sábado, 28 de noviembre de 2020

47.- CASTILLA Y ARAGÓN (12)

Bueno, pues ya se habían casado el jueves, 19 de octubre de 1469 en Valladolid. La boda no tenía el consentimiento expreso del rey Enrique. Lo sabía y tampoco había dicho algo al respecto. Pero los contrarios a Isabel comenzaron a difundir comentarios y tratar de socavar la legitimidad del enlace. Los esposos y el arzobispo Carrillo escribieron al rey explicándole como se había realizado el enlace y que se declaraban obedientes al monarca y a los pactos habidos. Por otra parte, veladamente señalaban que no había alternativa. En román paladino, todos querían meter mano en la cuestión. Carrillo se consideraba el gestor único del proceso y a partir de ahora decidiría los pasos a seguir. Juan II de Aragón, el padre de Fernando también enviaba cartas con sus consejos. Otros nobles y prelados también aconsejaban “desinteresadamente”, ya que el asunto, tarde o temprano se convertirían en reyes de Castilla y Aragón, y había que ir tomando posiciones. Fernando demostró que no se dejaba manejar fácilmente, e Isabel ahora con más razón, al verse apoyada por su marido y coincidiendo en sus planes, escuchaban, callaban y procuraban ganarse a la mayor cantidad de gente que se adhirieran a su causa. Aparte de enviar Procuradores al rey, para que oficialmente realizara la aprobación, reclutaron una guardia de mil hombres que serían pagados con las rentas de la Cámara de Sicilia, que les pertenecía.
Legó la respuesta del rey que como siempre dilataba la decisión alegando que el maestre de la orden de Santiago, Juan Pacheco (un pérfido), se encontraba ausente y no podía consultar con él, y que más adelantes les daría las resoluciones que adoptaría. El monarca supeditaba al enemigo de Isabel la resolución, con lo que era evidente la debilidad de los esposos, cosa que Carrillo, su protector, detectó con preocupación ya que si Isabel era mujer de tesón, Fernando era sereno y enérgico. Por ello se quejó al rey aragonés del comportamiento y la situación de la pareja, que pagaba mal su trabajo y desvelos. El aragonés intentó entonces acelerar en Roma las gestiones para obtener la dispensa papal. Pero Fernando le reconvino, a que el asunto estaba bajo control. Recordemos que el nuncio en España, Veneris, autorizó la boda, y faltaba la confirmación. Primera muestra de que Fernando era prudente y contundente, no se dejaba gobernar. Isabel por su parte lo tenía meridianamente claro.
No había contravenido en nada los acuerdos de Guisando y demostraba la obediencia al rey, siempre que sus mandatos no fueran contra las leyes del reino ni los principios de la moral cristiana. Les faltaban a ambos una amplia aceptación por parte de los súbditos y el restablecimiento de las relaciones personales con el rey. Y aquí es donde les esperaba Pacheco. Pero estaba equivocado. Nobles como los Mendoza, familia fundamental en Castilla y prelados y gente del pueblo, sabían y se dieron cuenta de que Pacheco no podía defender ahora, lo que antes había vilipendiado, (en la Farsa de Ávila). Por otra parte, todos querían un reino fuerte y estable, desprovisto de un juego de intereses de cortesanos y aprovechados. No obstante Pacheco trabajó bien y consiguió para sus intereses convencer al rey de que el pacto de Guisando no había sido respetado por Isabel, dejando entonces las manos libres al rey para tomar las decisiones que considerase.
Para que reinara Juana (la Beltraneja), algún día, era necesario casarla y el rey portugués ya había abandonado el proyecto de Castilla. Quedaba Guyena, que había sido rechazado por Isabel. Pacheco consiguió apoyo de los linajes principales, organizó un enorme reparto de ascensos y dádivas en el reino. A unos les entregó importantes sumas de dinero, a otros el gobierno de Vizcaya y Guipúzcoa, qué estas rechazaron con energía. En Asturias invocaron fidelidad a “su princesa”, recordemos que Isabel era Princesa de Asturias y en esas tierras se consideraba mucho la herencia visigoda. A otros los nombró duques de Alba. De los Mendoza logró que le entregaran a la reina Juana y a su hija que estaban bajo su protección. Por otra parte soldados de Benavente se habían hecho con Valladolid, por lo que los príncipes debieron refugiarse en Ávila, pero sin dinero ni medios para conseguirlo. Las rentas a las que tenía derecho Isabel no llegaban. El verano de 1470 fueron las horas más bajas para los príncipes. En octubre nació su primera hija a la que llamaron Isabel. Además el rey Enrique realizó La Ceremonia de la Val de Lozoya, que fue el acto que se celebró en octubre de 1470 en el que se declaró heredera al trono del Reino de Castilla a Juana la Beltraneja anulando los acuerdos de los Toros de Guisando donde se había declarado heredera a Isabel. Pero…

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