiento del nuevo Comandante. El documento le costó el puesto a Fages y además sirvió de base para la elaboración de una auténtica legislación californiana, que fue ratificada en Madrid en 1777.


De nuevo en San Diego, en marzo de 1774, se vio forzado a observar una especie de etapa de inactividad debido a las obstrucciones del nuevo comandante militar, Francisco Moncada y Rivero, hasta que en 1775 los indígenas incendiaron de nuevo esa misión y asesinaron a numerosos neófitos. Tras reedificar en 1776 esta misión, fundó la de San Francisco y reedificó San Juan Capistrano, y en 1777 añadió la de Santa Clara.
Con total sorpresa en junio de 1778 recibió un documento oficial de sus superiores en el que se le comunicaba que por fin había llegado de Roma lo que en 1768 él mismo había sugerido que se solicitara de la Santa Sede, es decir, que se les concediera a algunos misioneros de este santo Colegio [de San Fernando] la facultad de administrar el sacramento de la confirmación sin ser obispo, de la misma manera que el papa Benedicto XIV se la había concedido a los jesuitas de la Baja California.
La concesión de este privilegio sorprendió a las autoridades civiles de California, las cuales trataron de impedir su ejercicio y aconsejaron al biógrafo de fray Junípero dejar en claro que éste no aspiraba con ello a ningún obispado. No sorprende que, a pesar de la oposición de las autoridades civiles, él iniciara inmediatamente el ejercicio de esa facultad por tratarse de la administración de un sacramento encaminado a robustecer la fe recibida en el bautismo, o lo que es lo mismo, a ratificar el objetivo de la evangelización. Tampoco resulta extraño que desde este momento hasta su ya no lejana muerte se dedicara primordialmente a administrar la confirmación, sin más desvíos notorios de este menester que la fundación en marzo de 1782 de la misión de San Buenaventura, novena y última de las que fundó.


A partir de 1778, su correspondencia refleja en él una profunda preocupación por la actitud inamistosa de las autoridades civiles para con sus misiones, preocupación a la que desde 1782 se añadió una profunda tristeza, confesada por él mismo, ante el rumor de que los franciscanos tendrían que abandonar en breve California. El día 18 de agosto de 1782 sufrió una fuerte opresión en el pecho y una acusada inflamación de las piernas, tras lo cual el día 28 apareció muerto, como si estuviera plácidamente dormido, en su habitación de la misión de San Carlos Borromeo o del Carmelo, en Monterrey.
Se le atribuyen de manera oficial la conversión de 4.646 indígenas, la administración de 6.736 bautismos y 4.723 confirmaciones, más la asistencia a 1.436 matrimonios y 1.951 defunciones, y suprema dirección de nueve de las diez misiones, entrañaban, además la búsqueda de los medios necesarios (herramientas, semillas y ganado) para que los indígenas de estos poblados misionales, a veces acompañados por españoles, pudieran desarrollarse demográfica, religiosa, cultural y económicamente.
Esta labor, olvidada durante el siglo XIX, comenzó a ponerse de relieve a comienzos del XX. Es el único español con una estatua en el Capitolio de Washington, el de haber sido beatificado en 1988, el de contar con una abundantísima bibliografía. Como colofón al reconocimiento de su figura, el 23 de septiembre de 2015 fue canonizado por el papa Francisco en la ciudad de Washington.
Desgraciadamente vándalos indigenistas ignorantes han derribado varias estatuas del santo en EE UU y se pide la retirada de su estatua del Capitolio por parte del partido Demócrata, cosa que no se ha hecho. El papa Francisco evitó “in extremis” en 2015 que retiraran la estatua que llevaba en el Capitolio de Washington desde 1931, al rezar ante ella durante su visita a la capital estadounidense.

TRATADOS CON PORTUGAL A RAÍZ DEL DESCUBRIMIENTO

Para entender los acuerdos entre el reino de Portugal y el de Castilla-León, hemos de remontarnos a la Guerra de Sucesión Castellana entre a...