sábado, 30 de marzo de 2019

EDAD CONTEMPORANEA -33- GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1)

El levantamiento del pueblo en Madrid el 2 de mayo de 1808 a raíz de la partida de la familia real respondiendo a una “orden” de Napoleón, fue sofocado con dureza por las tropas del francés Murat. Reprimida la protesta, la sangre derramada no hizo sino inflamar los ánimos de los españoles y dar la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras. El mismo 2 de mayo por la tarde, en la villa de Móstoles, ante las noticias horribles traídas por los fugitivos de la represión en la capital, Juan Villamil, jurista, redactó un oficio que fue firmado por el alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón y Simón Hernández, y que sería distribuido por todo el país. Se trataba de una declaración de guerra a Napoleón. Un pueblo, que no un gobierno, el alcalde de un pueblo que prácticamente sin armas, le declaran la guerra al Emperador europeo, al mejor ejército del mundo en aquellos años. ¡Con un par de huevos! Encendida estaba la llama de la lucha por la libertad del sometimiento. Comenzaba así la guerra de la independencia. Puede decirse que la reacción del pueblo español representó lo mismo que había representado la Revolución Francesa unos años antes. Desde el 22 de mayo un rosario de sublevaciones contra los franceses fue surgiendo. Al principio en los territorios no controlados militarmente por los franceses. Oviedo, La Coruña, Badajoz, Sevilla, Murcia, Valencia, Zaragoza, etc. La masa popular era controlada por un líder a menudo espontáneo que se dirigía a las autoridades principales para que declarasen la guerra en nombre de “La Religión, La patria, Las Leyes y el Rey”. Dado que Fernando VII a su marcha había ordenado al Consejo de Castilla que los franceses fueran tratados como amigos y aliados, se presentaba para esa autoridad que solía ser el capitán general que ejercía de presidente de la Audiencia. Por otro lado resultaba ilógico para un militar de carrera unir el ejército español a una masa de voluntarios movidos por el patriotismo, con unidades formadas por seminaristas y estudiantes, en fin, todo hacía prever una lógica derrota de los españoles, visto el desequilibrio de fuerzas entre un ejército profesional, bien pertrechado, que pasaba por ser el mejor del mundo contra un ejército mal dirigido, mal preparado militarmente. Al no responder positivamente a los deseos del pueblo muchos fueron destituidos, encarcelados o asesinados. Se delegó en instituciones ancestrales como las Cortes del Reino de Aragón, que no se habían reunido desde la derogación de los fueron a comienzos del siglo anterior. Donde no existían esas instituciones se crearon nuevas llamadas Juntas supremas. Lo primero que hicieron las Juntas es declara la guerra a Napoleón. Y crear un ejército al mando de un general de prestigio, Marcenado, Blake, Castaños o González de la Llama. Se contaba con los cuerpos regulares y la presencia de voluntario alistados en todos los lugares. Se organizaron colectas, se suprimieron impuestos e incluso se llegó a acuñar moneda en el exterior. Las Juntas Supremas habían conseguido la ayuda de los ingleses, que se la tenían jurada a Napoleón, y mandaron al general Wellington al frente de sus tropas y del ejército español. También recibieron ayuda económica y militar. El alzamiento de Zaragoza fue fundamental ya que se extendió por Cataluña, Navarra y Castilla la Vieja. En el sentido administrativo de la rebelión se aplicó el fundamento jurídico utilizado en el Compromiso de Caspe. Al rey se le consideraba secuestrado por Napoleón, lo órganos de la monarquía estaban incapacitados por encontrarse la Corte ocupada por un enemigo. Y esa autoridad, la soberanía, volvía a recaer en el pueblo, quien la había transmitido a las Juntas Supremas Provinciales. Hay realmente un sentimiento de unidad que a mediados de julio se robusteció por la victoria de Bailén y por la insistencia británica de tener un interlocutor válido que canalizara las ayudas económicas y militares aprobadas en aquel país. Por lo que las Juntas con representantes se reunieron y declararon constituida la Junta Central Suprema y Gubernativa del reino. No obstante no lo tuvieron fácil ya que había instituciones provenientes del antiguo orden que no querían cambios, por lo que la Junta Central acabó por traspasar a las Cortes de Cádiz la misión de la transformación administrativa. En una primera fase de la guerra las fuerzas españolas cosechan derrotas una detrás de otra. Los primeros enfrentamientos fueron derrotas en Cabezón de la Sal y en Medina de Rioseco. Los prisioneros fueron ejecutados y el pueblo saqueado. Esto hizo pensar que el asunto estaba prácticamente resuelto para Napoleón. Ocuparon Logroño y en el ataque a Zaragoza los franceses fueron incapaces de tomar casa por casa. La participación de paisanos españoles, de toda clase y condición en defensa de la ciudad convirtió esta batalla en algo desconocido para los franceses. Es cuando se enteran de su derrota en Bailén, lo que hace que desistan de Zaragoza replegándose a Vitoria. El general Castaños estaba destinado en el Campo de Gibraltar, y desde el mes de abril mantenía contactos secretos con el gobernador británico de Gibraltar, sir Hew Dalrymple. El 26 de mayo recibió un mensaje de la Junta de Sevilla para unirse al alzamiento, cosa que hizo inmediatamente poniéndose él y a sus 9.000 hombres a la órdenes de esta la misma.
La Junta le nombró general en jefe de un improvisado ejército que se encuadró e instruyó en pocas semanas con tropas regulares y voluntarias. Con este ejército logró derrotar al general Dupont en la batalla de Bailén el 19 de julio de 1808. Realmente la batalla se produjo en unas condiciones climáticas duras. Un extremo calor que asfixiaba a las tropas recibió ayuda de la población cercana. Hubo encuentros muy sangrientos y finalmente el francés general Dupont, sin recibir los refuerzos previstos y ante el temor que Castaños llegara por la retaguardia ayudando a las tropas del General español Redding, fue derrotado. Esperando la llegada de Castaños para negociar las capitulaciones de su victoria Redding cesa las hostilidades. Unos 18000 soldados franceses depusieron sus armas. La batalla de Bailén será la primera victoria sobre un cuerpo de ejército de Napoleón en toda Europa. Aunque la historiografía señala al general Castaños como el vencedor de Bailén, ya que era el comandante supremo y el estratega organizador, llevándose los honores, lo cierto es que en la batalla propiamente dicha no intervino en la misma, sino que fue Redding el artífice de la victoria española. En la batalla de Bailén participó como ayudante de campo de Coupigny en la 2ª división, José de San Martín, futuro libertador de Argentina. Estaba asignado al escuadrón de Caballería Borbón. Su valiente y brillante comportamiento le valió el ascenso a teniente coronel y la Medalla de Oro de Bailén.

jueves, 28 de marzo de 2019

EDAD CONTEMPORANEA -32- LEVANTAMIENTO DEL 2 DE MAYO

EL LEVANTAMIENTO DEL 2 DE MAYO DE 1808- ----- Las noticias iban llegando de Bayona por emisarios ocultos de Fernando. Murat recibió la orden de enviar a los restantes miembros de la familia Borbón a Bayona, pero el infante don Francisco de Paula se negaba a salir de España, tenía 12 o 13 años. Murat, el lugarteniente de Napoleón al mando en Madrid, ante los acontecimientos llegó a proponerse como rey de España y en realidad se estaba comportando como si lo fuera. Como sabemos Napoleón designó a su hermano José tras las abdicaciones de Carlos IV y su hijo Fernando VII. Napoleón el día 25 de mayo anunció al pueblo español que no reinaría él en España confirmando la Junta de Gobierno Presidida por Murat. Pero unos días antes el pueblo de Madrid, y no el gobierno, monta la marimorena. Se sabía que Napoleón tenía medio secuestrados a Carlos IV y Fernando VII. Y eso jodía, claro. Además las tropas napoleónicas se comportaban con chulería propia de un invasor. Ni la corte ni el ejército pensaban en la resistencia frente al francés en aquél momento. Nadie iba a suponer que Fernando VII, después de proclamarse rey en el motín de Aranjuez, con el apoyo popular, iba a ser el mayor traidor que hubo en España. Solo estaba interesado en lamerle las botas a Napoleón. Deseaba ser nombrado rey por Napoleón y emparentar con él. Pero estas no eran las ideas del emperador. Quería desterrar definitivamente a los Borbones. La Junta en Madrid había recibido un decreto por el que Carlos IV nombraba al francés Murat como Lugarteniente del Reino para que gobernase en su propio nombre. También recibió la renuncia de Fernando VII, que revertía sus derechos en su padre Carlos. Se daba la paradoja de que existía un reino sin rey, con lo cual Murat ostentaba el grado de Lugarteniente del emperador hasta el nombramiento de un nuevo rey. Murat recibió la orden de enviar a los restantes miembros de la familia Borbón a Bayona, pero el infante don Francisco de Paula se negaba a salir de España, tenía 12 años. Sabidas estas cosas, en la noche del 1 al 2 de mayo de 1808, el letrado Juan Villamil es nombrado miembro de una nueva Junta Suprema de Gobierno (clandestina), para reemplazar a la que ya los franceses dominaban. Murat había recibido la orden de enviar al resto de la familia real a Bayona y estas noticias llegaron al pueblo de Madrid. Villamil se encontraba en su casa de Móstoles. Allí fue donde recibió la comunicación que el pueblo se había revelado cuando las tropas francesas sacaban del Palacio Real al infante Francisco de Paula para llevarlo a Francia, el día 2. El levantamiento del dos de mayo no fue realizado por el Estado Español, sino por las clases populares de Madrid contra el ocupante tolerado (por indiferencia, miedo o interés) por gran cantidad de miembros de la administración. A la madrugada del día 2 de mayo el pueblo veía como se llevaban a la reina María Luisa con los dos infantes. Alguien dio el aviso voz en grito y “mueras” a los franceses y se fue creando una multitud, que llevaron a las armas para evitar que se llevaran a los infantes. Apareció entonces el infante don Antonio, emocionado por el acto del pueblo. Su aparición provocó un estallido de entusiasmo en la gente. El alboroto hizo llegar a los franceses que dispararon contra la muchedumbre. Lo que causó que se extendiera la rebelión. Se trató de un acto espontáneo, carente de preparación y medios. Murat, el francés, disponía de 50 mil hombres armados. Los militares españoles no eran más de 5 mil y estaban a las afueras, no obstante fueron avisados. Se acuartelaron pero el pueblo no se retiró. Hasta soltaron a los presos que pidieron sumarse a la lucha. El pueblo madrileño se alzó en armas, es un decir, ya que apenas si tenían. El ejército español tenía orden de su rey de amistad con los franceses, por lo que además de estar en clara diferencia numérica, era una desobediencia militar al rey. Pero el pueblo recibió la ayuda de algunos destacamentos del ejército y los capitanes del parque de artillería Daoíz y Velarde, que proveyeron de armas y ante los hechos, fueron atacados por los franceses muriendo en la refriega. Los madrileños armados con palos, agujas, barras de hierro, cuchillos y poco más, cargaron contra un destacamento francés y le robaron el cañón. En fin, que los españoles hicieron lo que pudieron frente a un ejército profesional. Al final fueron conducidos a una emboscada donde los “mamelucos”, soldados musulmanes del ejército francés, se despacharon a gusto con sus cimitarras. Quedó en la memoria gracias al gran reportero gráfico que teníamos, Goya, con “La carga de los Mamelucos”. Se dice que el pintor pudo ver desde una ventana la matanza. Al día siguiente comenzó una represión cruel. Los franceses, no conformes con haber aplacado el levantamiento, se plantearon tres objetivos: controlar la administración y el ejército español, aplicar un riguroso castigo a los rebeldes para escarmiento de todos los españoles y afirmar que ellos gobernarían España. Reprimida la protesta por las fuerzas napoleónicas presentes en la ciudad. Sin embargo, la sangre derramada no hizo sino inflamar los ánimos de los españoles y dar la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras. Mientras tanto Napoleón, el dominador de Europa, se convirtió finalmente en dueño de los destinos de España. La familia real española estaba en su poder, los documentos de abdicación de uno y otro monarca, las tropas ocupaban puestos estratégicos y la insurrección de Madrid había sido sofocada. Los órganos de la administración, La Junta de Gobierno y el Consejo de Castilla, le eran sumisos. Tenía en sus manos la fuerza y los resortes de España entera. LEVANTAMIENTO EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID
Había llegado el momento de poner en práctica su plan. Obligó a su hermano a aceptar la corona española. Solicitó al Consejo y a la Junta que aprobasen a José Bonaparte como nuevo rey. Obtuvo el apoyo de las instituciones con lo cual todo tenía las formalidades legales. Reunió una Junta de Notables el 15 de junio de 1808, que a modo de Cortes y en nombre del pueblo español aprobaban el traspaso de la corona basándose en las abdicaciones y sancionaron una Constitución decretada por José como Ley Fundamental del Reino. La inmensa mayor parte de los españoles ni se enteraron, (ni siquiera ahora) de la existencia de dicha Constitución, aunque salió publicada entre el 27 y 30 de junio de 1808 y el 29 de marzo de 1909. LA CARGA DE LOS MAMELUCOS (DE GOYA)
La Constitución de Bayona pudo haber sido un camino hacia una España más liberal y moderna, pese a su carácter conservador y autoritario. Sólo se aplicó a intervalos debido a las circunstancia de la guerra que se había iniciado en el país. José Bonaparte inicia su reinado el 4 de junio de 1808. Nunca tuvo apoyo popular ni supo ganárselo. Apenas pudo mantener una precaria administración y evitar la desmembración del país. Realmente poco pudo hacer, ya que el 1 de agosto de 1808 el rey y su gobierno abandonaron apresuradamente Madrid, presos del pánico producido por la derrota de las tropas napoleónicas en Bailén.

lunes, 25 de marzo de 2019

EDAD CONTEMPORANEA - 31- ABDICACIONES PARA NAPOLEÓN

LAS ABDICACIONES DE BAYONA------ El día 19 de marzo de 1808, a raíz del motín de Aranjuez, el príncipe Fernando es dueño de la situación y tiene en su mano el destino de su padre, el rey Carlos IV, de su valido, Godoy, y de la gobernación del reino. Ese día, por la mañana, consigue la abdicación de su padre, convirtiéndose en el rey Fernando VII. Los acontecimientos de Aranjuez fueron el principio de la agonía del Antiguo Régimen en España. El pueblo había sido manipulado. Pero el precio a pagar vendría después, la invasión de Francia, la Guerra de la Independencia, La Primera Guerra Carlista, el trono para el hermano de Napoleón, el sentimiento liberal, etc. Pero ahora estamos en 1808, y lo peor estaba por llegar. Sabemos que ya se había firmado el Tratado de Fontainebleau el 27 de octubre de 1807 entre Manuel Godoy, valido del rey Carlos IV, y Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses. En el se acordaba la invasión de Portugal por los ejércitos conjuntos y se permitía el paso de las tropas francesas por territorio español. El pueblo español vio en las tropas francesas algo amenazante, pues en lugar de continuar transitando hacia Portugal fueron ocupando, sin ningún respaldo del Tratado, diversas localidades como Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras. Las tropas francesas sumaban unos 65.000 hombres que controlaban las comunicaciones con Portugal pero también con Madrid y la frontera con Francia. Godoy se dio cuenta de la situación ya que a comienzos de 1808 llega a Madrid un ejército francés a las órdenes de J. Murat. Barcelona, Pamplona y San Sebastián ya acogían fuerzas francesas. Godoy no se fiaba un carajo y aconsejó al rey marchar al sur o América. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal. Godoy recomendó romper la alianza con Napoleón y preparó la marcha de la familia real y de la corte a Andalucía. Lo del motín de Aranjuez lo hemos contado en el capítulo anterior. Comienza a reinar Fernando VII el 19 de marzo de 1808. Pocos días después Napoleón manda llamar a toda la familia a Bayona.
Antes de partir, Carlos había pedido a Murat, el lugarteniente de Napoleón, que liberase a Godoy. No sin dificultades éste lo consiguió y lo envió también a Bayona, donde se encontraron todos. Con la propuesta de Napoleón, prácticamente una orden, Carlos IV la pensó y no lo vio del todo mal, ya que le aseguraba una vejez tranquila y de paso tomaba venganza contra su hijo por lo de Aranjuez. En todo esto Godoy le apoyaba. Carlos había mandado hacía semanas una carta a Napoleón indicando que había abdicado en su hijo obligado por las circunstancias, pero que en realidad no lo reconocía como rey, y que por tanto esperaba su apoyo. Fernando VII abandonó Madrid el 10 de abril de 1808 para ir al encuentro del emperador que lo reclamaba. Llegó hasta Burgos entre vítores de las poblaciones. Allí no estaba Napoleón como le habían dicho. Esta vez le anunciaron que le esperaba en Vitoria.Tampoco estaba allí, ni siquiera había cruzado la frontera. Indignado y con el consejo de sus asesores, permaneció en territorio español. El general francés que acompañaba al rey, viendo que se le podía escapar su presa, se dirigió a galope a Bayona donde encontró al emperador. Éste ordenó que arrestara a Fernando si fuera necesario. No hizo falta pues en Vitoria, Fernando supo que su hermana, su padre y su madre se dirigían a Bayona al encuentro con Napoleón, para conseguir su apoyo, cosa que no le favorecía. Pese a los consejos del marqués de Urquijo, Fernando marchó a Bayona para defender sus intereses frente a su padre y conseguir el apoyo de Napoleón. Fernando al marchar de Madrid también había dispuesto que las instituciones cooperaran con las autoridades francesas y había dejado una Junta Suprema de Gobierno. Órgano de regencia para dirigir los asuntos del reino en su ausencia, y nombró al incompetente de su tío el infante Antonio Pascual como presidente. Este permaneció en el cargo y en Madrid, unos días y se despidió a la francesa, es decir, dejando una carta como peineta. Pero habíamos dejado a Fernando yendo solito a la jaula que le tendía Napoleón. Para empezar al entrar en suelo francés no fue recibido por comisión alguna, ni escolta siquiera. Pero al llegar al castillo de Marracq, Napoleón lo recibió con halagos. Pero lo trató como Príncipe de Asturias, no como rey. Al día siguiente el emperador puso las cartas boca arriba y le dijo a la familia que la Providencia le había indicado que debía hacerse con Inglaterra, y crear un gran imperio más grande aún, y para ello había tenido en cuenta, dado que en el pasado España había combatido contra Francia, no podría dejar el reino español en manos de un Borbón, y que no entregaría la corona, ni al padre ni al hijo. Pero que elegiría a un miembro de su propia familia y además se ocuparía de ofrecer unas comodidades a los Borbones, de acuerdo con sus rangos. La Junta aceptó la petición de enviar a Bayona una comisión para formar una Asamblea de Notables españoles. Fueron elegidos 150 individuos del clero, la nobleza, las ciudades, instituciones militares y económicas, y las universidades. Sólo acudieron a Bayona 65. Se ventilaba la abdicación de Carlos dándole formalidad. Cuando el infante Antonio Pascual dejó la presidencia de la Junta el 4 de mayo, Murat se presentó en la Junta Suprema para pedir formar parte de ella, siendo rechazado en primera instancia y luego aceptado para evitar males mayores. Siguiendo las indicaciones de Napoleón, en Bayona Fernando abdicó en su padre, que a su vez traspasó la corona a Napoleón para que fuera depositario de los derechos del Trono y los dispusiera en favor de alguna persona de su familia, cosa que fue aprobada junto con algunos pequeños cambios en un texto constitucional. La Constitución de Bayona, de la que nadie habla. Pero el corso no calculó un aspecto de la jugada. No contó con las pelotas que le echaría al asunto el pueblo español. Y lo pagó muy caro al final. Todos en Bayona estaban felices porque al fin y al cabo la corona española no era la primera vez que la ceñía un extranjero. El proceso se había realizado con formalidad y Fernando que soñaba con emparentar con Napoleón veía el camino preparado. El 6 de mayo la Junta en Madrid había recibido un decreto fechado el día 4 por el que Carlos IV nombraba a Murat como Lugarteniente del Reino para que gobernase en su propio nombre. También recibió el día 6 de mayo la renuncia de Fernando VII, que revertía sus derechos en su padre Carlos.
La Junta Suprema publicó la renuncia de Fernando. Sin embargo, dado que Carlos IV ya había renunciado, de nuevo, se daba la paradoja de que existía un reino sin rey, con lo cual Murat ostentaba el grado de Lugarteniente del emperador hasta el nombramiento de un nuevo rey. Murat en Madrid mandó quitar el nombre de Fernando de todos los actos públicos. El pueblo y la aristocracia se las vieron venir. Llegaban noticias de Bayona por emisarios ocultos de Fernando. Murat recibió la orden de enviar a los restantes miembros de la familia Borbón a Bayona, pero el infante don Francisco de Paula se negaba a salir de España, tenía 12 o 13 años. Murat, ante los acontecimientos llegó a proponerse como rey de España y en realidad se estaba comportando como si lo fuera. Como sabemos Napoleón designó a su hermano José y al quedar vacante el reino de Nápoles, se lo entregó a Murat. Napoleón el día 25 de mayo anunció al pueblo español que no reinaría él en España confirmando la Junta de Gobierno Presidida por Murat. Pero unos días antes el pueblo de Madrid, y no el gobierno, monta un quilombo negro, el 2 de mayo de 1808, fecha que si este fuera un país serio sería Fiesta Nacional. Se acercaban días sangrientos.

viernes, 22 de marzo de 2019

EDAD CONTEMPORANEA - 30 - SIGLO XIX- TRAFALGAR

CARLOS IV - - - - Llamado «el Cazador» (no por lo astuto) había nacido en Nápoles en noviembre de 1748 y fue rey de España desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808 en que abdicó, (por segunda vez) en favor de su hijo el futuro Fernando VII. Carlos era hijo y sucesor de Carlos III y de María Amalia de Sajonia. El prestigio de la monarquía española había alcanzado las cotas más altas de los grandes reinos desde los Austria. Pero bastaron unos pocos años del reinado de Carlos IV para que todo se empezara a ir por el desagüe de la historia. Algunos historiadores dicen que era inteligente, culto, pero no fue preparado para ejercer la responsabilidad que le tocó en suerte. El largo reinado de su padre le hizo llegar con cuarenta años de mantenerse al margen de la política. Se fue volviendo indolente, abúlico y despreocupado por los asuntos de gobierno. Dominado por su mujer, más puta que María Martillo, María Luisa de Parma, y por el favorito de ésta, Manuel Godoy, de asombroso ascenso a la vida pública. Pero eso fue después. Antes, había nombrado al Marques de Floridablanca como Secretario de Estado, un ilustrado que quiso poner, y puso, en marcha varios proyectos tendentes a corregir y desarrollar la economía. Menos de un año de reinado y estalla la Revolución Francesa, y lógicamente las noticias que van llegando hacen que se vayan adoptando medidas en España, como la de cerrar Las Cortes, que estaban en manos de Floridablanca. Se trata de aislar a España de las recetas revolucionarias. Se apoyó al rey francés y se puso fin a los proyectos reformistas. Y la Inquisición de la Iglesia empieza otra vez a destacar, desterrando a Jovellanos, y otros hechos de represión.
El fracaso de las medidas de Floridablanca supuso su sustitución por el Conde de Aranda, que concertó una Alianza con Prusia y Austria para ayudar al rey francés, forma de proteger al español. Se preparaba una guerra en Europa que Aranda no apoyaba, dado el fracaso casi seguro y las pocas ganancias que se podrían obtener. Eso motivó su sustitución por Manuel Godoy, que ya era duque y Teniente General. Pues nada, la guerra. Las tropas francesas rechazaron a las españolas. Prusia se abrió del pacto y con el acuerdo de la Paz de Basilea, España pierde Santo Domingo. Las alianzas con la Francia del Directorio y después con Napoleón, no trajeron más que desdichas. Las comunicaciones con América fueron muy complicadas y difíciles, y esto empobreció aún más a la población. Lo cual hizo impopular a Godoy y al rey. La llegada de Napoleón al poder fue como una patada en el estómago para España. El franchute este empecinado en derrotar a Inglaterra, y ésta era muy superior en el mar. Carlos IV de España y Napoleón I de Francia, merced los tratados firmados con la anterior República Francesa y por el interés de la recuperación de Gibraltar, obligaban a España a contribuir económicamente a las guerras de Napoleón, y también a poner a disposición de éste la Armada para combatir a la flota británica. Con lo cual nos hicimos aliados de Francia para invadir a Inglaterra comenzando por la famosa y desastrosa batalla de Trafalgar. Tuvo lugar el 21 de octubre de 1805. Al mando el vicealmirante francés Pierre Villeneuve, y por parte española el teniente general del mar Federico Gravina. La armada británica al mando del famoso vicealmirante Horatio Nelson. Para que la invasión tuviera éxito, Napoleón quiso que la Marina Real británica hubiera sido atraída lejos del canal de la Mancha. El colega de Nelson, el almirante sir Robert Calder se tropezó con la flota franco-española. En un día de vientos flojos, la flota combinada navegaba a sotavento, lo que también daba la ventaja a los británicos y, para colmo de desdichas, Villeneuve dio la orden de virar hacia el noreste para poner rumbo a Cádiz en cuanto tuvo constancia de la presencia de la flota británica. El cuerpo español no estaba de acuerdo en esto. Al parecer, Churruca, mientras leía las señales con el anteojo, manifestó: «el almirante no sabe lo que hace, la flota está perdida». En el espacio de dos horas, la mayoría de los navíos más importantes de la flota franco-española ya se habían rendido o ya no disparaban sus cañones. En este tiempo, Gravina había sido herido y más tarde encontró la muerte, y también el valeroso Alcalá Galiano. La derrota de Trafalgar supuso la supremacía naval de Inglaterra durante todo el siglo XIX en el mar. Napoleón desistió en su intento de invadir Inglaterra y supuso también un duro golpe en su carrera. España sufrió a partir de entonces que Inglaterra controlara a través de Gibraltar por sus buques, ocasionando un estancamiento en el comercio español por mar. Napoleón ordenó un bloqueo a Inglaterra y ésta se alió con Portugal. El francés maduró el plan. Hacer de España otro reinado satélite como los que ya tenía en Holanda y Alemania.
Si conseguía conquistar Portugal, esto era pan comido, dado los enfrentamientos entre Godoy, el rey, éste con su hijo Fernando y el pueblo contra todos ellos. Se firmó el Tratado de Fontainebleau en el que previsiblemente se repartirían Portugal. Para ello era necesario ocupar militarmente el territorio español. Napoleón contaba con el rechazo que el pueblo tenía por sus gobernantes e incluso con el beneplácito de los liberales españoles. Por lo tanto, llegó la ocupación militar de España. A comienzos de 1808 llega a Madrid un ejército francés a las órdenes de J. Murat. Barcelona, Pamplona y San Sebastián ya acogían fuerzas francesas. Godoy no se fiaba un carajo y aconsejó al rey marchar al sur o América. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal. Godoy recomendó romper la alianza con Napoleón y preparó la marcha de la familia real y de la corte a Andalucía. La primera esposa del príncipe Fernando había fallecido en Aranjuez el 21 de enero de 1806, a consecuencia de una tuberculosis. Tras la muerte de la reina se contactó secretamente con Napoleón, solicitando como nueva esposa a una princesa de la familia Bonaparte. Estas conspiraciones que se sucedieron dieron lugar al llamado "Proceso de El Escorial", entre octubre de 1807 y enero de 1808. Fernando lideró un partido de oposición al de Manuel Godoy. Fernando aspiraba a la corona como fuera y Godoy molestaba, por eso tramó con apoyos la conspiración de El Escorial. Fue descubierta con leves medidas de condena, el príncipe delató a los conspiradores y luego los perdonó. Cuando Fernando supo del traslado a Andalucía se negó culpando a Godoy de traición. Una noche el pueblo tomó las calles de Aranjuez y quemaron la casa de Godoy. Es el llamado Motín de Aranjuez, que en el fondo estaba pensado por Napoleón con el apoyo del partido fernandino. El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes a Andalucía, una pequeña multitud (compuesta por empleados de los nobles llegados al efecto, puesto que, al ser sitio Real y no Villa, Aranjuez no tenía una población villana que pudiera alzarse por sí sola), dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos a Fernando, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando. El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado escondido entre esteras de su palacio y trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps, en medio de una lluvia de golpes. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, consiguiendo la abdicación de su propio padre ese mismo día, convirtiéndose en Fernando VII. Los acontecimientos de Aranjuez fueron el principio de la agonía del Antiguo Régimen en España. El pueblo había sido manipulado, pero consiguió la renuncia de Godoy, la abdicación del Rey y el acceso de Fernando legitimado por la voluntad del pueblo. Pero el precio a pagar vendría después, la invasión de Francia, la Guerra de la Independencia, La Primera Guerra Carlista, el trono para el hermano de Napoleón, el sentimiento liberal, etc. Pero ahora estamos en 1808, y lo peor estaba por llegar.

miércoles, 20 de marzo de 2019

ESPAÑA EDAD MODERNA - 29- LA ILUSTRACIÓN (2)

Carlos III - - Este largo reinado del primer hijo de Felipe V posibilitó la incorporación de España al ritmo del crecimiento de las naciones más avanzadas de Europa mediante la superación del déficit acumulado en el siglo XVII. Vino de ser el rey de Nápoles, lo que le aportaba gran experiencia de gobierno. Posiblemente no fuera un hombre inteligente, pero supo rodearse de saber elegir a sus colaboradores. Carlos III deparó a los españoles el reinado más fructífero y positivo de todo el siglo. Para los madrileños en concreto con las grandes obras y embellecimiento de la ciudad, haciendo de ella una digna capital de un reino, ha quedado para siempre en el recuerdo como “El mejor alcalde de Madrid” Obras como la Puerta de Alcalá, de Sabatini, Museo del Prado del arquitecto Juan de Villanueva. Las fuentes de Neptuno y Cibeles y la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones, tres grandes grupos escultóricos diseñados por Ventura Rodríguez para el Salón del Prado. El Museo del Prado del año 1785. En principio no había de funcionar como pinacoteca, sino que se trataría del Gabinete de historia natural. De Juan de Villanueva. Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico, que aún hoy podemos visitar. Todo ello inmerso en los jardines del Buen Retiro. Carlos III hizo que desaparecieran las grandes fiestas palaciegas, que habían sido tan numerosas. Fue el símbolo del Despotismo Ilustrado, impulsor de los grandes proyectos ministeriales, reforma fiscal, creación del primer banco Nacional, fomento de la industrialización, las comunicaciones y la colonización, patrocinio de las academias y de las asociaciones de amigos del país. A poco de llegar contó con Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, hombre imbuido del pensamiento ilustrado que trabajó por el saneamiento de la hacienda pública y el recorte de las clases privilegiadas.
Después del famoso “Motín de Esquilache”, emboscada en la que el rey no pudo apoyarle, marchó al exilio. Le sucedió Pedro de Abarca, conde de Aranda, militar efectivo y adecuada para pacificar los disturbios ocasionados por las clases altas soliviantadas por la pérdida de sus privilegios, y unas clases populares que los combatían. Grandes ministros reformistas fueron Pedro Rodríguez de Campomanes y José Moriño, marqués de Floridablanca. Desde sus puestos contribuyeron a la modernización de la administración y del pensamiento político español. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” era el lema de los que pertenecían al Despotismo Ilustrado europeo. Es decir que la clase gobernante participaban que el monarca y el Estado eran garantes de la seguridad y bien del pueblo. Pero sin la participación de éste. De este modo el país estaba dirigido por un reducido número de personas y el rey gobernaba prácticamente sin intermediarios y sin tener que responder de sus actuaciones. Las medidas gubernamentales alcanzaban desde las esferas políticas y económicas a las religiosas, sociales y educativas. Esquilache y el arquitecto italiano Sabatini fueron los encargados de hacer de Madrid una ciudad limpia, y a la altura de las grandes capitales europeas. Se instalaron farolas de aceite, se empedraron las calles, se implantó la evacuación de basuras, se potenció el alcantarillado. También se diseñaron paseos y se levantaron numerosos edificios y monumentos públicos. Aunque a menor escala esta política se extendió también a otras ciudades. Para conseguir el dinero necesario Esquilache potenció el rescate de rentas y propiedades enajenadas anteriormente y lo más importante inició una persecución de los fraudes que solían hacer al fisco las clases altas aprovechando sus privilegios. La jerarquía eclesiástica y la alta nobleza, muy poderosa, iniciaron una campaña de desprestigio contra Esquilache, que, al coincidir con una época de malas cosechas, se sumó a ella la clase popular. Se había liberado el precio de los cereales, lo que favoreció la especulación, el alza de precio y por tanto el descontento popular. Finalmente, con la excusa de un bando poco importante que prohibía el sombrero de ala ancha y la larga capa castellana, porque favorecían la delincuencia, fue el detonante, manipulado, para el Motín que dio como resultado el exilio del ministro, y otras medidas de carácter económico. Luego se inició una investigación para averiguar los verdaderos promotores de la revuelta y desde el principio la animadversión que tenían contra la Compañía de Jesús hizo que los investigadores les señalaran como los instigadores de los motines. Ya Portugal y Francia habían decretado la expulsión de la Orden y eran una idea de los ilustrados europeos. Incluso dentro de la propia Iglesia. Los Jesuitas eran un grupo de presión contra Carlos III, por lo que fueran o no los culpables firmó la ley de expulsión y la confiscación de todos sus bienes. Unos dos mil de España y otro tanto de América fueron embarcados hacia Roma. Años después estos gobiernos consiguieron del papa la disolución de la Orden en 1773. La Iglesia era un estamento de mucho poder y la política de Carlos III no pretendía combatir a la Iglesia, pero no mantener un estado dentro de otro estado. El enfrentamiento en nuevos conflictos bélicos hacía necesaria la recaudación. Se creó la Lotería Nacional, se emitió deuda pública. Las dificultades con las comunicaciones con América a causa de la guerra con Inglaterra, impedía la recaudación y la llegada de productos. En el interior una mala red de comunicaciones dificultaba la distribución. Se construyeron caminos y canales (de riego y navegables como los de Aragón y Tauste y el Canal de Castilla). La política internacional española se centraba fundamentalmente en la defensa de los territorios americanos. Los intereses de la Europa central hace tiempo que habían desaparecido. Entre 1754 y 1763 se libró la llamada “Guerra de los Siete años”, que estaban implicados la mayoría de las potencias de Europa, aunque España se incorporó en 1761. Afectó también a Norteamérica, Centroamérica, parte de África, y Filipinas. Pero los principales contendientes fueron Inglaterra y Francia. Carlos III se ofreció como mediador, pero no fue atendido por Inglaterra que, al contrario, aumento sus ataques a buques y posesiones españolas en América. Esto hacía peligrar la seguridad del Virreinato de Nueva España en México. En tal estado de cosas se llegó a una alianza Hispanofrancesa, el Tercer Pacto de Familia (1761), lo que supuso aliarse con el bando perdedor. Al finalizar la guerra Francia lo había perdido todo en América, mientras que España mantenía intacto su Imperio. A raíz de la sublevación de las trece colonias inglesas en el norte de América desde 1763 existía con Inglaterra una paz tensa. Invadieron las islas Malvinas, que con el tiempo abandonaron. La ayuda española al principio era la excusa para lograr Menorca y Gibraltar, en manos inglesas, a cambio de neutralidad. Segura de su superioridad naval, Londres rechazó la oferta y a través del Pacto de Familia se entró en la guerra con la invasión de Florida y Honduras. Pero el asedio a Inglaterra dificultó las maniobras navales inglesas y favoreció el abastecimiento de los independentistas americanos y ayudó a su victoria. España recuperó Manila y La Habana y devolvió Sacramento a Portugal. Derrotada militarmente Inglaterra en Norteamérica, e imposibilitada de cualquier movimiento en Europa, un vertiginoso ascenso de la revolución industrial a causa del bloqueo del Canal se vio obligada en 1783 a concertar, la Paz de Versalles. Inglaterra reconoció la independencia de los Estados Unidos y devolvió a España algunos territorios salvo Gibraltar. España consiguió logros y enjugaron las pérdidas, sin embargo, produjo profundas perturbaciones en el comercio con América y la independencia estadounidense influyó poco a poco en los ilustrados americanos, lo que tres décadas después comenzó el proceso de emancipación de los virreinatos americanos. Cincuenta años de reinado, entre Nápoles y España, son muchos años de trabajo arduo y Carlos III, aunque estaba al tanto de los asuntos importantes fue lentamente retirándose. Estaba viudo, sus hermanos habían muerto salvo Luis, cuyas relaciones eran pocas. Con su hijo Carlos, el futuro heredero, su trato no era muy interesante de los que debía ser. El invierno de 1788 iba a ser el último para Carlos y para la Ilustración en España. El 14 de diciembre de 1788, falleció sin estar senil. Al morir Carlos III se terminaron las reformas de la Ilustración en España, y al año siguiente estallaría la Revolución Francesa, lo que marcaría sin duda el reinado de su hijo, Carlos IV, marcando una etapa diferente.

lunes, 18 de marzo de 2019

ESPAÑA EDAD MODERNA- 28- LA ILUSTRACIÓN (1)

En la década de 1740 España no participó en las batallas del centro de Europa que tenían Inglaterra y Austria contra Sajonia y Baviera, que tenían la ayuda de Francia y España, dado por el Pacto de Familia. La condición española era no firmar la paz con Inglaterra si no se conseguía Menorca y Gibraltar. Francia finalmente incumplió el pacto firmando la paz en 1748, sin mencionar siquiera esos territorios arrebatados a España. Pero Felipe V había fallecido antes, en 1746 y le sucedió su hijo Fernando VI. Sabemos que Felipe V se había casado en segundas nupcias con Isabel de Farnesio, una arpía. La cosa se afianzó más con el nuevo rey, Fernando VI, hijo de Felipe de su primera mujer. FERNANDO VI - - -
“Paz con todos, guerra con ninguno”, ese fue su lema. A pesar de lo negativo de las condiciones apostó por la terminación de la guerra en que España estaba metida y en la neutralidad. Nombró ministros competentes, gente capaz, ilustrada, con ganas de trabajar y visión de futuro, que pese a las contradicciones y vaivenes del poder y la política hizo de nuestro siglo XVIII, posiblemente, el más esperanzador de la dolorosa historia de España. Destacó José de Carvajal, el marqués de la Ensenada (Zenón de Somodevilla). En aquella primera media centuria se favoreció las ciencias y las artes, se creó una marina moderna y competente, y bajo protección real y estatal se fundaron las academias de la Lengua, de Medicina y la Biblioteca Nacional. El marqués de la Ensenada resultó un fuera de serie: culto, competente, activo, prototipo del ministro ilustrado, que mantuvo contacto con los más destacados científicos y filósofos europeos, fomentó la agricultura nacional, abrió canales de riego, perfeccionó los transportes y comunicaciones, restauró la Real Armada y protegió cuanto tenía que ver con las artes y las ciencias. Negociador del Concordato con la Santa Sede en 1753 que limitó el dinero que se enviaba anualmente a Roma y permitió la designación por parte del rey de la más importante clerecía. Fue uno de esos grandes hombres, con los que los españoles tenemos una deuda inmensa y del que, por supuesto, para no faltar a la costumbre, ningún escolar español conoce hoy el nombre. Pero todos esos triunfos y avances tuvieron su resistencia, el interior fue el sector más reaccionario de la Iglesia que veía la Ilustración como quién ve a Satanás. El exterior, como no, Inglaterra, el peor y más vil enemigo que tuvimos durante todo el siglo XVIII. Ya hablaremos de los hijos de la Gran Bretaña.
Estatua de Fernando VI Escultura de Giovanni Domenico Olivieri Siglo XVIII Plaza de la Villa de Paris, en Madrid. - Fernando VI fue un hombre que buscó la paz y el progreso para España, siempre con las amenazas conspiratorias de su malvada madrastra la de Farnesio a la cual desterró a La Granja de San Ildefonso. Europa estaba en la época de la ilustración y modernidad, mientras España sacaba poco a poco la cabeza del agujero, se creaban sociedades económicas de amigos del país y la ciencia, la cultura y el progreso se ponían de moda. Pero había adversarios, los de siempre, que no querían perder sus prebendas, así como así, los sectores ultraconservadores de la iglesia católica, que llevaban siglos montados en la burra. Por lo que, desde púlpitos y confesonarios, los sectores radicales de la institución procuraban desacreditar la impía modernidad reservándola todas las penas del infierno. Pero también había entre la clase eclesiástica gente con ideas avanzadas. El problema era que la ciencia, les desmontaba dogmas y consignas para ellos irrefutables. Reacios a perder su influencia, seguían defendiéndose como gatos panza arriba. En otros países como Inglaterra y Francia los hombres de ciencia gozaban de atención y respeto, pero España en eso era diferente, la Inquisición podía caerles encima si pretendían basarse en la experiencia científica antes que en los dogmas de fe. Por ejemplo, sucedió la barbaridad de Jorge Juan y Ulloa, los dos marinos científicos más brillantes de su tiempo, a la vuelta de medir el grado del meridiano en América tuvieron que autocensurarse en algunas conclusiones para no contradecir a los teólogos. Y así llegó a darse la circunstancia siniestra de que en algunos libros de ciencia figurase la pintoresca advertencia: “Pese a que esto parece demostrado, no debe creerse por oponerse a la doctrina católica”. Ésa, entre otras, fue la razón por la que mientras otros tuvieron a Newton, Voltaire, Rousseau o D´Alembert, y en Francia tuvieron la Encyclopédie, aquí lo más que tuvimos fue el Diccionario crítico universal del padre Feijoo, por si nos señalaban teólogos y moralistas que dominaban las universidades y los púlpitos No obstante, también hubo hombres doctos y valientes, y dignos eclesiásticos que dieron en la correcta dirección pese a las trabas y peligros; como cuando el Gobierno decidió implantar la física newtoniana en las universidades y la mayor parte de los rectores y catedráticos se opusieron a esa iniciativa, o cuando el Consejo de Castilla encargó al capuchino Villalpando que incorporase las novedades científicas a la Universidad, y los nuevos textos fueron rechazados por los docentes. Es increíble que pudo iniciarse una red de correspondencia y libros que circulaban en la cultura europea, para traer a España a obreros especializados, inventores, ingenieros, profesores y sabios de prestigio. La otra era irse a estudiar o de viaje al extranjero, recorrer las principales capitales de Europa donde cuajaban las ciencias y el progreso, y regresar con ideas nuevas y a ver si se podían aplicar. Pero eso era para unos pocos. El pueblo llano, seguía siendo una sociedad inculta, ajena al cambio de los tiempos y por un lado seguía la España apegada a la tradición y al trono. Al altar y a las esencias patrias desechando que lo cortés no quita lo valiente, o sea que se puede ser muy español y a la vez pertenecer a la vanguardia de las ideas y la cultura. De todo hubo. El rey Fernando VI en sus 13 años de reinado, intentó siempre por todos los medios mantener la neutralidad de España en los conflictos entre Francia e Inglaterra que intentaron su implicación, primero Francia conquistó Menorca a los ingleses y la ofreció a España a cambio de su alianza, más tarde Inglaterra ofreció Gibraltar a cambio de su alianza contra Francia, Fernando VI había visto tantas guerras innecesarias, provocadas por las ambiciones de su madrastra, que evito su implicación en cualquiera por muy bien que le sirviesen las propuestas. Fernando sufría, como su padre, crisis de melancolía, carácter indolente y una esposa a la que idolatraba, Barbara de Braganza. Cuando ella murió, en 1758, Fernando se volvió tremendamente melancólico, (con lo cual le quedó el mote) permaneciendo encerrado en Villaviciosa de Odón (Madrid), donde paso a sumirse en profunda locura. Un año entero en que Isabel de Farnesio volvió de su destierro y despachaba cartas a su hijo, Carlos, rey de Nápoles, informándole de su pronta coronación en España. La administración quedo paralizada en una España sin rey, pese a lo cual la monarquía siguió funcionando gracias al impulso acumulado en años anteriores hasta que llegó de Nápoles su hermanastro Carlos, el futuro Carlos III, para hacerse cargo del trono español tras el fallecimiento de Fernando VI, el 10 de agosto de 1759.

viernes, 15 de marzo de 2019

EDAD MODERNA -27- LUIS I DE ESPAÑA

Luis I de España, nació en Madrid, el 25 de agosto de 1707 y fue rey de España desde el 15 de enero de 1724 hasta su muerte el 31 de agosto de 1724 Hijo primogénito de Felipe V y de su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya. Por entonces la Guerra de Sucesión (1702-1713) entraba en una fase especialmente dura y adversa para la causa borbónica, que empezaría a recuperar el terreno perdido a finales de 1710. El 7 de junio de 1712 nacía el tercer hijo del matrimonio, al que se le dio el nombre de Felipe y un año después, el 23 de septiembre de 1713, venía al mundo el cuarto descendiente de la regia unión, bautizado como Fernando, pero desde su alumbramiento, la Reina no recuperó la salud y murió el 14 de febrero del año siguiente. Felipe V se sumió en un estado de postración serio de melancolía, a causa de la defunción de su esposa por una tuberculosis. Por su parte, Luis, ya príncipe de Asturias, iba creciendo. El mismo día que cumplió siete años tenía lugar la firma de las capitulaciones matrimoniales de su padre con la que sería su segunda esposa, Isabel de Farnesio, cuya llegada a Madrid supuso un cambio en el círculo personal y palatino del Rey, con la aparición de un nuevo elemento en las inmediaciones del poder, el cardenal Julio Alberoni, que pondría especial énfasis en la recomendación a la nueva Soberana de que tratara con toda deferencia y consideración a los hijos del primer matrimonio de su marido, especialmente a Luis, de cuya educación se lamentaba. Luis acompañó a su padre en los desplazamientos de la Corte a los Sitios Reales, participando activamente en las cacerías de su padre —circunstancia severamente criticada entre las gentes, pese a no tener más de nueve años. Isabel de Farnesio y Alberoni, eran celosos de cualquier personalidad que pudiera tener una importancia que a ellos les hiciera sombra. El futuro Rey era extremadamente tímido, con poca salud, maltratado por la nueva Reina y abandonado. En 1717, la salud de Felipe V se quebrantó tanto que dio pie a intrigas y maquinaciones. Pero las intrigas no pasaron a mayores, pese a que la enfermedad real perduró todo el año y los primeros meses del siguiente, paralelamente a las maquinaciones de Alberoni en el plano internacional, a las que Luis era completamente ajeno, limitándose a acompañar a su padre a la campaña de 1719, otra decepción más para Felipe V, que tuvo de buscar la paz sacrificando a Alberoni y adhiriéndose a la Cuádruple Alianza el 17 de febrero de 1720. Por aquellas fechas, según algunos testimonios, Felipe V ya había decidido “abandonar la corona y retirarse del mundo para pensar únicamente en su salvación y en servir a Dios”, cediendo la Corona voluntariamente a su hijo Luis.
El príncipe Luis había adquirido resistencia y agilidad como consecuencia de la vida de ejercicio al aire libre que hacía acompañando a su padre, unas condiciones físicas que evidenciaba en las demás actividades que practicaba (equitación, caza, baile y juegos del mallo y de la pelota, por los que sentían gran atracción) y que le habían dado un aspecto sano y saludable y una figura alta, delgada y delicada. En septiembre de 1721 se hizo público en la capital francesa el compromiso matrimonial de Luisa Isabel de Orleans, con el heredero español. Ya en la capital, se descubrieron signos inquietantes sobre la salud de la princesa recién llegada, pues padecía una erisipela. Luis y su esposa recibieron con agrado el traslado de la Familia Real al palacio del Buen Retiro, pues les permitía salir a pasear por sus grandes jardines. Luis se debilitaba, adelgazando y palideciendo, sin fuerzas para soportar las fatigas de la caza, sin mayores preocupaciones por formarse y prepararse para las altas tareas que le esperaban. Felipe V, sorprendió a todos el 10 de enero de 1724 al abdicar a favor de su hijo primogénito, decisión que comunicó al Consejo de Castilla y que sólo había anticipado a Isabel de Farnesio, a su confesor y a su primogénito. Una decisión que se ha explicado de diversas formas, siendo la más difundida la de situarse en condiciones de ocupar el trono de Francia llegado el caso. Luis se convirtió así en Rey, siendo conocido como el Bien Amado y accediendo al trono sin que las Cortes fueran convocadas, si bien su popularidad entre el pueblo era indiscutible e incuestionable. Se creó por Felipe V una especie de junta o gabinete para asesorarle. Creada con hombres de su confianza, antes de retirarse con Isabel de Farnesio y el marqués de Grimaldo al palacio de San Ildefonso en La Granja. De esta forma, Felipe V pudo seguir controlando el gobierno, sin ninguna opción para su hijo, que consultaba todos los asuntos y decisiones con sus progenitores, pues su ignorancia política era completa, ya que carecía totalmente de experiencia en este sentido. Por lo que, en realidad, no hubo ninguna modificación ni cambio en la política española. Luis I y su esposa se trasladaron desde El Escorial a Madrid, donde realizaron la entrada en medio de una gran acogida popular. Al día siguiente, 8 de febrero, acudieron a la basílica de Atocha. Un día después, el 9, fue proclamado como Luis I. Llegó a Madrid, enviado por el duque de Borbón, el primer ministro de Luis XV, en una misión que tenía como objetivo lograr que Felipe V se declarara heredero de la Corona francesa, con ello se quería evitar que el Rey moría sin sucesión, la Corona francesa fuera a parar a un miembro de la familia de Orleans, de la que era enemigo declarado. La misión resultó infructuosa. Por lo demás, Luis I, tenía un carácter triste por la prematura muerte de su madre y que ahora se acentuaba a consecuencia de los disgustos que le proporcionaba la conducta desordenada y extravagante de su esposa. Los caprichos de la joven Reina llegaron al extremo de que su marido la apartó durante seis días del Buen Retiro, encerrándola en una estancia del Alcázar. En agosto, el Rey enfermó de viruelas, dolencia de la que no pudo recuperarse, durante la cual su esposa le prodigó todo tipo de cuidados, contagiándose también ella. El día 31 de agosto de 1724, moría Luis I, siete meses y medio después de empezar a reinar y a los diecisiete años. En un acto de una cuestionada legitimidad, tras consulta al Consejo de Castilla y a una junta de teólogos, Felipe V volvió a recuperar el trono de España.

miércoles, 13 de marzo de 2019

ESPAÑA EDAD MODERNA -26- felipe V (final)

EL REINADO MÁS LARGO Ya se había terminado la Guerra de Sucesión y se firmó el Tratado de Utrech. Felipe de Anjou obtiene el reconocimiento como rey de España y de las Indias como Felipe V. Las tropas austriacas se marchan del principado de Cataluña en junio de 1713. A partir de ahí comienza una guerra que se prolongó durante casi catorce meses, concentrada en Barcelona y Cardona. Las autoridades de Barcelona finalmente se rinden a las tropas de Felipe el 11 de septiembre de 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron el 11 de julio de 1715. Cataluña era un territorio con algunas instituciones propias, como en cualquier otro lugar de la Europa del Antiguo Régimen, y parte constituyente de la Corona de Aragón, es decir, de España. Pero la guerra no se trataba de un conflicto entre castellanos y catalanes, sino entre partidarios de dos candidatos al trono de España. No es cierto que Felipe V incorporara Cataluña a Castilla, sino que uniformizó legislaciones y centralizó el gobierno, fenómeno general en toda la Europa de aquel tiempo, lo que también conllevó grandes cambios en la vieja planta castellana. Muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas y en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. Las cortes catalanas habían jurado por rey a Felipe V en 1702, tres años antes de hacer lo propio con el Archiduque Carlos tras el desembarco angloholandés en Barcelona. No combatieron en el sitio a Barcelona de 1714 catalanes contra castellanos, pues hubo castellanos defendiendo Barcelona del mismo modo que el ejército de Felipe V contó con miles de voluntarios catalanes. Los catalanes partidarios de Carlos de Habsburgo no eran separatistas, al contrario, presumieron de ser los más españoles. Por entonces no existía el derecho individual de cada uno para elegir en cada ocasión en qué bando luchar. Hubo súbditos de Felipe que, por decisión propia, se convirtieron ante él en reos de Lesa Majestad al haberse puesto de parte de los que querían arrebatarle la corona. Y fueron castigados conforme a los estándares europeos de aquel siglo XVIII. Las instrucciones precisas de Felipe V sobre el trato que debía dar a los resistentes cuando la ciudad cayera, en las que se decía que «se merecen ser sometidos al máximo rigor según las leyes de la guerra para que sirva de ejemplo para todos mis otros súbditos que, a semejanza suya, persisten en la rebelión». Así como el rey castigó la deslealtad, premió la lealtad de diversos modos. Por ejemplo, Cervera (Lérida) fue agraciada con la única universidad autorizada en Cataluña, y el escudo de Murcia recibió un león coronado que sujeta una flor de lis y un lema laudatorio, en reconocimiento del apoyo que había prestado al rey. Honores similares fueron concedidos a otras localidades españolas. El rey estaba casado con su prima María Luisa de Saboya, pero ésta murió en febrero de 1714, dejando cuatro hijos, el mayor Luis sería el futuro rey Luis I. Felipe V se casó en diciembre del mismo año con Isabel de Farnesio, una aristócrata italiana que le dio siete hijos, entre ellos a Carlos que sería rey como Carlos III. Felipe V en el tema cultural fue un buen rey. Bajo su gobierno la arquitectura brilló con luz propia. Ordenó la construcción del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, realmente un pequeño Versalles. Tapices, escultura, pinturas, etc. adornaron el palacio. Tras el incendio del Acazar de Madrid, ordenó la construcción de maravilloso Palacio Real. También reformó y amplió el palacio de Aranjuez. Se preocupó en la fundación de la Real Academia española, (futura de la Lengua), la Real Academia de la Historia, la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Reformó la industria naval con la creación de astilleros y la fabricación de nuevas embarcaciones. Se mejoró el sistema fiscal. También se aumentaron los impuestos y se crearon aduanas, encargadas de recaudar los impuestos del comercio interior y exterior. Retrato de la Familia de Felipe V, por Louis-Michel van Loo (c. 1743). Museo del Prado
La educación también fue reformada. La enseñanza primaria siguió en manos de la iglesia. Pero la educación universitaria fue reformada a fondo. Se crearon colegios mayores, que eran administrados por el Estado, como el Colegio de Minería; en ellos se implantó el sistema de provisión de becas. Las academias científicas completaron las reformas en este campo. Felipe V también tenía lo suyo. En octubre de 1717 sufrió un ataque de histeria cuando salió a cabalgar: creía que el sol le atacaba. El carácter del Rey siempre había oscilado con rapidez de la euforia a la depresión. A partir de entonces, el Rey no era un ser normal. No se dejaba cortar por nadie el cabello ni las uñas. Así, las uñas de los pies le crecieron tanto que llegó un momento que ya no podía ni andar. Creía que no tenía brazos ni piernas. Y que era una rana. Abdicó en su hijo Luis I, el 25 de enero de 1724. Nos salió golfo y putero pero por suerte murió pronto, a los 18 años reinando menos de un año. Felipe V volvió a reinar de modo más bien nominal, pues la que se hizo cargo del cotarro fue su esposa, la reina Isabel de Farnesio, que hacía lo que le salía del mismísimo, apoyada en dos favoritos que fueron, sucesivamente, el cardenal Alberoni y el barón de Riperdá. Todo podía haberse ido otra vez con mucha facilidad al carajo, pero esta vez hubo suerte porque los tiempos habían cambiado. Europa se movía despacio hacia la razón y el futuro. La resistencia de los sectores más cerriles de la Iglesia y la aristocracia española no podían retener la entrada de ideas. Había nuevas aires por Europa. Con Felipe V España estuvo en varios conflictos de los que no sacó malamente, pero en el interior las cosas acabaron mejorando mucho, o empezaron a hacerlo, en aquella primera mitad del siglo XVIII donde por primera vez en España se separaron religión y justicia, y se diferenció entre pecado y delito. Y aquel país reducido a seis millones de habitantes, con una quinta parte de mendigos y otra de frailes, monjas, hidalgos, rentistas y holgazanes, la hacienda en bancarrota y el prestigio internacional por los suelos, empezó despacio a levantar la cabeza. Felipe V murió la noche del 9 de julio de 1746, siendo el reinado más largo de España.

lunes, 11 de marzo de 2019

ESPAÑA EN LA EDAD MODERNA -25-

Cataluña continúa la guerra - - A la muerte del emperador José I a quien sucede su hijo, el archiduque Carlos de Habsburgo, que sin renunciar al trono español hizo que la posibilidad de un emperador al estilo de aquel Carlos V de dos siglos antes, abrieran los temores de Europa y sobre todo Inglaterra. Era preferible que reinara el francés Felipe de Anjou en España. Por lo tanto, esto nos lleva al 11 de abril de 1713 en que se firmaba en Utrecht el primer tratado entre Francia, Gran Bretaña, Prusia, Portugal, el ducado de Saboya y las Provincias Unidas (aproximadamente la actual Bélgica). Como se ve, España queda excluida de este primer acuerdo. Bueno ya hemos hablado en el capítulo anterior de las condiciones, negativas para España, de este tratado. Sólo recordar la pérdida negociada de Gibraltar. Las tropas austriacas se marchan del principado de Cataluña en junio de 1713. A partir de ahí comienza una guerra que se prolongó durante casi catorce meses, concentrada en Barcelona y Cardona. El punto de inflexión será cuando las tropas felipistas rompan el sitio de Barcelona el de 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron diez meses más tarde, el 11 de julio de 1715. Carlos de Habsburgo, se había marchado el 27 de septiembre de 1711 abandonando Barcelona para ser coronado emperador con el nombre de Carlos VI, pero había dejado a su mujer para determinar su influencia todavía. Recién el 19 de marzo de 1713 abandonaba Barcelona con toda solemnidad la emperatriz Isabel Cristina de Brunswick habiendo nombrado cuatro días antes capitán general de Cataluña a Starhenberg. Retiradas las tropas inglesas, las Cortes catalanas debían decidir si se entregaban a Felipe V, tal como habían pactado una semana antes los representantes imperiales y borbónicos en el Convenio de Hospitalet. La Diputación de Cataluña proclamó la resistencia. Pero la nobleza se opuso prestando obediencia a Felipe V. También el clero y las ciudades de Vich y Valls. Batalla de Almansa. Batalla de Almansa, por Ricardo Balaca. Siglo XIX.
No están del todo claras las razones para continuar la lucha contra el Borbón. La temporal unión con Francia no traía buen recuerdo. La postura antifelipista no tenía ningún sentimiento separatista a tenor de que habían luchado a favor del otro candidato, a Carlos de Habsbugo incluso lo habían hecho jurar antes las Cortes y proclamado como Carlos III para el conjunto del país. Se editó un folleto en el que se justificó seguir la lucha, no por defender la secesión sino un estado federal y por la lucha de la libertad de España. Felipe V sitió Barcelona a finales de julio de 1713, en las luchas por ambos bandos se cometieron atrocidades, quemados, torturados, etc. En abril de 1714 comenzó el bombardeo de Barcelona por la artillería borbónica que no pararía hasta su rendición, que se produciría el 11 de septiembre de 1714. Pero aquí es necesario aclarar unos puntos. Los Decretos de Nueva Planta que instauró Felipe V, (entre 1707 y 1716), por los cuales quedaron abolidas las leyes e instituciones propias del Reino de Valencia y del Reino de Aragón en junio de 1707, del Reino de Mallorca en noviembre de 1715 y del Principado de Cataluña, tiempo después en enero de 1716. Todos integrantes de la Corona de Aragón que se habían decantado por el archiduque Carlos. Estos decretos también fueron aplicados a la organización jurídica y administrativa de la Corona de Castilla. Cataluña nunca fue un estado soberano, y en 1714 era una región un con algunas instituciones propias, como en cualquier otro lugar de la Europa del Antiguo Régimen, y parte constituyente de la Corona de Aragón. No se trataba de una guerra entre castellanos y catalanes, sino entre partidarios de dos candidatos al trono de España. Felipe V no incorpora a Cataluña a Castilla, sino que uniformó legislaciones y centralizó el gobierno, fenómeno general en toda la Europa de aquel tiempo. No todos los catalanes eran austracistas ni todos los castellanos borbónicos. Muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas y en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. Cataluña no fue partidaria de Carlos desde el primer momento, pues las cortes catalanas juraron por rey a Felipe V en 1702, tres años antes de hacer lo propio con el Archiduque Carlos tras el desembarco anglo-holandés en Barcelona. El 11 de septiembre de 1714 hubo castellanos defendiendo Barcelona del mismo modo que el ejército de Felipe V contó con miles de voluntarios catalanes. Los catalanes austracistas no eran separatistas, sino al contrario. Durante el sitio de Barcelona por las tropas de Felipe V, todos, sitiadores y sitiados, ven claramente que la ciudad tiene los días contados porque el asedio es poderoso y los límites de la resistencia de los defensores están a punto de alcanzarse. Por ello, sus propias autoridades lanzan un último llamamiento a los defensores y demás habitantes de Barcelona para que acudan a las murallas rotas para el esfuerzo final. Pero al poner un plazo para ello y la condición de que aparezcan fuerzas suficientes para continuar la lucha, están revelando que lo que desean es agotar la última posibilidad y llegar a negociaciones sobre los términos de la rendición. Proclaman sus deseos con un escrito que finaliza así. “Derramar su sangre por su rey y por la libertad de toda España. Dado en la Casa de la Excelentísima Ciudad residente en el portal de San Antonio, estando presentes los citados Excelentísimos señores y personas asociadas, a 11 de septiembre, a las 3 de la tarde, de 1714.” Lo que ahora se festeja como “Diada” Por entonces no existía el derecho individual de cada uno para elegir en cada ocasión en qué bando luchar. Por lo tanto, hubo súbditos de Felipe V que, por decisión propia, se convirtieron ante él, en reos de Lesa Majestad al haberse puesto de parte de los que querían arrebatarle la corona. Y fueron castigados conforme a los estándares europeos de aquel siglo XVIII. Así como el rey castigó la deslealtad, premió la lealtad de diversos modos. Por ejemplo, Cervera (Lérida) fue agraciada con la única universidad autorizada en Cataluña, y el escudo de Murcia recibió un león coronado que sujeta una flor de lis y un lema laudatorio, en reconocimiento del apoyo que había prestado al rey. Honores similares fueron concedidos a otras localidades españolas. Como se suele decir, “Después de un incendio, no se dejan rescoldos”. Y eso ha pasado siempre después de una guerra. Pero, como dijimos durante la guerra Felipe V, en 1707 había promulgado los “Decretos de Nueva Planta”. Solo las Provincias Vascongadas y Navarra, así como el Valle de Arán, conservaron sus fueros e instituciones forales tradicionales por su demostrada fidelidad al nuevo rey durante la Guerra de Sucesión. Este es el momento en que diversos autores señalan como el nacimiento de la Nación Española (La Promulgación de Los Decretos de Nueva Planta) en el sentido que ahora se le da, si bien con una monarquía absolutista, que era lo que imperaba en Europa en aquella época.

sábado, 9 de marzo de 2019

ESPAÑA EDAD MODERNA -24- Felipe V

GUERRA DE SUCESIÓN El 10 de octubre de 105 Carlos III de Habsburgo, el Archiduque, juraba en Valencia los Fueros y quedaba asimismo consagrado como monarca del Reino de Valencia. En el resto de los frentes europeos los borbónicos eran derrotados en la batalla de Ramillies, en mayo de 1706, y 15000 soldados eran hechos prisioneros, con lo cual el ya duque de Marlborough tomaba casi todos los Países Bajos españoles, y en Italia el duque de Saboya toma Milán y conquistaba para el archiduque Carlos el reino de Nápoles. El 25 de abril de 1707 se produjo la batalla de Almansa, (localidad entre Valencia y Alicante). Las tropas de Felipe V derrotaron a las del archiduque Carlos. La consecuencia es que el Reino de Valencia fue ocupado y las leyes e instituciones propias del Reino de Valencia y del Reino de Aragón el 29 de junio de 1707 quedaron abolidos tras la publicación de los Decretos de Nueva Planta. ----- Después de los Decretos de Nueva Planta
En 1710 Carlos volvió a intentar ocupar Madrid por segunda vez. Victorias en Almenar y en Zaragoza el reino de Aragón pasó a manos austracistas y Carlos III cumplió su promesa y restableció los fueros de Aragón, abolidos por el Decreto de Nueva Planta de 1707. Finalmente se produjo la segunda entrada en Madrid del Archiduque Carlos el 28 de septiembre, Felipe V y su corte no les quedaba otra que pirarse a Valladolid aunque sólo permanecería allí un mes. Casi al mismo tiempo se organizó una expedición marítima en Barcelona para reconquistar el reino de Valencia, en las que se enrolaron mil catalanes y mil valencianos austracistas que se habían refugiado allí tras la conquista borbónica de su reino, pero la empresa fracasó. «Esta ciudad es un desierto» dijo Carlos cuando entró en Madrid por segunda vez. Mientras Felipe V al estilo de los Reyes Católicos, volvió a entrar por tercera vez en Madrid el 3 de diciembre, en medio de un clamor estruendoso. Vendôme comentaría: “Jamás vi tal lealtad del pueblo con su rey”. Sin mediar batalla alguna el archiduque Carlos se había retirado del hostil y frío terreno castellano. Sus tropas saquearon iglesias en la retirada, lo que les granjeó el odio del pueblo. Felipe V salió con sus tropas sin perder tiempo en pos del ejército austracista, que había cometido el error de dividir sus fuerzas en la Alcarria. Aquí pasó una gilipollez militar. Se refugiaron en Brihuega, que es una población situada en una zona baja, rodeada de terrenos altos. El ejército borbónico no vaciló en colocar piezas de artillería en las alturas circundantes y bombardear la ciudad para desencadenar después un asalto, dando así inicio la batalla de Brihuega. Al cabo de unas horas, capituló y la plaza fue tomada junto con 4000 prisioneros. Otra victoria en Villaviciosa hizo evidente una cosa: el pueblo castellano colaboraba con entrega casi pasional con el rey borbónico. La Gran Alianza de La Haya entendió que aunque ganasen la guerra nunca ganarían al pueblo que nunca lo aceptarían. El 17 de abril de 1711 murió el emperador José I de Habsburgo, siendo su sucesor su hermano el archiduque Carlos. Tres días antes había fallecido Luis de Francia, apodado el «Gran Delfín» y padre de Felipe V. Estos decesos dieron un giro a la situación. La posible unión de España con Austria en la persona del archiduque podía ser más peligrosa que la unión España-Francia: suponía la reaparición del bloque hispano-alemán que tan perjudicial había sido a los otros países en los tiempos del emperador Carlos V. Los demás estados europeos, y sobre todo Inglaterra, aceleraron las negociaciones de cara a una posible paz cuanto antes, ahora que la situación les era conveniente, y comenzaron a ver las ventajas de reconocer a Felipe V como rey español. Al final, la España borbónica y su aliada Francia ganaron la guerra; pero éramos ya tal piltrafa militar y diplomática que hasta los vencidos ganaron más que nosotros, y la victoria de Felipe V nos costó un huevo de la cara. Con la paz de Utrech, todos se beneficiaron menos España. Resumiendo la historia de Carlos III, que así lo llamaban en Cataluña, había desembarcado en España en 1705 y permaneció durante seis años, sólo pudiendo ejercer su gobierno en Cataluña, hasta que en 1711 la muerte de su hermano, José I, lo hizo regresar a Viena para asumir la corona del Sacro Imperio Romano. Abandonaba así, realmente derrotado, sus pretensiones de reinar en España. Con lo que nos abocamos al Tratado de Utrech. Por terminar la odisea de la que temían los RR CC y que desgraciadamente se cumplió, con la bajada de pantalones de nuestros gobernantes de entonces y la rapiña histórica que caracterizó siempre a Gran Bretaña. El pacto del rey francés Luis XIV con Inglaterra se produjo en secreto. Inglaterra se comprometía a reconocer a Felipe V como rey de España a cambio de conservar Gibraltar y Menorca y ventajas comerciales en Hispanoamérica. Las conversaciones formales se abrieron en Utrecht en enero de 1712, sin que los representantes españoles pudieran asistir con la excusa de la documentación necesaria que requerían los extranjeros. El 11 de abril de 1713 se firmaba en Utrecht el primer tratado entre Francia, Gran Bretaña, Prusia, Portugal, el ducado de Saboya y las Provincias Unidas (aproximadamente la actual Bélgica). Como se ve, España queda excluida de este primer acuerdo. En tanto que es el botín principal que se disponen a despojar y repartirse las potencias beligerantes, Inglaterra le reserva un tratamiento especial y aislado. Tres meses después, los representantes de Felipe V, retenidos en París casi un año para que no interfirieran en las negociaciones entre Francia e Inglaterra, con la excusa de que necesitaban un pasaporte para ir a Utrecht, se incorporaban al acuerdo con la firma del tratado entre Gran Bretaña y España. Merced a ese acuerdo, Gran Bretaña recibía Gibraltar y Menorca, así como amplias ventajas comerciales en el imperio español, haciéndose con el monopolio del asiento de negros, es decir, la trata de esclavos. Pero además nos quedaron graves flecos internos, resumibles en la cuestión catalana. Durante la guerra, los de allí se habían declarado a favor del archiduque Carlos. Felipe V en 1707 había promulgado los “Decretos de Nueva Planta”. Conjunto de decretos por los cuales quedaron abolidas las leyes e instituciones propias de la Corona de Aragón, es decir, del Reino de Valencia, del Reino de Aragón, del Principado de Cataluña y del Reino de Mallorca, terminando de esta forma la estructura compuesta y mantenida por la monarquía de los Austrias. También fue aplicada a la organización jurídica y administrativa de la Corona de Castilla, es decir los antiguos reinos de Navarra, Castilla, León, Asturias y Galicia. Solo las Provincias Vascongadas y Navarra, así como el Valle de Arán, conservaron sus fueros e instituciones forales tradicionales por su demostrada fidelidad al nuevo rey durante la Guerra de Sucesión Española. Felipe V promulgó una variante de la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres y a sus descendientes. Solo podrían heredar el trono de no haber herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos), con lo que se pretendía bloquear el acceso de dinastías extranjeras al trono español. Se establece el castellano como la lengua oficial del estado. Aparece el catastro. Se disminuye el poder de la Iglesia. Las tropas austriacas se marchan del principado de Cataluña en junio de 1713. A partir de ahí comienza una guerra que se prolongó durante casi catorce meses, concentrada en Barcelona y Cardona. El punto de inflexión será cuando las tropas felipistas rompan el sitio de Barcelona el de 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron diez meses más tarde, el 11 de julio de 1715.

miércoles, 6 de marzo de 2019

ESPAÑA EDAD MODERNA-23- GUERRA DE SUCESIÓN

FELIPE V - - - Ya en su testamento la reina Isabel I, la católica, había recomendado nunca perder la soberanía de Gibraltar. Una visión con 200 años de adelanto. Carlos II murió en noviembre de 1700. Como el heredero que se había pactado, José Fernando de Baviera, murió antes que Carlos, tuvo el rey Carlos II que hacer nuevo testamento esta vez en favor de Felipe de Anjou, (futuro Felipe V de España), nieto de Luis XIV de Francia. Y aquí termina la dinastía de los Austria y comienza la de los Borbones. Carlos, a pesar de todo, logró mantener intacto el imperio frente al poderío francés de Luis XIV. Se había rechazado al candidato que era el archiduque Carlos de Habsburgo que se lo tomó fatal; y aun peor su familia, los reyes de Austria. Inglaterra fiel a su eterna política de no consentir una potencia poderosa ni un buen gobierno en Europa, se alió con Austria para impedir que Francia, con España y la América hispana como pariente y aliada, se volviera demasiado fuerte. Así empezó la Guerra de Sucesión, que duró doce años y que algunos dicen que esa fue la Primera Guerra Mundial, ya que intervinieron todas las potencias europeas. Austríacos, ingleses y holandeses se lanzaron como buitres a ver qué podían rapiñar, invadieron nuestras posesiones en Italia, saquearon las costas andaluzas, atacaron las flotas de América y desembarcaron en Lisboa para conquistar la Península y poner en el trono al chaval austríaco. La Guerra de Sucesión Española duró desde 1701 hasta la firma del tratado de Utrecht en 1713. El motivo aparente era la disputa entre la Casa de Habsburgo, y la casa de Borbón francesa. Como siempre en el fondo la realidad es que fundamentalmente Inglaterra, temía la unión entre España y Francia convirtiéndose en un reino de un poder inmenso en Europa. En España, la guerra en realidad fue una guerra civil entre “borbónicos” y “austracistas”, como se decía. El principal apoyo de Felipe V lo encontró en la Corona de Castilla y los austracistas en la Corona de Aragón, cuyos últimos rescoldos no se extinguieron hasta 1714 con la capitulación de Barcelona y 1715 con la capitulación de Mallorca ante las fuerzas del rey Felipe V de España. Para la Monarquía Hispánica, las principales consecuencias de la guerra fueron la pérdida de sus posesiones europeas y la desaparición de la Corona de Aragón, lo que puso fin al modelo «federal» de monarquía. La reina Ana de Inglaterra, que era un bicho de cuidado, en marzo de 1705, nombró un comisionado suyo para contratar una alianza entre Inglaterra y cualquier provincia de España, preferentemente Cataluña. Es decir, que nos querían “ayudar”. Así nació el “Pacto de Génova” que según los términos del acuerdo, Inglaterra desembarcaría tropas en Cataluña, que unidas a las fuerzas catalanas lucharían en favor del pretendiente al trono español Carlos de Austria, (Habsburgo), contra los ejércitos de Felipe V, (Borbón), comprometiéndose asimismo Inglaterra a mantener las leyes e instituciones propias catalanas. Los catalanes tenían un mal recuerdo de los franceses desde que habían perdido El Rosellón, y de su etapa de independientes pero súbditos del rey francés, cuyas tropas y administración se pasearon por Cataluña como dueños. Mientras que la Casa de Austria siempre había respetado sus Constituciones. - --- FELIPE V ----
Comandados por el almirante George Rooke y con el príncipe de Darmstadt, nombrado por el pretendiente austriaco como vicario de la Corona de Aragón al frente, toman el peñón de Gibraltar sin apenas resistencia. Ya no se marcharían de allí jamás. Recordad la profecía de Isabel la Católica. En mayo de 1704 la escuadra de 30 barcos ingleses y 18 holandeses, se presentó ante Barcelona a la espera de que se produjera el alzamiento austracista de la ciudad. Pero fallaron en su previsión y las instituciones catalanas no actuaron, a pesar de sus simpatías por la causa del Archiduque, adoptando en cambio una actitud temerosa y servil ante el virrey del Borbón. En junio de 1705 se firma el “Pacto de Génova” para derrocar a Felipe V. Según el acuerdo Inglaterra se comprometía a desembarcar en España a 8.000 soldados de infantería y 2.000 de caballería de las fuerzas de la Gran Alianza y a entregar armas para las fuerzas catalanas. A cambio Cataluña reconocería a Carlos de Austria como legítimo rey de España y el nuevo rey debería jurar y mantener las leyes catalanas Los “vigatans” catalanes establecieron la rebelión en favor del Archiduque Carlos y a principios de octubre de 1705 se habían adueñado prácticamente de todo el Principado, excepto de Barcelona donde seguía dominando la situación el virrey Velasco. Por su parte el archiduque Carlos, embarcó en Lisboa rumbo a Cataluña al frente de una gran flota aliada. Carlos fue proclamado rey de España con el nombre de Carlos III, (que no debemos confundir con el otro Carlos III, que era Borbón, años después). En agosto llegaba la flota aliada (inglesa) a Barcelona, cuando estaba en pleno apogeo la revuelta austracista catalana, y pocos días después desembarcaban unos 17.000 soldados, dando comienzo al sitio de Barcelona de 1705 El 15 de septiembre de 1705, capturaron el castillo de Montjuic y los aliados comenzaron a bombardear Barcelona desde allí. El 9 de octubre el virrey en Barcelona capitulaba y Carlos entraba en la ciudad. El 7 de noviembre juraba las Constituciones Catalanas y a continuación convocaba las Cortes catalanas. Valencia se declaró por Carlos III el 16 de diciembre, así que a finales de año, en Cataluña y Valencia, sólo Alicante y Rosas permanecían fieles a Felipe V. Tras la rendición de Barcelona, Felipe V intentó recuperar la capital del Principado de Cataluña y un ejército borbónico integrado por 18 000 hombres inició el Sitio de Barcelona el día 3 de abril. A finales de mes los borbónicos ya controlaban el castillo de Montjuic desde donde prepararon el asalto a la ciudad. Pero el 8 de mayo llegaba a Barcelona una flota angloholandesa compuesta por 56 barcos y con más de 10 000 hombres a bordo. Felipe V se marchó de España, cruzó la frontera francesa y seguidamente entró en España por Pamplona. Zaragoza proclamaba a Carlos III, que dejó Barcelona y el 27 de junio de 1706 y tuvo lugar la primera entrada en Madrid, siendo recibido con una frialdad que sorprendió al propio Carlos. En Madrid fue proclamado el 2 de julio como Carlos III rey de España pero a finales de ese mismo mes abandonaba la capital con destino a Valencia debido a la falta de apoyos que había. Felipe V volvió a entrar en Madrid el 4 de octubre ante el clamor popular. Por contra, el mismo día Mallorca proclamaba a Carlos como su rey tras la toma austracista. El 10 de octubre Carlos III, el Archiduque, juraba en Valencia los Fueros y quedaba asimismo consagrado como monarca del Reino de Valencia. En el resto de los frentes europeos los borbónicos eran derrotados en la batalla de Ramillies, en mayo de 1706, y 15000 soldados eran hechos prisioneros, con lo cual el ya duque de Marlborough tomaba casi todos los Países Bajos españoles, (de ahí viene,(“¡Mambrú se fue a la guerra, tralalí tralalá que pena!”)… y en Italia el duque de Saboya toma Milán y conquistaba para el archiduque Carlos el reino de Nápoles.

lunes, 4 de marzo de 2019

ESPAÑA EDAD MODERNA -22-- Carlos II - y final

-- Durante la regencia, la reina madre sería asistida por una Junta de Regencia formada por seis miembros. Se tomaron medidas restrictivas y represivas como cerrar la Casa de Comedias lo que molestó al pueblo llano. En las protestas ganó la oposición encabezada por Juan José de Austria, hijo de Felipe IV con María Calderón, una actriz. Juan José se había ganado el respeto del pueblo por los éxitos militares en las campañas de Nápoles y la rendición de Barcelona, que volvía al redil tras doce años del alejamiento de Cataluña a la monarquía española, apoyándose en la francesa. Frustado por ser excluido de la acción de gobierno, se convirtió en conspirador. Llegó a realizar el primer pronunciamiento de la historia moderna, y consiguió echar al inquisidor, pero se ganó el desprecio de la regente, su madrastra. El valido de ella era Fernando de Valenzuela, un napolitano. Carlos II fue proclamado rey en 1665, a los tres años pero continúa la regencia de su madre. En esas fechas la lucha de Juan José de Austria contra Valenzuela aumentó hasta que doce años después, 1677, Juan José de Austria marchó sobre Madrid y tomó el poder apoyándose en la nobleza. Valenzuela fue desterrado y la Reina madre abandonó la Corte fijando su residencia en el Alcázar de Toledo. Juan José de Austria se había hecho con el poder y gobernaba con el beneplácito del rey. Juan José con el apoyo popular, se convirtió en el nuevo valido per tubo que luchar contra sus adversarios. Pero el precio de los alimentos eran enormes y el pueblo culpaba a Juan José. Por otro lado el rey quería casarse cuanto antes y ya tenía previsto el enlace con María Luisa de Orleans, una francesa. Tenía el rey 18 años. Era evidente que el apoyo a Juan José, ya enfermo y desacreditado, disminuiría con la entrada de una reina francesa. Sin apoyos todavía logró instaurar “La Gaceta de Madrid”. Luchó toda su vida por afianzar su posición en la corte del Imperio español, que se encontraba en avanzado estado de descomposición en ese periodo. Su muerte aconteció en extrañas circunstancias, posiblemente por envenenamiento, en septiembre de 1679. Ese año de 1679 el rey tenía 18 años y se casa con María Luisa de Orleans, reina desde 1679 hasta 1689. sobrina de Luis XIV de Francia. Él era realmente desagradable y ella tenía una educación mucho más libre que la castellana. Aguantó pacientemente a su marido y llegó a ser afectuosa con él, mientras que el rey parecía estar enamorado de ella. La reina no quedó embarazada a pesar de los intentos. Las presiones de los médicos se multiplicaron para aumentar su fertilidad. Tanto fue así que terminaron por enfermarla y murió en febrero de 1689 a los 26 años de edad, dejando a Carlos muy deprimido. El aspecto del rey era impresionante, un desgraciado. Unos exorcistas declararon que el rey estaba hechizado y con potingues terminaron por minar definitivamente la salud del rey.
El rey se casó por poderes un mes después no sin problemas con otra extranjera, Mariana de Neoburgo, que reinó desde 1690 hasta la muerte del rey en 1700. La boda en persona con el rey Carlos se llevó a cabo en mayo de 1690. Él no tenía heredero, era realmente desagradable y ella tenía una educación mucho más libre que la castellana y las mujeres de su familia gozaban de una fama de gran fertilidad. El embajador francés en Madrid, describió en pocas palabras la nueva posición de Mariana en la corte española: “La princesa de Neoburgo ha adquirido tal ascendiente sobre el espíritu del rey, su esposo, que bien puede decirse que es ella la que reina y gobierna en España... los cargos y dignidades se otorgan a los que le muestran rendimiento; los méritos, el rango o los servicios prestados no ponen a cubierto a quienes se oponen a su voluntad, ni les salvan de la desgracia y el destierro. Por lo demás, la autoridad de la Reina se funda más bien en el temor que tienen a su resentimiento que a su amor al pueblo...” Ella fingió cuantos embarazos le interesaba. Anuló la voluntad de Carlos, pero nunca quedó embarazada. La situación de España, perdiendo en todos los sentidos, marcó un final de siglo terrible. El rey Carlos II llegó a representar el hundimiento de la España que había sido. Ya su padre, Felipe IV, pensaba que Dios había abandonado a toda su dinastía. La endogamia practicada continuamente por la casa de Austria trajo como fruto a Carlos, símbolo de la decadencia de los Austria y de la mismísima España. España estaba en guerra con Francia y formaba parte de una coalición militar con Inglaterra y Holanda. El rey francés no perdía detalle de los vaivenes de la corte española. La firma de la paz de Nimega fue la claudicación de España ante Francia cediendo el Franco Condado y algunas plazas de los Países Bajos. Cataluña es invadida por Francia y tendrá que capitular en 1697. Los catalanes desconfiaban de la monarquía porque decían que no les habían apoyado lo suficiente, y la monarquía desconfiaba de la fidelidad de Cataluña. Los problemas financieros que había dejado Felipe IV se agravaban. Comenzó a circular moneda falsa, Castilla y Andalucía sufrían una profunda crisis, la ganadería y el abandono de las tierras, todavía en un sistema feudal. Peste, sequía y hambre. Pero aquí es donde se produce una gran diferencia entre Castilla y la periferia. Galicia, el país vasco y otras zonas comienzan nuevas técnicas, unas de siderurgia y otros de cultivos de lana y seda. La España del mediterráneo supera la crisis. Se dijo que “no es oro y plata lo que traemos de las Américas, sino sangre de indios”. Solo podían viajar al nuevo mundo los súbditos castellanos. La rebelión popular llamada “motín de los gatos” fue la expresión popular del descontento existente en el pueblo y la corte. Venía un cambio de siglo y de dinastía. Resumiendo los aspectos políticos del reinado diremos que España reconoce la independencia de Portugal y recibe Ceuta a cambio. En 1674, se subleva Messina contra España. Debilitado el ejército en Cataluña, cambian la cosas y si en 1674 se había invadido el Rosellón, en el año 1675 son los franceses los que invaden Cataluña, como lo habían hecho en 1640 con apoyo catalán. Posteriormente, sigue la guerra con distinta suerte para ambos bandos que van manteniendo un constante equilibrio en su situación de fuerza. Un hecho importante fue la Paz de Ryswick, firmada con Francia en 1697 donde  España recuperó la Cataluña invadida por los borbones franceses, algo que fue fundamental en la Guerra de Sucesión que vendría más adelante. La consecuencia más importante de esta paz fue la posibilidad de Francia de acceder al trono de la Corona española. Se había pactado un heredero, José Fernando de Baviera, pero murió un año antes que Carlos, en 1699. El rey Carlos II hizo testamento en favor de Felipe de Anjou, (futuro Felipe V de España), nieto de Luis XIV de Francia, haciendo constar que las coronas francesas y españolas no podían ser unidas. Carlos II se murió hecho una pavesa el pobre, en 1700. Y aquí termina la dinastía de los Austria y comienza la de los Borbones. Según algunos historiadores modernos, no fue tan malo el reinado de Carlos II. Tuvo la desgracia de ser el último Habsburgo, y vivió en el período posterior a la derrota y la pérdida de la hegemonía internacional de su monarquía, y, la mala fortuna de que su competidor, el rey de la potencia dominante de su padre, Felipe IV, fuera Luis XIV, el más astuto e inteligente monarca europeo de la época, que necesitaba enfrentarse y debilitar a la monarquía de España. Carlos II reinó en un momento en que Luis XIV de Francia habría de convertirse en la figura a imitar por los monarcas ilustrados de la centuria posterior. En buena medida la recuperación demográfica y económica del siglo XVIII en España se produce en aquellos años. Ciertamente, hubo una decadencia. Afectó esencialmente a la capacidad de la monarquía para reclutar y financiar sus ejércitos y marinas. España seguía siendo una gran potencia, con territorios extendidos por media Europa, además de su formidable imperio colonial. El problema, ante la falta de dinero y hombres, era la escasa capacidad para defender sus posesiones.

sábado, 2 de marzo de 2019

ESPAÑA EDAD MODERNA - 21- Carlos II

Sigue la decadencia. ------------- El período de 1640 a 1668 se había caracterizado por enfrentamientos periódicos entre Portugal y España, tanto pequeñas contiendas como graves conflictos armados, de los cuales muchos de ellos fueron ocasionados por conflictos de España y Portugal con terceras potencias. Felipe IV moriría el 17 de septiembre de 1665, sin reconocer la independencia de Portugal. Esta se reconoció tres años después. Las revueltas en Portugal contra la dominación española fueron frecuentes. La causa inmediata de estos alborotos fue la imposición de nuevos impuestos y las difíciles condiciones de vida de la población bajo el dominio español. El movimiento insurreccional no consiguió destituir el gobierno instaurado en Lisboa, sucumbiendo al refuerzo de tropas castellanas que acudieron en su auxilio para reprimir la revuelta. La guerra estableció la casa de Braganza como nueva dinastía reinante de Portugal, en sustitución de la Casa de Habsburgo. Esto puso fin a la llamada Unión Ibérica. El levantamiento de 1640 fue planeado en Lisboa para considerar los males de que sufría entonces Portugal. El objetivo era la destitución de los Habsburgo y proclamar un rey de origen portugués. La virreina de Portugal, Margarita de Saboya, duquesa de Mántua, intentó, en vano, calmar los ánimos del pueblo. Aislada y sin apoyo local, incapaz de reconducir a los revoltosos a la obediencia del rey de España, su poder colapsó. En su lugar aclamaron al Duque de Braganza como rey, con el título de Juan IV de Portugal, dando inicio a la cuarta dinastía, la Dinastía de Braganza. El nuevo gobernante autorizó a Margarita de Saboya que partiera para España en los primeros días de diciembre de ese mismo año. El momento fue oportunamente escogido, ya que la casa de Habsburgo afrontaba en esa época los problemas derivados de la Guerra de los treinta años y la Sublevación de Cataluña. Posteriormente restableció las leyes militares de Sebastián I de Portugal, con el fin de reorganizar el ejército y emprendió una campaña diplomática centrada en restablecer buenas relaciones con Inglaterra. Después de ganar varias pequeñas victorias, Juan trató de hacer las paces con rapidez. Sin embargo, su exigencia de que Felipe IV reconozca la nueva dinastía reinante en Portugal no se cumplió. Los enfrentamientos con España duraron veintiocho años. España había disfrutado de la reputación de tener la fuerza militar más formidable de Europa, una reputación que se había ganado con la llamada Escuela Española. Sin embargo, esta reputación y táctica había disminuido con la Guerra de los Treinta Años. El Tratado de los Pirineos, firmado el 7 de noviembre de 1659, para poner fin a un conflicto iniciado en 1635, durante la Guerra de los Treinta Años, entre otros términos Francia reconoció a Felipe IV de España como legítimo rey de Portugal. Pero finalmente la restauración de la independencia de España fue claramente establecida, y Portugal demostró que podía valerse por sí mismo, aunque con dificultad. Sus victorias en el campo de batalla habían vuelto a despertar el nacionalismo portugués. Sin embargo, Portugal permaneció económicamente débil, con su agricultura subdesarrollada, dependiente de grano inglés, y hambrientos de bienes del extranjero en general, especialmente textil. El esfuerzo nacional portugués se mantuvo durante 28 años, con lo cual fue posible vencer en las sucesivas tentativas de invasión de los ejércitos de Felipe IV. En 1668 se firmó el tratado de Lisboa de 1668, (con la regente de Carlos II, su madre) por el cual España reconocía la soberanía del país vecino. La victoria de Portugal se debió a la Sublevación de Cataluña, ya que todos los mejores soldados castellanos estaban ahí, así como a los esfuerzos diplomáticos de Inglaterra, Francia, Holanda y Roma por limitar el poder del Imperio español, mientras mantenían la guerra en Alemania, Guerra de los Treinta Años, así como la Guerra de los Ochenta Años en Flandes. Hay que tener en cuenta las guerras que se produjeron durante el reinado de Felipe IV e incluso algunas continuaron para el siguiente reinado. Continuación de la Guerra de los Ochenta Años- 1568 - 1648 Continuación de la Guerra de los Treinta Años- 1618 - 1648 Guerra anglo-española de- 1624 - 1630 Guerra franco-española - 1635 - 1659 Sublevación de Cataluña - 1640 - 1659 Guerra de Restauración portuguesa -1640 - 1668 Sublevación de Nápoles y Sicilia - 1647 - 1648 Guerra anglo-española de -1655 - 1660 Felipe IV murió en septiembre de 1665 dejando como heredero a un niño de corta edad y como regente a una joven reina inexperta. El niño sería en futuro Carlos II y la reina su madre, Mariana de Austria. - CARLOS II Museo del Prado
Tradicionalmente se ha visto en el reinado de Carlos II el punto más hondo de la decadencia española bajo los Austrias. La lucha por el poder quedó en manos de confesores, favoritos y aventureros, muy lejos del esplendor que alcanzaba la corte francesa y sus triunfos. No obstante el punto más bajo de la depresión económica se había dado ya en época de su padre. En las últimas décadas del siglo no solo no se agravó sino que incluso en algunas regiones llegaron a percibir los síntomas de mejoría. Desde su nacimiento, Carlos mostró una gran debilidad física y mental, atribuida a la consanguinidad de sus padres. Felipe IV con 44 años tuvo a Carlos II fruto de la unión con su sobrina Mariana, de 14 años. Carlos fue incapaz de llevar los asuntos del estado. Se sucedieron personajes fuertes como su madre, su hermanastro Juan José de Austria, el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa. Esta inestabilidad y una crisis económica empeoraron la maltrecha situación internacional de España ante el expansionismo agresivo de Luis XIV de Francia. Pese a que contrajo matrimonio en dos ocasiones fue incapaz de engendrar descendencia, lo que produciría una inmensa expectativa internacional sobre su herencia. Finalmente dictó testamento a favor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, (el futuro Felipe V). Se sabe con casi total seguridad que padeció el síndrome de Klinefelter, enfermedad genética que consiste en una alteración de los cromosomas. Infertilidad, niveles inadecuados de testosterona, disfunción testicular, genitales pequeños, trastornos de conducta y aspecto eunucoide, talla alta, extremidades largas, etc. Con el fin de que aquel débil muchacho sobreviviera, fue alimentado por 14 amas de cría distintas, que le amamantaron hasta la edad de 4 años, y no se continuó durante más tiempo porque se consideraba “indecoroso” para un monarca. No pudo sostenerse en pie hasta los 6 años de edad, debido probablemente a un raquitismo por déficit de vitamina D, agravado también por la falta de luz solar, puesto que prácticamente no se sacó al niño al exterior por temor a los enfriamientos. Carlos II no aprendió a leer hasta la edad de 10 años y nunca supo escribir correctamente. Padecía ataques de cólera desmesurados y tuvo adicción alimentaria al chocolate (chocoholismo).

TRATADOS CON PORTUGAL A RAÍZ DEL DESCUBRIMIENTO

Para entender los acuerdos entre el reino de Portugal y el de Castilla-León, hemos de remontarnos a la Guerra de Sucesión Castellana entre a...