lunes, 2 de septiembre de 2019

GUERRA DE COMUNIDADES CASTELLANAS

Isabel la católica había muerto en 1504 y ya es su testamento dejó ordenado que en caso de que su hija no “pudiera” o no quisiera gobernar, esto pasaría a su marido Fernando. Ya sabemos que esta sucedió así y Fernando dejo el reino de Castilla en manos del Cardenal Cisneros, hasta que su nieto Carlos llegara a la mayoría de edad y viniera a la península. Muerto ya Fernando el católico en 1516, y en 1517 ya Carlos visitó a su madre, encerrada en Tordesillas haciéndose cargo de todos los reinos y territorios hispánicos con el nombre de Carlos I. A comienzo del reinado de Carlos ya empezó a desarrollarse un movimiento de rechazo en Castilla que comenzó con fuerza en 1520 y duró hasta 1522. Los historiadores que han escrito sobre estos hechos no se han puesto de acuerdo ya que unos la señalan como una revuelta anti señorial, y otros como una revolución burguesa, aunque subyacía un descontento de tipo fiscal y económico. Ante la sucesión, en Castilla, se había formado un importante bando a favor del príncipe Fernando (el hermano criado por su abuelo Fernando el católico) y en contra de Carlos; el primero había sido educado en Castilla, mientras que el segundo era considerado un extranjero. A esta situación se añade el desprecio de Chievres, consejero del nuevo rey, hacia los españoles, el reparto de favores y el nombramiento de borgoñones para los cargos de control del poder, así como las fuertes sumas de dinero embarcadas por Chievres hacia los Países Bajos. En todos estos hechos los castellanos entendían que el nuevo rey sacrificaría la hegemonía castellana por una política imperial y dinástica. Fuertes ciudades, como Burgos y Segovia, veían amenazadas sus libertades y su prosperidad económica. Pensaron en una serie de reivindicaciones para que el rey las aceptara, sobre los impuestos y la salida de dinero al extranjero. Estas reivindicaciones hicieron que muchos comenzaran a pensar en la sustitución del rey y convertir las ciudades en ciudades libres a semejanza de Génova y otros territorios italianos.
Cuadro de la Ejecución de los Comuneros Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, el 24 de abril de 1521. Se exhibe en el Congreso de los Diputados. En 1518, el rey Carlos reúne las Cortes en Valladolid para pedir dinero para sufragar sus gastos para obtener la corona de emperador. Encuentra una fuerte oposición: las Cortes plantean la necesidad de que el rey respete las leyes de Castilla y que separe de los centros de poder a los extranjeros. Esta misma oposición encuentra en la Cortes de Aragón y en las de Cataluña. Se pretendía limitar el poder real, poner freno al poder de la nobleza, reducir los impuestos, reducir el gasto público. Realmente era un movimiento de las clases medias. La alta nobleza no estuvo nunca del lado de las Comunidades, pese a que detestaban igualmente a los flamencos y la situación en la que se encontraba el reino. En 1519 Carlos I es elegido emperador del Sacro Imperio. En 1520 se vuelven a reunir las Cortes castellanas en Santiago: el emperador quiere obtener de ellas un nuevo impuesto que le es negado. Ese mismo año en las Cortes de la Coruña presenta su programa imperial. Carlos se marcha sin conseguir el nuevo impuesto y para entonces ya habían empezado las revueltas. Toledo encabeza la rebelión y le siguen el resto de las principales ciudades de Castilla la Vieja. Se forma en Toledo una Junta revolucionaria y se decide que debería estar por encima de las decisiones del rey incluso tomar el control del Estado. Los comuneros moderados fueron replegándose. Madrid se une también al movimiento junto a los capitanes comuneros. En 1520 en Segovia una multitud desoyó las explicaciones de Rodrigo de Tordesillas, procurador en las cortes coruñesas, y terminó por estrangularle en plena calle. El alcalde inició las represalias. La población cerró filas en torno a la Comunidad, erigiéndose Juan Bravo como líder de esta. El alcalde Ronquillo inició entonces un asedio contra la ciudad, por lo que Segovia reclamó ayuda al resto de ciudades rebeldes. Acudieron en su ayuda Toledo y Madrid con el envío de milicias capitaneadas por Juan de Padilla y Juan de Zapata. El fallido asedio de Segovia constituyó el primer gran enfrentamiento entre realistas y rebeldes de las incipientes Comunidades. Medina del Campo, uno de los núcleos comerciales más importantes de la Corona de Castilla, albergaba una importante guarnición de artillería. Tras el estallido en comunidad de Segovia, Rodrigo Ronquillo y Antonio de Fonseca, al mando de las tropas realistas, pusieron rumbo a la villa medinense para apoderarse de la artillería allí estacionada. El corregidor de la villa, accedió a entregar las piezas de artillería a las tropas imperiales, pero no así los vecinos, que se amotinaron en las puertas de acceso a la localidad y reunieron todas las piezas en la plaza, a sabiendas de que si se las entregaban a las tropas imperiales, estas serían utilizadas contra Segovia. Ante la negativa popular, se dio orden de incendiar varias partes de la localidad con el objetivo de dispersar a la multitud congregada en la plaza junto a la artillería, pero esta no se disgregó y permaneció junto a los cañones mientras las llamas avanzaban. Buena parte de la villa resultó destruida. En vista de la situación, los comandantes imperiales dieron la orden de retirada, permitiendo así a los vecinos acudir a sofocar las llamas y evitando que la villa ardiera en su totalidad. El 22 de agosto, el regidor Gil Nieto fue descuartizado en plena calle. Tres son los comuneros destacados: Juan Bravo, de Segovia, fue el que se desplazó a Tordesillas a parlamentar con la reina Juana para recabar su apoyo, que no consiguió. Juan de Padilla, de Toledo, sufrió las rivalidades entre los comuneros que provocaron su sustitución por Pedro de Girón, ante lo cual aquél regresa a Toledo. Cuando Girón deserta en diciembre al bando realista, Padilla vuelve a Valladolid con un nuevo ejército toledano en diciembre de 1520. Sus tropas toman Ampudia y Torrelobatón. Y Francisco Maldonado, de Salamanca acudió al frente de un ejército salmantino compuesto por 200 hombres a caballo y 6.000 peones, a ayudar a Juan de Padilla y al obispo Antonio de Acuña a vencer el 21 de febrero de 1521 a Francés de Beaumont, realista refugiado en Torrelobatón, apresándolo pero respetando su vida. Carlos antes de partir asoció al nuevo al gobierno del regente Adriano de Utrech, al Almirante de Castilla y al Condestable de Castilla, asegurándose con ello el apoyo de la alta nobleza a la causa real. En la comunidad castellana se desarrolla un movimiento antisocial. Tras prácticamente un año de rebelión, se habían reorganizado los partidarios del emperador, la alta nobleza y las tropas imperiales asestaron un golpe casi definitivo a las comuneras en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Allí mismo, al día siguiente, tras un simulacro de juicio, se decapitó a los líderes comuneros, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. El ejército comunero quedaba descompuesto. Solamente Toledo mantuvo viva su rebeldía, hasta su rendición definitiva en febrero de 1522. Finalmente, tras ser sofocada la revuelta, las Cortes de Castilla presentan un programa al emperador que, tras la aceptación general de Carlos como rey de Castilla, recogía una serie de exigencias: que volviera a Castilla, que excluyera del gobierno del reino a los extranjeros, que contrajera matrimonio para asegurar la sucesión, que convocara las Cortes cada tres años, que redujera los gastos de la Corte y que el impuesto de la Alcabala fuese recaudado por las ciudades. En el siglo XIX se rehabilita la figura de los Comuneros con una imagen romántica frente al absolutismo. En 1976 comienzan a celebrarse manifestaciones en Villalar cada 223 de abril, fecha de la derrota de la batalla. Esto se convirtió en fiesta oficial en 1983 tras la formación de las Comunidades Autónomas, conmemorando la de Castilla-León. El 15 de marzo de 2015 fue inaugurado en Toledo el monumento a Juan de Padilla en la plaza que ocupa el solar en que se levantaban sus casas. De este modo se ponía fin a un anhelo histórico de la ciudad castellana, que había visto cómo hasta en siete ocasiones el intento por erigir este homenaje había fracasado. Toledo recuerda a Juan de Padilla al inaugurar el 15 de marzo de este año el monumento en la plaza que ocupa el solar en que se levantaban sus casas. Juan Bravo tiene su monumento en Segovia desde 1921 y Maldonado solo podemos recordarlo al ver la casa de las Conchas de Salamanca, finca de la familia. De todas formas los tres comuneros figuran en Madrid con sus nombres en calles en una zona céntrica.

TRATADOS CON PORTUGAL A RAÍZ DEL DESCUBRIMIENTO

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