jueves, 26 de enero de 2017

DESAMORTIZACIONES Y EXPOLIOS EN ESPAÑA

Pepe Botella, esa decir el Bonaparte rey, por imposición de Napoleón, en agosto de 1809 ordenó la supresión de las Órdenes regulares, monacales, mendicantes y clericales, y de paso los bienes pasarían a la propiedad de la nación. Con un par. El gobierno de José I Bonaparte y la ocupación del ejército francés fue el periodo de la Historia de España en el que se produjo un mayor saqueo y destrucción del patrimonio histórico y artístico. Muchos edificios, iglesias, monasterios y palacios fueron demolidos por formar parte del sistema defensivo de las ciudades como Zaragoza, Gerona, Cádiz, Alicante, Salamanca, Burgos. Pero otros fueron saqueados e incendiados sin más por vandalismo o por venganza. Algunos nunca fueron recuperados y otros por su valor artístico fueron reconstruidos entre los siglos XIX y XX. A estas destrucciones se sumó el pillaje de obras de arte llevado a cabo por Napoleón en su intento de crear en París el Museo Napoleónico. Este albergaría todas las obras de arte saqueadas durante sus campañas por Europa. Numerosas pinturas fueron llevadas allí para no volver. Igualmente la oficialidad y las tropas francesas (y en menor medida también las inglesas) robaron todo aquello que juzgaron de valor y pudieron llevar consigo.
En su huida, José Bonaparte, que ya previamente había expoliado las Joyas de la Corona Española, se llevó más de doscientas pinturas de pequeño y mediano formato, fácilmente transportables, escogidas entre las de mayor calidad de la Colección Real. Inglaterra era aliada de los ejércitos españoles en su lucha contra Napoleón. No obstante las consecuencias materiales de la guerra fueron desastrosas para España. A la gran cantidad de muertos y el asolamiento de pueblos y ciudades se unieron la rapiña de muchos franceses y también de los ingleses, cuya deslealtad puede verse en el bombardeo, ordenado por Wellington, de la industria textil de Béjar que era competidora de la inglesa o en la destrucción de la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro den Madrid cuando ya los franceses se habían ido.
Tras su salida de España, José Bonaparte se trasladó a Estados Unidos donde, gracias a la venta de las joyas de la corona española, se construyó una mansión en Filadelfia, lujosamente amueblada y con una impresionante colección de libros raros y obras de arte. Allí residió con una amante estadounidense, con el título de conde de Survilliers, entregado a obras de beneficencia y a proteger a los bonapartistas emigrados por medio de la masonería hasta 1841. Parte del cargamento de obras de arte que José Bonaparte sacó de España fue interceptado por las tropas del Duque de Wellington tras la Batalla de Vitoria. Al parecer, el Duque informó al rey Fernando VII solicitándole instrucciones para efectuar la devolución de las obras, pero éste le respondió que se las regalaba. Perplejo por la respuesta, Wellington volvió a escribirle, agradeciéndole su generosidad pero diciéndole que era un regalo que no podía aceptar, puesto que eran piezas muy numerosas y de gran valor que eran propiedad de la Corona Española, y pidiéndole de nuevo que le indicara los detalles para devolvérselas. Sin embargo, Fernando VII persistió en su absurda postura, con lo que dichas obras, que incluían cuadros tan extraordinarios como El aguador de Sevilla, de Velázquez, o La oración en el huerto, de Correggio, acabaron en manos del Duque. Este episodio es conocido irónicamente por los británicos como The Spanish Gift (el Regado Español), conservándose actualmente una parte de estas obras en la residencia londinense del Duque de Wellington (Apsley House). Otro británico que se benefició de la huida de José Bonaparte fue el coronel James Hay, que se apropió por su cuenta de El matrimonio Arnolfini, de Jan van Eyck, hoy en la National Gallery de Londres, en el que se supone que Velázquez se inspiró para pintar Las Meninas.
Curiosamente, se cuenta que el duque de Wellington no tenía aficiones artísticas y que reunió tantos tesoros sin pagarlos: los recibió como regalos en señal de gratitud por sus éxitos militares. La colección incluye las más de 90 pinturas que Wellington aprehendió a José Bonaparte cuando éste huía de España. Estos cuadros, tras ser “regalados” al duque por Fernando VII, fueron enviados a Inglaterra y se catalogaron en la Royal Academy de Londres. Gracias a esa “generosidad” del rey español, Apsley House cuenta con tres originales de Velázquez, caso infrecuente en las colecciones extranjeras: el citado Aguador de Sevilla, un Retrato masculino y Dos hombres a la mesa, ejemplo de la etapa sevillana del pintor. También cuenta con una versión simplificada del “Retratos de Inocencio X”, que podría ser una réplica igualmente pintada por Velázquez pero que suscita dudas de autoría. Otros pintores de la “huida” fueron: Juan de Flandes, Ribera, Murillo, Claudio Coello, Giulio Romano, Guercino, Guido Reni, Van Dyck, Jan Steen, Jan Brueghel el Viejo, o el Retrato ecuestre del duque de Wellington, pintado por Goya. Otra de las obras que José Bonaparte sustrajo en España, y que pasaron al duque de Wellington, es una versión del tema Dánae recibiendo la lluvia de oro pintada por Tiziano. Esta obra quedó excluida de la donación Wellington al English Heritage (Patrimonio Ingés) y ha permanecido inédita en el domicilio particular de la familia, en un sector privado de Apsley House. Pero además del saqueo, y expolio de los franceses, del regalo que el gran boludo de Fernando VII, el peor rey que se puede tener, a los ingleses, tambien entre los españoles hay que hacer ver, que cabrones los hay en todos los rincones. Los bienes expropiados por José I pasaron a manos oficiales. Con lo cual muchas instituciones quedaron disueltas de hecho. Conventos, monasterios, hospitales, casa de acogida, etc. Algunas cantidades obtenidas se devolvieron después, en 1814, a la salida del francés. Pero “Desamortizaciones “ hubo varias en España. Mucho antes, durante el reinado de Carlos IV, se aprobó la desamortización de determinados bienes de "manos muertas" que se pondrían a la venta. “Manos muertas” significaba que eran propiedades que estaban en poder de manos sin posibilidad de que sean vendidas. Con lo cual la Iglesia en esto iba a la cabeza. Se conseguían, propiedades, sobre todo tierras y restar fuerza al clero.
La Orden de San Juan de Jerusalén y de las cuatro órdenes militares españolas, Orden de Santiago, Orden de Alcántara, Orden de Calatrava y Orden de Montesa; los de los conventos y monasterios suprimidos o destruidos durante la guerra; las fincas de la Corona, salvo los Sitios Reales destinados a servicio y recreo del rey; y la mitad de los baldíos. Más adelante, en 1836 durante la regencia de María Cristina de Borbón se realizó la de Mendizabal. Comisiones municipales ese encargaron de la realización, con el consiguiente aprovechamiento y corrupción generalizada. Como tantas veces pasa, se consiguió el efecto contrario. Se le quitaba la propiedad a unos para vendérselos a otro, que normalmente eran gente adinerada, que con las tierras sacaba provecho, pero los monumentos y construcciones jamás fueron conservadas debidamente. Los labradores nunca pudieron comprar en las pujas. Luego hubo la desamortización de Espartero, que no llegó a buen termino. La desamortización de Madoz en 1855 además de expropiaciones del clero, también se hicieron a particulares. Pero fue también un expolio al fin y al cabo. Todas estas desamortizaciones tuvieron repercusiones no previstas. Exclaustración de miles de religiosos. Desatención de las personas más desfavorecidas. Enriquecimiento de las clases pudientes en detrimento de los agricultores y jornaleros. Muchos de ellos al verse privados de recursos se acentuó la tendencia emigratoria de la población rural, que se dirigió a zonas industrializadas del país o a América, a finales del XIX y principios del XX. El prestigioso historiador Caro Baroja, aseguró que además de las económicas, la supresión de las órdenes religiosas, tuvo unas "consecuencias enormes en la historia social de España". Es evidente que también existió una cierta venganza o resentimiento en la aplicación de las medidas. Un término usado por Baroja, “Laificado”, lo emplea para explicar que por ejemplo en Madrid Salustiano de Olózaga, gobernador de la capital, que mandó derribar diecisiete conventos, diciendo que la ciudad “dejó de estar ahogada por una cadena de conventos" Y se fumó un puro. Pero no todo iban a ser desgracias. Hubo zonas que mejoraron al especializar los cultivos y al parcelar las tierras. Pero las desamortizaciones han sido, desde el punto de vista ecológico, una auténtica catástrofe. Se hizo carbón con el bosque comprado. Se esquilmaron los recursos de los montes y hubo una inmensa deforestación, con la pérdida por extinción de especies vegetales y animales autóctonos. Los edificios mejor conservados por el clero, se transformaron en públicos, como museos, oficinas, cuarteles, etc. El resto pasó a manos privadas.

TRATADOS CON PORTUGAL A RAÍZ DEL DESCUBRIMIENTO

Para entender los acuerdos entre el reino de Portugal y el de Castilla-León, hemos de remontarnos a la Guerra de Sucesión Castellana entre a...