viernes, 10 de junio de 2022

LAS LÁGRIMAS DEL REY BOABDIL

El rey chico, como era conocido Boabdil, dejaba a su amada, Maryam bint Ibrahim al-atar, su esposa, que le había dado dos hijos y que había sufrido junto a él por el asedio de la ciudad por los Reyes Católicos, en Mondújar, un pueblo de Granada. El monarca había luchado nueve años y permanecieron juntos los esposos con el sufrimiento de tener secuestrados por los reyes cristianos a sus hijos. En 1492, cuando Boabdil se rindió, ellos pensaron que les serían devueltos los hijos.

 


Los reyes cristianos no entregaron a los niños, por precaución, aunque algunos nobles intercedieron ante los monarcas. Finalmente, después de un año devolvieron al hijo menor. El mayor había muerto años atrás. Ahmed vio a su madre, enferma y postrada, pero ni la reconoció. El marido trató de calmar a su esposa explicándole que había sido educados en la fe católica y ese mismo desdén lo había tenido con él. Pero la pena de Maryam solo la pudo soportar tres días, y al fin falleció sin el cariño de su hijo. Se prepararon las honras fúnebres según la tradición musulmana y con la categoría que merecía la reina de las Alpujarras. Cuando terminaron las exequias, fueron todos hacia el cementerio, donde a la entrada estarían Munkar y Nankir, los responsables de juzgar la vida llevada por los fallecidos. Se depositó el cuerpo en la tumba, mirando a la Meca. Terminado esto la comitiva marchó a dar el pésame a Boabdil y al resto de la familia. El rey Nazarí había llorado la pérdida de Granada y ya solo pensaba ahora en marchar a África pero guardó la compostura.
Mientras que un vencido Boabdil salía camino del exilio en compañía de su madre, la vengativa Aixa. Al coronar uno de los cerros que anticipan la sierra, Boabdil descendió del caballo, se giró y, mientras contemplaba compungido el perfil de Granada al atardecer, con sus palacios y torres reflejando la delicada luz dorada que baña la ciudad los días de invierno, se echó a llorar.

 

Es entonces cuando dicen las lenguas de doble filo que Aixa pronunció: "Llora, llora como mujer lo que no supiste defender como hombre". Pero esto último no es cierto. ”. No hay constancia histórica de que Aixa le dijera a esa frase a su hijo. Se sabe que en el siglo XVI, en una carta, el obispo fray Antonio de Guevara, escritor, historiador y eclesiástico, habla sobre dicho episodio y cuenta que un miembro del séquito de Boabdil escucho como Aixa, la madre del caudillo destronado, habría dicho sin dirigirse directamente a su hijo: “Justa cosa es que el rey y los caballeros lloren como mujeres, pues no pelearon como caballeros”. La mitología, la leyenda, las modificaciones en los siglos y sobre todo el romanticismo del XIX que tanto daño ha hecho a la historia ha modificado y convertido una frase en otra y adjudicando al personaje más desgraciado.  La frase la escribió también tres siglos después, el padre Echevarría en una obra titulada “Los paseos de Granada”. De ser cierta, sería una gran injusticia. Boabdil luchó por Granada, no fue un buen guerrero, no fue hábil negociador, pero se dejó llevar por los consejos de su madre, pues fue ella quien hizo que su hijo traicionara a su propio padre y se aliara con los poderosos y pérfidos clan de los Abencerrajes. De ahí que sea conocido como Boabdil el Desdichado.
Sus lágrimas siguen hoy inspirando a poetas, y el lugar donde las derramó se llama desde entonces Puerto del Suspiro del Moro.
Poco tiempo después, cuando se echó a navegar, sin mirar hacia tierra, dobló la rodilla hundido por la tristeza, sin reino ni reina y profundamente abatido. Buscó algo donde asirse para no caer, hasta que una mano infantil rozó el cuerpo de Boabdil.
Se volvió y en los ojos de su hijo encontró el brillo de los ojos de su amada Maryam. 

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