viernes, 9 de junio de 2023

INVASIÓN MUSULMANA SIGLO X - (Parte 5)

Estamos en el siglo IX. Hemos narrado una parte de la invasión vikinga en Hispania en época de al-Andalus.
El emir decidió encomendar a Al-Ghazal, diplomático la misión de remontar el Atlántico y acordar la paz. Este partió con una carta de Abd al-Rahmán II y con regalos para los escandinavos. Su destino fue Irlanda. Otros historiadores creen que debió ser Dinamarca. Pero de lo que sí que ha quedado constancia es de la impresión que causaron los musulmanes entre los nórdicos una vez llegaron a su destino. La reunión entre el embajador musulmán y el rey transcurrió con total normalidad. Comenzaron leyendo la carta del emir, y después pasaron a entregarse obsequios. En lugar de volverse inmediatamente a Al-Ándalus, al-Ghazal aceptó la invitación extendida por los nórdicos para pasar un tiempo entre ellos.
Mientras Abderramán II crea una flota con varias atarazanas (arsenales) uno de ellos en Sevilla. Dotándose así de una marina no solamente para detener a los normandos sino también era asegurar la supremacía en el Mediterráneo Occidental. También construyó fortalezas en las desembocaduras de los ríos (rábidas en romance).

MUSA IBN MUSA (BANU QASI)

Navarra y los Banu Qasi. En lo que hoy conocemos como Navarra, el norte de la comunidad permaneció poco tiempo bajo dominio musulmán y pronto se organizó en un núcleo cristiano, de fugaz sometimiento al Imperio carolingio y con centro en la ciudad de Pamplona, población fundada en época romana por Pompeyo sobre un asentamiento vascón preexistente denominado “Iruña”. Su primer soberano en el norte fue Íñigo Arista, hacia el 810, cabeza conocida de la primera dinastía navarra. De este modo se conformó el Reino de Pamplona. Íñigo Arista, señor de Pamplona, se le considera como el fundador del reino y patriarca de la dinastía
Musa ibn Musa era el gobernador de Tudela en el 842 y sintiéndose postergado por el emir decidió rebelarse. Sufrió un primera derrota y buscó ayuda en Íñigo Arista, rey de Navarra con quien estaba emparentado. Era en realidad un reino latente, aún débil. Fueron derrotados los aliados en el 843. No obstante se firmó un tratado de paz entre el emir y los navarros, en el que se les reconocía su independencia mediante un tributo anual. También la dinastía Iñiga sufrió un secuestro por parte de los normandos y hubo de pagar un rescate muy fuerte que costó un tiempo reunir. Esto deja a las claras que las posibilidades del reino eran escasas. Apenas se hallaban organizadas las rutas de peregrinación a Santiago, que se convertirían en una importante fuente de ingreso a su paso por Roncesvalles. El emir fue generoso y dejó a Musa seguir siendo el gobernador de Tudela después de que jurase fidelidad. Pero a los pocos años el muladí volvió a sublevarse. En los años siguientes amplió su poder adueñándose de casi toda la Marca Superior y dominando además de Tudela, también Zaragoza y Huesca. Se titulaba a sí mismo “Tercer rey de España”. Fueron temibles su aceifas (razias o ataques sorpresa), contra la Marca Hispánica, expugnando Tárrega y asolando Barcelona en el 856.
Recordemos que Abderramán II muere en el 852 y le sucede su hijo Mohamed I, (852 al 886).

RESTOS DE MURALLA ARABE EN MADRID

Los Banj Qasi de Zaragoza se rebelaron al morir el emir en el 852. Toledo y Navarra también se rebelaron con el apoyo de Ordoño I de Asturias. Fueron derrotados y aunque Toledo volvió a rebelarse en el 871, Mohamed los venció y ordenó levantar unas fortalezas en la frontera de la Marca Media, (digamos la actual Madrid y parte de Castilla la Mancha). Entre ellas la de Maŷrit (Madrid), con el propósito de vigilar la sierra de Guadarrama y proteger Toledo de los reinos cristianos del norte y de asentar la autoridad de Córdoba en esta región. Todavía hoy podemos observar parte de la muralla. Esta fundación es el embrión de la actual ciudad.
En el 880 Omar ben Hafsún, un andalusí de antepasados visigodos, se rebeló contra el emirato de Mohamed I. Hasta el 19 de enero de 928, cuando, tras haber resistido más de 50 años los ataques cordobeses, Bobastro fue tomado por los hombres de Abd al-Rahman III. (emir desde el 912 al 929. Hasta que fueron sometidos los territorios de Zaragoza, Toledo y Badajoz permanecieron independientes de la autoridad de emir de Córdoba.
Califato De Córdoba (929-1031. Durante la fase del  nuevo “Emirato independiente” que duró cerca de dos siglos, desde el 756 al 912, se había  consolidado el poder del islam de Hispania. Sólo escapaban al control de los emires musulmanes las comarcas montañosas del norte de la península Ibérica, en donde a duras penas subsistían las gentes allí establecidas, ya fueran miembros de los pueblos prerromanos de aquel territorio (galaicos, astures, cántabros, vascones, etc.) o godos refugiados. Pero el emirato fue dividiéndose en territorios independientes dado la existencia de una sociedad formada por la indígena y la árabe-bereber, apenas relacionadas. Fue la concesión de “Señoríos”, en zonas fronterizas llamadas Marcas, incluso con el apoyo de los reyes cristianos.

CORDOBA- MEZQUITA Y PUENTE ROMANO 

Como señalamos en el 928, cuando, tras haber resistido más de 50 años los ataques cordobeses, Bobastro fue tomado por los hombres de Abd al-Rahman III. Hasta que fueron sometidos los territorios de Zaragoza, Toledo y Badajoz permanecieron independientes de la autoridad de emir de Córdoba.
Esta y otras victorias hicieron que el emir controlara todo al-Andalus pudiera proclamar su califato (929), medida simbólica que significaba la superioridad dentro y fuera de Al-Andalus.

INTERIOR MEZQUITA DE CORDOBA

Mientras los cristianos van extendiendo sus territorios a costa de los musulmanes.
Todo esto fue creando una tierra de nadie peligrosa, despoblada, que se extendía hasta el valle del Duero, en la que las familias de colonos cristianos pobres se instalaban poblando por su cuenta y riesgo, echándole valor. Se unían para defenderse con fortificaciones y a su manera empezaron una reconquista sin imaginar lo importante que era aquello.
Abderramán III ve con recelo el poder pujante de los reinos cristianos de León y Navarra, Los venció en la batalla de Valdejunquera en el 920 y posteriormente en el 924.
La política  expansiva del califato se frena como consecuencia de que Ramiro II de León vence en Simancas en el año 939, y conquistó la fortaleza omeya de Margerit, (Madrid) y parece que la mantuvo un año (932), Osma (933) y aunque fue cercado en esta misma ciudad y devastados la plaza o ciudad de Burgos y el monasterio de Cardeña por los musulmanes, pudo reemprender nuevas expediciones victoriosas contra Zaragoza (937) y Pamplona (939).
En el año 951 muere Ramiro de León, hombre determinante para las luchas cristianas de la época. Los musulmanes se reorganizan y controlan la práctica totalidad de la península por primera vez de forma efectiva.
Los largos gobiernos de Abd al-Ramán III y de su hijo Al-Hakan II (961-976)supone el apogeo del Califato cordobés. El control político, la supremacía religiosa y el productivo comercio y la fiscalidad, hicieron los mejores años del Califato. Pero se supo mantener un poderoso ejército y la burocratización, todo en control del califa.
Córdoba fue casi la capital del mundo. Exportaba cultura y un lugar desde donde se dominaba otras culturas y pueblos. La Córdoba de Abderramán III contó con una economía fuerte, basada en el comercio y alimentada por una incipiente industria artesana, a la que se sumaban también unos recursos agrícolas más avanzadas que el resto de las civilizaciones de su tiempo. La moneda de oro cordobesa era básica en sus relaciones comerciales y se convirtió en la referencia de la época.
El Califato de Córdoba que existirá desde el 912 al 1009, llevando al Califato a ser la primera economía conocida tras la caída del imperio romano.
Nadie duda de que la época del Califato de Córdoba fue la época del máximo esplendor político, cultural y comercial de al-Ándalus. Abderramán III fue el octavo soberano Omeya de España y el primero que asumió el título de Califa. El monarca siempre tuvo una obsesión: Hacer de Córdoba la principal ciudad de Europa, compitió durante décadas con Bagdad y Constantinopla, que respectivamente eran las capitales del Califato Abasí y el Imperio bizantino.
Los historiadores discrepan sobre el número de habitantes que Córdoba podía tener, algunas fuentes apuntan a que llegó a superar el millón de habitantes, con importantes ciudades secundarias en su entorno como Zaragoza, Granada o Almería.
 

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