La
Conferencia de Berlín de 1884 hizo un reparto de varios territorios africanos.
En aquel reparto no intervino Estados Unidos. España poseía, hasta 1898, dos
grandes territorios ultramarinos, la isla de Cuba y el archipiélago de
Filipinas.
El Pacto de Biak-na-Bató, firmado el 14 de diciembre de 1897, fue un acuerdo entre los rebeldes filipinos y las tropas españolas durante la revolución llevada a cabo por la sociedad secreta fundada por Andrés Bonifacio contra el gobierno español que puso fin a la primera parte de su insurrección.
Pero lejos de servir para devolver la paz a las islas, pronto se inició la guerra hispano-norteamericana.
A finales del siglo XIX los Estados Unidos quisieron tener su parte de un pastel colonial. Teniendo en cuenta la decadencia de España, vio posible conseguir una serie de colonias.
Fijaron su área de expansión en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado notar en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias. Estas eran Cuba y Puerto Rico en el Caribe; Filipinas, Las Carolinas, Las Marianas, Las Palaos y Guam en el Pacífico. A excepción del archipiélago filipino y Guam, el resto de islas fueron vendidas al año siguiente a Alemania por 25 millones de pesetas.
A todo esto debemos añadir que estos países deseaban independizarse de España, porque consideraban que su evolución social y económica estaba enquistada por culpa de ser una colonia caduco Imperio.
La explosión del buque americano Maine en 1898 anclado cerca de la bahía de La Habana fue la excusa para que interviniera en la guerra los Estados Unidos. Acusaron a los españoles de haber provocado la explosión. Ahí se inicia la política expansionista de los Estados Unidos.
Con anterioridad al hundimiento del Maine debemos detallar que España y Cuba ya estaban en guerra como consecuencia del levantamiento de José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez. Este levantamiento se produjo el 29 de enero de 1895.
El Pacto de Biak-na-Bató, firmado el 14 de diciembre de 1897, fue un acuerdo entre los rebeldes filipinos y las tropas españolas durante la revolución llevada a cabo por la sociedad secreta fundada por Andrés Bonifacio contra el gobierno español que puso fin a la primera parte de su insurrección.
Pero lejos de servir para devolver la paz a las islas, pronto se inició la guerra hispano-norteamericana.
A finales del siglo XIX los Estados Unidos quisieron tener su parte de un pastel colonial. Teniendo en cuenta la decadencia de España, vio posible conseguir una serie de colonias.
Fijaron su área de expansión en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado notar en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias. Estas eran Cuba y Puerto Rico en el Caribe; Filipinas, Las Carolinas, Las Marianas, Las Palaos y Guam en el Pacífico. A excepción del archipiélago filipino y Guam, el resto de islas fueron vendidas al año siguiente a Alemania por 25 millones de pesetas.
A todo esto debemos añadir que estos países deseaban independizarse de España, porque consideraban que su evolución social y económica estaba enquistada por culpa de ser una colonia caduco Imperio.
La explosión del buque americano Maine en 1898 anclado cerca de la bahía de La Habana fue la excusa para que interviniera en la guerra los Estados Unidos. Acusaron a los españoles de haber provocado la explosión. Ahí se inicia la política expansionista de los Estados Unidos.
Con anterioridad al hundimiento del Maine debemos detallar que España y Cuba ya estaban en guerra como consecuencia del levantamiento de José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez. Este levantamiento se produjo el 29 de enero de 1895.
Restos del Manine
Convendría recordar lo difícil que se hacía para los españoles controlar un conjunto de islas que en total superaban en número las 3.000. El principal problema con el que se encontraban era la dificultad que entrañaba el erradicar la piratería de aquellas aguas.
El movimiento independentista y la guerra con los EE.UU. sorprendieron a una fuerza que no estaba preparada para un combate naval de entidad.
Tras el luctuoso hundimiento del Maine, y antes de declarar la guerra contra España, Teodoro Roosevelt ordena preparar su escuadra asiática con el fin de destruir a la española de Filipinas.
Los americanos contaban con seis buques. Los cuatro primeros eran cruceros protegidos y, los dos últimos, grandes cañoneros. En total sumaban 19.000 toneladas de desplazamiento. Completaban su armamento 10 tubos lanzatorpedos. Eran de construcción moderna.
Por parte española se contaba con 7 buques sumando un total de 14.000 toneladas. Estaban armados con treinta y siete cañones. Se completaba el mismo con un número indeterminado de ametralladoras y trece tubos lanzatorpedos.
Aunque eran buques un poco más viejos que los de los americanos, se podría afirmar que la mayoría se encontraban en la mitad de su ciclo de vida.
Convendría recordar lo difícil que se hacía para los españoles controlar un conjunto de islas que en total superaban en número las 3.000. El principal problema con el que se encontraban era la dificultad que entrañaba el erradicar la piratería de aquellas aguas.
El movimiento independentista y la guerra con los EE.UU. sorprendieron a una fuerza que no estaba preparada para un combate naval de entidad.
Tras el luctuoso hundimiento del Maine, y antes de declarar la guerra contra España, Teodoro Roosevelt ordena preparar su escuadra asiática con el fin de destruir a la española de Filipinas.
Los americanos contaban con seis buques. Los cuatro primeros eran cruceros protegidos y, los dos últimos, grandes cañoneros. En total sumaban 19.000 toneladas de desplazamiento. Completaban su armamento 10 tubos lanzatorpedos. Eran de construcción moderna.
Por parte española se contaba con 7 buques sumando un total de 14.000 toneladas. Estaban armados con treinta y siete cañones. Se completaba el mismo con un número indeterminado de ametralladoras y trece tubos lanzatorpedos.
Aunque eran buques un poco más viejos que los de los americanos, se podría afirmar que la mayoría se encontraban en la mitad de su ciclo de vida.
TRIPULACIÓN DEL REINA CRISTINA ANTES DE LA BATALLA
En Cavite
pues, se iban a encontrar dos escuadras "a priori" casi equilibradas
en fuerzas, con ligera ventaja de los americanos al ser sus buques en general,
más grandes, rápidos, y potentes que los españoles.Hay que reiterar el mal estado de mantenimiento en el que se encontraban los buques españoles, y es que el arsenal de Cavite había quedado del todo punto obsoleto para las necesidades de éstos. En el momento de estallar la guerra, tres de los principales buques estaban siendo sometidos a grandes reparaciones. A esta deplorable situación del material a flote se unía la escasez y la falta de preparación del personal que componía en aquellos momentos la Armada Española.
Don Patricio
Montojo, jefe del apostadero de Filipinas, pidió refuerzos que nunca llegaron,
por lo que en el combate su misión sería estar a la defensiva apoyado por las
baterías de costa. El 15 de marzo, los principales mandos militares del
archipiélago se reunieron para definir la estrategia defensiva de los
españoles.
Pronto se
constató cierto desacuerdo entre el Ejército y la Armada; así, mientras para
los primeros el objetivo principal era defender Manila, Montojo señaló que la
escuadra sólo podría defender adecuadamente Subic que, si bien se encontraba
lejos de la capital. Lo ideal hubiera sido que la escuadra española se hubiera
situado frente a Manila, combatiendo para su defensa con el apoyo de las
baterías de la ciudad, pero los mandos españoles no querían que la hermosa
ciudad fuera escenario del combate, lo que hubiera supuesto con total seguridad
un gran número de bajas entre la población civil.
Se decidió finalmente un despliegue de artillería de costa que no fue ni idóneo ni suficiente.
Entretanto los americanos que estaban basados en Hong-Kong, procedieron a cambiar la pintura blanca de sus buques por la gris, mientras esperaban al crucero Baltimore que había zarpado desde los EE.UU. cargado de municiones. Una vez reunida toda la flota salieron el 24 de abril de aquel puerto con el objetivo de ir hasta la isla de Luzón, donde esperaban encontrarse con la flota española, llegando el día 30 del mismo mes. Dewey había tomado la decisión, consensuada con sus comandantes, de forzar esa misma noche la entrada en Manila para, al día siguiente, atacar a la flota española.
A las 23:30 horas la escuadra americana pasaba sin ser vista frente la isla del Corregidor. Los buques yanquis iban totalmente a oscuras y sólo una pequeña luz en popa indicaba al buque siguiente la derrota a seguir. El único peligro al que estaban expuestos los buques de Dewey eran las minas, que no hicieron acto de presencia.
Al amanecer del siguiente día, el 1 de mayo de 1898 la flota americana se encontraba frente a Manila. Inmediatamente las baterías de costa comenzaron a disparar, pero la distancia a la que se encontraban los buques impedían que los alcanzasen estas. La escuadra de Montojo se encontraba fondeada frente a Cavite, y era de todas las posibles ubicaciones de la flota la que menos garantías ofrecía para su defensa.
A las cinco y cuarto de la mañana comenzó el combate. A una distancia quizás excesiva de 5.000 metros los buques españoles abrieron fuego, contestando 25 minutos después los Olympia, Baltimore y Boston que concentraban su fuego sobre los Castilla y Cristina, recibiendo estos últimos numerosos impactos que causaron grandes daños.
La táctica española era la de acercarse con su buque insignia el Cristina, apoyado por la artillería del Austria, lo más posible al enemigo, con el fin de torpedearlo, cosa que no se pudo conseguir al ser rechazados. La superioridad americana se basó principalmente en sus cañones de gran calibre, de los que carecía la escuadra española.
Dos horas y media de combate después, la situación de la escuadra española no era tan mala como cabría imaginar. Sólo en dos cruceros españoles (el Castilla y el Cristina) la situación era casi insostenible, ya que ambos tenían graves daños y numerosas bajas, pero aun así continuaban a flote y seguían disparando (no obstante un temeroso Montojo cambió su insignia al Isla de Cuba); el resto apenas habían recibido algunos impactos y estaban en condiciones de soportar sin problemas el castigo americano durante bastante tiempo.
Se decidió finalmente un despliegue de artillería de costa que no fue ni idóneo ni suficiente.
Entretanto los americanos que estaban basados en Hong-Kong, procedieron a cambiar la pintura blanca de sus buques por la gris, mientras esperaban al crucero Baltimore que había zarpado desde los EE.UU. cargado de municiones. Una vez reunida toda la flota salieron el 24 de abril de aquel puerto con el objetivo de ir hasta la isla de Luzón, donde esperaban encontrarse con la flota española, llegando el día 30 del mismo mes. Dewey había tomado la decisión, consensuada con sus comandantes, de forzar esa misma noche la entrada en Manila para, al día siguiente, atacar a la flota española.
A las 23:30 horas la escuadra americana pasaba sin ser vista frente la isla del Corregidor. Los buques yanquis iban totalmente a oscuras y sólo una pequeña luz en popa indicaba al buque siguiente la derrota a seguir. El único peligro al que estaban expuestos los buques de Dewey eran las minas, que no hicieron acto de presencia.
Al amanecer del siguiente día, el 1 de mayo de 1898 la flota americana se encontraba frente a Manila. Inmediatamente las baterías de costa comenzaron a disparar, pero la distancia a la que se encontraban los buques impedían que los alcanzasen estas. La escuadra de Montojo se encontraba fondeada frente a Cavite, y era de todas las posibles ubicaciones de la flota la que menos garantías ofrecía para su defensa.
A las cinco y cuarto de la mañana comenzó el combate. A una distancia quizás excesiva de 5.000 metros los buques españoles abrieron fuego, contestando 25 minutos después los Olympia, Baltimore y Boston que concentraban su fuego sobre los Castilla y Cristina, recibiendo estos últimos numerosos impactos que causaron grandes daños.
La táctica española era la de acercarse con su buque insignia el Cristina, apoyado por la artillería del Austria, lo más posible al enemigo, con el fin de torpedearlo, cosa que no se pudo conseguir al ser rechazados. La superioridad americana se basó principalmente en sus cañones de gran calibre, de los que carecía la escuadra española.
Dos horas y media de combate después, la situación de la escuadra española no era tan mala como cabría imaginar. Sólo en dos cruceros españoles (el Castilla y el Cristina) la situación era casi insostenible, ya que ambos tenían graves daños y numerosas bajas, pero aun así continuaban a flote y seguían disparando (no obstante un temeroso Montojo cambió su insignia al Isla de Cuba); el resto apenas habían recibido algunos impactos y estaban en condiciones de soportar sin problemas el castigo americano durante bastante tiempo.
EL "OLIMPIA" AMERICANO- ÚNICO QUE SE CONSERVA
Dewey ordenó
la retirada al ver los escasos resultados de su ataque, aprovechando esta
pequeña tregua para dar de comer a sus cansadas dotaciones. La situación se
tornaba preocupante para el almirante americano, haciéndole reflexionar sobre
el hecho de que a pesar de haber consumido la mitad de sus municiones, no había
conseguido sin embargo hundir ningún buque enemigo. Si Montojo hubiera
adivinado la preocupación del almirante yanqui no habría hecho lo que hizo: dar
el combate por perdido y ordenar el abandono de sus buques, quitando el cierre
de las piezas y abriendo los grifos. También pesaba que él mismo estaba herido.Pese a la superioridad artillería de los americanos, el porcentaje de acierto de sus cañones fue ridículo. En total los americanos hicieron unos 6-000 disparos de los que sólo unos 150 lograron alcanzar su objetivo:
Los españoles perdieron 60 hombres, resultando heridos 193; los americanos oficialmente tuvieron 1 muerto y 15 heridos.
Parece claro que la decisión de Montojo de hundir sus buques fue algo precipitada, habiéndose puesto en duda por prestigiosos entendidos en la materia. Sobre este punto, desde hace ya algunos años, existe una pugna entre la versión "oficialista", que exime a Montojo de toda responsabilidad, y una versión "revisionista", más crítica con la actitud del Almirante. De todas formas visto el estado de su escuadra, poco cabía exigir a Montojo, tampoco parecería lógico el calificar su actitud de nelsoniana…
En cualquiera de los casos, la batalla de Cavite no fue sólo una derrota total, sino también el triste aperitivo de lo que luego ocurriría en Santiago de Cuba.
El enemigo dominaba ambos océanos: el Atlántico, gracias a su potencia naval, y el Pacífico, gracias a la benevolencia de Reino Unido.
Las tropas norteamericanas no se retiraron de las islas Filipinas y además enviaron nuevas tropas al archipiélago hasta que en agosto “conquistaron” la ciudad de Manila. Con la posesión de Manila ya solo quedaba la anexión total de las islas, y así se hizo a través del Tratado de Paz de París, firmado el 10 de diciembre de 1898.
Para España el enemigo no solo era exterior, pues la contienda reactivó la rebelión filipina. En Baler, un pueblecito filipino aislado al que no llegó noticia de la paz, un grupo de ellos, los últimos de Filipinas, aislados y sin noticias, siguieron luchando un año más, creyendo que la guerra continuaba.
"LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS"
La derrota
en Cavite contra los estadounidenses y su apoyo económico y armado a los
filipinos hizo que Emilio Aguinaldo, alcalde de Cavite y uno de los líderes del
movimiento independentista del país reanudasen la guerra contra el último
destacamento español que quedaba en Baler.La verdad es que la insurrección fue combatida con violencia y crueldad, los pobres soldados españoles, sin medios militares, enfermos, mal alimentados y a miles de kilómetros de su patria, lucharon con el valor habitual.
El destacamento contaba con 55 hombres.
El asedio se intensificó, la falta de alimentos frescos se empezaba a notar. Esta situación hizo que el documento que llegó del Parlamento filipino comunicando la firma del Tratado de París y, por consiguiente, que Filipinas ya no era española. Sin embargo, continuaron aguantando convencidos de que seguían protegiendo territorio español. Tras 11 meses en la iglesia del pueblo filipino, a finales de mayo de 1899, el teniente Martín Cerezo descubrió una noticia en los periódicos que no podía ser una inventiva de los isleños, lo que le hizo reconocer y darse cuenta, definitivamente, de que los anteriores avisos en los que se le comunicaba que España ya no poseía la soberanía de Filipinas eran ciertos.
Reuniendo a la tropa explicó cuál era la situación y propuso una retirada en la que su dignidad y honor, depositado en ellos por España, no se perdiese. Finalmente, el 2 de junio de 1899, tras izar en la iglesia la bandera blanca y oír al corneta tocar atención, el destacamento español de Baler se rindió hace 126 años.
Monumento a
los Héroes de Cavite y Santiago de Cuba
ALMIRANTE PASCUAL CERVERA
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