domingo, 9 de octubre de 2016

LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA (II)

Si don Juan Carlos ha llegado a ser rey ha sido porque Franco así lo propuso. Ese era el proyecto político de su vida: modernizar España para que desaparecieran las causas profundas que habían provocado la guerra; crear un Nuevo Estado y coronarlo con la figura de un Rey. El 20 de noviembre de 1975 las instituciones entraron en funcionamiento como un reloj. Sigue como Presidente Arias Navarro. El 2 de diciembre de 1975 don Juan Carlos nombra a Torcuato Fernández-Miranda presidente de las Cortes; el desmantelamiento del Régimen va a comenzar. Torcuato también jura pero en su discurso, tras afirmar que la memoria de Franco es “para todos nosotros inolvidable”, también dice que “el pasado no me ata”. El 13 de diciembre, en el primer gobierno del Rey, Torcuato jura desempeñar sus cargos “con absoluta lealtad al Rey y estricta fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y Leyes Fundamentales del Reino.”
En una entrevista con José Luis de Vilallonga, publicada en un libro, D. Juan Carlos confiesa que en una charla que tuvo con Torcuato le manifestaba su preocupación por el juramento que habría de prestar, y que él consideraba que incluso habiendo jurado mantenerlos, los principios del franquismo no podían seguir vigentes, pues ello equivalía a admitir que el régimen precedente seguía en su lugar. Pero Torcuato Fernández Miranda, sin perder la calma, me decía: «Vuestra Alteza no debe preocuparse. Jurad los Principios del Movimiento, que más tarde los iremos cambiando legalmente uno tras otro.» Su frase favorita era: «Hay que ir de la Ley a la Ley a través de la Ley» Y así fue como se hizo… Torcuato Fernández-Miranda fue el cerebro de la Ley para la Reforma Política. El cambio lo ejecutó después Adolfo Suárez, con guión de Torcuato. Arias Navarro y algunos otros fueron obstáculos en un camino claramente trazado desde el franquismo y que, en realidad, era el único posible para un cambio de régimen incruento y sin revanchismos de guerra-civilistas. Torcuato Fernández en mayo de 1977 dimitió como presidente de las primeras Cortes de la Monarquía al estar en desacuerdo con Adolfo Suárez y con el modo en el que se habían abordado determinados acontecimientos que escapaban a su control, especialmente la cuestión autonómica. La idea de Torcuato Fernández-Miranda era establecer un sistema con dos partidos políticos, uno conservador y otro de tipo más liberal, y que en su opinión podía ser el Partido Socialista Obrero Español (histórico) que presidía Rodolfo Llopis, y que se caracterizaba por ser más moderado que el PSOE Renovado del interior, encabezado desde 1976 por Felipe González, Alfonso Guerra, Javier Solana y Enrique Múgica, tras la escisión del Congreso de Suresnes. Falleció, olvidado, el 19 de junio de 1980 en Londres, a consecuencia de un paro cardíaco. Pero lo cierto es que gracias a hombres como Torcuato en menos de tres años se pudo pasar del franquismo a la promulgación de una Constitución Democrática, consensuada por los partidos políticos y aprobada en referéndum por el pueblo español. El trabajo fue delicado, rápido, consensuado y valiente. Llevado en momento con mucha discreción y secretismo, soportando presiones por los más aferrados al pasado y también por una oposición democrática demasiado impaciente en ver cambios reales. Pasos que fueran demostrando al pueblo la verdad de las promesas democráticas, afrontadas con valor y decisión y también con la prudencia necesaria para no romper y echar por tierra lo andado por la negativa de los poderes todavía franquistas. Era necesario conceder una amnistía al menos para presos políticos. Era necesario legalizar al Partido Comunista, pues no se podría ir a unas elecciones democráticas sin su participación, no sería creíble que parte del pueblo no pueda manifestar su derecho a elegir. Y también de cara a la credibilidad internacional era necesario demostrar que estábamos en la senda de la auténtica democracia. Pero si había algo realmente peligroso era precisamente la legalización de los comunistas. Negociaciones, habilidad política, manejo de los tiempos y mucho sentido de las responsabilidades conferidas. Pero el punto de inflexión, la gran prueba de fuego era una solicitud de suicidio: la aprobación por las Cortes Franquistas de la Ley de la Reforma Política que traería precisamente la desaparición del franquismo. Antes de esto, siendo aún Arias Navarro el Presidente del gobierno, Adolfo Suarez, todavía Ministro Secretario del Movimiento, el día 9 de junio de 1976 pronuncia el discurso de la Ley de Asociación de Partidos Políticos ante las Cortes Franquistas. Suarez coloca acertadamente unas palabras, de Machado, sin nombrarlo, un poeta republicano, fallecido en el destierro. “Está el hoy abierto al mañana. Mañana al infinito. Ni el pasado ha muerto, ni el mañana ni el ayer está escrito”. La ley fue aprobada. Pero Arias Navarro no era el hombre que debía llevar el gobierno del país. No podía por ley ser destituido, pero tuvo el acierto de dimitir lo que permitió buscar entre gente nueva a la persona que llevara el proceso con la inteligencia necesaria. No era tarea fácil. Los candidatos más señalados eran Areílza y Fraga. De entre todas las posibilidades que el Consejo del Reino consideraba fueron descartados ambos a las primeras de cambio. El Rey se las había ingeniado para que Suarez figurase en la terna en la cual él debía decidir. No era una personalidad de peso y los consejeros lo incluyeron precisamente porque pensaban que era simplemente para “hacer bulto”, el candidato previsto era Solís.

HERMANOS DE CRISTOBAL COLÓN

Bartolomé Colón en 1479 se inició como cartógrafo en Portugal con su hermano Cristóbal, de lo que vivía en Lisboa en 1480. También era conoc...