Juan de Trastámara, (su padre), como regente en Aragón en
nombre de su propio hermano, el ausente rey de Aragón Alfonso V, había sido
desafiado por la nobleza y el alto clero del reino. Entre rebeliones y
disturbios su esposa embarazada, Juana Enríquez, tuvo que refugiarse en la
frontera con Navarra. Allí nació Fernando de Trastámara en 1452.
Juan II V en 1458 hereda el reino de Aragón y designó a Fernando
gobernador de Cataluña en 1462, bajo la regencia de su madre por su corta edad.
Fueron muy mal recibidos en Barcelona por la oligarquía que detentaba el poder
en la ciudad Condal.
Cataluña estaba entonces profundamente dividida. Los
"malos usos" ( prestaciones señoriales que los cultivadores o pageses
consideraban que abusivas). y eran
característicos del feudalismo catalán. Habían causado un creciente
enfrentamiento entre los campesinos y sus señores tanto laicos como
eclesiásticos..
El golpe de Estado producido en Barcelona en 1462, después
de varias conspiraciones, para eliminar el poder regio, provocó la huida, en
difíciles circunstancias de Juana y su hijo
Fernando. Refugiados en Gerona fueron rodeados por un ejército. Así
comenzó la guerra civil catalana que iba a durar diez años. El rey Juan buscó
el apoyo de Francia de Luis XI. La
necesidad de obtener fondos le llevó a hipotecar los condados transpirenaicos
del Rosellón y la Cerdaña a la corona francesa.
La recuperación de Juan II hizo evidente a los rebeldes que
no podrían imponerse sin apoyos externos. En este momento aparece por primera
vez Fernando como jefe de las fuerzas aragonesas, aunque solo con carácter
nominal por su corta edad. El condestable fue derrotado en la batalla de Calaf,
muriendo poco después.
JUAN II DE ARAGÓN
Un poderoso ejército derrotó en 1467 a las fuerzas
aragonesas, encabezadas por el jovencísimo príncipe Fernando, en la batalla de
Viladamat. Prisioneros los mejores jefes militares realistas, el propio
Fernando se salvó milagrosamente. Enfermo Juan II solo podía buscar ayuda en la
vecina Castilla. Conservaba importantes contactos tras la proclamación como
heredera de la princesa Isabel en 1468. La propuesta consistió en acordar el
matrimonio de Isabel con su hijo Fernando, primo segundo de Isabel-
Fernando se ocupó de enviar refuerzos a su padre. Su
destreza contribuyó a lograr la definitiva derrota de la rebelión catalana en
1472. Fernando en un joven lleno de criterio y muy maduro para su edad. Lo
demostró con creces en el difícil momento de la Sucesión Castellana en 1474, contra
el reino de Portugal. La guerra promovida por los partidarios de la Beltraneja
en alianza con Portugal y Francia puso en gravísimas dificultades a los nuevos
reyes. Fernando tuvo que multiplicarse tanto en el frente diplomático como en
el militar.
Tuvo que acudir en ayuda de su padre ante la nueva invasión
francesa de Cataluña y resignarse a aceptar inteligente y momentáneamente la
pérdida del Rosellón y la Cerdaña. Para luego centrarse en Castilla donde su
aprovechamiento de la indecisa batalla de Toro fue magistral.
Años antes en el “Compromiso de Caspe” en 1412, se buscaba
un rey entre Aragón, Valencia y el Principado de Cataluña y es elegido Fernando
de Trastámara. A éste Fernando I de Aragón le sucedió su hijo Alfonso V de
Aragón. A este le sucede en Aragón Juan II, que será el padre de Fernando.
Juan II se casó con Blanca de Navarra, se había convertido
en rey consorte de Navarra y en mayo de 1421 nació el que sería el Príncipe de
Viana. En mayo de 1441 moría su esposa Blanca de Navarra. La sucesión al reino
de Navarra iba a generar un prolongado enfrentamiento entre dos bandos, padre e
hijo. Viudo, Juan II en Navarra se casa
en 1443 con Juana Enríquez. En octubre de 1451, el príncipe Carlos de Viana,
derrotado y acusado por su padre de alta traición fue hecho prisionero.
Mientras que la mujer de Juan, que estaba en estado de gestación se trasladó a
Sos, Aragón, donde nació Fernando, en 1452.
CARLOS, PRÍNCIPE DE VIANA
Juan II de Aragón y de Navarra se coronó rey de Aragón,
desheredando para ello a Carlos de Viana y a su hermana Blanca, en beneficio de
su hija menor Leonor. Y encumbró a su hijo Fernando en detrimento de Carlos.
El monarca aragonés firmó obligado, la llamada “Concordia de
Barcelona” en enero de 1460 por la que perdonaba a su hijo Carlos, y lo
reconoció como primogénito heredero. El príncipe Carlos, desde Barcelona,
negoció con Enrique IV de Castilla (su sobrino, hermanastro de Isabel), su boda
con Isabel de Castilla. Estos contactos
sirvieron de justificación para que Juan II ordenara la detención y encierro de
nuevo de su hijo Carlos en 1460. Esto provocó revueltas en Cataluña. Pero
inesperadamente muere Carlos de Viana. Fernando es reconocido heredero titulándose
Rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña y Conde de Barcelona, que lo sería desde
el 20 de enero de 1479, hasta su muerte, el 23 de enero de 1516. Y en vida de
su padre fue rey de Sicilia desde 1468.
Fernando creció hasta convertirse en caballero seguro de sí
mismo.
El rey castellano, Enrique IV deseaba que su hija Juana,
fuese la heredera, pero siempre existieron dudas de su paternidad, amén de que
él mismo desterró a su esposa, y estando desterrada quedó embarazada de su
amante, Pedro de Castilla con quien tuvo hijos gemelos, y abrumada, decidió
huir.
El deshonor de Enrique era evidente y un golpe enorme al no
poder demostrar la fidelidad de la reina y por consecuencia la sospecha de la
bastardía de su hija Juana.
A esto se sumaba que la boda entre Enrique IV y Juana de
Avis, que eran primos segundos, no tenía el necesario. consentimiento papal.
Con lo cual se decide el acuerdo de Los Toros de Guisando en septiembre de
1468, donde Isabel sería reconocida como Princesa de Asturias.
MATRIMONIO DE ISABEL Y FERNANDO
La boda de Isabel y Fernando sería en Castilla, donde luego
se radicarían. Se necesitaba organizar el viaje de Fernando y sacar a Isabel de
Ocaña, donde era prácticamente una prisionera. Ella se fue a Madrigal. Desde
allí Isabel escribió al rey explicándole que de los tres pretendientes había
escogido a Fernando, y que éste le reconocía también como su legítimo rey.
Isabel se movía dentro de la legalidad con astucia. En 1469 Isabel tenía
dieciocho años y Fernando diecisiete.
En 1493 el rey de Francia, Carlos VIII decidió entonces
devolver a Fernando el Rosellón (tratado de Barcelona), indemnizar a Enrique
VII de Inglaterra y llegar a un acuerdo con Maximiliano y su hijo Felipe (el
hermoso), que se preparaba para un matrimonio español, creyendo tener las manos
libres. Luego reclamó Nápoles.
Fernando formó una Liga Santa a la que se incorporaron
también sus aliados y, en Atella, derrotó a los franceses con un experto
general, Gonzalo de Córdoba, a quien los italianos llamaron el Gran Capitán.
Pronto nacieron dos nietos varones, Miguel de Portugal (que
murió dos años después) y Carlos de Borgoña, (hijo de Juana y Felipe el
hermoso) destinado éste a ser Carlos I de España y el emperador Carlos V.
El Gran Capitán volvió a Italia y en Barletta y las
victorias de Ceriñola y Garellano forjó una fama que se mantuvo hasta 1635: la
Infantería española era reina de las batallas. Luis XII no tuvo más remedio que
concertar una tregua dejando Nápoles bajo ocupación hispana.
Los RR CC tenían ente sí un problema de sucesión. La
herencia pasaba a Juana y Felipe. Las relaciones entre ambos cónyuges eran
tormentosas , la reina Isabel tenía la seguridad de que su hija se volvería
loca, al igual que su propia madre, y Felipe era amigo de Francia. Algunos
nobles que habían combatido a los Reyes Católicos en 1475, se prestaron a
servir de apoyo a Felipe que quería sustituir a Fernando en el momento en que
Isabel falleciera.La Guerra de Granada comenzó en 1481 y duró 10 años. Fernando se acuarteló con sus oficiales y fue una campaña militar en la que lentamente fue conquistando ciudades y llegó a hacer prisionero al Boabdil el chico, al que liberó con condiciones de terminar la guerra entragando la ciudad de granada, para seguridad se quedó con sus dos hijos como garantía. La capitulación se realizó el 1 de enero de 1492 y la entrega de la ciudad al día siguiente. Europa entera celebró la victoria al Islam.
La reina Isabel la Católica falleció en 1504 en Medina del
Campo. Previamente informada por sus embajadores de la situación, añadió a su
testamento un codicilo en el cual disponía que si Juana estaba ausente,
renunciaba por sí misma o era incapacitada, Fernando y no Felipe debía tomar
las riendas del poder. Felipe el Hermoso viajó a España en compañía de su
esposa, con tropas, y reunió en torno a su persona un partido nobiliario. Ante
la perspectiva de una nueva división con guerra, Fernando cedió a su yerno el
ejercicio (concordia de Salamanca, 1505) a cambio de una indemnización, y se
retiró a Aragón y luego a Italia.
Fernando incorporó Nápoles a la Corona de Aragón y relevó al
Gran Capitán de sus funciones como virrey.
En septiembre de 1506 falleció Felipe el Hermoso, Juana
escribió a su padre que volviera para gobernar, la apoyaba el cardenal Cisneros
y el segundo duque de Alba. Fernando
dejó en manos del Cardenal Cisneros
conjuntamente con un Consejo de Regencia. En agosto de 1507, el Rey
Católico retornó a España decidido a recuperar el poder que antes le habían
arrebatado en Castilla. Se encontró con su hija el 28 de agosto de 1507, y
volvió a asumir el gobierno de Castilla. Fue cuando se enteró de la situación
de su hija Juana. Por entonces estaba rota por el dolor por la muerte de su
marido y además embarazada, daba muestras de demencia. Poco después, la
soberana comunicó su intención de trasladar los restos de Felipe el Hermoso a
la ciudad de Granada a pie. Al llegar a la cercana villa de Torquemada, la
reina debió detenerse, debido a las molestias provocadas por el embarazo de la
que iba a ser su hija Catalina que nació poco después.
En febrero de 1509, Fernando ordenó encerrar a Juana en
Tordesillas para evitar que se formase un partido nobiliario en su torno. Tres
años después de la muerte de su esposo. Allí permaneció durante medio siglo, hasta su
muerte en 1555. Murió siendo reina de Castilla. Fernando gobernó como regente
de Castilla por segunda vez, dejando nuevamente la gobernación al cardenal
Cisneros y él se centró en Italia. Fernando ejerció las funciones de rey de
Castilla, contando con el apoyo de los más fuertes sectores de la nobleza y
especialmente de Cisneros, arzobispo de Toledo, y del duque de Alba, Fadrique
Álvarez de Toledo. Cisneros, que seguía viviendo con la modestia de un fraile,
puso a disposición del Rey los cuantiosos recursos. En 1509, Cisneros conquistó
Orán.
Luis XII de Francia pudo reunir en Pisa una asamblea que se
dio a sí misma tal nombre y preparó el juicio contra Julio II en octubre de
1511. Fernando de Aragón hubo de volver al enfrentamiento con Francia: puso en
pie una nueva Liga que llamó Santísima porque defendía las prerrogativas del
vicario de Cristo y en ella entraron su consuegro Maximiliano y su yerno
Enrique VIII de Inglaterra. Francia disponía de mejores tropas, a cuyo frente
se hallaba un hermano de Germana de Foix, que logró la brillante victoria de
Rávena sobre los aliados. Pero en esta batalla perdió la vida. Luis XII había
reconocido los derechos de esta rama de los Foix sobre el patrimonio del linaje
que ostentaban los Albret.
La muerte del noble en el campo de Rávena supuso que los
derechos de la Casa de Foix recaían en la esposa de Fernando, Germana de Foix,
por lo que el rey de Francia ya no tenía ningún interés en apoyar las
reivindicaciones territoriales de la Casa de Foix.
Pero Fernando convocó a las Cortes aragonesas en 1512, a fin
de solicitar un subsidio con el que financiar armas y jinetes para las campañas
en el Norte peninsular.
El arzobispo de Zaragoza, Alonso de Aragón, hijo de Fernando
el Católico, colaboró con un importante contingente de 3.000 peones y 400
jinetes en la “guerra santa”. Aunque la
invasión ya se había iniciado el 10 de julio el grueso de las tropas entró el
19 de julio. Fue realmente un paseo militar. Pocos días después los navarros
capitularon sin combatir.
Tras la rendición de Pamplona, y luego Tudela que capituló el 9 de septiembre y el 4 de
octubre de 1512, Fernando el Católico entró en ella para jurar su fueros y
privilegios.
La rendición de las plazas fue paulatina. En junio de 1515
se resolvió por las Cortes de Burgos que se anexionaba definitivamente Navarra
a Castilla, guardando los fueros y costumbres del reino. Castilla contaba con
más medios para defender el territorio de una posible invasión francesa. En
cualquier caso la anexión no supuso ninguna subordinación a Castilla. Navarra
conservó sus Cortes, fueros y costumbres, sus leyes y su moneda y el rey estuvo
representado por un virrey. La Navarra ultra pirenaica pasó a la soberanía de
Francia y sus monarcas llevaron el título de reyes de Francia y Navarra hasta
1789. En España la actual Comunidad Foral de Navarra abarca el territorio
correspondiente a la Alta Navarra. La Baja Navarra forma parte del llamado País
Vasco francés.
Fue el último gran éxito de Fernando el Católico.
En 1511, Fernando el Católico encargó un estudio
jurídico-teológico que concluyó que la guerra contra los indígenas de América sólo
será justa. Las Leyes de Burgos, sancionadas por Fernando el 27 de diciembre de
1512, surgieron por la preocupación de la Corona por el trato a los indígenas. Dichas
Leyes fueron consecuencia política y jurídica de los frailes dominicos. Fue
esta la primera vez que la Corona convocó a teólogos y juristas para que le
aconsejaran sobre el problema del Nuevo Mundo. Se determinó por tanto que los
indios son libres y deben ser tratados como tales. Han de ser instruidos en la
fe, como mandan las bulas pontificias. Tienen obligación de trabajar, sin que
ello estorbe a su educación en la fe, y de modo que sea de provecho para ellos
y para la corona. Han de tener contacto y comunicación con los cristianos y
deben de recibir un salario justo por su trabajo.
JUANA I DE CASTILLA
El Rey aceptó, pero es absolutamente cierto que permaneció
al margen de esos horizontes y preocupado especialmente por ejecutar la
incorporación definitiva de Nápoles a la Corona de Aragón. Esperaba garantizar
las comunicaciones mercantiles tan afectadas por la piratería.
La vejez de Fernando corrió en paralelo con el
engrandecimiento de la figura del cardenal
Jiménez de Cisneros. El rey, el “viejo aragonés”, se moría. Otorgó todas
sus posesiones a su hija Juana, y en el puesto de ella, debía asumir el
gobierno y la regencia de los reinos de Castilla y Aragón, su nieto Carlos de
Gante, futuro Carlos I y, hasta su llegada de la corte de Flandes, nombró a su
hijo Alonso de Aragón (hijo de Aldonza y nacido durante su matrimonio con Isabel)
regente de los reinos de la Corona de Aragón y al Cardenal Cisneros, regente de
Castilla.
Falleció el gran rey Fernando el católico el 23 de enero de
1516, cuando se hallaba en una remota aldea extremeña, Madrigalejo. Como
escribió el historiador de la época, Pedro Mártir de Anglería, “el señor de
tantos reinos, el adornado de tantas palmas, el propagador de la religión
católica y el vencedor de tantos enemigos, murió en una miserable casa rústica
y, contra la opinión de las gentes, pobre”.
El cardenal Cisneros estaba al frente del gobierno hasta la
llegada de Carlos de Gante el 19 de septiembre de 1517. Pero no pudo continuar
viajando y se detuvo en Burgos, donde falleció el 8 de noviembre de 1517.
En su libro el hispanista Henry Kamen, dice que de Fernando
en realidad, sabemos muy poco sobre su vida, porque la documentación es
malísima, especialmente en lo referido a la Corona Aragonesa. El primer archivo
nacional surgió en el siglo XVI en Castilla y, por tanto, la documentación
sobre los Reyes Católicos está monopolizada por la figura de Isabel la
Católica. Se le atribuyen a ella muchas cosas que son mérito exclusivo de él,
apunta. Antes que él, solo Jaume Vicens Vives logró una aproximación solvente a
la figura del aragonés a través de una biografía fuertemente contestada por los
nacionalistas.
ESTATUA DE FERNANDO EL CATOLICO EN MADRID
“No solo los catalanes han despreciado a Fernando el
Católico. Tampoco los castellanos han mostrado nunca grandes simpatías por un
hombre que en realidad solo hablaba castellano y, pese a nacer en la región de
Zaragoza. La nobleza castellana sentía aversión por Fernando, al que llamaban
de forma despectiva, “el viejo catalán”. A lo mejor tiene que ver con su
carácter o su actitud”. Lo cierto es que Fernando e Isabel trabajaron para
desterrar los enormes privilegios de las noblezas castellanas.