jueves, 8 de junio de 2023

INVASIÓN MUSULMANA SIGLO IX - (Parte 4)

La zona controlada por los reyes francos llegó hasta la zona entre los pirineos y el mar. De ahí salieron los cinco condados de Barcelona, Ampurias, Gerona Rosellón y Urgel-Cerdaña, que nunca fue una unidad administrativa. Al principio vinculados al reino de Aquitania, dentro del marquesado de Tolosa,  y en el año 817 se reorganiza el Imperio Carolingio y estos condados fueron el Marquesado de Gothia, cuyo primer marqués fue el conde Bera de Barcelona. Para aclarar en pocas palabras digamos que el territorio ganado a los musulmanes por el Imperio Carolingio  se configuró como la Marca Hispánica, que iba desde Pamplona hasta Barcelona. Los condados más importantes fueron los de Pamplona, constituido en el primer cuarto del siglo IX en reino; Aragón, constituido en condado independiente en 809; Urgel, importante sede episcopal y condado con dinastía propia desde 815; y el condado de Barcelona, que con el tiempo se convirtió en hegemónico sobre sus vecinos, los de Ausona y Gerona.
En Mérida la capital de la “Marca Inferior”, fue centro de la oposición bereber a la que se sumaron muladíes y mozárabes. 
Casi ocho años de luchas costó dominar la zona al emir, del 805 al 813.  El hecho es que la aplicación de la fuerza y un poder despótico sin límites logró pacificar al-Andalus.


JEFE MULADÍ 

Y mientras tanto, ¿qué pasaba en Asturias? esa gran Asturias que iba desde Galicia hasta Vizcaya,  vive en ese momento años de esplendor. La amenaza musulmana sigue vigente, pero ha sido controlada. El reino goza de un periodo poco frecuente de paz. Alfonso II no sólo ha consolidado su poder, sino que además ha afianzado su posición internacional ante Carlomagno y ante el Papa. También ha comenzado la repoblación al sur de la Cordillera Cantábrica
Por otro lado cuando Carlomagno envía a su hijo Ludovico Pío para tomar el control de Pamplona, con el conocimiento de Alfonso II de Asturias, esto inquieta sobremanera al emirato de Córdoba. El emir responderá con una fuerte ofensiva en 816; su punto culminante será la batalla del río Orón, una de las más tremendas de este primer siglo de la Reconquista.
Córdoba tenía razones para sentirse amenazada; aquello ya no era un pequeño reducto rebelde.
Alhakán organizó un ejército formidable. Señaló un claro objetivo: una vez más, el punto de unión de asturianos y navarros, en el sureste de Álava. Los musulmanes en algún momento de su camino, se toparon con una cuantiosa fuerza cristiana: pamploneses, guerreros de Alfonso II,  incluso huestes vasconas. Parece probable que el propio Alfonso II estuviera allí. Velasco el Gallego era el hombre en Navarra de Ludovico Pío, (el piadoso) ya emperador.
Abd al-Karim ordenó a sus tropas detenerse hasta el alba del 26 de mayo. El ataque musulmán se estrelló contra las defensas cristianas. Viendo a los musulmanes en apuros, los cristianos optaron por pasar a la ofensiva pero todo parecía perdido para la coalición cristianas Los cristianos que pudieron escapar a la matanza escalaron hacia las alturas y, desde allí, sometieron a los sarracenos a una inclemente lluvia de rocas.
Pasaron hasta trece jornadas consecutivas. Una fuerte lluvia de varios días hizo que los moros levantaran el campo. En ambos bandos habían caído muchos hombres. Así que, aun a costa de enormes sacrificios, los cristianos habían conseguido detener la gran ofensiva.
Y después de la batalla de río Orón las cosas  cambiarían, ante todo, para Navarra y el Imperio carolingio. Ludovico Pío, ya emperador en el trono tras la muerte de su padre, perdió interés por la lucha en el sur: su vasto imperio requería otros esfuerzos. Eso fue letal para los Velasco, que no tardarían en ser desplazados por los Íñigo, sus acérrimos enemigos. Y también cambiarían mucho las cosas para Alhakán, el emir de Córdoba, que había fallado nuevamente en su intento de cimentar su autoridad sobre una gran victoria. Inmediatamente se recrudecerían los trastornos internos en Al Andalus. Quien mejor parado salió  fue Alfonso II. Ante el rey de Asturias se abría ahora un periodo de relativa paz: el emirato tardaría varios años en volver a atacar las fronteras del reino cristiano del norte.
Con el pacífico reinado de Abderramán II  (822-852), nos encontramos en un periodo clave de la historia musulmana en la península. El emir sentó las bases político-administrativas, económicas y culturales. Es a partir de aquí cuando podemos hablar de una completa islamización de al-Andalus. Lo importante de ese periodo es el levantamiento de los mozárabes cordobeses que habría de prolongarse durante años. Los mozárabes gozaban de autonomía, eran numerosos en Córdoba, Mérida, Toledo y Zaragoza. Estaban regidos por un conde y con fuero propio de la época visigoda. Y con un juez propio. Conservaban sus diócesis, sus iglesias y monasterios y practicaban su rito mozárabe. Pero hablaban y escribían en árabe. Las razones que provocaron los levantamientos no están del todo claras pero si se puede asegurar que la cuestión impositiva era una de ellas y otra la islamización de la corte. Se quejaban de que no podían ejercer su religión con libertad. Un hombre luchador, San Eulogio, impulsó la recuperación de la doctrina cristiana verdadera y el rechazo a las costumbres islámicas. Esto hizo que muchos mozárabes blasfemaran contra el Islam, lo que se castigaba con la muerte. La represión fue cruel y esto empujó a que algunos mozárabes se islamizaran y otros huyeran a regiones cristianas, donde la cultura mozárabe continuó viva. 
Se produjo una ola de martirios voluntarios a partir del 850. Abderramán II a pesar de controlar una época de avances tuvo también que sofocar una rebelión en Orihuela y fundó Murcia sobre un asentamiento romano en el 831. Un miembro de la familia de los Banu Qasi hizo de la frontera superior (Navarra), un foco de continuas revueltas hasta el comienzo del califato, lo que permitió la consolidación del reino de Navarra y la creciente autonomía de los condes aragoneses. Abderramán II muere en el 852 y le sucede su hijo Mohamed I (852 al 886).
Está claro que todos estos problemas facilitaron la marcha de lo mozárabes a los núcleos cristianos del norte, en particular a Asturias. Más adelante Al-Hakam era el emir (961 al 976) que subió los tributos y Luis el Piadoso prometió ayuda a los mozárabes.


VIKINGOS


Para colmo de males aparece la primera expedición vikinga en las costas asturianas en el año 844. Arribaron varias veces a la Península. Está demostrado que llegaron a pisar tierra en Galicia, Vasconia y Al-Ándalus. Al menos, eso dicen las crónicas de la época. Fueron divisados por primera vez en Gijón. Luego se dirigieron a las costas gallegas y a continuación siguieron por el litoral Atlántico Peninsular de norte a sur, de manera que, pasando por Lisboa, llegaron a Cádiz, Sanlúcar de Barrameda, hasta llegar a Sevilla remontando el río Guadalquivir, la cual saquearon en septiembre de ese mismo 844. Destruyeron la mezquita de la ciudad, acabaron con la vida de muchos de sus habitantes y también hicieron esclavos.
Desde aquí atacaron ciudades del entorno como Coria, Morón de la Frontera, Medina-Sidonia y Niebla. En todos los lugares causaron cuantiosos daños, tanto materiales como en vidas humanas. Tras saquear Sevilla durante una semana, los vikingos siguieron internándose. Fue entonces cuando el emir, Abd al-Rahman II, organizó un ejército para defender la ciudad. Según las crónicas musulmanas, la victoria árabe fue aplastante en la  batalla de Tablada (Aljarafe, provincia de Sevilla), el 11 de noviembre de 844, que enfrentó al emirato de Córdoba con las huestes de vikingos.
Fue la primera incursión vikinga importante en la península, terminó provocando el envío de una embajada omeya al encuentro de los nórdicos. A pesar de que esta primera llegada de los vikingos fue causa del azar. Sin duda alguna ya habían oído hablar sobre las riquezas y la majestuosidad de Al-Ándalus. “En sus correrías, los vikingos debían haber escuchado muchas historias sobre la riqueza y el esplendor de Al-Ándalus, la brillante corte de los Omeyas en Córdoba, el reino que en la Europa del siglo IX podía mostrar la mayor concentración de opulencia y esplendor”, sostiene Eduardo Morales, autor de uno de los capítulos del libro “Los vikingos en la Península Ibérica”.
Poco más de un mes después del saqueo de Sevilla fueron derrotados en batalla en el mismo lugar en el que, hoy en día, se encuentra el aeropuerto. Después de esto, los supervivientes llevaron a cabo alguna que otra correría y no se supo nada más de ellos hasta el año siguiente, y para entonces ya se encontraban en Aquitania.
Parece ser que algunos de los vikingos optaron por rendirse a Abd al-Rahmán II, quien se tomó bastante en serio el ataque vikingo a sus costas. También recibió una visita de un embajador enviado por el “rey de los vikingos”.

 

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