lunes, 29 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA -47- MEJORAS REALIZADAS DEL SIGLO XIX

La división definitiva de España en provincias se hizo, después de varios intentos en 1833 cuando los liberales estaban asentados en el poder. Se crearon 49 provincias al frente de las cuales se puso lo que actualmente son los Delegados del Gobierno. Paralelamente con la uniformidad administrativa y social surgieron los nacionalismos radicales y separatistas. Las Guerras Carlistas se convirtieron en defensa de los fueros tradicionales de Navarra y el País Vasco. Se promulgaron el Código Civil, el Código de Comercio y el Código Penal, que garantizaban que en todo el territorio nacional se aplicaran las mismas leyes para todos, por encima de las leyes tradicionales. La Hacienda Pública estaba en bancarrota, ya desde la época de después de Trafalgar, y la Guerra vino a empeorar la situación. Lo que llevó con el tiempo a la Desamortización de Mendizábal que abordó la desamortización eclesiástica en 1836 lo que significó un gran aumento en los recursos de la Hacienda, por la venta de los bienes de la Iglesia. Existía desde Carlos III el Banco de San Carlos, que aunque era privado se creó para conceder préstamos a la corona. Funcionó hasta 1820 en que se creó el Banco de San Fernando, que emitía billetes solo con valor en Madrid. Pero no solo se fundó ese banco sino también el de Barcelona, Bilbao, Santander, Málaga, etc. todos tenían la capacidad de emitir billetes en su provincia. La segunda mitad del siglo XIX experimenta una lenta pero continuada recuperación. Siempre subordinada a la deuda ocasionada por las pérdidas de las colonias, la invasión francesa y las guerras carlistas. Una característica general del siglo es la baja productividad agrícola española. La población activa estaba en su mayoría dedicada al sector. La mayoría era de cultivo extensivo del cereal y constituía un modelo atrasado. La industria llegó a España de la mano de instituciones públicas y de capital extranjero. La burguesía nacional seguía anclada al pasado y no se sumó a la industria. Cataluña apostó por la industria textil algodonera ya que desde hacía tiempo contaba con telares mecánicos. Aunque el éxito industrial catalán fue importante, si lo comparamos con el francés o el inglés se ve la debilidad de la base industrial. Con la industrialización vino el incremento de la población y la emigración de las zonas agrarias a la ciudad. Esto hizo ampliar las ciudades que todavía seguían oprimidas por sus murallas. Madrid, Barcelona y Bilbao servían de ejemplo a otras ciudades. Se prefirió el ensanche de las ciudades, con sus grandes expropiaciones y derribos antes que añadir barrios que oprimirían aún más la ciudad. Evidentemente junto con la aparición de la industria al poco tiempo se inician los movimientos obreros. En 1855 aparece en Barcelona la primera huelga general en España. Le seguirán ocupaciones de fincas en Andalucía, se propaga el ideario anarquista que entró en contacto con las asociaciones obreras y círculos republicanos. Todo esto se incrementa con las crisis de 1851 al 1854 y después con la revolución de 1868. El carbón y la máquina de vapor liberaron la industria de la dependencia de la ubicación de las fuentes de energía. El ferrocarril y el barco se hicieron imprescindibles. Pero fue ya en el siglo XX, en que se comenzó a emplearse la electricidad cuando se consigue el verdadero desarrollo de la movilidad industrial.
El abastecimiento de agua en Madrid siempre fue un problema desde que la corte se instaló en la ciudad. Se realizaba, durante siglos, por medio de pozos y fuentes, que ya resultaban insuficientes. Proyectar un canal de agua para el abastecimiento parecía una fantasía. Pero se iniciaron las obras en agosto de 1851 y se inauguraron siete años después. Se llamó, como hoy en día Canal de Isabel II. También llegó el telégrafo siendo en 1857 cuando se disponía de una red básica a nivel nacional. La primera prueba del teléfono fue realizada en Mataró en 1877. la construcción de edificios siempre contó con la dificultad económica, inestabilidad política y voluntad partidaria de los gobiernos de turno. No obstante son de esta época el Congreso de los Diputados, de 1850. La Biblioteca Nacional obtuvo de las desamortizaciones unos 70.000 libros y esto hizo que la Biblioteca Pública del Palacio dejara ser propiedad de la corona y en 1896 se pudo inaugurar la actual biblioteca. El Teatro Real en cambio, fue promovido por la reina Isabel II. Se pudo inaugurar en 1850. el comercio dejó de ser local, para convertirse en nacional y exterior. Se importaban bienes de equipo y se exportaban alimentos. Se desarrolló la prensa de masas, con páginas de publicidad y artículos documentados. Hasta mediados del siglo el Estado controlaba la formación y lo planes de estudio de las universidades., convirtiendo así en instituciones cerradas sin apenas contacto con la sociedad y de bajo nivel científico. Hacia finales del siglo las críticas destacaron por parte de intelectuales de la época como Giner de los Ríos, Unamuno, etc. la tradicional moral de la Iglesia influía negativamente en el desarrollo de las ciencias como el darwinismo, la antropología, el positivismo, etc. la creación de la institución Libre de Enseñanza en la década de 1870, aunque limitada a las ciencias naturales, realizó no obstante algo de recuperación.
Hubo en el país cuatro epidemias de cólera, la última en 1885. el hambre estuvo presente en casi todo el siglo, con una mortalidad alta, infantil y en adultos. Pero es de este siglo el nacimiento del Romanticismo. Una reacción frente a la tradición establecida. Los artistas románticos buscaron una huida de la realidad que les rodeaba dando rienda suelta a un ideal sublime.

miércoles, 24 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA -46- EL DESASTRE DEL 98

España había sido un poderoso Imperio, y como tal tuvo muchos enemigos, los vecinos los más peligrosos. Aprovechando las traiciones de Fernando VII, la invasión francesa, la güera contra Napoleón, las ideas de la ilustración, los liberales y la influencia de la revolución francesa y la independencia de EE. UU., las emancipaciones americanas llegaron, y aunque nos duela, llegaron de mano de los hijos de los españoles nacidos en aquel continente, que prefirieron Inglaterra y EE. UU. antes que a España. Siendo muy condescendientes era explicable, pero no la forma, ya que en realidad aquello fue una impresionante Guerra Civil de todo un continente, del cual salieron multitud de países que no tenían ni remotamente un sentido de Estado, y salvo algún que otro que deseaba la emancipación pero contando con la corona española, el resto fue por las bravas. Estamos en el reinado de Alfonso XIII. Tras la pérdida de la América continental nos quedan a principios del siglo XIX bajo la corona española, Cuba y Puerto Rico, las islas Filipinas y un conjunto de islotes y pequeños archipiélagos en el pacífico. Cuba y Puerto Rico, como sabemos están situadas en cerca de EE. UU. Su economía estaba basada en la agricultura de exportación del azúcar y tabaco, fundamentalmente. Pero estaban obligadas a comprar las harinas castellanas y los textiles catalanes e impedidas de exportar azúcar a Europa. Por supuesto que no tenían capacidad de autogobierno. Para colmo de males existía la explotación esclavista en beneficio de una oligarquía muy preponderante. En Filipinas la población española era escasa. La soberanía se había mantenido gracias a una fuerza militar y a la presencia de varias órdenes religiosas. En Cuba en 1868 se comenzó a sufrir los movimientos autonomistas. Una sublevación popular que dio comienzo a la lucha por la abolición de la esclavitud en las plantaciones azucareras y por la autonomía política. El pastel estaba servido. Hay que saber que durante los treinta años de trata de esclavos legal en el caribe, (1790-1820) se ha podido establecer la presencia de 146 embarcaciones catalanas entradas en Cuba. En Cataluña se podían encontrar muchos grupos de presión para evitar las reformas en Cuba que pretendían acabar con la esclavitud. Estos espacios reunieron a los empresarios más importantes del momento, como Joan Güell y Ferrer A partir del 1865 el único país europeo que tiene esclavitud es España.
Los comerciantes que volvieron ricos después de establecerse en el caribe, y otras países, se les llamó “indianos”. Eran líderes locales en la época de finales del XIX y principios del XX Gente de Galicia, Asturias, Cantabria, el País Vasco, Cataluña y Canarias, se vieron obligados en esa época a emigrar a países como Brasil, Cuba, Argentina, Uruguay, Chile Venezuela o México. Los que lograron amasar verdaderas fortunas y decidieron volver años más tarde a sus lugares de origen, destacando el prestigio de su fortuna e incluso comprando títulos nobiliarios. Pero muchos se enriquecieron con la trata de esclavos, como el marqués de Comillas, y con negocios de ultramar y grupos de presión políticos que obstaculizaran la posibilidad de legislación abolicionista. La esclavitud no se suprimió definitivamente en las colonias españolas hasta el 7 de octubre de 1886. Norteamérica, después de la guerra de Secesión, había abolida la esclavitud. Y eso influyó poderosamente. Por supuesto que su fuerza hegemónica en el caribe era clara, lo que ayudaba a las ideas de desplazar a España del área. La Guerra de los Diez Años en Cuba duró hasta 1878, y concluyó con la Paz de Zanjón, en la que el general Martínez Campos se comprometió a dar a Cuba formas de autogobierno. Surge el Partido Liberal Cubano, que representaba a sectores de la burguesía criolla. Pero en 1892 José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, partidario de la independencia sin anestesia. La guerra se recrudeció a partir de 1895. Desde España llega el general Weyler que no se le ocurrió otra cosa que una represión brutal y campos de concentración. No obstante esto no impidió que la lucha continuara. Puerto Rico miraba de reojo, ya que había conseguido la abolición formal de la esclavitud en 1873, con la I República. En Filipinas se creó la Liga Filipina creada por José Rizal. El descontento de ciertos grupos indígenas con la administración española y el excesivo poder de las órdenes religiosas fue su caldo de cultivo. Pretendía simplemente la expulsión de los españoles, de las órdenes religiosas y la confiscación de sus latifundios y así lograr la independencia. Rizal fue capturado y ejecutado pero la insurrección se mantuvo. Los líderes independentistas de Cuba y Filipinas estaban en estrecho contacto con los norteamericanos. El gobierno de Sagasta llegó al convencimiento de que era necesario reconocer una amplia autonomía. EE. UU. jugó sus cartas, y como siempre, (sigue haciéndolo) se las arregla para sentirse amenazado y justificar su ataque. El gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. El viaje era más bien una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico. El 25 de enero de 1898, el Maine hacía su entrada en La Habana sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas tanto de la época como actuales. En correspondencia a este hecho, el gobierno español envió al crucero Vizcaya al puerto de Nueva York. Sin embargo, a las 21:40 del 15 de febrero de 1898, una explosión ilumina el puerto de La Habana. El Maine había saltado por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y 2 oficiales. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas.
Sin esperar el resultado de una investigación, la prensa sensacionalista de William Randolph Hearst publicaba al día siguiente el siguiente titular: «El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo». A fin de determinar las causas del hundimiento se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense Tradicionalmente ha sido una opinión muy extendida entre los historiadores españoles el creer que la explosión fue provocada por los propios estadounidenses para utilizarla como excusa para su entrada en la guerra en una operación de bandera falsa. España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña mediática realizada desde los periódicos de William Randolph Hearst, hoy día el Grupo Hearst, convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España. EE.UU. acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba, además de empezar a movilizar voluntarios antes de recibir respuesta. Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios, aunque, sin ningún aviso, Cuba ya estaba bloqueada por la flota estadounidense. Comenzaba así la Guerra Hispano-Estadounidense, que con posterioridad se extendería a otras colonias españolas como Puerto Rico, Filipinas y Guam. Por la Paz de París en diciembre de 1898, España no tiene otra, renuncia a Cuba, cede Filipinas, Puerto Rico y Guam. Seguía manteniendo la soberanía en tres archipiélagos del Océano Pacífico (islas Marianas, Las Carolinas y Las Palaos; Sibutú y Cagayán (no habían sido incluidas en el tratado de paz por error). Las Marianas, Las Carolinas y Las Palaos fueron vendidas a Alemania. Sibutú y Cagayán pasaron a soberanía de EE. UU., mediante el pago de 100.000 dólares al gobierno español. Murieron 50.000 soldados. Volvieron importantes capitales de inversión en aquellas zonas que posibilitaron un saneamiento de la Hacienda. Los intelectuales de la generación del 98 como Unamuno y Baroja expresaron la crisis de la conciencia nacional en sus escritos. La indignación popular era fortísima. Tanto es así que llegaron una serie de medidas de reforma y modernización de la política y la educación, llamado el Regeneracionismo. También esto fue aprovechado por los nacionalistas periféricos y dejó con el culo al aire al régimen de la Restauración Monárquica y su capacidad para afrontar problemas de altura internacional y de autoridad interna.

lunes, 22 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA - 45 - ALFONSO XIII

FINALES DEL SIGLO XIX Alfonso XII palmó en 1885, con veintiocho años, había reinado diez nada más. Dejó un futuro vástago a su esposa (la segunda) María Cristina de Habsburgo. Durante su reinado, la alternancia en el gobierno de dos partidos (conservador y liberal), no dependía del triunfo en las elecciones, sino de la decisión del rey. Su origen estuvo en la exigencia de Práxedes Mateo Sagasta de que el rey llamase a gobernar en 1881 a su partido como alternancia al de Antonio Cánovas del Castillo. Esta práctica artificial impulsada tomaba como modelo el sistema británico. Y España a lo suyo, injusticia social, alejada de la vida pública y con un nivel educacional pobre y acojonada por las tensiones del ejército arrogante. La oligarquía económica también en su historia de ganar como fuera y una Iglesia católica controlando vidas y conciencias. El Estado, dejaba en manos de la Iglesia una gran parte de la educación. La idea que se tenía del patriotismo era barato, muy popular en cosas de poca trascendencia, folclore, tradiciones religiosas, toros y poco más. De forma y manera que cualquier listo de año uno, se hacía con los mandos en los pueblos o regiones. Un pueblo fácilmente manipulable por un populista de los que nunca han faltado. La prensa también era para echarle de comer aparte. Siempre partidista y propensa a hacer negocio y manipular. Algo que ya es tradición en “esta España mía esta España nuestra, ay ay!” Pero no todo estaba pedido, había novelas que entraban en la casas y la gente leía, y la pintura se había puesto de moda, libros de la Historia Española se consultaban y todos esos esfuerzos realizados por algunos intelectuales iban a prolongarse durante la regencia de María Cristina. Pero estábamos muy lejos de los principios de democracia y de libertad que unos ilusos y extravagantes honrados patriotas habían soñado casi cien años antes, cuando promulgaron la Constitución de Cádiz. Seguíamos quedando trasconejados, por detrás de la Europa que había cogido el tren de la Revolución Industrial, y avanzaba hacia un mundo más digno e igualitario. No teníamos cultura ni educación, ni la previsión de tenerla a medio plazo. En 1895 Sabino Arana funda el PNV, con ideas independentista y católicas. Cataluña andaba pensando en promulgar una Constitución, cosas de Francisco Cambó, un conservador catalanista. Y después de este desastre del 98, del que ya hablaremos, vino lo que se dio en llamar el “Regeneracionismo” que nace con Joaquín Costa, llevado por la inspiración de la obra “Oligarquía y Caciquismo” de 1901 donde criticaba duramente el estado de cosas que estaba impidiendo una realización y concreción de la verdadera democracia, es decir el gobierno del pueblo, de todo el pueblo y no solo del partido que, ganador en comicios pero que no reconoce a ningún otra idea que no sea la suya, plagada de intereses y corrupción. A finales de siglo hay un renacimiento cultural que se dio en llamar la “edad de plata”. La ciencia, la música, la literatura y la pintura alcanzan un grado de expresión extraordinarios incluso a nivel internacional. Personajes como Sorolla, Unamuno, Falla, Pérez Galdós, Ramón y Cajal, Menéndez y Pelayo, Benavente, entre otros son los responsables de este florecimiento. Algo típicamente español, cuando todo está jodido, es cuando aparecen los mejores intelectuales. Pero todos los novelistas no narran las desventuras del campesinado ni de la clase obrera. Tampoco les interesa el mundo de la política. En la música triunfa la zarzuela, género auténticamente español. Pero descolló sobre todas las artes la arquitectura. Se construyen grandes edificios públicos.
Y a todo esto llegamos al 17 de mayo de 1902, fecha en que Alfonso XIII cumple la mayoría de edad necesaria para ocupar el trono, 16 añitos. Y lo avisa ya en su discurso en el primer Consejo de Ministros, su decisión de participar en los asuntos políticos y ser protagonista de lo que las leyes le indican, incluyendo el de jefe del Ejército. De todas formas en los primeros años de reinado se notaba la influencia que tenía su mamá sobre el joven rey. Pero aunque las cosas marchaban no del todo mal, vino un suceso desgraciado en unos yacimientos mineros cerca de Melilla donde murieron en la revuelta (del Rif) y entre trabajadores y militares emboscados murieron más de 150 españoles. Luego se solucionó el asunto con el envío de tropas en el verano de 1909. Ese verano las cosas se calentaron. En Barcelona hubo una insurrección militar y anticlerical, para oponerse al envío de tropas a África, reservistas casados y con hijos la mayoría, que eran muchos catalanes. Esto se tomó como una provocación. Huelga general y la violencia se desató. Barcelona se llenó de barricadas y el pueblo, manejado por demagogos y oportunistas de líderes radicales, comenzó la quema de iglesias y conventos ante la pasividad del ejército. Se quemaron 80 edificios religiosos y murieron entre sacerdotes y civiles unas 100 personas. Se profanaron tumbas de religiosas de clausura y las pasearon por la ciudad en un espectáculo macabro. La llegada de tropas y la nula organización de los revoltosos hizo que se pudiera controlar la situación. La Semana Trágica de Barcelona había acabado. La burguesía catalana, respiró al fin. Se iban manifestando dos tendencias claramente contrapuestas, la derecha y la izquierda, el socialismo y conservadores. Y en la izquierda el socialismo manifestaba sus reivindicaciones pacíficamente y en los anarquistas, enemigos de un orden general establecido, “Ni Dios, Ni patria Ni rey”, pensaban que la forma de ir arreglando las cosas era a base de violencia. En los sucesos de Melilla, en el verano de 1909, murieron 150 españoles, y en Barcelona a causa del reclutamiento para esa solución militar se desencadenó la “Semana Trágica”. De esta forma en el país el anarquismo, que quiere decir la ausencia de leyes, se transformó en sinónimo de terrorista. El auge burgués e industrial del momento estaba metiendo mucho dinero en las provincias vascas, Asturias y sobre todo en Cataluña, donde ciudades como Barcelona, Sabadell, Manresa y Tarrasa, con sus manufacturas textiles y su proximidad fronteriza con Europa, aumentaban la riqueza y por supuesto inspiraba, al igual que hoy, un sentimiento de superioridad al resto del país. No era un sentimiento separatista todavía pero si de descentralizar el estado, un federalismo. Y para arreglar las cosas se desata la Primera Guerra Mundial. España se declara neutral, aunque el rey era algo germanófilo ya que la reina era de origen alemán. Y el país se divide en las opciones. La izquierda, intelectuales y nacionalistas simpatizaban con los aliados y los franceses. Y los conservadores y el ejército simpatizantes con los imperialistas. Dos bandos, cultura alemana o civilización aliada. En 1916 los militares de la península estaban jodidos en comparación a los destinado a África. Sometieron a presiones al gobierno y a la corona. Pero al menos controlaban los problemas sociales.

domingo, 21 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA-44- ALFONSO XII

Todo el siglo XIX había sido un desastre. Repasando vemos que hemos tenido, un rey cornudo, que abdicó dos veces, otro traidor y corrupto, otro francés impuesto. Una guerra sangrienta en la que el pueblo solito se levantó y luego mandó al carajo al mismísimo Napoleón. Varias regencias y una reina inútil. Un rey italiano elegido por votación. Tres guerras civiles, luego una república que no llegó a dos años. La pérdida de casi todas las posesiones americanas tras una guerra sin cuartel, una primera insurrección en Cuba, una guerra cantonal. Todo el siglo XIX fue de los peores de nuestra historia. Y la gente del pueblo estaba harta. Se necesitaba ya estabilidad, seriedad, trabajo, normalidad, justicia y que hubiera sanidad, educación y dejarse de salvadores de todo tipo. Con lo cual comenzamos a entrar en una etapa conocida como la Restauración Borbónica. Un sistema monárquico que comienza a finales de 1874, final de la Primera República y llega hasta el 14 de abril de 1931, proclamación de la Segunda república. Es decir que después del Sexenio democrático, recupera el trono la dinastía Borbónica con Alfonso XII. En diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, por una cuestión sexual, le salía de allí. La verdad es que la abdicación de Isabel II no había llegado a Madrid desde París. Y también se prefería primero promulgar la nueva Constitución (que fue la de 1876). Alfonsito de Borbón, el hijo en el exilio de Isabel II, que tenía 18 años y era un chico agradable, bajito, moreno y con patillas, sensato y bien educado. La cosa resultó muy bien acogida, Serrano hizo las maletas, y el joven Borbón vino de Francia, desembarcó en Barcelona, y a primeros del año 1875 hizo una entrada solemne en Madrid, con el entusiasmo del mismo pueblo que decía y sabía que su madre había sido un putón. Pero el pibe vino como agua de Mayo. Cánovas era un político serio, presidente del Consejo de Ministros. El monarca caía muy bien, claro que era un putero, pero eso es de familia. Pero tenía sentido común. Se había casado por amor con la hija del duque de Montpensier, que era enemigo político de su madre. Ella se llamaba María de las Mercedes. (Vicente Parra y Paquita Rico), peli que lo explica, pero que para los que les sube el azúcar no está recomendada. Pero se ganaron el corazón de las marujas y todo cristo tuvo un subidón optimista. Todo iba de momento sobre ruedas, pero, hete aquí, que muere Mercedes. Funerales memorables y lágrimas a raudales por doquier. Pero hizo que el pueblo se pusiera de parte del rey como nunca había pasado. Otra oportunidad, pero… Alfonso XII murió en 1885 y sólo reinó diez años. Pero al menos España estaba en un momento próspero. Se fue formando una clase media. Lo que nunca. El quilombo Cubano estaba ya tranquilizado merced a la “Paz de Zanjón”. Los carlistas estaban más serenos después de su tercera guerra y derrota y hasta el pretendiente Carlos dijo “hasta luego Lucas” y como todo español que huye se fue a Francia. Mientras tanto ya había negocios prósperos en Asturias, Vascongadas y Cataluña se estaban forrando con su tres por ciento o lo que fuera. La minería, las industrias subsidiarias, todo esto en las Vascongadas y en Cataluña por el estilo, industria de telas y exportaciones, todo ello cimentado por la banca creciente, etc. Parlamentarios monárquicos felices con el rey y parlamentarios republicanos que en su mayor parte, tras la disparatada experiencia reciente, no creían un carajo en la república. Todos eran dinásticos. Se había promulgado en 1876 una Constitución que estaría en vigor más de medio siglo, hasta 1931. Se trataba de una monarquía parlamentaria a la manera inglesa. Cánovas líder del partido conservador y Sagasta líder liberal, se repartieron la gobernación del país de forma pacífica y constructiva. El periodo llamado de “Alternancia” Ninguno de los dos cuestionaba la monarquía. Todo con vaselina. Claro que se beneficiaban algunos sinvergüenzas ya que unos se iban y se ponían a otros y así sucesivamente. Pero había paz y estabilidad. A comienzos de 1879, Martínez Campos vino de Cuba para ponerse al mando de un nuevo gabinete. El fondo de la cuestión era una reforma profunda en las leyes para Cuba, la primera abolir la esclavitud. Finalmente se aprobó pero quedó aparcado su cumplimiento por la nueva boda del rey, que era viudo, las clases terratenientes de la isla consiguieron aplazar el acuerdo. Hasta que en febrero de 1880 se consiguió abolir la esclavitud en Cuba. En 1881 Sagasta ocupaba la jefatura del Gobierno. Llevó importantes cambios muy bien vista por gran parte de la sociedad. Autorizó la libertad de reunión, indultó a los periódicos suspendidos, estableció la libertad de prensa suprimiendo la censura previa. Inició una nueva política educativa. Otorgó el título de Princesa de Asturias a la infanta María de las Mercedes, título desierto a la espera de un hijo varón. Es claro que siempre hay gente que nace para tocarlos. Y hete aquí que el anarquismo, muy activo en Andalucía rechazaba todo tipo de participación electoral, todo lo contrario que los socialistas. Y en 1883 los sucesos de “La mano negra”, personajes de presunta filiación anarquista, se le atribuyeron asesinatos y diferentes acciones violentas y delitos. Fueron juzgados y ejecutados siete hombres. Lo cierto es que el campo andaluz atravesaba momentos de verdadero estancamiento.
Pero el gobierno obligado por las circunstancias fue girando de centro liberal a la izquierda para que en enero de 1884 Cánovas formara su segundo gobierno, claramente de derechas. Para el verano el gobierno estaba en crisis, para colmo un conflicto naval casi nos provoca una guerra con Alemania, que gracias al papa León XIII se pudo solucionar por vía diplomática. En la primavera de 1884 Alfonso XII enfermó de tuberculosis. Moriría en noviembre de 1885. La restauración estaba en peligro. Los partidos Liberal y Conservador acordaron la regencia de María Cristina, que había quedado viuda estando embarazada. Pero no presintieron el futuro. La España cainita, desde Viriato para aquí, se iba a hacer notar. Por ejemplo a la Iglesia todo lo que oliera a reforma y progreso le producía ampollas. La educación pública, el sufragio universal, la libertad de culto, el divorcio, etc. Y, cosa de este país, en cierta forma estaban de acuerdo con las izquierdas que tampoco estaban conformes con tibiezas. Querían aún más. Por un lado se consiguió un feroz anticlericalismo que con el tiempo se saldaría trágicamente. Hoy nos parecerá una barbaridad estos datos, por ejemplo la esperanza de vida era en aquellos tiempos de 29 años, las jornadas de trabajo de 12 horas. El 50% de los niños morían antes de los 5 años. El jornal en la industria era entre 3 y 5 pesetas, y en el campo de 1 peseta. En la familia tenían que trabajar todos los miembros, incluso los niños, pues un jornal no llegaba para sostenerlos. El 70% de la población era analfabeta. En la política existía la oligarquía, es decir el gobierno de unos pocos, generalmente pactado para distribuirse el poder. También se recurría a los “caciques” en los pueblos y comarcas, que eran los que conseguían manejar las votaciones y las inclinaciones necesarias para ello en el pueblo. Las elecciones estaban manipuladas, votaban los fallecidos, se ponían trabas a los electores contrarios y se les facilitaba a los adeptos. Los pucherazos eran algo corriente. Así las cosas la emigración comenzó hacia las ciudades y hacia América por parte de la gente joven. Tenemos todavía pendiente hablar de la Revolución Industrial, la condición de la mujer, de la evolución del pensamiento, la pérdida de Cuba, de Filipinas y Puerto Rico. En fin, que hay para rato.

viernes, 19 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA-43- PRIMERA REPÚBLICA ESPAÑOLA

El mismo día en que abdicó el rey Amadeo I de Saboya el 11 de febrero de 1873, reunidos en la Asamblea Nacional, a pesar de que la reunión no era constitucional, se declaró que la República era la forma de gobierno a partir de ese momento. La I República marcó, en su corta duración, la culminación de proceso revolucionario del sexenio, en cuanto a los más caracterizados rectores del republicanismo democrático, Figueras, Pi Margall, Castelar, Salmerón y otros, aparecieron como los únicos capaces de materializar los ideales de la revolución de 1868. El Partido Republicano llegó al poder dividido entre unitarios y federales y éstos a su vez entre intransigentes y moderados, según el método a emplear para una España federal. Desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874, en los veintidós meses que duró, tuvo la Primera República Española ocho ejecutivos en total, 5 durante la República Federal y otros 3 durante la República Unitaria, A saber: Presidencia de Estanislao Figueras (11 de febrero -24 de febrero de 1873) y Segundo Gobierno (24 de febrero-11 de junio). Presidencia de Francisco Pi y Margall (11 de junio- 18 de julio). Presidencia de Nicolás Salmerón (18 de julio-7 de septiembre). Presidencia de Emilio Castelar (7 de septiembre de 1873-3 de enero de 1874). Presidencia de Francisco Serrano, Primer Gobierno (3 de enero-13 de mayo), Segundo Gobierno (13 de mayo-3 de septiembre), Tercer Gobierno (3 de septiembre-29 de diciembre). Por esas fechas en el pueblo español había un 60 por ciento de analfabetos. Nuestra querida España estaba sometida a generales, obispos y especuladores financieros, la política en manos de jefes de partidos sin programa, y las elecciones una comedia. La educación pública no interesaba un carajo a la clase política. 6.000 pueblos carecían de escuela, y de los 12.000 maestros censados, la mitad se clasificaba oficialmente como de escasa instrucción. En cuanto a la industrialización que otros países europeos encaraban con eficacia y entusiasmo, en España se limitaba a Cataluña, el País Vasco y zonas periféricas como Málaga, Alcoy y Sevilla. Talleres y fábricas, a juicio de la clase dirigente española, eran peligroso territorio obrero. De ahí que el atraso industrial y la sujeción del pueblo al medio agrícola. Y se proclamó la República, por 258 votos a favor y 38 en contra, curiosamente sólo había 77 diputados republicanos. Unos la querían unitaria y otros federal. Sin haber aprobado una nueva Constitución, para unos la federación era un pacto nacional, para otros la autonomía regional, para otros una descentralización absoluta. Se sucedieron cuatro presidentes. Estanislao Figueras, un abogado catalán. ¡El primer gobierno duró quince días! Crecida la anarquía por todas partes, Figueras se marchó en secreto a Francia, (¿Dónde si no?) Sin presentar la dimisión. Le sucedió Pi y Margal. Gobernó 37 días. Luego vino Nicolás Salmerón, persona moral y federalista. Comenzó a poner sitio a Cartagena donde los cantoneses (insurrección cantonal) se habían apoderado de la escuadra. Como no quiso firmar penas de muerte dimitió, duró 51 días. Luego Emilio Castelar, uno de los pocos que nunca había cambiado de partido. Para evitar la inestabilidad del Parlamento lo suspendió hasta enero de 1874, gobernando por decreto. Entretanto en Cuba había estallado la insurrección independentista. Y los carlistas, viendo amenazados los valores cristianos y la cuestión foral, volvían a echarse al monte, empezando su tercera guerra. El ejército era un descojone total, de forma que sólo había un general que no se había sublevado nunca, y al que los compañeros tachaban de maricón. Así que no es de extrañar que un montón de lugares empezaran a proclamarse federales e incluso independientes por su cuenta. Fue lo que se llamó insurrección cantonal. A este desatino, llamado República solo la reconoció EE. UU. y Suiza. Tal era la confianza que generaba. Se redactó una Constitución que nunca entró en vigor, en la que se proclamaba una España federal de “diecisiete estados y cinco territorios”, pero una treintena de provincias y ciudades se proclamaron independientes unas de otras, llegaron a enfrentarse entre sí y hasta a hacer su propia política internacional, como Granada, que abrió hostilidades contra Jaén, o Cartagena, que declaró la guerra a Madrid y a Prusia, con dos cojones. Eso se llamó Insurrección Cantonal. Se mezclaban federalismo, cantonalismo, socialismo, anarquismo, anticapitalismo y democracia. Un caos peligroso, lleno de quimeras y proyectos irrealizables.
Se legalizó el divorcio, se confirmó la libertad de culto, para cabreo de la Iglesia, y se suprimió la pena de muerte. Pero en lo administrativo era un desastre. Una España fragmentada e imposible todo eran fronteras interiores, milicias populares, banderas, demagogia y disparate, y los militares estaban mal vistos y además no los obedecía nadie. La guerra cantonal se prolongó en Cartagena y en Andalucía durante cierto tiempo. Pi y Margall al frente del gobierno se vio desbordado por la rebelión cantonal y también por la marcha de la Tercera Guerra Carlista, que campaban por sus respetos con total libertad en las Vascongadas, Cataluña y Navarra, y se extendían en lo posible al resto. El pretendiente autoproclamado Carlos VII tenía un gobierno con sus ministerios, acuñaba moneda y recibía ayuda de Francia. Hasta que el gobierno envió a los generales Martínez Campos y Pavía para liquidar el asunto por las bravas, cosa que hicieron a cañonazo limpio. Mientras tanto, como las Cortes no servían para nada, a los diputados, que ya ni iban a las sesiones, les dieron vacaciones desde septiembre de 1873 a enero de 1874. Y el 29 de diciembre de 1873, cuando se reunieron de nuevo, el general Pavía, respaldado por la derecha conservadora, sus tropas y la Guardia Civil, rodeó el edificio. Los republicanos decidieron morir defendiendo a la patria y la República, y ¡bla bla blá! Pero en cuanto oyeron el primer tiro al aire cambiaron su forma de pensar. Se marcharon sin saludar estos también, corriendo o arrojándose por las ventanas, (¡auténtico!). Y, cual sainete, de esta forma grotesca y burda acabó lo que nunca fue República Española, sino un quilombo insensato, pero con muertos, hambre y caos. Todo el siglo XIX había sido un desastre. Y la peña, es decir la gente del pueblo estaba hasta los escrotos. Se necesitaba ya estabilidad, seriedad, trabajo, normalidad, justicia y que hubiera sanidad, educación y dejarse de salvadores de todo tipo. Lo de siempre. Así que algunos políticos, tomando el pulso al ambiente, empezaron a plantearse la posibilidad de restaurar la monarquía y así, el 29 de diciembre de 1874, después del golpe de Pavía, el general Martínez Campos en un pronunciamiento militar en Sagunto proclamó rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II, y cerró con ello el sexenio revolucionario, porque le pareció lo más apropiado. Es decir con un par…

jueves, 18 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA -42- HACIA LA PRIMERA REPÚBLICA

¿Por qué le doy tantos capítulos al siglo XIX? - Fijaros que tuvimos de rey a Carlos IV, a José I, a Fernando VII, a la regencia de María Cristina, al reinado de Isabel II, luego vendría Amadeo I de Saboya, luego la Primera República y después a Alfonso XII. También hay que contar cinco presidentes de República, generales que pasaban por allí, pronunciamientos militares, tres guerras carlistas, dos coloniales, tuvimos dieciocho formas de gobierno diferentes, solapadas, mixtas, opuestas y combinadas. Seis Constituciones, la de 1812 de Cádiz, El Estatuto Real de 1834, las de 1837, 1845, 1869 y 1876, y el Estatuto de Bayona de 1809 que prácticamente no funcionó. La ambición de poder, los desgobiernos y la mala leche, que nos legaron ya los celtas, estaba organizada para que el país se fuera yendo al carajo. Las desamortizaciones, que en principio la cosa sonaba bien en realidad solo valieron para los que era de la Iglesia, pasara a manos de ricos hacendados. Se reforzó el papel de la oligarquía y para colmo las propiedades que no interesaban, monasterios, conventos y otras haciendas se olvidaban, se abandonaban y así han llegado hasta nosotros. Hechas un asco muchas de ellas. Pero los campesinos vivían igual o peor, se crearon proletariados por causa de una mala industrialización en grandes núcleos urbanos, obreros mal pagados y hambrientos que rumiaban un justificado rencor. De todas formas, el virus del ruido de sables ya estaba allí. Los generales protagonistas empezaron a participar activamente en política, y entre ellos destacaron tres, Espartero, O'Donnell y Narváez, los de las calles de Madrid.
En 1848 la crisis económica era terrible y hubo pánico en la Bolsa de Madrid al conocerse la oleada revolucionaria de París, en marzo hubo intentos más o menos serios de revolución que fueron sofocados. La verdad que fue un fracaso. También el 7 de mayo cuando se sublevó el ejército en Madrid con ramificaciones en Sevilla, Barcelona y Valencia. Se disolvieron las Cortes, se detuvo a unos cuantos, consejos de guerra, conmutaciones y pelillos a la mar. En cambio en 1854 hubo un pronunciamiento liberal que desencadenó una disputa entre rebeldes y leales, sin muertos y sin victorias. Pero hubo un manifiesto, lo presentó la Unión Liberal que era un grupo político nacido en la época moderada, (la regencia de María Cristina). Proponían moralidad pública, (¡já!), desaparición de las camarillas en palacio, (¡jajá!), y creación de Juntas en toda España. La reina se vio obligada a llamar al que fuera su regente, el General Esparteros, ya convertido en héroe nacional. El reinado de Isabel II fue una precariedad política. Hubo de nombrar en total 32 Jefes de Gobierno. Para colmo, por otro lado, las relaciones entre Marruecos y España siempre fueron tensas. Una partida de moros atacó la guarnición de Ceuta. Y basta que nos toquen el orgullo y un par de cosas para que se despertara el sentimiento patriótico popular. España recibió el apoyo de las cancillerías de Europa, y casi es esto lo que obligó a iniciar una guerra que fue declarada en octubre de 1859. Y aquí estimado amigo lector encontramos como en Cataluña y Las Vascongadas (se llamaban así), se crearon oficinas de reclutamiento voluntario en las que se alistaron un cuantioso número de carlistas de Navarra. Ese patriotismo no se veía desde la invasión napoleónica. En Barcelona se organizó un desfile para despedir a los voluntarios, con bendición del capellán de Monserrat y toda la pesca. La guerra de África fue algo corta, la dirigió O´Donnell, y en Castillejos el general Prim, que orientó a la toma de Tetuán como paso previo a las condiciones de negociación. Se firmó lo que se llamó el Tratado de Wad-Ras. Como ya se dijo en capítulos anteriores, en 1866 una fuerte crisis económica, con quiebras empresariales, restricción de créditos, caída de las bolsas, una desocupación laboral, malas cosechas, para colmo, y como no, la especulación y la corrupción, es decir los tres factores importantes, la economía, la política y la sociedad, crearon un escenario que produjo la desintegración del régimen isabelino. Un pronunciamiento militar en Cádiz en septiembre de 1868 fue el detonante de la revolución llamado “La Gloriosa”, y comienza aquí el sexenio revolucionario. El apoyo popular fue inmenso. La reina, con el ambiente calentito que se respiraba, se piró a la francesa, es decir sin saludar, y se marchó sin renunciar a la corona y sin abdicar. Por supuesto se fue dónde van todos los desesperados, a Francia. Se negaba a abdicar, la muy burra, hasta que dos años después, en junio de 1870 firmó su abdicación. Lo hizo en su hijo Alfonso, que tenía 13 añitos. Y en vez de guardar las composturas, nunca lo había hecho, se dedicó a criticar todo lo que se le ponía por delante y que les recordara a los políticos que le habían llevado a esa situación. A la vez que teníamos la revolución de 1868 en Cuba se iniciaron unas insurrecciones que desencadenarían la Guerra de los Diez Años. Un poema de situación, que era poco halagüeña ya que los pequeños ingenios azucareros sustentados en la mano de obra esclava no podían competir con las modernas máquinas de vapor y los nuevos impuestos introducidos por la Metrópoli para paliar su propia crisis culminaron la paciencia de los pequeños propietarios. Los ingenios azucareros liberaron a los esclavos y el 10 de octubre de 1868 se desató el levantamiento contra la ocupación española, extendiéndose la insurrección en toda la isla. Aunque el Gobierno de Madrid decretó algunas medidas liberales, la guerra de guerrillas se había extendido por todo Cuba y la situación parecía irreversible. Los españoles se aprestaron a organizar la resistencia dando así lugar a una guerra de diez años. Se enviaron tropas y finalmente se zanjó la situación con la firma de la llamada “Paz de Zanjón”, por la que el ejército independentista cubano no capitulaba y los principales cabecillas salían de Cuba con destino al exilio. En otro orden de cosas, en Madrid el gobierno provisional organizó el asunto gubernamental. Las Cortes promulgaron una nueva Constitución, (1869) que establecía la monarquía como forma de gobierno y una serie de medidas de carácter liberal, pero no mucho. Por lo que las Cortes, al abdicar la reina ninfómana, (así la llamaban), establecieron una regencia al general Serrano y éste encargó a Prim formar gobierno. Su tarea era encontrar un príncipe adecuado para la corona de España y lo encontró en la persona de Amadeo de Saboya, que sería elegido rey en el mes de noviembre de 1870. Solo puede pasar en España que sea elegido un rey por votación en un parlamento. Pero así fue. Y como siempre hasta en eso España es diferente, y el rey no tuvo apoyos de casi nadie, ni de la derecha ni de la izquierda ni de su padre. Bueno de éste sí, porque era el padre, políticamente hablando, era Prim, un héroe catalán de la guerra de África, que fue asesinado en Madrid al mes siguiente, y con él desaparecía el principal apoyo del rey.
Amadeo tuvo serias dificultades debido a la inestabilidad política española. Hubo seis ministerios en dos años que duró su reinado, e intentaron asesinarle el 19 de julio de 1872. El pobre rey enloquecía ante las complicaciones de la política española. “Ah, per Bacco, non capisco niente!”, solía exclamar. En realidad Amadeo era un tío majo, liberal. Pero claro, en la España de envidia y mala leche de toda la vida, eso no podía funcionar nunca. Y encima, a Prim, que lo trajo, se lo habían cargado de un trabucazo antes de que el rey tomara posesión. Así que, hasta las pelotas de nosotros, Amadeo hizo las maletas y nos mandó a tomar por saco. Dejando, en su abdicación, un exacto diagnóstico del paisaje: “Si al menos fueran extranjeros los enemigos de España, todavía. Pero no. Todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles”. Terminó hasta los pelos. Se marchó convencido de que los enemigos de España eran los propios españoles. No estaba descaminado el hombre. Corto espacio estuvo en el trono. Tragedia de un hombre que fue llamado para ser rey de un país en el que ninguno de sus súbditos quiso concederle la menor oportunidad. El mismo día en que abdicó Amadeo I, el 11 de febrero de 1873, reunidos en la Asamblea Nacional, a pesar de que la reunión no era constitucional, se declaró que la República era la forma de gobierno a partir de ese momento. La I República marcó, en su corta duración, la culminación de proceso revolucionario iniciado en 1868.

miércoles, 17 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA-41- LAS DESAMORTIZACIONES

La regente María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, se había tropezado con el problema de la guerra carlista. Tenía de su parte a los liberales o “isabelinos”, (en nombre de la futura reina, la hija de la regente, Isabel), contra los carlistas, asunto que ya hemos tratado en el capítulo anterior. El Gobierno, que lo presidía el liberal moderado Francisco Martínez de la Rosa, había sido nombrado en 1834, se encontraba en plena guerra sin recursos para pagar al ejército. Aquí es donde un comerciante gaditano, con gran carisma entre sus seguidores, casi un mago de las finanzas, Mendizábal, se ofrece a gobierno español para desde Londres hacer gestiones ante banqueros británicos y franceses y sus gobiernos, a fin de conseguir un empréstito al gobierno español. Juan de Dios Álvarez Mendizábal encarnó un prototipo muy valorado en la sociedad estadounidense actual, un hombre hecho a sí mismo. Nacido en una humilde familia de comerciantes que pasaban la jornada tras un mostrador despachando tejidos, lonas e hilados, a falta de recursos económicos para unos estudios reglados, se formó en el oficio de su padre, aprendió idiomas y descubrió que tenía un don para los negocios y también para la política. Tanto, que llegó a convertirse en el principal protagonista de la Revolución liberal española. De origen gaditano, Juan de Dios había nacido en 1790 en Chiclana de la Frontera. Combatió en la Guerra de la Independencia en las filas del Ejército del Centro. En 1811, siendo ya Ministro, firmaba como Álvarez Mendizábal. Pero la madre de Juan de Dios no se apellidaba Mendizábal, sino Méndez. Los Méndez se ganaban la vida con el negocio de la trapería y eran conocidos en Cádiz como una familia de cristianos nuevos de origen judío. El conocido político liberal decidió borrar a los judíos de su genealogía y sustituirlos por un origen vasco que, en sí mismo, ya era garantía de limpieza de sangre. Para ello le bastó cambiar su apellido Méndez por Mendizábal. En el Cádiz del siglo XVIII la casa de comercio Mendizábal era una de las más prestigiosas. Incluso amplió el engaño hasta hacer creer a su mujer que había nacido en Bilbao. Así lo declaró en el acta matrimonial. En junio de 1835 cae el gobierno de Martínez de la Rosa y se nombra a José María Queipo de Llano, conde de Toreno, en medio de una situación complicada pues toda España se hallaba controlada por juntas revolucionarias y era una etapa anárquica y tumultuosa de la vida política y social española. Conseguida la ayuda internacional por Mendizábal, tuvo como contrapartida la injerencia en la política interna del país. El conde de Toreno renuncia y a pesar suyo la reina se vio obligada a entregar el poder a los radicales, nombrando presidente del Consejo de Ministros a Juan Álvarez Mendizábal. Consiguió éste un voto de confianza para procurar los recursos que considerase necesarios para el sostén del ejército y terminar en breve tiempo con la guerra civil. Mendizábal comenzó a gobernar por decreto, siendo los más famosos los que regularon la desamortización. La verdad es que el asunto no era nuevo. No hubo una desamortización, sino varias. Este proceso se desarrolló en España desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX. Consistieron en que en el Antiguo Régimen, (el absolutismo), los bienes eran inalienables y por tanto estaban “amortizados”, a una familia, (como los mayorazgos), o a una Institución, (como la Iglesia, comunidades religiosas o los municipios). Los ilustrados (época de Carlos III) y luego el Estado liberal fueron expropiando por la fuerza a la iglesia católica, a sus órdenes religiosas, y a los municipios, propiedades que eran consideradas “manos muertas”, y no podían ser legalmente vendidos ni divididos, de tal forma que nunca disminuían. Sus bienes y tierras fueron sacados a subasta pública. El patrimonio eclesiástico se había ido nutriendo a lo largo de los siglos de donaciones, testamentos y herencias de quienes morían sin haber testado, y no era pequeño. Las desamortizaciones se idearon para crear una burguesía de clase media integrada por labradores que en esa subasta pública se hicieran con las tierras que después cultivarían. Así también las arcas públicas engordarían con la recaudación de más impuestos gracias a la nueva propiedad de esos terrenos y crecería la riqueza nacional. Este fue el modo en que el Estado liberal modificó el sistema de propiedad del Antiguo Régimen. La desamortización trata de sanear la Hacienda. El principio liberal es que la suma de las riquezas particulares es la riqueza de toda la nación.
Durante la Ilustración se habían tomado varias medidas para intentar enriquecer la nación por medio del fomento del comercio y de la industria. Estas medidas fallaron por no haber consumidores posibles. La tierra es pues, el factor desencadenante. Los labradores no pueden contribuir a la Hacienda por esta economía de subsistencia en la que viven. Para que puedan entrar en la economía nacional, los labradores deben convertirse en empresarios; en consecuencia, el Estado debe, en primer lugar, quitar los obstáculos de todo tipo con que cuentan para ello y, en segundo lugar, convertirlos en propietarios de sus propias tierras. Ya durante el reinado de Carlos IV, tuvo lugar la Desamortización de Godoy. El rey tuvo permiso del papa para expropiar los bienes de los jesuitas y de obras pías. Hospitales, hospicios, colegios mayores universitarios, casas de misericordia, etc. También el rey impuesto, José Bonaparte, en agosto de 1809 ordenó la supresión de todas las Órdenes regulares, monacales, mendicantes y clericales, cuyas propiedades pasarían al Estado. De esta forma muchas instituciones religiosas desaparecieron prácticamente. Y con la guerra fueron ocupados y saqueados monasterios, iglesias y conventos. Posteriormente, durante el Trienio Liberal en 1820 se suprimieron los monasterios de San Benito, San Agustín, los colegios y conventos de las Órdenes Militares de San Juan de Dios, hospitales, etc. En 1835, el Presidente del Consejo de Ministros, Mendizábal, decretó la venta de los bienes inmuebles de esos monasterios y el 8 de marzo de 1836 se amplió la supresión a todos los monasterios y congregaciones. Todas las propiedades se encargaban a las comisiones municipales de su venta y finalmente iban a parar a gente adinerada que podían comprar esas posesiones, que aprovecharon lo importante, abandonando el resto. Para colmo la iglesia decidió excomulgar a los expropiadores y a los compradores, con lo cual muchos no se atrevían a comprar. Después en 1841, vino la Desamortización de Espartero, que duró poco tiempo, con idénticos resultados. En 1855 se realiza la mayor de todas las Desamortizaciones, que fue la de Madoz, ministro de Hacienda en época de Espartero que acabó siendo la de más vigencia de todas, ya que permanecería hasta 1924. Se declaró a la venta las propiedades comunales de ayuntamiento, clero, Ordenes Militares, de cualquier tipo, así sea de beneficencia, de enseñanza o atención médica. Fue la desamortización más brutal, pero por causas extrañas siempre se habla de la de Mendizabal.
Una peculiaridad de esta desamortización es que el Estado no era el propietario de las tierras, sino fundamentalmente los Ayuntamientos, así el Estado recibía el dinero de las ventas en nombre de éstos y les entregaba títulos de Deuda. Fue una manera de buscar fondos para industrializar el país y financiar el ferrocarril y tratar de estar a la altura de otros Estados europeos más adelantados en esas materias. Las desamortizaciones tuvieron su pro y su contra. El alto valor de las propiedades por sus dimensiones impidió el acceso a los campesinos con lo cuales los burgueses eran los nuevos propietarios y los campesinos se convirtieron en el proletariado agrario. Los edificios religiosos eran aprovechados, pero muchas iglesias y monasterios fueron abandonados después de haber quitado los objetos de valor para venderlos muchas veces al extranjero. Con el paso del tiempo esos edificios cayeron en la ruina total. Pero la Desamortización trajo un aspecto positivo, aumentó la producción agrícola al ser puestas en cultivo las tierras hasta entonces nunca trabajadas. La burguesía realizó inversiones para mejorar la producción con nuevas técnicas y especialización. Fueron favorecidas fundamentalmente el Levante y Andalucía.

martes, 16 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA -40- GUERRAS CARLISTAS

Fernando VII abolió la Ley Sálica instaurando la Pragmática Sanción, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como si lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón. Y de esa forma surgió el Carlismo. Y a la muerte del rey en septiembre de 1833, Carlos emitió el Manifiesto de Abrantes, en el que declaraba su ascensión al trono con el nombre de Carlos V. El general Santos Ladrón de Cegama proclamó a Carlos como rey de España en La Rioja, y se da como comenzada la Primera Guerra Carlista. La nobleza se adhirió al bando isabelino en su mayoría y también la mayor parte del estamento militar. Los apoyos al movimiento carlista provenían de las clases populares y muy especialmente de los campesinos. Con todas las limitaciones que se quiera pero el carlismo se extendió por las regiones del interior de las regiones vasco-navarras, por el Maestrazgo y por la montaña catalana, la serranía de Ronda y la de Córdoba. Se daba una curiosa paradoja: el pretendiente don Carlos, que era muy meapilas pretendía imponer en España un régimen absolutista y centralista, y era apoyado sobre todo por navarros, vascos y catalanes, es decir precisamente donde el celo por los privilegios forales y la autonomía política y económica era más fuerte. El campo solía ser de ellos; pero las ciudades, permanecieron fieles a la jovencita Isabel II y al liberalismo. Al futuro, dentro de lo que cabe, o lo que parecía iba a serlo. Don Carlos, que necesitaba una ciudad para capital de lo suyo, estaba obsesionado con tomar Bilbao; pero la ciudad resistió y Zumalacárregui murió durante el asedio, convirtiéndose en héroe difunto por excelencia. En cuanto al otro héroe, Cabrera, lo apodaban el tigre del Maestrazgo, cuando los gubernamentales fusilaron a su madre, él mandó fusilar a las mujeres de varios oficiales enemigos. Ése era el tono general del asunto. La Primera Guerra Carlista se desarrolló en tres fases muy diferentes. La primer se prolongó hasta julio de 1835. Aparecieron partidas ordenadas por oficiales del ejército que habían servido en el cuerpo de voluntarios realistas durante la Época Ominosa. Este alzamiento fue sofocado por tropas leales al gobierno de Madrid.
La segunda fase de la guerra duró hasta septiembre de 1837 y se caracterizó por un cierto dominio de los carlistas. El ejército de la regente María Cristina no estaba bien pertrechado y también tenían problemas de Hacienda. Poco apoyo extranjero y un plan ineficaz de contención en la zona vasco-navarra. Carlos llegó hasta Arganda, no entrando inexplicablemente en Madrid que estaba prácticamente desguarnecido. La guerra civil, como todas, se desarrollaba con ferocidad y crueldad. Los humildes párrocos broncos sin el menor complejo, se echaban al monte con boina roja, animaban a fusilar liberales y se pasaban por el arco del triunfo las mansas exhortaciones pastorales de sus obispos. El caso es que la sublevación carlista, es decir, campo contra ciudad, fueros contra centralismo, tradición frente a modernidad. Esto acabaría siendo un desparrame sanguinario donde las dos Españas, unidas en la vieja España de toda la vida, la de la violencia, la delación, el odio y la represalia infame, estallaron y ajustaron cuentas, fusilándose incluso a madres, esposas e hijos de los militares enemigos. Lo expresaba muy bien Galdós en uno de sus Episodios Nacionales, “La pobre y asendereada España continuaría su desabrida historia dedicándose a cambiar de pescuezo, en los diferentes perros, los mismos dorados collares”. La tercera fase de la contienda finalizó en julio de 1840 y fue de clara hegemonía gubernamental al terminar la reorganización del ejército que llegó a la cifra de cien mil hombres y también aprovechando la división del carlismo en dos facciones, el partido navarro, exaltado y el castellano, moderados.
Inglaterra se ofreció como mediadora para la firma de un acuerdo o armisticio. Los comisionados británicos consiguieron el Convenio de Vergara. Así la guerra terminó con “El abrazo de Vergara” entre los generales Espartero y el carlista Maroto, en agosto de 1939. “Soldados nunca humillados ni vencidos depusieron sus temibles armas ante las aras de la patria; cual tributo de paz olvidaron sus rencores y el abrazo de fraternidad sublimó tan heroica acción, tan español proceder” escribió Maroto. La Segunda Guerra Carlista se originó al nombrar a Isabel como futura reina de España. Iniciada en 1846 fue provocada por no llevarse a cabo el matrimonio entre la reina y Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos (autoproclamado Carlos V) y por lo tanto se denominaría Carlos VI en la genealogía carlista. No está claro si fue realmente una guerra civil o una simple lucha de guerrillas de escasa trascendencia. Los hechos se circunscribieron casi exclusivamente a Cataluña con pequeños levantamientos armados. La esperada llegada de Carlos VI a España desde su exilio en Londres nunca se produjo, lo que provocaría la disolución en 1849 de los últimos reductos sublevados. Y el intento carlista por entronizar a su pretendiente, en esta ocasión Carlos VII, sobrino del anterior se produjo en 1872 y se enfrentaría hasta 1876 a tres regímenes, a saber; el efímero reinado de Amadeo I de Saboya, que fue la causa que desencadenó el conflicto, la también efímera Primera República y por último el reinado de Alfonso XIII. Carlos VII abanderó la contienda desde su partido Comunión Católico-Monárquica de raíces absolutistas con un ejército que se autoproclamaba el “Ejército de Dios, del Trono de la Propiedad y de la Familia”. La lucha se centró de nuevo en Cataluña y también el País Vasco y Navarra, que resultó un estrepitoso fracaso para el carlismo, como el intento de tomar Bilbao. El general Martínez Campos erradicó el carlismo de Cataluña y de Pamplona donde entró Alfonso XII en 1876 provocando la retirada de Carlos VII.

sábado, 13 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA -39- CAE ISABEL II (2)

1868-REVOLUCIÓN "LA GLORIOSA" El reinado de Isabel II fue una precariedad política. Hubo de nombrar en total 32 Jefes de Gobierno. No obstante la etapa de Isabel fue fecunda en otros campos. Se construye el ferrocarril, cuya primera línea unía Mataró con Barcelona. El entramado del capitalismo se desarrolló, como por ejemplo con la Ley de Bolsa o la constitución de Bancos de emisión. Se concretó la regulación del orden público mediante la promulgación del Código Penal y la creación de la Guardia Civil. No obstante Isabel siempre fue ajena a todos estos cambios. Era incapaz de comprenderlo, por su falta de preparación para tan alta responsabilidad. De la familia real podemos destacar a su sexto hijo, que sería el futuro Alfonso XII. Mientras y de paso la oligarquía catalana se forró el riñón de oro con la industria textil. Si había protestas obreras se la reprimía vía ejército y a otra cosa, que lo de ser español en Cataluña fue buen negocio en lo del trabajo sucio. Por su parte, las Provincias Vascongadas, que así se llamaban salvo alguna intentona carlista, estaban tranquilos. Sabino Arana con su eslogan de vascos buenos y españoles malvados, y la industrialización, sobre todo metalúrgica, todavía no había aparecido. A nadie se le ocurría hablar de independencia ni asesinar españolistas, con el cinismo de la burguesía. En otras palabras, la burguesía y la oligarquía vasca y catalana, igual que las de Murcia o de Cuenca, estaban integradas en la parte rentable de aquella España que, aunque renqueante, iba hacia la modernidad. Surgían ferrocarriles, minas y bancos, la clase alta terrateniente, financiera y especuladora cortaba el bacalao, la burguesía creciente daba el punto a las clases medias, y, esto era lo jodido, los obreros y campesinos analfabetos fueron manipulados y explotados a gusto por los caciques locales, quedándose fuera de toda fiesta pero entregando a sus hijos para guerras coloniales, para arar o para llevar un mísero sueldo a casa. Esto producía una mala leche muy justificada, que era frenada por la intervención policial y por jueces corruptos, por políticos demagogos. Mientras reinaba Isa.
Nada nuevo bajo el sol, como digo, políticos jueces, alcaldes, militares todos en el mismo saco de la degradación moral. Esto hizo que sea tan evidente la inutilidad de una reina que lo único que hacía bien, por lo visto, era follar y come soberbios cocidos en Casa Lhardy . La gentuza instalada en las Cortes se había convertido en forajidos políticos. Se consiguió una farsa de administración y Justicia. Nadie escuchaba la voz de los desfavorecidos que a base de palos y demagogia iban a la guerra a veces cobrando para que no fuera el hijo del rico. Las campañas militares en que anduvo España, como la guerra del Pacífico, la intervención en México, en la Conchinchina y en Italia para ayudar al papa, eran para lamerle las botas a las grandes potencias que por interés nacional. Pero por debajo de toda aquella basura monárquica, política, financiera y castrense, algo estaba cambiando. El pueblo llano estaba hasta los escrotos de que le tomaran por el idiota útil. Las urnas no sirven para nada a un pueblo analfabeto. Algunos heroicos hombres y mujeres se empeñaron en crear mecanismos de educación popular. Escritura, lectura, ciencias aplicadas a las artes y la industria, emancipación de la mujer, empezaron a ser enseñados a obreros y campesinos en centros casi clandestinos. Ayudaron a eso el teatro, y la gran difusión que los libros y periódicos, novelas y publicaciones de todas clases, que a veces lograban torear a la censura. Se pusieron de moda los folletines por entregas publicados en periódicos, y la burguesía y el pueblo bajo que accedía a la lectura los acogieron con entusiasmo. Pero existió una creciente conflictividad obrera, como la primera huelga general de nuestra historia, que se extendió por Cataluña ondeando banderas rojas con el lema Pan y trabajo, anuncio de lo que se venía. Las represiones en el campo y la ciudad fueron brutales, y si a eso le sumamos la injusticia que imperaba, hizo que, muchos se echaran al monte. La monarquía era un desastre, y los burgueses veían que esto se les estaba yendo de las manos. Isabel, sobraba desde hace rato, y bueno pues a grandes males grandes remedios Cualquier revolución importante necesita de tres aspectos que lo desencadenan. El político, el económico y el social. Cuando estos factores coinciden es probable el estallido revolucionario ya que la crisis económica provoca una crisis política y esto desemboca en una agitación social. En mayo de 1866 debido en parte al incremento de la especulación, al abuso del crédito y a la escasez de dinero real, una fuerte crisis económica, con quiebras de empresas, restricción de créditos y vertiginosa caída de la bolsa, arruinando a muchos ahorradores, produjo el crac bancario y trajo como consecuencia la falta de empleos y si añadimos malas cosechas de 1867 y 68, consideradas las peores del siglo, pues tenemos todas las condiciones dadas para un grave problema social. El gobierno se vio impotente y se ganó la desconfianza general al emitir un empréstito forzoso que obligaba a todos los contribuyentes y decretar una rebaja de sueldos de los funcionarios públicos civiles, pero no los militares. A su vez existía una falta de participación en la política de las clases medias y el empeoramiento de las condiciones de vida de las clases humildes. El almirante Topete en el puerto de Cádiz realiza un pronunciamiento militar que fue el detonante de la revolución, conocida como "La Gloriosa". Se marca el comienzo de un periodo febril llamado el "Sexenio Revolucionario" en el que se sucedieron vertiginosamente numerosas fórmulas de gobierno y que desembocarían en la restauración de la monarquía. En septiembre de 1868, en Cádiz, los generales Prim, Dulce, Serrano y Topete firmaron el bando de la proclama revolucionaria. El presidente del gobierno Ramó M. Narváez y su primer ministro, González Bravo abandonaron a la reina, y gran parte del ejercito desertó para pasarse al bando revolucionario.
Surgieron Juntas Provisionales Revolucionarias que excitaban al pueblo a la revuelta con consignas radicales. A todo esto, la reina Isabel II, que veraneaba en Lequeitio se marchó exiliada a Francia, pero no renunció a la corona. Apenas hubo sucesos violentos. Existía una confianza en la nueva situación. La Junta de Madrid nombró a Serrano para constituir un gobierno provisional. De entrada tuvo que enfrentarse con la insurrección cubana, que dio inicio a la "Guerra de los Diez Años". Se elaboró una Constitución en 1869 que establecía la monarquía dinástica y la base de la soberanía residiendo en el pueblo español. Es decir, se acababa con el absolutismo definitivamente y teníamos otra Constitución de caracter liberal. Quedaba el problema de la abdicación de la reina, que Cánovas se esforzaba en conseguir. Era el gran obstáculo para la dinastía borbónica en España y su renuncia resultaba imprescindible. Finalmente Isabel II, aunque se revolvió como gato panza arriba, perjudicando todavía más al país, gobernó hasta 1870, cuando abdicó a favor de su hijo. Desde París largó sapos y culebras por la boquita, todo lo que pudo, poniendo a parir al personal. Años después y con la monarquía asentada la reina fue a Madrid a ver a su hijo cuando éste se encontraba al borde de la muerte. Preguntó que ocurriría a continuación. Era una pregunta con deseo incorporado. Pero existía una heredera y la reina consorte estaba embarazada, por lo que la regencia y la sucesión al trono estaban garantizados. Finalmente Isabel II murió en París, el 9 de abril de 1904.

jueves, 11 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA -38- ISABEL II (1)

REGENCIA DE MARIA CRISTINA - Habíamos abandonado los hechos que se produjeron en la España peninsular. Lo que históricamente se llama la Restauración es la vuelta de la Casa Borbón a la corona de España, que como se ha dicho en capítulos anteriores vino al ganar la guerra a Napoleón y la consolidación de Fernando VII en 1814 hasta su muerte en septiembre de 1833. Hereda, en virtud de la ley promulgado por Fernando VII, su hija Isabel II, pero como era menor de edad tuvo de regente primero a su mamá, María Cristina de Borbón, cuarta mujer de Fernando VII, que ocupa la Regencia de 1833 a 1840, tras la muerte de su marido. Durante poco más de cuarenta años, de 1833 a 1874, se implantó en España el liberalismo con todos sus rasgos ideológicos, sociales, económico y políticos. Pero hubo dos guerras civiles, y dos regímenes políticos, reinaron dos dinastías y los gobiernos fueron innumerables. La primera y mayor preocupación de la regente y el Gobierno fue controlar a los partidarios de don Carlos, hermano de Fernando, que desde Portugal, se había proclamado rey de España al conocerse la muerte del rey. También los liberales eran mirados con recelo, especialmente aquellos que el embajador francés llamaba del «partido del movimiento», los futuros progresistas. A pesar de sus tendencias absolutistas, las dificultades generadas por la guerra carlista, de la que hablaremos más adelante, en el frente, las provocaciones de los antiguos voluntarios realistas y la presión ejercida por algunos militares llevaron a la regente a aceptar la existencia de un régimen representativo basado en el muy moderado, Estatuto Real. Más adelante, los estallidos revolucionarios que se produjeron entre 1834 y 1836 hicieron posible la transición desde la fórmula del Estatuto Real a la Constitución de 1837. El Estatuto reconocía a la Corona prerrogativas muy amplias, pero la nueva Constitución imponía ciertas limitaciones al rey, en este caso la reina regente, en el ejercicio de sus funciones y le obligaba a compartir la soberanía con la nación. La Constitución duró solamente ocho años, hasta 1845. Permitía la alternancia en el gobierno de los dos partidos liberales. Entonces se sanciona por presión de los “Moderados” la Constitución de 1845, ya con el reinado de Isabel II. Esta Constitución también duraría veinticuatro años, hasta 1869 que es cuando se promulga la nueva Constitución, al año siguiente del derrocamiento de la reina con la “Revolución La Gloriosa” de 1868.
Durante la regencia de María Cristina, las revoluciones urbanas habían potenciado el acceso de los liberales progresistas a los Ayuntamientos y ello hacía más difícil el control gubernamental de las grandes ciudades. Isabel tenía tenía tres añitos cuando murió se padre. Después de la regencia de María Cristina en 1840 pasó al General Esparteros durante los siguientes tres años en que se la declaró mayor de edad, en 1843. Isabel II de España, llamada «la de los Tristes Destinos» nació en Madrid, el 10 de octubre de 1830, y fue reina de España entre 1833 y 1868, (aunque se proclamó en 1843). Comenzó pronto a poner luz entre las piernas. Amantes, (un puñado), su primer hombre fue el General Francisco Serrano. El conde de Romanones la describió “era algo retrasada, apenas sabía leer, solo sabía sumar y su ortografía era pésima. No leía y jugaba con perritos, ignoraba las reglas de comportamiento y estas señas de identidad la acompañaron toda la vida, sin embargo era alegre y generosa”. A los 16 años se casó con su primo Francisco de Asís, del que tuvo once hijos. Ahí es ná. Y digo que no fue nada porque al señor le llamaban “Paquita”, quien era un afeminado y jamás se le conoció mujer alguna, más bien al contrario, solo hacía a pluma. Los historiadores aseguran que cuando la Reina se enteró del nombre de su futuro marido soltó un grito de horror: “¡No, con Paquita, no!”. Los hijos eran oficialmente de su marido, ¡claro hombre!, pero de esto sacó beneficio el marica, todo un negocio. Recibía dinero por cada churumbel reconocido. Solo sobrevivieron cinco hijos. Uno de ellos, el que sería el rey Alfonso XII. Parece ser que era hijo del capitán Moltó, un fornido militar. Cómo sería la señora que el propio papa, Pío IX llegó a decir, “Es puta, pero piadosa”. Entre los miembros de la familia real hay que destacar a la infanta Isabel Francisca, popularmente conocida como “La Chata”, fue princesa de Asturias, es decir heredera a la corona, hasta el nacimiento de su hermano Alfonso, y durante el reinado de éste hasta que nació su sobrina María de las Mercedes. Como sería de querida y popular, le gustaban los toros, las verbenas y la música, que hasta el gobierno de la Segunda República pidió que no abandonase el país. Otro miembro conocido es su hermana María Luisa, casándose ambas el mismo día en Sevilla. Esta mujer fue la madre de María de las Mercedes, futura reina al casarse con Alfonso XII. María Luisa donó a la ciudad de Sevilla los jardines de su palacio de San Telmo, que hoy llevan su nombre. Hemos tocado un poco la vida personal y familiar de Isabel II, pero en lo político la cosa no tuvo ni pizca de gracia. Una reina casi analfabeta, caprichosa y aficionada a los fornidos palafreneros, unos militares ambiciosos metidos en políticos, unos políticos metidos hasta las orejas en la corrupción, (desamortizaciones incluidas), todos se odiaban de una forma o de otra y a la vez se necesitaban. Un putiferio. Pronunciamientos militares y revolucioncitas parciales Narváez y O'Donnell, con el acuerdo de un tercero llamado Espartero, para inventarse dos partidos, liberal y moderado, que se fueran alternando en el poder; y así todos disfrutaron, por turnos. Llegaba uno, despedía a los funcionarios que había puesto el otro y ponía a sus parientes, amigos y compadres. Al siguiente turno llegaba el otro, despedía a los de antes y volvían los suyos. Y de esa forma tan suave como con Nivea, nos fueron dando una forma de gobernar. Aquella pandilla de sinvergüenzas se fue repartiendo España durante cierto tiempo. Jefes de gobierno sobornados por banqueros extranjeros. Farsas electorales. Votos comprados y si no hostia que te crió, es decir, represión, destierros al norte de África, Canarias o Filipinas, que todavía quedaban colonias. Habíamos hablado algo de las Guerras Carlistas. Es que no faltó de nada en el país, en este siglo XIX al que Dios confunda. El movimiento Carlista surgió cuando Fernando VII abolió la Ley Sálica instaurando la Pragmática Sanción, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como si lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón. Y a la muerte del rey, se fraguó la subida al trono de Isabel con la regencia de su madre. La nobleza se adhirió al bando isabelino en su mayoría y también la mayor parte del estamento militar. Los apoyos al movimiento carlista provenían de las clases populares y muy especialmente de los campesinos. Con todas las limitaciones que se quiera pero el carlismo se extendió por las regiones del interior de las regiones vasco-navarras, por el Maestrazgo y por la montaña catalana, la serranía de Ronda y la de Córdoba.

martes, 9 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORANEA -37- VUELVE FERNANDO VII

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA. Al terminar la guerra española se volvió al Antiguo Régimen, el absolutismo. En América la situación independentista se estabilizó durante los primeros años de la monarquía absoluta pero en 1816 la resistencia apareció de nuevo. Poco a poco, numerosos proclamaron su independencia: el general San Martín en Chile (1817) y Bolívar organizó el congreso de Angostura en 1819. Sólo algunas zonas aisladas de Colombia y Perú permanecían fieles a la Corona en 1820. Tanto los absolutistas como los liberales sabían que la situación tanto económica como social de España no permitía una intervención inmediata en América. Al no poder contar con las tropas nacionales, el gobierno español pidió la intervención de la Santa Alianza, pero esta última no accedió a los deseos de Fernando. Otro de los problemas al que se enfrentó el gobierno fue la abolición de la trata de negros. España tuvo que firmar en 1817 un tratado con el que el que el comercio de esclavos quedaba abolido al norte del Ecuador y en 1820 este tratado fue generalizado a toda América. Además de las perdidas en América del Sur, España reconoció por el tratado de Washington en 1820 todas las concesiones de territorios hechas antes de enero de 1818. Así Florida, Luisana pasaron a formar parte definitivamente de los estados Unidos. Chile, Nueva Granada y parte de Venezuela eran ya independientes. La sociedad española atravesaba una de las situaciones más críticas que ha conocido en su historia. La guerra de la Independencia que había provocado un gran número de víctimas y la peste fueron las principales causas de la mortalidad durante el principio del siglo XIX. A nivel cultural, el absolutismo de Fernando VII se traduce por una ausencia casi total de libertad de expresión. A primera vista la situación de los intelectuales era en esa época de sumisión total al régimen, pero en un segundo plano, las sociedades secretas y las logias masónicas difundieron las ideas liberales procedentes de los países vecinos. En la mayoría de las zonas rurales, la religión y sus representantes constituían el único lazo entre el pueblo y el gobierno. En un país como la España de 1814 en el que la opinión pública no existía, donde no había ni partidos políticos, ni libertad de asociación ni de prensa, el ejército y el clero eran las únicas fuerzas sociales que disponían de cierta organización. Tras la brutal y sanguinaria represión emprendida por el gobierno fernandino, se esconde una situación financiera desastrosa y una crisis social sin precedentes.
A partir de 1815, varias guarniciones intentaron derrocar el régimen absolutista, pero fracasaron. Tanto Espoz y Mina en Navarra en 1814 como Porlier en Galicia al año siguiente intentaron en vano oponerse al ejército fernandino y este último será incluso condenado a muerte y ejecutado. En 1817 se produce un nuevo pronunciamiento del general Lacy en Cataluña apoyado por la burguesía catalana y por los militares. Tras todos estos intentos fallidos, el pronunciamiento de Riego en 1820 benefició de circunstancias mucho más favorables que los anteriores. Así el 1 de enero de 1820 las tropas, que estaban a punto de zarpar rumbo a las Américas, mandadas por el coronel Riego se alzaron en las Cabezas de San Juan y restauraron la Constitución de 1812. Otras regiones van a seguir este ejemplo y ante la amenaza de un levantamiento a nivel nacional el rey se inclinó y proclamó que gobernaría acatando los principios de la Constitución de 1812. En el bando liberal pronto surgieron las primeras divergencias. El partido liberal se dividió rápidamente en dos grupos: los moderados y los exaltados o progresistas. Durante el trienio liberal, Fernando VII no dejó de apoyar a los absolutistas aunque no quiso romper las relaciones que le unían a los liberales, mayoritarios en las Cortes. Por contra en la época siguiente, la Década Ominosa 1823-1833, en principio se cerraron las universidades de provincia y se prohibió la enseñanza de las matemáticas y de la astronomía para en 1830 cerrar definitivamente todas las universidades. Los años pasaban y el que fuera imperio español se iba reduciendo cada vez más y a excepción de Cuba y Puerto Rico la mayoría de las colonias habían dejado de serlo. En 1824 las fuerzas americanas mandadas por Sucre derrotaron en Ayacucho a las tropas metropolitanas y poco después la caída de la fortaleza del Callao marcó el fin de la dominación española. A pesar de este revés Fernando VII durante los últimos años de su reinado no cesó en su afán de reconquista de los territorios del antiguo Imperio. Mientras tanto, los liberales se encontraban refugiados en el extranjero principalmente en Londres donde mantenían relaciones con los dirigentes liberales locales. Inglaterra decidió adoptar una postura favorable al reconocimiento de los nuevos estados americanos. El deseo de reconquista de Fernando VII le condujo a tomar pésimas decisiones. Derrota tras derrota se fueron mermando las posiciones españolas y al final del reinado solo Cuba y Filipinas permanecían bajo la Corona de España. La grave enfermedad que padeció Fernando VII en septiembre de 1832 sirvió para desatar la lucha sucesoria. María Cristina se apoyó en los medios menos intransigentes y fue nombrada Regente mientras durase la enfermedad del Rey. A finales de 1832 comenzó una situación de transición que se ha llamado " despotismo ilustrado”. Durante el período que duró este gobierno de transición se promulgó una amnistía que permitió el regreso a España de miles de liberales desterrados, se reformó el ejército y se abrieron las universidades. A partir del mes de enero de 1833 el Rey volvió a ocuparse de los asuntos del estado pero fue María Cristina quien siguió dominando la situación. El 29 de septiembre de ese mismo año moría Fernando VII y su testamento convertía a su esposa en Regente hasta la mayoría de edad de Isabel. Fernando dejó tras de sí una estela vergonzante. Conspiró y se amotinó contra su padre, abdico devolviendo la corona, aplaudió a un rey extranjero que le sustituyó, abandonó a su pueblo, que estaba luchando por su vuelta durante seis años, mientras vivía prisionero en jaula de oro. Juró la Constitución de 1812 y luego la derogó, reprimió cruelmente a los hombres que habían luchado por rescatarle de Napoleón, no supo defender el imperio americano, no supo negociar ni detener las emancipaciones americanas, pidió ayuda al ejército francés para luchar contra su propio pueblo, derrochó las obras de arte más importantes regalando una fortuna impresionante y con su actitud pasiva favoreció el expolio de los franceses. Nos dejó de regalo al morir el problema Carlista. Y además como dijo Michel J. Quin refiriéndose a la publicación de la Pragmática Sanción “El rey dejó una revolución completa con una sola ley”. Ante la presión carlista María Cristina decidió acercarse a los liberales pues era la única manera de defender el trono de su hija. Sin embargo, la separación de lo que se ha denominado las dos Españas era mucho más compleja. Con Don Carlos se encontraban la mayoría de la opinión de País Vasco, parte de Cataluña y Navarra, hostil a la dinastía que les había privado de sus libertades particulares (fueros). La nobleza en cambio, al frente de los grandes latifundios apoyaba a la Corona, que era el régimen en que se habían perpetuado esos privilegios. El importante retraso que España había acumulado con respecto a las otras potencias europeas a nivel económico y social no fue solucionado después de la guerra. Rompiendo toda relación con el liberalismo, pero también con los absolutistas más radicales que luego apoyarán a Don Carlos, sólo consiguió atraerse las críticas de la mayoría de la población. En ningún momento quiso recurrir a las ideas liberales y persiguió implacablemente a todo aquel que las defendía. Sólo se fio en su camarilla sin percatarse de que los miembros de esta cuidaban más de sus intereses personales que de los de la nación. Dejó tras de sí un país destrozado y dividido. Ya en vísperas de su entierro tiene lugar el primer levantamiento carlista.

lunes, 8 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA -36- CONSTITUCIÓN DE 1812

LA LIBERAL CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA Popularmente llamada La Pepa, fue promulgada el día de San José, el 19 de marzo de 1912, por las Cortes Generales Españolas en Cádiz. Se trata de la primera Constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su tiempo. Oficialmente estuvo en vigor solo dos años, desde su promulgación hasta su derogación en Valencia el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España del borbón Fernando VII. Posteriormente se volvió a aplicar durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837. La Constitución se aprobó durante la Guerra de la Independencia (1808 a 1814), y fue la respuesta del pueblo español a las intenciones invasoras de Napoleón Bonaparte que, aprovechando los problemas dinásticos entre Carlos IV y Fernando VII, aspiraba a constituir en España una monarquía satélite del Imperio, como ya había hecho con Holanda, Alemania e Italia, destronando en España a los Borbones y coronando a su hermano José Bonaparte. Pero la respuesta de los ciudadanos, jalonada por sucesos como el Motín de Aranjuez, las Renuncias de Bayona y el levantamiento de los madrileños el 2 de mayo, encerró un segundo significado para una pequeña parte del pueblo español. Sin embargo, apenas si entró en vigor, puesto que buena parte de España se encontraba en manos del gobierno de José I Bonaparte, y otra en poder Juntas opuestas a José I. El resto de los territorios de la Corona Española, los virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra contra el invasor.
La Constitución establecía la soberanía en la Nación, que residía en el pueblo, ya no en el rey, se establecía una monarquía constitucional, la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey, el sufragio universal masculino indirecto, la libertad de imprenta, la libertad de industria, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones. Además, incorporaba la ciudadanía española para todos los nacidos en territorios americanos, prácticamente fundando un solo país junto a las colonias americanas. Por el contrario, el texto consagraba a España como Estado confesional católico, prohibiendo expresamente en su artículo duodécimo cualquier otra confesión, y el rey lo seguía siendo «por la gracia de Dios y la Constitución». No contempló derechos para la mujer, ni siquiera la ciudadanía, aunque hoy sería impensable este hecho, por entonces esto sucedía en los usos y costumbres de toda Europa. No obstante fue la Constitución más liberal de las existentes. Pensemos que solo eran anteriores a esta la de Estados Unidos de 1787 y la de la Revolución Francesa de 1789. La España patriota, disgregada en un movimiento acéfalo de Juntas, entre levantamientos, sitios y guerrillas se unió finalmente en una Junta Central Suprema, y después en una Regencia de cinco miembros, cuyos cometidos principales fueron la dirección de la guerra y la reconstrucción del Estado. La designación de los Diputados a las mismas se realizó de manera anómala, explicable por la situación del país, y su aportación fundamental fue la Constitución de 1812. La obra de las Cortes de Cádiz combinó las tendencias constitucionales netamente españolas y la afrancesada. En efecto, la constitución enlazaba con las Leyes tradicionales de la Monarquía española pero, al mismo tiempo, incorporaba principios del liberalismo democráticos. La separación de poderes, la más rígida de nuestra historia, siguió el modelo de la constitución francesa de 1791 y la de los Estados Unidos, inspirada en el pensamiento de Montesquieu. Las Cortes se organizaban en una Cámara única, pues se temía que el clero y la nobleza consiguieran apoderarse de una Asamblea de Próceres, obstaculizando la renovación política, social y económica que se pretendía operar. Los diputados a Cortes eran elegidos mediante sufragio indirecto, siendo necesario para ser candidato poseer una renta anual procedente de bienes propios, con lo cual, el Parlamento quedaba en manos de las clases acomodadas. En lo que a los poderes del Rey se refiere, se introdujeron modificaciones sustanciales. Si en el Antiguo Régimen el Rey había ostentado su condición en virtud de un título divino, ahora lo hacía por la gracia de Dios y la Constitución. Su poder se vio limitado, conservando una participación en el Poder legislativo, con una tímida iniciativa y un veto suspensivo así como la titularidad del Poder ejecutivo, aunque sus actos debían ser refrendados por los Secretarios de despacho. Fernando VII fue de los pocos monarcas que disfrutaron de tanta confianza y popularidad iniciales por parte del pueblo español, que había luchado contra las tropas francesas por el restablecimiento de su rey al que llamaban “el deseado”. Obligado a abdicar en Bayona por Napoleón, pasó toda la Guerra de Independencia preso en Valençay, siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas Juntas, por el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz. Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y la expulsión de José Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España. Sin embargo, el Deseado pronto se reveló como un soberano absolutista. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia. Derogó la Constitución a su vuelta a España en 1814, implantando el más férreo absolutismo durante seis años. Tras el pronunciamiento de Riego en 1820, precisamente con las tropas que debían viajar a América para detener la emancipación, el Rey juró la Constitución de 1812, iniciándose así el Trienio liberal. “Me habéis hecho entender vuestro anhelo de que restableciese aquella Constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue promulgada en Cádiz el año de 1812. He jurado esa Constitución por la que suspirabais y seré siempre su más firme apoyo. Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional” Manifiesto del Rey el 10 de marzo de 1820. El pronunciamiento de Riego dio inicio al llamado trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz, produciéndose una nueva desamortización. A medida que los liberales moderados eran desplazados por los exaltados, el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional, conspiraba para restablecer el absolutismo, lo que se logró tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, que fueron un contingente francés con voluntarios españoles que combatió en 1823 en defensa de Fernando VII de España, poniendo fin a la Guerra Realista y al Trienio Liberal. Con ello terminó la vigencia de la Constitución de Cádiz, pero no su influjo, que gravitó sobre la política nacional, directamente hasta 1868, e indirectamente, durante el resto del ciclo liberal. Tuvo además una gran influencia fuera de España, tanto en América, en las constituciones de las viejas colonias españolas al independizarse, como en Europa, en la que durante años operó como un auténtico mito, influyendo en las ideas constitucionales portuguesas, en el surgimiento del Estado italiano e incluso en la Rusia zarista.

viernes, 5 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA-35- GUERRA DE INDEPENDENCIA (y 3)

La guerra se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos tomaron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el surgimiento del fenómeno guerrillero. Los franceses decían que eso no era una guerra, sino una “guerrilla”, pues en los pueblos y en los caminos. Destacamento francés que se localizara, les atacaban por la retaguardia, por los flancos, escondidos en los montes, y como podían. Eso los campesinos, esa era la “guerrilla”. Y así quedó el nombre hasta nuestros días. Pero Napoleón estaba decidido a vengar la afrenta de Bailén. Solucionado su problema militar con Austria tomó personalmente el mando que envió a España respaldado por nuevos generales. Disponía entonces de un ejército de 300.000 hombres, lo que da una idea de la importancia que significó para él la guerra con España. Entró en Bayona, se instaló en Vitoria, se trasladó a Burgos, saqueando cruelmente a la ciudad, y llegó a Somosierra, a las puertas de Madrid, arrasando a su paso, y tras intimidar a la población son un fuerte cañoneo, entró en Madrid el 4 de diciembre de 1808. por otra parte su ejército consiguió hacerse con Barcelona. La presencia de un ejército inglés mandado por John Moore había penetrado desde Portugal a Salamanca. Allí se dirigió Napoleón dispuesto a presentar batalla al inglés pero recibió noticias de París que Austria se había rearmado y existía una conspiración en la capital francesa, lo que hizo que abandonara España confiando el ejército a sus generales. Después de obtener un éxito contra Austria el emperador decidió poner fin a la guerra con España. Mandó repartir el ejército en ocho divisiones José I ordenó la invasión de Andalucía ya que era muy codiciada por ser una región rica. También estaba dispuesto a impedir que se celebrasen en Cádiz las cortes de las que se hablaba. Ante el arrollador avance francés la Junta se auto disolvió, y se refugiaron en Cádiz. Rechazaron la propuesta de rendición enviada por los franceses en febrero de 1810 por lo que éstos asediaron la ciudad. Pero Cádiz resistió, sin embargo el resto de Andalucía había caído.
Desde ese momento la estrategia aliada era eminentemente defensiva, se utilizó la táctica de arrasar amplias regiones quemando los recursos alimenticios y medios de transporte y evacuando a la población, la táctica de la “tierra quemada”. Se creó un ejército de 70.000 hombres soldados regulares, ingleses, españoles y portugueses. Ingenieros británicos construyeron una colosal barrera de obstáculos naturales y fortificaciones, cerca del mar, de 47 km. Que consistía en tres líneas de defensa. Contuvo al ejército francés. Tuvieron gran número de bajas y sufrieron las inclemencias del invierno con pocos recursos y en marzo de 1811 los franceses se retiran a Salamanca. Se les persiguió acosando con el ejército y con las guerrillas. Entretanto Napoleón decretó el Estado de Sitio a espaldas de su hermano, el rey. José I abdicó y se lo comunicó a su hermano en París, pero éste le obligó a que regresara, cosa que hizo en julio de 1811. En mayo los franceses son derrotados en La Albuera. La ruptura entre el Imperio francés y el Imperio ruso obligaron a Napoleón a disminuir las fuerzas en España. Wellington reconquista Ciudad Rodrigo y Badajoz. Los franceses abandonan Salamanca y son derrotados en Arapiles en julio de 1812. Wellington entró en Valladolid y en agosto en Madrid, de donde José se había marchado a Valencia. Los franceses dejan el asedio a Cádiz. Tropas imperiales se dirigieron a Burgos y luego a Madrid. Wellington abandonó las plazas que había conquistado y Madrid cayó en noviembre de 1812, volviendo José I. Pero esto valió de poco. La ofensiva en Rusia había disminuido potencialmente a las tropas. La prolongación de la guerra española alentó rebeliones en el centro de Europa que debilitaron aún más las fuerzas imperiales, a tal punto que es España eran mayores las fuerzas aliadas. Ante el panorama desalentador Napoleón trasladó la corte a Valladolid en marzo de 1813. Wellington lanzó sus tropas y los franceses iniciaron la retirada evitando entrar en combate. Por lo tanto, durante 1813 el ejército francés fue retirándose y perdiendo territorio. Los franceses abandonaron casi todas sus plazas, y el 21 de junio de 1813, fueron expulsados de España. Llegaron a Vitoria donde fueron estrepitosamente derrotados y José I tuvo que abandonar el enorme botín que se llevaba a Francia. Con la caída de Pamplona y la de San Sebastián culminaba la expulsión de los franceses. Napoleón que necesitaba sus tropas decidió hablar con Fernando VII y se concretó El tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813) que restauró a Fernando VII y dejaba a España libre de la presencia extranjera. Pero Wellington quería más y los persiguió hasta Bayona, donde los derrotó en febrero de 1814. Se les persiguió hasta Toulouse siendo derrotados en abril. Al día siguiente, enterado de la entrada de las tropas aliadas centroeuropeas, y de la abdicación de Napoleón el 6 de abril, se firmó el armisticio. Fernando VII ya había regresado a España en marzo después de haber pasado toda la guerra fuera del país. Un millón de muertos en total. La economía española destrozada, expolios, y una situación desoladora dejaron al país exhausto. Tendría que pasar mucho tiempo para reparar los destrozos materiales causados en los seis largos años que duró la confrontación. Refiriéndose a esta guerra Napoleón I, en su exilio, declaró: “Esta maldita guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta maldita guerra me ha perdido”.

TRATADOS CON PORTUGAL A RAÍZ DEL DESCUBRIMIENTO

Para entender los acuerdos entre el reino de Portugal y el de Castilla-León, hemos de remontarnos a la Guerra de Sucesión Castellana entre a...