viernes, 15 de marzo de 2019

EDAD MODERNA -27- LUIS I DE ESPAÑA

Luis I de España, nació en Madrid, el 25 de agosto de 1707 y fue rey de España desde el 15 de enero de 1724 hasta su muerte el 31 de agosto de 1724 Hijo primogénito de Felipe V y de su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya. Por entonces la Guerra de Sucesión (1702-1713) entraba en una fase especialmente dura y adversa para la causa borbónica, que empezaría a recuperar el terreno perdido a finales de 1710. El 7 de junio de 1712 nacía el tercer hijo del matrimonio, al que se le dio el nombre de Felipe y un año después, el 23 de septiembre de 1713, venía al mundo el cuarto descendiente de la regia unión, bautizado como Fernando, pero desde su alumbramiento, la Reina no recuperó la salud y murió el 14 de febrero del año siguiente. Felipe V se sumió en un estado de postración serio de melancolía, a causa de la defunción de su esposa por una tuberculosis. Por su parte, Luis, ya príncipe de Asturias, iba creciendo. El mismo día que cumplió siete años tenía lugar la firma de las capitulaciones matrimoniales de su padre con la que sería su segunda esposa, Isabel de Farnesio, cuya llegada a Madrid supuso un cambio en el círculo personal y palatino del Rey, con la aparición de un nuevo elemento en las inmediaciones del poder, el cardenal Julio Alberoni, que pondría especial énfasis en la recomendación a la nueva Soberana de que tratara con toda deferencia y consideración a los hijos del primer matrimonio de su marido, especialmente a Luis, de cuya educación se lamentaba. Luis acompañó a su padre en los desplazamientos de la Corte a los Sitios Reales, participando activamente en las cacerías de su padre —circunstancia severamente criticada entre las gentes, pese a no tener más de nueve años. Isabel de Farnesio y Alberoni, eran celosos de cualquier personalidad que pudiera tener una importancia que a ellos les hiciera sombra. El futuro Rey era extremadamente tímido, con poca salud, maltratado por la nueva Reina y abandonado. En 1717, la salud de Felipe V se quebrantó tanto que dio pie a intrigas y maquinaciones. Pero las intrigas no pasaron a mayores, pese a que la enfermedad real perduró todo el año y los primeros meses del siguiente, paralelamente a las maquinaciones de Alberoni en el plano internacional, a las que Luis era completamente ajeno, limitándose a acompañar a su padre a la campaña de 1719, otra decepción más para Felipe V, que tuvo de buscar la paz sacrificando a Alberoni y adhiriéndose a la Cuádruple Alianza el 17 de febrero de 1720. Por aquellas fechas, según algunos testimonios, Felipe V ya había decidido “abandonar la corona y retirarse del mundo para pensar únicamente en su salvación y en servir a Dios”, cediendo la Corona voluntariamente a su hijo Luis.
El príncipe Luis había adquirido resistencia y agilidad como consecuencia de la vida de ejercicio al aire libre que hacía acompañando a su padre, unas condiciones físicas que evidenciaba en las demás actividades que practicaba (equitación, caza, baile y juegos del mallo y de la pelota, por los que sentían gran atracción) y que le habían dado un aspecto sano y saludable y una figura alta, delgada y delicada. En septiembre de 1721 se hizo público en la capital francesa el compromiso matrimonial de Luisa Isabel de Orleans, con el heredero español. Ya en la capital, se descubrieron signos inquietantes sobre la salud de la princesa recién llegada, pues padecía una erisipela. Luis y su esposa recibieron con agrado el traslado de la Familia Real al palacio del Buen Retiro, pues les permitía salir a pasear por sus grandes jardines. Luis se debilitaba, adelgazando y palideciendo, sin fuerzas para soportar las fatigas de la caza, sin mayores preocupaciones por formarse y prepararse para las altas tareas que le esperaban. Felipe V, sorprendió a todos el 10 de enero de 1724 al abdicar a favor de su hijo primogénito, decisión que comunicó al Consejo de Castilla y que sólo había anticipado a Isabel de Farnesio, a su confesor y a su primogénito. Una decisión que se ha explicado de diversas formas, siendo la más difundida la de situarse en condiciones de ocupar el trono de Francia llegado el caso. Luis se convirtió así en Rey, siendo conocido como el Bien Amado y accediendo al trono sin que las Cortes fueran convocadas, si bien su popularidad entre el pueblo era indiscutible e incuestionable. Se creó por Felipe V una especie de junta o gabinete para asesorarle. Creada con hombres de su confianza, antes de retirarse con Isabel de Farnesio y el marqués de Grimaldo al palacio de San Ildefonso en La Granja. De esta forma, Felipe V pudo seguir controlando el gobierno, sin ninguna opción para su hijo, que consultaba todos los asuntos y decisiones con sus progenitores, pues su ignorancia política era completa, ya que carecía totalmente de experiencia en este sentido. Por lo que, en realidad, no hubo ninguna modificación ni cambio en la política española. Luis I y su esposa se trasladaron desde El Escorial a Madrid, donde realizaron la entrada en medio de una gran acogida popular. Al día siguiente, 8 de febrero, acudieron a la basílica de Atocha. Un día después, el 9, fue proclamado como Luis I. Llegó a Madrid, enviado por el duque de Borbón, el primer ministro de Luis XV, en una misión que tenía como objetivo lograr que Felipe V se declarara heredero de la Corona francesa, con ello se quería evitar que el Rey moría sin sucesión, la Corona francesa fuera a parar a un miembro de la familia de Orleans, de la que era enemigo declarado. La misión resultó infructuosa. Por lo demás, Luis I, tenía un carácter triste por la prematura muerte de su madre y que ahora se acentuaba a consecuencia de los disgustos que le proporcionaba la conducta desordenada y extravagante de su esposa. Los caprichos de la joven Reina llegaron al extremo de que su marido la apartó durante seis días del Buen Retiro, encerrándola en una estancia del Alcázar. En agosto, el Rey enfermó de viruelas, dolencia de la que no pudo recuperarse, durante la cual su esposa le prodigó todo tipo de cuidados, contagiándose también ella. El día 31 de agosto de 1724, moría Luis I, siete meses y medio después de empezar a reinar y a los diecisiete años. En un acto de una cuestionada legitimidad, tras consulta al Consejo de Castilla y a una junta de teólogos, Felipe V volvió a recuperar el trono de España.

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