lunes, 5 de junio de 2023

INVASIÓN MUSULMANA – SIGLO VIII

Separar la verdad histórica y la leyenda sobre aquellos hechos es complicado. Ni los historiadores se ponen de acuerdo sobre y un sucedido determinado. Pero escogemos la versión más verosímil, o más difundida. Comes Julianus, (Don Julián) era posiblemente un visigodo o bizantino, era partidario de Agila II que disputaba el trono visigodo a Rodrigo. Por lo visto Don Julián era el padre de una moza llamada Florinda, que pudo ser ultrajada por Rodrigo. Claro está que el padre se tomó venganza y aquí es donde Don Julián que era seguramente gobernador de la actual ciudad de Ceuta, conjuntamente con el rey visigodo Witiza (hay quien dice que era el padre de Agila II) se confabuló con los musulmanes norteafricanos para que incursionaran en la península. Esto al menos en el 709. Los musulmanes calcularon las posibilidades y las riquezas que podrían obtener para lo que mandaron una expedición a la península y quedaron maravillados. Por lo que noticiados los árabes se pusieron a la preparación de invadir la península. 

En el año 711 el rey visigodo, don Rodrigo, estaba luchando en el norte y muchos nobles visigodos no le eran fieles. La situación para los musulmanes se mostraba propicia. Hasta tendrían ayuda y las carreteras romanas facilitarían los desplazamientos. Con lo cual se lo tomaron con interés y prepararon la invasión estableciendo acuerdos y consiguiendo apoyos, sobre todo de los judíos, que veían la posibilidad de un mejor trato y conveniencia de negocio que con los cristianos, y sectores sociales visigodos descontentos por los privilegios de las clases altas.
Es posible que hayan sido los barcos de don Julián los que ayudaron a cruzar el estrecho a las fuerzas invasoras. Entraron por Gibraltar, con un ejército de 12.000 hombres, la mayoría bereberes, (etnia islámica del norte de África), y desembarcaron a las órdenes de Tariq-ibn Ziyad que era el gobernador de Tánger.  De forma y manera que cuando el rey Rodrigo llegó con su ejército en plan a ver qué diablos está pasando aquí, era tarde y en la batalla famosa batalla cerca del río Guadalete, del cual toma su nombre dicha batalla, allí perdió Rodrigo la batalla y la vida.
Ante los enfrentamientos internos de los propios visigodos, la falta de auténtica resistencia y los apoyos, el avance musulmán fue bastante sencillo. Tariq ibn Ziyad tras vencer al rey Rodrigo, conquistó la capital de su reino, Toledo. Al año siguiente el gobernador del Magreb, Musa ibn Nusayr, cruzó también a la Península Ibérica y avanzó hacia Toledo para reunirse con su lugarteniente. En su camino conquistó algunas plazas, entre ellas, Mérida. Ya en el 713 se dirigieron a la conquista del valle del Ebro. Zaragoza, y con ella otras ciudades de la zona, en la primavera del 714. Para el 715 habían conseguido control del territorio peninsular y establecer la unidad administrativa. Comenzaba así la etapa musulmana de la cuenca del Ebro, que habría de durar cuatro siglos. La capital musulmana se había establecido primero en Sevilla y en el 717 se trasladó a Córdoba. Aunque el control efectivo se consiguió con la población hispano-goda mediante pactos y capitulaciones con las noblezas y las distintas fuerzas sociales, lo que explica su rapidez. Pero Hispania fue dominada por las armas y mediante acuerdos que permitían retener gran parte de las posesiones a quienes los firmaban a cambio de un impuesto, el “Jaray”. La nobleza y la Iglesia que no se sometía les eran confiscados sus bienes. No obstante las poblaciones que se resistían eran destruidas y quemadas, sus iglesias derruidas, y su población muerta o esclavizada. A los hombres se les crucificaba y las mujeres y niños eran esclavizados siendo islamizados a la fuerza. Como vemos, los musulmanes no se andaban por las ramas.

Los escasos efectivos de las fuerzas invasoras, seguramente unos 30.000 hombres y una población visigoda fijada en un mínimo de 4 millones o más entrañaba un serio problema para los musulmanes.
Musa, que era un jefe militar al servicio del gobernador de Egipto, tenía 71 años cuando participó en la invasión musulmana de la península ibérica, y fue el primer wali de al-Ándalus, gobernando entre los años 712 y 714. Con la llegada de Musa y sus tropas se producía la verdadera entrada de raza árabe en la península. En su paso a Toledo, en Mérida tuvo que asediarla y logró tomarla , allí se enteró de una sublevación en Sevilla por lo que envió a su hijo con tropas. Éste consiguió el objetivo fácilmente y se dirigió a Málaga y Granada y más tarde a Murcia y Alicante. Todo esto en el año 713.
Entretanto Musa llegó a Toledo, donde quedó maravillado por los tesoros de los visigodos, entre los que se encontraba la legendaria Mesa de Salomón. Ya en el año siguiente, además de acuñar moneda, se dispuso después del invierno a reanudar la conquista. Musa y Tariq tomaron Zaragoza y las pueblos y ciudades que encontraron a su paso. Mientras el hijo de Musa ocupaba la Lusitania y Andalucía occidental. Tariq fue enviado al Alto Aragón donde el hijo de un noble visigodo, el conde Casio, le rindió vasallaje y se convirtió al Islam, con objeto de conservar sus territorios. De aquí arranca la poderosa familia muladí de los Banu Qasi desempeñando un papel importante en la zona.
Mientras Musa penetró en Oviedo, Lugo, Gijón y Galicia y estableció guarniciones.

                                RESISTENCIA CRISTIANA

En esas tierras del noroeste se habían refugiado muchos nobles y eclesiásticos visigodos huidos de Toledo que no tuvieron más remedio que adaptarse a las duras condiciones y miserable de los pastores cántabros y astures de tradiciones aún prerrománicas. Sumamente primitivos recurrían al bandidaje en caso necesario y no tenían centros urbanos ni asimilación cultural alguna. Se entiende que los musulmanes evitaran comprometerse en aquellas tierras agrestes, sin ningún interés ni provecho, y se contentaban con obtener de las tribus indígenas ciertas capitulaciones según las cuales seguirían conservando sus costumbres autonomía a cambio del pago de un tributo con tal de no alterar la paz. Para asegurar el pacto tomaron algunos rehenes entre las gentes del pueblo y también algún noble visigodo, entre los que pudo estar Pelayo, un antiguo espatario (miembro de la guardia noble), el cual fe enviado a Córdoba mientras su familia permanecía en Asturias.
Los árabes formaron la élite aristocrática y se quedaron con las mejores tierras. Pero no eran un grupo homogéneo, además de diferentes clanes tenían la oposición de los “baladíes”, árabes que vinieron con la conquista y los shamíes, es decir los sirios.
Los hispano-godos que se convirtieron al Islam fueron llamados “muladíes”. Entre estos fueron frecuentes los matrimonios mixtos con árabes. Hasta el papa Gregorio II llegó a quejarse de que los cristianos entregaban a sus hijas a los musulmanes. Pasados unos años era muy difícil distinguir un árabe de raza de un antiguo hispano-visigodo converso.
Los cristianos que siguieron con su credo en tierras conquistadas por los moros fueron llamados “mozárabes”. Su importancia fue fundamental como iremos viendo. Esas comunidades fueron numerosas en Mérida, Toledo, Sevilla y Córdoba y siguieron siendo administradas por sus obispos y sus condes.
Asegura Serafín Fanjul que es Catedrático de literatura árabe, miembro de la Real Academia de la Historia. “Hoy en día nadie, ni los historiadores arabistas, creen que Al-Andalus fue un crisol; fue una época terrorífica”. “No sé si se produjo la batalla de Covadonga, lo que sí sé es que durante el siglo VIII entraron unos 100.000 árabes en la Península y en los años 730 y 740 se dieron unas hambrunas tremendas en las zonas de Asturias y Galicia que obligaron a los musulmanes que se habían asentado en el Norte a regresar a su tierra bereber. Fue un éxodo obligado por el hambre más que una heroica batalla de don Pelayo, que desde luego aprovechó esa huida para impulsar la monarquía astur-leonesa. Nunca hubo armonía, eran tres comunidades yuxtapuestas con intercambios comerciales, económicos y administrativos. Lo que había eran dos culturas y tres religiones porque los judíos tendieron a adoptar la cultura romance o la árabe”.

El criterio de sumisión definió a las ciudades y territorios. Las que se sometieron mediante pactos, las tierras seguían en poder de sus antiguos propietarios pagando un tributo, un impuesto bajo. Las que fueron ocupadas por la fuerza se consideraban propiedad islámica y sus habitantes debían pagar el “jarach” que era un impuesto mucho más fuerte.
Sabemos que hubo pactos en muchas ocasiones. El noble visigodo Teodomiro, por ejemplo firmó un pacto con los moros por el que estos respetarían y protegían sus tierras, permitían el credo cristiano y no destruirían las iglesias, a cambio de entregar la propiedad de las ciudades de Orihuela, Mula, Lorca, Alicante Hellín y Elche. Además sus habitantes pagarían un impuesto (un dinar) y diversas cantidades de trigo, miel, aceite, cebada, etc.
Musa y Tariq fueron llamados a Damasco donde recibieron la noticia de que el mando sería confiado a Abd al-Aziz a partir de ese momento. Comenzaba así el emirato dependiente de Damasco. Al menos veinte emires hubo entre el 714 y 756 debido a las contradicciones entre ellos. El emir Abd al-Aziz se casó con la viuda del visigodo Rodrigo. Continuó la conquista de los territorios. Estableció la residencia en Sevilla y allí fue asesinado. 
La capitalidad fue trasladada a Córdoba en el 717 y se comenzó a realizar importantes obras en la ciudad. El emir Al-Hurr desarrolló una importante campaña militar y seguramente conquistaría Tarragona, Barcelona y Gerona, penetrando en la Narbonense (Narbona, Francia), y preparó un avance por las Galias. Obtuvo la sumisión de los vascones en Pamplona. Por esas fechas comenzaba a tomar cuerpo la insurrección astur en la que don Pelayo asumía el papel de caudillo. Escapado de Córdoba, Pelayo se refugió en las montañas y entró en contacto con diversos grupos de astures que lo aclamaron como caudillo. Aquí es donde de nuevo es difícil separar la historia de la leyenda.
De todo esto se deduce que la Reconquista no se inició por motivos religiosos ni políticos como nos indica la versión posterior de la corte de Oviedo, sino por el movimiento popular de sentimiento de independencia tradicional de las gentes del Norte. Don Pelayo estableció su centro de operaciones en el monte Auseba.
A todo esto, el emir poca o ninguna importancia dio a estos acontecimientos del norte, ocupado como estaba en su expansión hacia la Galia.  Al-Samh volvió a invadir la Narbolense y trata de tomar Tolouse (Tolosa), en el 721. Pero fue derrotado y muerto por el duque de Aquitania. Esto, conocido por Pelayo estimuló su audacia. Por ello es por lo que al año siguiente la acción de Covadonga, una victoria de los rebeldes contra un cuerpo expedicionario del nuevo emir Abnbasa en una escaramuza tuvo la virtud de prestigiar a Pelayo, lo que contribuyó a un mayor aglutinamiento de fuerzas y voluntades. La importancia militar tuvo un papel nada despreciable en la mentalidad colectiva. Permitió que los astures bajaran al llano centrándose en Cangas de Onís y allí empezó a tomar cuerpo la monarquía asturiana que entraría en relación con otros focos independentistas cántabros.
Los musulmanes no habían valorado bien esta derrota ya que estaban centrados en algo mucho más interesante y valioso como era las riquezas de la Galias. En el año 725 se apoderaron de Carcasona y Nimes y tras reunir un poderoso ejército atravesó los Pirineos por Roncesvalles y realizaron un expedición de saqueo que concluyó trágicamente en la batalla de Poitiers, cerca de Tours, y el valí (gobernador) Allah al-Gafiqi, vencido por el jefe de los Francos, (cristianos), Carlos Martel, muere el árabe en la batalla y aquí es cuando se señala el final de la expansión islámica por el Occidente Europeo.
(Continuará) 

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