viernes, 29 de septiembre de 2023

LA VIDA EN UN CASTILLO MEDIEVAL

Los castillos, por lo general, estaban situados en un alto, dominando el pueblo y la comarca. Estaban situados cerca de una villa, en lo alto de una colina. Otras veces en un peñasco de difícil acceso. Los llamados castillos roqueros.



Cuando había un ataque enemigo la gente abandonaba las casas y se refugiaba en el castillo. Allí vivía el asedio aglomerada en la plaza de armas, los hombres ayudando en la defensa y las mujeres recluidas en los sótanos junto con los viejos y los niños, como lugar más seguro, pero aterrados testigos por lo ruidos de la batalla, las quejas de los heridos, etc. Solo al final, con el triunfo o la derrota abandonaban la población el castillo. Ya sabían que sus casas habrían sido quemadas y sus huertas arrasadas, sus animales muertos y lo habrían perdido todo. Pero al menos salvaban la vida y podrían volver a empezar. La nobleza era poseedora de una porción de tierra concedida por el rey donde se contaba con servidumbre propia (los vasallos), y eran éstos señores feudales los que levantaban los castillos donde sus vasallos cultivaban la tierra y criaban animales. También estaba presente el clero, que establecía las reglas del lugar en función de la religión católica. En la Península Ibérica, algunos castillos pasaban a pertenecer a los musulmanes o cristianos de forma alternativa en sucesivas ocasiones según las circunstancias. Fundamentalmente durante la Reconquista, no siendo sólo entre musulmanes y cristianos, sino entre los propios reinos de taifas musulmanes entre sí y entre los propios reinos cristianos entre sí. Entre las dependencias de los castillos cristianos existían, la capilla, lugar sagrado del interior del castillo, un salón principal, donde la nobleza ofrecía sus banquetes en eventos especiales a sus invitados, los patios de armas, donde además de la preparación militar se celebraban las festividades populares.

La torre del homenaje era la construcción más característica y dominaba todo el conjunto. Servía como residencia del señor, ya fuera rey o noble. Tenía la posición más protegida, de forma que si en un ataque caían el resto de las defensas, esta torre proporcionase un último refugio. El tamaño de la cocina era equivalente a su importancia en la zona. Además de una cocina, era frecuente que contaran con una panadería propia y también se situaba una cervecería, bebida importante en el medioevo. Uno de los problemas más grandes era el frío. Como inicialmente los castillos se construyeron de piedra, eran terriblemente gélidos. Eran oscuros, pues las ventanas se hacían pequeñas por seguridad. Las paredes estaban cubiertas de tapices y los suelos aún en las residencias regias era simplemente paja, recurriendo a braseros hasta la invención hacia el siglo XIII de las chimeneas murales de alfombras, que protegían del frío y contribuían a aumentar la imagen de prestigio y poder. Cuando llegaba la noche se recurría a los candelabros, las lámparas, las velas y las lucernas para iluminar en la oscuridad. Siglos después se extendió el uso de las chimeneas. La alimentación era a base de carne, jabalí, pavo, cisne y el cerdo. Acompañaban la carne con una diversidad de piezas de pan y empleaban las manos. También era común consumir vegetales frescos. El uso de las especias, para potenciar el sabor o disimular los alimentos de dudosa frescura, fue un recurso muy utilizado. Los utensilios básicos eran los platos de madera, cerámica o metal, también las cucharas y cuchillos de metal, y por último los vasos y copas de oro, plata, bronce o cristal. Había aguamaniles para limpiar las manos. El agua se servía en puntos específicos del castillo. Generalmente se colocaba una cisterna en algún punto elevado con conexiones que llevaban el líquido hasta lugares más bajos. CASTILLO DE LOARRE 
También contaban con pozos desde donde se extraía el agua del subsuelo. El baño representaba una de las mayores dificultades a la hora de vivir en un castillo. A las gentes no les preocupaban sus desechos, y la verdad es que no les importaron durante mucho tiempo. Solían hacer sus necesidades en pozos que daban a lado exterior del castillo o en el foso que lo circundaba. Como el agua se estancaba, el hedor era espantoso. La mayoría de los castillos no contaban con calabozos para mantener prisioneros. Luego se fue pensando que podría resultar “interesante” para un señor feudal mantener prisioneros en su propiedad. Lógicamente los caballos eran el medio de transporte más veloz en aquellos tiempos así como un medio de comunicación, además resultaban imprescindibles en batalla. Por esto, cada señor feudal que se respetara requería de un número elevado de estos animales y de un lugar propio para su crianza. Los famosos fosos de agua, en realidad eran pocos los castillos que contaban con un foso natural, por lo que se hacía necesario construir uno de forma artificial. En estos casos, como el agua se estancaba y los desperdicios se vertían al agua, ésta se pudría. Pero en los castillos en que había que subir una empinada colina, no tenían foso. Las torres redondas eran mucho más seguras que las cuadradas. Al levantarse por encima de la muralla ofrecían una visión amplia de la región y zonas ideales de disparo para los arqueros. La mayoría de los castillos contaba con portones muy elaborados, con varias puertas y, a veces, con el famoso puente levadizo. En la Península Ibérica se edificaron alrededor de unos 6.000 castillos, tanto musulmanes como cristianos, de los cuales España mantiene, algunos bien, otros en ruinas y muchos a medias, unos 3.000 en total. El paso del tiempo ha causado que algunos prácticamente hayan desaparecido, aunque otros han podido vencer el trascurrir de los siglos, superando guerras, abandonos y expolios. Los castillos no eran solo fortalezas, sino que podían realizar tareas de centros administrativos de la región que controlaban, siendo donde se recaudaban las rentas, se impartía justicia, se ejecutaba las sentencias, etc. La piedra era el material con el que estaban realizadas la mayor parte de las estructuras, aunque algunas de estas dependencias empleaban además la madera, el ladrillo o el adobe. Los reyes se caracterizaban porque no vivían en un lugar fijo y de hecho no solían estar en un sitio más de unas pocas semanas. Se trasladaban constantemente de castillo en castillo, con una extensa corte que podía ser de cientos de personas. Iban junto a muebles, vestidos, tapices, etc. CASTILLO DE MANZANARES EL REAL 
Los castillos o fortalezas eran muy difícil de tomar. Una de las pocas formas de poderlo conseguir era mediante un asedio a través del que se creaba un cerco que impedía salir a sus moradores. Pero era una tarea muy ardua ya que los asedios se planificaban para durar meses o incluso años. Se creaba un campamento en su entorno, atacando y esperando que se rindiesen al quedarse sin alimentos ni agua con los que resistir. La rendición quizá podía pactarse a conveniencia de ambos bandos o en caso contrario unos debían seguir atacando, que también era complicado y muy costoso y otros seguir resistiendo por si llegaba ayuda o el enemigo abandonaba. Muchas veces el sitiador conseguía entrar y arrasaba absolutamente todo, normalmente sin hacer prisioneros. También se excavaban túneles hasta llegar bajo las murallas, en los que se acumulaban maderas para incendiar y debilitar la consistencia de estas. Los ataques con arietes para derribar la puerta principal. La invasión mediante escalas, las torres de asalto para llegar a lo alto de las murallas. Además de envenenar las aguas, arrojar al interior restos humanos y animales contaminados con enfermedades o restos descuartizados de prisioneros. Con frecuencia había un pasadizo secreto de huida. Las murallas, junto a las defensas naturales en caso de que las hubiese, rodeaban todo el recinto. En la parte superior de las murallas estaba el adarve, una zona transitable y resguardada por almenas. Las murallas, que solían estar rematadas por almenas, eran muy anchas y altas para soportar los impactos de la artillería. Estos gruesos muros podían tener cierta inclinación; eran los taludes, que ofrecían mayor resistencia a los proyectiles. A lo largo de las murallas y torres había pocos vanos al exterior, siendo en forma de saeteras y troneras desde las que se podían disparar flechas y demás proyectiles. Otro elemento de defensa en los muros eran los matacanes, que consistían en balcones o espacios salientes desde donde se arrojaban materiales como piedras y brea, arena calentada al fuego o bien mezclas incendiarias a base principalmente de cal viva, azufre, brea o aceite de roca. Los señores empleaban gran cantidad de tiempo en cacerías en los bosques cercanos. Había también juegos de torneos y justas, que solían llevarse a cabo fuera del castillo, en los que los participantes simulaban que estaban luchando. Los castillos comenzaron a perder su importancia militar con la llegada del uso de la pólvora. Al principio los cañones eran complicados de manejar y de poca efectividad, pero fueron mejorando y debilitando la resistencia de los castillos. Éstos fueron transformándose en construcciones palaciegas para reyes y nobles. Por este motivo muchos reyes fueron destruyendo algunos castillos, ya que la nobleza llegó a obtener mucho poder en las comarcas, debilitando las decisiones reales.

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