viernes, 29 de septiembre de 2023

CARLOMAGNO -LA MARCA HISPÁNICA

Las actuales Cataluña, Aragón y Septimania estaban, como el resto de la península habitada por hispano-romanos luego ya confundidos con los visigodos, llamados hispanogodos.
Como sabemos los musulmanes llegaron a la península Ibérica en el 711 y después de la conquista de al-Ándalus, se dirigieron a Francia y el valí de Hispania invadió Septimania (actualmente en Francia), estableció su capital en Narbona y en el 719 ofreció un pacto en los habitantes hispanogodos. Con el añadido de las nuevas tierras conquistadas, al-Ándalus quedó dividido en cinco áreas administrativas correspondientes a las actuales Andalucía, Galicia-Lusitania, Castilla y León, Cataluña-Aragón y 

Y se establecieron en esos territorios dominando fácilmente las regiones.
Sabemos que los francos detuvieron a los musulmanes en la batalla de Poitiers, que tuvo lugar el 10 de octubre de 732 entre las fuerzas comandadas por el líder franco Carlos Martel (abuelo de Carlomagno), y un ejército musulmán a las órdenes del valí de Al-Ándalus, cerca de la ciudad de Tours, en la actual Francia, aunque esta batalla está en entredicho, lo cierto es que los musulmanes no avanzaron. Los francos cristianos derrotaron al ejército musulmán. Este hecho frenó la expansión musulmana hacia el norte, desde la península ibérica y es considerada como un acontecimiento muy importante ya que impidió la continuación de la invasión musulmana por Europa. Además de haberse defendido y preservado la religión cristiana.
Por lo tanto los musulmanes se conformaron con lo conseguido hasta los Pirineos.
Ya en el año 714 tomaron Zaragoza y las ciudades que hallaron a su paso. Desde allí el general berebere Tariq fue enviado al alto Aragón, donde el hijo del conde Cassio le prestó vasallaje e incluso se convirtió al Islám, sin duda para conservar sus dominios. De ahí arranca la poderosa familio Banu Qasi (descendientes de Cassio). El año 714 fue ocupada por el sarraceno Musa y se convirtió en un centro musulmán importante llamado “Medina al-Baida Saraqusta” (Zaragoza la Blanca), que Carlomagno intentó ocupar sin éxito el año 788.
Mientras tanto Barcelona formó parte del al-Ándalus del año 718 al 801. En aquel tiempo, la ciudad fue conocida como (Barshilūna o Barshaluna). Estamos hablando, pues, de casi un siglo de historia.
Décadas después de Poitiers, en abril de 797 ya se habían producido contactos entre las autoridades militares de la Barcelona árabe, dirigidas por el comandante de la guarnición, y la cancillería carolingia de Aquisgrán. Aquellos contactos tenían el propósito de alterar el mapa de la Frontera Superior de al-Ándalus (el territorio situado entre el río Ebro y los Pirineos). Pero, en aquel propósito, cada una de las partes tenía un objetivo diferente. El gobernador Sa'dun, secundado por las oligarcas hispanogodos de la  ciudad, aspiraba a transformar “Barxiluna” en un emirato independiente. Mientras que Carlomagno ambicionaba completar el proyecto iniciado en tiempo de los reyes Pipino el Breve, (padre de Carlomagno), conquistar el territorio entre los Pirineos y el Ebro y crear un escudo defensivo contra las incursiones árabes, lo que posteriormente conocemos como la 

Marca Hispánica.

Todo se precipita a partir de la primavera del año 800, en una magna asamblea celebrada en Tolosa en que se tomó el acuerdo de conquistar Barcelona.
Carlomagno envió a su hijo y heredero el 3 de abril del 801, Luis el Piadoso, con sus tropas en Barcelona, y ponían fin a una efímera etapa de dominación árabe. Por lo tanto se produjo la batalla y los barceloneses, dirigidos por el musulmán Sa'dun, ofrecieron una resistencia encarnizada, las murallas ofrecían una protección segura, y  los francos tuvieron que resignarse a estrechar el asedio.  Esta situación se mantuvo durante el otoño y buena parte del invierno.
Durante décadas, el poder árabe no pasó de la existencia de una guarnición de un centenar de soldados, que nunca intervinieron en la vida cultural y económica de la ciudad.
Pero sorprendentemente, los barceloneses, abrirían las puertas de la ciudad al ejército franco; y aquel paisaje de relativa libertad e independencia desaparecería engullido por la nueva superestructura carolingia. Los barceloneses se entregaron a Carlomagno. Los hispanogodos, que estaban habitando sometidos por los musulmanes, previendo la inutilidad de su sacrificio, pactaron las condiciones de la rendición a espaldas de la guarnición árabe. El cambio de bando de las élites, las oligarquías de origen hispano visigodo es la razón que explica no sólo la conquista e incorporación de Barcelona al Imperio franco, sino el papel destacado que, inmediatamente, alcanzará la ciudad en el mundo político, militar, económico y cultural carolingio. Pero, también, nos revela que aquellas élites barcelonesas abandonaron a los árabes, convencidos de que los francos les darían el mismo trato que habían recibido las oligarquías locales de Nimes, de Narbona, de Carcasona, de Elna o de Gerona; durante la conquista carolingia de la vieja Septimania (737-785). En aquellos casos los indígenas debieron pactar con los conquistadores sobre la garantía de que se respetarían sus propiedades, leyes y autoridades inmediatas. El elemento indígena y visigótico fue, pues, una fuerza política ante la cual los reyes francos prefirieron contemporizar. He ahí la causa del generoso precepto de defensa y de inmunidad otorgado por Carlomagno a los barceloneses el año 801.

CARLOMAGNO 

La empresa carolingia de conquista del arco mediterráneo se hizo con una importante participación de los descendientes del éxodo de las actuales Tarragona y Narbona, que se habían exiliado al país de los francos durante la ocupación árabe (714-723). Mas adelante la segunda, tercera y cuarta generación de aquel exilio alcanzarían un papel protagonista en la reorganización de la nueva Marca de Gotia. Aquellos hijos del exilio a medida que avanzaba la conquista no fueron nunca vistos como extranjeros por la población indígena.
Los francos dieron el nombre de Gotia (en latín, Gothia) a la región habitada por los visigodos en la región pirenaica y que cayó en poder musulmán a partir del 759 hasta la conquista de Barcelona en 801. Se aplicaba tanto a la Septimania como a la hoy llamada Cataluña Vieja. Lo que se conoce como la “Marca Hispánica”. El nombre de Gotia se usó entonces porque esta zona había sido parte del reino visigodo desde el siglo V y muchos nobles visigodos se habían refugiado en la zona tras la conquista musulmana de la península Ibérica.
Fue un territorio en el cual Carlomagno en 795creó una zona de control franco, más allá de la antigua provincia de Septimania del desaparecido Reino visigodo de Toledo, como una barrera defensiva entre los omeyas de Al-Andalus y el Imperio Carolingio franco (ducado de Gascuña, ducado de Aquitania y la Septimania carolingia). La Marca Hispánica no tenía una estructura administrativa unificada propia.
Era el territorio ganado a los musulmanes en contraposición a la Marca Superior andalusí, e iba de Pamplona hasta Barcelona. Los condados más importantes fueron los de Pamplona, (poco después en reino), Aragón, constituido en condado independiente en 809; Urgel, importante sede episcopal y condado con dinastía propia desde 815; y el condado de Barcelona, que se convirtió en hegemónico sobre los de Ausona y Gerona, colindantes.
La Gotia estuvo ocasionalmente regida por duques. El duque (dux) era uno de los condes del territorio que había conseguido regir varios de los condados vecinos. Barcelona era una pequeña ciudad recluida en su muralla de la época romana (siglos III e IV).  La Barcelona de la plenitud romana había reunido una población de 5.000 habitantes. Pero las crisis urbanas que anticipaban el colapso del imperio romano. Y la Barcelona del año 801 no tenía más de 2.000 habitantes; y su trama urbana había dejado amplias zonas deshabitadas que se destinaban a espacios de cultivo. No obstante; aquella Barcelona minúscula conservaba la memoria y el prestigio de la época que había sido sede regia de la monarquía visigótica.
El 28 de diciembre de 801, ocho meses después de la incorporación de Barcelona al mundo carolingio, la cancillería de Aquisgrán nombraba a Bera primer conde de la ciudad y del territorio. Barcelona había recuperado su condición de capital condal y capital diocesana de la época visigótica (siglos V-VIII). Y Bera, primer conde carolingio, era un descendiente, por lado materno, del exilio “pre-catalán” al país de los francos. En aquella primera fase (primeras décadas del siglo IX) la cancillería carolingia, plenamente consciente de que estaba construyendo el aparato de dominación sobre un territorio aliado, pero extranjero (la Marca de Gotia) fue muy estricta en el cumplimiento de los pactos, y priorizó el nombramiento de condes indígenas o semi-indígenas; no sólo en Barcelona, sino en el conjunto de aquellos nuevos condados.

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