lunes, 25 de septiembre de 2023

FERNANDO VI - UN REY PACÍFICO

Felipe V, en enero de 1724 abdicó en su hijo Luis, casado con Isabel de Orleans, pero enfermó y murió ocho meses después. El sucesor debería haber sido su hijo Fernando, pero para algo estaba la Farnesio, la reina  consorte de Felipe, la gran manipuladora del momento, que impidió y consiguió que el propio rey volviera a gobernar. De esta manera Fernando pasó a ser Príncipe de Asturias (heredero a la corona). Ventidós años estuvo en esa situación, en que la reina era la que marcaba el paso de todos los movimientos de la corte y Fernando y su esposa, Bárbara de Braganza, vivieron en una jaula de oro, aislados y con pocas visitas. Los príncipes no podrían recibir a otros embajadores que los de Francia y Portugal. A todo esto la salud mental del rey Felipe V iba deteriorándose rápidamente. Hasta que el 9 de julio de 1746 murió el rey. Una semana tardó Fernando en ordenar a su madrastra, mala como la de Blancanieves a que debía abandonar el palacio real y se marchara junto con sus hijos. Más adelante fue desterrada de Madrid y enviada al palacio de La Granja de San Ildefonso, no sin la protesta de ella, tratando de enmendar sus decisiones, a lo que el rey respondió “Lo que yo determino en mis reinos no admite consulta de nadie antes de ser ejecutado y obedecido”


Cuando Fernando VI llegó al trono, España se encontraba en la Guerra de Sucesión Austriaca, que terminó con la Paz de Aquisgrán en1748. Fernando deseaba una reforma completa del estado de cosas y su meta era una neutralidad manifiesta en Europa. Las reformas debían de empezar de inmediato y contó con hombres de talla para realizarlas. Fernando VI “Paz con todos, guerra con ninguno”. Ese fue el lema que empleó el rey para definir su pensamiento. El reinado, desde 1746 hasta 1759 tuvo como propiedad todo alejamiento bélico, y ese pacifismo activo fue especialmente importante para revitalizar la Hacienda Pública y completar el proceso modernizador de la administración del Estado Para esta tarea contó con importantes hombres, magníficos ministros que estudiaban los proyectos y los sometían a la aprobación del rey, que luego se encargarían de mandar ejecutar. 

Destacó José de Carvajal, uno de los mejores conocedores de la política europea de mediados del siglo XVIII. A su lado trabajó también Zenón de Somodevilla, más conocido por el Marques de la Ensenada, persona dinámica, creador del catastro y negociador del Concordato con la Santa Sede en 1753. Mediante este pacto se limitó las cantidades de dinero que se enviaban a Roma, al mismo tiempo que se reforzó el patronato regio, lo que permitió al rey ser el que designaba a la mayoría de las figuras del clero. Mediante la ordenanza del 2 de julio de 1751 prohibió la masonería Ensenada, además encontró satisfacción en la potenciación de la flota naval española. Se ampliaron los astilleros de Cádiz, El Ferrol y Cartagena y contrató de forma  clandestina a ingenieros y capataces ingleses, que tenían prohibida su salida de la isla dado sus conocimientos navales. Fomentó la agricultura nacional, abrió canales de riego, perfeccionó los transportes y comunicaciones, restauró la Real Armada y protegió cuanto tenía que ver con las artes y las ciencias: uno de esos grandes hombres, resumiendo, con los que España y los españoles tenemos una deuda inmensa y del que, por supuesto, para no faltar a la costumbre, ningún escolar español conoce hoy el nombre. El rey siguió con la costumbre de nombrar ministros competentes, gente capaz, ilustrada, con ganas de trabajar y visión de futuro, que pese a las contradicciones y vaivenes del poder y la política hizo de nuestro siglo XVIII, posiblemente, el más esperanzador de la dolorosa historia de España. En aquella primera media centuria se favoreció las ciencias y las artes, se creó una marina moderna y competente, y bajo protección real y estatal se fundaron las academias de la Lengua, de Medicina y la Biblioteca Nacional. Pero todos esos triunfos y avances tuvieron su resistencia, el interior fue el sector más reaccionario de la Iglesia que veía la Ilustración como quién ve a Satanás. Entre la propia clase eclesiástica había gente docta y leída, con ideas avanzadas. El problema era que la ciencia, les desmontaba dogmas y consignas para ellos irrefutables. Pasó, por ejemplo, la barbaridad de Jorge Juan que era un humanista, ingeniero naval y científico, junto con Antonio de Ulloa, que fue un naturalista, militar y escritor, los dos marinos científicos más brillantes de su tiempo, a la vuelta de América para medir la longitud del meridiano terrestre demostrando que la Tierra está achatada en los polos, reformando el modelo naval español. Y así llegó a darse la circunstancia siniestra de que en algunos libros de ciencia figurase la pintoresca advertencia: "Pese a que esto parece demostrado, no debe creerse por oponerse a la doctrina católica". Pese a todo, hombres doctos y valientes, algunos fueron dignos eclesiásticos, dieron en la correcta dirección pese a las trabas y peligros; como cuando el Gobierno decidió implantar la física newtoniana en las universidades y la mayor parte de los rectores y catedráticos se opusieron a esa iniciativa, o cuando el Consejo de Castilla encargó al capuchino Villalpando que incorporase las novedades científicas a la Universidad, y los nuevos textos fueron rechazados por los docentes. El rey Fernando VI en sus 13 años de reinado, intentó siempre por todos los medios mantener la neutralidad de España en los conflictos entre Francia e Inglaterra que intentaron su implicación, primero Francia conquistó Menorca a los ingleses y la ofreció a España a cambio de su alianza, más tarde Inglaterra ofreció Gibraltar  a cambio de su alianza contra Francia, Fernando VI había visto tantas guerras innecesarias, provocadas por las ambiciones de su madrastra, que evito su implicación en cualquiera por muy bien que le sirviesen las propuestas. Fernando sufría, como su padre, crisis de melancolía, carácter indolente y una esposa a la que idolatraba, Barbara de Braganza. Por el origen portugués de ella, tradicional aliado de Inglaterra, esto tuvo mucho que ver con la neutralidad española en la guerra de los Siete Años. Cuando ella murió, en 1758, Fernando se volvió tremendamente melancólico, (con lo cual le quedó el mote) permaneciendo encerrado  en Villaviciosa de Odón (Madrid), donde paso a sumirse en profunda locura. Un año el Estado pudo mantener el tono vital gracias al impulso creado en años anteriores. 


Desde el Palacio de la Granja Isabel de Farnesio seguía a los suyo, preparando la coronación de su hijo Carlos, rey de Nápoles para ser rey de España. Fernando murió el10 de agosto de 1759 y al no tener descendencia fue sucedido por su hermano de padre, el futuro Carlos III, hijo de la Farnesio.

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