sábado, 10 de febrero de 2024

EXPEDICIÓN ELCANO - JOFRÉ DE LOAYSA

La expedición de Magallanes y terminada por Elcano fue un hito en Europa. Las proezas del Imperio Español continuaban. Las exploraciones ya no se quedaban en el continente americano. 
Nada detenía a aquellos hombres.
Entusiasmado por el viaje de Magallanes - El Cano, y mientras se negociaba con los portugueses, el rey Carlos I tras meses de negociaciones con los portugueses donde no se alcanzó ningún acuerdo decidió armar una nueva expedición mucho más ambiciosa que la primera con el objetivo de asentarse en las Molucas, expulsar a los portugueses y enviar especias a la Península Ibérica.

SEBASTIÁN ELCANO

Ordenó la preparación de otra armada, para realizar una expedición a las preciadas Islas Molucas. Puso bajo el mando de García Jofré de Loaysa, a quien concedió el título de capitán general y gobernador y justicia mayor de las islas del Molucas.
La flota partió de La Coruña el 24 de julio de 1525 y llevaba como segundo a Juan Sebastián Elcano.
Los portugueses habían descubierto las islas en 1512 al mando de Francisco Serrão. Y España aspiraba a su control desde Occidente, y los portugueses desde Oriente.
Siguiendo la ruta de Magallanes, pusieron proa al estrecho que lleva su nombre, donde empezaron los problemas. La nao de Elcano, la Sancti Spiritus, encalló y se fue a pique. Otras dos naves, desalentadas por las dificultades del viaje, desertaron. Una de ellas, la Anunciada, intentó llegar al Pacífico por el cabo de Buena Esperanza. Las aguas la engulleron y no se supo más de ella. La San Gabriel logró regresar a España después de numerosos tormentos.

JOFRÉ DE LOAYSA

Con solo cuatro naves muy maltratadas, la expedición logró atravesar el estrecho y llegar al Pacífico el 26 de mayo de 1526 después de 48 días de infierno. Allí, sin dar tregua a la marinería, una violenta tempestad separó a la castigada flota que nunca más volvió a reencontrarse.
En la nave capitana, la nao Santa María de la Victoria dirigida por Loaísa, se apiñaron los supervivientes de la Sancti Spiritus con Elcano a la cabeza. El escorbuto no tardó en aparecer. Urdaneta recordó con horror: "Toda esta gente que falleció, murió de crecerse las encías en tanta cantidad que no podían comer ninguna cosa, vi sacar a un hombre tanto grosor de carne de las encías como un dedo, y al otro tenerlas crecidas como si no le hubieran hecho nada".
No menos de cuarenta hombres fallecieron en medio del océano, incluidos el capitán general Loaísa, fallecido el 31 de julio de 1526, tomando el relevo Elcano en el mando, que tan solo duraría 4 días más y fallecería el 4 de agosto, fue arrojado al mar sin grandes ceremonias. El cuerpo de Juan Sebastián Elcano, que curiosamente falleció en la nave llamada Victoria, igual que la de la primera circunnavegación, descansa en algún desconocido lugar del Océano Pacífico.
Desde entonces el mando pasó por numerosas manos. Durante el viaje se perdieron el patache Santiago, que llegó a la Nueva España y la San Lesmes de la que no se supo, pero que se cree que arribó en Tahití, aunque también hay quien cree que encalló y es posible que llegaran hasta Nueva Zelanda y naufragaran en la costa meridional de Australia; desde allí la tripulación habría costeado la isla hasta pasar el cabo York, siendo después apresados, probablemente, por la segunda expedición del portugués Gomes de Sequeira.

En la Santa María cundió el desánimo hasta que el 5 de septiembre tocaron tierra en las actuales islas Marianas. Ahí, entre los nativos, una voz les habló en castellano. Se trataba de Gonzalo de Vigo, un desertor del viaje de Magallanes que convivió entre los indígenas. Tras asegurarse el Seguro Real, es decir, el indulto, sirvió como intérprete, consiguiendo suministros para la enferma y hambrienta expedición.
Tras nuevas escalas en Mindanao y Cebú, exploraron las islas Célebes hasta llegar a las Molucas el 29 de octubre. Quince meses después de partir, solo una de las siete naves y apenas 105 hombres de los 450, llegaron a su destino.

ISLAS MOLUCAS 

En Tidore, los españoles obedecieron las órdenes del emperador y, ayudados por los nativos, construyeron tres baluartes de piedra, tierra y madera. Los lusos enviaron numerosos requerimientos buscando que los españoles se acercasen a su fortaleza de Ternate a negociar, lo que a todas luces era una trampa.
La paciencia portuguesa alcanzó su límite y, en la noche del 17 de enero de 1527, una flotilla lusa intentó tomar, de forma sigilosa, el control de la Santa María. Un disparo rasgó la noche, habían sido descubiertos. Se produjo entonces un feroz e intermitente cañoneo que duró tres días. La guerra había llegado a las antípodas.
Esperando a las otras seis naves que los acompañaron, los supervivientes de la expedición resistieron en sus posiciones durante tres años. Entre las junglas y manglares de las Molucas, se sucedieron los abordajes, emboscadas y cruentas escaramuzas entre peninsulares apoyados por sus respectivos aliados indígenas. Los españoles apretaron los dientes, esperando la llegada de unos compañeros que nunca aparecieron, mientras que los portugueses recibieron más refuerzos. Los combates fueron cruentísimos y con diverso resultado. Los lusos lo intentaron todo: comprar a los nativos, envenenar pozos de agua e invitar a los españoles a la deserción.
Dos pequeñas naves con escasos recursos llegaron desde México en marzo de 1528: Álvaro de Saavedra a las órdenes de Hernán Cortés, intentó auxiliar a los supervivientes en Tidore. Su maltrecho estado tampoco fue de mucha ayuda ya que requirió algo de pólvora. Enviado de vuelta a Nueva España en busca de más refuerzos, no logró encontrar el difícil camino de vuelta y fue capturado por los portugueses.
En diciembre de 1529 poco más de 50 españoles se mantenían en pie. Faltos de munición y armamento, abandonados, vestidos con harapos y sin apenas comida se entregaron tras la caída del reino de Tidore, su principal aliado, tres años después de iniciar las hostilidades. Comenzaba para ellos un largo cautiverio en oscuras prisiones portuguesas.
Lo que se desconocía en las Molucas era que ambas coronas ya se habían puesto de acuerdo en el Tratado de Zaragoza, firmado en abril de 1529. Carlos I renunció a las Molucas a cambio de dinero. La noticia no llegó al archipiélago hasta 1532. Los escasos supervivientes fueron entonces repatriados vía Lisboa, ciudad a la que llegaron en 1536 con lo puesto, después de requisarse todas sus pertenencias.
Entre ellos figuraba un desconocido Andrés de Urdaneta. Había partido de La Coruña con 17 años en 1525 y regresó once años después con una hija mestiza. Más adelante sería conocido como uno de los mejores cosmógrafos de su época, pero en 1536 pudo regresar junto a ocho hombres más, derrotado y sin gloria tras completar la segunda vuelta al mundo.
Pero volvería  en 1565 y completaría lo que se llamó el “Tornaviaje”, demostrando empíricamente la esfericidad de la tierra.

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Bartolomé Colón en 1479 se inició como cartógrafo en Portugal con su hermano Cristóbal, de lo que vivía en Lisboa en 1480. También era conoc...