domingo, 5 de noviembre de 2023

CORONA DE CASTILLA-LEÓN -1-

A la muerte de Alfonso IX de León en 1230 se plantea el asunto de la sucesión. El testamento dejaba la corona a sus hijas de su primer matrimonio. Los nobles se dividieron en dos bloques. Unos apoyaban a las hermanas y otro a su hijo Fernando. Consiguió éste que sus hermanastras firmaran la renuncia tras un acuerdo.


ESTATUA DE FERNANDO III EN SEVILLA 
De esta forma es como Fernando reinó en ambos reinos con el nombre de Fernando III formándose así la Corona de Castilla-León. Si bien quedaron tres unidades administrativas diferentes, León, Castilla y Galicia.
Al año siguiente se reunió con el rey de Portugal y se fijaron las fronteras definitivamente y sellaron la paz.
A partir de Fernando III, rey de Castilla y de León, se considera el nacimiento de la Corona de Castilla-León.
Fue, sin duda, uno de los reyes más importantes que hemos tenido. Conquistó para la cristiandad  el Reino de Jaén, el Reino de Córdoba, el Reino de Sevilla y Extremadura, obligando con ello a retroceder a los reinos musulmanes. Al finalizar el reinado de Fernando III, únicamente poseían en la Andalucía el Reino de Niebla, Tejada y el Reino de Granada, este último como feudo castellano. Su hijo, el futuro Alfonso X, el sabio, fue enviado por Fernando a la conquista del Reino de Murcia, venciendo a los  moros, dejando la región como un señorío castellano, tras lo cual Alfonso conquistó las plazas de Mula y Cartagena.
Los reinos unidos y las conquistas realizadas ampliaron su reinado llegando a poseer unos 370.000 kilómetros cuadrados.


ESTATUA DE ALFONSO X EL SABIO EN MADRID 
En al-Ándalus después de la derrota sufrida en Tolosa en 1212 surgieron los Terceros Reinos de Taifas. Años después Fernando III había aprovechado el declive del imperio almohade. En 1224 Fernando parte con un contingente de grandes hombres de Castilla, el maestre de la Orden de Santiago y, posteriormente, se le unió la de Calatrava con su maestre al frente y se dirigieron a Sierra Morena para conquistar el valle del Guadalquivir mientras que su hijo Alfonso tomaba el Reino de Murcia. Al convertirse Fernando III en rey de León y Castilla en 1230 se incluye así las taifas y señoríos conquistados a los árabes, nada menos que Córdoba, Murcia, Jaén y Sevilla. Los reinos conservaron su derecho (por ejemplo, a las personas del Reino de Castilla que eran juzgadas en el Reino de León se les aplicaba el derecho de aquel Reino).
Con sucesivas éxitos en batallas y negociaciones llegaron hasta la misma vega de Granada, donde, temiendo seguir la misma suerte que las anteriores plazas, los habitantes parlamentaron con Fernando y ofrecieron la liberación de 1300 esclavos cristianos y otras prebendas. Se aseguró así la supervivencia del Reino Nazarí de Granada, que se prolongaría durante dos siglos y medio más.
Fernando III trató de unificar y centralizar la administración de los reinos castellano y leonés, promovió la traducción del Fuero y Juzgó e impuso el castellano como idioma oficial de sus reinos en sustitución del latín. Repartió las nuevas tierras conquistadas entre las órdenes militares, lo que dio lugar a la formación de grandes  latifundios. También ordenó hacer el Libro de la Nobleza y Lealtad que es una obra de derecho político y normas de los deberes del gobernante para un buen gobierno y las virtudes que debe reunir para cumplir esas obligaciones. Mandó construir las catedrales de Burgos y León. 

CATEDRAL DE BURGOS 

Inició las obras de la catedral de Toledo. El canciller del rey, Juan, fundó la catedral de Valladolid y, posteriormente, siendo obispo de Osuna, edificó esa catedral. Nuño, obispo de Astorga, hizo la torre y el claustro de su catedral. Lorenzo, obispo de Orense, levantó la torre que le faltaba a su templo. Mandó edificar el rey innumerables iglesias, conventos y hospitales y tanto él como su madre efectuaban importantes donaciones.
Hacia 1237 instituyó el Consejo de los Doce Sabios, que eran un grupo consultivo de doce personas doctas que le ayudaban a ser un buen gobernante. El tratado de su creación tiene un epílogo de su hijo, Alfonso X el Sabio.
En 1240 Fernando clausuró la Universidad de Palencia, fundada en 1212 por Alfonso VIII de Castilla, y la trasladó a Salamanca, que fue fundada en 1215 por Alfonso IX de León, ya que no parecía funcionar al nivel que se quería por los escasos recursos que poseía. Desde este momento Fernando dedicó mucha atención y recursos a la Universidad de Salamanca, convirtiéndola en una de las mejores de Europa.


Se esmeró porque en su corte se le diera importancia a la música y al buen hablar literario. Además fue mecenas de artistas.
Conquistó para la cristiandad el Reino de Jaén, el Reino de Córdoba, el Reino de Sevilla en  noviembre de 1248 y Extremadura, obligando con ello a retroceder a los reinos musulmanes. Al finalizar el reinado de Fernando III, únicamente poseían los almohades el Reino de Niebla, Tejada y el Reino de Granada, este último como feudo castellano. Su hijo, el futuro Alfonso X, el sabio, había sido enviado por Fernando a la conquista del Reino de Murcia, venciendo a los moros, dejando la región como un señorío castellano, tras lo cual Alfonso conquistó las plazas de Mula y Cartagena. El reino Taifa de Murcia abarcaba por entonces casi todo Al-Andalus, (1228-1266)


CÓRDOBA 
En febrero de 1236 llegó Fernando III a Córdoba con su ejército. Los cordobeses esperaron la ayuda de Ibn Hud, que venía desde Murcia, pero al comprobar que este no se decidía a intervenir y que se había retirado a Sevilla, iniciaron negociaciones de rendición con Fernando III. Al no aceptar las condiciones del rey para evacuar la ciudad, propició que la ciudad de Córdoba se rindiese en junio de aquel año. En las negociaciones se estableció una tregua de seis años y el pago de parias.
Después de la caída de Córdoba, Ibn Hud se instaló en Almería, y aunque muchas plazas abandonaron su obediencia, siguió gobernando como si nada pasara. A principios de 1238, Ibn Hud fue asesinado por el gobernador de Almería, que inmediatamente se alzó con el poder en aquella ciudad. Poco tardó en anexionarse también el territorio almeriense al atacarle. El asesinato de Ibn Hud y el desmoronamiento del poder almohade propiciaron el avance de las tropas cristianas. Numerosas villas y castillos cordobeses fueron anexionados mediante pactos o por las armas.


SEVILLA 
Con su sucesor la influencia almohade en la península se redujo a la nada y fueron incapaces de socorrer a los musulmanes de Al-Ándalus mientras Fernando III avanzaba por el valle del Guadalquivir. En 1246 Ibn al-Yadd expulsó al gobernador hafsí, Abú Fares, y quedó como principal de Sevilla, firmando una tregua con Fernando III. Los elementos contrarios a este acuerdo le asesinaron y su líder, Axataf, pasó a ser el nuevo gobernante de Sevilla.
Después de la toma de Jaén en 1246 Fernando III devastó los campos sevillanos de Carmona, Lora y otros, como preparación al asedio a Sevilla para el año siguiente, dominando así todo el valle del Guadalquivir. La conquista de Sevilla no era fácil y se llevó de manera simultánea por tierra y por el río. Ordenó la formación de una flota con naves procedentes del Cantábrico, origen de la marina de Castilla para atacar a la flota musulmana. Eso les privó a los musulmanes de los refuerzos procedentes de África.
Mientras las plazas cercanas fueron atacadas por las tropas castellano-leonesas y se procedió al asedio de Sevilla, pero desde Niebla el emir les proporcionaba víveres a los sitiados que llegaban desde San Juan de Aznalfarache utilizando un puente de barcas, reforzado con cadenas de hierro, por lo que Fernando decidió destruirlo mediante barcos cargados de piedras. Así la ciudad quedó aislada del castillo de Triana y no tuvo más remedio que rendirse.
Después Fernando bajó por el Guadalquivir con dos compañías de saqueo, liquidando las resistencias restantes de las Marismas y de la comarca del estrecho de Gibraltar, Jerez, Arcos, Medina Sidonia y otras ciudades gaditanas como Puerto de Santa María, Sanlúcar, Rota y Trebujena. En estas actividades estuvo implicado el príncipe Alfonso, ejerciendo labores de gobierno, dada la mala salud de su padre. Sólo quedaba Cádiz y Niebla. Fernando creyó morir en esos días, pero murió cuatro años después, en 1252 cuando preparaba una expedición a Marruecos para conquistar Orán hasta el Atlántico para controlar ambos lados del estrecho. Ojalá lo hubiera hecho, aunque mucho tiempo después el cardenal Cisneros Logró tomar Orán.
Tras la muerte de Fernando III y de su entierro en la catedral se genera una energía espiritual que atrae a los fieles sevillanos. El papa  Sixto V confirmaría en 1590 que Fernando III poseía el halo de santidad y que merecía el tratamiento de santo. 
Su hijo Alfonso X el Sabio, fue un gran literato y declaró que su saber se lo debe en gran parte al interés que su padre tenía porque su instrucción fuera la mejor posible.
En 1.590 el papa Sixto V confirmó que Fernando III merecía el tratamiento de santo, y más tardé el papa Urbano VIII acreditó su santidad e inició el proceso de beatificación en 1628. Pero fuel el papa Clemente X quien extendió el culto al beato a todos los reinos peninsulares y lo canonizó en 1672. Más de cuatrocientos años después de su muerte.
No fue santo por ser pacífico, sino por su constancia en pelear contra los musulmanes, si bien es cierto que mostraba gran piedad y respeto a la moral cristiana. Instauró la costumbre de lavar los pies a doce de sus súbditos más pobres, costumbre que perduró en la corte de Castilla y después en la española hasta el siglo XX. Cuando estaba en campaña rezaba el oficio “parvo mariano”, antecedente medieval del santo Rosario.
Destacó en el aspecto cultural, en la construcción de catedrales como las de Burgos, Toledo y León. Impulsor de la Universidad de Salamanca. Encargó a Jiménez de Rada que escribiese la “Historia Gótica”. Instauró el castellano en sustitución del latín, como lengua oficial. Designó a doce varones sabios y prudentes para que le aconsejaran, germen del Consejo del Reino. Buen jinete, hábil cazador y excelente jugador de ajedrez.
Fernando III engrandeció Castilla como no lo había hecho ningún otro rey ni antes ni después de su reinado. En pocos años la población triplicaba a la de Portugal y Aragón, por lo que se rompió el equilibrio entre los reinos cristianos en la península. 



Territorial y demográficamente estaba claro que la Corona de Castilla–León era muy superior a todas ellas.

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