miércoles, 30 de mayo de 2018

FELIPE II (parte final)

Para ser un hombre tranquilo y prudente, la verdad es problemas no le faltaron. Guerras las tuvo con Francia, con Su Santidad, con los Países Bajos, con los moriscos de las Alpujarras, con los ingleses, con los turcos, lo de la Gran Armada y Lepanto. Se casó cuatro veces, tuvo un hijo medio loco, un secretario (Pérez) traicionero y golfo y lo de Portugal, que fue una ocasión perdida para la unidad territorial definitiva con España, porque se embarcó en la construcción de El Escorial para celebrar la batalla de San Quintín a los franchutes, y al centrar su política de esa forma en vez de llevarse la capital a Lisboa, se enrocó en el centro de la Península, gastándose el dineral que venía de las posesiones ultramarinas hispanolusas, además de los impuestos con los que sangraba a Castilla en las contiendas antes citadas. Aragón, Cataluña y Valencia, con el rollo de sus fueron no pagaban ni un maravedí. Felipe II fue un buen funcionario, diestro en la administración, culto, sobrio y poco amigo del lujo, (ver su modesta habitación en El Escorial). La verdad es que como economista le falló la puntería. Se endeudó con banqueros alemanes y genoveses. Hubo tres bancarrotas que dejaron España con el culo al aire para el siguiente siglo, mientras la nobleza y el clero, que se escaqueaban, empezaron a vender títulos nobiliarios, cargos y toda clase de beneficios. Los compradores, a su vez los parcelaban y revendían para resarcirse. De manera que, poco a poco la peña fueron montando un sistema nacional de robo y papeleo, y de papeleo para justificar el robo. Hablando de la Inquisición se puede decir que Felipe II, no mandó al cadalso más que los luteranos, o Calvino, o el Gran Turco, o los gabachos la noche de San Bartolomé; o en Inglaterra María Tudor (Bloody Mary, de ahí viene), que se cargó a cuantos protestantes pudo, o la inglesa hija de Enrique VIII, Isabel I, que aparte de inventar la piratería autorizada, hoy héroes nacionales allí, mató a católicos todos los que pudo. Toda esta mierda de la Leyenda, y los gastos para defender la religión, surgida en el XVI se la debemos a Inglaterra y a Flandes (hoy Bélgica, Holanda y Luxemburgo), donde nuestro muy piadoso rey Felipe metió la pata hasta la ingle: “No quiero ser rey de herejes aunque pierda todos mis estados”. Pues los perdiste al final Felipe. Nos metimos en charcos ajenos porque con nuestra península y la América que dominábamos teníamos más que de sobra para andar sacándole las castañas del fuego al Papa de turno y embarcarnos en guerras con unos y otros, todo por establecer por fuerza una religión que estaba corrupta hasta las trancas, (de ahí Lutero), que en el fondo algo de razón tenía. Por ende también muchos no querían pagar impuestos, y el rey prudente, en esto no anduvo fino, porque escuchó más a los confesores que a los economistas. Y los flamencos, alemanes y demás, lo de tener una religión dura y además pagando, como que no. Pero vamos con lo de los moriscos. Eran islámicos, descendientes por parte de padre, siempre que éste no hubiera abrazado el cristianismo antes de la toma de Granada en 1492. Vivían separados de la sociedad cristiana. Eran buenos trabajadores, comerciantes, albañiles, regentaban talleres de diferentes gremios. Rondaban la cantidad de unas 300.000 personas. Cuando Carlos I llegó a Granada en 1526 conoció el problema morisco de primera mano y puso coto a los abusos que se les cometía. Pero dejó ordenes de no cejar en cristianizarlos. Pero cincuenta años después las diferencias se habían acentuado. Para colmo los contactos de moriscos granadinos y valencianos con los turcos fueron continuos y representaban un serio problema. Hacia 1560 el bandidaje y la piratería aumentó sobre todo en Aragón apoyados por los hugonotes huidos de su país, cuya enemistad contra España era manifiesta ya que se trataba de protestantes franceses de doctrina calvinista. Se prohibió la pesca a los moriscos para evitar que entraran en contacto con los piratas. Llegaron estos a desembarcar en Las Alpujarras, y el sistema defensivo era inútil ya que contaban con la ayuda de los moriscos. Se les confiscaron a éstos armas de fuego y blancas en los registros. Y se revisaron los límites de las fincas y las escrituras. Muchos no las poseían lo que era sancionado, si no pagaba se les expropiaba y funcionarios y el clero compraban en condiciones ventajosas. Esto acentuó el rencor de los moriscos. Además por los altos impuestos la industria de la que eran los amos, la cría de gusanos de seda, su fabricación, venta y exportación, cayó inexorablemente. Su calidad era excelente, pero su precio se había hecho prohibitiva. El problema se agudizó y los obispos exigieron y consiguieron medidas muy duras contra los moriscos, que aunque negociaron varias veces las condiciones no fueron atendidos por las autoridades de Granada y Madrid. El problema ya era gravísimo. Las medidas de inserción como a los protestantes o judíos conversos, no valían con los musulmanes. Aquellos optaban por vivir y dejar vivir. Éstos realmente perseguían la destrucción de las estructuras del Estado. Circulaban libros que profetizaban la recuperación para el Islám de lo que otrora fue Al-Andalus y que serían los berberiscos quienes lo lograrían. Las autoridades entendieron que no cabían soluciones intermedias, o aceptaban la integración inmediata y total o se les expulsaba. La respuesta fue el levantamiento en diciembre de 1568. Penetraron de noche en el barrio de Albaicín para sublevar a toda la población mora. No lo lograron pero se les sumaron centenares de hombres en su regreso a la Alpujarra. Pero eso solo fue el inicio. Las acciones bélicas duraron hasta noviembre de 1970, cuando ya había fallecido el monarca. Con lo cual, el resto del asunto lo abordaremos en la biografía de Felipe III. Felipe II había logrado un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar. Completó la obra unificadora iniciada por los Reyes Católicos. Se apartó la nobleza de los asuntos de Estado, siendo sustituida por secretarios reales procedentes de clases medias al mismo tiempo que se dio forma definitiva al sistema de Consejos. Se impuso prerrogativas a la Iglesia, se codificaron leyes y se realizaron censos de población y riqueza económica. Fue un gran rey, culto y un mecenas, quizá demasiado influído por su religiosidad que le llevó a empobrecer al país, defendiendo el cristianismo en la Europa central.
Felipe II por Sofonisba Anguissola, 1565 (Museo del Prado) La salud de Felipe II fue delicada durante la mayor parte de su vida, pero se fue deteriorando cada vez más. En mayo de 1595 le sobrevino un ataque de fiebre que le duró treinta días seguidos. Los médicos le dieron poco tiempo de vida. El 30 de junio de 1598 partió de Madrid con su séquito con destino al monasterio de El Escorial, construido entre 1563 y 1584 para conmemorar su victoria contra el ejército francés en la batalla de San Quintín. El monarca viajó postrado en una silla de manos especial, ya que la enfermedad de la gota, que le había atormentado durante varios años, no le permitía caminar. Sufrió unos dolores tan intensos que no se le podía mover, lavar o cambiar de ropa. La madrugada del 13 de septiembre de 1598, falleció a los 71 años de edad, en una alcoba de El Escorial, el rey prudente, que sus defensores lo presentan como arquetipo de virtudes y por los enemigos como fanático y despótico. En sus últimos días ordenó que no se publicaran biografías suyas y que se destruyera toda su correspondencia, como si quisiera mantener la prudencia y el misterio de su personalidad para siempre.

lunes, 28 de mayo de 2018

FELIPE II (Cuarta parte)

Habíamos quedado en que el 12 de septiembre de 1580 y en Lisboa, Felipe II es proclamado Rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Por lo tanto toda a península ibérica era española. Se desplazará a Lisboa entre 1581 y 1583, después de lo cual nombra regente del país a su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de Habsburgo. Igual que ocurre con Nápoles, Felipe será rey de Portugal hasta el mismo día de su muerte. Aunque en las clases altas y nobles española y portuguesa había vínculos familiares, las clases populares y el clero portugués siempre han mantenido una actitud contraria a los españoles, y a su vez en Castilla y en el resto de España se ignoraba a Portugal. Los Países Bajos, el Franco Condado y Luxemburgo resultaron un dardo envenenado, fueron territorios de continuas guerras y causa de buena parte del desastre posterior. El descontento que existía ya en tiempos de Carlos , como la unificación de Parlamentos fue constatada en la ceremonia de traspaso cuando Felipe no quiso hablar en Francés alegando desconocer la lengua. En los Países Bajos era fácil que arraigara el protestantismo y se sintiera amenazado por un rey absolutista y con el conflicto religioso en marcha, la Contrarreforma. Esa parte de Europa era el motor económico por lo que la oposición a Felipe estaba servida. Edictos contra la herejía, elecciones de los obispos por parte de Felipe, hicieron que el número de protestantes aumentaba, sobre todo el calvinismo. Los comerciantes se sumaron a la protesta ya generalizada que se transformó en revueltas. Felipe II envió un ejército al mando del duque de Alba. Éste inició un limpieza A todo esto los Tercios, mal pagados aprovechaban a cobrarse de los botines conseguidos. Las tropas españolas saquearon Amberes. Llegó con poderes Juan de Austria a los Países Bajos, y se firmó un pacto con una lista de demandas de los holandeses. España debería abandonar Flandes y don Juan sería reconocido gobernador. Guillermo de Orange entro con su ejército en Bruselas y otro ejército español se unió al de don Juan y derrotaron al holandés en Gemblox en enero de 1578. Murió Juan de Austria en octubre de ese año y el sustituto, Farnesio, consiguió pactos de paz. Muere también Guillermo de Orange y Farnesio se hace con victorias en Brujas, Gantes, Bruselas y Amberes. Aquí, en 1587, en Inglaterra ejecutan a María Estuardo, reina católica de Escocia. María fue declarada culpable por traición por un tribunal por estar implicada en la supuesta conspiración de Babington, donde habría dado su autorización para asesinar a la reina Isabel I, la hija de Enrique VIII. En defensa de la cristiandad, Felipe II decide intervenir.
Y es aquí donde podemos decir que se inicia la guerra naval entre España e Inglaterra. Aunque la guerra comenzó la Guerra anglo-española de 1585 a 1604. En octubre de 1585 Francis Drake, saqueó Vigo y Santiago de Cabo Verde, además de intentar hacer lo mismo en La Palma, donde el asalto no tuvo éxito; cruzó a las Indias Occidentales capturando Santo Domingo y Cartagena de Indias, por cuya devolución exigió a las autoridades españolas el pago de un rescate, y San Agustín (en la Florida). Irritado por estos ataques, Felipe II mandó armar una gran flota con la misión de invadir Inglaterra. Felipe II quería acabar con la piratería inglesa y sus constantes incursiones en las posesiones hispánicas. Por lo tanto, y al tratarse de una isla de poco menos de 3.000.000 de habitantes, de los cuales menos de un cuarto se encargaban de su protección, una fuerza militar anticuada y falta de experiencia, Felipe II estimó que un pequeño contingente sería suficiente para someter en pocas semanas todo el país. Pero una cadena de despropósitos se sucedió irremediablemente. El plan fue preparado por el marqués de Santa Cruz. Recogerían a los Tercios de Flandes para llevarlos a la isla Muere Santa Cruz y le sustituye el duque de Medina Sidonia. Se reunió una flota enorme, pero desigual. Muchos eran barcos mercantes. Partieron rumbo a Flandes casi sin tripulación. Cruzando el Canal de la Mancha fue acosada por la artillería naval inglesa desde lejos. Actuaban con barcos más pequeños, rápidos y manejables. Al llegar a Flandes no encontraron puerto donde atracar. Por lo que los Tercios no pudieron embarcar ni tampoco se pudo reponer municiones. En lugar de atravesar de nuevo el Canal la armada española emprendió el regreso a la península circunnavegando las Islas Británicas. Azotados por la tempestad las costas inglesas fueron el escenario del naufragio de la mitad de la flota y la pérdida del tercio de los hombres. Llegaron a la costa cantábrica y los ingleses con burla la llamaron “La Armada Invencible”. En 1589 Inglaterra llevó a cabo una expedición militar para destruir los barcos españoles que estaban siendo reparados en La Coruña, Santander y San Sebastián, así como para iniciar una insurrección antiespañola en Lisboa. Esta expedición fue conocida como Contraarmada y fracasó en sus objetivos. La Contraarmada inglesa, desplegó unas 160 naves de varios tipos y perdió 40 navíos entre hundimientos y capturas causando fuertes pérdidas en las arcas inglesas. A la vez permitió la reconstrucción de la flota española. Ayudados por corsarios, los ingleses continuaron con sus robos en alta mar. Pero un sistema de escolta frustaron los ataques. Expediciones de piratas como Martin Frobisher y John Hawkins fueron derrotadas. El navío “Revenge” uno de los más importantes de su marina fue apresado cerca de las Azores en la Batalla de Flores (1591), cuando una flota inglesa pretendía capturar la Flota de Indias. En 1592 Pedro de Zubiaur vencía a un convoy inglés de 40 buques incendiando la nave capitana y capturando otros tres barcos. En 1593 en la batalla de Blaye derrotaba a una pequeña flota de seis buques ingleses hundiendo sus dos unidades principales. Entre 1595 y 1596, Drake y Hawkins murieron en las derrotas sufridas por los enfrentamientos de una expedición inglesa contra los asentamientos españoles en el Caribe, primero en Las Palmas de Gran Canaria y luego en diferentes localizaciones caribeñas. En 1595, cuatro barcos españoles comandados por Carlos de Amésquita desembarcaron en Cornualles, al oeste de Inglaterra. También huyeron sin problemas de una flota enviada para destruirlos. En julio de 1596, una expedición anglo-holandesa dirigida por el Robert Devereux, II conde de Essex saqueó Cádiz, destruyendo la flota española fondeada en la bahía. Esta armada fue reorganizada y los ingleses no pudieron atacarla por otra tormenta en las costas gallegas. Entre junio y agosto de 1597, la flota inglesa organizó la expedición Essex-Raleigh a Ferrol y las Azores, donde no consiguió imponerse a la flota española de regreso de las Indias. Una nueva expedición española contra Inglaterra en octubre del mismo año fue desbaratada por un temporal en el canal de la Mancha. Continuará

FELIPE II (Tercera parte)

FLANDES-LEPANTO-PORTUGAL En el capítulo anterior supimos que en mayo de 1565, la armada otomana llegó a las costas de Malta e inició el asedio a la isla, defendida por los caballeros de la Orden de San Juan u Orden de Malta. Por suerte, este gran ataque fue detenido por los miles de soldados que envió España para socorrer a los sitiados. Pero se produjo otr ataque turco a Chipre en 1570 y cayó su capital Nicosia. El papa Pío V solicitó a España y Venecia la creación de una alianza militar con los Estados Pontificios con el objetivo de frenar la expansión otomana en el Mediterráneo. En 1571, Madrid, Venecia y Roma crearon la Santa Liga. Dada la mayor participación española, se decidió que el mando recayera en don Juan de Austria, hermano de Felipe II. Cuesta creer hoy día que las tranquilas aguas del mar Mediterráneo fueran en otro tiempo escenario de asedios, batallas y guerras. En 1571, los buques de la Santa Liga y la armada turca mantuvieron uno de los combates marítimos más grandes de la historia. La Batalla de Lepanto.
La «Santa Liga» juntó una de las mayores flotas que han surcado los mares a través de la historia. Además, entre las tropas de la Santa Liga destacaban los famosos Tercios españoles, que esos primero mataban y después preguntaban, si acaso. Así, con las tropas preparadas para asestar el golpe definitivo a los turcos, la flota partió hacia Grecia. El grupo, formado en su mayoría por buques españoles.Tan sólo unos pocos días después de partir, el 7 de octubre, ambas armadas se encontraron cerca del Golfo de Lepanto dando lugar a lo que sería una de las batallas más sangrientas de la historia. En una de las galeras cristianas se hallaba, espada en mano, un joven literato que no superaba los 24 años; Miguel de Cervantes. Después de que se arbolaran los crucifijos y estandartes y los sacerdotes absolvieran a los soldados por si morían en combate, los remeros comenzaron a sacar las palas. Desde «La Real», un grito, el de don Juan de Austria, ahuyentó el miedo de los marinos: “Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone”.
Juan de Austria La escuadra de reserva acudió a socorrer el centro de “La Santa Liga” después de un fuerte ataque musulmán. No obstante, no llegó lo suficientemente rápido como para salvar a varias galeras cristianas cuyos ocupantes fueron pasados a cuchillo sin piedad. A partir de ese momento rindió la anarquía entre las diferentes naves, que trataban de resistir, junto al buque aliado más cercano, la acometida del enemigo. El joven Cervantes recibió varios disparos, uno de los cuales le alcanzó en la mano izquierda. En esta situación, cuando la batalla se encontraba en el momento más decisivo, el comandante en jefe de la flota otomana Ali Pasha que llevaba un gigantesco estandarte verde con bordados en oro versículos del Corán y el nombre de Dios repetido veintiocho mil veces. Ali Pasha recibió un disparo de mosquete en la cabeza, y a continuación fue decapitado por un soldado español y su cabeza puesta en una pica, hecho que, unido al de la derrota, minó la moral de los otomanos lo que provocó el desmoronamiento de la resistencia a bordo de la Sultana. El estandarte musulmán fue arriado, al tiempo que los gritos de victoria en las filas cristianas iban pasando de una galera a otra. El pescado estaba vendido. La batalla de Lepanto fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio Otomano. Entre 25.000 y 30.000 otomanos murieron en la batalla. A pesar de la gran derrota, el Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez a los españoles. A su vez, en 1574, Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y traicionando a España y al Papa. De esta forma, y aunque el pacto le ofrecía ventajas comerciales, también obligaba a esta república a pagar un tributo a Estambul y renunciar a Chipre. La paz era humillante para Venecia, pero, al fin y al cabo, era una república de mercaderes y prefería garantizar la seguridad de sus intercambios comerciales con Oriente antes que seguir aventurándose en inciertas campañas militares. Así pues, España volvía a estar sola en su lucha contra el expansionismo otomano. La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su expansión hacia Occidente, su freno en Europa, donde llegó hasta Viena, de donde saldrá derrotado un siglo más tarde. Cambió de teatro al Indico, donde hizo sufrir de los lindo a los portugueses, lo que contribuirá a la unión de los reinos peninsulares. No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que no sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo, sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en los libros de historia. El propio Felipe II señaló que había arriesgado demasiado. De haber perdido, Europa no sería después lo que ha sido. El emperador Carlos V había cedido a Felipe el ducado de Borgoña y por tanto, los diecisiete territorios de los Países Bajos. Era una zona económicamente fuerte, de modo que los impuestos nuevos, la defensa de sus privilegios y la difusión del calvinismo crearon un foco de resistencia que condujo a la rebelión general en la zona contra la política española. En 1568, comenzó la rebelión en los Países Bajos, que daría lugar a la Guerra de los Ochenta Años. Los católicos formaron la “Unión de Arras” y los protestantes constituyeron la “Unión de Utrecht” es decir, Holanda, Zelanda, Utrecht, Brabante y Flandes. Años después, en 1581 los protestantes anularon en los Estados Generales su vinculación con el Rey de España Felipe II mediante el Acta de abjuración, y eligieron como soberano a Francisco de Anjou. Felipe II no renunció a esos territorios, y Alejandro Farnesio, gobernador de los Paises Bajos por España inició la contraofensiva y recuperó gran parte del territorio, pero parte de ellos se volvieron a perder tras la campaña de Mauricio de Nassau. La pérdida de Flandes se vio compensada por la unidad de la península Ibérica. En agosto de 1578 se produce la muerte en Marruecos del Rey Sebastián I de Portugal. Un Sebastián que por otro lado, es sobrino de Felipe II, hijo como es de su hermana Juana de Austria. Luego de una serie de carambolas dinásticas que enredan la comprensión del tema, la cuestión es que los derechos dinásticos recaen sobre Felipe II por ser hijo de Isabel de Avis, o sea nieto del Rey Manuel I de Portugal. Pero antes de que Felipe pueda hacer valer sus derechos, se proclama rey Portugués un fulano llamado Antonio, Prior de Crato, que aunque es nieto, como él, del rey portugués Manuel I, era lo que se decía “hijo no legítimo” de Luis de Avis, hermano de Isabel de Portugal, la madre de Felipe. Éste hace, sutilmente, es decir que lo hace enviando un potente ejército al frente del Duque de Alba. La batalla de Alcántara culmina con un “pies en polvorosa” de Antonio “el breve”.
Felipe II con armadura El 12 de septiembre de 1580 y en Lisboa, Felipe II es proclamado Rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Por lo tanto toda a península ibérica era española. Se desplazará a Lisboa entre 1581 y 1583, después de lo cual nombra regente del país a su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de Habsburgo. Igual que ocurre con Nápoles, Felipe será rey de Portugal hasta el mismo día de su muerte. Continuará

domingo, 27 de mayo de 2018

FELIPE II (Segunda parte)

LAS DESGRACIAS DEL REY Ya hemos hablado en el capítulo anterior de los inicios de Felipe, las enseñanzas de su padre y sus primeros matrimonios. Pero tuvo una vida muy complicada y de abundantes problemas que supo encarar con desigual fortuna. Felipe I de Nápoles, Felipe I de Inglaterra y Felipe I de Portugal no es otro que nuestro Felipe II, una de las grandes figuras de la historia. La Leyenda Negra que no sólo no se corresponde con la realidad histórica, sino que es producto de la primera campaña de propaganda realizada con el apoyo de la imprenta, rodeó a Felipe II durante todo su reinado e incluso después. La afrontó con energía, utilizando como secretarios verdaderos ministros, siendo el primero descendiente de Gonzalo Pérez, judío converso, experto en el manejo de los negocios durante los largos viajes que había realizado el Emperador. Felipe pudo contar, en su enorme trabajo, con su hermano de padre, Juan de Austria, nacido de la relación extramatrimonial que tuvo el emperador con Bárbara Blomberg en 1545. El padre lo vio por primera vez poco antes de morir.
Realmente Carlos hubiera querido que su hijo fuera nombrado aspirante a la corona Imperial. Pero fue Fernando I de Habsburgo,  a partir de 1558, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Era hijo de Felipe el Hermoso y de Juana I de Castilla y, por lo tanto, hermano menor de Carlos I, y pretendía que fuera su hijo, el futuro Maximiliano II, quien se hiciera cargo de la corona imperial a su muerte y no su sobrino. Es por esta razón que el emperador no prestó ayuda a la monarquía hispánica, el país donde había nacido, cuando Felipe II la reclamó en la guerra contra Francia de 1557. Así y todo, los lazos entre las dos ramas Habsburgo continuaron entrecruzados hasta el final de esta dinastía en nuestro país. El emperador Maximiliano II fue regente de España en 1551, mientras Felipe II realizaba un viaje de tres años por Europa, y mantuvo siempre una gran amistad con su primo. El padre de Felipe, el gran monarca de las largas ausencias, había dejado vacías las arcas, hecho que Don Felipe había advertido al Emperador: "De un año contrario queda la gente pobre, de manera que no puede levantar cabeza en otros muchos". Encontró Don Felipe II una carga muy pesada, al hacerse cargo de la corona, que pesaba no solo sobre los reinos de España, sino también sobre los europeos de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, señoríos de Milán, los Países Bajos, el Franco Condado y la corona de Portugal por su matrimonio. Ya sabemos que se casó con su prima María de Portugal, pero ella murió en el parto en julio de 1545. Su hijo Carlos, murió en extrañas circunstancias a los 23 años de edad. Luego se casó con María Tudor, reina de Inglaterra, pero en 1558 falleció la Reina María I sin descendencia. Con lo cual Felipe quedó sin derecho al trono inglés. Luego se casó con Isabel de Valois, hija de Enrique II de Francia. Tuvo Isabel un aborto por enfermedad mal curada, y después en 1566 nace su hija Isabel Clara Eugenia que moriría en 1633. La reina tuvo un parto prematuro en 1568 y ella falleció a los veintidós años de edad. El rey quedó muy afectado durante mucho tiempo. Deprimido, viudo y sin descendencia tenía la necesidad de un heredero. Se casó en 1570 con su sobrina Ana de Austria, hija del emperador Maximiliano II, el que había sido regente en la ausencia de Carlos. Tuvieron un hijo, Fernando pero falleció a los siete años. Luego otro, Carlos Lorenzo fallecido también a los dos años de edad. Y en 1575 nació un tercer varón Diego, que falleció victima de viruela. En 1578 había nacido otro varón, Felipe que al sobrevivir a sus hermanos alcanzo el Principado de Asturias, es decir, heredero al trono. El futuro Felipe III. Tuvieron otra hija, María que murió a los tres años. La reina enfermó y murió en 1580 a los treinta y un años. Los hijos varones, salvo Felipe habían muerto. Felipe II parece ser que amó más que a ninguna otra mujer a Isabel de Valois. Su primer hijo, Carlos, después de una operación de cabeza nunca rigió bien y según parece Juan de Austria advirtió a su hermano Felipe II que su propio hijo planeaba matarle. Fue confinado Carlos en el castillo de Arevalo, donde ya había estado en la misma situación Isabel de Portugal, la madre de Isabel la Católica. Murió Carlos en julio de 1568 produciendo hondo dolor en su padre.
En 1559 Felipe había promulgado una pragmática en Aranjuez por la que, para evitar contagios del protestantismo, prohibía a todos sus súbditos estudiar en universidades extranjeras. Incluso a los clérigos y mandaba regresar a los que ya estuvieran fuera. Felipe afirmó que mantendría con todas sus energías la religión católica en España. Consiguió el impuso del Concilio de Trento, que se celebró en enero de 1562 y enero de 1564, allí se definieron las doctrinas de la iglesia católica que perduraron cuatro siglos, sin hacer la menor concesión a los protestantes. Por entonces Felipe era el adalid de la Iglesia Católica. Se comenzó un ataque contra el papa Pablo IV, que reprobaba la presencia española en Italia y que había concentrado una alianza con Enrique II de Francia, siempre dispuesto a perjudicar a España favoreciendo sus pretensiones sobre Italia. El duque de Alba atacó al pontífice en 1556 y en una tregua el ejército francés acudió en ayuda del papa. Las tropas españolas se replegaron esperando refuerzos y consiguieron repeler un ataque francés. El duque de Saboya penetró por Francia y consiguió la famosa victoria de la batalla de San Quintín, en agosto de 1557. Carlos I, por entonces ya retirado en Yuste, creyó que su hijo invadiría París, pero Felipe no aprovechó una circunstancia tan propicia.
El pontífice capituló ante el duque de Alba. Francia aprovechó para adueñarse de Calais en enero de 1558, última plaza inglesa desde la guerra de los Cien Años, que estaban vinculados a España por la boda de María Tudor con Felipe II, y también atacaron Luxemburgo y Flandes. Todo se saldó con la firma de la paz de Cateau-Cambrésis en abril de 1559. Francia consolidó su posición al recuperar Calais cortando la vía de comunicación española a ambos lados de su frontera. Pero deparó la hegemonía de España en Europa. En mayo de 1565, la armada otomana llegó a las costas de Malta e inició el asedio a la isla, defendida por los caballeros de la Orden de San Juan u Orden de Malta. El asedio fue durísimo. Por suerte, este gran ataque fue detenido por los miles de soldados que envió España para socorrer a los sitiados. De haber caído en manos del Imperio Otomano, Malta se hubiera convertido en el trampolín perfecto para asaltar Italia. En previsión de un ataque a la isla, el papa Pío V solicitó a España y Venecia la creación de una alianza militar con los Estados Pontificios con el objetivo de frenar la expansión otomana en el Mediterráneo. En 1571, Madrid, Venecia y Roma crearon la Santa Liga. Luego vendría la batalla de Lepanto, que le dedicaremos un capitulo como se merece. Continuará.

sábado, 26 de mayo de 2018

FELIPE II - EL REY PRUDENTE

Parte primera. El nieto de los Reyes Católicos, el Emperador Carlos V y a su vez Carlos I de España, el 16 de enero de 1556, en sus habitaciones privadas y sin ninguna ceremonia, cedió a su hijo (el que sería Felipe II) la Corona de los Reinos Hispánicos, Sicilia y las Indias. Por lo tanto Felipe nunca fue coronado Rey de España. Felipe ya desempeñaba funciones de gobierno desde 1544, después de que Carlos I le escribiera en 1543, a su regreso a España, las Instrucciones de Palamós, que preparaban a Felipe para la regencia de los reinos peninsulares hasta 1550 cuando éste aún tenía dieciséis años. Aunque durante su juventud vivió doce años fuera de España en Suiza, Inglaterra, Flandes, Portugal, etc., una vez convertido en Rey de España fijó su residencia en Madrid y potenció el papel de esta ciudad como capital de todos sus reinos. El Rey Carlos I murió el 21 de septiembre de 1558, a los tres días de que entregara el acta de adjudicación de todos los dominios españoles a su hijo Felipe. Entre esa fecha de 1516 en que muere el Rey Fernando el Católico y aquella otra de 1556 en que abdica como Emperador Carlos V, trascurre una periodo épico para España. Felipe nació en Valladolid, en mayo de 1527, realmente pasó la mayor parte de su niñez con su madre, Isabel de Portugal, ya que en sus cuarenta años de reinado su padre, Carlos I, pasó largo tiempo fuera de España, al ser nombrado Emperador. Las cartas que enviaba a su hijo, conocidas como “Instrucciones”; fueron una buena preparación política para el futuro rey. En realidad ambos personajes tenían poco en común, el carácter militar y caballeresco de Carlos era prácticamente nulo en Felipe. Éste forjó una nueva forma de gobernar. Un imperio tan grande como el suyo, unida al deseo de manejar los entresijos de la administración hizo que crease una burocracia que manejaba a la perfección. Tuvo muchos secretarios pero supervisaba personalmente todos los asuntos importantes. Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, Mateo Vázquez y Gabriel Zayas fueron los más influyentes. Entre los moderados estaban Gómez de Silva, príncipe de Éboli y Antonio Pérez, que tuvo un papel destacado al final de la vida del monarca.
Felipe II puede ser considerado el primer rey moderno en la historia de España. La edificación de un sistema burocrático amplio y funcional de la Administración del Estado, la delegación del poder a terceros y sobre todo la superación de la dicotomía medieval rey-reino por el moderno concepto de Estado. A pesar de su extrema religiosidad y de entender la herejía como un ataque al Estado, en las relaciones internacionales era más permisivo y no llegó a declarar ninguna guerra por motivos exclusivamente religiosos, incluso pactó con Estados contrarios a la fe católica. Su padre quería casarlo con la hija de Francisco I de Francia, (su cordial enemigo), ya que hubiera acercado ambas monarquías. Pero Felipe prefería, y consiguió, a María de Portugal, de la que eran primos carnales. El matrimonio duró dos años. Felipe trató con frialdad a su esposa y fue recriminado por ello por su padre, como asunto de estado el concebir un descendiente. Por fin María quedó embarazada y pero murió en el parto en julio de 1545. El niño fue bautizado como Carlos, y murió en tristes circunstancias. Don Juan de Austria, el hermano bastardo de Felipe y a la postre héroe de Lepanto, se había visto obligado a desvelar los planes de su sobrino al percatarse de la gravedad de su locura. Carlos fue acusado de conspirar contra su padre. Por una operación siendo joven sufrió daños cerebrales y desarrolló un carácter muy agresivo. Fue apresado por el propio padre y durante el cautiverio de seis meses, lejos de calmar a don Carlos, empeoró su salud mental y terminó costándole la vida en un arranque de demencia a los 23 años de edad. En medio de una huelga de hambre, se acostumbró a calmar sus calenturas volcando nieve en su cama y bebiendo agua helada, lo cual terminó consumiendo su quebradiza salud. Por supuesto, la propaganda holandesa acusó directamente al Felipe de ordenar el asesinato de su hijo y argumentó que lo único que quería Don Carlos era acabar con la tiranía de su padre en los Países Bajos. El melancólico y misterioso carácter de Felipe, a su vez, prestó los ingredientes para que Giuseppe Verdi, recogiendo la leyenda negra, compusiera siglos después una de sus óperas más famosas: “Don Giovanni”. Murió Carlos a los ventitrés años. Viudo y sin descendencia era una pesada carga además de las que por su condición tenía. Necesitaba casarse y tener un hijo, a ser posible varón. Pero en Inglaterra muere el hermano de María Tudor, hija de Catalina de Aragón, hija a su vez de los reyes católicos, y de Enrique VIII de Inglaterra, dejando a María la Corona de ese país. Desde su trono María se propuso desmontar la obra religiosa de su padre y devolver a Inglaterra a la obediencia del papa de Roma, liquidando el cisma. Por las persecuciones que realizó a los protestantes era conocida como Bloody Mary, “María la Sanguinaria”. Dadas las circunstancias María y Felipe se casaron el 25 de julio del año 1554 en la Catedral de Winchester y mientras que parece que María estaba profundamente enamorada de Felipe, él no de ella. Es popular la singular frase de que “Partía para Inglaterra como el que parte para una cruzada”.
Felipe y María Tudor Cuando se casaron la reina contaba 39 años y el rey 27. El matrimonio no tuvo descendencia, aunque más de una ocasión pareció que la reina estaba embarazada y así lo declaró. Por lo tanto Felipe fue antes rey de Inglaterra que de España, ya que durante cuatro años fue rey consorte inglés al haberse casado con la que fuera reina María I de Inglaterra. Recibiría la herencia de su padre, Carlos I, dos años después. En 1558 fallecieron la Reina María I de Inglaterra, (sin hijos) y también Carlos I de España. Felipe quedó viudo de nuevo y sin derecho al trono inglés. Contnuará

TRATADOS CON PORTUGAL A RAÍZ DEL DESCUBRIMIENTO

Para entender los acuerdos entre el reino de Portugal y el de Castilla-León, hemos de remontarnos a la Guerra de Sucesión Castellana entre a...