martes, 26 de diciembre de 2023

EL GRAN CAPITAN Y BOABDIL

 

Gonzalo Fernández de Córdoba era un capitán al servicio de Isabel I de Castilla y de Fernando II de Aragón, y Boabdil (Mohammed ben Abî al-Hasan), era el rey nazarí de Granada. Se conocieron después de la batalla de Lucena, en 1.483, cuando Boabdil fue hecho prisionero por estos reyes cristianos. Gonzalo fue la persona que durante los meses de cautiverio estuvo más cerca de él, negociando una alianza con Isabel y Fernando y compartiendo largas horas de conversación. Lo que comenzó como una relación política acabó convirtiéndose no sólo en una visión compartida de la realidad sino en una estrecha amistad.


Hasta el punto de que cuando Boabdil fue puesto en libertad bajo la condición de dejar en Castilla a su hijo primogénito, para asegurar de ese modo que cumplirá el pacto alcanzado con Isabel y Fernando, sólo aceptó ese requisito si su hijo quedaba bajo la tutela personal de Gonzalo Fernández de Córdoba, que aceptó el encargo y de ese modo se convirtió en el responsable de la educación del pequeño, según recoge el libro de Antonio Soler “Boabdil, un hombre contra el destino”. Boabdil y Gonzalo de Córdoba tenían muchas cosas en común: "Ambos compartían una misma visión política de lo que estaba sucediendo. Los dos eran hombres del futuro pero los dos se veían atados a su pasado, a un deber que consideraban por encima de sí mismos. Eran enemigos de los radicales, de los fundamentalistas islámicos que habían decretado la Guerra de Granada como una yihad y de los inquisidores cristianos que habían conseguido bautizarla como una cruzada con la bendición del papa. Ambos conocían la cultura y el idioma del contrario, y preferían comprenderlo antes que demonizarlo. Y sin embargo, los dos aceptaron su destino, combatir el uno contra el otro por lealtad a su país. La toma de Granada tuvo un componente dramático para Fernández de Córdoba. Su amigo Boabdil caía derrotado y fue precisamente a él, a Fernández de Córdoba, a quien rindió la ciudad antes del acto oficial de entrega a los Reyes Católicos. En lo íntimo, la caída de Granada también suponía una derrota para Fernández de Córdoba y para sus ideas. El incumplimiento de los pactos no hizo sino agravar ese dolor. Pero Gonzalo era un hombre ambicioso, legítimamente ambicioso, y sabía que su carrera militar debía continuar, lejos de Granada, lejos de la península. De hecho solo alcanzaría su plenitud en Italia, donde se impregnó de las ideas del Renacimiento y alcanzó el sobrenombre de El Gran Capitán. Después de caer Granada no existió ninguna relación entre él y Boabdil. 

El destino había dejado a cada uno a un lado de una frontera insalvable. Además, solo un año después de abandonar Granada y estar refugiado en su exilio de las Alpujarras, Boabdil, desengañado y con la muerte súbita de su joven mujer agravando su derrota, abandonó el territorio español y marchó a Marruecos.  


BOABDIL EL  CHICO 


Al coronar uno de los cerros que anticipan la sierra, Boabdil descendió del caballo, se giró y, mientras contemplaba compungido el perfil de Granada al atardecer, con sus palacios y torres reflejando la delicada luz dorada que baña la ciudad los días de invierno, se echó a llorar. Es entonces cuando dicen las lenguas de doble filo que Aixa pronunció: "Llora, llora como mujer lo que no supiste defender como hombre". Pero esto último no es cierto. La frase la escribió por primera vez, tres siglos después, el padre Echevarría en una obra titulada “Los paseos de Granada”. De ser cierta, sería una gran injusticia. Boabdil luchó por Granada, no fue un buen guerrero, no fue hábil negociador, pero se dejó llevar por los consejos de su madre, pues fue ella quien hizo que su hijo traicionara a su padre y se aliara con los poderosos y pérfidos clan de los Abencerrajes.
De ahí que sea conocido como Boabdil el Desdichado. Sus lágrimas siguen hoy inspirando a poetas, y el lugar donde las derramó se llama desde entonces Puerto del Suspiro del Moro.




Se dice que en ese último viaje lo acompañó Fernández de Córdoba, que estuvo al frente de la expedición y le proporcionó escolta hasta Marruecos. 
Pero eso pertenece a la leyenda.

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