jueves, 7 de junio de 2018

EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS EN ESPAÑA

Como es sabido los Reyes Católicos mediante el Edicto de Granada expulsaron a los judíos en 1492 para impedir el judaísmo, para que no influyeran en los cristianos. Un hecho directamente relacionado con la instauración del Santo Oficio, (Inquisición) años antes en Castilla y en Aragón, creada precisamente para descubrir a los falsos conversos (a la fe católica), que seguían practicando el judaísmo. En tiempos de los reyes cristianos se identificaba la política con la religión. Solo los bautizados estaban en condiciones de ser súbditos del rey y por tanto de estar bajo el amparo de las leyes, usos y costumbres del reino. El cristianismo es una fe que se proclama verdad absoluta, “dogma de fe” y la vida es un tránsito durante el cual se deben obtener los méritos para una posterior vida eterna, que es la importante. Norma válida para todos, desde el rey hasta el último morador. Por lo tanto el primer deber de un rey era eliminar los obstáculos que hubiera para que sus súbditos pudieran alcanzar el logro de este fin sobrenatural. Al comienzo del reinado de Fernando e Isabel, judíos y musulmanes formaban comunidades propias, pero habitaban en tierra ajena. Tenían casas de oración, sus leyes y autoridades y escuelas. Tenían permiso del rey para ello. Abonaban una cantidad de dinero por ello y no podían formar parte de las instituciones. Todo esto es importante para entender los hechos que tanto se les reprochan a nuestros reyes y que inicia la enorme falacia de la “Leyenda Negra”. Si se pierde este punto de vista, tan alejado de nosotros en nuestros días, no podremos comprender los hechos sucedidos, sus porqués y las decisiones que tomaron en aquella época.  El hispanista francés Joseph Pérez ha destacado las semejanzas que existen entre esta expulsión y la persecución de los judíos en la Hispania visigoda casi mil años antes de la realizada por los Reyes Católicos firmada en Granada y que ésta no fue una excepción en Europa, salvo por tardía, a pesar de la fama de antisemitas que arrastran los monarcas. 
La primera expulsión masiva la había ordenado Eduardo I de Inglaterra en 1290. Frente a la hegemonía militar que impuso el Imperio español durante los siglos XVI y XVII en toda Europa, sus enemigos históricos solo pudieron contraatacar a través de la propaganda. Un campo donde Holanda, Francia e Inglaterra se movían con habilidad y que desembocó en una leyenda negra sobre España y los españoles todavía presente en la historiografía actual. Al igual que ocurre con la Guerra de Flandes, la Conquista de América o la Inquisición española, la propaganda extranjera intoxicó y exageró lo que realmente supuso la expulsión de los judíos de los reinos españoles pertenecientes a los Reyes Católicos en 1492. En suma, los ganadores son los encargados de escribir la historia y España no estuvo incluido en este grupo. Las expulsiones y agresiones a poblaciones judías, un grupo al que se atacaba con frecuencia para esconder los verdaderos problemas sociales, fueron una constante durante toda la Europa medieval. Salvo en España, los grandes reinos europeos habían acometido varias ráfagas de expulsiones desde el siglo XII, en muchos casos de un volumen poblacional similar al de 1492.  Así, el Rey Felipe Augusto de Francia ordenó la confiscación de bienes y la expulsión de la población hebrea de su reino en 1182. Una medida que en el siglo XIV fue imitada otras cuatro veces (1306, 1321, 1322 y 1394) por distintos monarcas. No en vano, la primera expulsión masiva la ordenó Eduardo I de Inglaterra en 1290. Fueron reseñables las que tuvieron lugar en el Archiducado de Austria y el Ducado de Parma, ya en el siglo XV. La expulsión de los judíos de España fue firmada por los Reyes Católicos el 31 de marzo de 1492 en Granada. Lejos de las críticas que siglos después recibió en la historiografía extranjera, la cruel decisión fue vista como un síntoma de modernidad y atrajo las felicitaciones de media Europa. Ese mismo año, incluso la Universidad de la Sorbona de París trasmitió a los Reyes Católicos sus felicitaciones. De hecho, la mayoría de los afectados por el edicto eran descendientes de los expulsados siglos antes en Francia e Inglaterra. Los que abandonaron finalmente el país pertenecían a las clases más modestas La razón que se escondía tras la decisión, además del recelo histórico de los cristianos contra los hebreos, era la necesidad de acabar con un grupo de poder que algunos historiadores, como Wiliam Thomas Walsh, han calificado como «un Estado dentro del Estado». Su predominio en la economía y en la banca convertía a los hebreos en los principales prestamistas de los reinos hispánicos. Con el intento de construir un estado moderno por los Reyes Católicos, se hacía necesario acabar con un importante poder económico que ocupaba puestos claves en las cortes de Castilla y de Aragón. Así y todo, los que abandonaron finalmente el país pertenecían a las clases más modestas; los ricos no dudaron en convertirse. Por tanto, el caso español no fue el único, ni el primero, ni por supuesto el último, pero si el que más controversia histórica sigue generando. Como el historiador Sánchez Albornoz escribió en una de sus obras, “Los españoles no fueron más crueles con los hebreos que los otros pueblos de Europa, pero contra ninguno otro de ellos han sido tan sañudos los historiadores hebreos”. Como ha señalado Joseph Pérez, "hay que desechar la idea comúnmente admitida de una España donde las tres religiones del Libro, cristianos, musulmanes y judíos, habrían convivido pacíficamente durante los dos primeros siglos de la dominación musulmana y, más tarde, en la España cristiana de los siglos XII y XIII. La tolerancia implica no discriminar a las minorías y respetar la diferencia. Y, entre los siglos VIII y XV, no hallamos en la península nada parecido a la tolerancia". Henry Kamen, por su parte, afirma que "las comunidades de cristianos, judíos y musulmanes nunca habían vivido en pie de igualdad; la llamada convivencia fue siempre una relación entre desiguales". En los reinos cristianos, destaca Kamen, tanto judíos como musulmanes eran tratados "con desprecio" y las tres comunidades "vivían existencias separadas" ¿Qué tuvo entonces de diferente esta expulsión? La mayoría de historiados apuntan que, precisamente, lo llamativo del caso español está en lo tardío respecto a otros países y en la importancia social de la que gozaban los judíos en nuestro país. Aunque no estuvieron exentos de episodios de violencia religiosa, los judíos españoles habían vivido con menos sobresaltos la Edad Media que en otros lugares de Europa. En la corte de Castilla, no así en la de Aragón, los judíos ocupaban puestos administrativos y financieros importantes, como Abraham Seneor, desde 1488 tesorero mayor de la Santa Hermandad, un organismo clave en la financiación de la guerra de Granada. Una gran odisea para los expulsados. No obstante, la cifra de judíos en España sí era especialmente elevada en comparación con otros países de Europa. En tiempos de los Reyes Católicos, siempre según datos aproximados, los judíos representaban el 5% de la población de sus reinos con cerca de 200.000 personas. De todos estos afectados por el edicto, 50.000 nunca llegaron a salir de la península pues se convirtieron al Cristianismo y una tercera parte regresó a los pocos meses alegando haber sido bautizados en el extranjero. Algunos historiadores han llegado a afirmar que solo se marcharon definitivamente 20.000 habitantes. El edicto les prohibía sacar oro, plata, monedas, armas y caballos del reino. Aunque la expulsión de 1492 fue sobredimensionada respecto a otras en Europa, causando a España una inmerecida fama de país hostil a los judíos, nada quita que la decisión provocara un drama social que obligó a miles de personas a abandonar el único hogar que habían conocido sus antepasados. Según establecía el edicto, los judíos tenían un plazo de cuatro meses para abandonar el país. El texto sólo permitía llevarse bienes muebles. Los hebreos afectados por el edicto que decidieron refugiarse en Portugal se vieron pronto en la misma situación: destierro o conversión. Así y todo, su suerte fue mejor que los que viajaron al norte de África o a Génova, donde la mayoría fueron esclavizados. En Francia, Luis XII también los expulsó hacia 1496. Comenzaba en esos días una odisea para los llamados judíos sefarditas que duraría siglos, y que generó una nostalgia histórica hacia la tierra de sus abuelos todavía presente.

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