viernes, 27 de marzo de 2020

REGENCIA DE MARIA CRISTINA - ISABEL II-

La Restauración es la vuelta de la Casa Borbón y la consolidación de Fernando VII en 1814 hasta su muerte en septiembre de 1833. Hereda, en virtud de la ley promulgado por Fernando VII, su hija Isabel II, pero como era menor de edad tuvo de regente primero a su mamá, María Cristina de Borbón, cuarta mujer de Fernando VII, que ocupa la Regencia de 1833 a 1840, tras la muerte de su marido. 

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, reina regente de España 
Durante ocho años y madre de la futura Isabel II, no debe confundirse con otra María Cristina que también fue regente años después, María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XII y regente en nombre de su hijo Alfonso XIII desde 1885 hasta 1902. Durante la regencia de María Cristina, las revoluciones urbanas habían potenciado el acceso de los liberales progresistas a los Ayuntamientos y ello hacía más difícil el control gubernamental de las grandes ciudades. Isabel tenía tres añitos cuando murió se padre. Reinaría durante poco más de cuarenta años, de 1833 a 1874. La primera y mayor preocupación de la regente y el Gobierno fue controlar a los partidarios de don Carlos, hermano de Fernando, que desde Portugal, se había proclamado rey de España al conocerse la muerte del rey. El movimiento Carlista surgió cuando Fernando VII abolió la “Ley de Sucesión Fundamental” que había instaurado Felipe V. Según las condiciones, las mujeres podrían heredar el trono aunque únicamente de no haber herederos varones en la línea principal, hijos, o lateral, hermanos y sobrinos. Fernando decretó la “Pragmática Sanción”, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como así lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón. También los liberales eran mirados con recelo, los futuros progresistas. Ante la presión carlista María Cristina decidió acercarse a los liberales pues era la única manera de defender el trono de su hija. Sin embargo, la separación de lo que se ha denominado las dos Españas era mucho más compleja. Con Don Carlos se encontraban la mayoría de la opinión de País Vasco, parte de Cataluña y Navarra, hostil a la dinastía que les había privado de sus libertades particulares (fueros). La nobleza en cambio, al frente de los grandes latifundios apoyaba a la Corona, que era el régimen en que se habían perpetuado esos privilegios. El importante retraso que España había acumulado con respecto a las otras potencias europeas a nivel económico y social no fue solucionado después de la guerra.

María Cristina de Habsburgo-Lorena y su hijo, el futuro Alfonso XIII

Rompiendo toda relación con el liberalismo, pero también con los absolutistas más radicales que luego apoyarán a Don Carlos, sólo consiguió atraerse las críticas de la mayoría de la población. En ningún momento quiso recurrir a las ideas liberales y persiguió implacablemente a todo aquel que las defendía. Sólo se fio en su camarilla sin percatarse de que los miembros de esta cuidaban más de sus intereses personales que de los de la nación. Las provocaciones de los antiguos voluntarios realistas y la presión ejercida por algunos militares llevaron a la regente a aceptar la existencia de un régimen representativo basado en el muy moderado, Estatuto Real. Más adelante, los estallidos revolucionarios que se produjeron entre 1834 y 1836 hicieron posible la transición desde la fórmula del Estatuto Real a la Constitución de 1837 que imponía ciertas limitaciones al rey, en este caso la reina regente, en el ejercicio de sus funciones y le obligaba a compartir la soberanía con la nación. La Constitución duró solamente ocho años, hasta 1845. Permitía la alternancia en el gobierno de los dos partidos liberales. Después de la regencia de María Cristina en 1840 pasó al General Esparteros durante los siguientes tres años en que se declaró mayor de edad a Isabel en 1843. Isabel II de España, llamada «la de los Tristes Destinos» nació en Madrid en octubre de 1830, y fue reina de España desde 1833, aunque se proclamó en 1843. Se sanciona por presión de los “Moderados” la nueva Constitución en 1845, ya con el reinado de Isabel II. Esta Constitución también duraría veinticuatro años, hasta 1869 que es cuando se promulga la nueva Constitución, al año siguiente del derrocamiento de la reina con la “Revolución La Gloriosa” de 1868, de lo que luego hablaremos. Comenzó pronto la reina a poner luz entre las piernas. Amantes, (un puñado), su primer hombre fue el General Francisco Serrano. El conde de Romanones la describió “era algo retrasada, apenas sabía leer, solo sabía sumar y su ortografía era pésima. No leía y jugaba con perritos, ignoraba las reglas de comportamiento y estas señas de identidad la acompañaron toda la vida, sin embargo era alegre y generosa”. A los 16 años se casó con su primo Francisco de Asís, del que tuvo once hijos. Ahí es ná. Y digo que no fue nada porque al señor le llamaban “Paquita”, quien era un afeminado y jamás se le conoció mujer alguna, más bien al contrario. Los hijos eran oficialmente de su marido, pero de esto sacó beneficio, todo un negocio. Recibía dinero por cada churumbel reconocido. Solo sobrevivieron cinco hijos. Uno de ellos, el que sería el rey Alfonso XII. Parece ser que era hijo del capitán Moltó. Cómo sería la señora que el propio papa, Pío IX llegó a decir, “Es puta, pero piadosa”. Entre los miembros de la familia real hay que destacar a la infanta Isabel Francisca, popularmente conocida como “La Chata”, fue princesa de Asturias, es decir heredera a la corona, hasta el nacimiento de su hermano Alfonso, y durante el reinado de éste hasta que nació su sobrina María de las Mercedes. Como sería de querida y popular, le gustaban los toros, las verbenas y la música, que hasta el gobierno de la Segunda República pidió que no abandonase el país. Otro miembro conocido es su hermana María Luisa, casándose ambas el mismo día en Sevilla. Esta mujer fue la madre de María de las Mercedes, futura reina al casarse con Alfonso XII. María Luisa donó a la ciudad de Sevilla los jardines de su palacio de San Telmo, que hoy llevan su nombre. Hemos tocado un poco la vida personal y familiar de Isabel II, pero en lo político la cosa no tuvo ni pizca de gracia. Una reina casi analfabeta, caprichosa y aficionada a los fornidos palafreneros, unos militares ambiciosos metidos en políticos, unos políticos metidos hasta las orejas en la corrupción. Pronunciamientos militares y revolucioncitas parciales Narváez y O'Donnell, con el acuerdo de un tercero llamado Espartero, para inventarse dos partidos, liberal y moderado, que se fueran alternando en el poder; y así todos disfrutaron, por turnos. Llegaba uno, despedía a los funcionarios que había puesto el otro y ponía a sus parientes, amigos y compadres. Al siguiente turno llegaba el otro, despedía a los de antes y volvían los suyos. Y de esa forma tan suave como con Nivea, nos fueron dando una forma de gobernar. Aquella pandilla de sinvergüenzas se fue repartiendo España durante cierto tiempo. Jefes de gobierno sobornados por banqueros extranjeros. Farsas electorales. Votos comprados y si no represión, destierros al norte de África, Canarias o Filipinas, que todavía nos queda algo en América. Una anécdota es que la famosa canción que dice “María Cristina me quiere gobernar / y yo le sigo, le sigo la corriente / porque no quiero que diga la gente / que María Cristina me quiere gobernar”. La canción fue un gran éxito en el siglo XX pero se trataba de una antigua copla, que había llegado a Cuba hacia 1833 con los exiliados de la guerra carlista.

miércoles, 25 de marzo de 2020

EMANCIPACIONES AMERICANAS

A la vuelta de Fernando VII los territorios americanos y sus virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra habida contra Napoleón. Los hijos de aquellos españoles, criollos, se formaban en España y Francia. Incluso en la propia España la gente ilustrada estaba pidiendo cambios sociales, económicos, culturales, de industrialización, etc. Pero la aristocracia, la burguesía y el clero, apoyaron a un rey que fue lo peor que le puso suceder al país. Repasando lo sucedido en territorios americanos. En 1810 en Buenos Aires se había constituido una Junta Gobernativa de inspiración independentista. En Bogotá y en México hay sublevaciones y revueltas independentistas. En 1811 comienzo una revuelta en Uruguay y Venezuela y Paraguay proclaman su Independencia. En 1813 México proclama su Independencia. Las tropas españolas cosechan un triunfo en la batalla de Rancagua, en Chile. Poco a poco, numerosos proclamaron su independencia: Argentina en 1816, el general San Martín en Chile en 1817 y Bolívar organizó el congreso de Angostura en 1819. Sólo algunas zonas aisladas de Colombia y Perú permanecían fieles a la Corona en 1820. William Carr Beresford, que había invadido Buenos Aires en 1806, luchó como aliado de España junto a San Martín en la guerra de la Independencia. Luego San Martín, ya renunciado a su empleo de militar español, unido a masones se le conoce por el libertador de Argentina, Chile y Perú. Tras las batallas americanas de Chacabuco (1817), Maipú (1818) y Boyacá (1819) los independentistas Bolívar y San Martín consiguieron la emancipación de los territorios.
Fernando VII no se planteó dialogar, pactar, ceder en algún punto, usar la diplomacia y la astucia, mantener y dejarse aconsejar por los buenos colaboradores que le quedaban, buscar aliados internos. Algunos territorios, Argentina o Venezuela, podían parecer perdidos, pero otros como Perú o México se mantenían fieles a la metrópoli. En el Virreinato de Nueva España la propia élite criolla había desmantelado la revuelta campesina de los curas Hidalgo y Morelos y en Perú el virrey Abascal estaba reconquistando los territorios sublevados sin prácticamente ayuda alguna. Inglaterra y las excolonias americanas apoyaban descaradamente a los libertadores y se frotaban las manos: el mercado colonial estaba por fin a su alcance. Que el mapa político se llenara de nuevos países era para ellos algo secundario. Lo principal, la única razón, era el comercio. Pero las élites locales tenían miedo de las posibles revoluciones populares. Y tampoco deseaban romper todos los lazos con la metrópoli. En algunos casos se hablaba de crear reinos con un rey español, un pariente de Fernando VII. En otros lugares surgieron partidarios de la hermana de Fernando VII, la infanta Carlota Joaquina, que estaba emparentada con la familia real portuguesa y en ese momento se hallaba refugiada en Brasil. Los portugueses también preocupaban a los sublevados, y con razón, puesto que desde Brasil era muy fácil aprovechar el desconcierto general para lanzar expediciones militares hacia Argentina, Uruguay y Paraguay, como de hecho sucedió.
Las ideas de la Revolución Francesa y el precedente de la Independencia de los Estados Unidos, junto con las tensiones por causas económicas y mercantiles que se produjeron en la América Española, a lo que hay que sumar que la Guerra de la Independencia contra Napoleón, que, aun venciendo, dejó al país destrozado, social y económicamente. Además de divididos entre absolutistas y liberales. El rey, ya liberado juró la Constitución de 1812, y luego la derogó, todo esto era un clima de incertidumbre y propicio para Inglaterra, que ayudó a los criollos emancipadores con ideas y pensamiento de masones destacados. No obstante las nuevas ideas europeas impregnaron la mentalidad revolucionaria de la burguesía colonial descontenta. Algunos fueron radicales en sus ideas mientras otros se orientaron por intereses del librecambismo, ya instalado, que ofrecía posibilidades de enriquecerse. En primer lugar, para formar parte de las clases dominantes en la administración o en el comercio exportador, era preciso haber nacido español, o hijo de español en América, (criollo), con lo cual quedaban fuera los indígenas, mulatos y mestizos. Solo el uno por ciento de la población americana había nacido en España. Un veinte por ciento eran criollos. Y la inmensa mayoría de la población eran los indígenas, los pueblos conquistados, que quedaban en un rango social inferior. No obstante este último grupo no eran en su mayoría independentistas, más bien preferían pertenecer a los realistas, ya que sus patronos naturales eran los criollos, dueña de la hacienda y de las mejores tierras. Aun así, la resistencia realista frente a los que luchaban por la independencia fue dura, tenaz y cruel. Tres siglos y pico después de Colón, buena parte de los de uno y otro bando habían nacido en América (en Ayacucho, por ejemplo, no llegaban a 900 los soldados realistas nacidos en España). El caso es que a partir de la sublevación de Riego de 1820 en Cádiz ya no se mandaron más ejércitos españoles al otro lado del Atlántico, los soldados se negaban a embarcar y los virreyes de allí tuvieron que apañarse con lo que tenían. Aun así, hasta las batallas de Ayacucho (Perú, 1824) y Tampico (México, 1829) y la renuncia española de 1836 (a los tres años de morir, por fin, Fernando VII), la guerra prosiguió con extrema barbaridad a base de batallas, ejecuciones de prisioneros y represalias de ambos bandos. Hubo altibajos, derrotas y victorias para unos y otros. Hubo inmenso valor y hubo cobardías y traiciones. Las Juntas que al principio se habían creado para llenar el vacío de poder en España durante la guerra contra Napoleón se fueron convirtiendo en gobiernos nacionales, pues de aquel largo combate, el ansia de libertad y aquella sangre empezaron a surgir las nuevas naciones hispanoamericanas. Gente ilustre como el general San Martín, que había luchado contra los franceses en España, o Simón Bolívar, realizaron proezas bélicas y asestaron golpes mortales al aparato militar español. El primero fue decisivo para las independencias de lo que luego se llamó Argentina, Chile y Perú, y luego cedió sus tropas a Bolívar, que acabó la tarea del Perú, liberó Venezuela y Nueva Granada, fundó las repúblicas de Bolivia y Colombia, y con el zambombazo de Ayacucho, que ganó su mariscal Sucre, terminó el trabajo en la zona. Bolívar también intentó crear una federación hispanoamericana, como los Estados Unidos; pero eso era complicado en una tierra como aquélla. No hubo unidad, por tanto; pero sí nuevos países en los que, como suele ocurrir, el pueblo llano, los indios y la gente desfavorecida siguieron jodidos. Los criollos creían que la independencia de sus países y la instauración de gobiernos representativos en ellos conducirían inevitablemente a una prosperidad económica y a un orden político.
La gran diferencia que existió entre los EE.UU. y la América española está en que en ésta existió siempre, desde el Descubrimiento de América, el mestizaje, que pese a lo que muchos argumentan señalando a España como país invasor, avasallador, destructor de las identidades indígenas y hasta genocida, lo cierto es que con el mestizaje no desapareció el indio, no fueron exterminados. La programación en la persecución y muerte del indígena existió en Norteamérica completa, con sus gobiernos. Los indígenas no participaron jamás en sus decisiones, ni en la administración ni se les protegió ni educó a la cultura europea, como si lo hizo España. En EE.UU. y Canadá siempre han gobernado los europeos, para ellos mismos. Y siendo un territorio muy rico se llenó de colonos de diferentes partes de Europa, estableciendo sus culturas, costumbres y religiones, sin compartir con los indios nada de todo esto. Al contrario, eran el enemigo a hacer desaparecer o confinarlo en reservas. Y esta diferencia llega a nuestros días incluso, con menor virulencia, pero aún existe. Es por eso por lo que la emancipación de aquellos países de Inglaterra fue realizada por los colonos europeos, no por los naturales de los territorios, que ya no eran dueños de nada y nada tenían. Mientras que en las posesiones españoles las emancipaciones fueron encabezadas por los hijos de los españoles, los criollos, que eran quienes dominaban las industrias y el comercio y consiguiendo ayudas de Inglaterra y Francia, aprovechando la decadencia económica y militar de España, consiguieron su autonomía y autarquía, pero dividiéndose en multitud de países bajo la dominación de caudillos regionales, grandes terratenientes y familias burguesas adineradas. No sucede lo mismo en Norteamérica, donde añoran su pasado pisoteado. Sin embargo, la independencia hispanoamericana no fue solamente la separación respecto de la madre patria, como en el caso de Estados Unidos, sino que destruyó un sistema social, político y económico que funcionaba bien pese a sus muchas imperfecciones. Y salvo raras excepciones, así continúan: como un hermoso sueño de libertad y justicia nunca culminado. Pero después de doscientos años de autogobernarse, ya no pueden echarle la culpa a nadie más que a sí mismos.

martes, 24 de marzo de 2020

INVASIONES INGLESAS EN EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

Se produjo la primera el 25 de julio de 1806. Ese día, un poco más de 1.600 hombres entre infantes, artilleros e infantes de marina y alguna piezas de artillería al mando del General William Carr Beresford, desembarcaron en Quilmes y avanzaron hacia Buenos Aires, con la intención de tomar el Fuerte y luego la ciudad. Vencida la débil resistencia que las escasas e ineptas fuerzas pudieron ofrecer, el 28 de junio de 1806, la bandera inglesa flamea en el Fuerte y la ciudad de Buenos Aires fue tomada por asalto. En septiembre de 1806 llegó a Inglaterra una nave con la plata robada de las arcas reales de Luján por los ingleses que invadieron Buenos Aires. El General Guillermo Carr Beresford es paseado por las calles de Londres el tesoro robado y el producto del saqueo al que fue sometida la ciudad de Buenos Aires. El 20 de setiembre los tesoros llegaron a Londres y la población se volcó en las calles para vitorear a los carros colmados de plata, que venían acompañados por tropas de caballería e infantería empleadas en la que fue la primera invasión al Río de la Plata. Precedían y seguían al convoy, dos destacamentos de los marinos que habían ocupado a Buenos Aires y dos cañones de los tomados en Quilmes, mientras que una nutrida Banda de música acompañaba el paso del cortejo que se dirigió desde Portsmouth hasta Londres. Luego el rey de Gran Bretaña, declaró conquistada la ciudad de Buenos Aire y sus dependencias, decretando el libre comercio con la nueva posesión de conformidad con los reglamentos vigentes de sus otras colonias. Los invasores se habían apoderado realmente de aproximadamente un millón y medio de pesos fuertes. También tienen que saber los argentinos de hoy, que pese a lo que les han contado en la escuela, hay que saber que los oficiales ingleses durante su ocupación alternaban con las familias más distinguidas de Buenos Aires. Fueron alojados en sus casas, donde también se sucedieron las fiestas en homenaje a los militares invasores, quienes allí pudieron admirar la destreza de las elegantes damas porteñas para recitar y tocar el piano o la guitarra. Por las tardes era frecuente ver a las Sarratea, las Marcó Del Pont, las Escalada… las hijas de los hogares más aristocráticos de la ciudad, paseando por la Alameda (actual calle Leandro N. Alem), del brazo con los “herejes”, como llamaba el pueblo a los ingleses por su confesión protestante. Sin embargo, esta cara amable de la convivencia con las fuerzas dominadoras tenía su reverso: pasado el estupor de los primeros días, los patriotas comenzaron a montar una sorda y vasta conspiración para echar al invasor Cuarenta y seis días después, las milicias populares criollas, sumadas a las fuerzas que Santiago De Liniers pudo reunir a duras penas y llevó desde Montevideo, lograron reconquistar la ciudad, luego de librar furiosos combates en las calles y desde las azoteas de las casas, una acción que la historia ha recogido como “La Reconquista” y que tuvo como héroe y triunfador indiscutido al mencionado Liniers y Martín De Álzaga, un comerciante español que encabezó la rebelión popular.
El virrey Rafael de Sobremonte informa que se dirigía hacia Buenos Aires con un grupo de miliciano para reconquistar la ciudad, pero el pueblo de Buenos Aires, declaró que no quería recibir de nuevo al marqués de Sobremonte, en el ejercicio del poder que desempeñaba por nombramiento del rey de España y el 14 de agosto exigió al Cabildo en cambio, que se ratificara a Santiago De Liniers y Bremond, Gobernador militar de la plaza, mientras la Audiencia y el Cabildo podrían quedar a la cabeza de la Administración civil. La Segunda Invasión llegó el 28 de junio de 1807 al mando del General John Whitelocke. Esta vez, los ingleses alertados por la experiencia vivida en 1806, trajeron además de 10.000 soldados bastantes fuerzas de artillería, caballos, etc. Luego de tomar la Plaza de Montevideo, el 3 de febrero de 1807, como paso previo a su marcha hacia Buenos Aires, desembarcaron en la Ensenada de Barragán. Nuevamente, a pesar de sus efectivos, fueron derrotados por aguerridas fuerzas defensoras, que se componían de tropas regulares, organizadas luego de la primera invasión y de milicias urbanas, integradas por población que se había armado y organizado militarmente en previsión. Finalmente, luego de cuatro días de dura lucha, viendo desvanecidas sus pretensiones de apoderarse de la ciudad, el 7 de julio de 1807, el General Whitelocke capitula y rinde sus armas. Pero también habían venido con la intención comercial por bandera. Instalaron en Montevideo una inmensa feria con artículos de toda clase que vendían a precios que se consideraban muy baratos, lo que al principio, provocó gran euforia entre la población oriental, súbitamente tentada con toda clase de artículos importados, mientras los mercaderes ingleses, no dejaban de ponderar los beneficios del "libre comercio", tanto en sus conversaciones como a través de las columnas de "La Estrella del Sur", el periódico que editaban para difundir sus ideas, en cuyas páginas subrayaban que la baratura y la calidad de sus productos, significaban un gran beneficio para el mercado rioplatense. Se comenzó a pensar en ello y pronto la realidad se puso de manifiesto. Se decían quienes veían más allá de esta inesperada avanzada comercial. Desde el momento en que las tejedoras de lana de Alto Perú, de bayetas santiagueñas, de muebleros de Tucumán, no pueden competir con los productos fabricados en serie que vienen de Inglaterra, habrá centenares de hogares que no podrán vender lo que les permite vivir con decoro, y esos trabajadores, compradores potenciales a su vez, desaparecerán del mercado, al ser lanzados a la miseria. Esa tentativa también fracasó. La historia argentina registra solamente dos intentos de invasión protagonizados por el imperio británico, olvidándose por ejemplo de Las Islas Malvinas, pero realmente ha habido ocho episodios a los que algunos historiadores, le asignan el mismo carácter. Hablaremos de ellas en otro capítulo, pero dejaremos las fechas: PRIMERA INVASIÓN INGLESA: (06 de enero de 1763). SEGUNDA INVASIÓN INGLESA: (23 de enero de 1765) TERCERA INVASIÓN INGLESA: (25 de julio de 1806). CUARTA INVASIÓN INGLESA: (el 28 de junio de 1807) QUINTA INVASIÓN INGLESA (el 8 de enero de 1833) SEXTA INVASIÓN INGLESA: (20 de noviembre de 1845) SÉPTIMA INVASIÓN INGLESA (10 de julio de 1908). OCTAVA INVASIÓN INGLESA (25 de abril de 1982).

INDEPENDENCIAS AMERICANAS - MAYO DE 1810 - SAN MARTÍN

Napoleón coloca a su hermano José como rey de España en junio de 1808. Un mes antes el pueblo de Madrid declara la guerra a Napoleón, no el ejército, sino el pueblo. Comenzaba así la Guerra de la Independencia. Se había conseguido la ayuda de los ingleses. Y así es como Inglaterra pasó de ser enemigo a aliado. No olvidemos las dos invasiones inglesas a Buenos Aires en 1806 y 1807 que terminaron en fracaso inglés. Lo cierto es que a los ingleses les interesaba el debilitamiento de Francia y su emperador, así como el de España y su imperio Americano. Con la Guerra de Independencia española contra Napoleón, mataban dos pájaros de un tiro. El pago a su ayuda sería con el comercio de los virreinatos americanos. Y solapadamente ayudaron en las emancipaciones de los virreinatos americanos La guerra duraría desde 1808 hasta 1814. En ese periodo precisamente se fraguan las ideas independentistas de los criollos americanos. Los virreinatos eran la prolongación de la corona española, es decir que aquellos territorios eran España. Pero a los criollos, que eran los hijos de españoles nacidos en América, y por lo tanto españoles, hijos del liberalismo y de la Ilustración, para ellos el rey español suponía un atraso, volvería el absolutismo, el Antiguo Régimen. El ejemplo de Francia con su revolución, de EE.UU. con su independencia, y de Inglaterra con su ayuda y comercio, fueron las condiciones precisas para que las ideas emancipadores prefiriesen comerciar por su propia cuenta con Inglaterra y EE.UU. Para eso se desarrolló el plan Maitland, creado en 1800 en Londres. Es un plan elaborado por el general Thomas Maitland pensado para conseguir el control de Buenos Aires, tomar Mendoza, Coordinar la acciones con un ejército independentista en Chile. Un ejército partiría desde Mendoza y cruzaría Los Andes y controlar Chile y de allí pasar a Perú. San Martín, que había abandonado previamente el ejército español y se había marchado a Londres, donde conoció este plan en 1811. (ver “Maitland y San Martín”, de Rodolfo Terrano, libro editado por la Universidad de Quilmes en Buenos Aires) Inglaterra aún en la Guerra de la Independencia Española como aliado de los liberalistas, no dejó de ser un peligro para España. Luchaban para echar a Napoleón y traer a su rey, Fernando VII. Y el pago por la ayuda del ejército inglés se negoció una gran parte, con el posterior comercio de los virreynatos.
En Buenos Aires, el pequeño ejército (realista) con no más de un 10% de españoles peninsulares, y la participación de las milicias populares en la Reconquista de los dos intentos de invasiones inglesas, que al mando de Santiago de Liniers obtuvieron un rotundo éxito, aumentó el poder y la popularidad de los líderes criollos militares e incrementaron la influencia y el fervor de los grupos independentistas. Paralelamente, estos motivos se convirtieron en uno de los catalizadores de la causa emancipadora. Un antecedente inmediato de la Revolución de mayo de 1810 que dio inicio al proceso de Independencia de lo que ahora es Argentina Por entonces el rey Fernando VII era prácticamente prisionero de Napoleón. La fidelidad de Liniers al legítimo rey, Fernando VII, por el que se estaba luchando en España hicieron que se nombrara a un sustituto en reemplazo de Liniers a Baltasar Hidalgo de Cisneros. Santiago de Liniers era un héroe popular, pero se había retirado. En 1810, cuando ya estaba preparado para regresar a España, le llegó la noticia de la Revolución de Mayo de 1810. Liniers, contrario a la Revolución que sustituiría al virreinato se unió al grupo que pretendía oponerse a la Primera Junta surgida. Fue cuando escribió “Será necesario considerar como rebeldes a los causantes de tanta inquietud. Como militar estoy pronto a cumplir con mi deber. Y me ofrezco desde ya a organizar las fuerzas necesarias. La conducta de los de Buenos Aires con la Madre Patria, en la que se halla debido el atroz usurpador Bonaparte, es igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal del que probablemente se salvaría, lo asesina en la cama para heredarlo.” Liniers, el héroe adorado por su actuación ante las dos Invasiones Inglesas fracasadas, que el Imperio británico emprendió en 1806 y 1807 en Buenos Aires, con el conocimiento de algunos criollos revolucionarios y organizadas por espías ingleses, Santiago de Liniers, fue fusilado por orden de Mariano Moreno y Juan José Castelli, miembros de la Primera Junta Revolucionaria de Gobierno.
Santiago de Liniers - La revolución no caló en las áreas rurales donde surgieron grupos armados contrarios a los independentistas, integrados por nativos, llaneros, mestizos, negros y mulatos. Estos grupos significaron el enfrentamiento abierto entre las clases populares y la burguesía criolla. Por los que hoy son llamados “patriotas” de Mayo, deberíamos preguntarnos de que patria hablaban cuando impulsaron la revolución de mayo. La única patria era precisamente España. En un territorio despoblado, con ganadería extensiva y agricultura casi inexistente, todo hace pensar que el propósito de aquellos personajes no pretendió una emancipación, (eso vino seis años después), sino hacerse con el poder para disponer de libertad para negociar directamente sobre todo con Gran Bretaña. Su propósito no pasaba por la igualdad de las provincias ni de la participación popular en asuntos públicos. La muchedumbre que acudió al Cabildo abierto de mayo pudo refugiarse cómodamente bajo la pequeña Recova cuando empezó a llover. Realmente eran muy poca gente. La revolución en Buenos Aires, en mayo de 1810, sin participación popular, instituyó la Primera Junta Revolucionaria. El virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros fue depuesto. En la batalla de Bailén de 1808, primera derrota del ejército napoleónico contra el ejército español destaca por su valor un joven oficial, José de San Martín. Más adelante, en 1811 en España en La Batalla de La Albuera, una de las de la Guerra de la Independencia Española combatieron fuerzas aliadas compuestas por tropas españolas y anglo-portuguesas contra el ejército del Imperio Francés. En esa batalla José de San Martín combatió a las órdenes del general William Carr Beresford, el mismo que cinco años antes había invadido Buenos Aires. Ironías del destino, pero que deja a las claras el españolismo de San Martín. Tras esta fulgurante carrera en el ejército español, y poco después de estallar la revolución emancipadora en América, San Martín, que había mantenido contactos con las logias masónicas que simpatizaban con el movimiento independentista. El sentimiento de su identidad americana y su ideario liberal, desarrollado en el clima espiritual surgido tras la Revolución Francesa y en la lectura de los enciclopedistas e ilustrados franceses y españoles, lo determinaron a contribuir a la libertad de los territorios americanos. Siempre se ha dicho que fue San Martín el libertador de Argentina, Chile y Perú, cosa imposible pues esos países no existían aún. San Martín fue iniciado masón en la logia Integridad de Cádiz (1808). Estuvo en Londres por 4 meses. Allí participó de la fundación de la Logia Caballeros Racionales. Con la masonería londinense, acordó los detalles finales de su viaje al río de la Plata a bordo de la fragata “George Canning” junto a sus hermanos masones Alvear, Zapiola, Holmberg, Chilavert y otros. Ya en Buenos Aires se pusieron en contacto con Julián Álvarez, venerable maestro de la logia Independencia, y con su ayuda fundaron la logia Lautaro, cuyo primer venerable maestro fue Alvear. El 24 de mayo de 1814 constituyó la logia Lautaro de Córdoba. Con su hermano masón Manuel Belgrano, a través de misivas y documentos, instó entonces a la convocatoria de un congreso que finalmente se reunió en Tucumán y resolvió la Independencia el 9 de julio de 1816. Semanas más tarde, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón nombró a San Martín General en Jefe del Ejército de los Andes. La relación con Bolívar fue difícil. Bolívar en realidad soñaba con una Sudamérica unida de la cual él tendría que ser el gran dirigente panamericano. Estaba enfrentado a las ideas de San Martín que pretendía una federación de naciones independientes con carácter monárquico español en principio. Él temía que los criollos americanos, que siempre dependieron de las autoridades coloniales que representaban al Rey, no fueran capaces de gobernarse a sí mismos, pues carecían de la experiencia política necesaria, lo que podría desencadenar en una cruenta guerra civil por querer llegar al poder. No se equivocó, pues tras su partida y especialmente, tras la partida de Bolívar unos años después, los caudillos militares desataron un gran caos político en casi toda Hispanoamérica, para satisfacer sus ansias de poder, que aún hoy perduran. Generalmente en Sudamérica se entiende por “ejército realista” a las tropas llegadas desde España a combatir contra los emancipadores americanos. Nada más lejos de la realidad. Sólo por poner un ejemplo, en la gran batalla de Ayacucho, que significó el final del dominio de España en América del Sur, acaecido el 9 de diciembre de 1824, de todos los soldados del ejército realista, solo 900 eran nacidos en España. ¿Y el resto? Las unidades se formaban por tropas originarias americanas, y su componente social y étnico era el reflejo de su población local. Los oficiales y suboficiales del Ejército Real del Perú hablaban en la lengua quechua o aimará para dirigir a las tropas amerindias ya que la inmensa mayoría sólo hablaban su lengua nativa por lo cual los oficiales debían conocerla para poder dirigirlos. Los hombres identificados con las múltiples castas de amerindios mestizos (cholos), o de negros mestizos (mulatos o pardos), junto con negros esclavos liberados fueron el grueso de la tropa realista dependiendo del predominio étnico en la población. Mirado de otra forma las guerras de emancipación americana realmente fue una gran guerra civil en el continente.

TRATADOS CON PORTUGAL A RAÍZ DEL DESCUBRIMIENTO

Para entender los acuerdos entre el reino de Portugal y el de Castilla-León, hemos de remontarnos a la Guerra de Sucesión Castellana entre a...