jueves, 1 de junio de 2023

ISABEL DE FARNESIO REINA DE ESPAÑA

 

Segunda esposa de Felipe V de Borbón. Nació en Parma en 1692 hija del duque Eduardo III y de Dorotea Sofía, duquesa de Baviera. Imperiosa y altanera por naturaleza, su mejor don lo constituía el saber refrenar esa arrogancia siempre que lo deseara, revistiendo de gracia y simpatía su carácter dominante y violento. De espíritu cultivado, con gran afición a las bellas artes. Conocía la historia y la política con mayor profundidad que las mujeres de su época y hablaba con fluidez varios idiomas. Esa preparación cultural, su aplomo y su encanto fueron las armas de su seducción: el mejor medio de alimentar una ambición ilimitada. Deseaba reinar en España y buso y encontró la mediación de (el que llegó a cardenal) Julio Alberoni, un personaje extravagante, pero decidido, capaz y codicioso al igual que ella. Al enviudar el rey, vio ante sí la oportunidad de conseguir su objetivo más ambicioso. Si conseguía casar a Felipe V con Isabel el futuro de ambos quedaría asegurado. Tiempo después y eliminada la competidora posible, la princesa de los Ursinos, el enlace se efectuó por poderes, en Parma, el 16 de setiembre, y a finales de 1714 ya estaba en su trono. Isabel tenía en ese momento veintidós años. La ambición de la reina fue a continuación el dominar a su esposo, y no tardó en conseguirlo. Isabel acompañaba a Felipe en sus cacerías, vestida con traje masculino, suscitando el asombro del rey ante su estilo y su puntería. La influencia francesa iba decayendo paulatinamente, y aunque en algunos aspectos ya arraigados en las costumbres continuaba manifestándose, en otros era sustituida por la italiana, y en ello la propia reina y el conde Alberoni eran los principales inspiradores. No obstante, cuando hicieron construir el palacio de San Ildefonso se tomó como modelo el de Versalles. Y ésta pasó a convertirse en la residencia favorita de los reyes. Pero puede decirse que España se emancipó por completo del influjo francés al morir Luis XIV, el 1 de septiembre de 1715.

Isabel de Farnesio tenía claro desde antes incluso del nacimiento de sus siete hijos, a asegurar a éstos una futura corona. El trono español correspondería, al acaso prematura muerte de Felipe V, a los hijos habidos de su primer matrimonio. Este fue el motivo que alimentó, de una parte, su desmedida ambición, y de otra, tal vez, la manifiesta animadversión que sentía por sus tres hijastros. El más pequeño de ellos, Felipe Pedro, murió antes de cumplir siete años, en 1719; pero Luis y Fernando seguían siendo los legítimos herederos de su esposo. Con la ayuda, pues, primero de sus ministros italianos Giudice y Alberoni, y, una vez destituido éste, con la del todavía más ambicioso barón de Ripperdá, canalizó todas sus energías en lograr sus objetivos. Si bien su empresa fue coronada por el éxito, puede inferirse que no contribuyó en nada al engrandecimiento de España, de lo que se descuidó notablemente su política interior. Isabel, entretanto, a medida que la conocida melancolía del rey iba degenerando en locura, adquiría cada vez mayor poder, hasta que fue únicamente ella quien dirigió el gobierno. Y lo hizo resuelta pero discretamente. Lo cierto es que cuando en enero de 1724 Felipe decidió abdicar en favor de su hijo Luis, ella no pudo disuadirlo a pesar de su dominio. Pero aun este suceso contrario a sus designios acabaría por serle favorable y a muy corto plazo, ya que Luis I falleció ese mismo año y Felipe, a pesar de su negativa, fue prácticamente obligado por ella a ocupar de nuevo el trono, y de este modo Isabel continuó reinando, de hecho, hasta la muerte de su marido, veinte años después. Para entonces había visto ya cristalizarse la mayoría de sus sueños. En 1725 se firmó el Tratado de Viena, que confirmaba la investidura de su primogénito Carlos, (el futuro Carlos III), nacido en 1716 para los títulos de los ducados italianos de Parma y Plasencia. La intervención en la guerra de Sucesión de Polonia le permitió a éste ocupar el trono de Nápoles (1734). Asimismo, la incursión en la contienda sucesoria austríaca (1740-1748) devolvería los ducados italianos a su dominio, en virtud del Acuerdo de Aquisgrán, por el que su segundo hijo, Felipe (1720), tomaba posesión de los mismos. Sus otros hijos, excepto Francisco (1717), que falleció al poco de nacer, disfrutaron igualmente de otros tronos: María Ana Victoria (1718) fue reina de Portugal; María Teresa (1726), casada con el delfín Luis, lo fue de Francia; Luis Antonio (1727) fue arzobispo de Toledo y primado de España, y únicamente la menor de sus hijas, María Antonia, moriría soltera (1729-1785)Muerto el rey en 1746, Isabel de Farnesio fue alejada de la corte por el sucesor, su hijastro Fernando VI, y durante los siguientes doce años residió en San Ildefonso, cerca de los restos de Felipe V. Cuando murió Fernando VI, ella, nada más recibir la noticia y los poderes para la regencia, viajó en coche catorce leguas de mal camino para estar en un día en Madrid y ocupar el trono: la muerte del rey le había devuelto la vida. Gobernó el país menos de cuatro meses, del 17 de agosto hasta la ansiada llegada de Carlos, el 9 de diciembre de 1759, para ser coronado como Carlos III. Isabel, que volvía a ver a su hijo tras veintiocho años de separación. Carlos III no quiso tener a su madre cerca porque conocía bien sus artimañas e influencias que interferirían en sus proyectos. La envió a Aranjuez donde Isabel moriría años después en el motín de Esquilache en 1766.

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